CAPÍTULO 2 - Escape Parte 1

Punto de vista Misaki.

Un año después…

-¿Misaki? ¿Estás dormida?- me pregunta dulcemente Hana, una chica internada en este hospital. -Mi tía vino ayer y me trajo galletas de chocolate, ¿quieres una?

Desde que la conozco, ella me ha parecido una chica amable y lista, pero aparentemente tiene un tornillo suelto. Seguido viene a verme y me habla a través de la puerta blanca de hierro.

Me mantuve acostada en el suelo, boca arriba, con los brazos cruzados detrás de la nuca, mirando el techo impecablemente blanco.

-Si me ignoras no te daré nada. -Lo pensé en un momento. -Bueno, te atreveré solo una. -Sin moverme, escucha como pasaba torpemente la galleta por debajo de la puerta. -Se rompió, pero eso no le cambia el sabor. Asegúrate de tomarla con un vaso de leche.

Apuesto a qué pasó una hora hasta que la volvió a escuchar.

-Misaki ¿te gusto la galleta? ¿verdad que estaba rica? Mañana te daré otra, ya me voy.

Escuche sus pasos alejándose. Siempre hacía lo mismo, decía que su tía había venido, traía cualquier objeto y decía que era comida o dulces, y después se iba.

Suspire pesadamente, pensando en que por fin esta noche hablaria con ella, en la víspera de mi salida de este lugar. Sería rápido y silencioso.

Lo tenía todo planeado desde la primera vez que pisé este hospital.

Al principio Tora venía una vez a la semana, después una vez al mes y después no veía su cara por meses. Y justo ayer había venido, así que hoy era el día perfecto para salir.

No se si Tora me subestimaba demasiado o simplemente él era un estupido. Meterme a mí en un hospital psiquiátrico común y corriente. De verdad hubiera sido complicado si me hubiera internado en un hospital para criminales dementes, ahí ya hubiera terminado con mi vida desde hace tiempo, pero aquí, las cosas eran más sencillas.

A pesar del maltrato que me hacía y la supuesta tortura al quitarme todas mis comodidades (la cama completa, tapar la ventana, quitarme la mesa y bancó he incluso él inodoro y el lavabo, obligándome a hacer mis necesidades en una bacinica y comer solamente avena remojada dos veces al día el último año) mantuve una conducta impecable hacia los empleados del hospital, -después de todo ellos solo obedecen órdenes, ¿les pagaban? si, pero siguen siendo empleados- pensé.

Ellos sabían perfectamente la clase de persona que era Tora y lo que me hacía, de igual modo todos guardaban silencio y eso era exactamente lo que utilizaría en su contra. Como jamás cause problema alguno, con el tiempo, Tora se retiró a sus propios hombres que custodiaban mi celda las veinticuatro horas y al ver que no hacía nada ni intentaba hacer algo por escapar, justo hace dos meses, se retiró a todos, pensando en que las drogas me estaban haciendo efecto. Después se aburrió y comenzó a vaciar la habitación hasta este punto. Quizás para ver una reacción diferente en mi.

Ahora mismo, aunque siga habiendo seguridad, tengo una sola oportunidad para escapar y la única que puede ayudarme es Hana.

Cerré mis ojos y esperé hasta que cayera la noche.

Siempre se apagaba mi luz a las nueve en punto, así que esperaba a que fuera el momento oportuno. Tenía justamente siete minutos para moverme. Ya que los guardias, antes del cambio de turno, hacían una vuelta, después tardaban aproximadamente siete minutos para tomar sus posiciones. Y entrando el nuevo turno, después de los siete minutos, daban otra vuelta por el pasillo para vigilar que todo estuviera en orden y finalmente regresarían a su puesto detrás de las cámaras de vigilancia.

Tenía un minuto para abrir la cerradura y otros seis para moverme. ¿Cómo iba a calcular el tiempo? Solo tenía que comenzar a contar desde que pasará el guardia. Algo que había practicado los últimos meses. Jugando con los horarios, los apagones, la hora de comer y las veces que venía Hana.

Con cuidado saque de mi boca un delgado alambre de clip y cuando llegó la hora, escuche al guardia pasar afuera de mi puerta para después regresar por donde había venido. Me incorporé e inicié mi plan.

Inmediatamente me puse manos a la obra en la cerradura, pero hubo algo que me distrajo momentáneamente de mi tarea, mire abajo de la puerta, me agache y tomé un trozo de una verdadera galleta de chocolate. Suspire con pesadez arrojando la galleta aún lado para continuar.

Tarde menos de un minuto en abrir la cerradura y por primera vez en todo el maldito año, era la primera vez que me asomaba por el pasillo. Camine inmediatamente por el pasillo hasta dar vuelta a la izquierda, hay pase por cuatro puertas hasta que por fin llegué al cuarto de Hana, (anteriormente le preguntó y ella me contó con toda sinceridad como llegar a su cuarto) encontré la puerta cerrada, la abrí del mismo modo y me introduje en silencio, solo para ser recibido con un golpe directo a mi cabeza que esquive fácilmente.

Había suficiente luz que entraba por la ventana con barrotes, para ver a Hana y recordar por lo que ella era perfecta para mi huida. Gracias a ella supe que los demás internos tenían derecho a pasear en el jardín.

Solo la había visto una vez. Fue la noche que esos policías bastardos me trajeron aquí. Ella estaba mirando todo, escondida en el jardín, parada detrás de un frondoso árbol, casualmente cruzamos miradas y fue justo ahí cuando se me ocurrió.

Aunque se veía un poco demacrada, era evidente ver qué era bonita, de piel blanca y de cabello azabache como el mío, altura similar y la misma complexión. Podría ser una hermana que jamás conocí… pero ahora no importa.

-¡¿Quién eres tú?! -grito mientras se escondía detrás de la cama. -¡¿Vienes a robarte mis dulces verdades?!

-Shuuu. Cálmate- le susurré -soy yo, Misaki. -Trate de calmarla. Si los guardias la escuchaban todo se venía abajo.

-¿Misaki? ¿De verdad eres tú? -Su rostro se ilumina.

Asentí mientras me acercaba lentamente hasta ella. -Soy yo.

-Pero… ¿Qué haces aquí?

Dudé antes de contestar. -Vine por otra galleta. ¿Me regalarías otra, por favor?

-¿Galleta? Por supuesto.- Inmediatamente dio media vuelta y metió medio cuerpo debajo de la cama. -Son mi tesoro, las tengo escondidas aquí por si alguien viene a buscarlas. Pero solo a ti te dejare ver donde están.

A pesar de que Hana era una chica linda y dulce, que no me había hecho daño alguno, no amigo en lo que le haría a continuación. Apenas Hana salió debajo de la cama, me paré detrás de ella y en un movimiento rápido y preciso le rompí el cuello. Una técnica difícil pero no imposible con grandes posibilidades de fallar. Afortunadamente este no fue el caso. Hana se desvaneció, comprobé su pulso en el cuello y comprobé que estaba muerta. Inmediatamente me desnudé e hice lo mismo con ella para intercambiar la ropa. Ella vestía un pantalón y una camisón blanco. En cambio yo siempre usaba un vestido blanco hasta las rodillas de manga larga.

Cuando le acomode la ropa, le tome de los brazos y la saqué, arrastrándola por el pasillo hasta mi celda. Estaba sudando del esfuerzo que hacía, mis músculos no eran los mismos que cuando entre y aparte estaba llena de ansiedad y nervios, asustada de que algo fuera a salir mal. Debía darme prisa, faltaban menos de un minuto para que regresaran los guardias. Rápidamente la acosté en mi cama (la mitad de un cartón) la acomodé de costado con la vista a la pared y la acosté parcialmente para que no resultara sospechoso. Coloque la bacinica en la compuerta donde el enfermero siempre la tomaba y también el plato donde me servía la avena. Limpie el resto de las galletas comiéndomelo, cerré la puerta con cuidado y salí corriendo cuando escuché fuertes pisadas que venían acercándose.

Estaba descalza, apenas hacía ruido con mis pies. Llegué al cuarto de Hana y me metí enseguida. Podía escuchar los pasos cada vez más cerca ¡Y aún me faltaba cerrar la puerta! Tenía que hacerlo, por qué si el guardia se asomaba y veía la puerta emparejada ¡definitivamente se daría cuenta! Tome la manija y muy lentamente cerré la puerta rezando para que no se escuche al cerrarla. Cuando la puerta se cerró se escuchó un "Clic". Agudize el oído y note que los pasos también se habían detenido. Mi corazón latía como un tambor. Podía sentir como una gota de sudor se me escurría por la frente, este era el fin, me habían descubierto. Mi mente se llenó de pensamientos negativos hasta que volvió a escuchar las pisadas, pero está vez alejándose.

Las piernas no me obedecieron y me dejé caer sentada, recargandome en la pared. Pude sentir un alivio que bajaba de mi cabeza hasta los pies. Pero me grabé a mi misma que esto solo era momentáneo. Si, había pasado la primera parte, pero todavía faltaba lo que haría mañana para salir de una vez por todas.


¡Muchas gracias por leer!