Capítulo 1: Una sucesión de eventos inesperados

Eran casi las 8 de la mañana. La brillante luz del verano llenaba la habitación principal de la casa de los Heeler. Bandit, el patriarca de la familia, se encontraba sentado en el sofá mientras en su mano sostenía una taza de café recién hecho. Le gustaba contemplar el amanecer y sumergirse en la atmósfera de la madrugada. Suspiraba cálidamente mientras tomaba sorbos de su café. De la nada oye un sonido de pasos, seguido de un gran bostezo.

—"¡Buenos días cariño! Hay una taza de té para ti en el mostrador".

Su esposa Chilli acababa de levantarse. Su pelaje castaño rojizo, que brillaba a la luz del sol que entraba por las ventanas, se encontraba algo desordenado, y tenía pesadas bolsas debajo de los ojos. Aún con ese aspecto algo desalineado, para los ojos de Bandit ella seguía viéndose perfecta.

Chilli se sentó junto a su esposo e intercambiaron un rápido beso de buenos días.

—"Buenos días, querido", pronunció apenas, lo que terminó en otro bostezo. "¿Hay alguna novedad?".

—"¿Aparte de los eventuales tragos de agua de medianoche?", preguntó con un toque de sarcasmo en su voz. Chilli puso los ojos en blanco, con una sonrisa en su rostro.

Para Bandit, sus días transcurrían típicamente en un ritmo metronómico de tranquila domesticidad. Hasta hace no mucho había recibido un ascenso. Sus responsabilidades se habían multiplicado y viajaba al extranjero con más frecuencia. Su pelaje negro azabache llevaba las marcas de innumerables aventuras y largos días en el campo. A pesar de eso, había tomado la decisión de retirarse, ya que sus esfuerzos en lugares exóticos resultaron ser demasiado para él. Otro de los motivos era la ausencia de su familia. Anhelaba los días más sencillos en los que podía estar con sus seres queridos sin el peso constante de sus responsabilidades. Por supuesto que primero le comentó a su esposa sobre su decisión y ella estuvo de acuerdo, así Chilli podría enfocarse en su trabajo de directora de seguridad en el aeropuerto mientras él se encargaría a pleno de las tareas del hogar.

Esto pareció brindarle a Bandit lo mejor de ambos mundos, permitiéndole tener tiempo suficiente para dedicarse a sus diversos pasatiempos y pasiones. El problema es que nunca era posible simplemente desconectar. Ya sea que estuviera cortando el césped, preparando la cena o acurrucándose en el sofá con Chilli, los pensamientos de sus investigaciones pasaban por su cabeza continuamente. Aunque había amado el trabajo de su vida y se sentía plenamente cómodo en su situación actual, se preguntaba si era posible pasar un solo día sin pensar en huesos.

Tras un largo rato de estar en el sofá, los dos fueron a la cocina para preparar el desayuno. Bandit escuchó el repiqueteo de unos pequeños pies que se dirigen hacia él. Se giró y vio a Bluey y Bingo corriendo por los pasillos de la casa hacia la cocina, moviendo sus colas con exuberancia juvenil.

—"¡Buenos dí...!", pronunció Bandit pero fue interrumpido cuando Bluey y Bingo corrieron hacia él y se detuvieron para abrazarlo. Chilli acarició cariñosamente a sus hijas con la mano. Todos disfrutaron el momento durante varios segundos, absorbiendo la calidez del otro. Luego, Bluey se soltó y miró a sus progenitores.

—"¡Mamá! ¡Papá! ¡Tengo que contarles sobre el sueño que tuve!", vociferó.

—"¡Oh, genial! ¡No puedo esperar a escucharlo todo!", exclamó Bandit con entusiasmo.

En el corazón de la casa de los Heeler, la rutina de la vida cotidiana se desarrollaba como una melodía familiar. Todos estaban reunidos disfrutando del desayuno. Bandit y Chilli escuchaban con entusiasmo como Bluey narraba incesantemente sobres el sueño que tuvo. Su voz, acompañada de la risa de Bingo, resonó por toda la casa. Era un cuadro sereno, hasta que dejó de serlo.

—"¿Papáaa?"

—"¿Sí, Bluey?"

—"¿Cómo supiste que querías formar una familia con mamá?"

El hábito de hacer preguntas un tanto difíciles, así como la agudizada curiosidad natural de Bluey, no se había superado en absoluto.

—"¿Por qué?", levantó una ceja con una mirada pícara, "¿Tiene algo que ver con Mackenzie?"

—"¡PAPÁAAAA!", exclamó Bluey, muy avergonzada mientras Bandit se echó a reír, al igual que Bingo.

Por su parte, Chilli no se había tomado nada bien aquel comentario. A Bandit le tomó menos de un segundo en reprimir su risa. Podía sentir la mirada frustrante de su esposa como si fueran dagas perforando su cráneo.

—"Está bien…", Bandit suspiró. "Lo primero es lo primero. Los dos éramos adultos e independientes, los dos habíamos terminado de estudiar y teníamos trabajo..."

—"Sí, lo sabemos...", le interrumpió Bluey. "¡Tú y mamá siempre hacen las mismas advertencias cada vez que cuentan algo sobre su juventud!"

—"¡Oh! ¡Ese es nuestro trabajo!", Bandit sonrió. "Bueno, fue bastante temprano en nuestra relación...", hizo una pausa, "Pero cuando los adultos conocemos a alguien especial nos aseguramos de tomarnos todo el tiempo que necesitamos para pensar en formar una familia".

—"Entonces, ¿Cómo supiste que mamá era alguien especial?", cuestionó Bluey.

Bandit miró a Chilli. "¿Me puedes ayudar aquí?"

—"Fue cuando se dio cuenta de que quería compartir una vida, sueños y muchas cosas conmigo", explicó Chilli mientras tomaba la mano de su esposo.

Bandit asintió con la cabeza. "Formar una familia es algo que hay que tomar en serio. Ser padres es un gran desafío que implica mucho esfuerzo y dedicación".

Bluey miró a su padre con cierto embebecimiento. "¿En serio?"

Bandit recuerda el comentario anterior de su esposa y dirige su mirada a ella, quien tiene una genuina expresión de satisfacción en su rostro. Él tomó sus manos entre las suyas. Luego volvió a mirar a su hija.

—"Por supuesto. Me gustaría pensar que hasta ahora hemos hecho un trabajo excelente".

La charla fue interrumpida por el repentino sonido del teléfono de casa. Chilli se disculpó mientras se levantaba para atender la llamada. Bandit aprovechó para levantar los platos y llevarlos al fregadero.

—"¿Papáaa?"

—"¿Sí, Bingo?"

—"¿Te arrepientes de haber tomado alguna decisión?"

Bandit resopló. "¡Por supuesto que no! Estoy bastante orgulloso de las decisiones que he tomado hasta ahora".

Mientras Bandit se dedicó a lavar los platos les ordenó a sus hijas que fueran a su cuarto y se preparan para salir. Les había prometido que las llevaría al parque luego del desayuno. Afuera hacía calor, aunque el sol estaba oculto detrás de las nubes y el aire estaba cálido. Parecía ser un día perfecto para disfrutar en familia. Bandit tenía muchos planes para aprovechar el día y esperaba realizar al menos una media parte de los mismos.

Chilli se acercó, sosteniendo el teléfono en sus manos. "¿Pasa algo?", preguntó Bandit con preocupación al notar cierta inquietud en su rostro. Musitando y haciendo señas, le dejó en claro que todavía seguía en llamada, y le pidió que fueran al parque sin ella. No hizo más comentarios al respecto. Bandit trató de preguntarle si todo estaba bien, pero Chilli se negaba a contestar e insistió que le haga caso en lo mencionado brevemente. Chilli se retiró de manera abrupta, dejando a Bandit con una extraña sensación.

Habían pasado un par de horas. Bandit se encontraba sentado a un metro de distancia de sus hijas en el banco del parque. Sonrió mientras las veía jugar. El cielo estaba muy azul y la brisa era agradable. Estaban en una zona donde los árboles le producían buena sombra. A lo lejos, un músico callejero tocaba el violín. Más allá, en la hierba, dos mujeres y una niña estaban haciendo un picnic. La cara de la niña estaba cubierta de mermelada. Una de las mujeres dijo algo y todas se rieron.

A pesar del buen cuadro, Bandit suspiró mientras se sumergía en sus pensamientos. Constantemente hacía divagaciones como un loco. La situación de su esposa estaba tan fuera lugar para él. Esperaba ese tipo de cosas de alguno de sus familiares o amigos, pero no de Chilli. ¿Qué fue esa llamada? ¿Por qué fue tan importante como para quedarse en casa y no salir con su familia? ¿Por qué había tomado aquella decisión? ¿Fue una estratagema para evitar la salida por alguna razón en particular? No. Chilli no era alguien que llevaba una falsa sensación de inseguridad. No era una persona sutil. Ella era bastante directa con lo que pensaba. Si algo le parecía mal, simplemente lo decía y punto. Ella era alguien que, pese a su carácter dulce y afable, podía llegar a ser tosca y bastante denodada en su actitud, pero eso era algo que Bandit admiraba de ella. Sin embargo, el comportamiento que tuvo esta vez fue algo que le desconcertaba. Ni siquiera saludó a sus hijas. Él tuvo que inventarles algo para justificar su ausencia cada vez que ellas preguntaban por su madre.

Así que ahí estaba, sentado frente a sus hijas en el parque, pero sin la compañía de su esposa. No estaba seguro de cómo sentirse realmente. Tenía una extraña mezcla de sentimientos: Feliz porque sus hijas pudieran estar fuera y divertirse, decepcionado por el hecho de que su esposa no les acompañara, extrañado por la decisión de ella a último momento e intrigado por la llamada que ella atendió y el motivo por el que se quedó. Aun así, Bandit no se desanimó. Tal vez la tarde juntos en el parque se había arruinado, pero también pensaba que podrían hacer otras cosas. Quizás le gustaría ir al cine, hacía mucho que no veían juntos una película y la idea de acurrucarse a su lado era algo que le encantaba. Otra opción era ir a cenar juntos a algún restaurante. También tenía pensado dejar a sus hijas con alguno de sus familiares y aprovechar que estarían solos. No recordaba la última vez que tuvieron un momento íntimo y esperaba poder sorprenderla de algún modo.

Bandit estaba completamente distraído y concentrado en sus pensamientos sobre Chilli y futuros planes cuando de repente algo lo golpeó y cayó con fuerza al suelo.

—"¡Auch!", gritó. El lado izquierdo de su cuerpo se había estrellado contra el pavimento; se levantó con cuidado y se miró a sí mismo. La parte de su brazo izquierdo ahora estaba cubierto de pequeños rasguños. También pudo notar un extraño aro de ula-ula, el objeto que lo había golpeado.

—"¡Oh, no! ¡Lo siento mucho!", escuchó Bandit de una voz femenina, muy probablemente perteneciente a la responsable.

Bandit tenía los ojos pegados al pavimento, pero aun así evitaba perfectamente a todas las personas a su alrededor. Luego, miró hacia su derecha y se quedó sin aliento. No le tomó mucho tiempo ver que se trataba de Wendy, su vecina, quien se dirigía hacia él. Ella ni siquiera llevaba nada especial hoy, pero estaba tan hermosa. ¿O fue su tímida sonrisa la que iluminó su rostro tan pronto como la vio? Bandit realmente no podía decirlo, así que tal vez fue sólo su imaginación y la cálida sensación en su estómago o el golpe que se dio contra el suelo.

—"Déjame ayudarte", dijo ella cuando llegó hasta él y le tendió la mano. Él colocó la suya en la de ella y no pudo evitar notar lo cálido que le hacía sentir.

Cuando él volvió a ponerse de pie, ella le soltó la mano.

—"Lo siento", se disculpó con una notable vergüenza en su rostro. "Estaba jugando con Judo cuando el aro se me escapó y…", intentaba explicarse, pero Bandit no le prestaba atención. Estaba cautivado por los ojos de su vecina que brillaban a la luz del sol y aquella sonrisa jugando en sus labios.

—"¡Hola, Wendy!", fue lo único que alcanzó a decir.

—"Hola…", le devolvió el saludo, "¿Te encuentras bien?", preguntó extrañada.

—"Claro, ¿Por qué?"

—"Es que… te acabo de golpear con…"

—"Tranquila", la interrumpió. "No fue tu culpa. Estas cosas suelen pasar"

—"¿Seguro que estás bien?"

—"Por supuesto", hizo un gesto con la mano derecha, "No tienes nada de qué preocuparte", insistió, aunque se quejaba por dentro. Sin mencionar el dolor que ahora sentía en todo su lado izquierdo.

Bandit veía el notable arrepentimiento de Wendy en su rostro. Quería evitar hacer cualquier tipo de comentario respecto al accidente porque sabía que ella iba a aprovechar la mínima oportunidad para disculparse. Él estaba decidido en hacerla sentir cómoda. Ambos se giraron para ver como Judo se unía a Bluey y Bingo para jugar. Esto no solo les facilitó el poder vigilar a sus respectivas hijas, sino que les brindó la oportunidad de poder sentarse juntos y hablar tranquilamente, algo que el Heeler azul le ofreció y ella aceptó con mucho gusto.

Mientras Wendy se acomodaba cerca de Bandit, una sonrisa alegre se abrió paso en el rostro de la recién llegada, sentándose a su lado para entablar la conversación. Una vez que se sentaron, Wendy se sintió un poco abrumada y no podía dejar de mirar a Bandit, quien parecía igualmente nervioso. Él estaba dividido entre querer tener una pequeña charla y descubrir cómo su vecina planeaba pasar el día hoy. Debería sugerir algo rápidamente para que pudieran empezar, después de todo, esta era la primera vez que uno de sus encuentros incómodos era ocasionado por ella.

Eran contables las veces en que Wendy terminaba siendo testigo y víctima de las travesuras u ocurrencias de la familia Heeler, sin mencionar que Bandit era quien más aparecía en la mayoría, y en gran parte terminaban en una situación que podía interpretarse muy sugerente. Uno podía pensar que la relación de Wendy con sus vecinos no era la mejor, pero hasta hace poco había superado el punto de su asociación, amistad o lo que eran ahora. Bandit, a pesar de todo, siempre la trató bien e incluso le brindó su ayuda con cualquier cosa que ella necesitara. A veces se sentía un poco culpable, porque no era tan natural para ella mostrarle su aprecio luego de aquellos momentos incómodos. Pero eso no parecía molestarle a ella, aunque siquiera lo pensara.

Parecía ser algo tácito entre ellos acercarse el uno al otro. Él ahora la estaba mirando, pero mucho más suave y normal, incluso. Probablemente Wendy ni siquiera sabía realmente qué decir, así que dependía de él tomar una decisión.

—"¿Cómo… ha estado tu día?", preguntó Bandit con algo de nerviosismo.

—"Mi día ha sido bueno", respondió Wendy sonriendo suavemente "¿Y tú?"

—"Pues ha sido un día…", hizo una pausa para resoplar, sacudiendo la cabeza con cansancio. "Ha sido un día interesante… supongo".

—"¿Dónde está Chilli?", preguntó Wendy al no notarla en ningún lado del parque.

—"Ella… no pudo venir". Desvió la mirada, rompiendo el contacto visual. Su mirada se movió torpemente alrededor, aterrizando en todos lados menos en ella.

—"¿Ocurre algo?", interrogó al notarlo cabizbajo.

—"No…", hizo un gesto con la mano derecha, "Todo está bien", le aseguró, pero sonó incómodo y antinatural.

Su incomodidad era confusa para alguien aparentemente tan tranquilo y confiado. Wendy podía notar por su actitud y su tono de voz que algo no iba bien. Estaba segura de que Bandit le estaba ocultando algo o simplemente intentaba evitar hablarle sobre algún asunto en particular relacionado a su esposa. De todos modos, no quería indagar mucho. Creyó que lo mejor era pasar a otro tema.

Bandit, todavía sin hacer contacto visual, estiró la mano izquierda y dio un profundo resoplido cuando sintió que su muñeca se rompía. Un pequeño dolor instantáneo, seguido de un hormigueo, se apoderó de su mano.

—"¿¡Qué sucede!?", exclamó ella, "¿Te encuentras bien?"

—"Sí…", puso una sonrisa falsa, intentando ocultar su dolor mientras se apretaba la muñeca.

—"Déjame ver", le pidió mientras se acercaba más a él.

—"¡No-no!", intentó alejarse, "Créeme que no es nada", insistió.

—"¡Bandit Heeler!", clamó, "¡Déjame ver ese brazo ahora mismo!", espetó.

Por temor a causar algún alboroto, Bandit estiró el brazo y giró un poco el hombro antes de enderezarse. Wendy tomó el brazo de su vecino y lo inspeccionó cuidadosamente. Mientras la chow-chow hacía ese trabajo, el Heeler azul volvió a notar que su vecina realmente se veía bien, algo que no había pensado en encuentros anteriores ni menos ahora que estaba sentada a su lado. Su mirada se dirigió hacia ella varias veces.

Wendy pudo notar algún que otro raspón, aunque se alegró de que no hubiera moretones o magulladuras aún era muy pronto para que estos aparecieran. Al llegar a la muñeca, se dio cuenta de que la misma estaba de color roja y tenía un bulto apenas visible. Agarró la mano de Bandit y entrelazó sus delgados dedos con los gruesos de él. Nuevamente, el Heeler azul pudo apreciar la calidez de las manos de su vecina. De algún modo le daba una sensación de tranquilidad… O al menos eso creyó. Sin que se lo esperara, Wendy hizo un rápido movimiento para doblar la muñeca de Bandit hacia atrás. Esto provocó que se escuchara un crujido seguido de un chillido del macho azul. La chow-chow soltó la mano de su vecino y este, por instinto, se apretó la muñeca con fuerza. Casi estuvo a punto de quejarse hasta que notó que todo su dolor pronto desapareció, incluso podía mover y estirar la mano con total libertad, cosa que le llamó la atención.

—"Lamento eso", Wendy se encogió de hombros, "Es una técnica que aprendí", comenzó a explicar mientras miraba al suelo, "A veces realizaba varias actividades fuertes que llegué a recibir algunos impactos sobre mi muñeca y temí que fuera susceptible a provocarme alguna fractura con el más mínimo descuido. Así que aprendía esa técnica que me ha ayudado bastante. Duele un poco al principio, pero segundos después sientes un gran alivio".

Wendy miró a Bandit buscando confirmación y le dedicó una pequeña sonrisa alentadora para que se sintiera tranquilo. Él le dedicó una sonrisa en respuesta.

—"Pues… no está nada mal", aseguró mientras seguía moviendo libremente su mano.

—"Aún está algo inflamada, pero estarás mejor si te aplicas un poco de ungüento", recomendó Wendy.

—"Tengo mucho de eso, lo uso a diario", soltó a modo de broma. Wendy se rió disimuladamente y vio aquello como una forma de retomar la conversación con su vecino nuevamente.

—"También deberías hacer un poco de ejercicio", ella sugirió. Ahora era a Bandit quien le tocaba encogerse de hombros.

—"No puedo. Estoy muy agotado…", buscaba una excusa, hasta que vio la mirada juzgadora de su vecina, "pero supongo que puedo organizarme y elegir un día cuando no esté tan exhausto", confesó. Obtuvo una sonrisa comprensiva.

—"Pues sí pareces exhausto", respondió ella. Acto seguido, lamió su pulgar y limpió un poco de suciedad de la mejilla superior de Bandit. "Sucio también". Bandit puso los ojos en blanco, pero se inclinó hacia su tacto con un suave, grave y cansado zumbido.

—"Nada que no pueda manejar", murmuró, "Iré a la playa y surfearé por unas largas horas"

—"Pensé que estabas exhausto", bromeó.

—"Puedo encontrar la energía para perder el tiempo", arqueó la ceja. Wendy vislumbró brevemente una sonrisa traviesa y le dio unas palmaditas en el hombro.

—"Te recomendaría que vayas a casa y descanses un poco". Bandit refunfuñó en protesta y su labio inferior hizo un puchero.

Durante la siguiente hora, los dos charlaron, preguntando sobre sus días. En un momento, Bandit simplemente se limitó a escuchar a Wendy, quien inundaba sus sentidos con pequeñas y dulces nada que en ese momento debieron haber significado todo. Ella podía tararear y divagar una y otra vez. No esperaba una respuesta de su vecino. Él la escuchaba y parecía inverso en sus palabras, asintiendo en varias oportunidades.

Wendy estaba a punto de volver a preguntarle a Bandit sobre el asunto de Chilli cuando sonó su teléfono, lo sacó y frunció el ceño.

—"¿Ocurre algo?", preguntó al notar su reacción disgustada. Wendy solo suspiró.

—"Debo irme…", respondió cabizbaja para luego ponerse de pie. "Oye…", se dirigió a él, intentando encontrar las palabras que no le salían, "¿Te… parece bien si me das tu número?", soltó con mucho nerviosismo.

Por supuesto que al Heeler azul le pareció un poco raro. Era algo que nunca le había pedido hasta ahora. Sin embargo, lo tomó para bien. Empezaba a creer que la amistad con su vecina estaba mejorando.

—"Claro, no hay problema", le respondió alegremente y Wendy sonrió mientras intentaba mantenerse tranquila.

Luego de intercambiar números, sus respectivas hijas se acercaron a ellos. Por sus tonos de voz y la manera en que jadeaban se notaba que se habían divertido jugando.

El sol ya se estaba escondiendo detrás del horizonte. Las mujeres que hacían el picnic en la hierba estaban ahora limpiando la mermelada de su hija mientras ella luchaba desesperadamente. El violinista lejano empezó a tocar un vals. Junto con la música, la brisa llevó consigo algunas hojas caídas tempranas. Una hoja intentó pegarse en el cabello de Wendy y Bandit la apartó.

Wendy y Judo se despidieron de los Heeler, pero la primera le dijo a Bandit que esperaba volver a verlo pronto, manteniendo una cálida y amorosa sonrisa en su rostro. Mientras abandonaban el parque, Bluey se cubrió la cara con el brazo, tratando de bloquear el sol. La bola de luz se había asomado desde detrás de las nubes, directamente a los ojos de Bingo. Bandit se inclinó sobre ellas, bloqueando los rayos del sol. Su cara estaba algo roja por una leve quemadura de sol, pero charlar con Wendy le hizo olvidar eso, así como el hecho de que se había lastimado.

Al llegar a casa, Chilli ya los esperaba con la cena. Las niñas no paraban de contarle a su madre sobre las aventuras que tuvieron en el parque mientras ella las escuchaba alegremente. Por su parte, Bandit esperaba que su esposa le preguntara sobre las heridas que se hizo en el brazo, pero esto jamás paso. Desconocía si ya había visto las heridas apenas entró y quería evitar el tema hasta después de comer o simplemente no lo notó. Él se declinaba por la primera opción. Aunque sus heridas no eran la gran cosa, tampoco era algo como para pasar por alto. Bandit también trató de preguntarle sobre la llamada que tuvo o contarle sobre su encuentro con Wendy, pero siempre era interrumpido por sus hijas que hablaban incansablemente. No las culpaba, después de todo ellas se habían divertido y eso le agradaba.

Luego de la cena, Chilli les ordenó a las niñas que se asearan y fueran a la cama. Ella prometió que iría a leerles una historia cuando terminara de limpiar la mesa. Las niñas obedecieron.

Bandit y Chilli levantaron los platos y los llevaron al fregadero. Para su sorpresa, su esposa no dijo nada respecto a sus heridas. De hecho, ni siquiera decía nada. Él le preguntó si le pasaba algo y ella respondió negativamente. Había algo raro. No fue hasta que le preguntó sobre la llamada que tuvo y ella lo miró. Estaba nerviosa. Quería decirle algo, pero no sabía cómo. No parecía asustada, de hecho, todo lo contrario. Cuando reunió el coraje necesario, finalmente dio una noticia con mucha emoción.

—"Me han invitado a pasar unas semanas en Noruega", le dijo mientras abría el lavavajillas.

—"¿Qué?", reaccionó absorto, "¿Para qué?", preguntó, aún sin poder creer la noticia.

—"Quieren que vaya a dar unas charlas sobre la seguridad en los aeropuertos", le mencionó mientras se giraba demasiado rápido para apilar la vajilla en el armario.

—"Pero… por supuesto, no vas a ir", dijo, "Además… no sabes hablar noruego y no tienes tiempo para aprender".

—"Me van a dar un traductor", le espetó, "¿Y por qué no debería a ir?".

Bandit se dio cuenta por el tono de su voz de que ya había tomado una decisión.

—"¿Qué hay de mí? ¿Qué hay de tus hijas?", exclamó incrédulo, "y… ¿No dijiste que querías descansar un poco del trabajo?". Era verdad. Chilli había pensado en tomarse unas breves vacaciones para pasar más tiempo con su familia. Por supuesto que aún no lo había decidido. Fue Bandit quien le recomendó dicha idea y le insistía en la misma.

—"Mira…", dijo, usando un paño de cocina para limpiar algunos platos, "Sé que esto es algo repentino, pero es una gran oportunidad que no puedo rechazar", agregó con emoción. "Además, cuando regrese, tal vez finalmente podamos retomar aquella serie que empezamos juntos el mes pasado".

A Bandit todavía le costaba procesar la noticia.

—"Pero… ¿Por qué no dijiste nada durante la cena? ¿Por qué no se lo mencionaste a las niñas?", le cuestionó, luciendo un poco molesto.

—"Lo intenté, pero Bluey y Bingo estaban tan felices que no quise arruinarles su día", soltó en respuesta mirando a otro lado. "No sabía cómo iban a reaccionar".

—"¿Por qué no me lo consultaste antes?", dijo seriamente mientras cruzaba los brazos.

—"Bandit…", exclamó mientras se acercaba a él. "Por favor, no te enojes"

—"No estoy enojado…", masculló.

—"Sí lo estás", arqueó la ceja mientras hacía una sonrisa. "Te conozco bien".

—"¡De acuerdo! Estoy enojado", admitió, "Pero tengo derecho a estarlo", replicó. "¿Cómo pretendes que no me enoje cuando acabo de llegar a casa y descubro que cancelaste nuestra tarde familiar para planear viajar a otro país?"

—"Oye", levantó el dedo, "En primera, yo no planeé nada. Me llamaron del trabajo para hacerme esa propuesta", le aclaró. "En segundo lugar, yo también me siento mal por no haber ido. ¿Qué querías que hiciera?"

—"Pues no sé…. ¿Quizás decirle que te llamen en otro momento y hablar con tu familia antes de tomar una decisión?", suscitó.

—"¿En serio pretendías que hiciera eso?", le cuestionó ella.

—"Bueno… yo lo hubiera hecho", soltó con descreimiento. Ella suspiró mientras se llevaba las manos a la cara.

—"Mira…" dijo, tratando de mantener la calma por cómo estaba yendo la conversación. "Solo serán dos semanas. Nada más que eso", expuso. "Además…" se acercó a él y le puso la mano en el hombro, "Cuando vuelva te prometo que dejaré de lado el trabajo y nos divertiremos en familia", declaró.

A Bandit la situación le seguía resultando bastante difícil de asimilar. Le costaba creer que su esposa se iría, aunque por un breve período. Es cierto que era su trabajo y ella podía hacer lo que quería sin que él interfiriera, pero por primera vez sintió que él no fue tomado en cuenta. Ella formaba parte de su vida y él siempre le consultó sobre sus decisiones, como cuando le comentó sobre dejar su trabajo, ¿Por qué ella no hizo lo mismo? Por un lado, estaba bastante enajenado, pero por el otro no quería parecer un egoísta ni mucho causar alguna discusión. Para colmo, le mataba la mirada de su esposa. El regocijo en sus ojos era un motivo más que suficiente para hacerle desistir de cualquier otro intento de sonar como quejumbroso.

—"Cariño…", inhaló, "No estoy nada de acuerdo con esto…", hizo una larga pausa tratando de encontrar las palabras exactas.

Chilli apretó los labios ante la falta de respuesta de su esposo. "¿Pero…?"

—"Pero…", prolongó hasta que ella le dio un codazo con impaciencia, "Quiero que sepas que puedes confiar en mí. Y prometo no infringir tus planes".

Chilli abrazó a Bandit de la emoción. Él se mantenía un poco frío, pero correspondió ante el abrazo.

—"Entonces… ¿Cuándo es el viaje?", preguntó con una sonrisa incómoda.

—"Mañana", respondió ella con júbilo. Él reaccionó con estupefacción.

—"¿¡MAÑANA!?", vociferó.

—"¡Lo sé! ¿No es genial?", dijo con entusiasmo.

Bandit había reprimido cualquier comportamiento negativo. Estaba dispuesto a apoyar a su esposa en su decisión, pasara lo que pasara. Justamente, Chilli le pidió que le ayudara a contarle a sus hijas una historia que sirviera para explicarles sobre el viaje y que la noticia no les cayera como un balde de agua fría. Así lo hizo: con la ayuda de unos títeres y su jocosa actuación, Bluey y Bingo pudieron comprender sobre la salida de su madre. Al principio ambas se mostraron un poco apenadas, pero para nada lloraron. Chilli les hizo saber que volvería más pronto de lo que ellas pensaran, además de asegurarles que les traería regalos, algo que les valió gritos de aprobación.

Una vez que durmieron a las niñas, y ya a solas, Bandit le sugirió a Chilli disfrutar la última noche juntos de una manera mucho más íntima, incluso llegó a hacer ciertas expresiones faciales que le valieron algunas risas. Aunque le parecía una buena idea, Chilli la rechazó. Le dijo que estaba tan emocionada que aún quería organizar unas últimas cosas antes de partir. No obstante, le dijo que podía ir al cuarto y esperarla. Ella abandonó el pasillo, dejándolo nuevamente solo y con una extraña sensación.

Al día siguiente.

La familia Heeler se encontraba en el aeropuerto, despidiéndose de Chilli. Ella nuevamente les hizo saber a Bluey y Bingo que volvería pronto. Les pidió que se portaran bien y que obedecieran a su padre. Por su parte, Bandit exclamó que todo estaría bien con él a cargo, cosa que provocó la risa de las tres.

—"Buena suerte", le dijo, deseándole lo mejor. "Llámame en cuanto llegues", le pidió.

—"Lo haré, no te preocupes", le aseguró ella.

Bandit se acercó a su esposa y le sujetó las manos. Ambos compartieron una sonrisa. Él se inclinó para besarla. Desafortunadamente, el vuelo de Chilli era anunciado y ella se retiró a toda prisa, aunque le gritaba un "adiós" a su familia. Bluey y Bingo saludaban a su madre con mucha tranquilidad, era Bandit quien se encontraba indiferente ante la situación.

El resto del día transcurrió con total normalidad. Bandit jugó un par de veces con Bluey y Bingo como un intento de olvidar aquel momento extraño que vivió, cosa que se le dificultaba. Por fuera se mostraba alegre y jovial, pero por dentro se encontraba roto. Aún le costaba asimilar ciertas cosas. Definitivamente no era lo que imaginaba cuando dejó su trabajo.

Esa noche, luego de acostar a sus hijas, Bandit salió al patio. Se sentó y miró su celular. Chilli aún no respondió. Mientras esperaba, aprovechó para mirar algunas las fotografías que tenía en su galería. La primera mostraba a Chilli sosteniendo a Bluey. Ambos sonreían y Bingo saludaba a la cámara. La siguiente imagen mostraba nuevamente a Chilli sosteniendo a Bluey y a Bandit agachado a su lado, con un brazo alrededor del hombro de su esposa y el otro sosteniendo a Bingo. La imagen que seguía mostraba a Bandit y Chilli dándose un beso, aunque no se veía muy claramente, ya que la cámara estaba algo desenfocada, probablemente debido a que Bluey y Bingo se habían puesto a jugar delante de la misma y la movieron accidentalmente. Las imágenes se volvieron borrosas en la visión de Bandit hasta que finalmente cerró los ojos y enterró la cabeza entre los brazos. Luego miró al cielo y suspiró.

—"¿Aullando a la luna?", se escuchó a modo de broma. Los ojos de Bandit se abrieron de golpe y levantó la vista, quedando el doble de sorprendido.

—"¡Wendy! ¿Qué haces aquí?", preguntó extrañado ya que no esperaba topársela a altas horas de la noche.

—"No podía dormir…", respondió pasando su mano por la cerca, "y por lo que veo tú tampoco".

—"Pues… Algo así", soltó mientras se rascaba la nuca.

—"¿Cómo está tu brazo?"

—"Oh, bastante mejor", Bandit levantó un poco el brazo para que su vecina lo viera.

—"Veo que seguiste mi consejo"

—"Así es"

—"Espero que también hayas hecho un poco de ejercicio", soltó a modo de broma. Bandit giró los ojos y sonrió. Se tomó el comentario con humor. "Entonces, ¿Cómo has estado?", soltó luego.

—"Oh… Ahh… Bien… Supongo", respondió él, sonriendo torpemente. "¿Y tú?"

—"Bien, aunque…", suspiró, "No tanto como me gustaría", murmuró.

—"¿Qué?", Bandit no pudo comprender lo último que dijo.

—"¡Nada! ¡Nada!", ella agitaba sus manos con aceleración mientras intentaba pasar a otro tema. "No esperaba encontrarte afuera a estas horas"

—"Sí, lo mismo digo. Que coincidencia, ¿Verdad?"

—"Sí… una coincidencia", miró a alrededor de la casa. "¿Chilli está durmiendo?"

El silencio dominó durante ese momento. La alegría de los ojos de Bandit desapareció mientras miraba a su vecina. Wendy era consciente de que aquella pregunta de algún modo le había reemplazando sus expresiones en algo no muy grato. Al igual que en el parque, por la manera en que reaccionó cuando le habló sobre Chilli, sabía que algo no estaba bien, pero no estaba segura de si su vecino estaba dispuesto a decírselo. Solo tuvo que esperar un poco para obtener su respuesta.

—"No. Ella no está", siseó Bandit mientras apoya su cabeza. "Tuvo que hacer un viaje", suspiró y dirigió su mirada al suelo.

—"Oh", Wendy arrulla, mirando a Bandit, tratando de mitigar la repentina caída de su ánimo. "Entonces… ¿Cómo están las nubes?", pronunció. Sus ojos se fijaron cada vez más en esos ojos apagados de su vecino que denotaban cierto destello de tristeza en ellos. Esperaba una respuesta. Si conseguía una, era una señal de que quizás podría seguir conversando, de lo contrario entendería que lo mejor era dejarlo solo.

Cuando el silencio se prolongó más de la cuenta, Wendy comprendió que Bandit no le apetecía seguir conversando. A nada estuvo de despedirse de él y retirarse. Sin embargo, le preocupaba mucho verlo en esa situación. Ella no era entrometida, ni mucho menos quería molestarlo, pero deseaba ayudarlo. Pensó por unos breves segundos hasta tomar la decisión de confesarse con él.

—"Me quitaron a Judo".

—"¿Qué?", Bandit casi se sobresaltó.

—"Se suponía que tenía que ver a su padre en unos días, pero…", inhaló y exhaló, "Él se comunicó conmigo para exigirme que se la lleve hoy".

—"Y tú…?"

Wendy suspiró. "Tuve que llevársela. Prácticamente me amenazó, e incluso me advirtió que tomaría represalias contra mí si no le hacía caso".

—"Oh", Bandit no sabe cómo responder ante esto. Su vecina jamás le hablaba sobre el padre de su hija, ni siquiera lo mencionaba, y ahora podía entender el motivo. Jamás se imaginó que sería un imbécil, pero esto incluso parecía demasiado para él. "Lo lamento mucho. ¿Hay algo en lo que pueda ayudar?", preguntó preocupado.

Wendy miraba a otro lado mientras se pasaba la mano por sus ojos. "No, Bandit, no puedes hacer nada", inhaló y exhaló, "¿Cómo se supone que debes de aguantar con este tipo de cosas?", miró a su vecino por un momento, "¿Especialmente cuando no quieres perjudicar a tu hija?"

Bandit se puso de pie y caminó poco a poco hacia su vecina. "No lo sé, supongo que a veces simplemente debes fingir que no pasa nada para evitar una situación de vida terrible".

—"Sí, supongo que tienes razón…", ahora era ella quien miraba al suelo.

Ahí se quedó él: de pie frente a ella, observándola con intranquilidad. La mirada apesadumbrada de su vecina parecía ser un indicio de que estaba a punto de lagrimar. Bandit siempre había visto a Wendy como una mujer capaz de manejar las cosas por sí sola. Jamás esperó ver ese lado tan vulnerable.

—"¿Tú… has tenido que vivir algo similar?", sus ojos se abren cuando se gira hacia él. Una mirada preocupada cruza su rostro.

—"Bueno… No realmente", respondió con nerviosismo". "Aunque… algunas veces no nos entendíamos con Chilli". Bandit odiaba decir eso, pero era verdad. "Pero jamás llegamos al punto de discutir o lastimarnos", le aclaró. "¿Lo tuyo es más grave?"

Los ojos de Wendy se cierran. "Sí. Mucho, mucho peor".

—"Lo siento mucho…"

Ella niega con la cabeza. "Descuida. No suelo hablar de esto, pero cuanto más recuerdo a aquel sujeto, más recuerdo lo manipulador y desagradable que es. Yo…", apretó sus manos hasta hacer un puño, pero luego lo deshizo y miró a otro lado. "Lo lamento", suspiró.

—"No, está bien", se acercó más a ella, "Al menos te desahogaste".

—"Creo que tienes razón. Espero no haberte molestado"

Bandit negó con la cabeza. "Para nada. Además, me alegra haberme encontrado contigo… supongo que me siento un poco solo"

Wendy asiente. "Sé lo que se siente".

Bandit desvía sus ojos de los de ella. "Lamento no poder hacer nada para ayudarte", dice, casi en voz baja. Sus ojos se encuentran con los de ella por un momento antes de levantar la vista. "¿Te parece bien si me acompañas en lo que concilio el sueño?"

Eso no es en absoluto lo que ella esperaba que él dijera, pero está de acuerdo. "Me encantaría", le sonrió. "¡Espera!".

—"¿Sí?"

—"Déjame invitarte a una bebida", dijo en voz baja y Bandit la miró desconcertado por unos segundos. "Tengo una botella de jugo de arándanos nueva que me gustaría estrenar".

Bandit vio la súplica en la mirada de su vecina, queriendo que le aceptara la petición por alguna razón que no podía entender. Se permitió una sonrisa y bromeó con ella. "Siempre y cuando no sea una artimaña para envenenarme".

Wendy se rió y luego fingió darle a Bandit una mirada asesina. "Oye, ¿Acaso me ves capaz de hacer eso?".

—"Mmm-hmm", asintió con mirada pícara.

—"Bueno, no sé tú", pronunció, "pero a mí me da mucha sed. Sería grosero de tu parte si no te unes a mí para tomar una copa". Le dedicó una sonrisa de reojo.

Incapaz de rechazarla, Bandit respondió con una sonrisa, levantando las manos en señal de fingida rendición. "De acuerdo".

Ambos se sentaron en el porte del patio de Bandit, pasándose entre ellos la botella de juego de arándonos que Wendy había traído. Además, lograron compartir un trozo de tarta de limón que Bandit trajo de la cocina y había sobrado como postre de la cena. Se la pasaron hablando sin interrupciones, preguntándose sobre sus mañanas o el cómo planificaban su día a día. Bebieron, comieron, bromearon, hablaron y cuando la risa de Wendy sonó clara y genuina en el patio, Bandit se encontró codiciando el sonido. El tiempo pasó y pronto la luna estaba alta y pequeña en el cielo; su luz pálida se extendía más allá sobre el ancho y vasto terreno.

—"Cuéntame algo, Bandit", dijo Wendy cuando habían bebido casi la mitad de la botella entre ellos y la cabeza de su vecino comenzaba a nadar placenteramente. "Cuéntame sobre alguna de tus anécdotas"

—"Oh, he llevado una vida muy aburrida y poco emocionante", dijo Bandit con ironía, sonriendo cuando la boca de Wendy se torció indignada.

—"Vamos", ella le dio un empujón en el hombro con el suyo insistentemente. "Mima a esta pobre solterona".

—"Está bien, está bien", la empujó hacia atrás y tomó la botella de sus manos. "¿Qué quieres saber, solterona?"

Ella lo miró pensativamente con una inclinación de cabeza. "Nunca me dijiste por qué refregabas tu trasero en la ventana".

Bandit tomó un trago de jugo y se secó la boca con el dorso de la mano. "Si lo hiciera, no me creerías".

—"Pruébame".

—"Está bien", tomó otro trago y procedió a explicar.

Un silencio tranquilo descendió sobre ellos. Sólo se escuchaban las cigarras, cuyo estridente coro era interrumpido ocasionalmente por algún auto que pasaba a lo lejos. Estuvieron allí sentados durante un rato, pasándose la botella sin cuestionarse nada, sin mirar nada en particular. Bandit se sintió a gusto en este cómodo momento con ella, libre de todas las cargas, preocupaciones y expectativas que la vida tenía para ofrecer. Con ella se sentía… presente. Como si nada hubiera importado antes y nunca más importaría.

—"Y así fue como ocurrió", Bandit terminó su relato y se encontró rompiendo el silencio después de un tiempo. "Si algo aprendí es que exponer mi trasero ante mi familia no es una buena idea".

Esperó a que Wendy dijera algo, pero ella no lo interrumpió. Simplemente lo miró interesada, con sus ojos tiernos, cálidos y amables.

—"Vaya…", dijo Wendy luego de digerir un pedazo de tarta, "Supongo que puedo considerarme una afortunada en haberlo visto". Ambos rieron.

—"Vaya, debo decir que estoy sorprendido. Pensaba que me considerabas alguien raro y desagradable", soltó sus dudas.

—"Puede que seas un poquito raro, Bandit", dijo Wendy, "pero no eres desagradable... Al menos no por limpiar la ventana con tu trasero".

Bandit siente que su boca se tuerce en una sonrisa. "Sabes, eso podría ser lo más lindo que alguien me haya dicho jamás".

—"Y si sirve de algo…", dijo Wendy, levantando la mano para acariciarle la cara, "Creo que eres un sujeto extraordinario". Ella trazó una línea en su mandíbula con la yema del pulgar. "Es realmente increíble todo lo que has hecho por tu familia".

Bandit se inclinó hacia su toque, como una flor marchita que se vuelve hacia la luz del sol. "Gracias".

—"Hazme un favor", susurró mientras se le acercaba. "Di mi nombre"

Bandit sintió que la mirada de Wendy lo atravesaba, cargada de una compasión que no merecía. Sería peligroso abandonar las formalidades y, por ende, las barreras que con tanto esfuerzo había intentado erigir entre ellos. Qué inconcebiblemente tonto sería pronunciar en voz alta el nombre de la mujer que se encontraba junto a él en la oscuridad de la noche y cuyos ojos despampanantes lo miraban mientras su boca húmeda y cálida estaban a pocos centímetros de la de él. Pero a pesar de sus mejores esfuerzos, Bandit siempre se había sentido atraído por el peligro y no había muchas personas en la vida (incluido él mismo) que negarían que era alguien no muy listo. Así que susurró "Wendy " contra sus labios y luego ella capturó su boca en un beso.

La mano de Wendy se extendió sobre Bandit y él intentó apartarla. Cuando ella lo rodeó con su brazo y se acercó, ella le abrió la boca y deslizó su lengua contra la de él. Bandit sintió las puntas de sus dedos posarse en su mandíbula, la hinchazón los pechos de su vecina presionando contra su pecho, su sabor inundando su lengua y ella no quería nada más que poner su boca en varias partes de su cuerpo. Finalmente, Bandit logró alejarse de ella y girar la cabeza hacia un lado, con las mejillas sonrojadas y las pestañas húmedas.

—"Wendy, por favor", respiró, con los ojos cerrados.

Ella besó su cuello y acercó su boca a su palpitante pulso. "¿No quieres esto?"

Bandit se sintió más raro cuando escuchó el corte en su respiración. "No hagas preguntas estúpidas".

—"Dime que pare y lo haré". Cuando después de un momento no hubo respuesta, le puso los dedos en la barbilla y suavemente inclinó su rostro hacia él. "Bandit. Dime que pare".

Él tragó con dificultad y finalmente abrió los ojos para mirarla. "No me hagas ser esa persona, Wendy", dijo, apoyando su frente contra la de ella.

Cerró los ojos y tragó con fuerza, respirando su aroma. "Amo a mi familia", dijo. "He hecho todo por ellos. Daría mi vida por ellos. Yo…" apretó la mandíbula y se armó de valor para mirarla a los ojos, "Yo no te amo…"

—"No lo hagas". Wendy presionó las yemas de sus dedos contra su boca, como si pudiera empujar las palabras hacia adentro. "No hagas esto más difícil de lo necesario".

Bandit exhaló un suspiro tembloroso y luego movió un poco los dedos de su vecina debajo de sus labios. Los mantuvo allí por un tiempo. "Ojalá las cosas fueran diferentes, Wendy. Desearía…"

Ella sonrió con tristeza. "¿Que nunca me hubieras conocido?"

"Que nunca te lastime", respondió Bandit con firmeza, tomando un lado de su cara. Le acarició debajo del ojo con el pulgar. "Lo que estoy haciendo ahora mismo. Es…" suspiró y sacudió la cabeza. Totalmente sin palabras. "Lo siento, Wendy."

Ella se llevó las mano a la cara, sus dedos tan pálidos y suaves sobre su piel enrojecida. "Lo sé, Bandit. Lo sé...". Ella tomó sus palmas y las acarició por unos segundos para luego volver a poner sus manos en su regazo. "La verdad es que yo también".

Hubo silencio entre ellos nuevamente, contemplaron un poco el patio, el cielo y la luna. El pulso de Bandit era tal que saltó en su cuello y estaba seguro de que ella debía poder escuchar su corazón. Se lamió los labios, tan dolorosamente consciente de su calidez a su lado. Sus codos se tocaban, sus rodillas juntas. No se atrevió a echarle un vistazo a la cara por miedo a lo que pudiera ver en sus ojos. Aunque no estaba seguro de qué era lo que más temía ver... ¿Desesperación?, ¿Disgusto, ¿Deseo?

—"Prométeme algo, Bandit", dijo Wendy después de un rato largo.

—"Cualquier cosa", dijo Bandit y no se sorprendió en absoluto por la convicción en esa sola palabra. Después de todo, no había nada que él le negaría.

—"No dejes que esto cambie nada entre nosotros", dijo, todavía mirando hacia el patio "Lo que pasó esta noche... no creo que pudiera soportarlo si ya no estuvieras en mi vida".

Bandit trató a acariciar a su vecina, pero luego lo pensó mejor. En lugar de eso, cerró los dedos en un puño. "Estaré aquí para lo que necesites, Wendy", dijo con sinceridad.

—"Oh, Bandit…" Ella sonrió, pero sus ojos brillaban de tristeza. "Siempre sabes cómo decir precisamente las cosas equivocadas".

Bandit supuso que siempre tuvo una habilidad especial para eso. La familiar sensación de vergüenza se apoderó de su pecho y dio paso a una aguda punzada de arrepentimiento cuando Wendy suspiró y se puso de pie.

—"Bueno", dijo ella. "Creo que será mejor que me retire antes de hacer un ridículo aún mayor".

Él la miró con una súplica silenciosa, sin saber muy bien qué era lo que estaba pidiendo. Debió haber tenido un aspecto miserable porque algo parecido a la lástima se instaló en sus ojos. Ella se inclinó y presionó sus labios contra su mejilla.

—"Buenas noches, Bandit", dijo en voz baja para luego retirarse.

—"Buenas noches, Wendy", dijo mientras se tocaba la mejilla.

Ella le dio una última mirada, esa sonrisa agridulce que no era una sonrisa en absoluto y se despidió. Bandit la vio irse, la vergüenza, el anhelo y la culpa pudriéndose en su estómago revuelto. De repente, sintió un sonido, era su celular. "¡Cariño! Acabo de llegar hace un rato. Lamento no haberte avisado antes. ¿Cómo estás?", decía el mensaje Chilli que Bandit leía con cierta indiferencia. Pensó en el hombre en el que se había convertido y en el hombre que debería ser. No sirve de nada pensar en el hombre que podría haber sido, reflexionó. Había sellado su propio destino.