Prefacio

El reino creció bajo el gran castillo flotante, con huevos edificios y ángeles de todo tipo, cada uno con una función determinada, estos ángeles fueron creados directamente con el conocimiento necesario para llevar a cabo sus labores y con apariencias de adultos, algunos humanoides como los príncipes y otros como aves, esferas con anillos o alas en la cabeza. Sin importar la apariencia o función, cada uno de ellos reconocía los primeros nueve como los hijos del creador, ángeles primordiales y príncipes celestiales. Que si bien aún la mayoría estaba en formación, sabían perfectamente que ellos tendrán grandes cargos en la creación de su padre.

Joel ya se encargaba de administrar el reino con la ayuda de Gabriel como su mensajero y ayudante.

Rafael que había crecido hasta casi parecer un adulto estaba a cargo de un grupo de ángeles con el don de la sanación, algo similar al de él.

Leroy quién creció hasta parecer un adolecente de quince años y si bien aún estaba en formación algunos días, había tomado su puesto en el grupo de los centinelas con los gemelos Themis y Rhemis como sus principales apoyo cuando debía ausentarse.

Leliel y Azrael, vida y muerte, comenzaban a entender su rol con la aparición de los animales de Ariel, su padre les había dicho que con su proyecto final que comenzaría más adelante sus roles tomarían gran importancia, pero que por el momento debían seguir explorando.

Los más pequeños de la familia habían crecido más rápido de lo esperado, Miguel en poco tiempo había adquirido la apariencia de un niño de ocho años y sus alas ahora eran funcionales, dos pares como la mayoría de sus hermanos, lo que significó que al fin su hermano Azrael comenzó a entrenarlo en vuelo y por otra parte Joel en el uso de armas y Leo en combate cuerpo a cuerpo. Aún le faltaba para poder encabezar el gran ejército de su padre como comandante pero aún así ya tenía claro quién era su general, quien estaría a cargo momentáneamente mientras él seguía en formación.

Samael parecía tener seis años, y a pesar de medir un poco más de un metro ya se apreciaban sus tres pares de alas, aunque aún eran pequeñas y no funcionales. Su sola presencia encantaba a los ángeles, les entregaba una calidez inimaginable, casi adictiva al igual que una gran felicidad, era difícil no quedarse adorando al pequeño príncipe que por lo demás era encantador y muy educado, siempre con una gran sonrisa. Por otro lado, su hermana aún no alcanzaba el metro de altura dándole una apariencia claramente menor con sólo un par de alas, aunque mucho más grandes que las de sus dos hermanos, en la frente ahora llevaba un pequeño cristal en forma de estrella con nueve puntas de color dorado, regalo de su padre para suprimir el poder inestable de entrar a la mente de otros, si bien su presencia no era calida como la de su hermano casi gemelo, más bien era fría y algo intrigante, los demás angeles también la adoraban y deseaban cumplir todos sus caprichos y deseos a cualquier costo.

El padre celestial había reformado el castillo antes de expandir el reino y los nuevos ángeles aparecieran, para que sus hijos estuvieran más cómodos y fuese funcional para lo que se avecinaba. Creó 6 niveles o pisos, el primero destinado a necesidades sociales y administrativas; el segundo a la vida familiar y desde el tercero al quinto las habitaciones de sus hijos, tres por nivel con un gran área común y cada habitación con una terraza, un vestidor, un baño, un recibidor, el dormitorio y otras dos habitaciones para que usarán según sus necesidades, los pisos los compartían por generación los mayores en el tercer, los del medio en el cuarto y los menores en el quinto aunque aún no dormían ahí por su corta edad, así que se quedaban con sus hermanos/tutores. El último nivel se dividía en tres escaleras la de la derecha correspondía a las estancias del creador, la del medio a Galim y la izquierda a un sector para que pudiesen entrenar sin techo la mitad.

Otro cambio que surgió, fue que ellos mismos debían turnarse para realizar diferentes deberes como cocinar y limpiar, además de seguir aprendiendo o enseñando y cumplir con otros deberes con la creación, ya que, su padre estaba con los planes de expandir la creación, tenía menos tiempo aún y necesita a Galim a su lado.

Capítulo 5: Cena

Las cenas y desayunos eran prácticamente el único momento en el que todos se podían reunir, y ahí estaban ahora, cenando. Con el padre a la cabecera, Galim a su izquierda y Joel a la derecha con Samael a su lado en una silla especial para que alcanzara la mesa, luego estaban Gabriel, Leroy y Rafael. Por el frente, al lado de Galim estaban Leliel, Miguel, Azrael y Salael (también en una silla más alta).

Miguel observaba su plato angustiado, esas verduras verdes, con forma de arbusto las odiaba, siempre terminaba regañado y debía comerlas de todas formas. Necesitaba algo para distraer la atención de su padre y deshacerse de ellas, miró a sus hermanos con atención y se percató de algo, su hermana no tenía carne en su plato de hecho nunca la había visto comerla "Lo siento hermanita" pensó con algo de malicia -Sally-

-¡¿Eh?!- la aludida detuvo a medio camino su tenedor para mirarlo -Dime Mike- ella le regaló una hermosa sonrisa.

El ojo derecho del rubio tirito un poco y se cuestionó si debía ponerla en aprietos para salvarse -Es que…- estaba dudoso, suspiro, pero ya lo había decidido -Me preguntaba… ¿Por qué nunca comes carne?-

La atención de los presentes se centró en la menor, Azrael se puso algo tenso, no deseaba que la regañaran por ello, se había vuelto demasiado sobreprotector. Ella parpadeó rápidamente por unos segundos antes de responder -Es porque me hace mal-

-¿Cómo puedes saber eso si nunca la has probado?- Levantó una ceja, ahora tenía curiosidad real.

-Hmp, sólo lo sé- respondió con simpleza, mirando hacia otro lado y comiendo un bocado.

-Ese no es un argumento muy convincente- comentó con suspicacia Samael, incorporándose a la conversación.

-Ajá, no suena… real- finalizó Miguel y eso fue todo. La menor se sintió ofendida y los miró a ambos alternadamente con el ceño fruncido.

-bien, se los demostraré- les dijo a ambos y antes de que cualquiera pudiese reaccionar o decir algo, ella sacó del plato de su hermano pelinegro un trozo de carne con la mano, lo analizó unos segundos y se lo metió a la boca.

-¡Hey! no hagas eso, no debes tomar la comida con la manos y mucho menos del plato de otro- la "regaño" su hermano algo divertido por la conversación de los menores -Déjame limpiar tu mano- Tomo la mano de la menor y noto algo extraño, se estaba colocando dorada con un relieve raro -Rafael ven a ver esto-

Su hermano castaño se acercó y ahora esa extraña reacción estaba hasta el codo -¡¿Pero qué?!- estaba sorprendido nunca había visto algo así, miró el rostro de su hermana, la boca estaba hinchada, al igual que las mejillas -¡No te lo tragues!- le gritó angustiado. Pero ella lo hizo, sólo para demostrar su punto, nadie la dejaría como una mentirosa.

Su padre se levantó preocupado y llegó hasta ella, el color dorado con una textura extraña bajaba por el cuello y se perdía debajo de la ropa -Salael abre la boca- le exigió. Ella obedeció, su lengua estaba tan inflamada que lo cubría todo.

-No…. res… pi…ro- logró decir con dificultad y casi inaudible antes de desmayarse.

Pánico, eso es lo que sentían todos en ese momento y culpa por parte de Miguel y Samael quienes habían dudado de su palabra.

-No Sally- Casi llorando Samael cruzó por debajo la mesa hasta llegar a ella y tomar su mano limpia -Está fría-

-Ella siempre ha sido fría, no nos asustes Samy- Le recordó angustiado Miguel -¿O no?- ya lo dudaba.

-Rafael, eliminaré el trozo de carne que está atorado en su garganta, con su magia de curación contrarresta el efecto- Le ordenó a su hijo castaño, aunque en realidad no estaba seguro de cómo su hijo podría hacerlo si no estaban seguros de lo que pasaba en primer lugar, pero no podía insegurizarlo.

-Sí padre- respondió y la magia verde de curación se manifestó en sus manos, no estaba seguro de que hacer con exactitud, pero no era momento para dudar, la "vida" de su hermana estaba en juego. Azrael quien sostenía a su hermana entre sus brazos vigilaba sin pestañear que siguiese ahí, aunque era extraño, en su interior podía sentir como su hermana se desvanecía lentamente, beso su frente y lloro en silencio deseando que sanara.

Con el trabajo coordinado de su padre y de Rafael poco a poco la hinchazón, la textura extraña y el color dorado comenzaron a desaparecer. Se escuchó como tragaba una bocanada de aire, para luego toser, eso los tranquilizó pero siguieron su trabajo hasta estar seguros de que el peligro había pasado.

La menor abrió los ojos lentamente, Miguel y Samael estaban junto a ella, observándola con los ojos vidriosos muy abiertos -ven les dije que me hacía mal… incrédulos- se jactó con altanería.

Ante esas palabras y después del susto, Azrael que aún la tenía en brazos sintió que le hervía la sangre -¡¿CÓMO PUEDES DECIR ESO?!- le gritó algo fuera de sí.

-Hijo cálmate- le tocó el hombro, aunque comprendía el sentimiento, tomó a la menor entre sus brazos y la elevo para que lo mirara directamente -Salael, hija mía, eso fue muy peligroso. Casi te perdemos, nunca más vuelvas a hacernos pasar por este susto- él también estaba entre preocupado y enfadado, pero debía permanecer sereno, enseñar con el ejemplo.

-Si padre, no lo volveré a hacer- Respondió con suavidad desviando la mirada. La bajo y automáticamente sus hermanos de generación la abrazaron -demasiado cerca- se quejó, pero ellos no la soltaron, rendida les correspondió el abrazo.

Debido a la conmoción la cena terminó ahí, Miguel se salió con la suya y no se comió sus vegetales.