Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del webtoon y la novela "La emperatriz divorciada" de Alphatart y con arte de Sumpul, yo solo busco entretener y que más personas conozcan esta historia.


Capítulo 377. Arreglos del Vizconde Vulturi (2)

El Vizconde Vulturi chasqueó la lengua como si fuera maravilloso sólo de pensarlo.

—Cuando mueran ni siquiera podrán cerrar los ojos.

Los Vizcondes Greengrass se sobresaltaron ante este extraño comentario.

—¿Nuestra verdadera hija? ¿Qué estás diciendo?

Sorprendida, la Vizcondesa Greengrass preguntó directamente.

Tras ser separados de sus dos hijas, se apegaron a la existencia de su hija falsa. Aunque el afecto que sentían por su hija falsa no podía ser comprendido por los demás, era lo suficientemente fuerte como para no culparla injustamente a pesar de haberla conocido hace menos de un año. Sin embargo, se quedaron perplejos al escuchar sobre su verdadera hija.

El Vizconde Vulturi sonrió maliciosamente.

—Oh, no. Pensé que ya lo sabían porque visitaban Irina a a menudo, ¿aún no lo saben?

El Vizconde Greengrass exclamó con una expresión rígida.

—¡Habla claramente!

—La hija falsa que intentaban proteger les estaba ocultando deliberadamente quién era su verdadera hija, aunque sabía que ustedes la buscaban desesperadamente.

—No puede ser...

—¡Quién es nuestra verdadera hija, dilo de una vez!

Los Vizcondes Greengrass lo dedujeron, pero presionaron al Vizconde Vulturi por miedo a reconocerlo.

Por el matiz de sus palabras parecía dar a entender que Astoria era su verdadera hija, pero si la insinuación del Vizconde Vulturi era cierta, sería cruel y horrible. Por eso, le gritaron exaltados al Vizconde Vulturi.

—Lo han entendido, pero no quieren aceptar la realidad. Astoria. Astoria. La segunda amante de Su Majestad, la maga Astoria.

La atmósfera se volvió repentinamente fría, como si el aire hubiera desaparecido.

La Vizcondesa Greengrass se cubrió la cara con ambas manos, sus labios se volvieron pálidos y su cuerpo temblaba.

—No tiene sentido... Es absurdo... ¡Es una mentira!

—¿Piensas que vamos a creernos eso?

El Vizconde Greengrass también gritó furioso.

Sabiendo que esto pasaría, el Vizconde Vulturi sonrió amargamente y les entregó los documentos del orfanato que había traído junto con otros documentos que había reunido para aclarar cualquier duda.

—Por supuesto, no estoy completamente seguro porque no se hizo una prueba de paternidad. Yo mismo fui al templo y me dijeron que no se podía hacer si las partes implicadas no se presentaban. Pero dadas las pruebas, es muy probable que esa chica sea la hija que perdieron.

Aro enderezó su postura al terminar sus palabras.

El Vizconde Greengrass aplastó los documentos que sostenía y gritó.

—¿Por qué lo dices ahora? ¡¿Por qué tan tarde?!

Si lo hubieran dicho antes, si lo hubieran dicho cuando la situación era diferente, podrían haber escapado con Astoria a otro país o al menos no habrían intentado echar a Astoria del palacio imperial por Irina.

No fue hasta que la situación llegó a un punto crítico que el Vizconde Vulturi lo confesó. Sin duda, no debía tener buenas intenciones.

—Irina intentó matar a mi hija.

El Vizconde Aro no negó su motivo.

—Así que ya no tengo que cubrirla.

Luego, el Vizconde Vulturi se dio la vuelta sin decir una palabra.

Ya no estaba en sus manos que le creyeran. En cualquier caso, sería doloroso para ellos tener esa duda.

No estaba completamente seguro de la información que había conseguido, pero tenía que usarla. Aunque Astoria resultara no ser su hija, eso no le importaba al Vizconde Vulturi.

Mientras el Vizconde Vulturi subía los escalones de la prisión, oyó un profundo grito a sus espaldas que le hizo detenerse por un momento.

—Apresúrate.

Pero cuando el guardia que le permitió entrar en secreto lo apresuró, el Vizconde Aro salió rápidamente de la prisión y le dio al guardia una gran joya como recompensa.

—Vete de una vez.

Sin que el Vizconde Aro se diera cuenta, Jasper lo observaba atentamente desde las sombras.


El Vizconde Aro se dirigió directamente a la ciudad para cambiar las joyas de oro y plata que tenía por dinero en efectivo.

Una vez hecho esto, puso todo primero en varias bolsas pequeñas de aspecto común, y después las metió en una caja de madera común, poniéndole clavos a la tapa para evitar que la abrieran.

Iba a enviar todo esto a su territorio.

Si bien no había mucho que hacer en su territorio y Jane era una chica inteligente, existía una diferencia entre ser inteligente y dirigir bien el territorio.

Jane no tenía experiencia ni había aprendido a gobernar, por lo que seguramente cometería algunos errores. Se necesitaría mucho dinero para cubrir esos errores, y esto era para esos momentos.

El Vizconde Aro caminó orgulloso hacia la mansión, después de preparar esta caja para ayudar a su hija y a su esposa.

Pero ese sentimiento no duró mucho tiempo. A los pocos pasos, las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas. De hecho, estaba tan asustado que quería huir de inmediato.

Sin embargo, el Emperador había sido benevolente al permitirle organizar sus bienes y salvar tanto a su hija como a su esposa.

Sabía que, si intentaba aprovecharse de la benevolencia del emperador, no sólo moriría él, sino también todos los miembros de su familia, así que no tenía otra opción que seguir adelante a pesar de su miedo.

Cuando el Vizconde llegó a la mansión, un carruaje negro ya estaba estacionado en medio del jardín.

Esta mansión ya no contaba con ningún empleado, había perdido su esplendor y parecía desolada.

El mayordomo, que estaba delante del carruaje, se acercó y dijo dolorosamente,

—Amo...

—Entrega esto a mi esposa.

El Vizconde Aro le extendió a su mayordomo de confianza la caja que había asegurado bien.

—¿No puede hacerlo el maestro?

Preguntó el mayordomo mientras contenía las lágrimas.

Él había estado cerca del Vizconde Aro desde muy joven, por lo que se preocupaba más por el Vizconde Aro que por sus hijos.

Aunque el Vizconde Aro ahora era un hombre mayor, para el mayordomo seguía siendo como un hermano pequeño al que debía cuidar. Si sólo una persona de la familia podía sobrevivir, quería que fuera el Vizconde Aro.

—Es difícil que me salve después del escándalo de Alec...

—Amo...

—Confiaré en ti.

Después de dar una palmada en el hombro del mayordomo, el Vizconde Aro sacó una pequeña bolsa llena de dinero que había dejado para él.

—Esto es para ti. Con este dinero podrás vivir tranquilamente por tu cuenta, incluso si Jane cambia con el poder. Aunque no creo que suceda.

Cuando el mayordomo aceptó la pequeña bolsa entre lágrimas, el Vizconde Aro miró a su alrededor mientras se secaba las lágrimas.

—¿Dónde está Alec?

Alan, que había sido encarcelado incluso antes de ir al templo, fue liberado brevemente después de que el Vizconde Aro llegara a un acuerdo con Jasper. Pero no volvió a verlo.

—Unos caballeros vinieron y se lo llevaron.

—…

El Vizconde Aro cerró los ojos con impotencia.

El mayordomo moqueó y se limpió las lágrimas con la manga de su traje negro.

—Tú también debes irte.

—Quisiera servirle hasta mañana.

—Vete ahora. Eso sería ayudarme.

Cuando el mayordomo subió renuentemente al asiento del cochero, el propio Vizconde Aro espoleó a los caballos para que se pusieran en marcha.

Mientras veía el carruaje alejarse, los ojos del Vizconde Aro se llenaron de lágrimas.

Recordó cuando se enfadó porque su único sucesor era demasiado tonto y su saludable esposa alzó la voz para defender a su hijo, en una época en la que Alec todavía era pequeño y Jane no había nacido... Recordó a su debilitada esposa sentada en una mecedora cantando con la pequeña Jane en sus brazos... Recordó a su demacrada esposa tumbada en la cama, aunque respiraba con dificultad se aferraba lo más fuerte que podía a la mano del Vizconde Aro...

—Cariño...

Desconsolado, el Vizconde Aro entró en la mansión.

De repente, se preguntó qué le había pasado a Ian, pero rápidamente dejó de lado el asunto del niño porque no le importaba si moría o no.