Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del webtoon y la novela "La emperatriz divorciada" de Alphatart y con arte de Sumpul, yo solo busco entretener y que más personas conozcan esta historia.


Capítulo 378. Ira y Paz (1)

—¿En qué piensas, Reina?

El sol se estaba poniendo.

Mientras miraba el cielo rojizo sentada en una silla confortable en el jardín, oí un susurro a mi lado.

Cuando volteé la cabeza, Edward me miraba cálidamente con una mano en el respaldo de la silla.

Sus ojos verdes se mezclaban con el rojo de la puesta del sol, creando una atmósfera más misteriosa de lo habitual.

—No tienes buena cara. Puede que... todavía estés molesta por la biografía de guerra...

—No.

Sonreí y extendí la mano para acariciar su mejilla.

—Te dije que estaba bien leer una biografía de guerra mientras omitieras las partes violentas, las partes que no son buenas para que las escuche un bebé.

Edward se inclinó un poco y frotó su mejilla contra mi mano, besó ligeramente mi palma y dijo con preocupación.

—Pero Reina, no pareces muy feliz.

—Estoy confundida en muchos sentidos... por las noticias del Imperio Oriental.

—¿No te alegra?

—Más que alegría, es una mezcla de placer y curiosidad.

Era como si hubiera sido testigo del final del amor del que hablaba Jasper. De cómo cambiaba una persona cuando el amor se acababa.

Por supuesto, si el artículo era cierto, Irina había hecho tantos males que ni siquiera el amor podía cubrirlos.

Sin embargo, saber que Jasper se estaba distanciando de Irina, que una vez inculpó a mi hermano por Irina y que sólo la escuchaba a ella sin tomarme en cuenta... me hacía sentir extraña.

Me preguntaba si Edward podría dejarme por un amor así.

Pero no tardé en apartar ese pensamiento de mi mente. Nuestro amor acababa de empezar, no había necesidad de hablar del final.

Además, nuestro amor no tenía por qué terminar como el de Jasper, podía ser como el de mis padres.

Tras sacudir la cabeza, tiré de Edward por el cuello y lo besé en la boca.

Fue agradable escuchar sus gemidos.

—Reina. ¿Esto no sería malo para la educación prenatal? El pajarito lo oiría.

—No te preocupes, no creo que haya oído tus gemidos.

—Pero no creo que pueda detenerme.

—Está bien. El bebé está dormido ahora mismo.

—…


Los Vizcondes Greengrass estaban sentados contra la pared de su celda, en estado de shock. Se veían tan demacrados como si sus almas hubieran sido drenadas de sus cuerpos.

El Vizconde Greengrass arañaba el frío suelo de piedra con los dedos, mientras la Vizcondesa Greengrass tiraba repetidamente de su cabello.

Ambos tenían los ojos hundidos y la tez pálida, hasta el punto de que parecían la misma persona en vez de un matrimonio.

—¿Se están volviendo locos?

Ni siquiera les dolió lo que había dicho el guardia. Para ellos, la verdad del Vizconde Greengrass era más dolorosa que la burla del guardia. Aunque tenían ciertas dudas.

—¿Será cierto?

Después de mucho tiempo, la Vizcondesa Greengrass preguntó con dificultad.

—¿Esa maga es realmente... nuestra hija?

—Yo tampoco lo sé. De entre todas las personas, quien lo dijo fue el Vizconde Vulturi.

—Pero nunca hemos tenido contacto directo con el Vizconde Vulturi. ¿Por qué nos mentiría en esta situación?

—Eso es cierto.

—Aunque sé que las pruebas proporcionadas por el Vizconde Vulturi no son concluyentes...

La Vizcondesa Greengrass suspiró, discutir este tema resultaba muy doloroso. El Vizconde Greengrass también dejó escapar un profundo suspiro y se cubrió la cabeza con ambas manos.

—Ahora que lo pienso, creo que se parece un poco a nosotros.

—Sí, su cabello es del mismo color que el tuyo, y sus ojos son del mismo color que los míos.

—No es una chica tan mala. Parecía mala porque estábamos del lado de Irina, pero eso era por las circunstancias.

—Así es. Por el contrario, es una chica muy inteligente y trabajadora...

Cuanto más hablaban, más parecían darse cuenta de las virtudes de Astoria, por lo que no entendían cómo habían visto con tan malos ojos a la chica.

Cuando la veían como la enemiga de su hija falsa, todas sus acciones les parecían astutas y arrogantes. El prejuicio que los cegaba ahora había desaparecido.

Sin embargo, cuanto más pensaban que Astoria era una chica buena, más doloroso resultaba para la pareja.

—¿No deberíamos hablar con ella primero?

—¿Qué piensas decirle?

—Nosotros…

—¿Crees que eso le gustará?

—Pero no podemos dejar la relación como está.

La Vizcondesa Greengrass tenía razón. Aunque se les acuse de intentar matar a una plebeya, los nobles no son castigados severamente por esto.

Pronto saldrían de prisión. Si Astoria realmente era su hija, tenían que arreglar la relación de alguna manera.

Justo entonces, se oyeron los pasos de alguien bajando por las escaleras de la prisión.

Las escaleras de piedra tenían un diseño que hacía que los pasos resonaran sin importar quién bajara, así que la pareja dejó de hablar para ver de quién se trataba.

Si el guardia volvía a bajar, pensaban darle dinero para que trajera a Astoria. Sin embargo, inesperadamente fue la propia Astoria quien apareció.

Los Vizcondes Greengrass miraban sorprendidos a Astoria, mientras ésta miraba indiferentemente a la pareja desde fuera de los barrotes. Sus miradas se entrelazaron vertiginosamente.

—Señorita Astoria, ¿a qué ha venido?

Preguntó la vizcondesa Greengrass con una sonrisa forzada, la frialdad de su hija le había destrozado el corazón. Quería tocarla, quería saber por todo lo que había pasado.

Sin embargo, a pesar de que trató de mostrarse tranquila, su voz ya estaba temblando.

—Pareces asustada.

Murmuró Astoria, mirando a la Vizcondesa Greengrass como una piedra. Su tono era seco y su mirada afilada, lo que sentía en su interior era un desprecio absoluto.

Al percibir esto, los Vizcondes Greengrass se entristecieron.

—Señorita Astoria...

El Vizconde Greengrass esta vez llamó cuidadosamente a Astoria, pero ella preguntó con más frialdad.

—¿Hoy no me trataran como una vulgar plebeya?

La pareja se sobresaltó al recordar todo lo que habían dicho a Astoria. Sus palabras se convirtieron en puñales que se clavaron en el pecho.