El ángel de la vida y Mackenzie comenzaron a caminar con dirección al arroyo. El ángel no podía dejar que Mackenzie se quedará así, en pies olían a carne quemada, le era desagradable, pero tenía que ayudarlo. El Border Collie sabía que sus celos le hacían esto, porque no tenía la firmeza de que el amor de Bluey era puro y de ser salvó. La esperanza era importante, pero, aun así, seguía dudando.

—¿Cómo es posible que dudes del amor de Bluey? —inquirió el ángel.

—Con solo ver esa escena donde ella correr a los brazos de ese negro, me da rabia de tan solo verlos juntos —bufó el Border Collie con solo pronunciar aquellas palabras, en ese momento sus pies comenzaron a quemarse lo que hizo que comenzara a correr para meterse al arroyo, de sus pies emanaba humo de sus pies al contacto con el agua.

—Ah, esto es vida —exclamó Mackenzie.

—Esto es un problema, serio, chico, debemos buscar la forma de que se te dé el calzado de la salvación para que no tengas más problemas con tus pies.

—Esto será difícil.

Mientras tanto, en el hospital, dos chicas discutían por el Border Collie a quien no le hacían sus ejercicios y por ello tieso de no tener movimiento.

—¡¿No se suponía que estabas de campamento?! —reclamó.

—¡¿Y eso qué te importa?! —discutió.

—¡Mackenzie está a mi cuidado!, ¡por poco y se nos va!

—¡Y aun estando en coma no quiere estar contigo coco!

—¡Claro que no!

—Vete, yo lo puedo cuidar —ordenó Bluey.

—Eso jamás, Mackenzie, también es mi amigo.

—Bueno, pero yo soy su novia.

—¿su novia? Tú no eres su novia, solo eres una amiga más para él —se ofendió.

—¿Tú qué sabes?

—Todo; su cumpleaños, su color favorito, le voy a equipo Kiwis, suelo hacer la tarea con él, incluso le paso mis apuntes.

—Ja, ja, ja —se burló Bluey—. Aja, yo hice el amor con él, ¡y nos confesamos ante la luna que nuestro amor era sincero!

En ese momento la Poodle rosa le proporcionara un golpe de su puño a la Blue Heeler, no podía creer que eso estuviera pasado entre los dos.

—¡Eres una zorra!, ¡¿cómo te atreviste a acostarte con él?! —recriminó.

—Ja, ja, ja, pobre ilusa, ¿en serio creíste que Mackenzie se fijaría en ti? Primero debiste asegurarte de que Winston no dijera que me iba a casar con él.

Entonces Bluey formo su puño para regresarle el puñetazo a la Poodle que estaba sorprendida de que su amiga le regresara el golpe.

—OH, POR FAVOR, ESO SOLO FUE UN JUEGO DE NIÑOS —gritó—, ¿de verdad creíste que se haría realidad?

Coco araño la nariz de Bluey haciendo que esta sangrara, la Heeler estaba adolorida, aunque ella no ser agresiva por esta ocasión estaba furiosa y el sangrar era segundo plano.

—¿No puedo comprobarlo? —se defendió.

Bluey había tomado la decisión de amar al Border Collie, no por lo que había dicho Winston, sino que ella al pasar tanto tiempo con él como su mejor amigo se había sembrado una semilla que no debía existir, pero existe por culpa del cariño que fue formado en ella. Los sentimientos que Bluey había desarrollado hacia Mackenzie hizo que los dos fueran más cercanos y unidos. Por su parte, Coco no podía creer que Bluey estuviera hablando en serio, quería que se fuera para que ella estuviera con el Collie, pero Bluey no lo permitiría para nada.

—Coco. —Le hablo con frialdad—. Solo vete, no tienes oportunidad alguna con él.

—Bien, espero que Mack se dé cuenta de que no eres la hembra de que necesita en su vida —se quejó.

Coco se retiró de la habitación dejando a Bluey al cuidado del Border Collie. No había alguien más que lo pudiera cuidar, sus padres por esta ocasión tuvieran que resolver unos asuntos de trabajo, en el caso de la madre de Mackenzie era personal. Bluey solo tenía un camino y era cuidar al Border Collie, quien aún no despertaba.

Mientras tanto, en el Limbo, Mackenzie seguía intentando confiar en Bluey, pero le era algo complicado hacerlo: sus pies se seguían quemando.

—Por favor, dejamos lo así —suplicó Mackenzie cansando de la planta de sus pies.

—Eso es grave, debes controlar tus celos, al menos tu novia tiene mejor control que tú —respondió el ángel.

—¿Bluey estaba celosa por mí? —preguntó.

—Sí, ella corrió a Coco que te estaba cuidando mientras que tú aún estas en coma.

—«Oh, mi Bluey, sabía que no permitirías que Coco se quedara a cuidarme».

Aunque se sintiera que era algo egoísta de su parte, el Border Collie sabía que su amada lo cuidaba a pesar de que dejo al Labrador y a su familia en el campamento sin el vehículo para que regresaran más cómodos de regreso a su hogar. La Heeler tenía la preocupación de que fuera a despertar y que le reprochara que estuvo con aquel Labrador que tenía un cuerpo y un porte que, hasta el escritor, quisiera usarlo como prostituta en este universo en lugar de que se acueste con la Blue Heeler.

El Border Collie salió del agua con sus patas y pensó que se habría salvado de la muerte. Mackenzie empezó a imaginar a Bluey y la Labrador juntos, pero algo cambió. Tenía confianza en la Heeler y no estaba viendo que le coqueteara, solo lo estaba viendo como un amigo que ella extrañó por mucho tiempo y no volvió. Pero ella solo lo amaba a él, Mackenzie cerro sus ojos para inhalar y exhalar aire y seguir viendo las cosas como lo eran "Ella me ama" se dijo así mimos. Sonriendo y abriendo lentamente sus ojos.

—ELLA ME AMA, Y ME VOY A SALVAR POR LA FE —gritó al cielo, dando un brinco, sus pies se envolvieron en luz, revelando un calzado de soldado romano.

—Felicidades, ahora tus pies están protegidos, solo te falta el casco y el escudo para que tengas la certeza de que volverás con Bluey. En verdad te digo, que te tienes que casar con ella, porque has cometido Fornicación aun estando aquí.

—¿Eso es malo? —preguntó.

—Sus pecados son perdonados, pero sí, es malo, lo correcto sería que le pidas a Bandit la mano de Bluey en matrimonios.

—¿No podemos ser novios por el momento y conocernos mejor?

—¿Me estás hablando en serio?, ¿su color favorito, ¿cuál es?, ¿postre?, ¿su nombre completo? —interrogó.

—Eh… ¿Sí?, Es el azul brillante (con brillantina), la Pavlova aunque te es un postre neozelandés, Bluey Christine Heeler, aunque es probable que mate si me llegue a escuchar.

Mientras tanto.

—¡¿Quién me llamó Christine?! —rabió Bluey.