En el piso 49, Lefiya se encontraba descansando, bebiendo un poco de agua. En la pelea de antes se había esforzado un montón, más de lo que esperaba hacerlo en algún momento anterior de su vida. Por lo que ahora tenía que descansar para poder estar a la altura de lo que seguía.
La familia Loki tenía que estar al cien por ciento de sus fuerzas porque tenían que ir a la Urna del dragón, las zonas que abarcaban desde el piso 52 hasta el 58, una zona que era conocida por ser difícil de superar para todos los aventureros, diera igual el nivel que tuvieran.
Lefiya no podría hacer otra vez una imprudencia cómo esa, aunque realmente quisiera. La elfa por su parte tenía un pensamiento alrededor de su maestro, ya que este había hecho un trabajo maravilloso para que ella pudiera aprender lo que le estaba dando el poder que tenía ahora.
— Fue una gran actuación la que tuviste allá abajo, ¿Debo decir que estoy orgullosa?
— ¡Señorita Riveria! ¡N-No es necesario que lo haga! ¡Muchas gracias por eso!
— No te pongas tan tensa, Lefiya, el canto concurrente es algo que te iba a enseñar a su tiempo, pero me siento feliz de que lo hayas aprendido antes, y por tu cuenta, realmente es una muestra de cómo quieres mejorar y, aunque no me corresponde el mérito de tu aprendizaje, me siento orgullosa.
La elfa de cabello anaranjado internamente sintió que algo explotó en su pecho; la representante más importante de su raza, los orgullosos elfos, estaba reconociendo su esfuerzo duro, ¿Había algún honor más grande que ese? sencillamente sentía que podía morir en ese momento y no tendría ningún arrepentimiento en vida.
Claro que luego regresó a la realidad, mirando a la alta elfo a los ojos, asintiendo lentamente por sus amables palabras, para luego sonreír.
— Sin embargo, tengo curiosidad, ¿Cómo aprendiste a realizar el canto concurrente?
— Oh, bueno, estuve entrenando con un amigo muy cercano…
Ella tuvo una ligera sonrisa en su rostro al recordar a Bell, sintiendo que realmente le debía mucho al chico de cabello blanco, sin embargo no esperaba que pronto sus palabras serían tomadas por una aparición sin avisar de parte de las gemelas y de la princesa de la espada que habían llegado justo para escuchar eso.
— ¿Se trata de Bell?
Una vez que la princesa de la espada hizo esa pregunta, ella se quedó completamente paralizada, volteando a ver mecánicamente a la princesa antes de hablar con cierto nerviosismo por haber sido descubierta.
— ¿Cómo…? ¿Cómo te diste cuenta…?
— Copias sus movimientos. En realidad fue fácil de descubrir.
— Ah… Ja ja ja ja…
La nerviosa risa de Lefiya pronto fue interrumpida cuando las dos hermanas amazonas tomaron ambas uno de los brazos de la elfa, tirando de ella antes de que se acercaran, rompiendo su espacio personal para empezar a molestarla. Claro que iban a hacerlo.
— Así que, parece que eres muy cercana a ese chico.
— ¿Será posible? ¿Será posible? ¿Lefiya tiene un interés en alguien?
Una de las hermanas levantó su brazo para abrazar el cuello de la chica, acercándose a su rostro para volver a hablar con total calma, y un tono juguetón en sus palabras.
— Entonces dime, Lefiya, ¿qué tan a fondo entrenabas con él? Será que… ¿Llegaste a ver su cuerpo desnudo? ¡Por motivos de entrenamiento! Claro, sobre todo jajaja.
El rostro de la elfa se volvió sumamente rojo en ese instante, porque de hecho sí había visto al chico con escasa ropa, no desnudo, pero no estaba del todo vestido, así que podía decir que había visto su cuerpo, cosa de la que en realidad no se sentía muy orgullosa, pero no negaba que la memoria del suceso era algo que prefería no olvidar.
Por supuesto que el rubor de la elfo fue visto por todas las acompañantes de la chica, sorprendiendo especialmente a las amazonas que quisieron pensar que simplemente había tenido una imaginación muy vívida gracias a sus palabras.
— Dejen de molestar a Lefiya.
Claro que la alto elfo recuperó el control de la situación y en su lugar hizo lo que tenía que hacer; puso en su lugar a las chicas de la familia Loki para que dejaran de molestar a su alumna, y en su lugar miró a la chica a los ojos con una gran sonrisa maternal.
— Me alegra que hicieras algo por mejorar tu relación con el chico, y que aparte hicieras uso de eso para poder mejorar cómo aventurera, es admirable que siempre busques cómo mejorar — declaró la elfo mayor, haciendo ademanes circulares con una mano. — Por supuesto, me gustaría saber ¿Cómo es el chico en entrenamiento? ¿Qué movimientos usa para combatir? Y… ¿Qué conclusión puedes sacar de tu tiempo con él?
— … ¿Por qué tantas preguntas?
La chica claro que tenía una mirada complicada en su rostro mientras miraba a la alto elfo a los ojos directamente, sin entender por qué el interrogatorio sobre el albino, lo que realmente la sacaba de su zona. ¿Qué tenía que ver todo lo que le preguntó con su entrenamiento?
La respuesta a esa pregunta es que no tenía idea, pero el repentino interés de la mujer realmente la había extrañado. Claro que a pesar de eso, ella era la princesa de los elfos, y su superior, no tenía el valor para negarle ninguna petición que le hiciera, mucho menos la osadía de cuestionarla, y aparte de todo, era su superior, por lo que tenía que entender su lugar en la familia y hacer caso a las órdenes que le fueran dadas.
Aunque, al final, era Riveria, ella nunca haría mal uso de lo que le contara, sin importar la situación, por lo que no tenía sentido que se preocupara por aquello y mejor simplemente abrió la boca para empezar a contestar todo.
— Bueno, ciertamente es un maestro paciente, calmado. ¡En todo momento recordaba las cosas que veía de mí para poder corregirme y ponerme en el mejor camino de mi aprendizaje! — mientras hablaba, Lefiya había puesto un dedo en su barbilla mientras recordaba. — Sobre todo se encargó de hacer de mi entrenamiento una experiencia agradable, así que diría que fue un buen maestro.
Lefiya se había enfocado en recordar todo lo que había visto del chico, y claro, sobre aquellas cosas que incluían las preguntas.
— Bell no se mueve cómo ningún otro aventurero que haya visto, su estilo es cómo ver a un animal con forma humana… Se mueve cómo un animal; saltos de conejo, ataques que a veces me recuerdan a las ilustraciones de bestias felinas cómo el león. En general Bell es realmente cómo un animal cuando pelea.
— Eso es… ¿Todo? ¿Se mueve cómo un animal?
— ¿Si? En realidad es lo que veo de él.
La alto elfo se quedó unos momentos pensando en lo que escuchó de ella, antes de mirarla a los ojos y asentir para pedir que respondiera la última pregunta, cosa que ella hizo sin dudar.
— Y mi conclusión de mi tiempo con él es que, Bell es un chico realmente amable, se preocupa por tí siempre que estés con él, y te hará sentir bien… Pero sobre todo, es un buen chico que habrá pasado por mucho, pero intenta mejorar.
Una vez Lefiya terminó de hablar, ella sonrió para sí misma, tomando con fuerza el bastón entre sus manos pues realmente se daba cuenta de que había hablado un poco de más, aunque no le molestaba señalar las cosas que el albino constantemente la hacía sentir. Entendía que de cierta forma era normal que los amigos hicieran sentir especiales a sus amigos, así que el hecho de que él fuera tan atento con ella era algo perfectamente normal.
Una vez terminó de hablar escuchó que Finn había terminado de dejar que el partido se recuperara de la pelea anterior, y ella misma ya se sentía bien cómo para continuar, por lo que no iba a decepcionar a su maestra ni mucho menos iba a decepcionar a Bell; se puso de pie, giró su bastón en sus manos y emprendió el camino directo a la garganta de los horrores; el piso 52, la Urna del Dragón.
Riveria por su parte la miró con una sonrisa, haciendo anotaciones mentales de todo lo que le dijo la chica sobre aquél albino.
X X X XEn Orario las cosas iban de forma distinta, o para ser exactos, iban igual que siempre, lo que no se podía decir del partido de Loki.
Volviendo al tema, en un bar de Orario llamado Hibachitei se encontraba cierta chica. Sahra sabía lo que estaba buscando y por eso cuando pasó por la puerta miró alrededor del bar, buscando a una persona en específico; no conocía a nadie en la ciudad, pero habiendo sido parte de la familia de Sekhmet, ella reconocería a un informante en cualquier parte.
Tan dicho cómo tan hecho, no perdió mucho tiempo hasta que vió a un hombre lobo en particular, sentado en una mesa cerca de la pared del establecimiento, pero no en ninguna esquina, si no más al centro de la pared; las esquinas solitarias siempre son aquellas en las que los negocios bajo el agua son hechos, por lo que un verdadero profesional evitaría totalmente las zonas más evidentes y tomaría una zona más visible, ya que de esa forma, menos personas sospecharían y estarían al pendiente de él.
Sahra suspiró y caminó con la calma de quién no teme al rechazo. El tintineo de las monedas, apenas perceptible, fue la pequeña señal en el pesado ambiente de bar para aquél hombre que levantó la mirada casi mecánicamente ante la vista de la bolsa de monedas. Sabía ya, que lo que venía ahora no era una negociación.
Una camarera se acercó a ella para tomarle su orden lo cuál respondió pidiendo simplemente una bebida hecha con el fruto de un cactus. Su bebida no tardó en estar frente a ella, tomando delicadamente el helado tarro transpirante, dando un trago y luego hablando con calma, sin mover su cabeza ni un centímetro.
— ¿Qué me puedes decir de las familias más poderosas de la ciudad?
El hombre tomó las monedas, regresando la vista a la mesa.
— Infiltrarse en la casa de Ganesha no es sencillo —murmuró, casi cómo si estuviera pensando en voz alta. Se quedó en silencio un segundo, cómo si dudara, pero el peso de las monedas le dió valor. — Muchos miembros, mucho peligro. Los Loki serían el mismo problema, apenas alguien fuera descubierto sería asesinado sin respeto. Aunque la familia Freya tienen una sede sin mucha seguridad; nadie en su sano juicio irrumpiría en la sede de Freya.
La asesina del desierto había vuelto a levantar el tarro para tomar un largo trago de su bebida, antes de volver a hablar luego de beber.
— ¿Entonces no tienen defensas mágicas?
— Bueno, por supuesto que una familia menor debería tenerlas, pero es poco probable que las élites necesiten algo cómo una defensa mágica absoluta, nadie se infiltraría en sus casas de todas formas, no asas carne delante de un dragón.
La chica asintió lentamente, antes de finalmente tomar el medio litro restante de bebida que quedaba en el tarro y beberlo en un par de tragos, bebiendo todo hasta dejar el tarro completamente vacío. Una vez terminó su bebida, sacó un par de monedas de su bolsillo y las tiró sobre la mesa, acto seguido se levantó, acomodó su máscara y salió del bar de la misma forma en la que entró; sin que nadie lo notara.
Claro que el tiempo pasó, el hombre se había quedado en el bar durante algunas horas, cómo era normal para lo que él hacía; su trabajo era esperar a que alguien en búsqueda de información privilegiada lo fuese a encontrar y luego cobraría una buena tarifa por esa información. Aunque si no se publicita era obvio que no tendría tantos clientes cómo podía esperarse de alguien en su línea de trabajo que lo hacía activamente.
De todas formas, si alguien sabía los secretos de Orario, era él, y con el juego de poderes que hay dentro de la ciudad de los dioses, era obvio que lo iban a encontrar en algún momento, cómo esa mujer en la tarde que lo buscó.
Finalmente, luego de lo que fue toda una buena tarde de trabajo, se levantó y abandonó el bar para inmediatamente tomar el callejón que estaba al lado del mismo, su trabajo era peligroso ya que le vendía información a todo el mundo, así que ser visto en la calle era lo que menos quería.
El aire olía a humedad y piedra vieja, pero algo más flotaba en la atmósfera, algo que le erizó los pelos de la nuca. Giró la cabeza, buscando sin éxito. No había nada, ni una sombra, ni un rastro. Sin embargo, el peso de una mirada era innegable. Aceleró el paso, los latidos en su pecho acompañaban el eco de sus botas contra las piedras del camino.
Era un hombre lobo de todas formas, sus sentidos eran más fuertes que los de otras personas en Orario, por lo que debía confiar en sus sentidos y todo estaría bien. No escuchaba pisadas ni podía oler a otra persona, y el viento le daba en la cara, por lo que estaba bien.
Sin embargo, volvió a mirar atrás, sintiendo que alguien estaba en sus espaldas, sólo para encontrarse con la oscuridad de un callejón nocturno, iluminado débilmente por la lámpara de piedra mágica que estaba en su espalda. No tenía sentido que sintiera eso, estaba solo, pero aún así, le resultaba imposible.
— Esa mujer estuvo haciendo preguntas en la tarde — su voz estaba llena de nervios, pero era claro por qué lo estaba haciendo; necesitaba calmarse. — Quizás debería tratar de contactar a alguien de esas familias… Sería buen dinero, negocio redondo…
Pensando para sí mismo, se dió la vuelta y retomó el camino hacia su hogar, avanzando hasta pasar la lámpara de piedra mágica, volviendo a ponerla en su espalda mientras avanzaba a la oscuridad impuesta por la noche. Suspiró y entonces escuchó un estallido atronador.
Inmediatamente desenvainó una espada corta que tenía oculta debajo de su sotana, girando violentamente para apuntar hacia su espalda para tratar de encontrarse con aquella persona que podía asegurar lo seguía. Sin embargo, en realidad, el callejón a sus espaldas seguía estando totalmente vacío, no había nada que pudiera haber hecho tal estruendo.
Entonces notó que la lámpara de piedra mágica se estaba apagando lentamente, y todo hizo sentido en su cabeza. Cuando una lámpara de piedra mágica se ha quedado sin energía, la misma empieza a apagarse y eso provoca el sonido de una fuerte explosión para que alguien vaya a reemplazar la piedra, era algo perfectamente normal, aunque algo molesto en el diseño porque muchas veces levantaba a las personas a la mitad de la noche.
— Solo la maldita lámpara… — se dijo mientras regresaba la espada a su funda.
La oscuridad fue total y entonces, un segundo más tarde, el frío metal tocó su cuello. Por un instante, todos sus mecanismos de defensa se sobresaltaron, sudor frío apareció en todo su cuerpo, sintió que su cuerpo se llenaba de adrenalina. Un destello plateado iluminó sus ojos y entonces todo el aire se le fue de golpe, junto al dolor que invadió su cuerpo desde su garganta.
Trató de gritar, pero el sonido se ahogó en su garganta. La desesperación se instaló en él, pues se dió cuenta de que no podía respirar, el aire no llegaba a sus pulmones por más que trataba de hacerlo, al contrario, sentía que estaban empezando a llenarse de líquido. Sus manos fueron inmediatamente a su cuello, sintiendo un calor húmedo y pesado entre sus dedos, pero no era capaz de ver qué era por la oscuridad mientras caía de rodillas.
Su muerte fue rápida, silenciosa, y lo último que vió antes de que todo se desvaneciera fueron dos ojos violetas brillando desde las sombras, observándolo, cómo si ya lo hubieran juzgado y condenado mucho antes de este momento. Cómo la muerte misma, esos ojos desaparecieron en las sombras, en silencio, sin avisar de su llegada ni mucho menos de su ida, pues no era capaz de escuchar sus pisadas.
X X X XEn el piso 13 del calabozo las cosas eran muy diferentes.
Cuando una poderosa llamarada barrió de frente a una gran manada de Almiraj, el grupo de nuestros héroes apareció, irrumpiendo entre la formación enemiga; se estaban exponiendo a ser rodeados de forma voluntaria, pero estaban seguros de lo que hacían. La lanza de la más pequeña del grupo inmediatamente giró y cortó en varios pedazos a los pequeños conejos que la estaban tratando de flanquear y rodear junto al herrero del grupo.
Para la pequeña pallum, estos conejos no eran gran amenaza en pequeñas cantidades, por sí solos los Almiraj, unos monstruos conejos con severos problemas de ira, no eran gran cosa, en realidad para ser parte de la zona de monstruos de nivel dos eran realmente débiles.
Sin embargo, la gran cualidad que los hacía peligrosos era que estos monstruos eran adeptos a formar enormes manadas de monstruos. Tal vez no tan grandes cómo las manadas de Fomoire que enfrentaba la familia Loki, pero eran grupos considerables que si se descuidaban podían llevar a un grupo cómo el suyo a la ruina.
Por supuesto que esto eran cosas que podían solucionar, cómo lo que acababa de hacer el líder del grupo.
— ¡Gospel!
El bloque de sonido y su onda de choque destrozó a cinco conejos de un sólo golpe, mientras Bell continuaba la pelea, avanzando con fuerza pero desplazándose usando sus saltos regulares, comprimiendo las piernas lo más que podía para que sus cortes fueran rápidos e inevitables; todo usando una armadura completa que a efectos prácticos era más ligera de lo que se esperaría de algo así.
— Mierda, los dos son impresionantes.
Fueron las palabras del herrero del grupo. Welf tenía una sonrisa de admiración por los aventureros con los que estaba trabajando, principalmente porque ellos estaban haciendo que el trabajo pareciera tan fácil que le daba algo de envidia. Lili claramente era más débil que él, pero su forma de manejarse con la lanza la había vuelto increíblemente hábil para el combate, sin contar que el aventurero de rango superior estaba en la ecuación.
Welf en su lado apenas podía esperar competir usando un arma de buena calidad que él mismo había forjado y mucha fuerza para partir conejos en varias cantidades de tajos extensos, atrapando todo lo que se encontraba en el camino de su gran espada.
— No debería sorprenderse, amo Welf, no es nada tan impresionante — dijo Lili mientras golpeaba el suelo con el cadáver de uno de los conejos. Luego giró su lanza y la apoyó en el suelo. — No es la primera y probablemente no sea la última vez que alguien mata monstruos más fuertes que sus capacidades, es algo que se hace desde antes de que los dioses bajaran del cielo.
— Cierto… ¿Cómo demonios habrán hecho los antigüos para enfrentar a los monstruos sin Falna?
— Corrija a Lili si está equivocada, pero, ¿No fue en esos tiempos que se inventó el Oricalco y el Mythril?
Claro que en ese momento fueron interrumpidos por el rugido cortado de un Hellhound que cayó cerca de ellos y la espada de cierto albino removiendo la cabeza del monstruo perro de sus hombros. Luego de eso giró la mirada para encontrarse con sus compañeros perplejos por lo que había hecho, sonriendo nerviosamente mientras se rascaba detrás de la nuca antes de sacudir la cabeza y unirse a la conversación cómo pudo.
— Igualmente ahora somos más fuertes que en el pasado, porque ahora hay más personas que pueden enfrentar a los monstruos que los héroes de la era dorada — señaló el albino mientras sacudía la sangre de su espada. — A pesar de todo, el falna ayudó a todos desde esos tiempos.
— Eso es verdad, pero Lili no deja de pensar en cómo debieron ser esos héroes del pasado para poder compararse con aventureros de hoy día…
— Bueno, hubo héroes de todas las formas y tamaños, por ejemplo estaba la heroína Fianna, la Santa de la Lanza.
El chico había mencionado a la heroína / diosa ficticia de los Pallum. Eran pocos los que conocían la historia de esa figura fuera de los propios Pallum, ya que realmente era más una figura que ellos elegían tomar para recuperar el valor y era la razón por la que Braver, Finn Deimne, el Pallum más fuerte de la historia, se había vuelto tal cómo era. Sin embargo, ante dicha mención, la propia Lili reaccionó instintivamente, girando la mirada casi de forma violenta para encontrar al aventurero que hablaba con total tranquilidad sobre la heroína más reconocida de toda su raza.
Era algo normal, cómo había dicho antes, pocos eran los que conocían sobre dicha figura, de la cuál los propios Pallum dudaban que existiera. Pero había algo que la propia Lili no podía entender, había reaccionado ante ese nombre de una forma que no esperaba hacerlo, lo que la confundió cuando se dió cuenta de lo que hizo, y finalmente negó fuertemente para no pensar de más en eso.
— Realmente sabes mucho de héroes, ¿no es así, Bell?
— Es normal que sepa de héroes, cuando la meta del amo Bell es volverse uno. Pero a Lili le parece intrigante también la herencia del amo Welf.
Inmediatamente esa frase terminó, Welf mostró una expresión complicada en su rostro, pero no pudo detener ni a Lili, ni a la curiosidad natural de Bell. El chico miró a la Pallum con curiosidad por lo que pudiera decir sobre la misteriosa herencia del herrero entre sus filas, por lo que eligió ponerle atención y preguntar.
— ¿Herencia?
— Si, la familia del amo Welf es la familia Crozzo, la familia de herreros caída.
Bell inmediatamente miró a Welf con curiosidad por lo que dijo la chica, mientras que el herrero tenía esa expresión de disgusto en su rostro, pero no hizo nada por detener a la chica, simplemente dejándola hablar sobre lo que tuviera que hablar. Ya no tenía sentido pararla; la curiosidad de su contratista había aflorado y ahora tenía que continuar hasta que estuviera satisfecha.
— Los Crozzo fueron una familia de herreros que se encargaban de hacer espadas mágicas muy famosas por todo el mundo, aunque Lili nunca vió una en persona, pero escuchó las historias. Decían que eran capaces de evaporar los mares y de quemar el propio cielo. Sin embargo al final perdieron su habilidad para hacer espadas mágicas y luego cayeron de la gracia del Dios patrón de Rakia.
El pelirrojo finalmente sintió que sus músculos se libraron de tensión, porque sabía lo que ahora venía. Esperaba que el chico empezara a preguntar sobre las malditas espadas mágicas, ese armamento que tanto odiaba pero que era todo por lo que algunas personas lo buscaban en la ciudad. Ahora iba a tener una razón más para odiarlas.
— ¡Vaya! ¡Es genial que Welf venga de una familia con tanta historia! ¡Sabía que esa habilidad en la forja venía de algún lado!
En el momento que el chico terminó de decir aquello, escuchó una oleada de rugidos entrando por uno de los callejones del calabozo, haciendo que el albino se diera la vuelta y tomara su espada para correr hacia el callejón. Conforme el aventurero acorazado partía, el pelirrojo se había quedado con una mirada estupefacta, viendo al chico irse para seguir la pelea.
— Él ni siquiera se interesó en las espadas mágicas…
Ante su señalamiento, cierta chica Pallum simplemente giró su lanza en su mano, antes de ponerla contra su hombro y empezar a avanzar a pasos acelerados, había recogido rápidamente todas las piedras mágicas sin que el pelirrojo se diera cuenta por lo que podían seguir.
— No debería sorprenderse tanto, el amo Bell es así.
Finalizó la Pallum con un suspiro antes de correr para acompañar a su señor en la batalla, dejando atrás al herrero que tenía una mirada entre la estupefacción y una enorme sonrisa, porque ahora sentía, que había encontrado un buen lugar para estar.
Finalmente, el herrero sonrió y afianzó su agarre en su espada, para salir corriendo hacia la batalla que se estaba gestando frente a él.
