¡Hola!
Cuánto tiempo. Vi que hace mucho que no actualizo mis fics aquí y este sí o sí tenía que ir en esta antología de ships de Mikey. Admito que es uno de mis fics favoritos que he escrito de este fandom, aunque tenía pendiente editar una parte que me comentaron que podría mejorar, aún no lo he hecho _, pero me gustaría hacerlo. También tengo en mente una serie de fics situados en esta línea, todos relacionados y como no sé si los escribiré algún día, de momento subo este por aquí.
Confieso que el Mikey Bonten es mi debilidad, en concreto el de la portada del tomo 24 (esa ilustración acompaña este fic en Ao3). Espero que os guste tanto como a mí. Quizás no sea mejor ni peor que otros de mis fics, será que le tengo especial cariño a lo que muestro.
Este fic fue escrito en El Club de Lectura de Fanfiction para la actividad del Luismiverso inspirado en "La Bikina" (parte de Mikey) y "Tengo todo excepto a ti" (parte de Sanzu).
Advertencias: Spoilers línea Bonten, sexo (leve) y drogas.
Hueso y pellejo.
Sanzu x Mikey
El ruido de golpes en la puerta lo despierta y se levanta con pereza arrastrando los pies hasta ella. Ni siquiera sabe qué hora es ni le importa, se ha acostumbrado incluso a no poder ubicarse como una insignificante consecuencia del estilo de vida que llevan, donde siempre hay nuevos vicios y excesos en los que caer.
Otro par de golpes. Aunque son fuertes (deben serlo para despertar a alguien que se traga los Xanax como grageas para el dolor de garganta) duda que sea algo grave, así que ralentiza el paso y se hace de rogar.
—¡Ya va!
Un destello de luz le abofetea al abrir la puerta y se cubre los ojos con el antebrazo.
—Joder, me va a reventar la cabeza —protesta—. ¿Qué coño quieres? Mikey sigue dormido, lo vas a despertar.
—Pues ya va siendo hora —dice Koko consultando el reloj para luego mirar de arriba abajo a Sanzu, que ha salido tal cual de la cama—. Llegó el pedido de Mitsuya—anuncia poniéndole delante un paquete—. Y joder, ya te vale, podrías ponerte algo encima. Qué asco.
—Sí, muy bien.
Sin dar ningún pie a discusión coge el paquete y le cierra la puerta en las narices. Solo le escucha decir que se den prisa, que tienen que estar listos en una hora.
Una hora sería tiempo suficiente para cualquiera, pero Mikey está muy débil últimamente y él le tiene que ayudar en todo. Vive con él e incluso duerme con él. Todos lo saben y lo aceptan, aunque Sanzu está convencido de que en cuanto diese un paso en falso, tendría a todos los miembros de Bonten como buitres esperando su oportunidad.
Por eso no se puede permitir fallar.
Sin embargo, es difícil mantener la entereza a tiempo completo cuando tienes tan cerca el objeto de tu deseo.
Tan cerca y a la vez tan lejos.
Ese pensamiento le lleva a mirar a Mikey. Sigue plácidamente dormido boca abajo. La sábana se arremolina entre sus piernas, pero deja entrever toda su espalda hasta sus hoyuelos de Venus. Es hueso y pellejo, pero aun así siente la punzada de los celos al pensar que Koko podría haber disfrutado de esa vista privilegiada que debería ser solo suya, si hubiese mirado hacia dentro.
No es ningún secreto lo que tienen, y se encarga de dejarlo claro al abrir la puerta sin pudor ninguno completamente desnudo, en una forma de marcar su territorio. Es justo en eso en lo que piensa cuando toma un batín de satén que cuelga de una silla y se lo pone antes de sentarse a abrir el paquete.
Es una caja de cartón rígido y de buena calidad que pesa bastante. Quita la tapa y en su interior están las prendas envueltas en papel de seda.
Es espectacular. Mikey,su Manjiro, su rey, estará espectacular con él. Hermoso e inalcanzable.
Se nota la mano de Mitsuya en el diseño y los acabados. La diferencia con el prototipo que un Mikey obsesionado con Izana había esbozado en uno de sus delirios no tiene comparación con el resultado.
Siempre es alguien más quien ocupa sus pensamientos. Izana, Takemichi, Draken… Hay muchos fuera de su vida con los que rellenar el vacío. La lista nunca se acaba porque cuando no queda nadie más, a Mikey ya se le ha olvidado y la empieza de nuevo.
Sanzu los escucha con resignación y solo le queda el consuelo de que al menos él no forma parte de ellos por estar en una situación privilegiada.
—Mikey, es hora de despertar —lo llama con suavidad sentado en la cama. En su regazo la casaca negra y dorada—. Mira lo que ha llegado. Tu traje. ¿Querrás ponértelo hoy para la reunión? Estarás impresionante.
El líder de Bonten se despereza al oír hablar del traje, alarga la mano hasta rozar con sus dedos los pequeños detalles dorados.
—Las manos de Mitsuya hacen arte. Se nota su toque. Pero dile a Haitani que deje de jugar con fuego o tendré que matarle.
Confirma su amenaza palpando en la almohada, bajo la cual se esconde una pistola y la katana de Haruchiyo. Alguien podría sorprenderlos mientras duermen y Mikey es una figura demasiado importante como para dejar un punto ciego sin cubrir. Lo que la gente no sabe realmente es que del Mikey que todo el mundo conoce, admira y teme solo queda una cáscara vacía, que el líder de Bonten no es más que la perla preciosa y codiciada e inofensiva a la que se accede tras superar varias barreras. Mikey ya no lucha ni dispone, es solo una figura simbólica que los mantiene unidos evitando que se arranquen el cuello unos a otros.
—¿Te preparo un baño?
—Sí, me vendrá bien.
Haruchiyo ve cómo Mikey se sienta en la cama esperando a que lo llame para bañarse. Lo ve perfilar el traje con los dedos mientras su rostro se ensombrece.
Sanzu tiene la cura para esos momentos porque no puede verle sufrir. A veces la desliza en su boca con un beso para hacerlo menos amargo y Mikey nunca rechista, solo se deja llevar a un lugar mejor, donde están todos aquellos a los que apartó de él.
Pero aún no puede darle el antídoto a sus males. Tiene que comer primero o terminará enfermando por desnutrición.
—¿Tienes hambre?
—¿Quedan taiyakis?
—Me refiero a comida de verdad.
—No tengo ganas.
—Pero tienes que comer. Y no me valen esas porquerías llenas de azúcar o perderás otro diente.
—No quiero tener que ir al dentista —protesta como un niño pequeño con un gesto de dolor al recordar su última visita. Sanzu creyó que el dentista no saldría vivo de aquello. Por suerte el hombre nunca supo que Sanzu no fue capaz de quitarle la pistola escondida en la cintura del pantalón.
—Olvídalo —Haruchiyo desiste de discutir cuando Mikey está a punto de protestar, pero le puede la pereza incluso para eso. A veces (demasiadas) no se puede razonar con Mikey y él tiene que tomar las decisiones.
Ni siquiera sabe qué hora es, pero sí sabe que son los "jefes" de Bonten y viven en un carísimo ático en el edificio de una de sus empresas tapadera, que tienen vigilancia 24 horas en la puerta de su apartamento y que si hace una llamada y pide la cosa más estrambótica que se le ocurra, tendrá a Koko movilizando a todo el mundo y recorriendo cielo y tierra para conseguirlo.
Pero por suerte, los gustos de Mikey son sencillos. Taiyakis o cualquier edición infantil de comida basura mientras traiga su juguete de regalo.
Mientras la bañera se llena llama a Kakucho (con Takeomi no se habla y Koko se ha ido cabreado) para que en la reunión tenga algo que comer y se levanta para ayudar a Mikey a bañarse, que en esos escasos minutos ha vuelto a dormitar.
—Shhh no te vuelvas a dormir ahora, nos esperan —susurra apartando con amor los mechones de su cara—. Tenemos que darnos prisa.
Seguramente no estuviera dormido, solo soñando o con la mente en algún otro lugar porque se levanta más o menos pronto y se apoya en él dejándose guiar con un brazo rodeándole la cintura. Los huesos afilados de su cadera le atormentan y a pesar de estar completamente desnudo, se niega a soltar la pistola, que deja al borde de la bañera.
Sanzu termina de ayudarle a acomodarse en el agua. Mikey cierra los ojos y, antes de que se retire, le agarra la mano.
—Ya, ya el patito de goma, voy…
—No. Báñate conmigo.
Haruchiyo duda un instante, a punto de alegar cualquier cosa a modo de excusa, pero está desnudo y sin coartada.
—Está bien —accede y se mete en la bañera disimulando las mariposas que le han generado sus palabras. Es increíble cómo después de tanto tiempo aún sigue produciendo ese efecto en él.
Se acomoda detrás de él, con la espalda apoyada en la bañera y permite que Mikey descanse sobre su pecho y coloque la cabeza en su hombro, mientras se deja rodear por sus brazos.
Es una situación idílica. Sería perfecta si Haruchiyo no supiera que Mikey no le ama. O no le ama de la manera que a él le gustaría que lo hiciera.
Con cuidado comienza a enjabonarle el cuerpo. Querría hablarle de algo que le preocupa sobre la próxima operación con el grupo de Mochi cuando empieza a notarle la respiración más acompasada junto a su oído. De todas formas, hablarle de negocios es inútil. Mikey no se entera de nada, él vive (o vegeta más bien) en su mundo, a menos revoluciones que el de los demás.
—No te duermas ahora que tenemos prisa —le advierte.
—No me estaba durmiendo —siente contra su pecho el retumbar de una risa nacerle entre las costillas y a continuación su mano huesuda cerrarse sobre la suya. Comprende que se trataba de una pícara advertencia cuando la guía desde la axila que le estaba lavando hasta su entrepierna—. Solo estoy caliente. No sé qué me diste anoche, o ayer o… cuando sea, pero todavía me dura.
—Tampoco tenemos tiempo para eso —trata de ejercer autocontrol.
No te desea a ti. Es todo mentira. No te engañes. Solo son químicos. Ilusiones.
Pero la poca cordura que le queda a Sanzu es capaz de echarla por la borda si se trata de Mikey, y no necesita más palabras para sumergirse en su cuerpo, dispuesto a ahogarse. Cierra los ojos mientras lo toma de la barbilla y lo besa profundo y lento, con la misma cadencia con la que trabaja su pene adormecido sabiendo que a pesar de todo le costará despertarlo. Las drogas son así, lo mismo les llevan de la cima al abismo, que lo mantienen duro durante horas para que luego no se le levante.
De todos modos, no le sorprende que le reclame. Desde que la razón lo abandonó, su famosa fuerza fue sustituida por armas y apenas es capaz de mantenerse vivo con las funciones básicas. Comer, dormir, follar. Como los animales. Sanzu lo sabe, es el privilegiado y elegido para estar a su lado en la miseria y darle lo que necesita cuando lo necesita. Conoce su vulnerabilidad y se encarga de mantenerlo vivo, aunque eso implique momentos como ese.
A Sanzu no le cuesta entrar en él (pero ni siquiera le extraña. Muchas veces lo hacen sin recordar nada después) y ambos terminan fundidos en el agua. Con Sanzu sabiendo que, aunque posea y venere su cuerpo, jamás tendrá su alma. Triste y desgarrador.
—Ha sido rápido —se sorprende Mikey a quien a menudo sin pastillas o afrodisíacos le cuesta llegar.
Contigo siempre es rápido. Desesperado. Me enciendes sin poder evitarlo y solo puedo pensar en poseerte de la única manera en la que puedo hacerlo.
—No deberíamos habernos entretenido. Koko nos va a regañar —desvía el tema. No quiere dejarse más en evidencia.
Se levanta de la bañera y se coloca un albornoz, invitando a Mikey a salir y envolviéndolo con una toalla. Se mantiene inmóvil y pensativo mientras Sanzu se dedica a secarlo con devoción.
Le ayuda a ponerse una muda de ropa interior y los pantalones. Son pesados, aunque no se sienten tanto como la casaca. El propio Mikey se lo hace notar encorvándose ligeramente cuando la coloca sobre sus hombros antes de ayudarle a meter los brazos.
—Haruchiyo, últimamente he estado pensando cosas. Querría preguntarte algo y que me contestes con sinceridad.
Esa frase lo paraliza un instante, obligándolo a tomar aire. En el apenas segundo que tarda en continuar, Haruchiyo se ha construido mil castillos en el aire. Se ha imaginado que le dice que lo ama.
—Sé que dije que me alejaría, pero me pregunto qué habrá sido de Kenchin, de Takemichi, de Kazutora… Si estarán bien. Si mi sacrificio sirve de algo.
Sanzu intenta tragar el nudo que tiene en la garganta y que Mikey no lo note en su voz mientras le ayuda con las mangas de la casaca.
—Draken sigue en el burdel. Takemichi se casó y tiene un hijo y Kazutora aún no ha salido de la cárcel —miente. Puede que esté poniendo un peso literal sobre sus hombros, pero su labor es precisamente lo contrario, hacerle la vida más fácil.
—Ah, pero ¿no debería haber salido ya? ¿Cómo hace dos años?
—Te has confundido, pero es normal, ya le queda poco.
La duda se esfuma ante la afirmación de Haruchiyo.
—Esto pesa demasiado, es realmente incómodo —protesta revolviéndose como el niño al que le pica la etiqueta de la ropa.
Sanzu sabe cómo crear una pantalla protectora a su alrededor en la que permanece junto a él.
—Pero te ves espectacular —dice ajustándole las solapas.
Sin soltarlas, aprovecha para atraerlo hacia sí y besarle introduciendo un pequeño regalo en su boca. Las reuniones son pesadas, cuanto menos se entere de lo que verdaderamente pasa, mejor será para él.
—Menos mal que te tengo a ti.
Con eso me basta.
N/A: Gracias por leer! Espero que os haya gustado. Comentarios son gratis y me hacen feliz
