Capítulo 3
EL Hada Perfecta
La mañana del tercer día en que comencé a escribir este diario amanecí con un sudor frío recorriéndome el cuerpo. Como esa sensación que te da cuando te vas a resfriar.
Alfur aun dormía. Supongo que las cosas que vi y que hablé en la madrugada él no pudo notarlas. Ni nadie al parecer. Quizá sea lo mejor.
Anoche fueron tan molestas, pero tan molestas las presencias y sonidos que mi furia le ganó a mi miedo. Una serie de entre sueños y las extrañas apariciones me colmaron la paciencia.
-Bien, ¡ya basta!- Dije poniéndome de pie y colocándome frente al espejo de mi tocador. Eran las tres con diez de la mañana y había decidido enfrentar a quien sea que me estuviera acechando.- Sé que están allí, abuelos, o quien sea; bien pueden verme o bien, escucharme. Déjenme en paz o díganme porque tanto misterio y sombras y demás juegos de casa embrujada.
Los cristales comenzaron a vibrar como si fueran a romperse, luego se detuvo y hubo silencio. El espejo frente a mí, el de mi tocador, se comenzó a congelar mientras sonidos de hielo resquebrajado se hacían presentes. Sinceramente a esas alturas ya no sabía si estaba soñando o qué pasaba; había decidió enfrentar todo porque era ya insoportable. Toda la noche había sentido que me tocaban y que me arrastraban hacia un lago. Luego que me dejaban caer a un gran vacío. Luego que grandes sombras se cernían sobre mí.
-Ya díganme, ¿Quiénes son y qué quieren?- dije con más valor del que realmente sentía.
-Hilda…- Sonó de pronto. Entre las escarchas del espejo podía ver una figura y a pesar de que la voz me fue familiar, no negaré que me asusté.
-¿A-abuelo?
-Si, Hilda…soy yo.
-¿Eres tú? ¿Tú has estado detrás de todo esto, todo el tiempo?
-No, Hilda, no es así. O no del todo. Al inicio si estábamos pendientes de ustedes, solo tu abuela y yo muy de vez en cuando, observándoles ser felices, ahora que les tenemos de nuevo nos da felicidad también; pero hace poco noté que otras hadas han empezado a vigilarles, específicamente a ti. Me disculpo por ello.
-Pero, ¿por qué? Déjame decirte que han sido muy poco amables. He tenido alucinaciones y malos sueños.
-Tienes toda la razón y te prometo, cariño, que no sucederá de nuevo. Gracias a que les has confrontado pudimos darnos cuenta de la gravedad de la situación, además de que logramos contactarnos y hablar. Esta charla solo se pudo dar por qué deseaste hablar con nosotros.
-Ya veo y ¿puedo hacerlo cuando yo quiera?
-No funciona así. Es algo…difícil de explicar.
-Ok, lo entiendo, abuelo. Pero, entonces, una vez que terminemos esta "llamada" ¿podré dormir en paz, por fin?
-Hablaré con las hadas del lugar. Nadie te acosará de nuevo.
-Te lo agradezco como no tienes idea. Ahora, abuelo, ya que tan convenientemente estás aquí, explícame, ¿por qué están haciendo todo esto? ¿Qué les hice yo?
-No es que no hayas hecho algo, Hilda, es solo que, muchas hadas de aquí…tienen miedo.
-No me digan, y la que tiene pesadillas con sombras tenebrosas soy yo.
-No es eso, Hilda. Es solo que hace unos días no pudimos evitar ver que, bueno, has estado investigando algunas cosas.
-Si, nuestro origen, pero pareciera que me maldijeron por ello con todo lo que ha sucedido estos días. Dime, abuelo, si no hay nada malo en nuestro origen, ¿Por qué montar todo este espectáculo de terror?
- La verdad, Hilda, es que queríamos disuadirte de que siguieras investigando, ya que tememos que mal interpretes las cosas y termines odiando a tu familia. A nosotros, las hadas. Usamos ese medio arcaico por que nos era imposible contactarte.
-Yo no los odiaría, abuelo; son mi familia. Pero tienes que aceptar que hay mucho misterio en todo esto y pareciera que están ocultando las cosas a propósito.
-Desde hace ya un par de siglos, Hilda, las historias más…penosas de las especies mágicas se han mantenido ocultas, o bien, son suavizadas para mantener la paz con los humanos. En el pasado ha habido guerras, masacres entre especies por malentendidos. Tu misma lo has vivido con aquel evento del Rey de la Montaña. Humanos y trolls vivían en conflicto por no saberse comunicar. Por malentendidos. Las viejas historias no deben popularizarse por el bien de todos.
-Ok. Entonces, eso quiere decir, que todo lo que he leído es cierto.
-Si, fue verdad, pero son leyendas en nuestra especie y son prácticas que ya no se realizan.
-Es decir que ya no secuestran niños.
-Por supuesto que no, ¿Cómo se te ocurre?
-¿Y lo de la descendencia? ¿Es cierto que no pueden tener hijos sanos, humanos y hadas?
-Esto también ya es mito: tú eres la prueba, mi querida niña.
-¿Pero, verdad que ese es el motivo por que mamá se enfermó?
-Y si, eres muy perspicaz. Ella sí tuvo el mal de ser un híbrido. Pero gracias al intercambio, logramos alejarla de esa maldición, y tú, has nacido sin ella. Eres el Hada Perfecta.
No voy a negar que allí fue donde el abuelo me ganó. Hilda, el hada perfecta. En ese momento descubrí que al final si tenía un ego. Sonreí.
-Que me apenas abuelo. No puedo ni volar.
-Yo digo que lo harás. Solo dale tiempo a tu parte de hada, corazón.
Y hasta allí, la vida pareció calmarse. Lo que mi abuelo decía tenía sentido; todo era historia vieja. En ese momento al pensarlo bien, me di cuenta de que los humanos igual tenemos historias que no queremos que se sepan. Como los campos de concentración.
-Bien abuelo, dejaré todo esto de lado. Díselo a las otras hadas para que se tranquilicen y me dejen igual en paz. Y diles que no me estén vigilando; he tenido que tapar los espejos cuando me baño, es incómodo, sabes.
-Prometo que nadie más te va a molestar.
-Te lo agradezco, abuelo. Siendo así, me voy a dormir que me caigo de sueño. Solo dime una cosa más. ¿Cuál es el pecado contra natura del que se habla en las historias?
Que me lo explicaría la tía Astrid más tarde, me dijo. Eso fue lo último antes de que despertara en la cama, ya de mañana, sintiendo el cuerpo cortado.
Sentada en el borde de mi cama observo mis pantuflas azules mientras decido que hacer. No hay que darle muchas vueltas. Devuelvo el libro y me olvido de todo este asunto.
Soy Hilda, el hada que superó la maldición.
Y hasta allí, todo estaba bien.
-¿Qué estabas haciendo qué?- Preguntó David.
-Investigaba sobre los orígenes de las hadas. Quería saber de donde proviene mi familia materna y me preocupaban algunas cosas, pero ya se acabó.
-¿Y tanto misterio por eso?- Cuestionó Frida.-Pudimos haberte ayudado, ¿sabes?
Esa mañana había salido mucho más temprano de lo normal. Ya con lo que había hablado con el abuelo Phinium sentía mucho más ligero el cuerpo, y me alegraba que no había ninguna sombra en las ventanas.
Le había comentado a mamá que tenía que ir a dejar un libro en la biblioteca antes de llegar a la escuela, así que me sirvió el desayuno en un trastecito que llevaba en un bolso pequeño.
Me cuestionó si tenía que ser a esa hora tan de mañana, pero le comenté que ya no quería tenerlo más conmigo. No dijo nada más.
Al llegar a la biblioteca, Kaisa se sorprendió.
-Tercer día seguido, ¿he? Hilda, además de que te caíste de la cama.
-Si, te traigo el libro que me prestaste, no queremos que Melinda se nos ponga violenta.- Dije colocando el tomo en el escritorio.
-De hecho, Hilda, la señora Melinda me dijo que quería hablar contigo. Que tiene más datos para compartir con respecto al tema.
-¿Sabes? Agradezco mucho su intención, Kaisa, pero ya no me interesa. Con la información que tengo ahora me es suficiente para saciar mi…cultura general.
-¿Estas segura? Me dijo que…-
-Me tengo que ir, se me hace tarde para la escuela.- Y dando media vuelta, me retire del lugar con prisa.
Volver de nuevo ese día, nunca hubiera sido mi intención.
-Ya sé que no es para tanto, Frida, pero pues, digamos que era algo personal y por eso no les comenté hasta ahora.
-Bueno, y ahora que ya estas mejor, ¿algo que declarar de tu investigación?
-Si, que soy el hada perfecta.- Dije con una enorme sonrisa.
-¡Ay! Si, pues yo soy la bruja perfecta.- Dijo Frida empujándola y riendo.
-Y yo soy…el don nadie perfecto…-
-No seas dramático.-Dijo Frida.- Tú tienes a tu Marra de la guarda que te quiere y cuida.
Y David se puso tan rojo que Frida y yo nos reímos por un buen rato.
¿Cómo que ya te devolvió el libro? ¿Por qué no la trajiste ante mí, Kaisa?
-Era muy de mañana, señora, ella tiene que ir a la escuela y fue tan rápido que no tuve oportunidad.
-Tú me metiste esta idea y ahora no me dejas así. Trae esa niña de vuelta aquí, necesito saber que tipo de criatura es. Si es un changeling, hay personas en peligro.
-No creo que Hilda sea un changeling, pero es seguro que haré que venga. Por otro lado, al final, si resulta que sí es un hada, ¿en qué nos beneficia o perjudica?
-Si es un hada, me es importante saber como se logró la hibridación. Las hadas arrastran una maldición muy fuerte desde sus orígenes imposible de anular. Así que debieron evadirla y no se me ocurre cómo.
-¿Una maldición imposible de anular? ¿Cómo es eso posible? Sobre todo, una impuesta a toda una especie completa.
-Una maldición del tipo más poderoso, Kaisa.- La bruja dio media vuelta y le dio la espalda.
-No hay bruja, mago, hechicero, druida, monje, sacerdote o chamán que pueda deshacer algo que Dios ha impuesto. Y si lo logra…
-Es…contra natura.- Murmuró Kaisa.
-¿Qué vamos a hacer, Phinium? No podemos ya vigilarla y no sabemos que cosa es lo que va a hacer ahora. ¿Qué vamos a hacer si se entera?
-Sí, vamos a seguir vigilándola, Lydia, solo debemos de ser muy, pero muy discretos. Solo yo lo haré, nade más. Ya las otras hadas que se metieron a esto fueron advertidas.
-Te dije que sería mala idea tratar de asustarla.
-En el pasado esas cosas eran super eficaces. Que iba a saber yo que en estos tiempos los niños no se asustan tan fácilmente. Solo faltó que hiciéramos sangrar las paredes.
-Yo ha su edad hubiera tirado el libro al rio a la primera señal de que los espejos me vigilaban.
-Los tiempos cambian Lydia. Pero cambiaremos con ellos. No hay manera de que Hilda sepa toda la verdad.
-Y…¿y si se lo explico, Phillium? Al final, no es tan malo. Yo soy feliz; que importa el pasado.
-Ni siquiera lo menciones, Lydia. No podemos correr el riesgo de que nos aborrezca.
La tarde de ese tercer día podía yo decir que me había divertido bastante. Después de molestar a David con el tema de su amiga la Marra, lo cual le ponía super avergonzado (Frida y yo llegamos a la conclusión que sí le gusta su antiguo bulling), jugamos quemados y algo de voleibol. Luego regresamos a las clases y el día corrió sin más problemas.
Salimos a las 2:30 de la tarde y caminábamos relajeando alegremente por la acera. Un rato más y David se despidió partiendo rumbo a su casa, me pareció curioso que Frida no se hubiese retirado aun, ya que su casa quedaba más cerca que la de David.
-Hilda, oye, fíjate que quiero comprar unas gomas de borrar de migajón; últimamente he estado haciendo dibujos y aprendiendo el uso de runas. Pero soy algo torpe y corrijo a cada rato. ¿me acompañas a comprarlos?
No tuve ninguna objeción.
Una vez en la papelería, Frida compro tres juegos de goma de migajón, unos papeles especiales de dibujo y tres lápices de esos azules sin borrador arriba. Los que traen casco metálico.
Yo miraba una ocarina de madera como la que mamá tocó ese día que, sin querer, invocó a ese horrible monstruo. Yo era malísima para tocar, eso era un hecho, así que no soñaba con invocar cosas, más bien con hacerlas huir.
-¿Nos vamos? -Dijo Frida sacándome de mis pensamientos musicales.
Al salir de la papelería, ella se detuvo en secó y luego me miró.
-Hilda, ya que estamos aquí ¿me acompañas a la biblioteca? Quiero sacar un libro de dibujo técnico para mejorar los trazos geométricos. Puede que me ayuden a no cometer tantos errores.
Y nuevamente no tuve objeción, lo único es que tendría que soportar el bulling de parte de Kaisa por estar de nuevo en la biblioteca.
Y así fue.
-Cuarta vez que estás aquí. Déjame anoto en mi libreta este récord.
-"Ja-ja" Kaisa, solo estoy aquí acompañando a mi pequeño ratón de biblioteca que quiere un libro de dibujo.
Apenas entramos, Frida se dirigió al área de artes y yo, sin más que hacer que esperar, caminé hasta donde estaba Kaisa para apresurar las burlas.
-Por cierto, que te manda saludos David, tu novio.
-Cierto, ¿Por qué ahora no lo han traído? Extraño al pequeñín. Y deja de decir eso que la gente te va a oír.
- No siempre anda con nosotras. El niño está creciendo y ahora reclama su espacio.
-¡Uy! Si, la super madura te dicen.
-Ya vez, una joven y madura.- dije con presunción y ambas reímos. Luego, Kaisa miró de un lado a otro.
-Hilda, ya que no tienes que hacer, ¿me acompañarías un rato a la parte de atrás?, quiero mostrarte algo.
-¿Sabes? En la escuela nos dicen que debemos huir de los adultos que hacen esas proposiciones.
Y Kaisa puso una cara de fastidio que no pude aguantar reírme.
-Está bien, no creo que me vayas a secuestrar, ¿verdad?.
-Para nada.-
Kaisa dio vuelta y se metió entre unas cortinas oscuras y yo le seguí sin más.
Sin embargo, al salir del otro lado, estaba en aquella sala de juicio nuevamente.
Arriba de todo, en el estrado, estaba Melinda con su cabello rojiblanco bien dividido, mirándome.
Volteé a ver a todos lado buscando a Kaisa, pero no la encontré. De alguna manera al cruzar la cortina me había trasladado a la sala de juicio. Fruncí el ceño, me di media vuelta y caminé de regreso dándole la espalda a la bruja, sin embargo, al cruzar la cortina, salí otra vez de vuelta a la sala, viendo nuevamente la sonrisa burlona de Melinda detrás del estrado.
Di media vuelta de nuevo y corrí en sentido contrario, solo para volver a salir en la misma habitación. Solté un gruñido.
-¿Me puede explicar que está pasando, señora? Quiero irme ahora.
-Tranquila, Hilda, no te enojes, por favor. Solo quiero hablar un momento.
-Si es sobre el asunto de las hadas quiero decirle que ya no me interesa saber más.
La bruja soltó una risa que reboto en las paredes, sostenía aquel extraño bastón negro con terminado de flor. La última vez no se lo había visto.
-Si, eso me dijo Kaisa. No te preocupes, no te diré nada que no quieras saber. De todas maneras, tú ya leíste el libro, lo sabes todo, ¿no es así?
-Si, y también sé que son historias antiguas que nada tienen que ver con las hadas de esta época.
-Si, de hecho, ese es el motivo por el que estamos aquí. Comprobar que las hadas no están haciendo cosas indebidas nuevamente.
La miré con seriedad, ya las conocía; estas brujas no tienen empatía alguna, solo gustan de jugar con la gente. Siento que, definitivamente, se creen superiores al resto.
La bruja desapareció en humo blanco desde atrás del estrado. Su voz se escuchó de pronto desde todas partes.
-¿Sabes? Los seres mágicos tenemos historias horribles, unos más que otros. Los humanos se aterrorizan cuando recuerdan aquellas oscuras épocas. No mentiré, a veces extraño el oscurantismo y su mística libertad para los aquelarres. - Sentí que me agarraban de los hombros. Ella estaba detrás de mí. Comencé a respirar algo agitada. Sinceramente comenzaba a asustarme su comportamiento.
-Qué quiere de mí. Ya le devolví su libro. ¿No que no quería que le molestara más?
-Bueno, si tan fácil me lo pones, solo quiero algo chiquito, pequeñito, Hilda.
-Y...¿qué puede ser?- Dije mientras me alejaba. Ella desapareció nuevamente en vapor blanco.
-Regálame una gotita, así, chiquitita, de tu sangre.
-¿De mi QUÉ?
Entonces apareció de nuevo tras de mí, me tomó de la mano y, con la otra, tomó su bastón flor, con la parte de abajo, me picó con fuerza la palma de la mano. Solté un grito muy fuerte. La sangre que salió fue recogida por el mismo bastón, cuyo filo con el que me había picado, luego se ensanchaba como una cuchara.
-¡AY! ¡Maldita sea!- Expresé cuando me soltó.
-Esa boca, niña.- Dijo la bruja que ahora estaba en una silla, detrás de su estrado. Tenía las piernas cruzadas y miraba la sangre recogida.
-¡Me las va a pagar, loca!
-Ya, deja de quejarte, mira tu palma, ya está curada. Ni el hospital de Trollberg tiene tan buen servicio.
Y era verdad, al mirar mi palma, esta estaba intacta; ni un solo corte ni manchas de sangre. Sin embargo, me dolía y mucho, sin contar el enorme coraje. Me sentía ultrajada.
-Esto es un abuso, ¿para qué quiere mi sangre? Déjeme ir ¡ahora!
-Si, si, ya vete, mocosa escandalosa. - Dijo la bruja quien, con un estilo muy elegante, se llevó la punta de su bastón, ese donde había algo de mi sangre, a su boca. Dejó que escurriera con mucha lentitud.
Yo hice una mueca (Y las hadas somos las malas).
La bruja hizo una expresión de gusto al probar, casi de placer. Como cuando se degusta una comida muy rica. Sentí asco. Hice un gesto de negación y procedí a salir con mucha prisa de ese horrendo lugar.
Ya me las iba a pagar, Kaisa. Y muy caro.
Estaba por cruzar las cortinas cuando:
-¡ALTO! – Gritó la bruja.- Espera allí, hada híbrida…
Le voltee a ver incrédula. Sus ojos se estaban comenzando a poner completamente negros.
No creo que dure más de dos capítulos más.
La verdad, detrás de la verdad.
Saludos y gracias por sus comentarios a todos.
Lobo Hibiky
