Los días largos eran, en su mente, aquellos en los que tenia tareas que hacer las cuales no le agradaban en absoluto, pero también eran días que estaban muy lejos de ser comunes. Por el contrario, la paciencia de Lincoln le hacía no pensar mucho en lo malo que solía tener un día para alguien como él. De hecho, y pese a todo, él podía decir con seguridad que a pesar de aquel evento desagradable durante su infancia tardía, su vida era bastante buena y en algunos aspectos hasta envidiable.

Pensaba en ello de regreso a su departamento, con aquella sonrisa moderada en su rostro y aquel agradable sentimiento que llenaba su pecho. Ciertamente sus padres se habían mostrado muy orgullosos de su último logro, o de la suma de ellos. Habiendo tenido problemas hace años, Lincoln abandonó la escuela secundaria a penas él inició y fue incapaz de regresar a concretar sus estudios debido a su situación. Pero años después, Anna se encargó de convencerlo para continuar.

No fue idea de ella en absoluto, ella simplemente le convenció, pues era Lincoln quien de vez en cuando hablaba sobre la escuela y su pasado con cierta amargura. Pero sobre todo con mucho arrepentimiento. Uno de los más grandes arrepentimientos era no haber terminado la escuela secundaria y mucho menos la preparatoria. Pero teniendo ya un trabajo estable y responsabilidades en el mismo, veía lejana la posibilidad de terminar aquellos estudios.

Anna se lo sugirió primero como una opción y después se encargó de convencerlo que era lo mejor para él. Y vaya que tenía razón. No tenía que asistir a clases, bastaba con recibir su material de estudio y avanzar por sí mismo para prepararse. La acreditación se la daría un examen de ciento cincuenta reactivos que se realizaba cada tres meses donde debía cubrir un año completo de estudios y, de acreditar el examen, se podría decir legalmente que cumplió con ese año escolar.

Cinco exámenes después, Lincoln al fin podía decir que tenía su certificado de secundaria y también el de preparatoria. Nunca se animó a decirle a sus padres sobre ello, tenía miedo de que al hacerlo y fallar ellos terminaran por decepcionarse de él. Una idea estúpida pues el examen podía repetirse las veces que fueran necesarias hasta que consiguiera éxito, pero cargando con tantos malos recuerdos y experiencias de su antiguo hogar, el sentía que no podía ni debía darse el lujo de decepcionar a nadie. Fue Anna y nadie más que ella quien supo de su pequeño viaje de auto realización y quien le apoyó.

Y fue hasta hace unas horas que estuvo en la casa de Anna y sus padres que decidió contárselos. Ya no había nada que temer pues su certificado estaba ya en sus manos después de un mes y medio de espera tras aquella carta que le felicitaba por acreditar su último examen. Encima pudo decir con mucho orgullo a sus padres que su logro se coronaba teniendo la anécdota de pasar cada uno de los exámenes al primer intento.

Su madre, Esther, fue muy efusiva al respecto. Siendo ya una mujer mayor la emoción de la noticia se apoderó de ella y con todo el orgullo que sentía fue incapaz de detener sus lágrimas. Lincoln siempre odió tener que ver llorar a aquella amable mujer, especialmente si era por su culpa, pero en esa ocasión era diferente, ella no lloraba lamentándose nada, lo hacía sintiéndose feliz y seguramente también realizada. Lincoln sin duda les dedicaba aquel logro a ellos y se encargó de decírselos.

Su padre, Henry, mantuvo una sonrisa constante desde que recibió la noticia y su característico buen humor se volvió algo más efusivo. No fue demasiado empalagoso, pero se encargó de expresar el orgullo que sentía por el logro de Lincoln. Sabía que pese a todo él se merecía un futuro mucho más grande de lo que él podía ofrecerle, y con aquellos estudios estaba un paso más cerca de ello.

El buen humor de ese día era bastante, la realización gigantesca, pero también la duda estaba presente. La causa de aquella duda fue una pregunta por parte de Henry, muy simple, pero muy importante: ¿Qué harás ahora?

Después de quitarse sus zapatos y desabotonar su pantalón mientras arrojaba su corbata de manera descuidada a quien sabe dónde, se sentó en su sofá y miró al techo. Aquella pregunta giraba en su cabeza sin generarle preocupación, pero si expectación. La interpretación era bastante clara, su padre quería saber si él pretendía ir a la universidad, cumplir ese sueño que cuando era más joven adquirió al ver de lo que Henry era capaz. Pero de asistir a la universidad, la consecuencia obvia era seguramente reducir su tiempo en aquel restaurante familiar que tanto representaba para ellos.

Aun con su increíble título, Henry abandonó su carrera por mantener aquel restaurante que era para él un sueño mucho mayor. Anna parecía tener ese mismo tipo de convicción que su padre pues no parecía estar interesada en ejercer su carrera por atender aquel restaurante cubriendo una variedad de áreas. Lincoln por otra parte no estaba seguro de querer hacer algo así. No se sentía tan comprometido con aquel restaurante como para dejar de lado aquel sueño algo infantil de ejercer aquella carrera que le gustaría estudiar.

Fue muy poco tiempo, no más de veinte minutos de pensar sobre ello. Ya había pensado en soluciones anteriormente, por lo que la mayoría de las contemplaciones estaban hechas. Una vez revisó en su teléfono, buscando el número de aquella universidad, no llamaría en ese mismo momento, pues era una hora bastante inconveniente, pero sería al día siguiente a primera hora que acordaría un encuentro para preparar su inscripción de ser posible. Quería estudiar y lo haría sin lugar a dudas.

A pesar del completo apoyo de su familia, Lincoln no estaba dispuesto a solo desligarse de su trabajo. No era únicamente un tema de intereses y de lealtad, después de todo debía pagar sus cuentas ya que hacia un tiempo dejó de vivir bajo el cobijo de aquellas amables personas a las que ahora llamaba padres.

Habló con la universidad en busca de opciones para personas en su situación y, de hecho, la escuela le brindó una amplia variedad. Seguramente la más cómoda seria sin lugar a dudas tomar educación a distancia pues de esa forma su presencia no era exigida dentro de la institución. Bastaba con solo entrar en una plataforma especial para estudiantes y recibir los cursos pertinentes. Muy similar a lo que hizo para terminar su secundaria y preparatoria.

Pero no se conformo con eso, quería ver que otras opciones había y tratar de hacer que sus estudios en la universidad fueran agradables y, quizá, una forma de compensar los recuerdos que fue incapaz de generar en su adolescencia.

Aconsejado por Anna, decidió escoger una retícula mixta, la mayoría de sus clases serían de manera virtual, enfocadas a la parte teórica de la carrera, mientras que la parte práctica requería de su presencia en la escuela. Lo mejor de todo es que aquellas clases presenciales eran en un horario fijo y bastante reducido. No necesitaba reducir sus horas de trabajo y las horas de estudio no parecía que le fueran a quitar horas de sueño.

Por gusto propio optó por que sus asistencias escolares fueran matutinas, haciendo de su trabajo ahora uno vespertino en su totalidad. O al menos así sería cuando las clases comenzaran, para lo que aun faltaba algo de tiempo. Estaban cerca a terminar el otoño y con ello el ciclo escolar también. Una vez iniciado enero, Lincoln podría asistir a sus clases y, con suerte, hacerse de conocidos y algún amigo en el proceso. Aunque esto último lo dudaba bastante, su edad era ya muy mayor a la media de los estudiantes así que seguramente no obtendría mucha confianza de los pocos compañeros se le dijo tendría en la escuela.

Hasta entonces Lincoln trataría de tomar turnos dobles en su trabajo, no solo intentando conseguir algo más de dinero, sino también pensando que con ello quizá llegue mas aclimatado a la fatiga que estudiar y trabajar le representarían. También compro algunos útiles escolares que pensaba podrían serle de ayuda, y lo más importante, ropa nueva, pues siendo quien era, su guardarropa era bastante limitado.

Anna, por su parte, se sentía encantada de ver al hombre que una vez consideró como su hermano menor, comportarse como un niño el día antes de navidad, era evidente que él deseaba asistir a esa escuela y poder tener algo parecido a lo que se supone debió tener en su infancia. Lincoln era el hombre que más amaba en su vida, incluso más que a su padre, y la segunda persona más importante para ella, solo después de su madre.

Con toda su disposición y cariño, se encargó de alistar a Lincoln para que el día que sus clases comenzaran, fuera el hombre más apuesto ahí y causara toda clase de envidia en los hombres y toda clase de suspiros en las mujeres. Si todo salía bien, eventualmente él le contaría que conoció a una linda chica en la universidad y a partir de ahí cualquier cosa era posible. Aunque no contaba con que Lincoln encontraría a su chica ideal a penas hubiera regresado de su primer día de clases.

—Entonces, esta chica y otros tres tipos son tus compañeros, ¿solo ustedes?— preguntó Anna, recostada sobre el sillón de Lincoln, con sus pies sobre su regazo.

—Si, ya me habían mencionado que la retícula mixta suele estar poco poblada, así que más o menos me lo esperaba— respondió el castaño.

—Bueno, es mejor así, supongo. Las clases serán más personalizadas.

—En la matricula estaban inscritos un total de trece alumnos, pero solo se presentaron ellos cuatro y yo. Puede ser que al final me quede solo en clases.

—No suena tan malo. Aunque sería mucho más aburrido así.

—Seguramente.

—Y… sobre esa chica, ¿Qué tal?

—Vamos, Anna. Tiene diecisiete años, no voy a cortejar a una niña. Aunque admito que es hermosa.

—¿Qué? ¿Por qué no planeas cortejarla? Yo tenía esa misma edad cuando me llevaste a la cama, ¿recuerdas?

—Lo recuerdo, Anna, pero tengo que recordarte que en aquella época yo tenía catorce años, quince como mucho. No hay punto de comparación entre eso y una niña de diecisiete años con un hombre de mi edad.

—Sin miedo al éxito, siempre lo he dicho. Además a esa edad seguro que ya tiene cierta experiencia encima, no creo que al coquetear con ella la termines corrompiendo.

—No lo sé. Es decir, es una chica hermosa, y también es muy amable y amigable, pero no veo forma de que ella se fije en alguien así de viejo como yo.

—¡Oye! Si tu estas viejo, ¿Qué hay de mi entonces?

—Bueno, si yo estoy viejo, tu, sin lugar a dudas, eres— Lincoln dio una pausa dramática que a pesar de durar poco, consiguió alterar a la mujer quien comenzó a empujarlo con sus pies en busca de hacerlo continuar—… eres hermosa, Anna.

—Deja de decir idioteces.

—No son idioteces, es un maldito cumplido. Tómalo y ponte feliz con él como cualquier persona normal.

—Oh, Lincoln. Me has dicho lo mismo tantas veces que no hay forma de que algo tan simple me ponga feliz— La mujer entonces acercó su rostro al de él y de manera coqueta comenzó a abrazarlo mientras manoseaba su pecho—. Pero ¿sabes que si me haría feliz?

—No estoy de humor, Anna.

—Aguafiestas… bien, al menos dime como es esa chica.

—Pues es bastante linda en realidad. Es rubia, y aunque su cabello esta algo alborotado, se ve muy bien en ella.

—Genial. Déjame adivinar, tiene el cabello largo.

—Lo tiene.

—Bien, le doy puntos extra por eso, a ti te gustan las mujeres con el cabello largo.

—Y vaya que cumple con ese fetiche, su cabello llega hasta su cintura.

—Debe ser un horror cuidar su cabello.

—Probablemente.

—¿Qué más?

—Pues, tiene esa sonrisa encantadora y usa esa bonita diadema negra para sostener su cabello. Una bonita blusa de color lila y un pantalón de mezclilla.

—¿Eso es todo?— preguntó Anna, denotando su decepción.

—Bueno, hoy fue el primer día, pase con ella a penas tres horas, además hubo más gente ahí. Solo puedo decirte que es alguien amable.

—¿Te gusta?

—Pues, no lo sé. No la conozco en absoluto, pero si tuviera que decirlo solo basándome en como se ve, si, ella es hermosa.

—Eso me basta, tienes mi permiso para hacerla tu novia.

—¿Qué? ¿Desde cuándo necesito tu permiso para tener pareja? Además, decidí asistir a la universidad para conseguir un título no para conseguir novia.

—En primer lugar, mi permiso lo necesitas desde ayer. Y punto. En segundo lugar, no veo cual sea el problema de intentar conseguirte una novia aprovechando que tienes compañeras en la universidad.

—Estoy bastante seguro que mi edad es un problema.

—La edad es solo un número, Lincoln. Además ella está bastante cerca de la mayoría de edad, si esperas lo suficiente puedes comerte el pastel sin miedo a que te reclamen.

—Si nuestra hija tuviera trece años, ¿la dejarías salir con alguien de veintitrés?

—Dependería de muchos factores, pero si fueras tu, seguramente sí.

—Olvídalo, es difícil hacerte entrar en razón y prefiero seguir viendo tus videos explicando matemáticas raras.

Las voces de ambos se silenciaron mientras el video en la pantalla frente a ellos avanzaba, dejando atrás aquella conversación. Al menos hasta que Anna, bajo una curiosidad moderada, decidió preguntar algo.

—Esa chica, ¿Cómo se llama?

El silencio de Lincoln obligó a Anna a voltearlo a ver, no entendiendo porque de pronto no quería responder. Él tenía el rostro completamente rojo y se le veía bastante incomodo ante la pregunta, pero ella no continuó, solo se mantuvo viendo a los ojos al castaño, sabía que haciendo eso el terminaría por responder y seguramente por explicar la razón de su incomodidad también.

—Pues— Lincoln dio un pesado suspiro mientras se encogía de hombros, tratando de minimizar lo que diría—… se llama Lily.