Antes que nada, buen día tarde o noche a quien sea que lea esto.

Me permito decir que complicado es tener más de una historia en publicación. En serio no entiendo como hay algunos usuarios que tienen hasta tres o cuatro al mismo tiempo y con una publicación constante. Aunque no me gusta la idea, seguramente esta historia termine por reducir bastante la cantidad de los capítulos que publico, pues retomar mi historia principal me esta absorbiendo mucho mas de lo que esperaba.


Bastante fastidiado por la tarde de trabajo, Lincoln al fin podía salir del restaurante, habiendo dejado ya todos aquellos pendientes que le correspondían solventar dado su puesto de trabajo. Aquel día estaba solo acompañado de los conserjes que limpiaban al final de la noche, pues como era normal el resto de empleados se habían ido ya hace varios minutos. Lamentablemente esa noche aquel par de conserjes tuvieron a bien cometer un pequeño error, por lo que salían mucho más tarde del edificio.

Anna no estaba ahí esa noche ya que había tomado el turno matutino desde que la semana inició, aunque no podía culparla por eso, ella pasaba más tiempo del recomendado dentro de ese restaurante, trabajando como esclava. Daba igual si aquello lo hacía por gusto, lo cierto es que exigirse tanto a si misma terminaba por traerle varios problemas, como el cansancio, o el más notable de todos, aquellas oscuras ojeras bajo sus ojos, las cuales de hecho llegaban a tener cierto atractivo.

Joseph, por otro lado, era alguien joven aún, por lo que pese a ser la persona más capacitada de entre todos sus compañeros para cumplir la función de su mano derecha, en realidad aún tenía ciertos comportamientos desganados e impulsivos. Y su paciencia no le permitía darse el tiempo de salir tarde, por poco que fuera, no importaba si Lincoln lo invitaba a quedarse con él un rato mas, él no lo haría, saldría disparado hacia su hogar en cuanto la hora de salida establecida en su contrato llegaba.

En el caso de Lily, era agradable estar ligado a compartir muchos momentos con ella después del trabajo, pues de alguna manera que no terminaba de entender, terminó convirtiéndose en el transporte personal de la chica tanto para llegar al trabajo como para retirarse del mismo. Aquello no le molestaba en lo absoluto, aunque si le parecía algo extraño tener que llegar al trabajo en auto, siendo que él en realidad vive a un par de pasos del restaurante. Pero era algo que Anna le pidió, así que no podía negarse aún si quisiera.

Terminando de acomodar aquella oficina, Lincoln se dirigió al fin a la salida, dejando atrás únicamente las luces de los pasillos encendidas, pero notando junto a la puerta que daba al callejón, aquella luz roja encendida. Era el sistema de alerta, y no era uno que avisaba sobre un robo o algo parecido, era simplemente uno que avisaba si la cámara que estaba afuera detectaba movimiento.

Aquella cámara enfocaba desde afuera del edificio a la puerta que daba acceso a todos los empleados, la cual estaba situada en aquel callejón que pertenecía al restaurante. Estaba conectada a un monitor que mostraba todo dentro del edificio, junto a la puerta, casi a la altura del techo, y tenía también un sensor de movimiento, el cual encendía una pequeña luz de color rojo cuando detectaba algo y que estaba ubicada justo al lado de la palanca que funcionaba como perilla.

Por su seguridad, Lincoln volteó hacia arriba, donde el monitor le mostraría aquello que se movía afuera y activaba el sensor. Esperaba ver algún gato o algo parecido como era normal que pasara, pues en todo el tiempo que llevaba trabajando ahí, nunca nadie de los empleados había sido víctima de algún asalto o agresión en aquel callejón. No solo por tener aquella cámara sino por estar también muy iluminado la mayor parte del tiempo.

Pero del otro lado no estaba ningún gato, o algún otro animal, la cámara, que gracias al ángulo permitía ver no solo la puerta de salida sino también el fondo del callejón, donde se encontraba el contenedor de basura y algunas cajas apiladas de desechos, le mostró a una persona. Era un hombre al que Lincoln no pudo calcularle una edad debido a que estaba dando la espalda a la cámara mientras parecía estar hurgando dentro del contenedor de basura.

Su corazón se estrujo ante lo que veía, le hizo sentir tanta empatía que de inmediato salió por aquella puerta, pero siendo tan cuidadoso como para hacerlo llevando consigo sus llaves, con las cuales cerraría la puerta al estar en el callejón.

—Oye, viejo, no quiero problemas, solo estoy buscando algo de comer— aclaró aquel hombre cuando vio salir a Lincoln de aquella puerta y después mantenerse firme frente a él, sin saber si le juzgaba o solo le advertía con su mirada que se fuera—.

—No vas a encontrar nada ahí— respondió Lincoln, haciendo notar en su voz el nudo que sentía en su garganta en ese momento.

—Vamos, viejo, esto es un restaurante. Estoy seguro que alguna sobra debe de estar en el contenedor, en serio necesito la comida, tomaré algo que esté en condiciones y me voy— Lincoln no cambio su postura ni su expresión, tampoco agregó palabras, se mantuvo ahí—. En serio no quiero problemas, viejo— continuó el sujeto, dando un par de pasos hacia atrás, sintiéndose algo intimidado por lo que sucedía, temía que aquel tipo le intentara hacer algo—. Tengo una hija y una esposa, viejo. Solo busco algo para alimentarlas, no me hagas daño.

—No vas a encontrar nada comestible en ese contenedor— afirmó Lincoln, dejando en el suelo su mochila y llevando su mano dentro de la misma en busca de algo—, todas las sobras del restaurante son trituradas y recogidas más temprano, las usan para hacer composta o algo así— hurgando en la billetera que sacó de su mochila, Lincoln buscaba algo de dinero—, y no soy un viejo, puedo apostar a que soy más joven que tu.

—Lo siento, viejo. Es solo una expresión, es obvio que no eres alguien anciano.

—Toma esto— continuó, estirando su mano hasta el sujeto para ofrecerle aquel billete—, no sé si lo que dices es verdad, pero si realmente tienes una hija deberías buscar otra forma de alimentarla, no es sano que le des comida sacada de un contenedor de basura.

—¡No es tan fácil, idiota!

Aquel sujeto tomó de mala gana el billete que Lincoln le ofreció y salió corriendo con un rostro molesto, seguramente se tomo personal aquello que él trató de decir, pese a no decirlo a la ligera. Lincoln, mejor que la gran mayoría de personas, sabía lo difícil que era vivir en aquel tipo de situación y sobre todo lo complicado que era salir de la misma.

Sintiendo que el nudo que tenía en su garganta y le dificultaba hablar había bajado hasta la boca de su estomago, Lincoln regreso a casa con prisa, sentía que su estomago se había comprimido tanto que en cualquier momento terminaría por vomitar todo lo que tenia dentro, incluido su jugo gástrico.

Cerró la puerta de su departamento tras de sí y sin ningún tipo de cuidado, lanzó su mochila al sofá, mientras retiraba sus zapatos a cada paso que daba y sintiéndose sin el ánimo necesario para llegar hasta su habitación, se sentó en el comedor. Lamentaba haberle dado aquel billete al tipo ese, el cual para colmo no tuvo siquiera la decencia de agradecerle. Fueron cien dólares, una cantidad que él no podía permitirse regalar a nadie, ni siquiera prestar, por haber hecho eso había descompletado el pago del departamento. Había sido un idiota.

Pero no pudo evitarlo, ver aquel hombre le recordó cosas que le hicieron sentir mucha empatía por su situación, en especial sabiendo que una pequeña estaba ligada también a esa forma de vida. Era una porquería que existiera gente que viva en esas condiciones por culpa de la forma en que la sociedad funcionaba, pero era aun peor que un niño deba pasar una situación así. Esperaba que esos cien dólares ayuden a ese hombre a darle una buena comida a su hija al menos un par de días, sabía que no le durarían mucho después de todo.

Mirando el techo de su habitación, Lincoln recordó aquel callejón, anteriormente se veía un poco diferente pues el contenedor de basura no estaba centrado al fondo del callejón, como ahora lo hacía. En aquella época el contenedor estaba pegado a la pared, junto a la puerta, y frente al mismo es que se apilaban las cajas con basura sólida y algunos reciclables. A pesar de ser un restaurante, ese callejón estaba siempre bastante limpio y poco rastro de olores podía percibirse, mucho menos de desechos desagradables en el piso.

Recordó con una fuerte nostalgia como es que él pudo dormir tranquilo en ese lugar por tres noches seguidas antes de que lo descubrieran. Era un lugar frio, y las luces del lugar, permanentemente encendidas, hacían que fuera difícil conciliar el sueño, pero durmiendo ahí estaba lejos del resto de vagabundos del centro de la ciudad. Y aunque no se enorgullecía por aquel acto, siempre que tenía hambre podía hurgar en el contenedor de basura, topándose de vez en cuando con algo comestible.

A esas alturas había pasado ya un año completo, o seguramente más tiempo, desde que decidió escapar… sin dinero, ni tampoco una idea clara de que hacer con su vida, la indigencia era lo único que le esperaba a Lincoln, viviendo de algunas limosnas que conseguía después de ser humillado por las personas que si tenían una vida decente. Teniendo que despojarse de su orgullo y decencia para sobrevivir. Afortunadamente nunca llego a estar tan desesperado como para robar a alguien, era algo que seguramente jamás se perdonaría de haberlo hecho.

Después de suspirar con molestia y secar algunas lagrimas de sus ojos, Lincoln se recostó sobre el lado izquierdo de su cuerpo, comenzando a cantar algo en su mente para tratar de alejar los recuerdos de la misma. No quería seguir recordando aquello, le ponía de mal humor hacerlo. Y pese a que al final todo resulto bien para él, no podía decir que aquella época de su vida fuera un recuerdo al que le tenga aprecio.