¿Qué clase de situación era esa? ¿Es algo normal que algo así ocurra entre los compañeros de trabajo? Cuando le dijeron sobre eso ella pensó en algo muy diferente, o al menos en algo mucho menos tranquilo. Después de todo lo que había sucedido en aquel club nocturno distanciaba mucho de lo que sucedía ahora en la sala de aquella casa. ¿Aún eran las mismas personas? Por lo menos la señora Leonore si, pero el resto no lo parecían. De estar bailando mientras restregaban sus cuerpos entre sí, pasaron a cantar como locas en el auto y ahora estaban todas tranquilas, era tan sui géneris.

No es que le molestara, al contrario, le gustaba mucho ese ambiente, era mucho más cercano a lo que ella esperaba de una reunión, algo tranquilo en donde todas simplemente hablaran de cosas sin importancia o incluso personales, pero que no lleven a un ambiente ruidoso y movido. Y pese a que la mayoría de lo que se estaba hablando eran cosas de las que Lily no tenía mucho que aportar, se entretenía escuchando. Especialmente cundo la conversación terminó de manera inevitable en un tema que para Lily era tan interesante y también tan ajeno.

—No puedo creerlo— Paris, con cierta curiosidad, negaba lo que su compañera compartía con ellas en ese momento.

—Se los juro— convencida, Emma defendía sus palabras—, Julio tiene una ojiva nuclear entre las piernas. Esa cosa era enorme, la más grande que haya visto en persona. Fue una lástima que fuera tan malo en la cama.

—¿De dónde es Julio?

—¿No es mexicano?

—Es de Ecuador— respondió con calma la jefa de todas las presentes—, Jaime, Luis y Rosa son los mexicanos, y Jorge es venezolano.

—Da igual de donde sea— afirmó Emma—, de nada le sirve tener ese calibre entre las piernas si no sabe cómo aprovecharlo. En el trabajo sin duda los mejores en la cama son Luis, Paul y Lincoln.

Lily sintió como se quedaba sin aire de un segundo a otro, y la sorpresa que tuvo no pasó desapercibida, causando risillas tanto en Emma como en Nancy.

—¿Luis es bueno en la cama?— con sorpresa, Anna preguntó a la chica castaña— supongo que es verdad cuando dicen que "Caras vemos, más abajo no sabemos".

Todas rieron al escuchar aquello, y Lily, pese a mostrarse aun cohibida, no pudo evitar reír también con aquel comentario. Estaba muy sorprendida de que dentro del trabajo hubiera tantas interacciones de ese tipo entre sus compañeros sin que ella estuviera enterada. Tal parece que la vida real no es tan romántica como en los libros o comics que leía, ni tampoco tan simplona y complicada como en las novelas que sus hermanas veían.

—¿Qué hay de usted, señora Leonore? Sabemos que decidió no casarse de nuevo, pero, ¿nunca tuvo nada de acción después de eso?

—Claro que lo hice, tengo necesidades también— respondió ella, riendo suavemente y haciendo que la mente de Lily explotara por completo.

—¡Cuéntenos!— con fuerza, Emma exclamó aquello, siendo la más interesada, pues de todas, era ella la que sin lugar a dudas más experiencia y anécdotas tenia relacionadas con el sexo.

—Pues, cuando mi esposo murió no pensé en eso por mucho tiempo, y mi mente estuvo ocupada con Marely— Paris, Nancy y Emma soltaron un suspiro de enamoradas al recordar a la hija de Leonore, recordando como muy de vez en cuando visitaba el restaurante—, pero comencé a tener esa idea en la cabeza un poco después de entrar a trabajar al restaurante.

—¿Conoció a alguien?— mientras Anna parecía sonreír más ampliamente al escuchar a Leonore, Nancy y Paris preguntaron aquello al unisonó.

—Les advierto que no les daré detalles si eso es lo que quieren— con firmeza, pero manteniendo su sonrisa en su rostro, Leonore declaró—, pero si, y como se imaginan fue alguien del restaurante…

—¡Fue el señor Henry!— gritó con sorpresa Emma, dando por sentado que la suposición que hizo era correcta.

—¡Por supuesto que no!— mostrándose indignada, Leonore le dedicó una mirada molesta a la joven de cabello castaño, mientras cerca de ellas Anna explotaba en una risa escandalosa— Jamás haría algo tan deshonesto como involucrarme con alguien casado. ¿Qué clase de mujer crees que soy, Emma?

Sintiéndose regañada y muy avergonzada, la castaña tomó asiento y encogió su cuerpo esperando que la señora Leonore no guardara rencor hacia ella por la tremenda tontería que le dijo.

—Lo lamento, señora Leonore, es solo que sigo estando algo ebria. Por favor discúlpeme.

—No vuelvas a ser una insolente y listo. Pero recordaré tu boca floja, jovencita. Ya no estoy más de humor para hablar sobre eso, que alguien más lo haga.

Con alegría, todas las presentes vieron aquella sonrisa picara en el rostro de Leonore, y entendieron de eso que uso esa discusión solo para zafarse de lo que hacía, dándole ahora la responsabilidad a alguien más. Aunque por un momento se asustaron, todas se vieron alegres de ver cómo es que Leonore seguía siendo tan amable como para no tomarse personal algo así, pese a darse el lujo de fingir que sí.

—¿Qué hay de ti, Paris?— preguntó Anna, sirviendo en su vaso algo más de bebida.

—Ya sé que piensan que por mi aspecto y por la forma en que actúo soy una promiscua, pero les aseguro que no. Solo he tenido tres parejas en toda mi vida. Y tampoco es que haya intentado nada especial en la cama con ninguno de ellos, no soy muy buena en la intimidad, y mis parejas tampoco lo han sido.

—No engañas a nadie…

Tras lo dicho por Emma, la mayoría de las mujeres rió con fuerza, en particular aquellas que con complicidad esperaban también por su turno para hablar sobre sus anécdotas.

—Bien— tras un bufido desganado y también fingido, Paris continuó—, si he tenido muchas parejas, pero no sé qué es lo que quieran escuchar exactamente.

—Dinos tu pareja más culposa.

—Pues… he estado con muchos hombres que podría decir fueron gustos culposos, pero si tuviera que elegir al más escandaloso de todos, seria a Jessie— hizo una pausa dramática que hizo desesperar rápidamente a todas las presentes, antes de continuar—… él es mi primo.

—¿Te acostaste con tu primo?— aquella pregunta fue hecha mientras Leonore mostraba en su rostro una mezcla extraña entre sorpresa y asco— ¿Cómo fue eso?

—En una reunión familiar. Fue en una navidad. No hay mucho que decir, él es más joven y pensé que sería divertido provocarlo, pero al final se me salió de control todo. Después de eso lo volvimos a hacer otras cuatro veces antes de que nos fuéramos de la casa familiar.

—No lo quiero creer, la juventud hoy en día es bastante… desinhibida.

Aunque la consternación en Leonore parecía completamente genuina, el resto de mujeres frente a ella rieron por lo que dijo.

—¿Qué hay de ti, Nancy?

—Pues, yo no he tenido nunca una aventura, y tampoco he tenido parejas de sexo casual. Solo he tenido a mi ex novio.

—¿Llegaron a hacer algo?— preguntó con interés Emma, tomando algunos cacahuates del tazón al centro de la mesa de centro.

—Pues sí, pero no sé si quiera hablar de eso, es algo, ¿desagradable?

—Oh, Nancy, ahora estas obligada a decirnos que es eso desagradable, te guste o no.

—Pero, no quiero que se sientan incomodas, o que sientan en verdad asco.

—Ya nos ocuparemos nosotras del asco que nos dé, es tu turno de decir algo, así que dilo— Anna se vio muy segura al decir aquello.

—Pues, mi ex novio estaba algo obsesionado con mi trasero…

—¿Eso es todo?— preguntó con molestia Emma.

—Vamos, Nancy, a todos los hombres les gusta un buen trasero firme o pechos grandes, es normal que te toquen el trasero o que incluso lo estrujen o restrieguen su rostro ahí— dijo Paris, de manera algo despectiva.

—No, lo entendieron mal, cuando me refiero a mi trasero, hablo de, ya saben, la puerta trasera…

Tanto Emma como Paris hicieron sus cuerpos hacia atrás y arrugaron sus rostros mientras coreaban en un canon perfecto un "Puaj, eso es asqueroso", mientras Anna dejaba caer las comisuras de sus labios mostrando cierta incredulidad en su rostro y tanto la mas mayor presente como la más menor parecían asustadas con lo que escucharon.

—¿Tuviste sexo anal?— con su rostro aún arrugado en una mueca de asco, fue Emma quien se lo preguntó.

—No exactamente. A él solo le gustaba… lamer.

El coro de disgusto de Emma y Paris resonó una vez más en las paredes de aquella habitación, mientras Anna parecía divertirse con las reacciones que veía. No prestaba atención a las dos mujeres que pese a decirse a sí mismas unas muy experimentadas, se acongojaban ante lo que Nancy decía, en su lugar veía el horrorizado rostro de Leonore y Lily, quienes parecían tratar de entender cómo es que eso era posible, o quizá imaginándose alguna escena sobre eso.

—¿Qué hay de ti, Lily?— de manera instigadora, Anna consiguió la atención de todas las presentes, y la colocó sobre la más joven de las presentes— ¿Alguna cosa que quieras compartir?

—¡No! Yo no, que alguien más lo haga.

—Vamos, a tu edad el sexo es súper pasional, cualquier cosa que nos cuentes será o muy adorable o muy romántica.

—Vamos, Lily— le animó Emma—, sácanos de la mente esa imagen que Nancy nos dio.

—Yo no tengo anécdotas. No me miren a mí, que alguien más lo haga.

—Un momento, ¿Qué quieres decir con que no tienes anécdotas?— Anna se vio muy interesada en la respuesta de la pequeña rubia.

—Yo nunca he tenido sexo— respondió, teniendo ahora su rostro completamente rojo y sus manos tan temblorosas que estuvo a punto de soltar su vaso.

—Un momento— esta vez, fue Paris quien tomó la palabra, mirando con suspicacia el rostro de Emma y poniéndose de pie tras recordar algo dicho más temprano en la conversación—, ¿Cómo sabes que el señor Lincoln es bueno en la cama?