Al despertar pudo sentir sus pies fríos debido a que, en algún punto mientras dormía, debió despojarse de la delgada sábana con la que cubría su desnudes. La noche anterior pudo darse una ducha rápida antes de recostarse para no sentir su cuerpo sudado sobre las sábanas, y pese a no sentir aquellas sábanas realmente sucias, recordó que pese a su ducha nocturna olvidó cambiar la ropa de cama, así que de cierta forma igual durmió sobre su sudor.

No era para tanto de todas formas, siendo muy técnicos al respecto, el simple acto de dormir causaba que las personas sudaran en días calurosos como ese… aunque esa noche en particular fue bastante fresca. El punto es que despertó de muy buen humor, incluso podía sentir su cuerpo ligero, no era para menos tomando en cuenta que liberó muchas tensiones la noche anterior.

Estiró su cuerpo al máximo, llevando al límite sus extremidades, aprovechando que su acompañante parecía haber despertado antes y salido de la cama, o de la habitación en realidad, pues no podía oír ruido desde el baño. Seguramente el estaría en la cocina tomando un café o quizá en la sala viendo la televisión. Al menos sabía que él no estaba en el baño defecando, pues por alguna razón él tenía la costumbre de hacer aquello viendo videos en su teléfono a muy alto volumen.

Con una risilla nerviosa expresó la vergüenza que sintió al recordar las cosas alocadas que llegó a hacer con él en el pasado, en ese momento en específico recordó como de insistente fue para compartir el baño con él mientras defecaba. Solía ser una chica muy rara, y no es que le gustara el aroma de aquel desecho, tampoco que le gustara verlo, pues no quiso verlo, ella solo quería ver a su chico en una situación muy íntima, tanto como lo era defecar, pues en su entonces retorcida mente, eso significaba que se estaban vulnerando y entregando por completo el uno al otro.

Volvió a soltar una risilla nerviosa mientras se ponía de pie y se dirigía al baño con la intención de darse una ducha matutina antes de ir a desayunar, esta vez recordando el tipo de peticiones que solía hacerle a su chico. Vaya que era una persona horrible por obligarle a hacer cosas tan… peculiares. Pero aun así no se arrepentía, hicieron cosas tan íntimas entre ellos que no había forma de que alguien más que su chico pudiera entenderla a estas alturas. La mejor muestra de ello era la excelente noche que pasó ayer en su compañía, ya que después de tantos años y tantas memorias, él conocía cada rincón de ella a la perfección.

En realidad ella no necesitaba de él para sentir placer, podía conseguirlo por sí misma, pero la interacción tan íntima con él en aquellos encuentros era insuperable. La textura de sus labios, el sabor de su aliento, la temperatura de su piel, su mirada intensa, todo de él en esos momentos pasionales era tan diferente de como normalmente lucia que la emocionaban mucho.

Trató de disfrutar sus recuerdos de ese encuentro carnal mientras se duchaba, pero recordar cómo empezó esa noche le causó algo de remordimiento.

Ahora fresca y aseada, tomó un conjunto de ropa interior y después se cubrió con una camisa vieja y holgada que cubría el también viejo y holgado short que se puso. Recogió se cabello en una cola de caballo totalmente desprolija ya que no estaba dispuesta a dar el menor de los reparos a su apariencia, no por ahora, después de todo él la ha visto en sus peores momentos y la conoce por completo, jamás se alejaría por verla sin maquillaje y usando un peinado poco común en ella.

—¿A qué hora despertaste?— le preguntó ella al verlo en la mesa del comedor revisando su teléfono mientras bebía de su tasa lo que fácilmente podía intuir era café.

—No sé, fue hace una hora o un poco más.

—Debiste despertarme.

—Nah. Hoy tienes el día libre, está bien si duermes hasta la tarde. Deberías descansar para variar, si no lo haces esas ojeras jamás van a desaparecer.

—Insisto, dijiste que te gustaban.

—No lo voy a negar, pero no puede ser saludable que tengas algo así en el rostro de forma permanente, demuestra que estas fatigada. Deberías cuidarte mejor.

—Lo intento— comentó ella, terminando de servir algo de café en su propia taza y sentándose justo al lado de él y usándolo de apoyo—, te juro que lo intento, pero siempre termino así. De todas formas no planeo casarme ni tener hijos jamás, da igual como me vea o si no me cuido bien, basta con que de el mínimo en el trabajo, ¿no lo crees?

A medio sorbo en su tasa, él solo volteo a verla de reojo tras escucharla decir eso, dejando incluso de scrollear en su teléfono. Trató de hacer de aquella mirada una que insinuara cierto reproche, pero ella le devolvió una mirada de cachorro, así que antes de conmoverse prefirió seguir con lo suyo.

»O podrías mudarte aquí— continuó ella—, ya sabes, podríamos repartirnos las tareas del hogar y eso nos daría más tiempo. Además seria más económico el tema de los servicios públicos. Como en los viejos tiempos, los dos juntos, a veces yo me escabullo a tu habitación para hacer cosas, y a veces lo haces tú.

Él no respondió, simplemente volvió a verla de reojo a medio sorbo en su tasa, esta vez mostrando una sonrisa socarrona que la divirtió bastante y de alguna manera la hizo darse cuenta de que olvidó su teléfono en la habitación.

—Aprecio la invitación— le respondió—, pero por ahora estoy bien viviendo solo. Y aunque me gustaría pensar que viviendo juntos descansarías más gracias a que estaría ahí para ayudarte, lo más seguro es que yo descanse menos gracias a que tu estarás ahí para atacarme.

—Me haces sonar como una ninfómana.

—No es que estés muy lejos de esa definición.

—¿Acaso está mal que una mujer joven como yo tenga un gran apetito sexual?

—No lo creo, si acaso me sorprende que tengas tantísima estamina para esa actividad en particular. ¿Por qué no tienes la misma condición física para hacer ejercicios?

—Jamás pensé en ello, y francamente no creo que sea relevante. Mientras pueda revolcarte en la cama de vez en cuando me basta. Aunque tú no te quedas atrás, especialmente ayer, se notaba que tenías ganas acumuladas.

—¿Tu crees?

—No lo creo, lo sé. Incluso puedo decirte sin miedo a equivocarme que te provocó esas ganas…

Mientras él perdía la sonrisa socarrona de su rostro, ella conseguía una picara ante lo dicho, levantando suavemente su ceja izquierda para acentuar su expresión. Notó su incomodidad y eso la divirtió bastante, no era algo de lo que debía enorgullecerse, pero molestarlo le fascinaba de una forma poco saludable, incluso podría decirse que lastimarlo era lo que más le gustaba, aunque lo quería lo suficiente para no ser tan hostil.

—Y… según tú, ¿Qué me provocó esas ansias?

—¡Oh! ¡Vamos, Lincoln! Pasaste toda la tarde comiéndote a Lily con la mirada, no pretendas que no fue así. Hasta yo me sorprendí de como se veía ayer, toda arreglada y toda linda. Y la forma en que se te insinuaba…

—Ella no se estaba insinuando.

—Solo admítelo, Lincoln, en este punto a ella solo le falta lanzar su ropa interior directo a tu cara para que lo notes.

—Ella no es así…

—Es solo una expresión, idiota. Mira, entiendo que esa niña te guste, y también entiendo que la veas de una forma especial y todo eso, pero me parece que la forma en que la tratas está siendo bastante grosera.

—¿Grosera? ¿De qué forma?

—La pobre está haciendo un intento por llamar tu atención, y aunque admito que es bastante infantil en sus formas, es evidente cual es su intención. Todas esas cosas que me has comentado sobre cómo te trata cuando están en la universidad, o las cosas que hace en el trabajo, incluso se vistió hermosa ayer para salir con nosotros. ¿Viste lo decepcionada que se vio cuando notó mi presencia? ¿Por qué no le dijiste que yo estaría ahí también? Seguro ella pensó que era una cita entre ustedes o algo así.

—No lo creo, ella solo me ve como un hermano…

—Ah… eres insufrible a veces— dijo ella después de un largo y molesto suspiro, poniéndose de pie y caminando hasta la sala de su casa—, ¿en verdad crees eso? ¿En serio eres tan estúpido, Lincoln?

Él solo desvió la mirada mientras caminaba detrás de ella con la intención de sentarse a su lado. Aunque fue un ataque directo y algo brusco, Lincoln no tenía idea de cómo defender su postura ante lo dicho.

»Se sincero, Lincoln. La única razón por la que regresaste ayer aquí a revolcarte conmigo fue por como ella se te insinuaba y seguramente algo pasó cuando la llevaste a su casa.

—No lo digas de esa forma, suena vulgar.

—Bueno, Lincoln, algunas de las cosas que hicimos ayer seguro que son catalogadas como vulgaridades por la mayoría de personas.

—Solo no lo digas de esa forma, cuida tu lenguaje.

—Esa niña, mires por donde la mires, es una niña, ¿cierto?

—¿Qué quieres decir?

—Su apariencia, sus comportamientos, y la evidente inexperiencia que tiene. Puedo apostarte la cantidad que digas; menor a quince dólares, a que le pidió ayuda a alguien para tratar de conquistarte y por eso está haciendo todas esas cosas tan fuera de su carácter. Pero también es evidente, mires por donde lo mires, que lo hace para tratar de coquetear contigo. Y francamente se te nota a ti también el interés que tienes por ella.

—Pero…

—No vuelvas a usar la excusa de que se llama y se ve como tu hermana, has estado usando esa frase para esconderte desde hace mucho, pero ambos sabemos que no es el caso. Admito que si la comparo con la chica gimnasta, Lily realmente se parece a tus hermanas, pero no es una de ellas. Y es bellísima, además, ¿la viste bien ayer? Rayos, como puede ser que escondiera tan bien esos atributos sin que los notara antes, apuesto que por eso Joseph no deja de verle los pechos. No me sorprende que ayer terminaras tan agitado, puedo apostar a que la imaginabas a ella mientras me embestías.

—¡Anna! ¿Por qué debes hablar de esa forma? Jamás haría algo así, sabes que te quiero, y ella es una niña.

—No lo es, es mayor de edad…

—Aún no, ella sigue teniendo diecisiete años.

—¿Qué…?— preguntó incrédula, pues juraba y perjuraba que Lily era ya mayor de edad.

—Ella cumple la mayoría de edad hasta finales de noviembre.