ADVERTENCIA: Acoso, Abuso, Referencias sexuales.
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Siempre elijo a los nuevos para reconfortarlos.
Su vida cambia abruptamente desde que llegan a este horrible lugar.
Ojalá pudiera ayudarlos de otra manera.
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Transcurridas 2 horas, el viaje finalizó. En ese tiempo, el caballero de ojos azules aprovechó para revisar mejor la mercancía en sus brazos. Sin dejar de prestar atención al camino y sosteniendo las correas con su mano izquierda, metía su mano derecha en el interior de las ropas de Sasuke, comprobando lo bien formado que estaban su torso y sus brazos.
Era campesino después de todo, al igual que los otros que ya estuvieron antes en su lugar. Incluso trató de besarlo en los labios para probarlo, pero él no se dejó, dándole un buen cabezazo en su frente que lo forzó a detenerse. Sus hombres, siguiéndolos a unos metros, sonrieron al ver como bajaba del caballo y sacaba, de la bolsa que llevaba atada a la montura, un pedazo de tela y otra cuerda.
Con el pedazo de tela, amordazó al muchacho y con la cuerda, ató sus tobillos, evitando que le diera alguna patada si volvía a ponerse rebelde. Subió a la montura y siguieron su camino. Continuó aprovechando el tiempo que les quedaba juntos para hacerle otras cosas obscenas. Desde lamerle y morderle el cuello y las orejas, hasta pasar sus dedos enguantados en sus piernas.
Sasuke lo miraba con odio, se quejaba y hasta trataba de saltar para caerse del caballo.Mejor herido en el camino que seguir soportando a un pervertido.Por desgracia, el hombre rubio lo tenía bien sujeto, pasando su mano izquierda por última vez debajo de su entrepierna, haciéndolo retorcerse y gritar furioso, mientras, a lo lejos, se asomaban las inmensas montañas negras; cubiertas de nieve, del reino de Tsukuyomi.
Ya en la entrada de un lugar escondido, el grupo de caballeros fue recibido por dos guardias. Sasuke los vio horrorizado.Llegaron al Refugio de "Los carniceros". Un clan que comercializaba con humanos, vendiéndolos al mejor postor para diferentes fines. Se caracterizan por cubrir sus cabezas con máscara blancas con huecos negros cubriendo sus ojos y vestir pieles de animales, como osos o lobos.
Sonriendo divertido, el guardia de ojos azules lo tiró al suelo. Y acompañado por las risotadas de sus subordinados, jaló las correas de su caballo negro con ambas manos y le ordenó darse la vuelta. Los otros lo siguieron, exclamando "buena suerte" o "hasta la vista, idiota".
Sasuke se quejó por el dolor de la caída, siendo tomado y llevado en el hombro de uno de los guardias; como un costal de patatas, hacia el interior del refugio. Con su pecho golpeándose a cada rato con la espalda del sujeto fornido que lo llevaba, volteó de un lado a otro, estando de cabeza. Se hallaban en un oscuro túnel con paredes de piedra.
Pasando la segunda entrada al final; una cortina de tela vieja y sucia, con un pequeño agujero, observó sorprendido la cantidad de jóvenes que tenían encerrados en celdas diferentes. Las paredes también estaban hechas con rocas oscuras. Los barrotes eran negros.
En el interior, había camas; con cabeceros y bases metálicas, colchones y almohadas viejas. No disponían de nada para cubrirse. También tenían inodoros, lavamanos y un divisor de habitación con estampados diferentes para dar privacidad.
La mayoría de los prisioneros eranchicos como él. Apuestos, de entre 16 y 18 años.
De pronto, fue lanzado de nuevo por los aires, aterrizando en el frio piso hecho de rocas de una celda. Quejándose de nuevo, se retorció para liberarse de sus ataduras, haciendo reír al guardia desde el umbral de la puerta de los barrotes.
Entonces, escuchó unos pasos cercanos. Uno de sus compañeros se acercaba con lentitud yno venía solo.Cerró apresurado la puerta de la celda. Y aclarándose la garganta, se apartó para dejar pasar a otro carnicero; de estatura más baja, jorobado, y a su invitada.
Otros prisioneros, al verla, palidecieron y se escondieron en un rincón, deseando desaparecer con la oscuridad. Sasuke, mareado, adolorido y confundido, se esforzó por levantar la cara del piso para apreciarla.
Vestía finas ropas tradicionales que a cualquier mujer de su aldea le gustaría tener. Y con un abanico, ocultaba las facciones inferiores de su rostro, dejando ver unos inquietantes y brillantes ojos carmesí.
-Acaban de traerlo, mi lady. – aseguró el hombre bajito que la acompañaba, frotándose las manos. - ¿Le gustaría probarlo?
-Desaten sus piernas y acérquenlo a los barrotes. – ordenó, abanicándose con gracia. - No puedo verlo bien.
El carnicero chico le dio una afirmación con la cabeza al fornido. Este, aclarándose de nuevo la garganta, los rodeó y abrió la celda, pasando al interior para desatar las cuerdas que amarraban a Sasuke de sus tobillos.
Con brusquedad, lo levantó y lo empujó a los barrotes, consiguiendo que se golpeara en la cabeza.
El carnicero pequeño se burló por ello. Pero fue silenciado de inmediato por una mala mirada de la mujer, inclinándose lo suficiente para estudiar cada rasgo de la cara del muchacho, sin importar que este le frunciera el ceño.
-¿Cuánto?
-B-Bueno... - dijo su acompañante, nervioso. - aun no lo hemos decidido.
-Pagaré lo que sea por una hora. – apartó el abanico de su rostro y lo cerró con un movimiento.
Sasuke sintió como su alma bajaba a sus pies.Era un Monstruo. Una de las antiguas criaturas sobrenaturales que habitaron el reino Kotoamatsukami hace cientos de años. Además de los ojos rojos; que pueden disfrazar fácilmente con otro color de su preferencia, se caracterizan por poseer largos colmillos en sus bocas.
Ya que la gente no hablaba mucho de ellos en el pueblo; tal vez por tabú, llegó a pensar que estaban extintos. Y mientras se había quedado pensando en toda la historia oculta bajo los cuatro reinos, se dio cuenta muy tarde que el carnicero fornido lo llevó a otra habitación más iluminada, encerrándolo con aquella mujer.
Tenso y abrumado, se giró, parpadeando para acostumbrarse a las luces desprendidas por un gran candelabro dorado en el techo.
La misteriosa dama se había acostado de lado en un sillón de terciopelo rojo. La rodeaban cientos de almohadas de colores, con adornos y patrones dorados.
Ahora que podía verla bien, se dio cuenta de que su cabello era de un enigmático y raro violeta oscuro, extendido en mechones por atrás y adornando su cabeza con dos moños, uno en cada lado.Su piel era extremadamente pálida.Parecía un cadáver andante.
Tragó saliva grueso. Sentía que sí daba un paso, estaría condenado.Bueno, ya lo estaba desde que el caballero pervertido lo tomó en brazos.
De repente, se escucharon gritos y gemidos de placer desde la habitación contigua, poniendo aún más incómoda la situación.
-Tengo un discípulo ruidoso. – habló de pronto la mujer, llamando su atención.
No sonreía ni lo miraba con lujuria, a diferencia del caballero pervertido.Moviéndose con delicadeza, se sentó derecha en el sillón y apoyó sus brazos en su regazo.
-Puedo ver algo especial en ti. Un secreto que ha estado escondido desde hace muchos años. Y que solo saldrá en el momento indicado.
El joven no reaccionó ante sus palabras. Estaba en estado de alerta, esperando defenderse cuando ella decidiera atacarlo.
-¿Cómo te llamas?
No respondió. Mucho menos con esos malditos gritos y gemidos de la habitación contigua. En eso, notó que la doncella sonrió de repente. Y al segundo de mover su abanico, él reaccionó, tomando la primera cosa que encontró.Una vela.
Al ver aquello, su acompañante soltó una risotada y se levantó, agitando el abanico de un lado a otro. El cuerpo de Sasuke se congeló, pegando con fuerza sus brazos a su torso y piernas, obligándolo a dejar ir su arma improvisada.
Sus pies se elevaron unos centímetros del piso, arrastrando los dedos en dirección hacia la mujer. Cuando la distancia entre ambos se volvió más corta, lo tomó de los brazos. Él cerró los ojos con fuerza, como si no tuviera más alternativa que soportar lo que vendría.
-Estás a salvo conmigo. – le susurró de pronto en el oído, consiguiendo que abriera los ojos y la viera atónito. – Yo soy lo opuesto al cabeza hueca de mi discípulo porque a mí me gustan las mujeres.
-¿Y porque me eligió? – preguntó con cierta brusquedad.
Al instante, el hechizo se dispersó, dejándolo parado con normalidad sobre el piso. La mujer lo soltó. Volvió a sentarse en el sillón rojo y lo invitó a hacer lo mismo con un ademán. El menor, parpadeando, se sentó a su izquierda.
-Siempre elijo a los nuevos para reconfortarlos. – se sinceró, moviendo de nuevo su abanico.
Con ese nuevo hechizo, hizo aparecer frente a ellos una pequeña mesa circular. Una tetera y dos tazas con platos, decorados elegantemente con patrones de rosas y enredaderas rojas, y una bandeja llena de galletas de diferentes sabores.
-Su vida cambia abruptamente desde que llegan a este horrible lugar. – continuó, moviendo la tetera para servir té en ambas tazas. – Ojalá pudiera ayudarlos de otra manera. Pero si me atrevo, el amo y señor ya no me permitiría entrar.
-Esa no fue la impresión que me dieron los demás. – soltó Sasuke, sorprendiéndola antes de poder beber su taza de té. - Cuando entró a las celdas, los otros prisioneros se escondieron.
-Si. Por los rumores que hice circular a propósito. Si los carniceros creen que me dedico a torturar y a violar a todo aquel que pasa tiempo conmigo, no tendré ningún problema en entrar aquí porque soy su tipo de cliente.
El muchacho la miró serio.Tuvo suerte, pero no duraría mucho. Tarde o temprano, le tocaría lidiar con monstruos peores.
-Ahora, dime. – la mujer lo despertó de sus pensamientos, mostrándole sus inmensos colmillos con una gran sonrisa, ofreciéndole una taza de té.
Él la tomó, tratando de controlar el temblor en sus manos.
-¿Cómo te llamas y de dónde vienes?
-Me llamo Sasuke. – respondió. – No sé de dónde vengo. Pero, desde que puedo recordar, siempre he vivido al norte del reino de Tsukuyomi.
La mujer se levantó. Rodeó el mueble y se colocó detrás del joven. Desplegando su abanico, cubrió de nuevo la parte inferior de su rostro.
-¿Podrías...? – cuestionó, inclinándose a su oído izquierdo y bajando más su voz. - ¿...retirarte un momento la camisa?
La petición le pareció extraña. Pero, con lo que le había dicho anteriormente, tuvo la confianza para obedecerla.
La dama monstruo entornó los ojos, enfocándolos en su piel desnuda, marcada por sus músculos. Acercando sus dedos, con una diferencia mínima de pocos centímetros, los pasó por encima de su nuca y hombro derecho.
No llevaba escondida una marca cualquiera.
Fin del capítulo.
