Disclaimer: Los personajes de Final Fantasy pertenecen a Square-Enix. Tan solo los inventados son de cosecha propia
CAPÍTULO 22
Squall abrió los ojos despacio y no pudo evitar quejarse de dolor cuando se incorporó en aquel incómodo sofá. Retiró la manta a un lado y apoyando los codos sobre sus rodillas, dejó caer su cabeza. Suspiró sonoramente y sintió su cuello entumecido. Se levantó despacio y se masajeó el cuello intentando hacer desaparecer la rigidez. Estaba agotado, desde luego no había podido pegar ojo y su cuerpo le pedía a gritos un descanso.
Con paso cansado se acercó hasta la cama y comprobó que eran casi las siete de la mañana. Observó a Rinoa, nada en ella había cambiado, su gesto tranquilo, como si simplemente estuviera descansado, pero eso no era así. Se inclinó sobre ella y la besó en la frente y después acarició sus labios con los suyos propios, deseaba tanto sentir de nuevo su calidez, estaba empezando a estar realmente desesperado.
Eleone, que se había mantenido junto a Rinoa, se giró y se desperezó. Squall le brindó una media sonrisa derrotada y observó que ella también parecía demasiado cansada.
- ¿Cómo está? -preguntó sentándose en la cama y acariciando la frente de Rinoa-.
- Igual… -susurró él con un hilo de voz-.
Eleone se levantó y doblando la manta que la había arropado en la noche, la dejó a los pies de la cama.
- Vuelvo a Esthar, Squall. Voy a buscar a Edea y Laguna y contarles todo lo que ha pasado. Prometo mantenerte informado.
El joven comandante asintió sin mucho ánimo y la acompañó hasta la puerta.
- Y tened cuidad, Yinna… no sé qué tipo de ser es, ella parece humana, pero desde luego, no lo es -comentó con preocupación mientras abría la puerta-.
Squall la abrazó antes de dejarla marchar, no sabía que haría ahora que ella volvía a Esthar, pero antes de cerrar la puerta, una voz los dejó helados.
- … Squall…?
El hombro deshizo el abrazo con Eleone y se miraron con sorpresa. Cuando se giró, allí estaba ella, Rinoa. Se encontraba sentada en la cama y no dejaba de frotarse los ojos, como si acabase de despertar de un largo sueño.
Squall la miraba como si acabara de aparecerse un fantasma frente a él. No podía ser, ella estaba despierta y parecía estar bien. Sintió las manos de Eleone tras su espalda, empujándolo levemente y oyó la puerta cerrarse tras ellos. En cuanto vio como la joven pelinegra le dedicaba una de esas sonrisas, el chico salió disparado hacia la cama y sentándose junto a ella, la envolvió entre sus brazos, haciéndola casi desaparecer contra su pecho.
- Rin… -pronunció sin dejar de besarla en la cabeza-.
Después la separó de él y colocando sus manos en la fina mandíbula, la besó con suavidad. Solo quería cerciorarse de que ella estaba ahí de nuevo, con él.
- Squall ¿eres tú de verdad? -preguntó Rinoa sin creerse que todo aquello fuera real-.
Vio como ese joven la sonreía de esa manera que tan pocas veces hace, y entonces lo entendió todo. Ella había vuelto, creía que no lo conseguiría, que Yinna se adueñaría de su mente para siempre, pero no había sido así.
- ¡Rinoa!
Eleone apareció al otro lado y la abrazó con afecto.
- ¿Qué ha pasado? -preguntó separándose de ella y dejándola su espacio-.
Rinoa suspiró y echando la cabeza hacia atrás se dispuso a relatar que es lo que había pasado.
- Era Yinna, ha intentado hacerme creer que todo lo vivido hasta el momento con vosotros no había sido real, que nunca derrotamos a Artemisa y que la compresión del tiempo se llevó a cabo. Me hizo ver una especie de aldea donde había otras personas, pero en la que vosotros no existíais. Todo parecía real, de verdad. El poder que tiene es muy peligroso.
La mujer hizo una pausa.
- Después te vi a ti, Eleone, pero estaba muy confundida. No sabía lo que era real y lo que no. Tras eso, no sé muy bien que pasó, creo que mi poder de bruja me ha ayudado a volver, pero no sé cómo -finalizó dejando escapar una leve risa-.
Squall y Eleone cruzaron miradas aún más confundidas.
- Me quiere a mí, pero no tengo ni idea para qué. Todo este tiempo en el jardín ha intentado debilitarme para poder adueñarse de mi mente, pero sigo sin saber para qué me necesita.
En ese momento Eleone se levantó de un salto de la cama.
- Debo volver cuanto antes. Tened mucho cuidado con ellos. Desde Esthar intentaremos averiguar qué demonios son esas cosas.
Squall fue con ella hasta la puerta y tras besarla en la mejilla, la vio marchar. Cuando cerró la puerta volvió corriendo hasta la cama y de nuevo, escondió a Rinoa en su pecho.
- Creí que no despertarías -susurró el joven contra su pelo-.
En ese momento sintió los dedos de Rinoa clavarse en su espalda con desesperación y como un leve temblor empezaba a apoderarse de ella.
- Ha sido horrible Squall -pronunció con la voz entrecortada mientras las primeras lágrimas empezaban a brotar-.
La joven no había querido preocupar más de la cuenta a nadie, pero ahora que volvía a estar en los brazos de Squall, recordaba lo asustado que había estado él, aun podía sentir la pena del chico y como ella había creído que jamás volvería a verlo.
Escuchó la suave voz de Squall tranquilizándola, mientras se echaban juntos en la cama. Sintió sus labios en su frente y después en su mejilla, y varios besos más sobre sus labios, por un momento se había olvidado de lo suaves que eran.
Rinoa se acurrucó aún más contra aquel hombre que conseguía calmarla de esa manera y solo quiso dormir, aunque esta vez sabía con certeza que esa era su realidad y que nada ni nadie la haría dudar nunca más.
Quistis se encontraba sentada al borde de su cama con la sensación de no haber pegado ojo en toda la noche y con Rinoa ocupando su mente, ¿seguiría en el mismo estado? Rápidamente cogió su móvil y comprobó con desazón que no había ningún mensaje de Squall, por lo que dedujo, que nada había cambiado desde la tarde anterior. Con desgana se incorporó y levantando la persiana comprobó que unas nubes grises cubrían el lugar, amenazando con descargar una gran tormenta en cualquier momento.
Se quedó pensativa durante unos instantes y entonces supo que debía buscar a Seifer. Él mismo le había dicho que les quería ayudar, así que no lo dudó y tras darse una ducha y ponerse su atuendo habitual, salió en dirección a la habitación del joven rubio.
Anduvo con paso ligero por los anchos pasillos del jardín. Se percató de que apenas había gente y le pareció que un aura extraña invadía el lugar. Un escalofrío recorrió su cuerpo y en sus pensamientos se agolparon todos los acontecimientos vividos hasta el momento. Las extrañas muertes de aquellas chicas en distintos jardines, el comportamiento del director, Yinna, la profecía de aquel libro y Rinoa, ella era la clave, la querían a ella, pero ¿con que propósito? Eso es lo que pretendía averiguar.
Inmersa en aquellos recuerdos llegó hasta la puerta de Seifer. Vaciló un instante antes de tocar dos veces con los nudillos. No sabía como reaccionaría al verla allí a esas horas de la mañana, pero ya no le importaba, necesitaba con urgencia saber que demonios estaba pasando y seguramente él tenía más respuestas de las que decía saber.
Esperó paciente hasta que pudo escuchar unos pasos acercándose. Tras ella apareció Seifer. Estaba pálido y tampoco parecía haber dormido demasiado.
- Estás horrible -dijo ella nada más verlo-.
Escuchó como el muchacho soltaba un sonido molesto a modo de risa.
- Que quieres instructora -dijo de mala gana-. Ayer me dejaste bastante claro que no quieres volver a verme -añadió dispuesto a cerrar la puerta-.
La instructora se adelantó y puso una mano en la puerta, dispuesta a no dejar que aquella conversación terminase de aquel modo.
- Sé lo que dije, pero también me dijiste que querías ayudarnos.
Seifer pudo observar como el gesto de la instructora se relajaba y por vez primera se dio cuenta de que esa mujer estaba realmente preocupada. El chico dudó unos segundos, pero después se apartó de la puerta y la dejó pasar. La cerró tras él y se recostó en ella, después posó su mirada en el cuerpo de la mujer y esperó a que ella dijese algo.
En ese momento Quistis sintió los ojos de él mirarla con desconfianza y no supo que decir, simplemente suspiró derrotada y se sentó en la cama.
- Quistis… -llamó con tono amable mientras se acercaba y se arrodillaba frente a ella-. No muerdo ¿sabes? –rio para tranquilizarla buscando su mirada algo esquiva-.
Seifer sabía que, a pesar de lo que todo el mundo pudiera pensar, ella se sentía cómoda a su lado y él por supuesto, también. Aunque había veces que no sabía muy bien como demostrárselo, no estaba acostumbrado a ser amable con el resto del mundo. Hacía ya, algunas semanas que se había dado cuenta de los sentimientos que se habían despertado hacia ella, se moría de ganas de besarla y de retenerla entre sus brazos, pero con todo lo que estaba ocurriendo, seguramente no era el momento. Era más que consciente de que había metido la pata y ahora que Yinna parecía haberlo dejado en paz, su mente estaba más clara y necesitaba ayudarles como fuera.
Quistis sintió como él recogía un mecho de pelo tras su oreja de manera afectiva y levantó la mirada algo sorprendida para encontrarse con la de él. Había cambiado, estaba más relajado y ese aire de desconfianza y actitud defensiva que siempre le acompañaba, habían desaparecido, lo cual hizo que la instructora pudiera tranquilizarse en cierta manera.
- Seifer, ¿qué es lo que está pasando? Rinoa… lleva desde ayer en una especie de coma y no sabemos que le pasa –confesó preocupada-.
Oyó como Seifer maldecía por lo bajo y tras pasar las manos por su pelo de manera nerviosa, tomó asiento al lado de la muchacha.
- Os advertí que no la dejarais sola con ella -dijo en un suspiro-.
- Y no lo hicimos, pero parece que Rinoa la veía en su mente o algo así, como si la controlase y ahora…
- Ya, esa mujer puede hacer ese tipo de cosas -dejó escapar una risa sarcástica sabiendo muy bien de lo que hablaba la instructora-. ¡Joder! Ellos no van a parar -añadió apoyando sus codos sobre sus rodillas-.
Quistis ladeó levemente su cuerpo para mirarlo directamente y observó que parecía realmente tenso y demasiado preocupado. Tal vez Rinoa le importaba más de lo que aparentaba.
- ¿Qué es lo que quieren, Seifer?
El chico elevó la vista hasta ella y negó levemente con la cabeza en un gesto de preocupación.
- No lo sé realmente. Sé que quieren a Rinoa para salvar su mundo o algo así, nunca me contaron realmente sus planes -el hombre hizo una pausa y cerró los ojos frustrado-. Me utilizaron Quistis, desde el principio, no sé cómo ocurrió, pero cuando quise darme cuenta estaba bajo la influencia absoluta de eso tres tipos. Cada vez que veía a Rinoa, era como si una voz dentro de mí me dijera que debía hacerla daño, pero en el fondo yo no quería, nunca pude explicárselo, entiendo que me odie -comentó cabizbajo-.
Quistis suspiró y dirigió su mano algo temblorosa hasta el hombro de Seifer. Lo acarició levemente intentando tranquilizarlo, aunque no sabía si aquello le molestaría.
- No te odia, mas bien, te tiene miedo, y mucho.
Al escuchar esas palabras, el chico se levantó de golpe y maldijo enfadado.
- ¡Mierda! -exclamó llevándose las manos a la cara-. Te juro que…
- Lo sé Seifer, yo… te he defendido todo este tiempo ¿sabes? Delante de los demás, he intentado justificar tus actos -la voz de la instructora adquirió un tono más débil como si confesar aquello la acabase de romper-. No sé por qué, pero desde que llegaste de nuevo al jardín he creído en ti -la mujer bajó la mirada y comenzó a juguetear con sus manos-. Aun sabiendo que los demás no lo aceptaban, yo…
La voz acabó de quebrársele y carraspeó intentando deshacer ese nudo que se le había formado en la garganta. De pronto, las siguientes palabras que quería haber dicho, quedaron ahogadas en su garganta ya que los brazos de Seifer la cogieron y la refugiaron contra su pecho. Ésta se quedó quieta durante unos segundos intentando saber qué estaba pasando, por qué aquel calor que desprendía Seifer le resultaba tan agradable y por qué estar entre esos brazos la habían hecho calmar sus nervios de repente.
Las lágrimas no tardaron en llegar y Seifer no pudo más que estrecharla aún más contra él y besar su pelo una y otra vez.
- Siempre he sido un rompecorazones ¿sabes? –comentó con gracia tras unos minutos intentando relajar el ambiente-.
Quistis no pudo evitar soltar un sonido a modo de risa.
- Idiota… -dijo ella contra el pecho mientras le daba un pequeño toque en el abdomen-.
Seifer se quejó y separando a la chica de él, la miró y pudo ver que parecía más relajada.
- Dime que no me equivoco, Seifer.
Lo vio negar con sinceridad en aquella mirada clara.
- He cambiado, te lo prometo.
Quistis dejó escapar el aire de sus pulmones y cogiendo a Seifer de la mano, se sentaron de nuevo juntos en la cama.
- Está bien -dijo recobrando la compostura-. Has dicho que quieren a Rinoa y que te utilizaron para intentar hacerla daño, pero ¿por qué?
- Creo que intentaban debilitarla, apartarla de vosotros y sobre todo de Squall. Esa mujer Yinna, sabía de mi pasado con Rinoa y creyó que la seguiría guardando el mismo rencor que hace años, pero no es así.
- ¿Y las muertes de esas chicas en los otros jardines?
Quistis vio a Seifer mover la cabeza de manera afirmativa, como si no quisiera pronunciar él mismo las palabras.
- Fueron ellos, algo de un ritual de sangre -intentó explicar-. Dicen que han cerrado el círculo y por eso Rinoa…
- La elegida -interrumpió la instructora-.
Seifer volvió a asentir preocupado.
- ¿Sabes? Hace unos días encontramos una profecía en un libro de la biblioteca. Parece muy antigua y dice algo como que, tras la muerte de las cinco, el círculo se cerrará y se llevará a cabo el sacrificio del bienaventurado y algo más de despertar a una criatura.
Los ojos de Seifer se abrieron de par en par sin dar crédito a todo aquello.
- ¿En serio? -vio a Quistis asentir-.
Quistis suspiró y echó la cabeza hacia atrás.
- Esto de locos.
- Intentan llevarse a Rinoa, pero no sé ni para qué ni cuando quieren hacerlo.
- ¿Llevársela? Pero ¿a dónde?
Seifer se encogió de hombros a su lado.
- No sé qué son Quistis, desde luego no creo que sean humanos -el chico rubio hizo una pausa-. Este colgante me lo dieron nada más conocerlos, creo que es una especie de vínculo entre ellos y yo, pero no lo sé.
Quistis miró con gran curiosidad aquel colgante del que Rinoa y Squall ya habían hablado y cogiéndolo entre sus dedos, lo acarició.
- Así que esto es importante para ellos ¿no?
De repente y sin previo aviso, Quistis tiró con todas sus fuerzas de aquel colgante arrancándolo del cuello de Seifer y lo lanzó hacia un lado de la habitación, haciéndose añicos al impactar contra el suelo.
- Pero…
Seifer se levantó de la cama de un salto, asustado por lo que acababa de pasar. Él no tenía ni idea de que ocurriría si se deshacía de aquel colgante, pero Yinna le dejó bastante claro que tendría consecuencias si lo hacía, aunque dadas las circunstancias de la situación y que hace un par de días, la había mandado a paseo, poco le importaba tales consecuencias.
Pero de pronto el joven empezó a notar como el pecho le ardía, como si una llama impactara directamente sobre él. Sin poder remediarlo, cayó de rodillas mientras aullaba de dolor. Se llevó las manos hasta el pecho intentando que aquel dolor insoportable cesase. Era como si le estuviesen desgarrando desde dentro. Quistis corrió hacia él y se agachó mientras lo recostaba en ella.
- ¡Seifer!, ¡Seifer! ¿qué te ocurre? –gritaba desesperada mientras abrazaba al joven intentando calmar su dolor-.
Tras unos segundos que se hicieron eternos, Seifer dejó de gritar. Quistis notó como su cuerpo se relajaba entre sus brazos y su respiración cobraba un ritmo más normal. Acarició su frente notando como pequeñas gotas de sudor aparecían en ella. Seifer se llevó la mano a la zona dolorida y ambos comprobaron que, en su pecho, como grabado a fuego, había aparecido el símbolo del colgante que la joven instructora había destruida hacía tan solo unos minutos.
- ¡Joder! –exclamó el chico mirándose más detenidamente el símbolo-. ¿Así conquistas tú a los tíos?, ¿marcándolos como a animales? –bromeó mientras se incorporaba torpemente-.
Quistis negó levemente con la cabeza ante el comentario, pero no pudo esconder media sonrisa.
- Espera, que te ayudo –dijo la joven pasando uno de sus brazos por la cintura del muchacho y sentándolo en una silla cercana-. Déjame que te lo cure.
Quistis se levantó del suelo y fue rápidamente al baño, allí encontró un poco de algodón y alcohol, le escocería, pero debía desinfectar aquello. Volvió a su lado e inclinándose ante él, retiró por completo la camiseta mientras colocaba el algodón empapado en alcohol sobre la herida. Seifer se mordió el labio ante ese primer contacto en su herida y así acallar el grito de dolor.
Hubo un momento de silencio entre los dos y Quistis fue consciente entonces, de aquel torso desnudo. Estaba completamente a su merced y se ruborizó levemente cuando se percató de que ambas manos estaban sobre su pecho. No quiso levantar la cabeza hasta que el joven habló.
- ¿Qué les haces cuando te son infieles? –preguntó el joven con voz ronca-.
- ¿Cómo? –se sorprendió ella ante la pregunta-.
Quistis levantó la mirada hasta dar con los ojos verdes del muchacho que la miraban de manera entretenida.
- Nada, era una broma, solo decía que si para conquistarlos los marcas a fuego, no quiero saber que les haces cuando te son infieles –aclaró el chico mientras se inclinaba hacia delante reduciendo el espacio entre sus caras-.
La instructora se quedó en silencio, viendo el poco espacio que quedaba entre sus caras.
- Acaso ¿te he conquistado? -contestó siguiéndole el juego y acercándose más a su boca-.
¿Pero que estaba haciendo? La instructora Trepe no podía, más bien no debía, caer en el juego de Seifer Almasy, aunque por dentro se estuviera muriendo de ganas.
Quistis podía notar el aliento cálido contra sus labios y sentía una leve electricidad en todo su cuerpo que la impedía alejarse de aquel hombre. Sintió la mano de Seifer posarse en su cuello y en el momento que el espacio entre sus bocas iba a desaparecer, el dedo índice de la instructora se posó en los labios de Seifer, impidiendo el beso.
- Creo que la marca de tu pecho indica que no te van a dejar escapar tan fácilmente –susurró cerca de la boca-.
- ¿Cuándo hemos cambiado de tema? -rebatió el joven con media sonrisa-.
- Nos vas a ayudar ¿verdad? -dijo ella mientras se incorporaba, dejando a Seifer realmente confuso-. Rinoa nos necesita -acabó diciendo mientras se acercaba a la puerta para marcharse-.
Pero antes de que pudiera abandonar la estancia notó como una fuerte mano la agarraba de la cintura y la obligaba a girarse.
- Quiero que sigas confiando en mi… como siempre -dijo él apartando un mechón de la cara de Quistis-.
La joven instructora desvió la mirada hacia el suelo, Seifer había conseguido ponerla realmente nerviosa, ¿en qué momento este juego había dejado de serlo?
- Esta bien, pero necesitamos tu ayuda, de verdad. Estaremos en la cafetería –dijo abriendo la puerta-.
El joven asintió y cerró la puerta tras ella. Tenía la oportunidad de ayudarles y demostrarles que jamás quiso hacerles daño.
La lluvia golpeaba ligeramente los cristales de la habitación, y la poca luz que había esa mañana, comenzó a desaparecer bajo aquellas nubes que cubrían Balamb.
Squall llevaba un rato acostado junto a Rinoa. La joven se había quedado profundamente dormida tras despertar de repente de aquella pesadilla. El comandante acarició con suma delicadeza la mejilla de ella mientras le apartaba un mechón de pelo de la frente. Sonrió para sí mismo cuando la oyó suspirar levemente. Por un momento se asustó de que la muchacha no volviera a despertar como había ocurrido el día anterior, pero el verla removerse a su lado, lo tranquilizó. Sabía, por su tono de piel y el calor de su cuerpo, que ella volvía a estar bien.
De pronto la pelinegra se despertó y se sentó en la cama, mientras respiraba de manera agitada.
- Rin, tranquila -susurró con dulzura Squall a su lado-.
La joven tardó unos segundos en aclarar su mente y sin previo aviso, se enredó en el cuello de Squall quien se mantenía a su lado. Oyó al joven emitir un sonido de sorpresa ante la repentina espontaneidad, pero por un momento había creído estar de nuevo en esa maldita aldea.
- Creía que volvía a estar en ese sitio -musitó contra el cuello del chico-.
Squall le acarició con cariño el pelo y la estrechó aún más contra su cuerpo.
- Está bien -dijo deshaciendo el abrazo-. Todo está bien ahora…
La vio sonreír y la besó con ternura infinita.
- Tenemos que avisar a los demás de que estás bien. Ayer estaban realmente preocupados -explicó mientras se levantaba de la cama-. Iré a darme una ducha, ¿nos vemos en la cafetería?
- ¡No! -exclamó ella levantándose de la cama con urgencia-.
Squall se giró y la miró algo sorprendido.
- Puedes ducharte aquí, tienes algo de ropa en ese cajón -argumentó ella señalando una cómoda cercana a la puerta-.
Rinoa bajó la mirada hasta el suelo.
- No… no quiero quedarme sola, por favor -explicó casi en un susurro-.
- Esta bien -sonrió besándola en la frente-.
Habían pasado unos cuarenta minutos en que los muchachos aprovecharon para prepararse, cuando alguien llamó a la puerta con algo de urgencia. La pareja cruzó miradas y fue Squall quien se acercó a abrir. Tras la puerta apareció Irvine y junto a él, estaba Selphie, con la cara más triste que jamás había visto en esa mujer.
- Irvine…
El vaquero no pasó por alto el gesto de Squall. A pesar de lo que estaba pasando parecía relajado y ¿alegre? Sus cejas, por primera vez, no estaban enfrentadas en un gesto de tensión. Antes de que el Seed pudiera decir nada, una voz bien conocida para ellos pudo escucharse dentro de la habitación.
- ¿Quién es, Squall? -preguntó Rinoa con algo de cautela-.
Selphie, quien se había mantenido un paso por detrás del cuerpo de Irvine, levantó la vista hasta Squall y sus ojos se llenaron de vida. Esa energía que siempre emanaba Selphie, volvió con ella.
No les dio tiempo a mucho más y cuando quisieron darse cuenta, la pequeña Seed se había tirado literalmente sobre Rinoa, cayendo juntas en la cama de la bruja. Unas risas se dejaron escuchar en la habitación y Squall dejó pasar a Irvine, que parecía realmente sorprendido.
- ¿Rinoa? -llamó Irvine cuando la vio levantarse de la cama-.
Ésta asintió con una de esas sonrisas que la caracterizaban y vio como el vaquero alternaba la mirada entre Squall y ella.
- Pero…
- ¿Por qué no vamos a la cafetería y os contamos que ha pasado? -comentó Squall viendo la sorpresa pintada en la cara de sus amigos-.
- Si, por favor -contestó el vaquero asintiendo de manera exagerada-.
Aquel Seed de metro noventa se acercó a Rinoa y la rodeó por los hombros mientras se encaminaban hacia la puerta con ella.
- Nos has dado un buen susto, bruja -bromeó zarandeándola por los hombros-.
- Lo sé, lo siento -se disculpó mirando a Selphie y después a Irvine-.
Los cuatro salieron de la habitación y se dirigieron a desayunar, seguramente Quistis y Zell ya se estarían allí.
Quistis se encontraba en la cafetería, sentada en una mesa cerca a los ventanales y removiendo un café con leche humeante. Su mirada se mantenía pegada en las gotas de lluvia que impactaban contra la cristalera y resbalaban hasta perderse en la parte inferior.
Desde que había salido de la habitación de Seifer no había podido dejar de pensar en lo ocurrido, debía contárselo a los demás.
De pronto el artista marcial, llegó hasta ella y sentándose a su lado, suspiró sonoramente. Quistis sonrió de medio lado al escucharlo.
- No has dormido nada ¿verdad? -intentó adivinar la instructora dando un sorbo al café-.
- ¡Nada! -exclamó recostándose hacia atrás en la silla-. ¿Sabes algo de Rinoa?, o de ¿Eleone?
La mujer negó preocupada. El chico rubio volvió a suspirar y se recostó en la mesa, no tenía nada de apetito, lo cual era realmente preocupante viniendo de Zell.
Quistis escuchó como su amigo empezaba a decir algo, pero de repente se calló. La instructora lo miró y comprobó que su cara era de verdadero asombro. Cuando dirigió la vista hacia donde Zell miraba, se quedó con la misma expresión.
- ¿Rinoa? -acertó a decir Quistis-.
Zell emitió un sonido entre la afirmación y la sorpresa y salió corriendo en dirección a la bruja. Quistis observó, todavía sin dar crédito, como el chico se abrazaba a ella, estrujándola entre sus brazos. Rinoa hizo un gesto algo cómico de ahogo y el artista marcial la soltó de pronto.
Cuando el grupo llegó hasta la mesa, la instructora, alternó su mirada incrédula entre Squall y Rinoa y después al resto del grupo.
- Estoy bien -comentó Rinoa tomando asiento a su lado-.
La instructora tardó en reaccionar y cuando su cerebro le corroboró que su amiga estaba ahí con ella, la abrazó de manera fraternal.
- ¡Oh! Rinoa, estábamos muy asustados -dijo frotando su espalda con cariño-.
- ¿Nos vais a explicar que ha pasado? -interrumpió Zell algo exaltado-.
Squall tomó asiento y suspirando una última vez, se dispuso a contar lo ocurrido. Desde la llegada de Eleone hasta que Rinoa despertó.
- Vale… -habló Zell tras escuchar lo ocurrido con todo detalle-. Es decir, que Yinna ha intentado debilitarte introduciéndose en tu mente ¿no? -explicó intentando entender todo aquello-.
La joven bruja asintió.
- Si, pero sigo sin saber con que propósito.
- Entonces seguimos sin saber qué es lo que quieren ¿no? -dijo Irvine-.
Quistis se removió algo nerviosa en su asiento. Por lo que había hablado esa misma mañana con Seifer parece que la más que macabra profecía del aquel libro, podía no estar tan desencaminada sobre los planes de esos tres. Pero aun estaba buscando la manera de decirle al grupo lo de su encuentro con Seifer y esa maldita marca que se había grabado por arte de magia en su pecho.
- Bien, vale y ¿alguien ha visto a esos tres? -comentó la instructora intentando buscar la manera de empezar a contarles lo de Seifer-.
Todos negaron.
- Desde que me echaron de la organización del baile, yo no he vuelto a ver a Yinna -explicó Selphie-. Imagino que andará por allí.
- Eleone nos ha dicho que nos mantengamos lo más lejos posible de ellos, hasta que no se aclare qué está pasando -dijo Squall posando la mirada en cada uno de sus amigos-. Pronto tendremos noticias de ella.
Los demás asintieron y el comandante desvió la mirada a la tormenta que había comenzado a azotar el lugar. Después paseó la mirada entre la gente de la cafetería. Todo el mundo parecía agotado, como si algo o alguien estuviera robando la energía del lugar.
Quistis, que seguía maquinando la manera de contarles lo de esa mañana, carraspeó nerviosa. Se removió en su asiento un par de veces, como si no encontrase la postura y apoyó sus brazos sobre la mesa dispuesta a hablar. Pero justo en el momento que se disponía a ello, una voz masculina la interrumpió.
Todos desviaron la mirada hasta la persona que se había plantado a su lado y suspiraron cansados, como si tan solo fuera un problema más en todo aquel embrollo.
- Rin… Rinoa… esto… me alegro de verte así… -habló sorprendido-.
En cuanto Squall escuchó hablar a ese individuo, cerró los ojos en un intento de buscar la calma, pero desde luego no lo consiguió, así que se levantó con genio de su silla y encaró al hombre.
- Seifer ¡lárgate! -sentenció-.
Quistis suspiró de manera sonora y se tapó la cara con sus manos en un gesto de cansancio. Desde luego ese no era el momento más apropiado para acercarse a ellos. La mujer se levantó con parsimonia de su asiento y se interpuso entre ambos muchachos.
- Squall, cálmate, por favor. Esta mañana hemos estado hablando y nos va a ayudar ¿verdad, Seifer? -dijo mirando directamente al joven rubio-.
Seifer asintió y bajó la mirada demostrando arrepentimiento. Después se dirigió a Rinoa e intentó buscar su mirada, pero parecía esquiva.
- Lo siento, Rinoa -se disculpó intentando llamar la atención de la mujer-. Por todo -añadió en un tono que la pelinegra captó al instante-.
Ésta lo miró con sorpresa y supo que no solo se estaba disculpando por todos estos días en el jardín, aquel soldado se estaba disculpando por lo que la hizo en el pasado y aquello si que era realmente una novedad. Nunca la pidió perdón y a Rinoa aquello le dolía demasiado, ella nunca tuvo la culpa de lo que pasó entre ellos, pero él había decidido culparla de todo.
- Entiendo que no quieras perdonarme, pero solo quiero que sepas que nunca quise…
- ¡Basta, Seifer! -interrumpió Squall posando su mano en el pecho y apartándolo de la mesa-.
Fue Zell quien, mirando a sus compañeros buscando apoyo, se levantó y posó su mano sobre el hombro de Squall.
- Tal vez podíamos dejarle que se explique.
Squall se giró de pronto y clavó una mirada heladora sobre Zell, después miró a los demás y por última vez miró a Rinoa, era ella quien tenía la última palabra. Tras unos segundos, la vio asentir y encogiéndose de hombros, entendió que, aunque no le gustase la idea, tal vez Seifer podía ser de ayuda.
Todos volvieron a tomar asiento y más tranquilos, escucharon lo que Seifer tenía que decirles.
- Entonces… te controlaban -dijo Selphie con recelo sin creérselo del todo-.
El rubio asintió.
- ¿Cómo han controlado a Rinoa? -siguió preguntando-.
- Eso es, pero no tengo ni idea de cómo lo hacen, pero pueden obligarte a hacer lo que ellos quieran -intentó aclarar el joven para que aquello no pareciera un invención-.
- Pero, entonces ¿qué es lo que quieren de Rinoa? -preguntó esta vez algo irritado Irvine-.
- Eso no lo sé, dicen que es la elegida y que les ayudará a salvar su mundo.
- ¿Su mundo? -interrumpió de nuevo Selphie-. Pero, ¿qué mundo?
- Quistis me ha hablado de una profecía que encontrasteis -comentó Seifer-.
- Solo es un texto antiguo -apuntó Squall de mala gana-.
- Si, pero habla de una elegida y de cerrar el círculo. Tras la última muerte de aquella chica en Galbadia, me dijeron que por fin habían cerrado el circulo. Y a partir de ahí es cuándo Rinoa comenzó a ver cosas ¿no es así?
Seifer, quien parecía algo emocionado por empezar a atar cabos, miró a Rinoa. La vio encogerse de hombros sin llegar a mirarlo.
- Supongo que coincide -musitó ella cruzándose de brazos-.
- Y ¿sabes dónde están ahora? o ¿cuándo pretenden llevar a cabo su maldito ritual? -volvió a hablar Squall con un tono irritado que no pasó desapercibido para ninguno de ellos-.
- No sé, hace un par de días les dije que no les ayudaría más y no les he vuelto a ver. Está mañana Quistis ha intentado deshacerse del colgante que me dieron, pero…
Seifer calló de repente y todos los de la mesa lo miraron con impaciencia.
- ¡Qué, Seifer! -dijeron al unísono-.
El chico rubio hizo un rápido recorrido visual por la cafetería para comprobar que nadie les estaba prestando demasiado atención y cuando se cercioró de ello, se levantó la camiseta hasta dejar aquella marca en su pecho, a la vista.
- ¡Pero que co…! ¡Como te has hecho eso! -exclamó Squall girándose hacia el chico-.
- Esta mañana le he arrancado el colgante del cuello y de pronto se ha puesto a gritar como loco, cuando hemos sido conscientes de lo que pasaba, hemos visto que la misma marca había sido grabada en su pecho- -explicó Quistis intentando arrojar algo de luz en toda esa historia-.
Todos se quedaron callados sin saber que decir.
- Son peligrosos, debéis tener cuidado -advirtió el joven rubio-.
Tras escuchar la historia de Seifer, de la que cada uno sacó sus propias conclusiones, observaron que la cafetería iba vaciándose, dándoles a entender que debían atender sus quehaceres.
Cuando estuvieron fuera Rinoa fue la primera en marcharse, la verdad que no quería ir con Seifer a ninguna parte. Por mucho que aquel chico dijese que les quería ayudar, no se fiaba de él.
Squall se despidió de Rinoa y tras cerciorarse de que si ocurría algo o empezaba a notar algo "extraño" le avisaría, emprendió sus pasos hacia el ascensor, pero la voz de Seifer tras él lo detuvo.
- ¡Squall, espera!
El comandante detuvo sus pasos y suspiró irritado, ¿por qué no le dejaba en paz de una vez?
- Y ahora ¿qué quieres? –dijo con voz cansada-.
- Escucha, de verdad, quiero ayudaros –comentó cabizbajo-.
Squall soltó una risa de incredulidad ante las palabras de Seifer. Éste levantó la vista hasta él de manera sorprendida.
- ¿En serio? Resulta que ahora, de repente, quieres ayudarnos. Justo cuando Yinna no consigue su propósito con Rinoa -soltó a bocajarro-.
Seifer abrió la boca, incrédulo, dispuesto a decir algo, pero sus palabras simplemente no salieron. Ahora que lo pensaba, era normal que pensase tal cosa.
- No pienso dejar que les entregues a Rinoa en bandeja. Ni pienses por un segundo que formas parte de esto, de nosotros, porque ya has dejado claro que ¡todo te importa una mierda! -farfulló Squall acercándose a Seifer de manera retadora-.
- ¿En serio me crees tan retorcido de hacer algo así? -rebatió sin llegar a alterarse-.
Squall negó con la cabeza, estaba tan cansado de todo aquello que incluso creyó que intentar explicarle algo a aquel hombre era inútil.
- ¡Oh! ¿Tengo que recordarte algo sobre unas fotos de Rinoa hace años? -dijo encarando aún más a Seifer-.
El chico rubio sintió una pequeña punzada al escuchar aquello y retrocedió un par de pasos, desde luego su intención no era enfrentarse a Squall.
- Mierda… -susurró llevándose una mano a la cara-.
- Sí, me lo ha contado. Y sí, creo que eres lo suficientemente retorcido como hacernos creer que estás con nosotros y después entregarles a Rinoa.
Dicho esto, Squall se dio la media vuelta y emprendió el camino al ascensor. No quería seguir con esa estúpida discusión. No confiaba en él y difícilmente lo haría.
Cuando llegó a la planta superior y las puertas del ascensor se abrieron, fue consciente de que había perdido la noción del tiempo y no estaba muy seguro de que hora era. Rápidamente sacó el móvil del bolsillo de su chaqueta negra y comprobó que llegaba unos cuarenta minutos tarde.
Chasqueó la lengua a modo de molestia, si el director se enteraba, seguro que le soltaba un sermón de los suyos. Intentó no hacer demasiado ruido y cuando paso por delante de la puerta de su superior, vio que estaba inmerso en sus papeles, ni siquiera había reparado en él. Aceleró el paso hasta llegar a su despacho, pero justo cuando iba a abrir la puerta, la voz de Kramer lo detuvo. Squall cerró los ojos y maldijo para sus adentros.
- ¡Squall!
El chico se giró y asomó la cabeza por la puerta de Cid, con cautela.
- ¿Sí?
El hombre, entrado en canas, levantó la cabeza de aquellos presupuestos y lo miró directamente. Por un momento Squall no lo reconoció, no había nada en él que le hiciese confiar en ese hombre como lo había hecho en el pasado. Su mirada estaba vacía de sentimiento alguno y su semblante era totalmente hermético.
- Han llamado desde Esthar, era Eleone, quería hablar contigo.
Un sentimiento de esperanza golpeó en el pecho de Squall, pero se contuvo para no hacer sospechar a Cid.
- Gracias, ahora la llamo -dijo empezando a deshacer sus pasos hacia su despacho-.
- Espera, ¿ayer estuvo Eleone aquí? -preguntó para sorpresa de Squall-.
El joven castaño titubeó levemente.
- Si, ¿ocurre algo? -intentó ganar tiempo-.
- No avisó de que venía -contestó el director de manera seria-.
El hombre se levantó de su asiento y encaminándose hacia Squall, se paró frente a él, mientras lo atravesaba con una mirada indescifrable.
- No sabía que debía avisar cuando viene.
Squall se arrepintió en ese mismo instante de su contestación ya que su tono había sido claramente retador, algo que Cid captó al instante. Pero para sorpresa del muchacho, éste no dijo nada. Simplemente se quedó mirándolo de manera extraña.
- Debo irme -habló Squall sin saber que más decir ante el extraño comportamiento de su director-.
- Y ¿a qué vino? -insistió el hombre-.
- A ver a Rinoa -improvisó con rapidez-, algo de…
- A Rinoa –interrumpió el hombre sin dejar hablar a Squall-.
Squall frunció el ceño, ¿qué demonios quería?
- Si, y también a Selphie, supongo que querían hablar del baile –se inventó sin saber muy bien lo que estaba diciendo-.
- Oh, claro.
Cid se quedó quieto con la mirada perdida en algún punto del pasillo.
- Será mejor que atiendas la llamada de Eleone –dijo de pronto pintando una especie de sonrisa en su cara-.
Squall asintió realmente preocupado por el comportamiento de su superior, desde luego era como si le hubieran lavado el cerebro y actuara como un autómata, pero no tenía tiempo para eso, debía hablar con Eleone.
Yinna, Sonhen y Galh se encontraba en un lugar inhóspito, una cueva alumbrada tan solo con un par de antorchas apostadas a cada lado de ésta. En el centro había un enorme objeto, una especie de cápsula que contenía un líquido amarillo en su interior. De ella brotaban un sinfín de tubos y otros objetos extraños de aspecto orgánico. Dentro de ésta podía adivinarse una silueta, parecía ser una mujer, aunque su aspecto siniestro hacía dudar de ello.
Aquella mujer parecía encontrarse en una especie de estado de letargo y era evidente que la cápsula la mantenía con vida. De repente, aquella criatura abrió los ojos de par en par. Sus ojos demasiado grandes para su rostro contraído eran de un color rojizo, semejantes a los de Yinna cuando la ira la corrompía por dentro.
Los tres jóvenes se tensaron al verla reaccionar y con voz grave comenzó a hablar.
- Yinna, lo has vuelto a estropear ¿verdad?
- No, puedo volver a intentarlo, puedo introducirme de nuevo en su mente, ella es más débil ahora –decía preocupada la joven-.
- ¡No! –gritó aquel ser haciendo retumbar el lugar-. Ella es más fuerte, ¡la has hecho más fuerte!, puedo notarlo. Y también esta lo de Seifer, ¿no decías que lo teníais controlado? Esta mañana ha intentado deshacerse del colgante.
Los ojos de Yinna se abrieron de par en par al escuchar aquello, maldito Seed estúpido.
- ¡Oh! Tranquila, he conseguido que no se deshaga de él -aquel ser sonrió con estridencia dentro de su capsula-.
Yinna suspiró más tranquila, sabían que sin ese colgante no podían moverse entre ambos mundos. Seifer era el vínculo, lo eligieron por ser el más débil de aquellos Seeds, el que más ira y rencor albergaba en su interior y el que sin duda, odiaba a Rinoa. Pero ahora parecía que todo eso había cambiado, ese maldito chico rubia, casi lo estropea todo.
- Gracias, mi señora -dijo con cautela Yinna haciendo una breve reverencia-. No volverá a ocurrir…
- ¡Basta! –gruñó aquel ser con un sonido gutural-.
De pronto, un haz de luz se desprendió de aquella cosa, haciendo que Yinna saliese por los aires e impactara directamente con una de las paredes laterales. La joven se incorporó rápidamente y con orgullo en la voz, gritó que haría lo que había prometido. Sonhen y Galh apenas movieron un dedo, estaban paralizados de miedo.
- Te dije que salvaría este mundo y lo haré. Solo necesito algo más de tiempo para traértela hasta aquí –dijo levantándose del suelo y limpiándose un hilo de sangre que se desprendía de su boca-.
- No hay más tiempo, actuareis en el baile, solo quedan tres días, así que pensad la manera de hacerlo, y tened cuidado con dejaros ver delante de ellos. Lo saben todo –acabó diciendo la criatura con voz calmada-.
Los tres jóvenes asintieron y tras hacer una última reverencia a ese ser, salieron de aquel lugar. Se quedaron pensativos, pero llegaron a la conclusión de que no les quedaba más remedio que hacer lo que la criatura les había ordenado.
Actuarían dentro de tres días, en el baile.
Notitas…
Siento la tardanza, pero tengo poquito tiempo. Espero que os haya gustado, se pone interesante ¿no? Hasta la próxima.
Nancyriny: Jejeje, no, ¡aguanta! ¡No leas el final! Aún quedan varios capítulos, pero empiezan a aclararse las cosas y por supuesto, empezará la acción.
La escena del bosque, pues la verdad no lo recuerdo, pero por la fecha en la que escribí la escena original, es probable, las fechas cuadran, jeje.
Y naa como siempre muuuchas gracias por leer y por supuesto de, seguir fiel.
