Sunset VIII:

La inactividad la desesperaba pero no iba dejar que sus impulsos las pusieran en un predicamento y calmaba esas ansias dando caminatas por las calles de ese mundo que le recordaba mucho a las del mundo humano, solo que con mucha más gente. Muchas veces acompañada de Amity que también necesitaba algo de aire y estirar las piernas.

Fueron solo un par de veces en el lapso de apenas cinco días, pero se enteró de muchas cosas de la menor como su tierna obsesión por los libros de Azura o cuando quiso crear un consejo estudiantil en su escuela y no se lo permitieron por según el director estaba "obsesionada" con el orden. A su vez ella también compartió anécdotas propias pero fue en esas conversaciones en donde descubrió algo que la inquietó un poco.

— ¿De verdad no hacías algo más que leer? —, pregunta Amity, — ¿No había algo que te gustara aparte de eso? Algún pasatiempo o jugar algo. ¿O coleccionar estampillas?

— ¿De todo tenías que elegir lo más aburrido? Ugh, no —, responde Sunset jugueteando con el anillo, — Pero la verdad es que no. Todo me parecía que era una distracción, además que tampoco lo intenté. Me enseñaron a tocar guitarra, ¿eso cuenta?

— ¿Lo hacías con frecuencia?

— No.

— Entonces diría que no.

— Bueno en Equestria no había algo que realmente me interesara que no fuera la magia pero el mundo humano tenía sus cosas interesantes.

— ¿En serio?

— Estaban estos juegos digitales que podías jugar en consolas o computadoras. Se me hacían interesantes pero nunca les dí la oportunidad. Estaba concentrada en otras cosas.

— Conquistar el mundo.

— Exacto —. Amity extiende su mano y hace un gesto para que Sunset le preste el anillo y se lo entrega.

— ¿De dónde viene la magia? —. Pregunta curiosa.

— ¿Te quieres poner filosófica?

— No, me refiero a de dónde viene la magia en tu mundo —, Amity analiza el objeto como si fuera la cosa más rara del mundo, — La magia de las brujas viene de un saco de bilis pegado al corazón y sus fluidos se mezclan para crear los hechizos. ¿Pero de dónde viene la magia de los ponis?

— Nadie lo sabe realmente. Celestia decía que la magia estaba en todos los ponis y se manifestaba de diferentes formas y que esas manera únicas nos hacían especiales. Que por eso teníamos Cutie Marks que aparecen cuando descubrimos para lo que somos buenos, pero no creo que haya un orígen físico —, responde Sunset, — Es un tema... complejo si lo piensas.

— ¿Crees que Tempest tiene razón? —. Pregunta Amity.

— ¿Ah? —. Sunset se siente inquieta con la pregunta.

— ¿Crees que algo que se manifiesta de maneras tan únicas como la magia debería estar limitada por reglas solo porque... conviene que sea así? —. Amity se queda mirando al anillo pero para Sunset su mirada estaba puesta en algo más.

Y no necesariamente a los guardias caminando allá en el fondo que patrullan constantemente las calles vigilando y llevándose a los "alborotadores" y que ya ha escuchado en un par de ocasiones tener riñas con usuarios mágicos. No, la mirada de la menor iba más allá del anillo.

— A Tempest le hicieron creer eso pero no es la verdadera intención de Leraos, — Sunset le quita el anillo, — Sí, sí creo que la magia debe controlarse de modo que no le quite libertades básicas a los demás. Nadie debería tener tanto poder a la mano y hay mejores formas de hacer las cosas.

— ¿Y qué pasaría si no queda más remedio? —, pregunta de repente, — ¿Qué harías si todas las demás forman fallan?

Sunset hubiera querido responder pero no pudo. Muchas veces vio en las noticias del mundo humano disturbios sobre la aprobación de una nueva ley que no conformó a ciertos sectores y terminaban en manifestaciones bastante violentas y por causa de las mismas dichas leyes se abolieron, muchas veces con intentos de diálogo al inicio. Nunca se interesó por los problemas del mundo humano y en Equestria nunca vio algo similar. No tenía una respuesta realmente fundamentada.

Unos graznidos llamaron la atención de ambas, al voltear ven a Munin, el palismán de Lilith. Ambas sabían lo que significaba por lo que se acercan al cuervo y este convierte en bastón el cuál montan y vuelan lo más rápido que puedan para que no se metan en algún problema.

Después del viaje rápido suben las escaleras que llevan al apartamento, durante todo ese tiempo Sunset no se pudo sacar de la cabeza la imagen de Amity observando un tanto codiciosa su anillo, no porque temiera que se lo fuera robar, sino por las razones por las que lo haría y para lo que lo pudiera querer. Al llegar y abrir la puerta se encuentran a Baruch y Lilith sentadas en la mesa del comedor con un sujeto con traje y una nariz puntiaguda y orejas bastante grandes con pantalón y chaleco de tela gris y camisa blanca.

— Oh, supongo que son ellas —, dice el sujeto poniéndose de pie y dándoles la mano a ambas, su voz es inquietantemente elegante, — Aelthric, un placer —. Sunset le da una sonrisa incómoda.

— Si trajeron algo con ustedes, búsquenlo, nos vamos en cinco minutos —. Dice Baruch con sequedad.

— Oye, tranquila, por lo menos deja que tome algo —, interrumpe Aelthric, — ¿Sabes lo complicado que es moverse por la Coalición sin levantar sospechas? Más ahora que las cosas se complicaron por culpa de Dathir.

— ¿Por qué? ¿Qué ocurrió? —. Pregunta Baruch.

— Bueno, solo digamos que hubo un altercado y pues soltaron al proxy —. Dice Aelthric.

— Ay, no puede ser —, Baruch se masajea las sienes, — Nos vamos ya.

— Alto, alto —, interrumpe Sunset, — No pienso seguir con esto sin saber realmente con quién vamos a ir ahora y qué vamos a hacer allá. — Dice Sunset mirando a Aelthric. Sabía que con solo el tono de voz sería suficiente para intimidar al refinado hombre.

— Realmente eres... directa como dijo Baruch —, Sunset rueda los ojos con molestia, — Bueno nos reuniremos con Hou Damstron y Dathir junto con sus aliados que están haciendo un ejército de clones para atacar el Corredor Galerio para después entrar en al Observatorio y forzar al Legislador de la Coalición Inquisitoria a entrar en la guerra contra Leraos. Creí que ya lo sabían —. Dice el hombrecillo con confusión.

— No —, responde Sunset tratando de salir de su estupefacción, ¿era acaso que todo esto no podía volverse más ridículo y enrevesado?, — No, no sabíamos nada de eso y creo que voy a necesitar un poco más de contexto porque realmente me perdí en la parte de los clones.

— Baruch, esto está yendo más allá de lo que me dijiste —, reprocha Lilith, — Estaba dispuesta a ayudarte pero solo nos estás alejando más de lo que queremos. Quiero salvar mi hogar pero nos estás llevando a luchar otra guerra más.

— Hicimos un trato y ustedes aceptaron. Si están insinuando que van a echarse para atrás entonces tendremos más problemas —. Dice Baruch con sorna.

— Aceptamos ayudarte porque dijiste que nos llevarías a casa —. Interviene Amity.

— ¿Qué acaso no lo ven? —, Sunset se acerca para encarar a Baruch, — No nos va a ayudar porque le importen o porque dio su palabra porque para ella somos otro medio más ¿verdad? —, acusa Sunset, — Estoy segura que le insinuaste a Lilith que me necesitabas porque "soy poderosa" y podía proteger a Amity pero eso no te importa. Para tí soy un arma. Solo tienes que hacerme enojar y arrasaré a tus enemigos por ti, ¿verdad?

Baruch solo la mira directamente a los ojos con rabia.

— Señoritas, creo que podemos arreglar esto, solo vamos relajarnos —. Aelthric intenta aliviar la situación.

— Ni siquiera Tempest haría algo tan sucio como eso —, recrimina Sunset, — ¿Qué pasaría después? ¿Lilith también es tu arma de respaldo? ¿Harías que Amity se uniera la coalición?

El silencio se hizo en la habitación mientras Sunset mira con acusación a Baruch mientras esta no formula una respuesta que pueda satisfacer tanto a Shimmer como a Lilith que también se había puesto a la defensiva. Aelthric se nota claramente nervioso mientras frota sus manos y le tiembla el labio inferior. Amity por su parte había centrado su atención en otra cosa desde hace unos segundos pasando su mirada de un lado a otro, guiándose por el oído, pues a su alrededor desde hace rato varios crujidos venían desde el exterior rodeando el apartamento.

— Sunset —. Dice Amity.

Su cuerpo falló, su espina dorsal se dobló y su cabeza golpeó el suelo con fuerza como si de una muñeca de trapo se tratara mientras una sordera temporal agobiaba sus oídos. Todo se movió a alrededor y ahora una luz le impedía ver con claridad a las figuras altas y fornidas portando armas de gran calibre que entran por un boquete en la pared a la que Aelthric le daba la espalda. Su instinto la hace buscar su anillo y ponerselo para lanzar un ataque cualquiera a los intrusos para luego pasar su mirada a donde está Amity recomponiéndose.

Ella se arrastra hasta la joven bruja y la hace ponerse de pie y aunque no puede escuchar sus propias palabras, sabe que le ordenó que fuera con Lilith. Los intrusos repelieron su ataque mágico con facilidad solo poniendo sus brazos en forma de equis delante de ellos.

Una mano sobre su hombro la jala mientras un brillo conocido aparece en el lado opuesto de la habitación. Una vez más siente su cuerpo demasiado blando, tanto que con un solo jalón cae de vuelta al suelo, solo que este es de concreto y no de madera y con un aire fresco moviendo un poco su cabello. Cuando sintió que el mundo volvía a correr a tiempo real se levanta con rapidez solo para ver un portal cerrándose detrás de ella con un muy alterado Aelthric y una agitada Baruch con la daga lacada en su mano.

— ¡¿Qué acaba de pasar?! —. Grita exaltado Aelthric.

— Entramos ilegalmente. Migración o algo así —. Dice Sunset mientras hace tronar su cuello.

— ¡¿Y ahora de qué hablas?! —, reclama el hombre aún alterado, — ¿De qué habla?

— Olvídalo —. Dice Baruch.

Sunset pronto nota la inquietud de Lilith mientras pasa su mirada de un lado a otro con pánico para después ir directo a ella y agarrarla por los hombros.

— ¡¿Dónde está?! —. Vocifera Lilith.

— ¿Qué? —. Responde Sunset aturdida.

— ¡Estaba a tu lado! ¡¿Dónde está?! —. Sunset cae rápidamente de lo que habla y al igual que ella empieza a pasar su mirada de un lado a otro.

— ¡Amity! —, llama Sunset, — ¡AMITY!

Tempest V:

Cuando le dijeron que habían abierto otro portal a las Islas Hirvientes en una sitch sometida creyó en serio que habían eliminado toda amenaza del lugar. No fue así. Durante varios días Tempest luchó una guerra de guerrillas desde todos los frentes posibles, incluso estuvieron cerca de retomar el lugar si ella no se hubiera dejado llevar un poco tratando que la cantidad de bajas fuera mínima.

Fueron días tensos donde lo que terminaba de ponerla de mal humor era que constantemente tenía que estar informando de la situación a Trost que, ella juraba, se reía de ella en su mente. En ningún momento se puso en duda el mando y la capacidad de liderazgo de Tempest solo cuando Trost hablaba con los soldados con argumentos bastante falaces. Pero ahora debía medir mejor sus palabras, ahora la línea de mando la sobrepasaba.

Finalmente las tropas destinadas para la incursión en las Islas Hirvientes llegaron solo cuando ya Tempest había repelido toda amenaza y sometido a los hostiles. Por lo que ahora solo quedaba cumplir las órdenes dadas... o la simple voluntad de Trost. No sabía diferenciarlas.

El portal estaba increíblemente expuesto y su defensa fue complicada, no solo por su ubicación sino porque el niño kaliri que lo abrió fue devuelto a alguna base lejos. Cada barricada construida fue destruida, cada trinchera fue sorteada y cada centinela fue abatido para evitar que el portal sufriera daño y alrededor del mismo se pusieron los cascos sobre las armas de aquellos que participaron en su defensa y la comandante sentenció que pobre de aquel que llegara a moverlos un centímetro.

— ¡Quiero que todas las unidades esten listas para mañana al amanecer para cruzar! —, ordena Tempest a los capitanes asignados mientras los siguen su unidad, — ¡Mi unidad y yo entraremos para reconocimiento! Si no volvemos para el amanecer, continúen e informen a Trost de inmediato.

— ¡Entendido, comandante! —. Responden los tres capitanes al unísono.

— ¿Están listos, verdad, muchachos? —. Tempest se voltea hacia su unidad.

— ¡Sí, comandante! —. Responden sus subordinados.

— Quiten los seguros de las armas. ¡Ojos bien abiertos! ¡Vamos! —. Tempest se echa correr y de un salto cruza el portal.

La sensación no fue diferente a la de muchas otras veces. Solo un brillo y una sensación de desvanecimiento para luego sentir los pies en la tierra, cuando la ceguera temporal, de apenas unos segundos, desapareció su vista seguía estando limitada por una densa bruma que cubría todo el lugar. Sus pies caminaron por un rocoso terreno.

Su unidad apareció poco después de ella y se pusieron en formación mientras parecía que la niebla poco a poco menguaba para luego regresar más densa todavía.

— ¿Y ahora en qué parte de las islas estaremos? —. Pregunta Raczis.

— Uno peligroso al parecer —. Responde Velario.

— Bajen la voz —, ordena Tempest, — Armas. — El sonido de los rifles levantándose fue la respuesta que obtuvo mientras Tempest crea varios orbes de luz para luego invocar un ligero viento para dispersar un poco la niebla.

Nota que hay una parte del terreno que la niebla se curva e intuye que están cerca de un barranco, por lo que con cuidado se acerca al lugar para invocar un vendaval mucho más fuerte para que dispersó la niebla de una buena parte del lugar donde están y fue cuando Tempest notó algo que la hizo hacer una mueca porque parece que las cosas se complicaron.

— Estamos en el Reino de los Demonios —, dice Tempest, — Pero no estamos en las Islas Hirvientes.

Su unidad bajan un poco las armas cuando en el horizonte el cráneo de un titán se alza, pero el titán que una vez vieron, sino uno con un cráneo más alargado y los restos de otras criaturas míticas caídas rodeando el archipiélago.

— Pues claro que no lo son —, dice una voz grave detrás de ellos, bajaron la guardia, — Y están un poco lejos de ellas —. Rápidamente vuelven a levantar las armas, — Hey, hey. Tranquilos, no quiero pelear.

— ¡Identifíquese! —. Exige Sommer.

Un ser alto vistiendo túnicas, con espalda encorvada y alas brotando de la misma y cuyo rostro es un cráneo con colmillos y grandes cuernos curvados brota de la niebla.

— Mi nombre es Tarak y, lo dicho, no están en las Islas Hirvientes y no lucen como si fueran de allá —. Dice el ser.

— ¿Entonces dónde estamos, Tarak? —. Tempest interviene colocándose entre su unidad y el demonio.

— Para mí será un honor mostrarles, Heraldos del Cazador —. Dice Tarak haciendo un gesto para cederles el paso.

— No vamos a ir a ningún... —. Empieza a decir Cornwall cuando Tempest los interrumpe.

— Será un gusto. Iré yo solamente, espero no sea considerado como algo grosero —. Dice Tempest galantemente.

— Para nada —, dice honrado Tarak, — Sígame por favor, mi señora.

— Que educados —. Dice Tempest con una sonrisa.

— ¿Comandante, qué está haciendo? —. Pregunta Sommer.

— Quédense aquí y cubran la posición. La vista al cielo siempre, si algo va mal se los haré saber —. Tempest empezó a seguir al tal Tarak mientras su figura se pierde en la bruma.

Después de unos minutos de solemne caminata la niebla empieza a ser menos y fue cuando Tempest decidió iniciar con el interrogatorio disimulado.

— Y bien, Tarak, si no estamos en las Islas Hirvientes, ¿en dónde estamos?

— Está en la Isla de los Atrapa Titanes, mi señora —. Responde Tarak con mucho respeto en su voz.

— Parecía que nos esperabas, Tarak.

— Todos lo hacíamos, mi señora.

— ¿"Todos"? —. Pregunta Tempest.

— Durante años hemos esperado una señal del Gran Cazador y cuando ese orbe de luz apareció se me encomendó vigilarlo para ver que ocurriría y ustedes aparecen. Seres diferentes, de un lugar diferente y con interés en las Islas Hirvientes. Estoy seguro que nos llevarán a la Cacería Final —. Dice Tarak.

— Dijiste "Atrapa-Titanes". ¿Fueron ustedes quienes derrotaron a estás criaturas?

— Ah... no. Ciertamente ninguno ha visto un titán vivo en mucho tiempo. Pero sabemos que queda uno y es nuestro deber encontrarlo y ofrecerlo como sacrificio al Gran Cazador.

Pasé de un tirano a unos fanáticos. Que bien. Piensa Tempest.

— Bienvenida, mi señora —. La niebla se había ya dispersado y frente a ella yace una villa con casas hechas a base de huesos, otras parecían estar hechas con corazas y caparazones de animales (o titanes) mientras un monolito se alza al centro del lugar con el símbolo de un sol en la punta.

Bajaron al lugar y docenas de otros demonios similares a Tarak aparecen y se juntan alrededor de Tempest murmurando cosas y mirándola con alevosía, como si ella fuera una especie de ser angelical o algo por el estilo. Eso la incomoda bastante.

— Tranquilos, amigos, la Heraldo del Cazador ha venido. No hay que importunarla de ninguna manera —. Ordena Tarak.

— Parece que los tienes bien coordinados, Tarak. Como todo un líder —. Halaga falsamente Tempest.

— Me honra mucho, pero no soy el líder. Ese sería Bill —. Responde Tarak.

— ¿Bill? —. Repite Tempest incrédula.

— Si, Bill —, reafirma Tarak, — Estoy seguro que querrá verla.

Abriéndose paso entre la multitud hacia el centro de la villa donde el monolito resultó ser una torre con una base circular ornamentada con colores grises y cuernos. Tarak se acerca a la gran puerta y las abre dejándola entrar a un gran salón circular donde una escalera de caracol llega hasta la cima. Del techo cuelga el esqueleto enorme de una criatura de aspecto reptiliano mientras las maquetas de planetas y asteroides lo rodean como si de un sol se tratase.

Los guardias que resguardan el lugar le hacen un gesto señorial y la invitan a subir las escaleras y mientras lo hace, Tempest no puede dejar de ver esa osamenta monstruosa que la hacía pensar en los misterios que albergaba ese mundo y los muchos otros misterios de otros mundos. Cuantas sociedades con sus creencias podrían haber en el infinito, los monstruos y criaturas que se arrastran por las selvas, se ocultan en las cuevas de las montañas o duermen en las profundidades marinas e incluso aquellos que permanecen en su letargo cósmico entre las estrellas.

A veces, y más después de su audiencia, pensaba e incluso deseaba tener la vida suficiente para ver aquellas maravillas y horrores que la eternidad aguarda para todo aquel que esté dispuesto a buscarlos. Quería ser ella, pues lo que Leraos le ofrece ya no le parece tan radiante, pues no obtuvo lo que merecía. Regresó a donde empezó sin merecerlo. No después de su fracaso.

Tempest llegó a un corredor decorado con armas de todo tipo cuando Tarak la presenta como la Heraldo del Cazador y la respuesta que obtiene es un sonoro:

— ¿¡Qué?! —, Tempest se acerca a la habitación para ver a un demonio bajito y más andrajoso que el resto de sus semejantes — Entras aquí haciendo un estruendo como un titán para hablar con susurros ¡Más fuerte! —. Dice el demonio, Bill al parecer, mientras pone un cuerno a la altura de su oreja.

— LA HERALDO DEL CAZADOR ESTÁ AQUÍ, BILL —. Grita Tarak al cuerno.

— ¡¿Qué?! ¡¿Y me avisas hasta ahora?! —, exclama Bill bajando de su trono, — Señora es un honor tenerla aquí. Desde que vimos esa señal en la colina supimos que algo o alguien debía venir en nombre del Gran Cazador y finalmente aquí está. ¿Qué podemos hacer por usted?

— Gracias por el recibimiento... Bill —, le hacia gracia el nombre, — Mi nombre es Tempest Shadow y mi intención es llegar a las Islas Hirvientes para acabar con el reinado opresivo del Emperador Belos.

— ¿Belos? ¿El del reino de los cadáveres? —, se ríe Bill, — Tengo cicatrices de batalla más viejas que su reinado. ¿Quiere verlas? —. Bill se levanta la camisa dejando ver una gran cicatriz desde el pecho al abdomen.

— Preferiría mejor que no —, le baja la vestimenta, — ¿Saben de algún método para llegar a las islas o que dirección debo seguir?

Bill ríe ansiosamente.

— El último titán me dejó casi sordo con su insoportable rugido. Se dice que en las Islas Hirvientes está escondido el último titán vivo y si pudiera poner mis manos sobre él yo... yo... —, Bill empieza a hiperventilar con su propia emoción, — No solo le mostraré como llegar. ¡Todos iremos junto a usted en la Cacería Final!

Esto fue demasiado fácil Tempest sonríe de lado. Las dificultades de las últimas semanas se ven recompensadas con esto.

— Sígame —, Bill la guió fuera de la torre y de la villa hasta más allá del lugar de donde el portal se abrió, el cual podía ver a la distancia como un diamante, llegaron hasta una especie de muelle natural en una mano colosal a la cual le falta un dedo, — Es aquí.

Bill pone sus manos sobre el suelo y una columna de luz amarilla y azul los envuelve a ambos, sus pies se despegan del suelo y empiezan a levitar hacia el cielo mientras un cúmulo de nubes se arremolina sobre ellos y Tempest logra ver como de entre las nubes se abre un portal y ve como una gran montaña de hueso, en forma de dedo, se alza y ellos van directo hacia ella.

Un relámpago rasga el el cielo al momento en el que cruzan, ahora ya no ascienden si no que van en picada hacia el suelo, y en el momento en el que la gravedad vuelve a funcionar Bill ríe mientras hace un círculo brillante con su dedo para después hacerlos levitar y caer suavemente sobre el suelo.

— ¿Puedes hacer magia cómo el resto de brujas? —. Pregunta Tempest un poco consternada.

— ¡Pues claro! —, exclama Bill, — Las armas a veces no son suficientes. Además, para atrapar a un titán hay que verse como uno —. Bill se quita el cráneo de la cabeza que en realidad funcionaba como una especie de casco dejando al descubierto su decrépito y viejo rostro.

Tempest solo tuvo que sumar uno más uno después de tal revelación.

— Las Islas Hirvientes están a menos de un día de viaje en barco en esa dirección —, Bill señala al oeste, — Siempre es un problema llegar hasta allá.

— No te preocupes, viejo y sabio Bill —, dice Tempest, — Tenemos nuestros propios métodos.

Tu máquina será muy útil, Jessvan piensa Tempest.