Catra X:
(Suena "Remains - Volker Bertelmann")
El bombardeo se prolongó durante largas y tortuosas horas hasta que todo aquello que pudo ser destruído se colapsó dejando una buena parte de la ciudad en ruinas.
Edificios se colapsaron levantando nubes de polvo, los incendios consumieron los cimientos de las casas, los estallidos astillaron los árboles y dejaron cráteres por lo que una vez fueron concurridas avenidas. Los monumentos se tambalearon y cayeron, las estatuas se convirtieron en recuerdos y las paredes del palacio se resquebrajaron.
Las líneas de drenaje se colapsaron inundando buena parte de los alcantarillados, cosa que tomó por completo desprevenida a Catra pues le aseguraron que la presión de las tuberías no cedería bajo ninguna circunstancia, ese error les costó varias valiosas vidas de arbisanos cuyos cuerpos serían arrastrados hasta el río.
La mañana posterior al bombardeo fue un funesto día que Catra recordará por siempre al ver una ciudad, el baluarte de una civilización que pudo equilibrar su parte espiritual y la austeridad con la modernidad hecha añicos en cuestión de horas. El silencio de esas primeras horas fue terrible, haciéndola ver enemigos donde no los había y asustandose de cosas que no estaban ahí.
No podía parecer débil, se le había encomendado una tarea y en ese silencio abisal que precedía a la verdadera tormenta movilizó a todos los efectivos que pudo. Lo habían adivinado, la zona industrial era el lugar por donde habían dispuesto entrar y en lo que Catra llegaba con Aul y varios miembros de élite de la guardia personal de la Casta Heire, los arbisanos salieron de las alcantarillas y se apresuraron a colocar las trampas anti-tanque.
No los detuvo mucho tiempo pero lo suficiente para que Catra llegara a tiempo. En su premura escuchó los primeros intercambios de disparos y las primeras estelas de ataques mágicos por parte de ambos bandos y al momento de llegar a la refriega descubrió a los primeros tanques destruidos y las primeras bajas.
El distrito industrial estaba literalmente en llamas, pues las plantas con sus reservas de gas y otras maquinarias estallaron en bolas de fuego que consumían las ruinas de las fábricas y complejos donde se trabajaba el metal. Los que podían hacer Krapka usaban a su favor los incendios para hacer más poderosas combinaciones y conjuraciones.
Las barreras de fuego azul detenían el fuego enemigo mientras desde atrás lanzaban los ataques con fuego naranja haciendo levantar chispas y pequeñas explosiones mientras manipulaban el fuego negro para llegar a objetivos a larga distancia y los más experto conjuraban el fuego blanco haciéndolo golpear la tierra que se partía y se abría bajo los pies de los learosi cuyo paso seguí inexorable.
Tropas comunes, tropas mágicas y droides marchaban hacia adelante por igual, siendo los más afectados las tropas comunes pues lo kaliri y los deneri hacían lo propio con su magia siendo está más devastadora, pues no requería habilidad marcial, solo el poder de conjurarla, causando grandes explosiones y ataques devastadores enfocados a un daño de área más que a objetivos en concreto.
Con cada oportunidad que se le presentaba, Catra disparaba con tiros certeros la mayoría de veces, cuando notaba que que era un droide se movía rápidamente para eludir las potentes cargas de las armas de los droides, siempre con Aul a su lado para cubrirla si se topaba de frente con algún mágico. La movilización y la reagrupación era complicada pues con muchas edificaciones en llamas era difícil decidir entre las órdenes necesarias o la propia seguridad.
Y cuando los Maestros del Krapka usaban el fuego de los incendios, apagándolos durante el proceso, solo dejaban los débiles cimientos haciendo que muchas estructuras se colapsen, llevándose vidas de ambos lados por igual.
— ¡No usen el fuego de los incendios! ¡Debilitan los edificios! —, ordenó, — ¡Repliéguense a la segunda línea!
La orden se corrió entre los arbisanos y así crearon obstáculos con los escombros de los edificios derrumbados, los que aún resistían cayeron al atraer el fuego de los tanques hacia ellos, siendo Catra quien se ofrecía como carnada para esos momentos. Cuando los learosis no pudieron avanzar más en sus tanques, los arbisanos se replegaron a la segunda línea mientras los Maestros del Krapka lanzaban llamaradas naranjas al otro lado de los escombros.
No eran ni siquiera las diez de la mañana.
El distrito industrial ardió durante todo ese día y cuando el fuego se consumió por completo, a la mañana siguiente solo quedaban ruinas y rocas humeantes. Los learosis avanzaron con sus tropas de a pie a un paso bastante apresurado, algo bastante imprudente a la forma de ver de Catra, pero que importaba. Usando los edificios tiznados y los montones de rocas de las edificaciones caídas se libraron ataques relámpago con la intención de hacer la mayor cantidad de bajas posibles.
Entre el humo se distinguían los destellos de los disparos de las armas desde todas las direcciones y ángulos posibles. Al ras del suelo, de las ventanas y umbrales carbonizados, paredes con boquetes, techos, pilas de rocas y metal derretido. Ronda tras ronda, cargador tras cargador se agotaron durante varias horas mientras los cuerpos, los heridos y la rabia se acumulaban.
Los hicieron retroceder. Ese día fue suyo pero las bajas fueron muchas, más de las esperadas y Catra no podía permitir eso.
— ¡Hay que pelear usando la cabeza! ¡No tomen riesgos innecesarios! ¡Muévanse, cubranse sin dejar de disparar! ¡Son escuadrones, compórtense como tal! ¡No se separen nunca! —. Vociferaba Catra mientras la noche caía.
Debía mantener la denominada "segunda línea", un sector de la zona industrial que se separa del resto por un canal de drenaje seco sirviendo como barrera, el mayor tiempo posible. No había noticias de un avance en otro punto de la ciudad. Cuando el bombardeo cesó, Rethor había ordenado que todos los puntos que pudieran ser puntos de ingreso fueran saboteados de alguna forma para dificultar el paso.
El propio Rethor estaba en otro punto de la ciudad, hacia el este, supervisando que se mejoren las defensas de ese lado.
Catra reconoció un sonido pesado avanzando. Los tanques estaban en movimiento otra vez. Da un par de órdenes y señala donde quería que se colocaran, tanto de un lado como del otro del canal de drenaje, ve a los tanques superando los escombros, ordena que se ataque antes que puedan completar el tramo. Los Maestros vuelven a invocar el fuego blanco con el que hacen temblar la tierra creando cráteres donde se hunden tanto tropas como su maquinaria, aunque dejándolos algo expuestos.
Desde la seguridad de la distancia, al otro lado del canal, los tiradores intentan que ser certeros al momento de evitar cualquier avance enemigo.
La oscuridad de la noche hacía resaltar el intercambio de hechizos y magias entre los arbisanos y los kaliri quienes eran los que más atacaban con más agresividad mientras los deneri se limitaban a proteger las tropas. El rostro de Catra se ilumina con la luz azul de las barreras de fuego mientras hacía avanzar a sus tropas con Aul a su lado que chasqueaba los dedos creando barreras de fuego para dificultar el paso.
Gracias a su oído, Catra nota que hay una zona en la que parece haber problemas y se dirige hacia allá a toda velocidad, notando que los droides están ganando bastante terreno y haciendo retroceder a los arbisanos. Moviéndose entre las ruinas quemadas y se abalanza sobre uno de los droide usando sus garras para desgarrar la armadura y el blindaje. Eran duros pero no tanto como su don natural.
Con el droide destruido toma el arma y empieza a disparar las pesadas cargas contral el resto de máquinas. El arma le pesaba y el retroceso de la misma le lastimaba los brazos pero las cargas eran lo suficientemente fuertes como para destrozar el blindaje de los droides con un solo tiro hasta que se acabaron las municiones.
Los Maestros del Krapka aparecieron y con sus manos hicieron movimientos marciales creando fuego rojo que se moldeó y se crearon armas tales como martillos, espadas y hachas. Cargaron contra las máquinas con barreras de fuego azul cubriéndolos y se enfrascaron en combates cuerpo a cuerpo con las máquinas, y con algo de esfuerzo fueron cayendo poco a poco y parecían que no les importaban las bajas causadas por el ingente número de droides que marchaban hacia ellos.
Ese fue el panorama durante otros tres días, entre magia, disparos, heridos y muertos, en un momento donde el fuego se había relajado un poco curaba sus heridas. Las explosiones mágicas o por granadas de mano o los enfrentamientos cuerpo a cuerpo le sumaban ya casi una docena de golpes y heridas.
Tenía una herida en la nariz, un corte en la ceja y el labio partido. Un ataque con cuchillo le dejó un corte en el brazo derecho, no era muy profundo, pero dolía así como también le dolía la cadera y la cabeza. Tenía una contusión algo por el estilo porque el dolor de cabeza que tenía no era normal.
Se limpia un poco el polvo, la tierra y la sangre de la cara y las manos, que muchas veces habían sido su única arma en momentos clave. Caras rasgadas, piernas heridas y un par de ojos extirpados son algunos de los actos que las marcas de sus manos relataban. Veía sus palmas manchadas de rojo, le temblaban y frente a sus ojos revivía una y otra vez las cosas que había visto y las que había hecho.
Cuerpos hechos jirones por las ametralladoras de los tanques, miembros amputados de tajo por las armas de los droides o simplemente aniquilados por los embates mágicos. Tanto enemigos como aliados, todos resonaban en su mente.
Así es como esto, así ha sido siempre se decía a sí misma Seguimos aquí. La segunda línea aún se mantiene.
— Por favor, Sunset Shimmer, dijiste que volverías —. Súplica Catra en voz baja.
Lilith V:
— ¡¿Cómo permitiste que pasara esto?! —, exclama Lilith, — ¡Estaba a tu lado, solo tenías que tomarla! —. Le recrimina a Shimmer que tiene una expresión mezcla de enojo y angustia.
— ¡¿Yo?! ¡Ella iba hacia tí! ¡Debiste verla y llevarla contigo! —. Replica de de vuelta Sunset.
— ¡Abre el portal! —, le exige a Baruch, — ¡ABRE ESE PORTAL AHORA!
— No puedo —. Responde ella con sequedad.
— ¡¿Cómo que no puedes?!
— Ella estará bien —. Dice secamente mientras jala Aelthric visiblemente afectado.
— No puede ser. Sunset tenía razón, solo somos un medio para tí. No te importamos. — Dice Lilith impactada.
— Lilith, no tenemos tiempo para esto —. Baruch ignora la acusación.
— Tan desechables que si una falta no importa porque todo debe seguir según el plan, — los desencajados ojos de Lilith no son capaces de expresar la rabia que siente en ese momento, — No voy a permitir esto.
— Lilith —. Sunset le habla y la toma por el hombro.
—¡Suéltame! —, le da un manotazo a la pelifuego, — ¡Todo esto es tu culpa! Si ustedes no hubieran aparecido nada de esto hubiera pasado. ¡Invades mi hogar, matas a mi lugarteniente y ahora a Amity! Se acabó. ¡Se acabó!
Invocando su bastón lo golpea contra el suelo creando una onda mágica que aparta a Sunset un par de metros cayendo de espalda. Se voltea y ve a Baruch lista para invocar un hechizo, Lilith usa su magia para transportarse detrás de Baruch y aunque parece que ella le siguió con la mirada, aún a esa velocidad en la casi es imperceptible, no es capaz de parar el golpe que también la derriba.
— ¡Dame esa daga! —, exige Lilith que se abalanza sobre Baruch que la detiene con una sola mano, — ¡Si tú no harás nada entonces lo haré yo!
— Dudas de tu estudiante y aún así quieres que confíe en tí. Todo esto la hará fuerte —. Dice Baruch. El comentario la hace enfurecer.
— ¡Es una niña! —, Lilith hace un movimiento que hace que Baruch suelte su bastón y hace un círculo de hechizos que lanza una ráfaga azul, — No necesita ser fuerte, necesita que la protejan.
Baruch junta sus manos y las lleva hacia el suelo que se moldea en forma de puntas afiladas que se dirigen hacia Lilith, ella hace un barrido rompiendo las puntas y lanza otra ráfaga hacia Baruch que la bloquea dejando pequeñas bolas de fuego azul flotando las cuales atrae hacia su mano y lanza su propio ataque, un potente rayo carmesí el cual Lilith esquiva sin dificultad. Baruch da un pisotón levantando pedazos de roca y las arroja a su atacante, Lilith desaparece y aparece arriba de Baruch haciendo un círculo con su bastón y arroja un orbe de poder hacia la mujer.
Baruch se prepara para bloquearlo pero un gran mano de baba morada la sostiene y el ataque le golpea de lleno dejándola tirada en el suelo, Lilith cae en picado y empieza a hurgar en su ropa buscando la daga aquella con la que abrió el portal en Arbis. Lilith siente un golpe en la parte posterior de su cuerpo, un golpe metálico, luego otro y otro. Placas de metal empiezan a cubrir su cuerpo hasta dejarla inmóvil.
— Estás siendo irracional, Lilith —, dice Baruch, — No quería que esto pasara pero debemos seguir, lo siento.
Baruch nota que el metal parece estar haciéndose líquido hasta que Lilith es capaz de moverse de nuevo y no entiende como es posible si la había inmovilizado de forma que no podía invocar hechizos hasta que recuerda a alguien. Se gira y vea a Sunset con el anillo puesto y la mano extendida.
Baruch se gira de nuevo a Lilith y el metal líquido se mueve hacía ella y con un contrahechizo se detiene y nota que tenía una punta afilada que estaba yendo hacia su cara, Sunset hace lo propio y hace que el metal se vuelva manipulable y lo hace enrollarse en las muñecas convirtiéndose en una cadena que la maniata al suelo.
Lilith vuelve a atacar con otro orbe azul, aún encadenada, Baruch crea un escudo en forma de espejo que se rompe en cientos de pedazos, los pedazos siguen flotando y apuntan hacia ella y se dejan caer. Ella hace un movimiento de cabeza y crea una onda de fuego que reduce el cristal a polvo para luego liberarse.
Sunset la ataca con hechizos varios de magia roja y cruda que son fácilmente bloqueados por la mujer, los ataques de Sunset se vuelven cada vez más potentes pero Baruch se limita a simplemente a bloquear. Lilith aparece a su lado y empieza a crear otro círculo de hechizos hasta que la mano de Baruch detiene su acción para luego sentir como los nudillos de Lilith chocan contra su cara.
— Esa no la viste venir —. Se burla Lilith.
Sunset y Lilith continúan atacando a Baruch que parece costarle cada vez más contrarrestar las magias azules y rojas que hacen llover sobre ella. La bruja y la ex convicta parecieron olvidar su pleito inicial y sin necesidad de decirse nada se pusieron en su contra para tomar la daga para ir por la niña. Para Baruch era impresionante e incomprensible.
Cuando Baruch intenta hacer un ataque ofensivo creando un remolino de magia gris y negra alrededor de sus dos atacantes hasta que de la nada el remolino se disipa y se convierten en hilos mágicos que empiezan a rodearlas y rápidamente crean un domo alrededor de ellos, pues Aelthric también quedó atrapado. Tan poco le importaba a Lilith que se había olvidado de él.
Lilith mira a su alrededor y ve a cinco sujetos con túnicas de colores varios acompañados por otros cubiertos por armaduras grises. Los de las túnicas, que parecen más harapos que ropa propiamente dicha parecen ser quienes desviaron el hechizo de Baruch y lo tergiversaron.
— No puede ser —. Dice Sunset con desespero.
— ¿Qué pasa? —. Pregunta Lilith.
— Estos fueron los que me encerraron —. Lilith no sabe como reaccionar. Lanza un hechizo al domo que solo se dispersa sin hacer mayor cosa. Parece que finalmente todo había terminado.
De pronto uno de los hechiceros desaparece en agujero que se abrió bajo sus pies y se cerró, dejando consternado al guardia que lo acompañaba. De pronto otro, y otro, y otro hasta que los cinco desaparecieron. El domo se resquebrajó y se quebró volviéndose polvo brillante. Los sujetos en armaduras desenvainan sus armas y adoptan posiciones de combate.
— ¡Al suelo! —. Escuchan de repente. Lilith se voltea y ve una ráfaga de magia de color verde yendo hacia ella. Grita y se agacha para que no la golpee a ella y terminando fulminando a uno de los guardias.
Los otros cuatro se abalanzan sobre ellas, Lilith responde rápidamente al tajo de espada que iba a caer sobre ella bloqueando con su bastón y empujándolo hacia atrás, el guardia vuelve a atacar y ella solo da un paso hacia atrás para evitar el corte transversal. Sunset por su parte esquiva todos los espadazos y cortes que caen sobre ella hasta que ve la oportunidad para tomar el brazo que sostiene la espada y mueve el piso bajo el guardia derribándolo y empieza a golpearlo con su puño envuelto en magia aún con el yelmo puesto.
Baruch se deshace fácilmente de uno de ellos, casi ni siquiera se mueve para despojarlo de su armadura y someterlo mientras Lilith batalla para seguirle el paso al guardia. Con un movimiento de su bastón logra desarmar al caballero y se coloca detrás de él intentando someterlo con su bastón mientras que por detrás el último guardia se acerca para apuñalarla por detrás.
— ¡Cuidado! —. Una voz masculina muy grave habla a sus espaldas y ve la espada cayendo sobre su cabeza pero el golpe no llega nunca.
Un brazo detiene la hoja de la espada y viendo con más detenimiento ve a un ser de piel pálida, de orejas puntiagudas y ojos tan rojos como la sangre mostrando su dentadura con prominentes colmillos igual de rojos. El ser pálido y el guardia se enfrascan en un combate en el que el ser pálido usa unos brazales para bloquear los golpes de espada y únicamente sus puños para atacar.
Sunset remata al guardia al que Lilith estaba sometiendo y ven el combate entre los dos rivales, en un momento el ser pálido bloquea la espada pero forcejean para que encontrar una ventaja para acabar con el otro y el guardia acerca peligrosamente el filo de la hoja al cuello del ser pálido. Lilith es la primera en reaccionar se impulsa para golpear al guardia y que pierda el equilibrio.
El guardia ahora dirige su ataque a la bruja pero ella usa la punta de su bastón para bloquearle, dejando el costado desprotegido cosa que aprovecha el ser pálido para golpear. La armadura se abolla y por fin suelta la espada y se las ingenia para tomar al ser pálido por las muñecas hasta que Lilith usa su magia para inmovilizarlo y jalarlo para que aquellos ojos rojos hagan una mueca de enojo y le de el último golpe que termina con el enfrentamiento.
— ¡Ya ves, Hordak! —, lo llama un hombre de cabello azul y muy tupido, — ¡Te dije que ese traje te sería útil!
— Justo a tiempo, Dathir —. Dice Baruch.
— La suerte no estará con nosotros mucho tiempo si no nos vamos. ¡Muevanse! O el Proxy puede venir —. Aelthric corre hacia donde está... ¿Dathir? mientras Sunset y Lilith se quedan observando.
— No se queden ahí —. Dice Hordak. — ¿O es que ellas no vienen?
— Por supuesto que sí —. Baruch hace un movimiento de mano e inmoviliza a la bruja y a la pelifuego y las arrastra.
— ¿Osea que pudo hacer esto todo este tiempo? —. Dice Sunset intentando liberarse.
