Catra XI:
Catra se sienta sobre un balde con la completa incomodidad del caso mientras un arbisano limpia como puede la herida en su cuello mientras el sudor recorre su rostro sucio con tierra, polvo y cortes diversos en su mejilla y cerca de sus ojos mientras Aul yace agotado a su lado, Catra hace una mueca de dolor mientras el arbisano hace la labor de limpiar la herida.
— Te pasó tan cerca que te pudo matar —, dice el arbisano mientras Catra se encoge por el escozor y el ardor, — No te muevas.
Catra solo rueda los ojos y ya que el arbisano no tiene un traductor le pide a Aul que hable por ella.
— Dile que se apresure —. Habían sido muy malos días.
Cuando Vernis se unió a ellos la pelea se volvió más encarnizada y los learosis enviaron a las tropas quoran que, impulsados por la venganza contra el traidor e inspirados por la idea de hogar y honor, luchaban como nunca lo habían hecho. Al menos eso decía Vernis, quien aseguraba que su hermana se había encargado de insuflarles un aire de expiación a través del fuego pues todo lo que un Kel hiciera mal, marcharía a la raza quoran.
Durante tres días con sus noches el fuego se intensificó entre escombros y ceniza hasta qué, para empeorar el estrés de Catra, la segunda línea cayó bajó un fuego intenso de cañones fijos y tanques. Hubo más bajas en solo un par de horas que todos los días de intenso combate en el sector industrial.
Cuando dio por pérdida la segunda línea y ordenó la retirada, Catra fue aturdida por una explosión a su lado, durante un par de segundos vio todo brillante y cuando sentía que la jalaban, ella se levanta y sin ver quien fue que la instaba a pararse y tomando un arma como reflejo solo emprenda la huída. No había sonido de cargas siendo disparadas, ni el estruendo de los cañones, ni las explosiones de los obuses. Solo un zumbido molesto y una sensación de miedo recorriéndola.
Una vez reagrupados ya donde empezaba la zona comercial y metropolitana de esa parte de la ciudad tuvieron que improvisar las defensas para frenar el avance de los tanques y las tropas hasta que llegaran los refuerzos pero Vernis sabía que que no durarían mucho si no se deshacían de esos cañones fijos, por lo que él, Catra, Aul y otros voluntarios se adentraron en el alcantarillado.
Las cañerías reventaron varios días atrás y por lo que tuvieron que nadar por aguas turbias y malolientes hasta que llegaron a una salida que no estaba ni cerca de los cañones y el sector industrial estaba completamente invadido y durante horas iban pasando de refugio en refugio valiéndose de la puntería de Vernis, la osadía de Catra y el poder del Krapka para abrirse paso hasta llegar a los cañones fijos. Y una vez allí Aul dejó salir una cantidad de poder que no había mostrado antes. Las ráfagas de fuego rugieron y envolvieron el acero y la carne de los que se ponían en medio y los obuses no cargados explotaron en un terrible estruendo que sacudió y derrumbó lo poco que quedaba de las fábricas.
En aquella confusión pudieron volver a las inundadas alcantarillas y volver con el resto de las tropas a tiempo para el denso contraataque learosi.
La magia tomó parte en la refriega. Los kaliri y los deniri castigaban con proyectiles multicolor a las cansadas fuerzas arbisanas que devolvían los ataques con las técnicas más refinadas del Krapka, pero cada conjuración significaba un gasto importante de energía además de que la técnica debía hacerse con maestría y precisión de lo contrario no solo no tendría el efecto deseado, sino que el conjuro se volvería en su contra. Muchos murieron a la mitad de su técnica, viéndose envueltos en llamas y otros más murieron de agotamiento.
Catra solo podía ver aquel escenario con rabia y frustración, limitándose a vociferar órdenes y disparar a todo aquellos que llevara la marca de Leraos. Maldiciendo no tener una espada como She-ra para acabar con todos ellos con un solo movimiento o el poder de Sunset Shimmer para aplastarlos y hacerlos pagar. Lo único que tenía de ella era el enojo y la ira y una promesa.
Una promesa que parecía que no se cumpliría.
Mientras maldecía la ausencia de Sunset Shimmer una carga pasó rozando su cuello, solo sintió la violenta caricia del plomo y la sangre brotando y cubriendo su mano y su cuello. Vernis la arrastró fuera de la zona de riesgo para luego cargarla mientras veía otra parte de la ciudad ser pasto de las llamas.
Llamaron a la retirada una vez más.
— Tenemos que hacerlo retroceder. Hay que meter presión hacia afuera. Si logran tomar más partes de la ciudad... —. Decía Catra antes que Vernis le diera un zape.
— No vas a hacernos cargar de cara contra ellos, nuestra situación no nos permite perder a más amigos —. Argumenta Vernis.
— La situación no nos permite quedarnos sentados. Hay que ir y hacerlos retroceder a como dé lugar —. Catra se levanta mientras hace presión en la venda sobre su cuello.
— Estás dejando que la venganza guíe tus decisiones. Eso no nos ayudará —. Reprende Vernis.
— ¡Solo necesitamos otro ataque rápido! Ya viste el daño que hicimos cuando nos metimos en las alcantarillas y...
— Y casi no volvemos, Catra —, interviene Aul, — Tuvimos suerte y no volveremos a tenerla.
— Es tu gente la que está siendo masacrada. ¡Tu padre está al otro lado haciendo lo que hace falta para detenerlos!
— ¡Mi padre está haciendo lo correcto para salvar a mi gente! Jamás haría algo tan imprudente en pos de la victoria —, responde Aul, — ¿Por qué crees que aceptó parlamentar con los leaorsis? Él sabía que podía ser una trampa, pero creyó que se podía evitar todo esto. Él está haciendo lo que cree que es correcto y yo también. Y él cree que lo correcto es dejar que tú nos guíes, no me hagas creer que se equivocó.
— Por si no te has dado cuenta, ¡sí lo hizo! —, Catra le da un empujón al joven heredero, — ¡Mírame! ¿Te parece que crees que sé lo que estoy haciendo? Todo este tiempo Shimmer, Amity, Lilith y yo siempre hemos tenido suerte. Y odio admitirlo pero tienes razón, no volveremos a tener suerte —, Catra se lleva las manos a la cabeza y se pone de cuclillas, — No sé qué hacer. Lo siento.
Por la mente de Catra pasaban aquello momentos en los que en su pantalla el símbolo de La Horda aparecía a lo largo y ancho del mapa mientras tomaban posiciones y ahora solo podía imaginar a Trost en su misma posición viendo como sus tropas avanzan a paso inexorable sobre la ciudad y todo sin necesidad de usar su carta más importante.
Vernis jala a Catra y la hace ponerse de pie. No le dice nada, ni siquiera le hace una mueca, solo la levanta y se aleja mientras ella lo ve irse para luego dirigir su mirada a los cansados y abatidos arbisanos verla con duda, decepción o miradas neutras, casi perdidas mientras otros cuchichean entre ellos mientras se siente ridícula e impotente. Pero era cierto, no sabía qué más hacer.
Desde hace tiempo que no era más la Capitana de la Fuerza, aquella que casi doblega a todo un planeta a sus pies. Solo era Catra, un número más, otra estadística, solo una entre el montón, ni siquiera la primera entre iguales como Lilith quiso que fuera.
Un soldado, no más le dijo Tempest una vez y no pudo tener más razón.
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¿Otro capítulo corto porque me da amsiedad el no poder publicar más seguido con la cantidad de texto y cosas que quiero abarcar y que probablemente no termine este volumen antes de terminar el año como me hubiera gustado?
En efecto.
