Capítulo 15
Suspiré de nuevo mirando mis pies... Edward llegaría de un momento a otro y Alice no dejaba de dar saltitos mientras estaba dando vueltas a mi alrededor, en un primer momento intenté detenerla... pero al ver que imposible simplemente la dejé que hiciese lo que quisiese.
— La próxima vez que vayamos de compras... —hablaba casi para sí misma, ya que la ignoraba por completo— tenemos que comprarte un par más de vestidos de noche, Jasper seguro que quiere que vayas a algunas de las cenas que organiza el bufete para los clientes y tienes que estar deslumbrante.
— Sí, Alice —murmuré ausentemente dándole la razón.
— Tiene que ser algo espectacular, que Edward se caiga de culo en cuanto te vea —continuó.
— Lo que tu digas... eres la experta —añadí.
— Tienes que darme tu número, así podré llamarte cuando vea algo que sea apropiado.
— Cuando quie... ¿qué? ¿Mi qué? —pregunté sorprendida.
— El número de tu teléfono móvil... así podré llamarte —explicó.
— Alice... verás... yo...no... yo no... —titubeé— no tengo móvil.
— ¿¡Que!? —gritó sobresaltándome—. ¿Jasper como pude permitir eso?
— No es tan imprescindible —me excusé.
— ¿Qué no qué? Bromeas... ¿cierto? —preguntó con una ceja alzada—. Vamos a comprarte uno ahora mismo...
— Alice... —la detuve— Edward está a punto de llegar.
— ¿Y qué? ¡Qué se espere! —gruñó.
— Pe... pero...
Sin poder hacer nada por evitarlo, Alice comenzó a arrastrarme sujetándome del brazo mientras entre las dos cargábamos una veintena de bolsas con las compras. Quince minutos después el bolsillo trasero de mis jeans tenía un nuevo habitante, un teléfono móvil plateado de última generación en el que Alice se había encargado de dejar su número en la memoria.
— ¡Ahora estaremos conectadas! —chilló emocionada.
Sonreí ante su entusiasmo... su energía era arrolladora. Pero para mí el dichoso aparatito no era tan importante, podría vivir perfectamente sin él.
En cuanto llegamos a donde minutos antes estábamos esperando, Edward estaba allí mirando algo en su teléfono móvil, segundos después el de Alice comenzó a sonar y ella me miró sonriendo.
— ¿Ves como es imprescindible? Edward lo necesita para estar tranquilo —dijo con suspicacia.
Rodé los ojos y apuré mi paso para llegar cuando antes, estaba ansiosa por verlo, por abrazarlo, porque me besase de nuevo, porque me besase mientras me abrazaba, porque me... mis mejillas se encendieron ante lo que mi mente fue capaz de imaginar, ya habría tiempo para eso, además... un centro comercial no era el lugar más indicado para lo que quería que Edward me hiciese.
— ¡Hola Edward! —canturreó Alice colgándose de su cuello y dejando un sonoro beso en su mejilla.
Sonreí mientras veía la escena a unos pasos de ellos, nadie se libraba de la pequeña Alice, tenía energía para dar y regalar.
— ¿Se puede saber dónde estabais? Llevo diez minutos esperando —se quejó él.
— Lo siento, pero teníamos que hacer algo de máxima urgencia —dijo Alice con voz solemne.
— ¿Qué uña se te ha roto esta vez? —bromeó sonriendo.
— ¡Idiota! —gruñó ella—. No ha sido mi uña esta vez —le echó la lengua y Edward soltó una risita ante su gesto infantil—. ¡Bella no tenía teléfono móvil! ¿Te puedes creer que algo así sea posible? —le preguntó con los ojos extremadamente abiertos.
— ¿Bella? —susurró mientras me buscaba con la mirada, cuando sus ojos hicieron contacto con los míos no pude evitar ruborizarme y bajar la mirada—. Alice... ¿qué le has hecho? Creo que te había advertido que no la obligases a nada.
— Todo lo que le he hecho ha sido voluntario —se defendió—, Bella accedió a acompañarme el centro de belleza y allí le hicieron lo que necesitaba.
— Ella no necesitaba todo eso —masculló.
— Puede que no... pero ¿a que el resultado es dos veces mejor? —Alice se colocó a mi lado—. Su pelo está mejor así, un poco más corto y con las puntas perfectamente sanas y ¡mira su rostro! Ahora tiene una expresión diferente, parece mayor.
— ¿Y eso qué? —preguntó un poco... ¿nervioso?
— ¡Oh! vamos Eddie... ¿no te gusta más ahora? —Alice parpadeó un par de veces mientras sonreía como una niña pequeña— No han hecho nada más que resaltar lo evidente, Bella es preciosa de por sí, solo he resaltado lo mejor de ella. El pelo parece más cuidado y con las cejas así su mirada es más intensa... ¿no te parece?
Edward se quedó en silencio, podía sentir su mirada clavada en mí, pero estaba tan avergonzada que no era capaz de alzar la mirada. Pero su silencio era incómodo, Alice estaba intentando que Edward admitiese algo y él se estaba poniendo nervioso al no querer admitirlo.
— ¿Nos vamos? —decidí intervenir.
Alice suspiró fastidiada, Edward lo hizo aliviado. Sin mediar palabra, él se acercó a mí y me quitó todas las bolsas de las manos llevándolas él y comenzando a caminar hacia la salida. Alice bufó y comenzó a caminar tras él.
— ¿Qué pasa? ¿Qué mis bolsas no las llevas? —preguntó fingiendo indignación—. Que sepas que eso no es de caballeros.
— Tú estás acostumbrada a salir y cargar con cincuenta bolsas, esto es nuevo para Bella —contestó Edward.
— A eso se le llama favoritismo... ¿la quieres a ella más que a mí? —preguntó haciendo un puchero.
— Alice... eso no tiene opción a dudas —le guiñó un ojo y ella abrió la boca fingiendo estar sorprendida, pero me miró por encima de su hombro y me sonrió con suspicacia.
Comencé a seguirlos mientras intentaba ahogar algunas risitas... con Alice era imposible aburrirse.
Ya en el coche, Alice decidió sentarte en el asiento trasero, pero se inclinó hacia delante y apoyó sus brazos en los delanteros, estando prácticamente a nuestro lado, ya que yo me senté de copiloto y Edward tras el volante.
— ¿Vas a salir con James esta noche? —preguntó Edward una vez hubo arrancado.
— Sí, me invitó hace unos días a cenar en Firefly... ¿no te parece romántico? —pardeó varias veces mientras lazaba la mirada.
— ¿Crees que te lo preguntará esta noche? —añadió Edward.
— No... —contestó con amargura— James le tiene alergia al matrimonio.
— Míralo por el lado bueno —dije sin pensar—, sin papeles de por medio siempre le puedes dar una patada en el culo sin remordimientos cuando las cosas vayan mal.
Ambos me miraron como si estuviese loca y Alice bufó.
— Pero quiero casarme, quiero un anillo, quiero un vestido blanco... ¡es el sueño de cualquier chica! —chilló.
— Yo no sueño con eso —aseguré.
— ¿Nunca has soñado en ponerte un vestido de princesa y caminar por un pasillo atestado gente mientras la persona que más amas te espera al otro lado? —preguntó sin pararse a tomar aire—. No puedes decir que no, todas lo hemos hecho alguna vez.
— Ahora que lo pienso... —fingí dudar— una vez sí soñé con eso... —Alice sonrió— pero era una pesadilla —su sonrisa se congeló y me taladró con la mirada.
Edward rio disimuladamente pero se calló de golpe cuando la mirada asesina de Alice recayó en él.
— Pues yo pienso casarme... aunque tenga que comprar mi propio anillo de compromiso y llevar a James arrastrándolo por la iglesia... pero me casaré algún día con él —afirmó enfurruñada.
— ¿Y estás segura de que él es el indicado? —pregunté sin poder evitarlo.
— ¡Claro que es el indicado! —casi chilló de nuevo.
— Alice no lo conozco, pero si fuese el indicado se casaría contigo solo por hacerte feliz —murmuré mirando distraídamente por la ventana—. Yo lo haría si estuviese enamorada y él quisiese, por mucho que lo odie si lo hace feliz…
— No tenemos por qué pensar igual —discutió haciendo que la mirase de nuevo.
— Pero si el sueño de tu vida es casarte y tener una boda de cuento de hadas... ¿por qué él no te complace? Si el suyo fuese un viaje en barco y tú le tuvieses miedo al agua, estoy segura de que harías de tripas corazón e irías con él —mientras hablaba Edward me miraba de reojo sonriendo y Alice tenía la boca entreabierta mirándome fijamente.
— Eso es absurdo... —murmuró cruzándose de brazos y quedándose callada lo que restaba de viaje.
Unos pocos minutos después Edward se detuvo ante un bloque de apartamentos y Alice se bajó del coche dando un portazo y sin despedirse, me quedé aturdida mirando cómo se metía dentro del edificio y ni siquiera miraba atrás. Sentía una extraña sensación... ¿Se habría enfadado conmigo? No lo había hecho intencionadamente, solo dije lo que pensaba, no conocía a ese tal James pero por lo que Alice había dicho... sentí una pequeña opresión en el pecho y muchas ganas de llorar, ella se había portado tan bien conmigo a lo largo del día... y voy yo y lo estropeo por una tontería.
— ¿Estás bien? —preguntó Edward sacándome de mis pensamientos, cuando se detuvo en un semáforo en rojo.
— ¿Se ha enfado conmigo? —pregunté asustada mirándolo a los ojos.
— ¿Alice? —asentí—. Solo le ha molestado lo que has dicho, pero porque es la verdad y ella no quiere verlo.
— No quería que se molestase... yo...
— ¡Eeh! tranquila... —colocó una mano sobre mi hombro para tranquilizarme— se le pasará, conozco a Alice lo suficiente para estar seguro de eso.
— ¿Tú crees? —pregunté ligeramente esperanzada.
— No lo creo... estoy seguro —repitió—. Por cierto... —me miró sonriendo y olvidé a Alice y cualquier cosa que pudiese pasar por mi cabeza en ese momento— estás preciosa —acarició mi mejilla con la yema de sus dedos y esta se puso roja en segundos.
Edward me llevó a un sencillo restaurante cerca de Grant Park, eligió un restaurante italiano donde servían pizzas y pastas, no sé si fue porque realmente le apetecía cenar algo así, o fue por mi recomendación de la hamburguesería la vez anterior.
Nos sentamos en una mesa alejada y oculta de la mirada indiscreta de casi todos los comensales. Edward se sentó frente a mí, no dejó de mirarme durante el tiempo que leía la carta y yo, totalmente nerviosa, no hacía más que mordisquear mi labio inferior casi desesperada.
— ¿Qué pasa? —pregunté después de unos minutos—. ¿Por qué me miras tanto?
Edward sonrió y por un momento creí que su mano se dirigía a tomar la mía sobre la mesa, pero finalmente eso no paso y me desilusioné un poquito.
— Estás preciosa... Alice tenía razón, te ves diferente, pero continúas siendo tú —dijo sin dejar de sonreír.
La mención de Alice me hizo recordar todo lo que había sucedido en el coche minutos atrás, me sentí mal de nuevo. Estaba maldiciéndome mentalmente, regañándome a mí misma por la estupidez que cometí al decir lo que pensaba sin siquiera predecir que ella.
— Te he dicho que ella lo olvidará... —dijo Edward obligándome a mirarlo inconscientemente— no es rencorosa y tú no has dicho nada malo.
Suspiré.
— Pero creo que en ocasiones debería callar lo que pienso, a veces puede no ser del agrado de la persona que escucha. Tengo que pensar más antes de abrir la boca —agregué.
— No digas estupideces... es genial que seas así de espontanea, lo que pasa es que no todo el mundo sabe afrontar las verdades —me interrumpió—. No soy yo quien debe hablarte de la relación de Alice con su... esto... "novio" pero no ha sido fácil, al menos para ella.
— ¿Él es mala persona? —pregunté.
— No, pero no se porta bien con ella... —suspiró— hay personas que piensan que en una relación hay una parte que siempre pide más que la otra, ese es el caso de Alice, ella necesita cosas que James nunca podrá darle. Lo difícil es que ella abra los ojos y quiera ver la verdad que tiene frente a ellos.
— Pero... tú eres su amigo —fruncí el ceño confundida—, ¿nunca has intentado decírselo?
— Ya has visto como ha reaccionado solo ante tu comentario, imagina si me siento frente a ella y le digo con claridad "James no te conviene". Se pondría hecha una furia —negó con la cabeza como escapando de una imagen mental que lo perturbaba—. De hecho... la última vez que lo intenté casi me quema la entrepierna con una taza de café hirviendo.
Me perdí en mis pensamientos una vez más, tiene que ser triste luchar por una relación que no avanza, nunca había estado enamorada, lo que tenía con Edward todavía no podía ser definido como enamoramiento, así que no sabía realmente lo que podía estar sufriendo Alice, además... que por mucho que insistiesen en que yo era muy madura para mis dieciséis años, había cosas que todavía no podía comprender debido a mi corta edad y escasa experiencia.
— Te suena algo en la espalda —dijo Edward llamando mi atención.
— ¿Eh? —pregunté confundida.
— Algo está sonando por ahí detrás —señaló mi trasero y sonreí avergonzada.
Tanteé el bolsillo de mis jeans y saqué el teléfono móvil en el que sonaba un extraño tono que nunca había escuchado antes, en la pantalla parpadeaba la foto que Alice se tomó justo al memorizar su número. Se me hizo un nudo en la garganta y miré a Edward entre mis pestañas...
— Es Alice... —susurré.
— Contesta —me instó con una sonrisa y señalando el aparato en mis manos.
Suspiré y pulsé el botón que el encargado de la tienda me dijo que debía pulsar y me llevé el aparato a mi oído.
— ¿Hola? —dije con un hilo de voz.
— Oh Bella... lo siento tanto... —dijo con voz lastimera— no tenía que haberme enfadado contigo, solo estabas diciendo lo que pensabas, no conoces a James y no lo estabas atacando a él ni a nuestra relación. Espero que puedas perdonarme, tengo que pensar más antes de actuar como una niña.
— Estás perdonada —sonreí y sentí como si una cuerda se aflojase en mi pecho y pudiese respirar mejor.
— ¡Eso es genial! Te prometo que no volverá a suceder, la próxima vez que hablemos sobre el tema estaré consciente de que es solo lo que tú piensas... de verdad... te lo prometo.
— Te creo —volví a sonreír— pero A...
— ¡Genial! Te dejo que James me está esperando... ¡besitos Bella! —gritó antes de colgar.
Miré el teléfono en mis manos y reí.
— ¿Qué ha pasado? —preguntó Edward.
— Me ha pedido perdón y me ha colgado sin casi dejarme hablar...
— Las conversaciones con Alice suelen ser así, ella habla y tú escuchas, ella vuelve hablar y cuando te das cuenta ha colgado... así es ella —bromeó.
Cenamos entre silencios cómodos y conversaciones transcendentales, Edward se comportaba conmigo tal y como lo habíamos hecho los días anteriores, cariñoso pero manteniendo una distancia prudencial. No sabía si se debía a que estábamos en público, o es que algo dentro de su cabeza había cambiado y había decidido que lo que había pasado entre nosotros esa misma mañana había sido un error o no significaba nada.
Intentaba que todas esas dudas no me hiciesen perder los nervios y por lo tanto, que todo eso se filtrase en mi voz alertando a Edward de que me pasaba algo. Él era demasiado perceptivo y yo demasiado evidente... una combinación que no daba lugar a suposiciones, si Edward creía que me pasaba algo, realmente me pasaba.
Cuando acabamos de cenar y Edward hubo pagado la cuenta, enseguida nos fuimos caminando lentamente hasta donde había dejado estacionado el coche. Ya había anochecido un par de horas antes, eran cerca de las ocho, y como buen sábado la gente comenzaba a recogerse en su casa por las bajas temperaturas o para prepararse para una larga noche de fiesta.
Caminábamos uno al lado del otro en completo silencio, como de costumbre. En ocasiones su brazo rozaba el mío y, a pesar de las varias prendas de ropa que nos cubrían, cuando eso ocurría era como si una marea de chispas estallasen entre nosotros poniendo toda mi piel de gallina.
El camino de regreso a casa de Jasper también fue en silencio, después de abrir la puerta del Volvo para mí y ruborizarme como ya era costumbre, Edward condujo a velocidad moderada hasta que el tejado de la mansión de los Hale, ahora Swan, estaba a la vista. Detuvo el coche en el arcén y suspiró antes de mirarme.
— ¿Ocurre algo? —pegunté confundida.
Edward no habló, solo soltó su cinturón de seguridad haciendo lo mismo con el mío, sin dejar de mirarme, pasó una mano por mi espalda y con la otra me sujetó de la cintura elevándome un poco hasta dejarme sentada en su regazo.
— Quería darte las buenas noches antes de que llegásemos a tu casa —susurró golpeando mis labios con su aliento. Un estremecimiento recorrió mi espalda y mi boca se entreabrió—. ¿Puedo besarte? —preguntó todavía en un susurro.
Cerré los ojos y suspiré.
— ¿Cuando me has pedido permiso antes? —murmuré a media voz.
Escuché la risa de Edward y abrí los ojos para mirarlo, pero inexplicablemente mi mirada recayó en sus labios, en sus apetecibles y carnosos labios, que pese a ser finos y masculinos eran tan "besables" que casi no me podía contener... por mi cabeza solo pasaba la necesidad y las ansias de acercarme a él lentamente hasta fundir sus labios con los míos.
Finalmente no necesité acercarme, Edward lo hizo lentamente hasta que nuestros labios se rozaron. En ese momento pasaron por mi mente todas las dudas absurdas que había tenido durante la cena... ese beso, inocente pero a la vez prometedor, las estaba borrando todas de un solo plumazo. Edward no solo no se arrepentía de lo que había pasado esa mañana, ¡quería continuar con ello! Y no podía estar más feliz, así que decidí demostrárselo en ese beso.
Me decidí y mis manos se enredaron en su cabello, Edward gimió... ¡yo lo hice gemir! Me sentí tan orgullosa de mí misma por ello... él presionó sus labios con un poco más de rudeza contra los míos. Sus manos se ferraron a mi cintura y me atrajo más contra su cuerpo, podía sentir los músculos de su pecho contra mi propio pecho, contraídos y fuertes, quise suspirar extasiada, pero cuando abrí la boca para hacerlo, la lengua de Edward se introdujo en ella de golpe impidiéndome hacer cualquier cosa que no fuese dejar que mi lengua bailase con la suya.
Era inexplicable lo que un solo beso de Edward provocaba en mí, mi corazón martilleaba en mis oídos, mi respiración se aceleraba volviéndose jadeos, mi mente desconectaba y no era dueña de mis actos. Cuando mis labios estaban unidos a los suyos dejaba de ser Bella para convertirme en un bloque de plastilina que el moldeaba a su antojo... y lo peor es que eso no me parecía mal, me encantaba. Me gustaba que el pudiese recibir todo lo que él quería y necesitaba de mí, aunque para ello tuviese que comportarme como no lo había hecho nunca, aunque tuviese que dejar de ser inocente y vergonzosa para poder dárselo.
Mientras continuaba saboreando su beso, dejé que una de mis manos se deslizase por su cuello hasta acabar en su pecho. Sus pectorales eran tan firmes que me provocó pellizcarlos para saber si eran reales, pero tenía la mano puesta sobre su corazón y me sorprendí al comprobar que latía tan acelerado como el mío. Sonreí contra sus labios acariciando su pecho sobre su camisa, hasta que mis dedos se enredaron con uno de los botones y siguiendo un impulso intenté desabrocharlo, lo conseguí y Edward gimió de nuevo cuando acaricié su piel recién expuesta con la yema de uno de mis dedos. Como me estaba costando un poco con una sola, mi otra mano entró en juego y conseguí desabrochar dos botones más antes de que se alejase de mí y sujetase mis muñecas haciendo que parase.
El coche estaba en completo silencio, solo roto por nuestros jadeos descontrolados, solo había sido un beso... ¡pero qué beso! Lo que no entendía es que Edward en todo momento parecía disfrutar tanto como yo... ¿por qué me había alejado entonces? ¿No le estaba gustando realmente?
— ¿He hecho algo mal? —pregunté en un murmullo bajando la mirada.
Enseguida sentí las manos de Edward en mis mejillas obligándome a mirarlo a los ojos, pero aun así desvié la mirada para no hacerlo.
— No me gusta que pienses que cada cosa que haces está mal... aunque así sea, es normal porque eres muy joven e inocente —dijo con un tono de voz tan dulce que me obligó a mirarlo—, pero en este caso... lo que estabas haciendo se sentía demasiado bien.
— ¿Qué quieres decir? —pregunté confundida.
Edward rio suavemente y me dio un casto eso en los labios antes de dejarme de nuevo en el sillón del copiloto. Me miró todavía sonriendo y puso el coche en marcha.
— Contigo nunca sé lo que voy a encontrarme —me giñó un ojo—, tengo que tener el doble de autocontrol cuando estoy a tu lado.
Pisó el acelerador y no pude evitar sonreír y volver a sentirme orgullosa por lo que me había dicho, ¿yo hacía que el autocontrol de Edward se tambalease? Si alguien me lo hubiese dicho solo unos días atrás no me lo había creído.
Después de que hubiésemos llegado y Edward me ayudase a meter todas las bolsas con las compras dentro de casa, Jasper apareció bajando las escaleras vestido con ropa deportiva, cubierto en sudor y con una toalla sobre sus hombros, lo que indicaba que venía del gimnasio. Me regaló una sonrisa en cuanto me vio y le dio un ligero golpe a Edward en el brazo a modo de saludo.
— ¿Dónde está Alice? —preguntó mirando en varias direcciones.
— Tenía una cita con su novio... ¿Jacques? —miré a Edward esperando que me lo confirmase.
— James... —dijo sonriendo.
— Ah... —dijo Jasper con indiferencia— por la hora que es, supongo que ya habéis cenado.
— Sí... y ahora voy a darme una ducha y me meteré en la cama —miré a Edward con ganas de besarlo para desearle buenas noches, pero sabía que frente a Jasper eso era imposible, por lo que mordí mi labio inferior como síntoma de frustración y después suspiré—. Buenas noches... —susurré justo antes de irme.
Subí las escaleras casi de dos en dos hasta llegar a mi habitación y sin pensarlo me encerré en el baño, me quité la ropa y me metí bajo el chorro de agua. Casi doy un grito cuando comenzó a salir porque estaba helada, pero poco a poco se fue templando y me perdí en la tranquilidad de sentir el agua hirviendo cayendo sobre mi piel.
Al salir me enrollé en una toalla y me miré al espejo, había echado por tierra todo el trabajo de peluquería en mi pelo, pero en realidad necesitaba esa ducha. Suspiré mirando todavía mi reflejo y recordé que no había traído mi pijama y entré de nuevo en la habitación para buscarlo.
Al entrar apenas fui consciente del motón de bolsas apoyadas en la pared junto a la puerta, pero me quedé paralizada cuando vi a Edward de pie junto a mi cama y con uno de los... sucedáneos de camisones que Alice me había obligado a comprar extendido entre sus manos. Palidecí, no sé si fue por el hecho de que Edward tenía eso en sus manos, o porque solo tenía una toalla cubriendo mi cuerpo.
En los cortos dos segundos que fui consciente de todo eso, Edward me miró y algo brillaba en su mirada verde, se acercó a mí en dos zancadas y casi me arrolló contra la puerta del ropero cuando me envolvió entre sus brazos y besó casi con violencia. Intenté responder a su beso, pero cuando quise hacerlo Edward se alejó de golpe y me dejó casi tambaleando.
— ¿Alice te compró eso? —preguntó en un susurro ronco.
— Me... prácticamente me obligó a hacerlo...— musité aturdida— ¿por qué?
— Recuérdame que se lo agradezca algún día —se acercó peligrosamente a mi oído y abrió la boca para decir algo, pero se quedó paralizado de repente.
— ¿Ocurre algo? —pregunté confundida.
Edward se alejó justo lo suficiente para mirarme a los ojos y después con un dedo alzó mi barbilla y movió mi rostro de izquierda a derecha mirando mi cuello fijamente. Hasta ese momento había olvidado por completo su mordisco y no pude evitar que mis mejillas enrojeciesen al darme cuenta de que él lo había descubierto.
— ¿Yo te hice esto? —preguntó con un hilo de voz, a lo que yo asentí. Edward resopló y cerró los ojos con fuerza—. Lo siento... —se disculpó volviendo a mirarme— si cuando yo digo que tengo que controlarme más... —murmuró para sí mismo— lo siento mucho Bella... te prometo que no volverá a pasar.
Lo miré a los ojos y sonreí.
— No me ha molestado... —contesté con sinceridad.
— Pero... esto se quedará ahí unos días... —lo acarició con suavidad solo rozándome con la yema de su dedo haciendo que todo mi cuerpo se estremeciese.
— Lo sé... pero Alice me compró unos cuantos pañuelos que puedo utilizar para esconderlo —sonreí de nuevo y él contestó mi sonrisa.
— Ahora sí me voy... —volvió a besarme, esta vez con más cuidado y se alejó dos pasos de mí— Buenas noches... sueña conmigo, yo lo haré contigo.
Y con esas últimas palabras solo pude ver como cerraba la puerta tras de sí y me deja completamente sola en mi habitación.
