Capítulo 16

Respira... inspira... golpe.

Respira... inspira... golpe.

Respira... inspira... golpe.

Las gotas de sudor resbalaban por mi frente y algunas llegaban a mis ojos, por momentos tenía que secar mis rostro con mi antebrazo, pero no sabía si secaba más sudor que lágrimas.

Me había despertado tres horas antes, llorando justo después de haber soñado con Charlie. Sin pensar muy bien lo que hacía y sin ser consciente de la hora que era, todavía en pijama, con mi pelo sujeto en una coleta sobre mi hombro... fui hacia el gimnasio y comencé a golpear como loca. Allí seguía, intentando apagar mi frustración mientras golpeaba sin cesar, aunque no funcionaba y tenía la ligera sospecha de que si no golpeaba mi saco de Forks, continuaría sin funcionar.

La puerta se abrió y mi mirada se cruzó con la de Jasper, se quedó paralizado unos segundos y después se acercó casi corriendo hacia mí, tomó mis manos entre las suyas y miró detenidamente mis nudillos ensangrentados, chasqueó la lengua y me llevó hacia uno de los bancos de abdominales obligándome a sentarme.

— Deberías haber usado algún tipo de protección... tienes las manos hechas polvo —murmuró rebuscando algo, que segundos después descubrí que era un botiquín.

Sorbí por la nariz y volví a secarme el sudor... o las lágrimas...

— Estoy bien —murmuré con voz ronca.

— ¿Qué ha pasado? —preguntó mientras deslizaba un algodón impregnado en algún antiséptico por mis heridas.

— No podía dormir...

— ¿Y por eso te destrozas las manos? —pude apreciar un poco de reproche en su voz—. La próxima vez utiliza unos guantes, los hay en aquel armario —señaló con su barbilla en mueble al fondo del gimnasio—, o pon algo en tus nudillos... te los has destrozado.

— No es nada —intenté retirar mi mano pero no lo permitió.

Continuó en silencio limpiando mis heridas mientras me esforzaba en no volver a llorar, no quería hacerlo frente a Jasper.

— No sabía que te gustase hacer ejercicio —comentó casualmente—, no pareces de ese tipo de chicas.

— Y no lo soy... —mis labios se fruncieron— solo intentaba quemar un poco de adrenalina... he tenido una pesadilla.

Alzó la mirada hasta que se cruzó con la mía y se mantuvo en silencio unos segundos antes de suspirar.

— ¿Todavía? —preguntó con un hilo de voz.

Intenté retirar mi mano de entre las suyas de nuevo y esta vez me lo permitió.

— No hace ni un mes que Charlie murió... creo que es normal que todavía me duela... —musité.

— Es normal —dijo pasando una mano por su cabello con nerviosismo, dando a entender que hablar sobre sentimientos y emociones lo ponía nervioso—, pero solo me preocupo —hizo una extraña mueca con sus labios y comenzó a guardar todo dentro del botiquín de nuevo—. Por si has cambiado de opinión, hay un psicólogo muy bueno...

— No quiero ir a un loquero —le interrumpí—, sé que puedo superarlo, es solo que está demasiado reciente.

— De acuerdo... —sonrió— por cierto... me gustaría disculparme contigo —murmuró avergonzado.

— ¿Por qué? —pregunté confundida.

— Te dejo sola demasiado tiempo, pero he asumido la sociedad del bufete hace poco y todavía me estoy acostumbrando a las responsabilidades... —suspiró de nuevo y me miró a los ojos—. Entiendo que puedes estar enfadada, cuando te pedí que vinieses a vivir conmigo no fue para dejarte sola.

— Edward me hace compañía... —dije sin pesar— él está conmigo y es muy amable, pero no te preocupes... —me apresuré en aclarar cuando vi su ceño fruncido— estoy acostumbrada a estar sola, con Charlie era así... y con Renée prácticamente también.

— Pero no has venido aquí para eso... quiero que compartamos tiempo juntos, que nos podamos conocer mejor. Llevas aquí dos semanas y es la primera vez que te veo en el gimnasio... ni siquiera sabía que lo utilizabas.

— Si te hace sentir mejor, solo he venido aquí unas tres o cuatro veces —dije para intentar quitarle peso a sus palabras—. Pero no te preocupes... ya encontraremos el modo de encontrar tiempo para nosotros.

— Sí —sonrió, esa sonrisa que tanto me gustaba—, había pensado pasar las navidades fuera con María... pero ahora he decidido que nos quedamos. Tendré varios días libres y podremos compartirlos, iremos a patinar sobre hielo y a hacer algo de turismo, seguro que te gusta la fuente de Buckingham y el Could Gate.

Abrí la boca para decir algo pero no supe muy bien que decir, no quería romper su ilusión diciéndole que Edward ya me había llevado a hacer todo eso, pero tampoco quería mentirle, después de todo era mi hermano...

— Seguro... —murmuré desviando la mirada.

— ¿Y qué tal con Edward? —preguntó después de unos segundos.

— ¿Eh? —lo miré asustada pensando que había descubierto todo.

— Pasáis mucho tiempo juntos, sé que Edward es buen tío pero... era por saber lo que pensabas tú —aclaró.

— Es genial —forcé una sonrisa lo mejor que pude—, me está ayudando en todo lo que puede.

— Sabes que si tienes algún problema con él... por pequeño que sea yo... —fue interrumpido por el sonido de mi teléfono recibiendo un mensaje de texto.

Jasper lo miró con el ceño fruncido mientras yo leía el sms que Alice me había enviado dándome los buenos días.

— Alice me obligó a comprarlo ayer —le expliqué—, me dijo que si no lo hacía estaría desconectada del mundo.

— Muy típico de Alice —rodó los ojos—. Pero en esta ocasión tiene razón, no sé porque no lo pensé antes.

Hablamos durante un rato más, la verdad es que Jasper tenía razón, apenas habíamos pasado tiempo juntos y no nos conocíamos del todo. Me gustaba ver esos retazos de la personalidad que descubrí en él en un primer momento, aquel Jasper fuerte y decidido, el que luchaba por lo que quería y se preocupaba por las personas a las que quería, no de aquel hombre sumiso y manipulable que se mostraba con María.

— Siento interrumpir —dijo Sue entrando en el gimnasio—, pero abajo hay una jovencita preguntando por Bella.

— ¿Qué chica? —preguntó Jasper.

— Tanya Denali —contestó Sue.

— ¿Conoces a Tanya Denali? —me preguntó sorprendido.

— Vamos juntas a clase, nos hemos hecho algo así como... amigas... creo —murmuré.

— ¿Solo lo crees? —preguntó Tanya asomando la cabeza tras Sue—. ¿Para eso me trago todas tus neuras como una campeona? Swan... ¡me hieres!... encima que vengo a verte y me preocupo por ti... así me lo pagas —se limpio una lágrima imaginaria, después clavó su mirada en Jasper y sonrió—. Hola Jasper, un gusto verte de nuevo, perdona que entre así en tu casa, pero no me gusta esperar y aunque tienes un recibidor muy bonito, ese cuadro lleno de rayas del vestíbulo me ponía nerviosa y no pude quedarme allí más tiempo.

— Hola Tanya... también me alegra verte —contestó con cortesía.

— Si bueno... ¿puedo robarme a Bella? —preguntó sonriendo—. O mejor... ¿puedo quedarme a almorzar con ella?

Abrí mi boca sorprendida ante su desparpajo y Jasper solo sonrió.

— Estás en tu casa Tanya... —contestó él— Sue, cuenta con una persona más para el almuerzo.

— De acuerdo —contestó ella con una sonrisa desapareciendo tras la puerta.

— Iré a adelantar un poco de trabajo y os dejo solas —dijo Jasper mirándonos alternativamente—, Bella es mejor que te des una ducha antes de que te enfríes o te enfermarás. Si me necesitáis para algo estaré en mi despacho.

Dicho esto también se fue y nos dejó solas, Tanya miró a su alrededor y caminó hasta quedar frente a mí y mirarme de arriba a abajo.

— Espero que eso que llevas puesto sea tu disfraz de Halloween —dijo con la nariz arrugada.

Miré hacia abajo, mi camiseta de los Mariners rescatada del armario de Charlie y mi pantalón de deporte viejo no eran ningún disfraz. Vale que contrastaban contra el vestido verde que ella llevaba y seguro que mi pelo desordenado no se veía tan bien como sus rizos color fresa en perfecto orden... pero yo estaba cómoda así.

— Es la ropa con la que duermo —me quejé.

Tanya abrió mucho los ojos y volvió a mirarme de arriba a abajo.

— Necesitas una salida de compras con urgencia —murmuró—, pero por ahora date una ducha y ponte algo decente... me duelen los ojos al verte así.

Solté una risita y comencé a caminar en dirección hacia la puerta con ella tras de mí. Fuimos hasta mi habitación y sin esperar invitación Tanya abrió mi armario y comenzó a rebuscar en él, después vio las bolsas al lado de la puerta y también las inspeccionó sacando algunos de los camisones que Alice me había obligado a comprar.

— ¿Puedo hacerte una pregunta? —dijo con voz contenida, asentí mientras soltaba mi cabello y lo revolvía con una mano—. ¿Por qué mierda llevas eso puesto si tienes esto? —alzó uno de los camisones y me miró acusadoramente—. ¡Es que no tiene sentido! Esto es de la última colección y es precioso, no entiendo como pue... —se quedó callada y entrecerró los ojos en mi dirección, soltó el camisón que cayó sobre la cama y comenzó a caminar hacia mí. Cuando estuvimos frente a frente sus ojos se abrieron desmesuradamente y comenzó a boquear como un pez fuera del agua.

— ¿Estás bien? —pregunté comenzando a preocuparme.

— ¿Y me preguntas qué si estoy bien? —gritó.

— ¿Qué pasa? —volví a preguntar.

— ¿Qué eso?

— ¿El qué? —miré a ambos lados buscando algo extraño, pero todo parecía estar en su lugar y ser normal.

— ¡Eso que tienes ahí! —volvió a gritar haciendo varios aspavientos con sus manos en varias direcciones.

— Tanya por favor, sé más explícita porque no te entiendo —murmuré dándome la vuelta y rebuscando en mi cajón de la ropa interior.

— ¡Ah no! No te vas a poner eso teniendo encaje en esas bolsas —Tanya me sacó de las manos una braguitas de algodón y un sostén blanco que había escogido—. ¡Pero no me cambies de tema! Comienza a contarme todo ya...

— Tanya... —intenté protestar.

— ¡No! —me interrumpió—. Mejor date una ducha y me lo cuentas después... no quiero interrupciones.

— ¿Se puede saber de qué estás hablando? —pregunté impaciente.

— No te entretengas ahora y date esa ducha de una vez —me empujó hasta el baño y después cerró la puerta.

Me quedé mirando la puerta mientras intentaba buscarle sentido a su comportamiento, al no encontrarlo decidí darme una ducha y olvidar el tema. En cuanto acabé me envolví en una toalla y salí de nuevo a mi habitación, donde Tanya había cubierto mi cama con toda la ropa que compré el día anterior con Alice.

— ¿Qué haces? —pregunté confundida.

— Elegir tu ropa para hoy... no haremos nada especial, pero no quiero que estés en... en... chándal —se estremeció.

Solté una risita y sin mirar casi lo que agarraba me puse un conjunto de ropa interior, unos jeans y una camiseta ajustada. Tanya me miró durante unos segundos hasta que me dio su aprobación y después me sentó sobre la cama mientras desenredaba mi cabello.

— Ahora tienes que contármelo todo... y no quiero que te dejes nada —dijo mientras daba algún que otro tirón por la ansiedad que parecía tener haciendo que me quejase audiblemente.

— ¿Qué es lo que quieres que te...? ¡Ay! Tanya cuidado que duele... —me quejé—. ¿Qué quieres que te cuente?

Tanya tiró el peine sobre el tocador y de un salto se sentó frente a mí.

— ¿Qué has hecho el fin de semana? —preguntó con muchas más ansiedad.

— Todavía es fin de semana.

Bufó...

— El viernes fuiste a cenar a casa de los Cullen y por lo que pude ver ayer has ido de compras ¡pero quiero detalles! —chilló—. ¿Qué tal con Edward?

— ¿Edward? —pregunté haciéndome la desinteresada—. ¿Qué pasa con él?

— Eso me gustaría saber a mí... pero no me cuentas nada —hizo un puchero y me miró con cara de pena—, ¿te ha besado? ¿Cómo besa? ¿Lo habéis hecho ya? ¿Cómo lo hace? ¿La tiene grande? ¿Se mueve bien? ¡Cuenta, cuenta, cuenta, cuenta! ¿No ves que me está matando tanta incertidumbre?

— No sé de qué me hablas —dije fingiendo mi mejor cara de póker.

Tanya entrecerró los ojos y me dedicó una mirada que me dio miedo.

— ¿Entonces es un herpes lo que tienes en el cuello? Si es así espero que Edward vaya al médico cuanto antes porque le saldrá a él también en la boca.

Fue mi turno de abrir y cerrar la boca como un pez, me tapé el mordisco con la mano en un movimiento rápido.

— No es lo que piensas —deje atropelladamente—, Edward solo... él solo...

— ¿Él estaba comprobando tu pulso? —alzó una ceja.

— ¿Eh?

Ella rodó los ojos.

— ¿Cómo fue el primer beso? —dio varios brinquitos en la cama hasta que se topó con mi mirada y se quedó quieta para volver a mirarme mal—. Me lo vas a contar quieras o no... ¿Cuándo te beso? ¿Cómo fue? ¿A qué saben sus labios?

Suspiré derrotada...

— Fue el viernes... en casa de sus padres —susurré.

— ¿Y cómo fue?

— En casa de sus padres... te lo acabo de decir —mi ceño se frunció.

— ¡Ay Bella! —exclamó—. Quiero que me lo cuentes todo con pelos y señales... ¿quién dio el primer paso? ¿Qué hiciste tú?

— Tanya... esto es demasiado bochornoso... no acostumbro a contar cosas de este tipo —me puse en pie y comencé a buscar unas botas entre la marea de zapatos que compré la tarde anterior con Alice.

— No acostumbras a contarlas porque no te habían pasado hasta ahora, pero... —me sujetó del brazo y volvió a sentarme en la cama— ahora que te ha pasado puedes contarlo y lo vas a hacer conmigo.

— Tanya... yo...

— Venga Bellita... ¿no te da pena mi cara? —hizo un puchero de nuevo y no pude evitar reír.

— De acuerdo —me rendí—, lo intentaré.

— Sí, sí, sí... ¿Dónde estabais? ¿Cómo fue? —volvió a preguntar.

— Estábamos sentados en su piano, él estaba tocando y yo... bueno, lo estaba espiando desde la puerta —comencé a sentir como mis mejillas aumentaban de color, en parte porque me avergonzaba hablar de eso y en parte porque al recordarlo me daban sofocos.

— ¿Y cómo fue? —preguntó de nuevo haciendo que rodase mis ojos yo esa vez—. No creo que se acercase y ya ¡plaf... toma beso!

No pude evitar reír por su descripción.

— Edward es más reflexivo que eso... analiza mucho las cosas antes de hacerlas... o al menos da esa impresión —divagué.

— Si bueno... pero cuéntame más... ¿cómo fue?

— Impresionante —dije sin pensar.

— Y eso que fue solo el primero... espera a ver lo que viene después de eso —dijo entre risas.

Mis mejillas enrojecieron de nuevo... hasta un rojo casi alarmante.

— ¿Qué te estás callando? —dijo mirándome con los ojos extremadamente abiertos—. ¡Oh pequeña saltamontes! Ya estás cantando todo lo que callas... ¡quiero saber!

— No me estoy callando nada —mi voz apenas era audible.

— Claro que te lo estás callando —me acusó— y me lo vas a decir ahora ¿qué más pasó?

— Nada importante... solo me quedé a dormir en su casa... más concretamente en su cama —mi sonrisa se amplió al recordar esa noche.

— ¿Cómo que en su cama? ¿Y él? —pregunto sorprendida.

Abrí la boca para contestar y la cerré de golpe arrepintiéndome en el último momento.

— ¿De verdad lo habéis hecho? Lo decía de broma... no esperaba que avanzaseis tanto... ¡oh Dios! Me lo tienes que cont...

—Chst —la interrumpí—, solo dormimos juntos, no pasó nada, me abrazó y así pasamos la noche —no era mentira, cuando pasó "algo" ya era por la mañana.

— Ah —suspiró—, lo que disfrutaría restregándole todo esto a la zorra de Lauren —sonrió pero comencé a negar frenéticamente con la cabeza.

— No puedes decirle nada a nadie... ¡por favor! —casi supliqué.

— Ya lo sé tonta... pero Lauren se daría con un canto en los dientes... —hizo una mueca de fastidio— seguro que del disgusto se le explotaban los implantes... ¿te lo imaginas? —gritó—. ¡Le llegarían los pechos al ombligo!

Ambas estallamos en carcajadas... hasta quedarnos tumbadas en la cama una al lado de la otra y mirando al techo.

— ¿Dónde os deja eso? —preguntó—. ¿Sois algo? ¿Te ha pedido intentar algo serio?

Mi ánimo decayó de repente. Edward no me había pedido nada, para él podía ser todo un juego mientras que para mí estaba resultando toda una aventura, la aventura de mi primer amor. Pero nada me garantizaba que Edward estuviese jugando limpio y sintiendo cosas tan intensas como las que yo sentía.

— No... —dije con un hilo de voz.

Tanya se incorporó bruscamente y me miró durante unos segundos en completo silencio.

— No creo que Edward se juegue el cuello estando contigo por nada —dijo en tono neutro—, se arriesga a perder demasiado.

— Eso creo, pero...

— Pero nada —me interrumpió—, no te pongas a pensar tonterías ahora —se puso en pie de un salto y comenzó a revolver de nuevo entre mi ropa—. Es una pena que ese maldito instituto nos obligue a llevar uniforme —se quejó con un gruñido—, tienes ropa tan bonita que me moriría por llevarla.

— Puedes probarte lo que quieras... —murmuré ausentemente.

— ¿De verdad me dejas? —preguntó emocionada.

Sonreí de nuevo sin poder evitarlo, pero con menos ganas que minutos antes.

— Claro...

Y así pasó el resto del día, entre ropa, maquillaje e intentos constantes por parte de Tanya para que no volviese a pensar en eso... en el tema prohibido.

Estaba preocupada, no podía negarlo. Edward nunca me habló de futuro en el amplio aspecto de la palabra, solo de alguna cita puntual o algo que podríamos hacer juntos. Tampoco necesitaba que me prometiese un anillo o que pasásemos la eternidad juntos, pero podría haberse tomado la molestia de explicarme cuáles eran sus intenciones al arriesgarse a estar conmigo. Si de verdad quería estar conmigo porque sentía algo por mí, o simplemente era un entretenimiento, o un juego como me dijo Tanya una de las primeras veces que hablamos sobre el tema. Edward tenía un pasado lleno de chicas y más chicas, quizás para él solo era un nombre más en su lista, un reto ya que era virgen e inexperta. Y, aunque me negaba a pensar que Edward pudiese estar haciéndome algo así, apenas lo conocía, podía estar mintiéndome y yo no descubrirlo.

Suspiré mientras removía mi cena, Tanya se había ido un par de horas antes, ahora Jasper estaba sentado frente a mí y me miraba con el ceño fruncido.

— ¿Algo que te preocupa? —preguntó.

— Eh... nada importante... —intenté sonreír.

— Uh... cuando una chica dice "nada importante" es porque realmente es importante —dio un sorbo a su copa y me miró sonriendo.

— Generalizar es de incultos —protesté.

— Tienes razón... pero apuesto a que estoy en lo cierto... ¿problemas de chicos quizás? Podría ayudarte con eso.

— No es necesario —contesté con las mejillas encendidas.

— ¿Solo llevas dos semanas aquí y ya tienes loco a algún chico? —preguntó riéndose—. Si tienes que ser mi hermana... algo así está en los genes —reí con él y le tiré un pedazo de pan—. ¿Cómo se llama?

Suspiré.

— ¿Qué más da como se llama? El caso es que no sé lo que pretende. Pero no te preocupes Jazz... podré lidiar con ello —intenté cambiar de tema.

— Si necesitas algún consejo... sabes que estoy aquí —dijo divertido con una ceja alzada.

— Lo sé —sonreí.

— Y si necesitas que le rompa las piernas a alguien... también estoy aquí —su sonrisa se amplió y yo reí—. Me encanta el papel de hermano sobreprotector... ¿se me da bien?

— Demasiado diría yo —reí.

— Bueno... ¿te apetece hacer algo antes de ir a la cama? —preguntó cuando acabamos de cenar.

— ¿Qué propones?

— ¿Peli y palomitas? Me apetece un poco de tiempo hermano—hermana...

— Sería genial... —sonreí.

"Baja por mi cintura, besa mi piel desnuda, prueba de mi locura, dame lo que yo te doy.

Que no se acabe nunca, el amarnos sin censura, las ganas me torturan... dame lo que yo te doy"

Christina Aguilera — Dame lo que yo te doy.