Capítulo 12

"Tranquila"

"Respira hondo y pon tu mejor sonrisa"

Me repetía mientras descendía las escaleras sujetándome a la mano de Edward para no acabar rodando por ellas. Alice nos miraba de reojo y continuaba con ese comportamiento extraño, no sabía a qué se debía y eso me estaba poniendo histérica. Y para acabar, Edward acababa de besarme... ¡a mí! Temía que alguien pudiese sospechar algo solo con verme, no era como si llevase un cartel en la frente que pusiese "Acabo de recibir mi primer beso" Pero quizás eso se notaba... en mi sonrisa, el brillo de mis ojos... ¿o era que los pechos crecían después del primer beso? Los notaba extraños y como si pesasen más... ¡tonterías!

Estábamos a punto de entrar en una habitación cuando Edward se detuvo y tiró de mi mano para que yo también lo hiciera, miró a Alice y suspiró.

— Diles que vamos ahora, tengo que decirle algo a Bella —le dijo, a lo que ella asintió y desapareció tras la puerta segundos después.

Lo miré interrogante, no tenía ni idea de lo que me iba a decir... ¿y si se arrepentía? ¿Y si en ese momento me decía que lo olvidase todo e hiciese como que no había pasado nada? Comenzaba a ponerme nerviosa y sus ojos mirándome fijamente no ayudaban a que me tranquilizase ni una pizca.

— María estará ahí dentro —dijo después de unos segundos—, sé que te resultará difícil pero... intenta comportarte como si no fueses tú. Me encanta que te defiendas y sepas poner en su lugar a cualquiera, pero no es el mejor momento, Jasper estará también presente.

Fruncí mi ceño, aunque por dentro me relajé por completo, no era sobre nosotros lo que me quería decir, pero tampoco me agradaba del todo lo que me había dicho. Odiaba a María y eso que solo la había visto en dos ocasiones en los últimos siete días, pero había llegado a ser capaz de que la odiase con todas mis fuerzas, fingir frente a ella y frente a todos los presentes que no era así no sería fácil, y todavía menos cuando no se me daba nada bien mentir.

— Lo intentaré —susurré desganada.

Edward sonrió y se acercó hasta que besó mi frente, lo que provocó que cerrase mis ojos y suspirase como idiota. Sin mediar más palabra abrió la puerta y entramos en una sala enorme, donde todos estaban sentados mientras bebían algo en unas copas.

—Sentimos el retraso —dijo Edward mirando solo a su madre.

— ¿Ha habido algún problema? —preguntó Esme con curiosidad.

— Lo siento... —susurré— me perdí y Edward tuvo que ir a buscarme —me sonrojé por la mentira que acaba de soltar, pero pudieron pensar que fue por la vergüenza de la situación.

— Las casas grandes no son lo tuyo —dijo María con suficiencia.

La taladré con la mirada y solo la mano de Edward dando un ligero apretón en mi cintura me detuvo de escupirle cuatro verdades.

— Tienen una casa preciosa —dije ignorando a María y mirando a los padres de Edward

— Si la comparas con la cuadra donde vivías antes... —murmuró de nuevo por lo bajo.

— Gracias cariño —dijo Esme con dulzura—, nos ha costado años conseguirla, pero estamos muy felices de poder vivir en ella.

Respiré hondo y recordé la promesa que le había a hecho a Edward solo un par de minutos antes. Fingí mi mejor sonrisa y miré a María a los ojos.

— María... no te había visto... ¿qué tal tu semana? —pregunté con la voz más falsa que pude encontrar.

Jasper me miró sonriendo, solo por esa sonrisa valió la pena tragarme tanto orgullo y ser amable con la estúpida de su novia. Ella solo me miró de arriba a abajo con cara de asco y después bufó, girándose después sin decir una sola palabra. La cara de Jasper era todo un poema, el pobre estaba acostumbrado a los desplantes de los demás hacia ella, no al revés.

Edward me tendió un vaso con un refresco, lo tomé rozando sus dedos y él me guiñó un ojo y me sonrió haciendo que mis mejillas se coloreasen de nuevo. Me senté en uno de los sillones contiguos a donde estaban todos, mientras escuchaba como hablaban sobre temas en los que no era partícipe, no me sentí fuera de lugar, era obvio que hablarían de temas en los que yo no tendría parte, así que solo me hice a un lado y esperé pacientemente.

Un par de minutos después María se sentó a mi lado y ni siquiera me molesté en mirarla, solo lo hice cuando Jasper volvió a sonreírme, me gustaban demasiado esas sonrisas, eran las únicas de verdad que le había visto esbozar desde que estaba aquí, así que por ganarme alguna más hice mi mayor esfuerzo y decidí ser amable de nuevo con ella.

— ¿Cuánto tiempo llevas saliendo con Jasper? —pregunté mirándola de reojo.

Ella entrecerró los ojos y después volvió a bufar.

— No te vengas de santa conmigo —dijo entre dientes—, sé que me soportas menos que todos estos juntos.

— No sé de qué me hablas —fingí haciéndome la inocente.

— Te lo dije una vez y no te lo volveré a repetir —masculló mientras me miraba con tanto odio que se me heló la sangre—, no te acostumbres a esta vida mocosa, yo misma me encargaré de sacarte de ella a patadas.

La rabia bullía en mis venas, estaba por tirar por la borda la promesa que le había hecho a Edward... no podía soportar a esa mujer y menos podía soportar que me hablase así. Respiré hondo un par de veces y la miré con ganas de poder asesinarla allí mismo.

— No... vuelvas... a hablarme.. así... —mascullé entre dientes remarcando cada palabra.

— Te hablo como quiero —dijo con suficiencia—, tú no eres nadie en esta familia, entérate bien, tal y como echaron al pobre diablo de tu padre de la vida de la madre de Jasper, puedo echarte a ti.

— No vuelvas a hablar de mi padre de ese modo —gruñí comenzando a perder la paciencia.

— ¿Vas a golpearme? —preguntó con voz infantil y parpadeando inocentemente—. Eres una salvaje igual que él, una pobretona que no tiene donde caerse muerta. Por eso Jasper tuvo que hacerse cargo de su funeral, porque no tenía dinero ni para comprar un par de zapatos. Era un vividor que quería solucionar su vida con un braguetazo a la hija única de los Hale, pero el abuelo de Jasper supo pararle los pies y sacarlo de esta familia antes de que fuese demasiado tarde.

— ¡Cállate! —siseé entre dientes—. Tú no conocías a mi padre, no tienes ni idea de lo que estás hablando.

— La que no tiene ni idea eres tú, querida... eres igual que él y como le pasó a él, te irás de aquí a ese pueblucho de mala muerte con el rabo entre las piernas —sonrió con cinismo y comencé a verlo todo rojo.

— Voy a...

— ¡Bella! —me llamó Edward—. ¿Por qué no le cuentas a Esme lo que te ha parecido la fuente de Buckingham? Es su lugar favorito de toda la ciudad.

Miré a Edward y él me lo estaba diciendo todo con la mirada "Aléjate, ignórala" pero era difícil... mucho... solo podía pensar en golpearla una y otra vez hasta que dejase de hablarme como si ella fuese la que decidía sobre la vida de Jasper e incluso sobre la mía propia. Pero de nuevo, otra sonrisa de parte de mi hermano me desarmó. Respiré profundamente y me acerqué a donde todos hablaban ignorando lo que había pasado segundos atrás.

Me senté junto a Edward, que me regaló una hermosa sonrisa torcida que me tranquilizó y volví a ser yo misma de nuevo.

Minutos después pasamos a un comedor enorme, en el centro había una mesa color caoba con varias sillas a su alrededor, todos comenzaron a sentarse mientras yo esperaba, era la primera vez que comía allí y no sabía si cada uno tenía un lugar asignado. Unos segundos después solo quedaban dos lugares libres al lado de Jasper, casualmente uno junto al otro.

Enrojecí cuando todas las miradas se volvieron hacia Edward y hacia mí, sobre todo cuando Alice miró fijamente el modo en que Edward tenía su palma apoyada en mi espalda mientras me ayudaba a tomar asiento al lado de mi hermano.

— ¡Ya era hora! —dijo Emmett alzando sus manos hacia el techo teatralmente.

— Solo hemos tardado unos minutos, no seas melodramático —lo reprendió Edward.

— Tengo hambre Eddie, tú no tienes ni idea de lo que cuesta mantener un cuerpo como el mío, ni si quiera eres capaz de comprender los sacrificios que tengo que pasar para poder estar como estoy —se defendió él con gesto amenazante.

— ¿Y cómo estás? —preguntó Rosalie en tono de desafío.

— Musculoso, fibroso... y tengo los abdominales tan duros que podrías lavar en ellos tu ropa interior de encaje —dijo con una ceja alzada y voz sugerente.

Jasper miró a Emmett como dispuesto a saltarle encima y cerrarle la boca de un golpe, María lo miraba con la boca entreabierta y cara de boba, Rosalie era indiferente, parecía que le acababan decir que tenía el pelo rubio, Carlisle y Esme no sabían si reír o llorar, Edward estaba en la misma situación, no sabía si golpear a su hermano o soltar una enorme carcajada... yo solo miraba la escena preguntándome si ese tipo de comentarios serían típicos en él, o solo era algo puntual.

— Bella —me llamó Alice desde el otro extremo de la mesa—, ¿tienes algo que hacer mañana? —Edward soltó una risita y yo negué con la cabeza—. ¡Genial! —chilló—. Entonces nos iremos de compras, paso a buscarte después del almuerzo.

Parpadee sorprendida.

— Alice... no necesito ir de compras... Edward me llevó el otro día y tengo todo lo necesario —expliqué.

Ella me miró enarcando una ceja y después negó con la cabeza.

— Nunca se tiene todo lo que se necesita... —dijo como si eso fuese una oración de alguna religión que yo desconocía— siempre puedes encontrar algo que lleves mucho tiempo buscando sin saberlo.

Incliné mi cabeza mientras intentaba buscarle sentido a sus palabras.

— No intentes entenderla —me interrumpió Emmett—, Alice pertenece a la religión de Santa Master Card, hace tiempo era de la secta de la Visa Gold, pero la expulsaron por falta de fondos —acabó entre carcajadas que Edward acompañó disimuladamente.

— Emmett... no te metas con la pobre Alice... —lo reprendió su madre.

— Sí... déjala vivir con su problema, cuando lo reconozca ya irá a sesiones de autoayuda —continuó Carlisle.

Alice frunció el ceño mientras miraba a ambos Cullen, Carlisle y Emmett parecían que acababan de firmar su sentencia de muerte, aunque ellos eran ajenos a todo y solo reían de sus propios chistes.

— Ignóralos —dijo Alice y rodó los ojos—, yo lo hago. Pero a lo que es importante... —sonrió— tenemos que ir a comprar unas cuantas cosas que seguro que Edward no hizo.

— ¿Qué cosas? —preguntó él con curiosidad.

— ¡Zapatos! ¿Cuántos pares le has comprado? Estoy segura de que solo tres o cuatro y una mujer sin zapatos no es mujer.

— Alice... —intentó hablar Jasper, pero ella lo ignoró.

— Son lo que marca la personalidad de una chica, así que tiene que tener unos cuantos pares más —continuó—. También algo de ropa interior, algo provocativo, estoy segura de que tu cajón está lleno de braguitas de algodón con ositos y ya tienes dieciséis... puedes comenzar a utilizar tangas de encaje y esas cosas.

Mis mejillas comenzaron a acumular tanta sangre que creí que de un momento a otro estallarían, solo quería esconderme bajo la mesa y quedarme allí el resto de la velada.

— ¿Tienes braguitas de ositos? —me preguntó Emmett entre risas—. ¡Yo quiero ver eso! —enfatizó, pero su rostro perdió todo el color cuando se cruzó con la mirada furibunda de Jasper—. No... no en... en ese sentido... —tartamudeó— digo... solo era curiosidad... desde que voy a la escuela de primaria que no he vuelto a ver bragas de ese tipo... pero no pienso en Bella de ese modo... ella es tu hermana y no quiero verla en ropa interior... no lo digo porque sea fea... que ella es preciosa, pero...

Un pedazo de pan voló hasta su cabeza y él se sobó el golpe mientras miraba con los ojos entrecerrados a Rosalie, que sonreía ampliamente con un gesto de suficiencia.

Ese tema pasó a segundo plano… por suerte... y la cena comenzó sin contratiempos, intentaba centrar mi atención en mi plato de comida, en Edward y en sus padres, apenas miraba en la dirección de Jasper, ya que María estaba sentada a su lado y no quería ni verla. También ignoraba a Alice, me estaba poniendo nerviosa, cada vez que nuestras miradas se cruzaban ella me sonreía o me guiñaba un ojo.

Edward se preocupó por mí en todo momento, tenía mi copa siempre llena de agua y cada poco tiempo me preguntaba si la comida era de mi agrado. Me sentía como una princesa a su lado, cada vez que me miraba los recuerdos de nuestro beso sobre el piano venían a mi mente y por más que lo evitaba el rubor acudía a mis mejillas.

— Esme... el asado está delicioso —alabé.

Ella me miró sonriendo y creo que hasta ella también se ruborizó levemente.

— Me alegro de que te guste —contestó.

— A mí me parece que tiene demasiadas especias y que está reseco —susurró María, pero lo suficiente alto como para que Esme lo escuchara y su expresión cambiase por completo.

— ¿Quieres un poco de salsa? —dijo Rosalie con voz afilada alzando la salsera justo a su lado.

— ¡Oh no! Ahí es donde están la mayor parte de las calorías... no quiero engordar ni un gramo de más —dijo ella con cara de terror.

— Yo sí que quiero Rosie —casi gritó Emmett.

Lo siguiente que pasó fue casi a cámara lenta, Rosalie alzó la salsera ya que Emmett estaba al otro lado de la mesa, las manos de él se alzaron demasiado rápido para que Rosalie las esquivara y golpearon con fuerza la salsera, haciendo que todo el contenido de esta saliese disparado y acabase en... en la cabeza de María.

Todos nos quedamos en absoluto silencio mirando horrorizados la escena. María estaba como paralizada y Rosalie, aunque parecía que realmente lamentaba lo ocurrido, tenía una mirada calculadora y satisfecha por lo que había pasado.

— ¡Serás inútil! —gritó María totalmente furiosa mientras se sacudía un champiñón que había quedado en su hombro—. ¡Estúpidos! ¡Pero mirad lo que habéis hecho!

— Ese vestido ha quedado destrozado —susurró Alice casi en trance mientras miraba a María.

— Cariño —susurró Jasper—, ve a... esto... al baño a limpiarte... yo...

— ¿Tú qué? —gritó—. ¿Vas a golpear a Emmett y echar a tu prima de tu casa? Porque si no es así ya puedes ir cerrando la boca.

Jasper cerró la boca de golpe y apretó su mandíbula, sin prestar más atención comenzó a comer de su plato ignorándola por completo. María se puso en pie con toda la dignidad que conservaba, muy poca hay que añadir, y se fue del comedor dejando tras ella un rastro de gotitas de salsa en el suelo.

En cuanto cerró la puerta tras ella Carlisle, Edward y Emmett estallaron en carcajadas, Alice miraba todavía en trance el lugar donde había estado María segundos antes, Jasper simplemente comía y Rosalie lo miraba como si esperase alguna reacción de él.

Suspiré y me pasé una mano por mi cabello para peinarlo, una parte de mí estaba preocupada por Jasper, desde que María le contestó así no había vuelto a levantar la mirada, ni a decir palabra. Pero otra parte quería reírme a carcajadas también, porque la situación había sido demasiado cómica.

— Voy... voy a... a ver cómo está María —dije con voz firme pero al a vez temblorosa mientras me ponía en pie.

Las risas de Edward cesaron de golpe y me miró como si me estuviese volviendo loca, quizás lo estaba, no lo sé, pero algo me decía que tenía que ir a hablar con ella a solas y no iba a dejar escapar la oportunidad.

— No —dijo él simplemente sujetando mi mano—. Bella, recuerde lo que me has prometido —dijo en un susurro con voz firme.

— Solo voy a ver como está y vuelvo —argumenté apretando con fuerza una servilleta en mis manos.

— No —negó con la cabeza—, te vas a sentar aquí y...

— Déjala ir Edward —Rosalie intercedió por mí sorprendiéndome por completo—, les vendrá muy bien a ambas.

— ¿Qué? —preguntó atónito—. ¿Tú estás loca?

— Conozco a María... y Bella ha demostrado que es... "fuerte" —la rubia sonrió—. Deja que solucionen sus problemas, quizás es lo que las dos necesitan.

Edward miraba a Rosalie como si le fuese a salir una segunda cabeza o algo parecido, aprovechando su despiste, me deshice de su agarré y salí del salón siguiendo el rastro que María había dejado a su paso. Me sentía un poco como Hansel y Gretel, pero en lugar de migas de pan había un reguero de gotitas de salsa, solté una risita estúpida ante mi propio chiste malo y continué caminando.

Llegué a una puerta que estaba entornada y de ella salían algunos bufidos, quejidos y el sonido de un grifo abierto dejando correr el agua. Empujé levemente la puerta y vi a María frente a un lavabo mientras intentaba, inútilmente, limpiar su cabello de salsa y pedazos de champiñones. Alzó la mirada y me miró a través del espejo, creí que quedaría muy poco de la mujer que minutos atrás me había amenazado con echarme de la vida de Jasper, creí que aquella humillación había hecho algún tipo de mella en ella y cambiaría de actitud, quizás fue por mi inocencia de adolescente cuando creía que con dos palabras se podía cambiar el mundo. Pero María cruzó su mirada con la mía y si hubiese podido me habría matado allí mismo.

— ¿Qué quieres? —gruñó—. ¿Vienes a reírte en mi cara?

— Solo quería saber si estabas bien —susurré.

— No me hagas reír —espetó girándose para encararme—, sé que has venido a regodearte con lo que ha pasado, pero no cantes victoria, que a ese par de idiotas le haya salido bien la jugada no quiere decir que hayan ganado la guerra.

— ¿Qué... qué quieres decir? —pregunté aturdida mientras retorcía la tela de servilleta entre mis manos.

— Que tú para mí sigues sin significar nada —habló hasta quedar a pocos centímetros de mi rostro, tuve que arrugar la nariz ante el fuerte olor a salsa que desprendía y eso pareció encender una llama en su interior, porque sus ojos brillaron con furia—. Voy a hacer que Jasper te odie, voy a hacer que él mismo te lleve al reformatorio y no quiera volver a saber de ti —dijo en un susurro bajo y amenazante—. Te pudrirás igual que tus padres, esos muertos de hambre cometieron el mayor error de su vida dejándote nacer.

— Calla —susurré intentando mantener la calma.

— ¿Te duelen las verdades? —preguntó sonriendo—. ¿La zorra de tu madre no te enseñó que todo en la vida no es color rosa?

¡A la mierda la promesa a Edward! Nadie hablaba así de mis padres. Nadie insultaba a la memoria de mi madre. Y nadie me hablaba así.

Sentí la adrenalina en mis venas, las ansias en la boca del estómago y mis labios se apretaron en una fina línea. Si antes odiaba a María, lo que sentía por ella en ese momento no tenía nombre. La servilleta que tenía en mis manos se cernió a mi puño derecho, respiré hondo una vez más... quizás así podía eliminar todo eso de mi sistema y olvidar lo ocurrido.

— Aunque pensándolo bien... quizás quieras seguir los pasos de tu madre y puedas trabajar en la calle... te pagarían muy bien si conservas tus braguitas de ositos —dijo con una sonrisa que estaba deseando borrar.

Y me cegué.

La ira y la adrenalina fueron más fuertes que yo, mi puño se cerró y con todas mis fuerzas lo impulsé para que golpease su mejilla izquierda.

Todavía puedo sentir la satisfacción de ese momento cuando vi su rostro desfigurado mientras su cuerpo trastabillaba hacia atrás y tenía que sujetarse al lavabo para no caer al suelo. Me miró sorprendida, como si realmente no se esperase que yo la fuese a golpear o que lo hiciese tan fuerte. Pero mi paciencia tenía un límite y ella lo había sobrepasado con creces.

— Si vuelves a hablar de mis padres así, o hablarme a mí en ese tono...no será un solo golpe, te desfiguraré la cara de tal modo que ni tú misma te reconozcas —la amenacé con los puños apretados.

Sin esperar más contestación me di media vuelta y salí de allí de regreso al comedor, donde todos alzaron la cabeza en cuanto me vieron entrar.

— ¿Cómo está María? —preguntó Jasper sin rastro del enfado con el que lo había dejado.

— Recuperándose —contesté con una sonrisa—, ha sido un duro golpe... —Rosalie sonrió y Edward y Emmett abrieron los ojos desmesuradamente— a su ego —parpadeé inocentemente y comencé a comer de mi plato con despreocupación.

— ¿Qué te ha pasado en la mano? —preguntó Edward en un susurro lo suficiente bajo para que solo yo lo oyese.

— ¿En qué mano? —fingí ignorancia mientras metía otro bocado de comida en mi boca.

— No te hagas la tonta... la derecha, tienes los nudillos rojos —masculló molesto—. ¿Has olvidado lo que te pedí antes de entrar aquí?

— No ha sido nada Edward... —le resté importancia.

María entró en el comedor, su cabello continuaba siendo un desastre y su vestido estaba lleno de chorretones de salsa, al menos se había podido quitar todos los champiñones de entre el pelo. Con una de sus manos tapaba su mejilla izquierda, que se veía un poco roja e hinchada. Pero pese a todo, me dedicó una mirada desafiante.

— Si me disculpáis, me voy a casa ya —dijo sin titubear.

— Claro querida —dijo Esme poniéndose en pie—, no hay problema, lo entiendo.

Jasper me miró unos segundos y después suspiró.

— Edward... ¿podrías llevar a Bella a...? —no acabó de hacer la pregunta cuando él comenzó a asentí—. Llevaré a María a su casa —se excusó.

— Bella puede quedarse a dormir aquí —añadió Esme—, Alice vendrá a almorzar mañana y ya pueden irse directamente al centro comercial, si a ella no lo importa claro.

Parpadeé sorprendida, pero un apretón en mi muslo por parte de Edward me hizo reaccionar.

— Claro que no me importa, me encantará —sonreí.

Unos minutos después todos se habían ido, la casa quedó prácticamente en silencio, solo Carlisle, Esme y Edward a parte de mi estaban en ella. Y Carlisle y su mujer se habían ido a conversar al despacho mientras nos dejaban solos a Edward y a mí.

— Solo te lo voy a preguntar una vez y espero que seas sincera —dijo Edward después de estar unos minutos en silencio.

Me giré para mirarlo y él hacía lo mismo conmigo, tenía sus ojos clavados en los míos y estaba extremadamente serio.

— Adelante —lo inste.

— ¿Golpeaste a María? —inquirió.

Tomé aire y cuadré mis hombros, no me gustaba que Edward estuviese enfadado conmigo y menos si era por culpa de María, pero no lo demostraría.

— Sí —contesté simplemente.

— Bella... —suspiró— te dije que tuvieses cuidado con ella, María es complicada... no se va a amedrentar solo con un golpe, ella descargará toda su artillería en ti.

— ¿Crees que le tengo miedo? —entrecerré los ojos—. He tenido que afrontar cosas muy duras en mi vida y no voy a dejar que cualquiera venga y me pisotee, mucho menos que insulte la memoria de mis padres y a mí misma —alcé la voz molesta al recordar todo lo que ella había dicho.

— ¿Qué ella hizo qué? —preguntó en un gruñido, me alejé de él un paso y él lo acortó dando otro y colocando su rostro tan cerca del mío que nuestras respiraciones se mezclaban—. Bella... ¿qué fue lo que te dijo esa mujer exactamente?

Tragué en seco y mi barbilla tembló cuando abrí la boca para contestar.

— Dijo que Charlie solo se había acostado con la madre de Jasper para conseguir dinero —susurré con voz ahogada—, que mis padres habían cometido un error al dejarme nacer y que... —mi voz se apagó y desvié la mirada avergonzada.

— ¿Qué más Bella? —insistió.

— Que... que... —tartamudeé y la expresión de su rostro cambió de repente volviéndose más tierno y dulce.

— Eh pequeña... tranquila —acarició mi mejilla e inexplicablemente me sentí mejor—, no importa lo que haya dicho... —su voz se endulzó todavía mas y mis ojos se cruzaron con los suyos— ¿de acuerdo? Ella solo miente, lo dice para herirte... no la escuches.

— Edward... —susurré derrumbándome y comenzando a llorar.

Intenté evitarlo, pero cuando sus brazos envolvieron mi cintura me rompí por dentro y sollocé con fuerza. La última vez que había llorado también había sido entre sus brazos, fue días atrás y ya no recordaba el motivo, pero seguro que también tenía algo que ver con Renée y Charlie.

El calor de su cuerpo pegado al mío era reconfortante, me hacía sentirme más protegida, más segura. Mientras él me abrazaba las palabras de María no tenían importancia, carecían de significado y por lo tanto no dolían.

Edward me arrastró hasta un sofá y allí hizo que me sentase en su regazo mientras todavía hipaba a causa de mi llanto. Nos quedamos en silencio... con mi cabeza apoyada en su hombro y él con sus brazos envolviendo mi cintura. Me sentía cansada... agotada física y emocionalmente. Mis ojos se cerraron lentamente y quedé en un estado de semi inconsciencia mientras su olor me envolvía.

Sentí como Edward me cargó en brazos y comenzaba a caminar, también sentí como su cuerpo se detenía de golpe y él tomaba una bocanada de aire.

— ¿Qué le ha ocurrido? —preguntó la voz de Esme teñida de preocupación.

Intenté abrir mis ojos para contestarle yo misma, pero mis parpados pesaban demasiado para hacerlo.

— Está agotada... discutió con María y... se siente mal —contestó Edward con voz tranquila.

— Pobre chica... —suspiró ella— esa mujer debía morderse la lengua a ver si se envenenaba.

— Mamá... tú no sueles hablar así —la reprendió Edward con diversión mientras la esquivaba y continuaba caminando.

— Y no lo hago... pero es que esa mujer me saca de mis casillas —bufó mientras nos seguía—, espero que no la tome con Bella, es demasiado inocente y buena para lidiar con ella.

— Bella podría defenderse— añadió Edward—, tiene la fuerza física y emocional necesaria para ello.

— ¿Después de todo lo que ha pasado esta chiquilla, crees que todavía le quedan fuerzas? —preguntó Esme sorprendida.

— Te impresionaría saber lo fuerte que es, mamá.

Escuché como se abría una puerta y después sentí como mi cuerpo descendía lentamente hasta acabar sobre algo mullido.

— Quítale los zapatos y arrópala —dijo Esme—, iré a acostarme que también estoy agotada. Buenas noches cariño —besó la mejilla de Edward, o eso supuse por el sonido, y acomodó mi cabello antes de irse y cerrar la puerta tras ella.

Escuché un suspiro de Edward y sentí como quitaba mis zapatos lentamente dejándolos caer al suelo. Estuvo a mi lado unos segundos y después se fue, ya que la puerta volvió a abrirse y todo se quedó en completo silencio. Regresó unos minutos después, se sentó a mi lado en la cama y atrajo mi cuerpo al suyo hasta enderezarme.

— Ayúdame a quitarte la ropa Bella —susurró—, no dormirás bien si no te cambias.

Hice acopio de todas mis fuerzas para abrir un ojo, vi a Edward bajo la suave luz de una lámpara y no pude evitar sonreír. Él me devolvió la sonrisa y sujetó el dobladillo de mi camiseta tirando de él hacia arriba, sentí mis mejillas enrojecerse ante la vergüenza y me alejé un poco de él.

— ¡Edward! —solté en un débil quejido.

— No seas boba... —rio— ya te he visto en ropa interior.

Gruñí y dejé que me quitase la camiseta, mis mejillas se colorearon más todavía y después otra tela se deslizó por mi cabeza y él me ayudó a pasar los brazos por sus lugares correspondientes. Después me dejé caer contra el colchón, me sentía tan agotada que casi no podía con mi cuerpo, Edward rio entre dientes mientras desabrochaba mis jeans.

— He pensado alguna vez en quitarte la ropa, pero esta no era una de mis fantasías —dijo con diversión.

Volví a esforzarme en abrir un ojo y él me miraba sonriendo mientras deslizaba el pantalón por mis piernas.

— ¿Tienes fantasías conmigo? —pregunté con voz somnolienta.

— A todas horas —susurró cerca de mi rostro antes de besar mis labios lentamente.

Se alejó antes de lo que me gustaría y me ayudó a acomodarme entre las mantas, me acurruqué y enterré mi nariz en la almohada aspirando con fuerza. Aquel olor a chocolate y a cítricos que tanto conocía y adoraba me aturdió por completo y hasta creí que estaba soñando.

— Huele a ti —susurré adormilada.

— Tienes puesta una de mis camisetas y estás tumbada en mi cama... es normal que huela así —bromeó.

Intenté reír con él, pero no fui capaz. Volvió a acercarse a mí y besó mis labios de nuevo, me maldije mentalmente por no estar más despierta y poder disfrutar por completo de esos besos...

— Descansa princesa... mañana te espera un largo día —susurró en mi oído justo antes de besar mi sien.

— Edward... —lo llamé con voz pastosa.

— Dime pequeña —contestó.

— No me dejes sola...

— Pero... Bella, no...

— Por favor —supliqué.

Él dejó salir todo el aire que contenían sus pulmones sonoramente y casi pude imaginármelo pasando una mano por su cabello con nerviosismo.

— Está bien —murmuró.

Escuché como dejaba caer sus zapatos, como removía su ropa y después sentí como cambiaba el peso del colchón, hasta que sentí su brazo en mi cintura sobre las mantas y sus labios en mi cabello.

— Te morirás de frío ahí fuera —susurré apartando las mantas—, ven aquí —palmeé el colchón.

Volvió a resoplar, pero obedeció a lo que le pedí. Sentí la frescura de la piel de sus piernas rozando débilmente las mías y eso me hizo sonreír. Volvió a abrazarme con fuerza desde mi espalda, besando mi cabello una vez más y suspirando.

— Iré al infierno por esto —lo oí decir justo antes de quedarme completamente dormida.