Capítulo 28
— Feliz año nuevo, princesa... te amo.
Esa simple frase se repetía una y otra vez en mi mente, Edward me la había susurrado justó después de la última campanada que daba comienzo a un nuevo año y también justo antes de besarme y hacer que mis pulmones ardiesen por la falta de aire.
Los días siguiente a nuestro regreso de Arizona y nuestra discusión, fueron un poco extenuantes, me mostraba un poco reacia a sus carias, después de todo me había hecho daño con sus palabras, bajo los efectos del alcohol o no, había dicho todo eso con intención de hacerme daño y el muy maldito lo consiguió. Pero él estaba empeñado en hacerse perdonar como fuese, aunque yo ignorase sus intentos descaradamente.
Pero para la última noche del año me echó de su apartamento prácticamente toda la tarde, me envió a casa de Esme para que estuviese con Kate y las niñas, alegando que había pasado demasiados meses sin verlas y debía aprovechar ahora que las tenía cerca. Lo disfruté, no puedo negarlo, pasar tiempo con mis dos diablillos me hacía sentirme mejor y más cerca de toda la vida que había tenido en Phoenix, y de paso le echaba una mano a Kate, ya que estaba estudiando libros y más libros de decoración intentando amoldarse a su nuevo trabajo. Se la veía entusiasmada y llena de esperanza, después de todo ese cambio de ciudad, aunque un poco traumático por las circunstancias, estaba resultando bien para ella.
Cuando regresaba al apartamento de Edward, completamente agotada pero conduciendo mi coche nuevo después de haberme hecho la licencia una semana antes, estaba deseando darme una larga ducha y meterme en la cama, Maggie y Mía eran unos pequeños terremotos capaces de agotar a cualquiera. Durante casi toda la tarde Maggie estuvo intentando convencernos de que era una princesa y no hacía más que subirse a los muebles diciendo que ese era su castillo y vivía encerrada por un ogro malvado en lo alto de una torre. Mía se enfadaba porque quería ser ella la princesa y le tiraba todo lo que encontraba en su camino. Finalmente la tarde había acabado con dos ceniceros menos en el inventario de la preciosa casita de la piscina de Esme y un par de vasos hechos trizas, además de un pequeño chichón que Mía le hizo a Maggie cuando la golpeó con su zapato en la cabeza.
En cuanto abrí la puerta del apartamento de Edward, un olor desconocido llegó hasta mis fosas nasales... ¿eso era menta? ¿Menta y... también fresa? Intenté avanzar entre la oscuridad que me rodeaba, ya que el interruptor no había funcionado, y de repente descubrí un haz de luz bajo la puerta de la habitación de Edward que llamó mi atención. En cuanto entré allí el olor se hizo más intenso y la visión de lo que allí encontré me dejó completamente paralizada. Edward estaba de pie en una esquina de su habitación, las cortinas de su enorme ventanal estaban cambiadas y ahora eran unas simples telas negras semi transparentes, sobre la cama, la misma tela negra cubría su edredón dorado y un montón de cojines rojos reposaban sobre el cabecero. En el centro de la cama había un par de rosas blancas y todo estaba iluminado por decenas de velas colocadas estratégicamente a lo largo del a habitación.
Llevé la mano a mis labios para ocultar mi boca abierta desmesuradamente... ¿en eso había estado ocupado toda la tarde? ¿Por eso me había echado de su apartamento? Mis ojos se cruzaron con los suyos y solo pude ver en ellos cuanto me amaba...
Esa noche hicimos el amor innumerables veces, cenamos desnudos rodeados de velas con olor a fresa y menta y recibimos el nuevo año del mismo modo, uno enredado en el otro y sin dejar de besarnos. Edward había conseguido que mi celebración por la llegada del año nuevo superase con creces a todas las de los anteriores, aquellas al lado de Renée y comiendo pastel de chocolate mientras veíamos los últimos segundos del año en Times Square por la televisión. Esa noche la había pasado entre sus brazos, gimiendo y gritando cuanto le amaba... había sido simplemente perfecto.
Suspiré mientras recordaba sin poder evitarlo...
Cada segundo que pasaba y cada acción por su parte, hacían que me sintiese más y más enamorada de Edward. Era casi impensable, hacía tan poco que nos conocíamos, apenas un mes, y ya lo sentía como una pieza imprescindible en mi vida, alguien sin el que no podría continuar.
Volví al presente cuando escuché el coche de Jasper entrar por el camino de la casa, hoy era día dos de enero, volvía de su viaje a México con la repelente de María colgada de su brazo, no lo había visto, pero estaba segura de que así sería.
Me puse en pie y bajé al piso inferior, ya que estaba en mi habitación intentando leer un poco, Edward me había llevado a casa de Jasper dos horas antes para que estuviese lista cuando él llegase. Llegué a la puerta principal justo a tiempo de ver como Jasper la cruzaba y María lo hacía tras él. Intenté mostrar mi mejor cara de entusiasmo, me alegraba ver a Jasper, era mi hermano y lo adoraba, pero la insoportable lapa que tenía como novia no entraba en mi ecuación de relación de hermanos.
No pude evitar observar la mirada de María, su brillo victorioso y la superioridad que mostraba eran palpables a kilómetros, no sabía que es lo que había pasado en ese largo viaje a tierras mexicanas, pero estaba segura de saberlo muy pronto, porque si algo caracterizaba a María, además de la palabra "zorra", era la impaciencia de demostrar que había ganado en algo.
— ¡Bella! —chilló Jasper abriendo los brazos de par en par para que le diese un abrazo.
No me lo pensé y simplemente avancé los pocos pasos que nos separaban y envolví su cintura con mis brazos, los suyos no tardaron en hacer lo mismo y me sentí en casa, Jasper era mi hermano, era una parte de mí y tenía mi sangre.
— Te he echado de menos —susurré contra su pecho.
Me pareció escuchar un bufido de parte de María, pero cuando quise comprobarlo, ella nos miraba fingiendo una sonrisa.
— Y yo a ti pequeña —dijo contra mi pelo—, ¿Edward se ha portado bien contigo?
Por mi mente pasó nuestra discusión de unas noches atrás, pero deseché ese pensamiento y simplemente asentí con una sonrisa. Si para Jasper saber que tenía una relación con Edward lo haría entrar en shock, decirle encima que su amigo me había tratado peor que mal, lo haría mucho peor.
— ¿Que tal tu viaje? —excluí deliberadamente a María y la miré fijamente para dejar evidencia de ello.
— Ha sido genial... —me alejé de él para mirarlo mientras contestaba y una radiante sonrisa iluminaba su rostro. Aunque solo fuese por ver esa sonrisa sería capaz de soportar a María lo que hiciese falta...
— Muy provechoso —murmuró María colgándose de su brazo y haciéndome a un lado muy poco sutilmente.
Los observé mirarse fijamente, era una de esas miradas empalagosas que te dan nauseas de tanto azúcar, pero en el caso de María se percibía perfectamente que estaba fingiendo.
— ¿En qué sentido? —pregunté confundida.
En ese momento María dio un gritito ahogado y comenzó a saltar en su lugar, por un momento su actitud me pareció demasiado similar a la de Alice, y la odié más que nunca por tener que imitar a otras personas para hacerse notar.
Estúpida...
— Tenemos buenas noticias... —Jasper sonrió ampliamente y clavó sus ojos en mí—, quería decírselo a todos en la cena, pero teniendo en cuenta que eres mi hermana tienes que tener algunos privilegios, así que te lo diré ahora.
Por mi mente comenzaron a desfilar posibles causas para que María estuviese tan feliz, ¿le había comprado un diamante de regalo de año nuevo? ¿Un coche? ¿Un apartamento? ¿Una mansión? ¡Oh no! ¿Estaría embarazada? ¿La muy zorra comenzaba a multiplicarse? Cada posibilidad causaba un dolor agudo en mi estómago, fuese lo que fuese estaba segura de que eso beneficiaría a María y me perjudicaría a mí y posiblemente a parte de los Cullen.
— Tú dirás... —murmuré nerviosa al ver que se mantenía en silencio para aumentar la expectación.
— Le he pedido a María que se case conmigo y ella ha accedido.
Cada palabra se clavó en mi pecho con un puñal y tuve que encogerme del dolor imaginario que eso me provocó. Casi puede ver en mi mente una caricatura de mí misma tirada en el suelo y desangrándose con un varias dagas clavadas en la espalda.
Es que así me sentía... ¿mi hermano se casaba con él enemigo? ¿Tan ciego estaba?
— ¿No te alegras? —preguntó al ver que no reaccionaba.
Obligué a mis músculos faciales ponerse en movimiento y forcé mi mejor sonrisa, una simple mueca que daba más miedo que otra cosa, pero no pude hacerlo mejor, esa noticia me había dejado en shock.
— Eso es... ¡genial! —mentí, y por lo tanto tuve que desviar mi mirada para que Jasper no lo descubriese, pero me encontré con los ojos negros y fríos de María que me estaban mirando con tanto orgullo que ya irradiaban por sí solos.
— Me alegro de que te guste la idea —continuó Jasper, aunque casi no le prestaba atención intentando buscar en los ojos de María el motivo oculto por el que quería casarse con mi hermano—, sé que María y tú tenéis un par de diferencias, pero cuando ella se mude aquí ya verás como os lleváis bien en poco tiempo.
— Nos llevaremos de maravilla —ironicé, aunque endulcé un poco el tono para que Jasper no sospechase.
Jasper parecía estar en su mundo de fantasía correteando entre piruletas con la mano de su novia sujeta entre la suya y no se enteró de nuestro duelo de miradas.
— Esta noche haremos una cena y se lo comunicaré a todos... solo espero que Rosalie no se ponga muy... "especial" —torció el gesto.
— Hablaré con ella... —me escuché decir... y me arrepentí en el momento de haberlo dicho.
Rosalie no aprobaba la relación de su primo Jasper con María, como tampoco terminaba de aceptarme a mí tampoco. Intentar interceder por mi hermano en tal aberración sería algo infame para ella, y encima intentar hacerlo también con María sería peor que un pecado mortal.
—Gracias Bella... eres un ángel —dijo Jasper con orgullo besando mi frente—. ¿No te parece, cariño? —le preguntó a María.
— Lo es... —María sonrió con dulzura pero yo me di cuenta al instante de que esa era una sonrisa de plástico, de esas que tan bien sabía fingir y Jasper se tragaba como si fuesen reales.
— Ehm... os dejo y me voy a... a... esto... a estudiar —dije lo primero que pasó por mi mente y los dejé solos en el piso inferior.
¿Qué se supone que debería hacer? ¿Alegarme realmente por él? No podía hacer eso, todos sabíamos la clase de mujer que era su novia, así que sonreír ante ella y poner mi mejor cara no era una opción aceptable, al menos para mi conciencia. Y solo que hice lo que nunca había pensado hacer desde que estaba en casa de Jasper, pedirle ayuda a la única persona que odiaba a María tanto como yo, Rosalie.
Faltaban solo diez minutos para que la gente comenzase a llegar, miraba mi aspecto en el espejo e intentaba reacomodar mi vestido, no es que me apeteciese realmente vestirme de gala, esa noche pasaría cualquier cosa menos una cena de celebración. Volví a acomodar uno de mis rizos rebeldes en el semi recogido que me había hecho y suspiré mirando reflejo, sin moverme de mi lugar comencé a practicar mis sonrisas falsas, la verdad es que nunca pensé en tener que hacer eso, pero ser parte de esa familia era capaz de sacar lo peor de mí, incluso fingir un estado de ánimo que no sentía para nada.
Mi teléfono móvil me avisó de un mensaje entrante y lo miré esperanzada.
Estoy a dos manzanas, comienza el plan.
Respiré hondo y me calcé mis zapatos de tacón, bajé las escaleras rezando para no caerme y llegué a piso inferior en el momento justo de ver como María cruzaba la puerta principal, no lo pensé y simplemente hice lo que tenía que hacer.
— ¡Hola María! —grité con fingido entusiasmo—. Que bien que llegas... he estado pensando y con Alice y Rose te ayudaremos a preparar tu boda. Seguro que ellas estarán encantadas con la noticia.
María parpadeó sorprendida pero, después de dedicarle una mirada desconcertada a Jasper, volvió a mirarme a mí con una amenaza implícita en sus ojos, sonreí más ampliamente y me pateé internamente por tener que hacer algo así.
— Cuanto entusiasmo... —susurró Jasper, pero lo oí perfectamente.
Me giré justo a tiempo para ver como sonreía y le guiñaba un ojo a su novia, me dieron nauseas... estúpido ciego. Pero me acerqué a él y lo abracé a medias sin dejar de sonreír.
— Mi hermano no se casa todos los días... es algo que recordareis el resto de vuestra vida, cando seas viejos y arrugados recordareis especialmente ese día —mientras dije la última frase miré fijamente a María que continuaba sin saber de qué iba toda esa pantomima, pero ya se enteraría... ya.
La gente comenzó a llegar, pronto la casa estaba repleta, Carlisle, Esme, Emmett y Rose... si faltaba alguien era alguien a quien yo no conocía, además de Alice, que no había ido porque tenía una cita ineludible, también por un momento eché de menos la presencia de Kate y las gemelas, pero entendí que eso era una reunión familiar y ellas apenas conocían a nadie.
Cuando estábamos a punto de sentarnos en la mesa, Edward llegó apresurado y se disculpó con todos por llegar tarde.
— Esa chica te roba demasiado tiempo —dijo Esme divertida.
— ¿Chica? —preguntaron a coro Jasper y Emmett.
— Sí... Edward está saliendo con una chica, esta vez en serio, y por como podéis ver en su cara, está completamente enamorado —aclaró Esme con una sonrisa y haciendo que el aludido se pusiese de adorable tono rosa.
— ¡Oh! Eddie está enamorado... —dijo Emmett en tono dulce— ¿quién es la desafortunada?
— Emmett... deja tranquilo a tu hermano... a ver si aprendes de él y encuentras una novia formal —lo regañó Esme haciendo que se callase de golpe.
Edward le sonrió agradecido a su madre y me dedicó una rápida mirada antes de prestar atención a lo que fuese que le estaba diciendo su padre.
La cena comenzó a pasar tranquilamente, el ambiente era tranquilo y distendido, como siempre que los Cullen estaban presentes, pero yo estaba retorciendo las manos bajo la mesa esperando el momento en el que Jasper soltase la bomba y todo estallase a nuestro alrededor. Más pronto que tarde, ese momento llegó y fue justo después de los postres, todavía podía sentir el pastel de queso descendiendo por mi esófago, cuando él se puso en pie y se aclaró la garganta con una deslumbrante sonrisa. Toda la mesa le prestó atención y mi mirada y la de Rose se cruzaron significativamente.
— Familia... —comenzó Jasper con nerviosismo— tengo una noticia que daros —todos le prestaron su atención y él me dedicó una pequeña sonrisa justo antes de desviar la mirada a su novia y dedicarle una deslumbrante—, María y yo hemos decidido dar un paso adelante y vamos a casarnos.
Todos se quedaron en un profundo silencio, mirándose unos a otros sin saber muy bien cómo reaccionar. Mi mirada se clavó en la de María y la sentí sonreír para sus adentros, falsa manipuladora, estaba segura de que aprovecharía eso en su beneficio y se haría la victima frente a Jasper.
— ¿No es una noticia genial? —pregunté alzando la voz.
La mirada de Edward y Emmett se fijaron en mí de repente y ambos me miraron como si me fuese a crecer un tercer ojo o algo similar.
— ¡Perfecto! —chilló Esme fingiendo entusiasmo, Rose pareció tragar en seco y forzó una sonrisa.
— Es genial... —dijo a media voz— ¿para cuándo?
El trato había sido mostrarnos ilusionadas con esa boda para que María se sintiese perdida y quizás metiese la pata... de acuerdo... no era la mejor idea, pero con tan poco tiempo no pudimos pensar nada mejor.
— Eso es lo mejor... —esta vez fue el turno de María de chillar y batir sus manos en plan foca amaestrada, todos la miramos esperando que continuase— ¡será solo en dos semanas!
De nuevo el silencio sepulcral, todos nos quedamos inmóviles mirando hacia la parejita feliz como si en cualquier momento fuesen a desaparecer frente a nuestros ojos, y creo que hablaba en nombre de todos si afirmaba que si desaparecía tan solo María nadie la echaría realmente de menos.
Dos semanas... dos simples y meras semanas en las que la vida de Jasper cambiaría radicalmente y por ende, la mía. María entraría a formar parte de mi vida por la puerta grande y no sabía cómo asimilar eso... realmente no quería asimilarlo, el pasar a compartir casa con el enemigo no era algo que se puede aceptar sin más.
— ¡Eso nunca! —el chillido de Rosalie creo que superó los decibelios permitidos y todos la miramos asombrados para ver cómo iba cambiando a un tono rojo furia a cada segundo que pasaba—. Esa perra será una Hale por encima de mi cadáver...
— Seré Swan... no Hale —el tono de burla en la voz de María era evidente, pero Jasper no lo escuchó... o no quiso escucharlo.
— Bella... —los ojos azules de Rosalie me taladraron, sé que ella esperaba que hiciese algo, pero estaba bloqueada...
¿Dos semanas? ¿Solo dos emanas?
— Yo... ehm... me alegro mucho por vosotros... —dije forzadamente y mirando a mis manos entrelazadas.
— ¡Perfecto! —exclamó Rosalie poniéndose en pie de un salto y tirando al silla en el proceso.
— Rosalie... —dijo Jasper confundido—, entiendo que la noticia es inesperada pero...
— ¡Tú no entiendes nada Jasper! —lo interrumpió—. Y si me valoras al menos un poquito, no me des escusas patéticas de porque te vas a casar con esa zorra.
— No hablas así de ella —masculló mi hermano con los dientes apretados.
— Oh vamos... —gimió— estoy segura de que ella no piensa mucho mejor de mí y no creo que me defiendas tan fervientemente.
— Estás muy equivocada, María siempre os ha respetado pese a que se ha sentido desplazada en la familia, nadie la acepta y eso le afecta mucho —explicó poniéndose cada vez más nervioso.
— ¿Y no te dice nada que nadie de "tu" familia la acepte? —preguntó Rosalie en tono mordaz—. Nadie, Jasper... NADIE la acepta.
Jasper tragó en seco, tenía sus puños cerrados y se notaba claramente que se estaba conteniendo con ella.
— Yo no te recuerdo tus errores constantemente —escupió.
Rosalie parpadeó sorprendida y la dureza de sus ojos no me hizo desear estar en el pellejo de Jasper en ese momento.
— Mi hijo no es un error... te lo he repetido hasta la saciedad —su cuerpo comenzaba a temblar y la tensión en su semblante era evidente. Rosalie estaba al borde de un ataque de nervios y Jasper en lugar de ayudar a aminorar esa tensión, simplemente rio irónicamente.
— Crecerá sin padre, crecerá sin un modelo a seguir y cometerá un error tras otro... igual que su madre —ante esa perla salida de sus labios, solo pude ponerme en pie y colocarme al lado de Rosalie.
— Jasper... —susurré.
— No la defiendas Bella, sabes exactamente lo que le pasará a ese bebé, sabes que un hijo sin padre solo es un problema... ¡mira tu madre!... ¡Y la mía! Ambas están muertas...
— Jasper... —lo interrumpió Esme— no digas cosas de las que luego podrás arrepentirte, cariño. Sabes perfectamente que lo de tu madre nada tuvo que ver contigo.
Jasper la miró durante unos segundos, en silencio, después desvió su mirada a Rosalie y su mano unida a la mía con fuerza, tanta que casi me estaba clavando las uñas.
— Si no aceptas a María yo no podré aceptar a tu bastardo —dijo con frialdad.
Toda la mesa jadeó sorprendida y yo me quedé congelada en mi posición sin creerme del todo que Jasper hubiese dicho eso, que hubiese sido capaz de anteponer una vida inocente a lo que se supone que sentía por su novia. Lo miré sin llegar a creerme que fuese tan frío, tan cínico y tuviese tan poco corazón, pero sin saber por qué mi mirada pasó a María, que se miraba las uñas despreocupadamente y tenía una sonrisa bailando en sus labios... la muy perra estaba disfrutando de eso. Estaba completamente segura de que aparte de sus ideas preconcebidas, tras las palabras de Jasper estaba también la mano de María, lo tuvo para ella todo ese tiempo y seguro que lo convenció de mil y una ideas absurdas, por eso trataba a Rosalie de ese modo.
— No aceptaré a María... nunca —sentenció Rosalie remarcando cada palabra.
Jasper la miró imperturbable, una vena latía furiosamente en su sien y todavía mantenía las manos cerradas fuertemente en puños. Sabía perfectamente que la declaración de Rosalie le había dolido, pero se estaba esforzando en disimularlo.
— Entonces no tenemos más que hablar —su voz sonó fría y metálica—, espero que tengas todas tus cosas recogidas para irte mañana.
Y sin más se dio media vuelta y se fue, tras él se fue María que no podía esconder su sonrisa y casi daba botes mientras caminaba. La mesa se quedó en un silencio que solo fue roto por un sollozo ahogado de Rosalie, la ayudé a sentarse de nuevo y ella comenzó a llorar mientras ocultaba su boca con una temblorosa mano.
— Tranquila cariño —susurraba maternalmente Esme acariciando sus brazos—, ya verás como todo se soluciona.
— No... —gimió negando con la cabeza.
Carlisle y Edward también estaban a su alrededor, entre todos intentábamos tranquilizarla, pero ella no dejaba de llorar y de decir que no sabía qué iba hacer.
Emmett se quedó en silencio, con la mirada clavada en un punto fijo y sus facciones eran tan duras y marcadas que casi daba miedo. No pude alejar la mirada de él en un largo minuto, y Edward, siguiendo el rumbo de mi mirada se acercó a él y palmeó su hombro para llamar su atención.
— Emm... tranquilo —susurró cerca de su oído.
Emmett, lentamente, giró su mirada hasta se topó con la de su hermano y después gruñó.
— ¿Tú has oído como le ha hablado? —gruñó.
— Emmett...
— ¡Lo voy a matar! —intentó ponerse en pie pero Edward lo empujó de nuevo hacia la silla, él lo miró mal y se puso en pie pese a sus intentos de volver a empujarlo.
Sin pensarlo, eché a correr y me interpuse en su camino justo cuando estaba a punto de cruzar la puerta.
— Emmett, espera —casi supliqué.
— No... voy a matarlo, volverás a ser hija única —gruñó de nuevo.
Me sujetó por la cintura para apartarme pero yo me removí y me liberé de su agarre.
— Rosalie... ella te necesita a su lado —jugué mi última carta.
Emmett parpadeó confundido unas cuantas veces y después miró a Rose, me miró a mí de nuevo y finalmente se giró y caminó hacia ella. Carlisle le hizo sitio y él se arrodilló a su lado y tomó una de sus manos entre las suyas, ambos temblaban, no sabría decir cuál de los dos lo hacía más.
— ¿A dónde... —suspiró— a dónde irás? —preguntó en un susurro ronco.
Rosalie negó con la cabeza, las lágrimas seguían recorriendo sus mejillas y parecía una completa desconocida. Nadie diría que ella era la perfecta y siempre entera Rosalie Hale.
— Yo... no sé... yo... supongo que volveré a Rochester —dijo entre hipidos.
— No puedes volver... él estará allí, Royce no pue... —me callé de golpe al darme cuenta de que estaba hablando de más, pero fue suficiente para que Emmett entendiese y me diese una mirada significativa.
— No volverás a esa ciudad —sentenció apretando su agarre en su mano todavía entre las suyas.
— Pero... no... Emmett... yo... —intentó protestar ella.
— En mi apartamento hay sitio para ti... bueno... para vosotros... —se rascó la cabeza avergonzado y dejó escapar un pequeña sonrisa.
— No puedo aceptarlo —se apresuró en aclarar ella.
— Puedes y lo harás... ve a recoger algunas de tus cosas, lo que más necesites, ya vendremos por el resto —la instó poniéndose en pie y tirando de su mano para que ella también lo hiciese.
— Emmett no...
— Silencio —colocó un dedo sobre sus labios para silenciarla—, no protestes más y ve a por tus cosas, te esperaré aquí.
Todos observábamos la escena en silencio, Rosalie sonrió tímidamente y salió hacia el piso superior. Emmett dejó escapar todo el aire de sus pulmones y miró a Edward.
— Si ves a Jasper dile que tengo una conversación pendiente con él... tiene que explicarme muchas cosas —susurró con voz amenazante.
Edward solo asintió y antepuso su cuerpo un poco delante del mío, supuse que para protegerme de Emmett, aunque eso me pareció absurdo.
Todos se fueron yendo a sus respectivos hogares, la pelea había les había dejado a todos con muy mal sabor de boca. Cuando Rosalie y Emmett salieron por la puerta principal Edward se abalanzó sobre mí y me abrazó con fuerza enterrándome en su pecho.
— Siento que hayas tenido que presenciar esto —susurró contra mi cabello.
Me alejé de él solo lo suficiente para verlo y sonreí levemente.
— No ha sido tu culpa.
— Pero no tendrías porqué participar en cosas de este tipo... Jasper está tan... —gruñó y cerró los ojos con fuerza— ofuscado... y lo que le dijo a Rosalie... no tiene perdón.
— Ahora no pienses en eso... —susurré sonriendo y poniéndome de puntillas.
Edward entendió el mensaje y se acercó lentamente a mí hasta que nuestros labios se unieron, era un beso lento y tranquilo, disfrutaba al máximo de su sabor y de la sensación de tener su lengua danzando con la mía. Pero se alejó antes de lo que me gustaría y pegó su frente a la mía.
— Entenderé si no quieres pasar la noche aquí —susurró con los ojos cerrados—, gustoso te haré espacio en mi...
— ¿Edward? —escuchamos la voz de Esme.
Ambos nos separamos de golpe y Edward salió hacia el pasillo diciéndome buenas noches en un susurro, sonreí al verlo alejarse y solo me despedí de él con un movimiento de mi mano.
