Cualquier crítica, sugerencia o corrección es bien recibida siempre y cuando no sea ofensiva. Esta historia también está publicada en Archive of Our Own
Gracias por leer.
El amanecer comenzó a asomar en el horizonte, bañando el campo de batalla con una luz tenue. Los defensores estaban exhaustos, pero la visión de retirada del día anterior les dio una energía renovada. Sin embargo, sabían que el enemigo no se retiraría por completo. Había sido un asalto feroz, pero no el último.
Ashkan quería ir directo a su cama, rendido por el cansancio, pero la guerra no espera a nadie. Lo primero que hizo fue verificar el estado de sus hombres, tratar sus heridas e informar sobre su éxito. El cielo, en dirección al campamento dothraki, estaba levemente iluminado con un tenue color rojizo, delatando sus acciones.
Cuando el amanecer llegó, se levantó a pesar del dolor que sentía en todo el cuerpo. Nunca se había sentido de esa manera, ni siquiera con los entrenamientos más intensos. Supuso que esa era la diferencia entre un combate real y un entrenamiento. Las leves heridas que le habían provocado en el enfrentamiento de anoche le ardían con intensidad, pero se forzó a ignorar el dolor. Tenía deberes que cumplir y debía estar preparado por si había un nuevo ataque.
El sol ya estaba en lo alto, así que debía ser casi mediodía. Se sentía afortunado por haber podido descansar un poco. Se dirigió a recoger una ración de comida, prestando atención a las conversaciones a su alrededor.
—Los exploradores informaron que los dothraki se han retirado más allá del horizonte —escuchó decir a uno de los soldados—. Los incendios provocados la noche anterior han dañado seriamente el terreno; ya no hay hierba para los caballos. Tuvieron que irse para reorganizarse y posiblemente buscar refuerzos.
—Ja, bien merecido se lo tienen esos cabrones. Nos dará un respiro temporal, pero es bienvenido —respondió otro.
—¿Quiénes fueron los locos que aceptaron hacer tal cosa? —dijo un tercer soldado—. Yo no atacaría un campamento dothraki ni por un saco de oro, mucho menos de noche. Mira este lugar; das un paso en falso y caes al abismo.
—Por eso eres un simple guardia de poca monta, Rell. Te faltan huevos. No sé quiénes fueron, pero si hay más como ellos, podremos superar esto —contestó otro soldado.
—Deben ser hombres de Sargon, esche…
—¿Cómo estás? —La voz de Rostam interrumpió la conversación que Ashkan escuchaba de fondo mientras comía.
—Bien, adolorido, pero bien.
—Qué bueno —dijo Rostam, sentándose a su lado—. Cuando vi a ese tipo acercarse a ti, pensé que te mataría. Parecía poseído por un demonio.
—Yo también lo pensé —respondió Ashkan, recordando cómo el dothraki había salido del círculo de fuego en su caballo. No pudo distinguir bien sus facciones debido a la oscuridad, pero sí podía oír el tintineo de sus campanas—. Si no fuera por esas malditas campanas, me habría decapitado de un tajo.
—Pues parecía que lo iba a hacer de todos modos. Nunca te había visto perder de esa forma. Retrocedías constantemente y apenas podías defenderte. Quería ayudarte, pero sus hombres seguían llegando, no podía distraerme.
—No te preocupes, Rost. Con tu pésima puntería me habrías matado tú.
—Pésima tu cara, soy un excelente arquero —replicó Rostam, señalándose a sí mismo con una sonrisa brillante—. Simplemente no quería quitarte tu pequeño momento de gloria. Tengo que dejarte algo de vez en cuando.
—¿Como cuando me dejaste derribarte del caballo la semana pasada?
—No recuerdo eso —dijo Rostam, riéndose.
Ambos se rieron al recordar sus travesuras y retos. Mientras comían, vieron cómo los hombres y mujeres no paraban de moverse.
—Bien, adolorido, pero bien.
—Qué bueno —dijo Rostam, sentándose a su lado—. Cuando vi a ese tipo acercarse a ti, pensé que te mataría. Parecía poseído por un demonio.
—Yo también lo pensé —respondió Ashkan, recordando cómo el dothraki había salido del círculo de fuego en su caballo. No pudo distinguir bien sus facciones debido a la oscuridad, pero sí podía oír el tintineo de sus campanas—. Si no fuera por esas malditas campanas, me habría decapitado de un tajo.
—Pues parecía que lo iba a hacer de todos modos. Nunca te había visto perder de esa forma. Retrocedías constantemente y apenas podías defenderte. Quería ayudarte, pero sus hombres seguían llegando, no podía distraerme.
—No te preocupes, Rost. Con tu pésima puntería me habrías matado tú.
—Pésima tu cara, soy un excelente arquero —replicó Rostam, señalándose a sí mismo con una sonrisa brillante—. Simplemente no quería quitarte tu pequeño momento de gloria. Tengo que dejarte algo de vez en cuando.
—¿Como cuando me dejaste derribarte del caballo la semana pasada?
—No recuerdo eso —dijo Rostam, riéndose.
Ambos se rieron al recordar sus travesuras y retos. Mientras comían, vieron cómo los hombres y mujeres no paraban de moverse.
—¿Qué hacen, chicos? —una nueva voz se unió a la conversación.
Ambos se giraron para ver la silueta delgada y sucia de Faraz.
—¿Te caíste del caballo, Faraz? Sabía que eras malo, pero no tanto.
—Yo nunca me he caído de un caballo, a diferencia de ti, idiota —respondió Faraz, sentándose enfrente de ellos—. Fui parte de los exploradores; nos ensuciamos para pasar más desapercibidos.
—¿En serio? ¿Cómo les fue?
—Tú dímelo. Fueron ustedes los que lo provocaron, ¿no? —dijo con tono acusador—. La próxima vez que vayan a hacer algo así, tengan la decencia de invitarme. He estado al lado de mi madre desde el comienzo, defendiendo el lado oeste.
—Sí, te vi aquella vez. En cuanto a lo de anoche, sinceramente, fue bastante repentino. Realmente no creí que aceptarían mi sugerencia. Tampoco nos dimos el lujo de observar nuestra obra. Podemos decir muchas cosas de los dothraki, pero reaccionan rápido al combate; tuvimos que huir más rápido de lo previsto —respondió Ashkan.
—Debió quedar hecho un desastre. El fuego se vio hasta aquí cuando llegamos —continuó Rostam.
—El área está arruinada y el olor es aún peor. No sé si han olido carne humana quemada, pero no se parece en nada a freír una chuleta, eso se los aseguro. Caballos, tiendas y comida, el fuego arrasó con todo. La hierba era alta en esa zona, lo que hizo que ardiera con esa intensidad.
—¿Quedó algún rastro de nuestros amigos? —preguntó Ashkan.
—Se dirigieron al oeste, río abajo. Dejaron atrás a curanderos y esclavos heridos. Regresé con ellos para guiarlos. Mi madre siguió el rastro con el resto.
—Es raro que se separen de sus esclavos; debimos hacerles bastante daño —comentó Rostam.
—Son peso muerto —respondió Ashkan—. Tal vez pensaron que los atacaríamos de nuevo y decidieron moverse rápido antes de que pasara.
—Sea lo que sea, ahora estamos a salvo, al menos unos días mientras se recuperan. Boren dice que son rencorosos. Incluso si se dividen en pequeños khalasares, regresarán para limpiar su vergüenza —dijo Faraz.
—Entonces solo nos queda prepararnos.
—No nos queda de otra —Faraz se encogió de hombros—. Ahora nuestra prioridad es saber cómo mantenernos a todos. Las provisiones se acabarán rápido.
—Ya se nos ocurrirá algo.
Dos días pasaron mientras los defensores se reagrupaban y trataban sus heridas. Nazar convocó una serie de reuniones urgentes con los líderes restantes. Sabían que necesitaban una estrategia para aprovechar la retirada temporal del enemigo y prepararse para el próximo asalto.
En un consejo de guerra reunido al mediodía, los líderes discutieron varias estrategias. Sabían que debían esperar otro ataque.
—Debemos seguir utilizando el terreno a nuestro favor —dijo uno de los líderes, señalando un mapa de la zona—. La montaña ha sido nuestra aliada y lo seguirá siendo. Podemos preparar emboscadas y trampas a lo largo del camino de acceso.
—Dudo que vuelvan a usar esos caminos, o perseguir a nuestras tropas. —negó otro de los integrantes del consejo—Un animal no cae dos veces en la misma trampa. Tratarán de encontrar otros caminos.
—Estoy de acuerdo con Sark, ya han probado que el terreno les es desfavorable, estoy seguro de que se dividirán en pequeños grupos tratando de dispersar nos o sacarnos de nuestro escondite.
—Creo que deberíamos enviar un pequeño contingente a seguir a los dothraki —sugirió otro—. No para atacar, sino para observar sus movimientos y evaluar su estado. Si realmente están desorganizados, podríamos aprovecharlo. Si se están reagrupando y buscando refuerzos, necesitamos saberlo para preparar nuestras defensas.
—Y si cortamos los caminos, hay zonas propensas a derrumbes, aquí y aquí. También podemos esperar a que intenten pasar y tratar de tirarlos encima, pero sería muy riesgoso.
—También tenemos dispo…
—Señores, los exploradores han llegado. —interrumpió un guardia—Raha, pide audiencia.
—Déjala pasar—respondió Sadok. La mujer no tardó en aparecer dentro de la carpa. —Con esa sonrisa, espero buenas noticias Raha, tu muchacho regresó pronto con un regalo inesperado.
La mujer pasó a través de los hombres presentes con un paso altanero, posicionando al centro—Tan buenas que te harán olvidar muchos problemas. No sé qué demonios hicieron los hombres que mandaste anoche, pero los dothrakis se están matando entre ellos.
—¿Qué has dicho?
—Lo que oíste idiota, al principio pensé que solo se reposicionaban, el incendio arruinó el terreno. Pero cuando seguimos el rastro, empecemos a encontrar cuerpos, cada vez en más cantidad. Al final encontramos unos cuatro rastros distintos, los mayores iban uno al norte y el otro al noroeste, uno pequeño al sur y el último está acabando en el río. Por la cantidad de carpas deben ser unos entre dos mil a tres mil.
—Esa es un número al que podemos enfrentar—dijo alegremente Nazar—Oz informa a los hombres que se preparen. Han encontrado a los dothraki.
—Ven conmigo, Raha —comentó Sadok—. Creo que te mereces un plato caliente y un buen descanso.
Sadok la guió afuera, liderando el camino hacia los comedores. Su paso lento les permitió seguir la conversación.
—Dime, ¿quién fue el loco al que se le ocurrió eso? —preguntó Raha—. ¿Fue ese viejo cascarrabias de Ardavan? No ha dejado de quejarse por no estar al frente.
—No, no fue él, aunque insistió en ir. Fue el que incendió los alrededores —respondió Sadok mientras fruncía el ceño, pensando en lo que pasaría cuando se enterara del ataque—. Fue Ash, el hijo de Semiramis. Convenció a Nazar. Debió pensar que sería una distracción aislada que nos ganaría unas horas, no todo esto.
—El hijo de esa altanera escuálida. Genial, ahora tendrá más razones para actuar como es —respondió Raha con lamento, sacudiendo la cabeza—. Aunque no parece alegrarte. Te asusta que te saque de la cama por poner en peligro a su cachorro —bromeó con una sonrisa burlona.
Sadok paró en seco, girando hacia ella y sujetándola con fuerza el brazo. —No me acuesto con ella, Raha—dijo con voz autoritaria—. Ya te lo he dicho infinidad de veces. Así que deja de decirlo o me meterás en problemas.
Raha no se acobardó. Se acercó más a Sadok, su rostro a pocos centímetros del suyo, con una amplia sonrisa desafiante.
—Pero quieres hacerlo, ¿no? —respondió sin vacilar—Pechos grandes y caderas amplias; medio campamento la quiere en su cama. Además, cuidas de su cachorro como si fuera tuyo. Esa estrategia pocas veces falla.
—Yo no —Sadok la sujetó con más fuerza—. Le debo mucho a su familia, y la veo más como una hermana que como cualquier otra cosa. Pero no negaré que veo a Ash como un hijo, uno del que estoy muy orgulloso.
—Se nota —dijo Raha, apartándose con fuerza—. Es fácil meterse contigo, Sadok. Deberías controlarte más.
Raha se masajeó las muñecas, todavía sonriendo.
—Mi chico me ha hablado de él. Se llevan bien. Hábil y con presencia ante los demás. ¿Quién fue su padre?
—Un hombre llamado Serosh —respondió Sadok—. Grande, fuerte y con la espada más letal que haya conocido. Era un Aswaran del Sah Khosrow, y antes de eso, un guerrero que sobrevivió a Mardosh.
Raha silbó impresionada.
—Un hombre duro. Si su hijo es como él, no me sorprende lo que está haciendo ahora.
—La habilidad de su padre, la inteligencia de su madre... Solo rezo para que no tome la personalidad de su abuelo, o tendremos grandes problemas.
—El viejo Arman sigue presente en nuestros corazones, Sadok —rió Raha con nostalgia, mirando al horizonte con anhelo. Tomaron unos minutos antes de retomar la conversación.
—Ahora que encontré a los dothraki, ¿qué sigue? ¿Esperamos o atacamos?
—Aún no lo sabemos —respondió Sadok—. Muchos quieren esperar y resguardarse. Los apoyaría, pero nuestros recursos se acaban rápidamente y tu sorpresa los está dañando seriamente. Debemos acabar con esta amenaza lo más rápido posible para empezar a recuperarnos correctamente.
—¿Y qué querías que hiciera, Sadok? —respondió Raha, defendiendo sus acciones—. ¿Dejarlos morir en medio de la nada? No soy así, y tú tampoco. Son curanderas y eunucos diestros con la aguja. Ya deberían haber curado a gran parte de nuestros heridos. Aunque no negaré que los lhazareenos no serán muy útiles —dijo, sosteniendo su barbilla mientras pensaba—. Si tuviéramos los campos despejados, podríamos cultivar y arrear un enorme ganado como antes.
—Pero no podemos hacerlo. El miedo es grande en nuestra gente. Nadie quiere arriesgarse.
Ambos llegaron al comedor, donde los mismos guisos humeaban en grandes ollas de hierro como toda la semana pasada. A pesar de la monotonía, el aroma cálido de especias y carne cocida envolvía el aire, ofreciendo una bienvenida reconfortante tras las frías noches de vigilia.
—Por fin. Estaba cansada de comer bayas y carne seca —dijo Raha.
Ambos tomaron asiento para comer. Conversaron un rato más hasta que Sadok tuvo que irse para atender sus deberes.
Mientras caminaba realizando sus tareas encontró a los reclutas y soldados entrenando. Entre ellos estaban Ashkan y su amigo Rostam. Los chicos eran inseparables. Donde estaba uno, el otro estaba cerca. Ashkan era más alto, delgado y rápido, mientras que Rostam era más fornido y poderoso. Sus habilidades eran similares, pero Rostam le sacaba ventaja lentamente. Ashkan era extremadamente habilidoso; sin embargo, Rostam era lo más parecido a un genio que Raha había visto.
A tan corta edad, ambos ya sobresalían sobre los demás con la espada. Uno era mejor jinete, otro tenía más resistencia; uno mejor con la espada, otro con el arco. Se complementaban perfectamente. Por lo que había visto, Rostam era un chico algo tímido, sin muchos amigos igual que Ashkan. Solo cuando estaba con este sacaba lo mejor de sí. Había hombres que estaban hechos para dirigir y otros para obedecer. Sadok podía verlos en el futuro: Ashkan liderando mientras Rostam ejecutaba como un fiel guardián, como él y Arman en su juventud.
Cuando tuvo suficiente de la vista, decidió llamar a Ashkan. Los últimos días no habían podido conversar en condiciones debido al ajetreo del campamento. Ahora era el momento. Estaban cerca del final del problema con los dothraki. No quería presagiar nada malo, pero en el campo de batalla todo es posible. Mejor un hoy seguro que un mañana indeciso.
—Ashkan, ven aquí. Tenemos que hablar —el joven giró en su dirección, cansado y sucio por el sudor y la tierra. Se acercó rápidamente a él, tratando de regular su respiración.
—¿Pasa algo, Baba Sadok? —preguntó con cautela, sus ojos escudriñando el rostro de Sadok, buscando pistas. El joven no podía evitar sentir un nudo en el estómago; sabía que cuando Sadok lo llamaba por su nombre completo, nunca eran buenas noticias.
—¿Que si pasa algo? Claro que pasa, Ash. Sabes lo que me hará tu madre cuando todo esto acabe.
—Lo destripará vivo, Baba —respondió Ashkan con tono serio mientras se ponía en posición rígida de guardia.
—Destriparme es lo menos que hará, Ash. Tu madre es un demonio —suspiró Sadok, pasando su mano por su cabeza—. Pensé que solo irías a distraerlos con incendios aislados, no que los atacarías directamente.
—Si te hubiera dicho el plan completo, nunca lo habrías permitido. Me dijiste una vez que un animal desprevenido es un animal muerto. Al igual que todos en el campamento, los dothraki nunca se hubieran esperado que los atacáramos. Por eso apenas tenían guardias. Todos daban por hecho que al día siguiente cargarían y acabarían con nosotros. Se equivocaron.
Sadok vio cómo Ashkan tenía los ojos y la postura de su abuelo. Despiadado y cauteloso cuando no estaba involucrada Semiramis. Arman era un comerciante que aspiraba a más. Las riquezas de su familia incrementaban rápidamente, y se hacía a la idea de elevarse a la nobleza. Fue en parte por eso que permitió el matrimonio de Serosh y Semiramis cuando lo elevaron a Aswaran. Vio en Serosh la capacidad de llegar más lejos y tomó la oportunidad. Ahora tenía frente a él una versión pequeña, con habilidad para el combate, inteligencia, el carisma para atraer masas, y la posible ambición de ir más allá de lo establecido. Que los dioses se apiaden de él.
—Bien, para, para. Ya entendí, Ash. Entiendo que hiciste lo que creías correcto, pero la próxima vez, avísame antes —dijo Sadok, con una mezcla de resignación y humor en su voz—. Así, al menos, tendré tiempo para preparar una buena excusa.
—Entendido, mi Arkan —respondió Ashkan con una brillante sonrisa.
Dicho eso, Ashkan se preparaba para irse cuando Sadok lo volvió a llamar.
—Espera, Ash. Ahora que lo recuerdo, hace tiempo que no practicamos juntos. ¿Qué te parece si vamos al campo a probar cuánto has mejorado?
Sadok esbozó una sonrisa, mientras que la sonrisa de Ashkan desaparecía de su rostro.
Toggo estaba muerto, Nargo y Rhaego murieron quemados; solo quedaban Zalak y él. Ese Ladrón de ganado de Jharko había desobedecido a Toggo después de la humillación, huyendo como un perro cobarde con quinientos jinetes. Luego, el Cobarde sucio de Horkoh usó algún truco para ganarle a Toggo en combate. Comenzaron con una lucha sanguinaria entre todo el khalasar; pudieron matar a Horkoh, pero otro más tomaba su lugar, luego otro y otro. Al final, el khalasar de Horkoh era el mayor, al mando de Khalon, siguiéndolo de Qohlo y por último el suyo con menos de dos mil jinetes, apenas tenían esclavos y suministros, pero eso poco les importaba a él y a Zalak.
Khalon y su khalasar habían sido la peor ofensa jamás vista. Mientras marchaban, miraban lo que quedaba de su pastizal. Los cuerpos caídos de guerreros y guerreras valientes que sacrificaron todo por la vida de la tribu. Más que la mitad del pastizal quedó reducido a cenizas y hierba chamuscada. No le importaba la vergüenza de perder el mando. Si se presentaba la oportunidad de venganza, la tomaría, pero de momento su prioridad era otra.
Eran los jinetes de Sangre de Toggo y el los esperaba arriba en el gran khalasar. Tomarían la sangre de los vestidos de acero o morirían en el intento, eso lo juraba el Thokko ante el cielo y las montañas.
Notas
Baba: es una forma afectuosa y respetuosa de llamar a un padre o a una figura paternal en muchas culturas de Asia Central y el Medio Oriente.
Bajas Dothraki
Aproximadamente 1000 durante el primer enfrentamiento.
200-500: Durante la emboscada e Incendios.
300-600: Huyeron al mando de Jharko.
700-1000: durante el derrocamiento de Khal Toggo
Khalasar al mando de Khalon: 3000-3400.
Khalasar al mando de Qohlo: 2000-2500.
Khalasar al mando de Thokko: menos de 2000.
Bajas de los Hombres Altos
Menos de 100, Mas de 200 Heridos de diferente gravedad.
