Cuando se despide de la familia, deja atrás una buena reputación en el pueblo. Le regalan provisiones y se quedan saludando una vez monta al caballo que lo llevará hacia el distrito central del muro.

Se encuentra en el camino con convoys de otras villas cercanas, el hombre que lo encabezaba se acerca a conversar.

Decide hablar. Aunque luego permanece en silencio para ver qué escucha. Uno se informa mejor así.

Ellos no parecen saber nada de la llegada de los marleyanos, como era de esperarse.

Cuando le preguntan sobre su profesión, miente -o quizás no- diciendo que es maestro.