Antes de que le quitaran la ropa para revisar en busca de heridas, el hombre vestía de negro, más allá de su apariencia, lo que captó al completo la atención de madre e hija fue el tatuaje que poseía en el antebrazo.

Sasha vio el tatuaje de la calavera y serpiente con desconcierto. Compartió una mirada con su madre, pero aunque sorprendida no dijo nada y se dispuso a ayudarlo, ignorando el asunto. Como si no quisiera juzgarlo. Ella tuvo que imitarla, a su pesar.

Esa noche y la siguiente no pudo dormir, preguntándose quién era el hombre que cuidaba.