Notas: Hola a todas, feliz domingo. Me siento un poco desaparecida de la escritura puesto que no he escrito apenas nada desde que comenzó el año. Pero no os preocupéis, que tengo fondo de sobra y no os va a faltar la actualización.
No sé muy bien qué decir esta semana, y supongo que tiene un poco que ver con mi desconexión creativa, aunque tengo que decir que me ha venido bien estar leyendo más que escribiendo estas semanas.
Así que, sin marearos más, os dejo con el capítulo, y espero que os guste de corazón.
- Yo, bueno… - Tragué saliva, pillaba completamente desprevenida por aquella pregunta. – Si te soy sincera, estaba más preocupada por ti que por mí. Es decir, me preocupada que Momoka… Quizás te ha hecho pensar en cosas que no querías recordar.
El demonio asintió, comprensivo. Permanecía sentado en el suelo de la ducha, con el cabello chorreando sobre sus hombros y las piernas cruzadas.
- Está bien. No hay un solo día que no recuerde lo que sucedió, así que no considero que me haya afectado el hecho de verbalizarlo, sobre todo cuando le he contado tantas mentiras a tu amiga. Casi se sentía como estar hablando de la vida de otra persona, en lugar de la mía propia. – Sesshomaru hizo una pausa, alcanzado mi mejilla con sus dedos. - En cambio… ¿A ti te molesta que hable de Rin?
Negué rápidamente con la cabeza. En ningún momento había sentido la punzada de sentimientos negativos que anteriormente me suscitaba escuchar su nombre, aunque… No podía negar que sí revolvía otras emociones dentro de mí. Mis rodillas tocaron el suelo, dejando caer todo mi peso sobre aquellos dos puntos de apoyo.
- Creo que esa no es la palabra, sólo… Supongo que su existencia me hace inevitablemente pensar en todo lo que has pasado por ella hasta llegar al presente, y… - Entrelacé los dedos, mis ojos danzando del suelo a la pared para evitar enfrentar su mirada. - No sé… Cuando tenemos planes tan corrientes, tan simples y cotidianos como los de hoy en el centro comercial, quizás me emociona poder creer que sólo somos dos personas normales que se quieren. Que disfrutan de pasar tiempo juntos. Y nada más. – Cuando mi mirada se cruzó con la suya finalmente en un despiste, forcé una sonrisa. - ¿Es muy horrible por mi parte fingir no saber nada para disfrutar de un día de calma, Sesshomaru?
El profesor Taisho tomó mis manos entre las suyas para ayudarme a ponerme en pie, al mismo tiempo que él lo hacía. Sus brazos eran fuertes y seguros, por lo que me dejé llevar mientras ascendía guiada por sus movimientos.
- En absoluto, Kaori. – Respondió con completa convicción. – No torturarte por cosas que ya han ocurrido y que se escapan de tu control es lo mejor que puedes hacer. - Con las piernas adormecidas tras haber pasado un largo rato agachada, di un pequeño traspié del que Sesshomaru me rescató, tirando de mi brazo con suavidad hacia él. – Debería aprender de ti. – Añadió él, observándome con dulzura.
A pesar de que nuestra desnudez no me había afectado en todo aquel tiempo, la repentina cercanía entre nosotros y el roce de su piel caliente contra la mía me hicieron sonrojarme irremediablemente. Además, la emoción que albergaba el dorado de los ojos de Sesshomaru había cambiado tan drásticamente que sentía que fuera a derretirme bajo aquella afectuosa mirada.
- Entonces… Por hoy… ¿Está bien que no pensemos en nada complicado? – Le pregunté, sujetándome a sus hombros para evitar perder el equilibrio de nuevo. - ¿Podemos simplemente hacer lo que desearía una pareja normal, a solas en la habitación de un hotel?
Hasta ese preciso momento en el que había pronunciado aquellas palabras, ni siquiera yo misma me había permitido darme cuenta de cuánto deseaba tener intimidad con él. Había tenido muchas emociones que gestionar referentes a Sesshomaru, y me había costado dejar de temer sus poderes desde que lo había presenciado pelear con Ayumi en vivo y en directo. Después de eso, habían transcurridos días extenuantes, donde apenas nos habías visto el uno al otro…
Y le había echado de menos.
Mucho más de lo que me había permitido darme cuenta.
- Claro que sí. – Susurró, rodeando mi cintura con uno de sus brazos, sosteniéndome contra su cuerpo. – No deseo que todos tus recuerdos conmigo se encuentren relacionados con eventos trágicos, Kaori. De modo que, dado que estamos aquí, completamente solos… Deseo hacerte sentir bien.
Todo mi cuerpo ardía con su contacto, agitando mi respiración. Ni siquiera yo misma era capaz de comprender cómo había logrado prenderme con aquella rapidez, pero a juzgar por la potente emoción subyacente en los ojos de Sesshomaru, no parecía su necesidad fuese menos imperiosa que la mía.
Sus grandes manos viajaron en sentido descendiente por mi espalda, despertando cada una de mis sensibles terminaciones nerviosas con su roce, hasta sujetar mi trasero con firmeza. Me estremecí ante el contacto, dejando escapar un suspiro. Le miré, suplicando silenciosamente mientras rodeada su cuello con mis brazos.
Sus largos dedos recorrieron la piel humedecida de mi trasero, rodeando mis muslos, estrujándolos suavemente. Gimoteé, poniéndome de puntillas para alcanzar su boca, donde fui recibida por su obscena lengua. Estremeciéndome entre sus brazos, el demonio se agachó para repartir diminutos mordiscos y besos a lo largo de mi cuello. Al mismo tiempo, sus manos ascendieron por la cara interna de mis piernas, produciéndome un cosquilleo, hasta llegar al triángulo de vello entre mis muslos. Mi suspiro de placer quedó ahogado por sus labios, acallando aquel íntimo sonido.
- ¿A-a esto te refieres c-con…? ¿Hacerme sentir bien? – Pregunté, con la voz entrecortada.
En el interior de los ojos de aquel demonio podía ver claramente cómo la pasión se había encendido, intoxicándome con aquella tentadora emoción.
- ¿A qué otra cosa podría referirme, Kaori? – Susurró con una pícara sonrisa, antes de volver a besarme, más despacio esta vez. – Si es lo que tú también quieres.
Me mordí el labio mientras mis caderas de alzaban casi de forma involuntaria hacia él. Aún insatisfecha, levanté una pierna para enroscarla alrededor de la suya, abriéndome por completo, sedienta del breve contacto que habían iniciado sus dedos. Sesshomaru acarició entonces mis pliegues hasta encontrar el punto más sensible de mi piel. Mi débil gemido apenas se escuchó por encima del sonido del agua que seguía corriendo a nuestros pies.
Sesshomaru, reaccionando a mi receptiva actitud, me arrinconó contra la pared de azulejos, tomando mi boca con la suya. Caliente, provocador y consciente del deseo que despertaba en mí cuando succionaba mis labios con delicadeza antes de recorrerlos con su lengua. Ni siquiera la fría superficie contra mi espalda logró apaciguar el absoluto el incendio que el demonio había encendido en mí. Nuestros labios se encontraban con necesidad, robando besos al contrario hasta quedarnos sin aire. Con la respiración entrecortada, la lengua del demonio volvió a trazar el recorrido de mi labio superior, lanzando una descarga eléctrica hasta lo más hondo de mi ser. Los mágicos dedos del demonio recorrían cada contorno y curva de mi cuerpo, explorando con la misma expectación de una persona que acababa de encontrar un tesoro.
Apoyé las palmas de las manos contra la pared para ayudarme a mantener el equilibrio. En un instante, era como si mis muslos se hubiesen vuelto de mantequilla. Mis piernas aún seguían entumecidas, desde que le había lavado el pelo a Sesshomaru... Al recordar aquella reciente escena, no pude evitar preguntarme en qué momento exactamente habíamos pasado de conversar apaciblemente a necesitarnos como criaturas en celo.
¿Acaso yo siempre había sido así? No, estaba segura de que jamás había sentido atracción física y emocional parecida a la que compartía con Sesshomaru. Era como si él… Como si todo mi ser reconociese a aquel demonio como la persona correcta, con la que quería estar sin importar las circunstancias.
¿Era por eso que podía y me empeñaba en perdonarle todo? ¿Quería salvarle por ese motivo?
Cerré los ojos, incapaz de pensar en nada complejo, arrastrada por las sensaciones de sus manos sobre mi cuerpo. Con los párpados firmemente cerrados, casi perdí la noción de la realidad, de dónde estaba o qué hora era. Lo único que podía registrar mi mente era la desbordante presencia de Sesshomaru.
Cuando mis rodillas comenzaron a fallarme, víctima de aquellos deliciosos escalofríos, el demonio rodeó mi cintura para evitar que me pudiese caer.
- Kaori… - Murmuró él contra mi oído. - Date la vuelta, y apóyate bien contra la pared. – Seguí sus órdenes sin dudar, como si estuviera bajo el embrujo de su grave y aterciopelada voz.
Sesshomaru me siguió sosteniendo de la cintura mientras la mano que tenía libre viajó por mi pecho. Recorrió despacio una de mis clavículas antes de descender entre mis senos. Jadeé al sentir cómo su roce seguía la curva del suave montículo de piel, acercándose deliberadamente a la rosada punta, pero sin llegar a tocarla.
- Se-Sesshomaru… - Le supliqué, casi sin aliento.
Me sobresalté al sentir su húmedo cabello acariciar mi espalda desnuda, justo ante de que se inclinase para morder el lóbulo de mi oreja con suavidad, haciéndome temblar de pies a cabeza. Presioné mis muslos, incapaz de soportar aquella tensión sexual acumulada en un mismo punto.
- Dime, Kaori. – Susurró él en voz baja, encendiendo aún más mi deseo.
- T-tócame… - Le pedí, cerrando los ojos mientras apoyaba mi frente contra el frío azulejo.
Sentí cómo el demonio depositaba un tierno beso sobre mi coronilla antes de asir sus grandes manos a ambos lados de mis caderas, descendiendo lentamente en un expectante recorrido para volver acariciar el rincón de mi cuerpo lleno de terminaciones nerviosas. Aquellas que suplicaban por su atención. Me estremecí, sintiendo su prominente virilidad contra mi trasero, haciéndome temblar de pies a cabeza de pura excitación. Entonces entreabrí los ojos, afianzando mis manos sobre la pared, el peso de mi cuerpo siendo sostenido por él.
Apenas empezaba a recomponerme, volviendo a sentirme en control de mis piernas, el demonio deslizó un único dedo hacia mi interior. El exagerado sonido que brotó de mi garganta al sentir cómo alcanzaba con precisión aquel sensible punto dentro de mí me hizo sonrojar hasta las orejas.
- ¿Q-qué me estás haciendo, Sesshomaru…? – Gimoteé, lanzándole una mirada de reojo.
- ¿Yo? – Inquirió él con fingida inocencia. El demonio se inclinó sobre mi para susurrar en mi oído. – Tocarte, ¿no es así? ¿No es acaso lo que me has rogado que hiciera?
Gemí y jadeé con cada uno de sus expertos movimientos en mi interior, siempre empezando y acabando en ese mismo lugar que me hacía ascender a toda velocidad.
- E-es que… - Traté de hablar con la voz entrecortada e interrumpida por mis propios sonidos. – N-normalmente no… ¡A-ah…! No me p-pongo así sólo por e-esto…
Dejé escapar un lastimero chillido al sentir cómo el demonio succionaba la piel de mi cuello con suavidad.
- ¿Así cómo? – Me interrogó.
- T-tan… - Auné todos mis esfuerzos para sujetar su antebrazo, deteniendo sus juegos por un momento. - Sensible… - Exhalé, recuperando el aliento.
El demonio depositó un breve beso sobe mi hombro antes de introducir un segundo dedo en mi interior, haciéndome temblar de nuevo entre sus brazos.
- Hm… - Murmuró en voz baja. - No estoy haciendo nada fuera de lo normal, Kaori. – Replicó, haciéndose el inocente una vez más.
- No sé d-de qué se trata exactamente, pero estás haciendo al… ¡A-ah…!
Mis réplicas fueron interrumpidas por la presión que ejercían en sus dedos en mi interior, moviéndose lentamente en círculos. Aquel hombre sabía exactamente dónde estaba tocando, no podía negarlo, por mucho que fingiese lo contrario.
- ¿No será que todo este tiempo has estado deseando que te hiciera algo así, Kaori? – Murmuró el demonio tras lamer descaradamente mi cuello, tan cerca de mi oído que me hizo estremecer. - ¿Y es por eso que vuelves loca con cada mínimo roce?
En realidad, no le faltaba razón, pues cuando acababa de conocerle, yo… Siempre tuve la corazonada de que él sería dominante en la cama. Y aquella fantasía era la que me había atraído inexorablemente hacia él, pero… También adoraba cuando me trataba con delicadeza.
¿Quizás era por eso que había abandonado durante un tiempo aquellos pensamientos de ser sometida por él? Tampoco era como si Sesshomaru estuviera teniendo un comportamiento extremamente dominante, pero… La seguridad de sus manos al tocar mi cuerpo mientras me retenía contra la pared, unido al pecaminoso tono de su voz junto a mi oído habían sido elementos suficientes para saciar aquel olvidado deseo.
- P-puede ser… - Gimoteé, retirando finalmente mi mano de su antebrazo.
Mi parte racional cediendo finalmente ante aquella ansiada escena, restregué mis caderas contra las suyas, sintiendo su necesidad tan palpitante como la mía.
Sin embargo, completamente estoico, Sesshomaru se concentró en los movimientos de sus dedos, entrando y saliendo, dado rodeos y regresando al punto donde se concentraba todo mi placer. Dejándome llevar, el vaivén de mi cuerpo comenzó a acompasarse con sus maravillosos dedos.
Arrinconada contra la fría pared de azulejos, todo mi ser parecía estar en llamas, el contraste de temperatura acentuando el calor de mi cuerpo. Las sensaciones escalando, los escalofríos seguidos de gemidos se prolongaron hasta que me dejé ir, vencida por aquellas abrumadoras olas de placer.
Ni siquiera pude gritar tras haber gemido sin parar por tanto tiempo, así que solo me apoyé con todas mis fuerzas a la superficie frente a mí, jadeando y temblorosa, luchando por recuperar el alienteo. El demonio, sintiendo mis estremecimientos internos, se retiró lentamente, besando la parte trasera de mi oreja con dulzura. Sus brazos estrecharon mi cintura para asegurarme contra su cuerpo.
- No puedo contenerme cuando pones esa voz, Kaori… Ahora quiero hacerte mía. – Dijo en un tentador susurro, reavivando el incendio que apenas había comenzado a apaciguarse.
Antes de esperar respuesta alguna por mi parte, Sesshomaru introdujo su miembro entre mis muslos, haciéndome sobresaltar ligeramente.
- N-no digas eso… No sé c-cómo he podido hacer todos esos ruidos… - Le reprendí, aún avergonzada por el concierto que había montado por el roce de sus mágicos dedos.
- Pero a mí me complacido escucharte. – Replicó, dando una seca embestida mientras me arropaba con su cuerpo.
Suspiré, todo mi cuerpo sacudido por su fuerza. Su dureza entre mis muslos resultaba tan tentadora que mi cansancio resultaba incluso frustrante. De aquel modo, me dejé hacer, jadeante, mientras él se masturbaba entre mis piernas.
Con absoluta fascinación, no podía dejar de mirar cómo su virilidad se deslizaba dentro y fuera de mis muslos, una visión que me dejaba sin aliento. A pesar de que acababa de venirme, sus graves gemidos resonaban en voz baja en la estancia, despertando mi deseo de nuevo. El peso de su cuerpo al presionarse sobre el mío, arrinconándome contra la pared, no dejaba de tentarme. Fue por eso que, aunque insegura de si podría soportarlo o no, mis temblorosos dedos se dirigieron a mí clítoris, deseosa de acompañar los sonidos cargados de placer que el demonio exhalaba en mi oído.
No podía evitar sentir envidia de que él fuera el único gimiendo de placer en aquel momento.
En el momento en el que alcancé mis pliegues dejé escapar un trémulo hilo de voz. No podía aguantar un contacto tan directo. Pero necesitaba calmar aquel desperado de deseo. Quería resonar con él, sentir que nuestras sensaciones volvían a estar conectadas y que me arrastrase con él a aquel lascivo pozo de frenesí.
Al sentir mis estremecimientos y percatarse de cómo estaba tratando de darme placer activamente, Sesshomaru se detuvo, lleno de curiosidad.
- ¿Aún no has tenido suficiente, Kaori? – Inquirió el demonio, con los ojos ardiendo en la penumbra.
- No podía soportar fueras el único en disfrutarlo. - Reconocí abiertamente, aunque mi voz se había convertido en un trémulo hilo que apenas era audible por encima del chapoteo del agua de la ducha.
El demonio sujetó mi rostro y me obligó a mirarle. Entonces alzó una ceja, fingiendo indignación.
- No se te veía tan preocupada por no ser la única en sentirse bien mientras te corrías con mis dedos. – Asentí desvergonzadamente, sin tener nada que objetar. Tenía razón. Estaba siendo egoísta, pero no me importaba admitirlo. Sólo quería saciar aquel acuciante deseo antes de volverme loca. – Ya veo, parece que no necesitabas tregua alguna… - Algo peligroso a la vez que poderosamente atractivo asomó en los dorados ojos del demonio mientras hablaba casi para sí mismo.
En ese mismo instante, su habitual paciencia pareció agotarse de golpe. Sesshomaru me tomó entre sus brazos con una facilidad a la que ya estaba comenzando a acostumbrarme, y cerró la llave de la ducha antes de dirigirse hacia el dormitorio.
Durante el breve trayecto, no pude hacer nada más que no fuera observarle con adoración. Disfrutar en silencio del mágico contacto entre su piel y la mía, temblando de forma anticipatoria ante que el placer que, no me cabía duda, estaba por venir.
Al llegar el dormitorio, Sesshomaru me depositó cuidadosamente sobre la cama, sentándome en el borde como si fuera una princesa. Yo separé las piernas de forma desvergonzada, invitándome a consumar lo que sabía que ambos estábamos deseando. Él se acercó peligrosamente, y cuando pensaba que estaba a punto de besarme, el profesor Taisho dio un seco toque con la punta de sus dedos justo por debajo de mi clavícula. Sin oponer resistencia alguna a su abrumadora fuerza, quedé tumbada sobre mi espalda, mis muslos completamente abiertos para él.
Esperaba y deseaba ser violentamente tomada en ese momento como respuesta a mi más que activa declaración de intenciones, pero para mi asombro, vi cómo Sesshomaru se arrodillaba e inclinaba entre mis muslos.
- P-pero Sesshomaru, ¿no ibas a…? – Le pregunté, sobrecogida al sentir sus cálidas manos separando aún más mis piernas.
El demonio me obsequió entonces con una sádica sonrisa.
- No pierdo la paciencia tan fácilmente, Kaori. Me temo que no pienso hacer lo que estabas fantaseando hasta haberme asegurado de que estás completamente satisfecha. – Jadeé al sentir sus dedos presionando mis labios inferiores hacia el exterior, exponiendo mi intimidad de forma obscena. - Y me da igual si luego me ruegas que pare, diciendo que no puedes más. Porque entonces será mi momento de disfrutar plenamente de ti.
Entonces su boca descendió sobre mi intimidad, aún sensible por la estimulación previa. A pesar de los delicados roces de su lengua, mi cuerpo saltaba con cada mínimo movimiento, todas mis terminaciones nerviosas a flor de piel. Enredé las manos en su cabello, incapaz de contener mi necesidad de hacerme uno con él. Le quería, le necesitaba, y sabía que no me lo daría hasta haber cumplido su venganza por haber herido su ego… Pero no podía soportar aquella anticipación.
Llamé su nombre entre escalofríos. Sus húmedos besos y suaves succiones me estaban volviendo loca, arrastrándome al límite de lo que podía soportar. Gimoteé, le pedí desesperadamente que me hiciera suya, más fue en vano.
Él únicamente respondió a mis súplicas introduciendo dos dedos en mi interior de forma implacable, mientras su boca seguía torturando mi sobreexcitado clítoris. Sesshomaru iba y venía con dureza, acertando nuevamente en los dulces lugares que desencadenaban un placentero frenesí. No tenía nada que ver con los delicados movimientos que había ejecutado mientras seguíamos en la ducha.
Aquel hombre se encontraba sediento, hasta un punto más allá de mi comprensión.
Incapaz de hablar, la única parte de mi cuerpo que parecía capaz de responder eran mis caderas, alzándose hacia él, implorando por la liberación que sólo él sería capaz de concederme. Su lengua seguía repitiendo movimientos lascivos entre mis pliegues, su mano empapándose de mis fluidos … Y yo no podía dejar de pensar en la necesidad de besarle para contener de alguna manera el éxtasis que estaba a punto de estallar.
Me agarré a las sábanas, chillando por el orgasmo que nubló todos mis sentidos. Jadeé, mi pecho subiendo y bajando con aquella agitada respiración, tratando de normalizar los latidos de mi corazón. Mis piernas temblaban como las de un cervatillo mientras los ojos dorados del demonio estudiaban mi extasiada expresión sin pudor alguno.
- ¿Puedo asumir que ya estás satisfecha, Kaori? – Me preguntó en un grave ronroneo, provocándome un nuevo escalofrío.
Rodé sobre la cama hasta quedar echada de costado, en una posición casi fetal.
- S-sí… - Musité, luchando por recobrar el aliento. - ¿Acaso… te cabe duda…?
Sesshomaru no pudo contener su expresión de satisfacción al verme extenuada sobre la cama, completamente desnuda y con el cabello suelto humedeciendo las sábanas.
- Bien… - Murmuró él, rodeando la cama para dirigirse a uno de los cajones de la cómoda.
Como era de esperarse, al tratarse de un love hotel, dentro había una larga tira de preservativos. El demonio tomó uno de ellos y lo abrió antes de colocárselo.
- E-espera… - Jadeé, incorporándome sobre mis débiles manos. – N-necesito un respiro…
El profesor Taisho se acercó a mí de forma deliberadamente lenta, su prominente erección entre sus piernas reclamando atención.
- ¿Conque ahora sí necesitas un respiro? – Inquirió en un lascivo susurro. - Creo recordar haberte dicho que cuando acabases no tendría más paciencia contigo… Ha llegado mi momento de divertirme, ¿no crees?
Sesshomaru se subió a la cama, inclinándose peligrosamente sobre mí.
- P-pero ahora mismo… - Traté de replicar nuevamente, aunque mis palabras murieron cuando sus manos tiraron de mis caderas para colocarme de espaldas a él, mi trasero expuesto y mis manos sosteniéndome débilmente.
La posición de perrito jamás me había resultado atractiva, pero en aquel momento, por algún motivo… Sentí un delicioso escalofrío recorrer mi columna. Jamás había sentido tanta excitación como al comportarme dócilmente frente a él, accediendo a cada una de sus demandas.
Más bien, sentía placer al poder cumplirlas.
- Tú eras la que quería esto, ¿verdad? – Me preguntó el demonio mientras presionaba ligeramente contra mis húmedos pliegues. – Es lo que me has estado rogando todo este tiempo.
- Sí… - Admití en un suspiro, mordiéndome el labio.
La punta que tentaba mi entrada había encendido nuevamente mis deseos, olvidándome de todo el agotamiento en un instante. Y era cierto que le había suplicado tanto internamente como de viva voz…
- ¿Sí a qué? – Inquirió el demonio, sujetando con firmeza uno de mis muslos, sus garras amenazando con clavarse en mi piel. – Dime qué es lo que necesitas, Kaori.
Tragué saliva, cerrando los ojos.
- Quiero que me la metas de una vez, Sesshomaru. – Le respondí, sin atisbo de temblor en la voz.
- … Muy bien.
Su entrada fue abrupta y certera. Gimoteé, sintiendo cómo las fuerzas me fallaban de nuevo. El demonio se inclinó sobre mi cuerpo para sujetar mis pechos mientras me lo hacía desde detrás, sin prisa, pero con rudeza. Su calor me envolvía por completo, intoxicando cada uno de mis sentidos, haciéndome desearle incluso más cerca.
El sonido de su piel chocando contra la mía y la fricción en mi interior rescataron el éxtasis que aún quedaba en mi cuerpo, devolviéndome al borde del precipicio.
- Se-Sesshomaru… ¿Puedes…? - Le llamé, haciéndole detenerse momentáneamente. - ¿Podemos hacerlo en otra posición? Quiero verte la cara… Y besarte.
Si no, lo único en lo que podría seguir concentrada era en mi placer, y no sabía si podría aguantar otro orgasmo tan seguido del anterior. También echaba de menos besarle, incluso si lo habíamos hecho hacía tan sólo unos minutos en la ducha…
Tras meditarlo en silencio unos instantes, el demonio pronunció una única palabra en respuesta:
- … Después.
Posponiendo mi petición, Sesshomaru comenzó a embestirme con más fuerza, sujetándome de las caderas para asegurarse de que alcanzaba los rincones específicos que me volvían loca. Cerré los puños, gimiendo, gritando casi tras cada uno de sus movimientos.
Iba demasiado rápido, demasiado profundo, y sabía que no iba a poder aguantar mucho. Una de sus manos agarró mi cabello, obligándome a echar la cabeza hacia atrás. No tenía sentido oponer resistencia alguna cuando aquello se sentía tan adictivo, tan… Espectacular.
Todo mi cuerpo se contrajo cuando volví a ser sacudida por el clímax. Me encogí sobre mí misma, ocultando mi rostro entre mis brazos flexionados, jadeando débilmente. Mis extremidades quedaron inertes, y estaba a punto de dejarme caer sobre la cama cuando Sesshomaru se detuvo abruptamente al sentir mi inestabilidad. Con delicadeza, me sostuve de la cintura para depositarme suavemente tumbada boca abajo por encima las sábanas.
- Kaori… - Me llamó con suavidad, acariciando con sus garras mi espalda. - ¿Estás bien?
Giré el rostro hacia atrás para observarle, aún vencida. Se le veía genuinamente consternado por mi repentina debilidad. Casi parecía imposible pensar que podía tratarse del mismo hombre implacable y dominante de unos segundos atrás.
- Sí, no te preocupes… - Respondí en un murmullo. – Sólo estoy cansada.
El demonio asintió, comprensivo. Con todo el cuidado del mundo, me cargó hasta el centro de la cama, dónde se tumbó, colocándome sentada a horcajadas sobre él para que pudiera descansar sobre su pecho. Seguí dando grandes bocanadas de aire sobre su cuerpo mientras me recuperaba.
- Sesshomaru… - Musité, depositando un beso sobre su clavícula. – A juzgar por la expresión de tu rostro, sospecho que te preocupa haberte excedido, pero en realidad... Me ha gustado mucho.
La tensa expresión del demonio comenzó a relajarse con mis palabras. Me enorgullecía saber suficiente de él como para hacerme una idea de lo que estaba pensando por la expresión preocupa de su rostro en un momento como aquel.
- Aun así, creo que me he dejado llevar demasiado. – Respondió él, flagelándose a sí mismo.
Sonreí, disimulando una risilla entre dientes.
- ¿Puedo contarte una cosa? – El profesor Taisho, confundido por mi divertida expresión, asintió con gesto dubitativo. – Cuando te conocí, siempre tenía la impresión de que te estabas conteniendo. Creía que serías una persona muy salvaje y dominante en la cama, y durante un tiempo, no podía dejar de fantasear con esa actitud proviniendo de ti. – Aunque no parecía molesto por mis expectativas, la confusión en su rostro se hizo más patente a medida que avanzaba. – Sin embargo, cada vez que teníamos intimidad, tú… Me tratabas con tanto cuidado que llegaba a frustrarme, cuando lo que yo que más quería que hicieses todo lo que deseases conmigo. – Acaricié su rostro gentilmente, sintiendo un cosquilleo en las yemas de mis dedos al recorrer sus mejillas. – Adoro que seas tierno y delicado, Sesshomaru, pero… Me gustaría que tengas en mente que ese lado tuyo tan rudo siempre ha estado dentro de mis expectativas, e incluso de mis más secretas fantasías… A-ah…
Todo mi cuerpo se estremeció al sentir cómo su erección presionaba mis pliegues con urgencia. Él seguía duro y caliente, conteniendo la liberación que había estado posponiendo toda la noche.
- No puedes decir esas cosas tan adorables y pretender que me quede impasible, Kaori… - Susurró el demonio contra mi boca, su respiración entrecortada.
Antes de tener tiempo de responder nada, él me atrajo con suavidad hasta su boca, besándome con extrema dulzura. La punta de su lengua recorrió mis labios, como si los estuviera saboreando extasiado.
En realidad, casi tenía la sensación de que se estaba esforzando en distraerse de lo que realmente necesitaba, de lo que su cuerpo le pedía con urgencia… De modo que, a pesar de mis mermadas energías, mientras nuestras lenguas seguían entrelazadas, guie su excitado miembro hasta mi entrada y me dejé caer lentamente sobre él.
Sentí el inmediato estremecimiento por parte del demonio nada más hacerlo, interrumpiendo nuestro beso. Entonces le devolví una sonrisa, invadida por aquella cálida sensación de conexión.
- A mí también me gusta ver el efecto que tengo sobre ti, Sesshomaru. No me gustaría no observar reacción alguna por tu parte. – Respondí, justo antes de rodear su cuello con mis brazos para volver a besarle.
Despacio, nuestras caderas se movían sin prisa mientras hacíamos el amor. Sus manos recorrían mi cuerpo con adoración mientras nos hablábamos sin palabras. En el silencio de la habitación únicamente resonaban nuestros húmedos besos y el sonido de nuestros cuerpos entrelazándose.
Se sentía como si pudiéramos estar compartiendo aquella intimidad por tiempo ilimitado, pues ninguno quería que aquello acabase. Era como si uno fuese el hogar del otro, como si no perteneciésemos a ningún otro lugar que no fuese a la piel desnuda del contrario. Como si no existiera nada más en el universo que no fuésemos nosotros dos.
En algún punto de nuestro lento baile, mis mermadas fuerzas terminaron por traicionarme, haciéndome casi imposible seguir el ritmo del vaivén, a pesar de su lentitud.
- ¿Estás bien, Kaori? – Preguntó el demonio con su frente contra la mía, sus pulgares recorriendo mis mejillas con dulzura.
Le observé directamente a los ojos, perdiéndome en el dorado de su atenta mirada.
- Quiero que sigas, Sesshomaru. – Le pedí, dándole un breve beso sobre los labios. – Incluso si mi cuerpo no puede más, yo… - Apoyé el mentón sobre su hombro, mis brazos aferrándose a su cuello en un desesperado abrazo. – No pares.
Las firmes manos del demonio se posaron sobre mi trasero con delicadeza, aún dubitativo.
- ¿No te estoy haciendo daño? – Preguntó en voz baja, su aliento acariciando mi oído.
- En absoluto. – Respondí con absoluta certeza, acurrucándome cómodamente sobre su cuerpo.
Entonces, despacio y poco a poco, el demonio comenzó a salir de mi interior. Jadeé contra su cuello, cerrando los ojos mientras disfrutaba de la sensación. Sentí cómo la respiración del demonio se aceleraba contra mi pecho mientras se hundía en lo más hondo de mi ser, de forma lenta y medida. Poco a poco, los brazos del demonio comenzaron a estrecharme contra su cuerpo mientras torturaba mi interior deliciosamente, cada vez más fuerte. Gimoteé, sacudida por la fuerza con la que se hundía en mí, como si quisiera que nos fundiésemos en uno solo.
Gimiendo de forma entrecortada, me apoyé sobre mis temblorosas manos para besarle, perdiéndome una vez más en él, recibiendo complacientemente sus estocadas que comenzaban a desbocarse. Sesshomaru sujetó mi cadera y cintura con dureza, con miedo a herirme, pero sin poder contener más su deseo, atrayéndome cada vez más rápido, con mayor intensidad. Tanto que no me quedó más remedio que romper el beso y volver a hundir el rostro en su cuello, tratando de ahogar mis gimoteos y constantes escalofríos.
El demonio manejaba mis caderas sobre su eje cada vez con mayor seguridad, guiado por mis positivas reacciones y sus propias sensaciones. Podía sentir cómo se iba dejando ir, perdido en el placer físico. Y sin embargo, parecía atesorarme entre sus brazos, haciéndome sentir segura a pesar de sus apremiantes estocadas que me hacían enterrar las uñas en sus hombros.
Entonces él se abrazó a mí, alcanzando una velocidad de vértigo antes de dejar escapar una temblorosa bocanada de aire. Sus brazos se asían a mí con tanta firmeza que parecía no quisiera dejarme escapar jamás. Cada diminuto sonido que brotaba de su garganta, cargado de placer, hacía que se me encogiera el corazón de euforia. Enternecida por los acelerados latidos de su corazón, prueba de su reciente su clímax, alcé el rostro para trazar un camino de castos besos sobre su mandíbula.
El demonio dirigió sus orbes dorados hacia mí, en una suavizada expresión llena de ternura. Sus largos dedos retiraron el cabello sobre mi frente para obsequiarme con un delicado beso sobre la piel descubierta.
- ¿Has terminado, Sesshomaru?
- De momento. – Respondió con una misteriosa sonrisa.
- Es extraño. – Musité, trazando círculos con mis dedos sobre el torso desnudo del demonio recostado a mi lado.
Después de nuestro último encuentro, ambos habíamos regresado a la ducha para terminar de asearnos de una vez por todas. Entonces, tras habernos secado el uno al otro con las mullidas toallas del hotel, habíamos regresado a la cama para seguir abrazados, sin ningún trozo de tela interponiéndose entre nuestras pieles.
- ¿El qué? – Inquirió él, curioso.
- Aún recuerdo cuando, para evitar perder el control en momentos de intimidad, me advertiste de que te gustaba el sexo duro. – Expliqué, rozando el borde de sus areolas con delicadeza. – Cuando resulta que te comportas de forma tierna la mayor parte del tiempo, como ahora mismo.
El demonio apoyó su mejilla contra mi sien, pensativo.
- Supongo que depende mucho del momento, pero… No era mentira, disfruto algunas prácticas que pueden resultar desagradables para los seres humanos con prácticas sexuales convencionales. – Le dediqué una mirada de incredulidad, ante la que el demonio añadió. - ¿No lo recuerdas? A ti misma te impactó, de hecho.
Entonces un flashback del momento cuando me pidió que lo asfixiase cruzó mi mente por un instante. No tenía sentido alguno negar que me había causado un profundo rechazo, en efecto…
- Hmm, tienes razón… - Asentí, pensativa. - ¿Siempre tuviste esa fantasía al respecto de los estrangulamientos? – Le pregunté, sin sentirme completamente espantada esta vez por aquella preferencia sexual.
De forma completamente genuina, quería comprenderlo. Había seres humanos que también disfrutaban de aquella práctica, incluso si no era lo más común. No debía de ser tan descabellado como sonaba, por lo que quería conocer si había alguna explicación al respecto.
- En realidad, no. – Reconoció él. - Me di cuenta de que lo disfrutaba por pura casualidad…
Aquel hecho captó incluso más mi atención. Ahora quería saber si se trataba de un fetiche adquirido por algún hecho concreto de su vida.
- Oh, y… ¿Qué es lo que te gusta, exactamente? Me gustaría entenderlo.
El demonio enredó sus dedos en mi cabello distraídamente mientras se perdía en sus recuerdos. Mi cabeza reposaba sobre mi hombro, tan cerca el uno del otro que podríamos arroparnos únicamente con nuestro calor, sin necesidad de ropa o sábanas cubriéndonos.
- Hm… Supongo que es la sensación de poder ser amenazado, si es que tiene sentido verbalizado de ese modo... – Comenzó a explicar Sesshomaru con la mayor naturalidad del mundo. - Por la posición social en la que nací, nadie a mi alrededor se atrevió a desafiar mis órdenes jamás. Y luego, al crecer, me volví tan poderoso que nada ni nadie resultaba un verdadero peligro para mí. Quizás por eso… De alguna manera, me resulta atractiva, e incluso erótica, la idea poner mi respiración, una de mis funciones vitales, en manos de alguien con quien me pueda permitir ser vulnerable. Después de todo, jamás dejaría a alguien que no fuera de mi plena confianza tocarme de esa manera. – Concluyó, recorriendo mi mentón con sus afiladas garras.
En aquel momento, al ser consciente de que aquel fetiche nacía de la mayor expresión de fe en otra persona, dejó de parecerme tan grotesco. Es más, se me antojaba incluso romántico, a su manera.
- Entiendo… - Balbuceé, procesando la información tan valiosa que había compartido conmigo. – Más que la acción en sí, se trata del significado implícito en ella.
- ¿Y tú, Kaori? – Me preguntó él en esta ocasión. - ¿Algún fetiche que deba saber?
Por algún motivo, no pude evitar sonrojarme ante aquel repentino interrogatorio.
- Y-ya te lo he dicho… - Musité, evitando su profunda mirada. – Siempre me ha atraído la idea de que tú… Hagas que lo que quieras conmigo. Que te dejes llevar y-y… Que me trates de forma dominante. Como hoy.
El demonio ahogó una risa, depositando un casto beso sobre mi sien.
- Lo tendré en cuenta, pues. A cambio de que no olvides que puedes pedirme que me detenga en cualquier momento que me exceda o te sientas incómoda.
Alcé mi vista hacia él, enternecida.
- Lo sé. No me cabe duda de que te detendrías en el mismo instante en que te expresara cualquier mínima disconformidad.
El demonio asintió, seguro.
- Así es como debe ser.
Tras haber zanjado aquel tema, nos sumergimos en un breve silencio. Uno cómodo, de esos en los que uno no siente necesidad de llenar con palabras vacías. Simplemente disfrutando de la compañía y cercanía del otro.
En ese momento, recorrí distraídamente con mis dedos las delgadas y pálidas líneas dibujadas sobre la piel se Sesshomaru. Siempre había sentido curiosidad respecto al origen de aquellas heridas, por lo que, aprovechando la calma del momento, me atreví a preguntar por primera vez:
- Sesshomaru, ¿podrías hablarme de estas cicatrices? ¿Qué fue lo que las provocó?
El demonio agachó la cabeza, sombrío.
- … Cuando era niño tuve una pelea… Con un gato con muy malas pulgas.
Mi expresión se contorsionó en una mueca de absoluta incredulidad.
- No hay forma de que un animal tan pequeño haya podido dejar marcas tan profundas, y mucho menos en un demonio… ¿Me estás tomando el pelo?
Sesshomaru me acarició entonces el cabello, sus labios curvándose en una melancólica sonrisa.
- Esta noche sólo somos una pareja normal en un hotel, ¿verdad? – Murmuró él, recordándome lo que yo misma le había dicho antes. – Así que, por hoy, yo no soy ningún demonio, y el autor de mis cicatrices un gato malvado. Y es por eso que los odio.
Parpadeé, perpleja, aunque conmovida por sus palabras. Yo misma tendía a saltarme mis propios límites o deseos cuando se trataba de él, por lo que agradecía que tuviera la consideración de recodármelos.
- Tienes razón. – Musité, depositando un breve beso sobre sus labios. – Además, ya se ha hecho tarde, y ambos necesitamos descansar. ¿Me hablarás de ello la próxima vez, Sesshomaru?
El profesor Taisho recostó cuidadosamente mi rostro en el hueco de su cuello.
- Por supuesto, si es lo que deseas, Kaori. – Musitó él, inclinando su mejilla contra mi frente.
Asentí en silencio, abrazándome a su cuerpo modo koala. Su cuerpo encajaba tan bien con el mío que me sentía más cómoda que con cualquier mullida almohada, de modo que caí rápidamente dormida.
Sin embargo, en mitad de mi descanso, sentí una angustiante sensación oprimir mi pecho en sueños. Aunque de forma difusa, lograba distinguir una voz. Casi como un llanto desesperado.
No estaba completamente segura, pero tenía la sospecha de que lo que aquel lejano eco había estado pronunciando… Lo que aquella voz que repetía, entre súplicas, era...
El nombre de Sesshomaru.
Al abrir los párpados, me encontré con dos misteriosos orbes dorados observándome en la penumbra. Tumbado a mi lado en la cama, el profesor seguía completamente desnudo, tal y como había quedado tras haber hecho el amor la noche anterior.
- Dime, Kaori. - Respondió el demonio en un susurro.
Me sorprendí a mí misma al darme cuenta de que había llamado su nombre en voz alta. Sin comprender muy bien el motivo, sentí unas poderosas ganas de llorar a lágrima viva. Las reprimí tanto como pude, a punto de desbordarse.
Abrumada por aquella emoción desconocida, me así al brazo de Sesshomaru, reconfortada por su calor y cercanía.
- He tenido... Una pesadilla, creo. - Fue lo único que pude musitar como explicación a mi inusual comportamiento.
Él rodeo mi cuerpo con sus brazos, acunándome contra su pecho.
- Ya estás despierta, no pasa nada. - Me aseguró de forma tranquilizadora, sus dedos acariciando la piel desnuda de mi espalda con dulzura. – Sea lo que sea, no es real, ahora te encuentras a salvo.
Asentí, tratando de convencerme a mí misma… Aunque no logré sacudirme la intranquilidad de encima hasta que, de puro agotamiento, volví a quedarme dormida.
Notas: Esta escena de la noche en el hotel llevaba meses rondando por mi cabeza y pensé que era un buen momento para introducirla y ayudar a que los personajes retomaran un poco su intimidad. No sé cómo lo hacen otros autores, pero en mi cabeza las escenas sexuales van por un lado y el hilo de la historia por otro, por lo que a veces me puede costar que se sienta 100% orgánico, al menos desde mi punto de vista.
¿Cómo lo percibís vosotras? ¿Introduzco las escenas eróticas de forma demasiado artificial o suena creíble?
En fin, después de este remanso de paz os adelanto que en la próxima actualización se vienen flashbacks del pasado de nuevo, así que espero que tengáis ganas de conocer a la siguiente reencarnación de Rin, y un poco más sobre Setsuna también… ¡Nos leemos!
