El día que tanto esperaba al fin llegó Yeah!

Soy tan masoquista conmigo misma


Había escuchado, muchas veces de la boca de su madre, que a un hombre se le debe conquistar por el estómago. Y sabía bien que ese refrán podría ser una ley para los saiyajins.

No era experta en la cocina, para eso tenía decenas de chefs. Sin embargo, al vivir de manera independiente, viajando por miles de lugares, le tocó saber cocinar. No era tan mala, podía defenderse.

Por lo tanto, decidió que era tiempo de hacer aquel reto mental. Competir por aquel saiyajin de melena oscura, tan larga que podía competir con aquella princesa custodiada en la torre esperando a que alguien llame para ingresar.

Se puso mano a la obra. Después de todo no era la única que estaba pretendiendo aquel saiyajin.

— Qué locura estoy por hacer — murmuró sacando el libro de recetas que había comprado, junto con todo el insumo necesario para su gran reto —, ¿competir por un saiyajin? — suelta una risa burlona, para sí misma — ¿En qué lugar dejaste tu sensatez? — su mente le trajo aquel recuerdo, el saiyajin con sus macizos musculos, las gotas resbalando por su piel bronceada, su pezón oscuro adornando su pecho duro. Su piel caliente le invitaba quemarse, perderse en el vello que nacía debajo del ombligo y que te guiaba pecaminosamente hasta el duro y palpitante sexo que se marcaba en su boxer.

Sacudió su cabeza tan veloz, la imagen erótica se desvaneció, pero no su juicio.

Suspira y busca la página adecuada para hacer el dichoso platillo.

...

El batido fue un total fracaso, tuvo que pedirle ayuda a su amigo Katayude, que en unos minutos la mezcla ya estaba hecha.

Luego, tuvo que sacarlo a la fuerza de la cocina, no quería consejos que terminaban que él haga todo el trabajo mientras ella miraba. Ella quería hacerlo, a excepción de la mezcla que nunca le salió.

Empapada de sudor y manchas rojizas de la salsa de cereza, fue una ardua tarea arrancar a cada una de ellas la semilla.

— Debí comprar sin semillas — soltó agotada una vez que metió el molde al horno, se sentó aún mirando sus uñas maltratadas. Rendida se acuesta en el mesón de la isla que tenía la cocina.

Cerró los ojos, la tranquilidad de la isla le permitió escuchar el ruido de las olas, el graznar de las gaviotas. Sin Jaco, el lugar respiraba pura tranquilidad. El ventilador le refresca el calor que aún sentía.

Su cuerpo se dejó descansar, después de todo había puesto la pequeña alarma que le permitiría despertar para sacar del horno el pay.

Sonriente se dejó dormir.

...

— ¡Pero qué es esto! — de pronto despertó de golpe, y antes de formular una respuesta, le llegó un olor a quemado. Katayude maldijo cuando abrió la puerta del horno, no era alguien que perdía los nervios ante situaciones estresantes, por lo que pronto ya estaba con el extintor en la mano.

— ¡No! — Tights veloz se dió cuenta del desastre, se levantó tan rápido como pudo, cayendo por completo sobre el adulto afeminado.

— ¡Vas a provocar un incendio! — señala molesto debajo de ella.

— No hay ningún incendio — aplastó la cara de él con su mano, observó que solo salía el olor a quemado. De inmediato lo apagó y quiso sacarlo con la mano desnuda, pero él la detuvo.

— Te vas a quemar niña tonta — Katayude parecía bastante molesto. Después de todo era su cocina, su molde — Y ya no sirve — dictaminó.

Aparta a la rubia y se levanta, dejándola en su propia desgracia, una vez que supervisó que no habría ningún accidente.

Tights miro el horno apagado, aún con su pay dentro.

«Ya no servía»

Aquellas palabras rebotaron en su cabeza. No era experta en la cocina, pero se podía defender. Solo estaba cansada.

Ansiosa miro el reloj, demasiado tarde. Cerró con una patada la puerta del horno, molesta se desplomó sentada en el suelo, apoyada en la fría pared de la isla de la cocina.

— Soy un maldito desastre — desdichada estruja su rostro con su mano — de seguro Launch ya le tiene contento con un festín — sus ojos le picaron, sentía las lágrimas calientes, aún contenidas en sus ojos.

Por un breve tiempo se sintió derrotada, resignada. Pero, recordó su apellido.

Era una Briefs, ellas no debían porque hacer esto, ¿Preparar una comida? Bulma había atrapado a un príncipe con su intelecto: una cámara de gravedad que lo mantuvo por mucho tiempo asombrado e intrigado por la inteligencia de la mujer.

— Pero ese imbécil es pura boca, arrogante y un cobarde patán — soltó molesta — es un vago flojo, por eso es que Goku es mejor que él — bufó —, ¿Y por qué yo debería estar haciendo algo por ese patán orgulloso? Yo soy una Briefs, soy mucha mujer para él — con un nuevo valor, se levantó, se limpió las gotas saladas de los ojos. Y al girar se encontró con la sonrisa engreída de aquel saiyajin, apoyado cómodamente en el mesón.

— ¿Engreído, cobarde, patán, arrogante? — suelta una risa baja, divertido por aquel concepto que ella tenía sobre él — ¿Y aún así quieres competir con Launch en el área de gourmet? — le recuerda con maliciosa burla —. Yo diría que solo lo dices porque eres mala perdedora.

Aquella acusación fue como una bofetada. Sus mejillas se pusieron rojas de la furia.

— ¡No tienes derecho a decir eso! — le regaño — ¡No me conoces!

Raditz suelta una carcajada, se retira del mesón, lo rodea hasta estar enfrente de la terrícola, que levantó altiva la cabeza. No dejaría que la viera intimidada.

— Me prometieron un pastel, quiero probarlo.

Tights la miró confundida, ella no lo había llamado, ni le había dicho nada, quería que todo fuese una sorpresa. En su mente estaba el plan de llegar a la casa de Goku y Milk, dónde el cobarde vivía como plaga, y dónde Launch visitaba constantemente con un arsenal de comida. Cómo la detestaba.

— Yo no he prometido nada — se cruza los brazos molesta y le da la espalda —, tengo mucho que hacer, tal vez te has confundido.

— Según este mensaje tuyo — Raditz saca su celular, el cual había sido un regalo de ella. Tights se sintió humillada al ver el artefacto en la mano de él, había perdido la dignidad por ese saiyajin, que ya ni recordaba que más le había regalado.

«Enamorarse te quita la dignidad y el juicio», pensó con amargura ella.

Y sintió un frío instalarse en todo su cuerpo cuando él le mostró la pantalla con el mensaje de texto.

Era su contacto, pero ella nunca escribió aquel texto, dónde le pedía venir a su isla paraisaca para comer su pay.

— Me prometiste un pastel, ¿Dónde está? — pregunta guardando el celular en su bolsillo de pantalones cortos.

— En primera, ahí decía pay — le corrige sin mostrarse, aún más, perturbada —, y en segunda, yo no escribí eso, ni siquiera sé dónde está mi celular.

— Da igual, pastel o pay — se encoge de hombros y mira la desastrosa cocina — comeré mi pay — le mira fijamente a ella, sonríe de lado.

Una sonrisa ladeada con sus fijos ojos que brillaban con picardía.

Tights volvió a sentir las mejillas arder, está vez de vergüenza mezclada con calentura. Su bajo vientre se apretó con anticipada excitación. Volvería a ocurrir, y ella lo estaba deseando desde hace semanas atrás.

Raditz sabía que ella no se resistiría, se acerca, la carga en un brazo y el otro lo ocupa para desocupar el mesón, dónde la deja acostada de espalda. Ella sabiendo lo que vendría, sube los pies a la orilla del cerámico.

— Este delicioso pay es lo mejor — sus manos manoseaban en el fundillo de overol, Tights gime y se arqueaba, su cuerpo le hizo recordar aquella deliciosa sensación.

La cocina no era lo suyo, pero se podía defender de una manera, casi, decente.