CAPÍTULO 23:
FAMILIA UNIDA
Gundalia, Castillo Real
Ala Médica
Tenía frío y temblaba con nerviosismo.
Habían pasado ya varias horas desde su visita al laboratorio de la loca de Kazarina y no podía sentirse peor. No solo tenía frío, sus manos temblaban desde la punta de sus dedos hasta sus codos, su estómago se revolvía con incomodidad, su cabeza dolía y no dejaba de pensar en todo lo que había visto dentro de su mente.
Como su compañero, Nick siempre había tenido presente que Leónidas poseía secretos que ni siquiera él mismo conocía o entendía, pero jamás lo había visto actuar con tanta ferocidad y furia asesina, no a su Leónidas.
Nunca podría olvidar la sensación que lo recorrió al ver como perdía a su compañero y lo veía convertirse en una máquina de destrucción masiva, todo mientras él se hundía en sí mismo y se encogía con miedo.
No culpaba a Leónidas, sería injusto hacerlo. En realidad, solo podía culparse a sí mismo por su impotencia y su falta de claridad y determinación a la hora de actuar. Quizás Freidr tenía razón, un demonio los acechaba en sus pesadillas y Nick no podía responder de otra manera que no fuera con miedo y pánico.
Tal vez, en verdad era su culpa todo lo que pasaba con Leónidas. Siempre había sido considerado una mente brillante, pero de poco había servido su inteligencia para descubrir los secretos detrás de su compañero y ayudarlo a encontrar un punto de dominio sobre ellos.
Instintivamente, se encogió sobre su camilla al pensar en eso. Aquí estaba otra vez, de vuelta en su habitación aislada en el ala médica del terreno enemigo, abrazando vergonzosamente sus piernas y pegando sus rodillas al pecho en un desesperado intento por conservar el calor y ofrecerse un poco de consuelo. La diferencia en esta ocasión es que ahora estaba solo, no tenía a nadie a su lado esta vez.
Alys le había dicho que descansara un poco, que durmiera si era necesario, para pasar el trago amargo que había sido su última salida fuera de estos muros, mientras ella salía con apoyo de Julie para asegurarse de que ningún guardia pudiera entrar sin la debida autorización del príncipe. Ángel y los demás estaban con ellas, haciéndoles compañía a las chicas y dando espacio a Nick para que durmiera con tranquilidad.
Honestamente, ni siquiera lo había intentado. Después de todo lo que había pasado estando inconsciente, la sola idea de cerrar los ojos por más de un segundo lo asustaba, no quería arriesgarse a tener una pesadilla con ese mismo monstruo nuevamente. Sus ojos irritados y sus ojeras eran testimonio de su indisposición a descansar.
En su lugar, había intentado leer el cuaderno que Freidr le había dejado sobre su nueva muda de ropa en la mesa al lado de su camilla. Según Alys, el príncipe quería que comenzara la lectura de la libreta lo más pronto posible, aunque no sabía el motivo. Por supuesto, no había tenido éxito, pues solo ver nuevamente el rostro de ese demonio retratado hasta el más mínimo detalle en las páginas se volvía difícil para él.
Al resignarse, lo único que Nick tuvo para hacer en su soledad fue quedarse en su camilla, abrazando sus piernas y jugando con el relicario de Elisa en sus manos temblorosas.
Aún tenía miedo, no tenía sentido tratar de negarlo viendo las señales tan claras que le mandaba su cuerpo. Y había sido ese mismo miedo el que lo había obligado a mantenerse callado ante las disculpas de Leónidas.
Había perdido contacto con su compañero hacía horas y ni siquiera Vladitor podía decir con claridad que había pasado con él.
Se sentía culpable por ignorar los llamados de su compañero, sabía que no era su culpa, pero la sensación de temor latente en su corazón no le permitió responderle a Leo antes de que perdieran contacto.
Ahora, aquí estaba, solo y preocupado, confundido y desorientado por todo lo que acababa de experimentar, y preguntándose cuando terminaría todo esto.
–Humano, ¿cómo estás? –. Preguntó Vladitor en su mente.
–He estado mejor –. Respondió Nick con cansancio.
–Lamento no haber sido de más utilidad con esa basura de Kazarina –. Se disculpó el Bakugan incorpóreo.
–No tienes nada que lamentar, ninguno de nosotros pudo hacer algo ahí dentro. Al final, todo recayó en Leónidas y en… esa cosa…
Solo mencionarlo resultaba difícil, aún no se hacía a la idea de que algo así acechara en su cabeza.
–Honestamente, no sé qué me provoca más temor ahora. No sé si debo temer más a los gundalianos que a nosotros mismos –. Se sinceró Nick con pesar.
–Supongo que estoy en una situación similar. Es molesto que todo el mundo parezca conocerte más que tú mismo –. Respondió el Bakugan.
–¿De verdad no conoces a nadie aquí? ¿Nada te parece familiar en este mundo?
–No sé si me parezca familiar, no lo hemos visto por fuera de estos muros. Y su gente, fuera del hecho de que los odio, no me parecen conocidos –. Respondió su antiguo némesis con un suspiro antes de continuar –. Sin embargo, sus Bakugan tienen algo… extraño… creo.
–¿A qué te refieres? –. Expresó Nick confundido.
–No sé qué tengan los Bakugan de aquí, pero los siento familiares –. Confesó el antiguo guerrero –. Lo sentí cuando enfrentamos a Linehalt, incluso si no entendí lo que decía, me resultaba familiar.
–¿De qué forma?
–No lo sé.
Se quedaron en silencio una vez más, frustrados y molestos por todos los acontecimientos que los rodeaban y la falta de explicación que calmaran sus pensamientos y temores.
Inevitablemente, la visión de Nick tuvo que volver a fijarse en aquella libreta maldita sobre su chaqueta perfectamente doblada y al lado de Colmillo en el interior de su funda.
Sonaba a locura, pero una parte de sí susurraba en su mente compartida que debía darle una oportunidad a los escritos que albergaban las páginas del objeto. Pero sus manos apretaban con más fuerza el relicario de su novia en busca de consuelo y fuerza.
–Creo que es hora de enfrentar nuestros temores, Nicholas –. Comentó Vladitor con un suspiro.
Normalmente, Vladitor no se refería a él con un término que no fuera "humano". Si lo llamaba por su nombre, significaba que hacía un esfuerzo por ponerse en su lugar.
Después de meses trabajando juntos, Vladitor se había convertido en uno de los pocos que podía llamarlo por su nombre completo sin generarle malestar. Al menos, antes de esta ocasión.
–No sé si pueda –. Respondió Nick avergonzado.
–Tienes miedo, no eres el primero que lo siente y no serás el último que lo haga en el universo. Pero no podemos mantenernos en las sombras mucho tiempo –. Confortó Vladitor al peleador –. Tal vez sea hora de abrir la Caja de Pandora, Nicholas. Quizá eso nos ayude a resolver el rompecabezas.
–¿Y si no me gusta lo que hay dentro? –. Sugirió Nick dubitativo.
–Solo hay una forma de averiguarlo.
Con un suspiro de cansancio y resignación, Nick soltó sus piernas y envolvió el relicario alrededor de su mano derecha mientras se estiraba para sujetar la libreta del príncipe.
Su agarre tembló incluso estando nuevamente a sus costados, sus dedos trazaban la carátula oscura del objeto con nerviosismo mientras un fuerte escalofrío recorría su cuerpo, erizando los vellos de sus brazos.
Cómo mejor pudo, Nick dio un último suspiro antes de abrir la primera página que encontró del cuaderno, dejando ver nuevamente sus hojas amarillentas como muestra del paso del tiempo y las inscripciones grabadas en una gruesa tinta negra, escritas en lo que parecían ser diferentes idiomas y caligrafía.
Pasando las páginas una tras otra, Nick detuvo su mirada en una en específico, una escrita en un idioma que sí podía entender y que le llamó especialmente la atención.
Diario de un sobreviviente
Día X:
No sé por qué escribo esto, dudo mucho que alguien vaya a leerlo y ni siquiera sé cómo funcionan estas cosas. Todo aquello que conocí ya no existe, no quedan más que recuerdos de lo que alguna vez fue un mundo brillante y hermoso. Ahora, solo puedo mirar por las grietas de mi refugio y rezar porque esos monstruos no me encuentren.
No sé cuánto tiempo ha pasado desde nuestra derrota, es difícil tener un conteo de los días sin un sol que indique un inicio o un final. Los cielos se han tornado completamente negros desde que aquel fatídico día, ya no queda ni una pincelada de celeste en su vastedad, solo el blanco agonizante de este eterno eclipse y el resplandor de los relámpagos que acompañan esta lluvia eterna.
Es una visión deprimente, en especial si recuerdo que hubo un tiempo que este mundo presumió de ser una gran fuente de vida. Aunque, tal vez, no deba quejarme tanto. Después de todo, este eterno fenómeno climático pronto será mi única fuente de luz constante.
La comida escasea, el agua no durará por siempre y no quiero arriesgarme a consumir el agua de esta maldita lluvia, los generadores están muy dañados por los resultados de la batalla y sé que no pasará mucho tiempo antes de que se terminen sus reservas.
No sé qué me faltará primero, pero me asusta pensarlo. Sé que no puedo quedarme encerrado este búnker mucho más, debo salir a buscar suministros si quiero sobrevivir, pero la sola idea de poner un pie fuera me aterroriza. Incluso estando escondido bajo tierra, puedo escuchar sus gorgoteos mientras recorren el perímetro, sus gemidos de dolor, sus fuertes pisadas y un lúgubre llanto que se oye desde la lejanía.
No sé si haya más sobrevivientes y me asusta pensar en lo que podría ocurrir si llegara a encontrar alguno, no temo solo por mi seguridad, sino también por lo que podría hacernos aquel maldito monstruo si nos viera.
Ha pasado el tiempo, pero aún tengo presentes esos rugidos retumbando la tierra, esos grandes colmillos destrozando la carne de nuestros amigos y camaradas, esas llamas cubriendo la ciudad y los gritos de dolor de millones de soldados y civiles muriendo ante mis ojos.
No soy estúpido, sé que aún anda suelto en algún sitio y seguro debe estar esperando que salga de mi escondite para terminar el trabajo que comenzó con su masacre. No quiero darle el gusto a ese maldito animal, pero tampoco puedo vivir de latas vacías.
Por desgracia, la sola idea de salir me paraliza completamente. No sé si quiero ver los resultados de nuestra batalla fallida, el cementerio devastado en el que se convirtió esta ciudad, los restos de nuestros Bakugan tirados en medio del campo o el maldito abismo que debe estar consumiendo este mundo.
¿En qué estábamos pensando? ¿Cómo pudimos ser tan estúpidos? Debimos saber que esto pasaría, debimos saber que no éramos rivales para ellos. Ahora, todo aquello a lo que conocimos como un hogar se perdió por culpa de nuestra esperanza, porque fuimos tan estúpidos como para pensar que podríamos derrotar a ese maldito monstruo.
Luchamos con todo lo que tuvimos a la mano, nos armamos hasta con los objetos más insignificantes, aferrados a una frágil y tonta esperanza de ganar la guerra contra la muerte. Luchamos tanto, sacrificamos tanto, para perderlo todo al final. Y la cruda verdad es que, a pesar de toda nuestra participación en esta guerra, no puedo evitar culpar a una persona.
Yo también participé, yo también luché, yo también fui tan tonto como para creer que ganaríamos. Pero fuiste tú quien nos guío, fuiste tú quien nos prometió un nuevo amanecer, quien lideró nuestras tropas y quien me aseguró cara a cara que ganaríamos.
Tal vez estoy siendo injusto, mezquino con la naturaleza de nuestras circunstancias, pero no puedo evitar odiarte y sentir que tú deberías estar en mi lugar, qué esos monstruos fueron demasiado generosos al brindarles una muerte rápida mientras los demás debíamos sufrir la masacre que fue la batalla a la que tú nos guiaste.
Dijiste que lucharíamos juntos, qué nadie se quedaría atrás, pero tuviste el descaro de morir antes que todos nosotros y dejarme a cargo de tu batalla. Maldigo profundamente el día en que nuestros caminos se cruzaron, maldigo el día en que te acepté en mi mesa y te llamé amigo.
Ustedes siempre fueron sus objetivos, siempre fueron el motivo de todo esto, y nosotros tuvimos que sufrir el destino que significó relacionarse con ustedes. Nos arrastraron a esta masacre, nos llenaron la cabeza con promesas de victoria y juraron delante de legiones y legiones que este no sería nuestro fin.
Nos mintieron, y ahora nunca sabrán cuánto los odio por eso, porque murieron antes de que pudiera decírselos. Lo perdí todo por seguirlos, perdí a mi esposa, perdí a mis hijos, perdí a mi hermano y perdí a mis amigos por escucharlos, porque creí genuinamente que lo lograríamos. Y, ahora, aquí estoy, esperando que, si hay algún dios generoso haya afuera; permita que mi muerte sea rápida.
No sé qué fue de sus amigos y, honestamente, creo que no me importa. Creo que nada me importa ahora, no después de todo lo que tuve que pasar por su culpa.
La verdad es que, mientras me ahoga el caos que juraron destruir, solo puedo pensar en una cosa.
Los odio a ambos.
Espero que, a pesar de todo, su muerte haya sido dolorosa y hayan sentido, si quiera, la mitad de todo el sufrimiento que los demás tuvimos que experimentar. Si existe un infierno peor que este, espero que ambos estén allí ahora mismo, espero que supliquen por perdón y espero que se hundan en la eterna miseria al saber que nunca lo obtendrán.
Ustedes provocaron esto y se merecen el peor de los castigos que el diablo tenga reservados.
Si veo atrás ahora mismo, y pienso en el pasado, solo puedo pensar en lo mucho que lamento mis decisiones sobre ustedes. Debí matarlos cuando tuve la oportunidad.
Ahora, yo estoy sufriendo el destino que debió ser para ustedes.
No sé cuánto tiempo me quede antes de que lo poco que me queda de luz finalmente se apague, así que terminaré con esto: el hambre y la sed me consumen, el miedo se apodera de mí con cada segundo que paso escribiendo esto, no me quedan energías para si quiera pensar en luchar una vez más en el fin del mundo y los culpo por esto.
Los culpo por hacernos luchar, los culpo por hacer que los siguiéramos a este matadero, los culpo por cada muerte de la que fuimos responsables.
Deseo profundamente que, allá afuera, haya algún lugar donde ustedes no existan, para que nadie más deba ser víctima de todo aquello que los persigue.
Velkar A.
Nada de esto tenía sentido. ¿Quién era esta persona? ¿A quién se estaba refiriendo? La carta estaba escrita con el sentimiento que transmitía, la tinta usada estaba fuertemente grabada en la hoja, no sería raro que quien hubiera escrito la carta estuviera cerca de atravesar el papel con el filo del bolígrafo. La anotación estaba escrita con furia, se notaba solo con ver los trazos de las letras y Nick solo podía imaginar lo que el escritor debió estar sintiendo mientras se expresaba.
Pasando las páginas rápidamente, Nick se dio cuenta de que ésta no era la única anotación con una temática similar. Había varios mensajes del mismo tipo, pero todos ellos escritos con letras diferentes, algunos en idiomas ajenos a los terrestres.
La libreta debió tener varios dueños, no podía pertenecer a Freidr únicamente. Pero no comprendía como se relacionaba todo esto con él y Leónidas. ¿Quiénes eran las personas que habían dejado su marca en este libro? ¿Por qué eran importantes?
–No entiendo nada de esto –. Confesó Nick con un resoplido.
–Yo tampoco –. Asintió Vladitor aburrido.
Antes de que cualquiera pudiera decir algo más, el sonido de la puerta del cuarto abriéndose llamó la atención de Nick, que cerró rápidamente el libro para enfocarse en la persona que se encontraba accediendo al lugar.
Por suerte, el pelinegro pudo calmar sus nervios cuando vio que la persona que ahora se encontraba saliendo del marco de la puerta fue la pequeña Irin, que lo veía con una enorme sonrisa de oreja a oreja, dejando ver algunos de sus dientes afilados y brillantes, reflejando una gran inocencia y alegría.
–Hola, Nick –. Saludó la pequeña agitando un brazo.
–Irin, ¿qué haces aquí? Pensé que Alys te había enviado a la cama –. Suspiró Nick viendo como la pequeña se acercaba a su camilla.
–Me mandó a llamar después de un rato, dijo que no quería que estuviera sola y Hysani me trajo de vuelta –. Explicó la pequeña sentándose junto al pelinegro –. Parece que alguien hizo enojar al príncipe y ahora el emperador también está enojado. Alys dijo que no quería que estuviera lejos, así que he estado en las cámaras principales de la enfermería esperando que despertaras. ¿Cómo te sientes? Julie me dijo que no te fue bien con Kazarina.
–He estado mejor, pequeña, pero gracias por preguntar –. Respondió Nick acariciando el cabello de la niña –. ¿Dónde están las chicas? Creí que estarían contigo esperando que despertara.
–Alys tuvo que hacer un recado para el príncipe y Julie debe estar esperándola. Ángel y tus amigos están con ella ahora mismo, así que no tienes de qué preocuparte.
–¿Y Leónidas? ¿Sabes algo de él? –. Preguntó el pelinegro con preocupación.
–No lo sé, pero escuché a unos guardias decir que está con Kazarina y el príncipe –. Respondió la niña.
–¿No sabes dónde?
–No, los guardias nunca dicen nada cuando descubren que estoy cerca –. Contestó la pequeña con el semblante caído de pronto.
Quiso decir algo más, pero se comió sus palabras al pensar en lo que debía ser la experiencia para la pequeña. Según las palabras de su cuidadora, la vida para los híbridos no era fácil y podía imaginar las reacciones de los fieles a Barodius ante la idea de que su sangre se mezclara con la del enemigo.
Sin embargo, a pesar de su silencio, esa cuestión despertaba un temor latente en el corazón de Nick desde que conoció a la pequeña.
–Irin, ¿los guardias nunca… ya sabes… te han…? –. Comenzó el terrícola sin saber cómo expresarse exactamente.
–¿Qué? ¿Me han lastimado? –. Completó la pequeña confundida.
Ante la libertad con la que terminó su oración, Nick solo pudo asentir y esperar que su pregunta no lastimara los sentimientos de la niña.
Este lugar ya era horrible y la idea de que una niña inocente tuviera que sufrir por la culpa de estos locos lo enfurecía profundamente. Nunca había tolerado la idea de ver sufrir a inocentes, especialmente a niños.
–Un par de veces, sí –. Respondió la pequeña con pesar antes de ocultar el sentimiento detrás de una sonrisa animada –. Aunque debiste ver lo que Alys les hizo, esos tontos nunca volverán a usar una lanza en mucho tiempo. Y como Alys trabaja exclusivamente para el príncipe, no le pueden hacer nada sin provocarlo a él –. Comentó entre risas divertidas.
Por supuesto, no debería estar sorprendido por la fiera defensa de Alys en nombre de su pequeña. Aunque, después de lo que pasó con ella en el laboratorio, Nick solo podía temer que Freidr la defendiera únicamente porque nadie más que él podía maltratarla.
Esto no era justo, tenía que salir de aquí y hallar el modo de liberar a las chicas de este cautiverio.
–No te preocupes, ya encontraremos el modo de salir de este sitio –. Prometió Nick con una pequeña sonrisa –. ¿Adónde te gustaría ir cuando estemos fuera de aquí? Ojalá sea un buen lugar.
–Bueno, no lo había pensado. Alys y yo solíamos vivir en un pueblo pequeño al oeste cuando era bebé, aunque no puedo recordarlo muy bien.
–¿Sabes por qué se tuvieron que ir? –. Cuestionó Nick curioso.
–Alys dijo que quemaron el pueblo, fue ahí que murieron sus padres y mi madre –. Respondió la pequeña con semblante triste –. Alys me cuida desde entonces. Era una peleadora antes de ser enfermera, así que nos movíamos entre pueblos y ciudades hasta que el príncipe dio órdenes de recogernos.
–¿Y tu padre? –. Preguntó Nick con temor de herir a la pequeña con malos recuerdos.
–Nunca lo conocimos. Según lo que sabe Alys, era un gundaliano al servicio del ejército en la ciudad Vaxhal y conoció a mi madre en una visita a nuestro pueblo natal, pero nunca supo que mamá estaba embarazada cuando regresó a la ciudad –. Respondió la pequeña con naturalidad.
Parecía que Irin no era ajena a esta historia y no se veía afectada por ella. Aunque tenía sentido, no podía mostrar un gran dolor por la ausencia de un padre que ni siquiera conocía.
Basándose en lo poco que sabía acerca de su médica y su pequeña, ambas debían sufrir más por aquello que perdieron o que nunca conocieron directamente.
–Lo lamento, Irin, solo imagino lo difícil que debe ser no tener a tus padres contigo –. Se disculpó Nick con sincero pesar con la niña.
–¿Bromeas? Alys es la mejor mamá del mundo, no solo es la mejor peleadora neathiana de este planeta, también será la mejor enfermera de toda Gundalia –. Declaró la pequeña entusiasmada –. Cada día es una aventura con ella y no puedo esperar a que salgamos de aquí otra vez. Nick, deberías ver todo lo que hicimos durante nuestros viajes, conocí peleadores y Bakugan de todo tipo, vimos animales extraños, probamos comidas nuevas y dormíamos donde queríamos.
Estaba emocionada, se notaba en la euforia que acompañaba sus palabras. Estaba claro que, a pesar de todo, Irin no cambiaría su vida con Alys por nada. La amaba genuinamente, como a la madre que le habían arrebatado demasiado pronto.
–Se ve que adoras a tu mamá –. Comentó Nick divertido.
–Sí, pero no se lo digas. No quiero que se le suba a la cabeza –. Pidió la pequeña híbrida con complicidad.
–No diré nada, pero te puedo garantizar que a las madres les encanta oír que sus pequeños las aman –. Respondió el pelinegro más animado –. Vamos, haz feliz a tu mami y dile cuanto la amas de vez en cuando, les hará bien a ambas.
Después de lo acontecido en el laboratorio, Nick estaba seguro de que a Alys le vendría bien escuchar lo mucho que su pequeña la amaba.
Después de un breve momento lleno de asentimientos y sonrisas, Irin dirigió una mirada llena de ilusión y curiosidad a su nuevo amigo mientras el silencio se apoderaba del ambiente de forma temporal.
–Oye, Nick, ¿te puedo hacer una pregunta? –. Preguntó la niña con repentina timidez.
–Seguro, pequeña –. Asintió el susodicho.
–¿Es cierto que en tu mundo hay tigres?
–Los hay, sí –. Respondió Nick recostándose en las almohadas.
–¿Cómo son? –. Preguntó Irin con sorpresiva emoción e interés.
–Son felinos grandes, los más grandes de la Tierra, tienen grandes colmillos y garras, son excelentes nadadores a diferencia de otros grandes felinos de mi mundo –. Comenzó Nick sin saber exactamente por dónde empezar.
Por suerte, la emoción de la pequeña híbrida lo ayudó a establecer un rumbo.
–¿Y es cierto que tienen pelajes de diferente color? –. Preguntó la niña a punto de saltar de la alegría.
–Algunos son naranjas, otros son blancos y hay de diferentes tamaños también –. Asintió el terrícola antes de mostrar una sonrisa arrogante –. De hecho, tengo una amiga cuyo Bakugan es una tigresa blanca.
Ante su comentario lleno de petulancia, la pequeña Irin saltó sin poder contener más su euforia.
–¿¡En serio!? –. Exclamó la pequeña con emoción.
–Sí, es una tigresa grande, con enormes cuchillas doradas y dientes gigantescos, también es bípeda y una de las Bakugan más hábiles en combate que he visto –. Presumió Nick con alegría al ver a la pequeña.
–¡Eso es genial! ¿¡Crees que podría conocer a tu amiga alguna vez!? –. Pidió Irin entusiasmada.
–¿A Runo? Seguro, sin problema. Es más, creo que le caerías bien –. Respondió el pelinegro con una sonrisita para la pequeña híbrida.
–¿Está en Neathia ahora mismo? ¿Crees que ella también pueda venir por nosotros?
Sin poder evitarlo, las manos de Nick se apretaron con un poco más de fuerza alrededor del relicario de Elisa. No quería hablar de más, temía que estas paredes tuvieran oídos y los gundalianos se enteraran de su mentira respecto a su novia.
–No, pequeña, temo que no –. Respondió Nick tratando de esconder su incomodidad.
Por desgracia, su lenguaje corporal no pasó desapercibido por la pequeña con el mismo éxito que su actuación.
–¿También está muerta? –. Preguntó Irin con tristeza.
–¿De qué hablas? –. Expresó Nick confundido.
–Alys me dijo que tu novia en la foto falleció. ¿Tu otra amiga también lo hizo? –. Dijo la pequeña señalando el relicario.
Viendo la falta de respeto que Freidr tenía reservada para el emperador, Nick había esperado que todo lo que se hablara en el terreno del príncipe se quedara en privado. Pero aquí estaba Irin, completamente consciente de la naturaleza de algunas de sus declaraciones hechas en el estudio de su enemigo.
–¿Cómo sabes eso? –. Preguntó Nick confundido.
–El neathino grande y aterrador fue a nuestra habitación a poner a Alys al tanto de tu condición y tu historial. Debía estar dormida entonces, pero no pude evitar escuchar –. Confesó la niña avergonzada –. Por favor, no le digas a Alys.
Esto era malo. Si una niña tan pequeña podía dar con información de uno de los prisioneros más valiosos del castillo, ¿qué garantía podrían tener que asegurará que no había espías atentos a todo lo que se dijera en la enfermería o las celdas?
Tendría que tener aún más cuidado con lo que dijera a partir de ahora, no podía darse el lujo de dar información falsa sin saber en qué manos podría caer primero.
Estuvo a punto de hablar nuevamente para responder a la solicitud de la niña cuando la puerta se abrió una vez más, obligando a ambos presentes a desviar su atención a quienes se encontraban accediendo al limitado espacio.
Por suerte, Nick pudo respirar tranquilo cuando vio que quienes se encontraban en el umbral de la puerta eran Alys, Julie y sus amigos Bakugan.
–Espero que no hayas despertado a Nick de su sueño, Irin. Después de lo que le hicieron Kazarina y el príncipe, necesita descansar y reponer fuerzas –. Comenzó la neathiana con un suspiro mientras se acercaba a la pequeña con su compañero en su hombro.
–No lo hice, te lo juro –. Prometió Irin levantando la mano derecha en un gesto que divirtió a los Peleadores.
–Vamos, Alys, no seas tan dura con ella –. Defendió Julie a la pequeña enternecida antes de dirigirse a su amigo –. ¿Cómo te sientes, tigre?
–Estoy mejor. Gracias, Julie –. Respondió Nick dándole un suave apretón a su amiga morena antes de continuar –. Alys, no te enojes. Yo ya estaba despierto y le pedí a Irin que me hiciera compañía.
Al escuchar las palabras del peleador, la expresión de la enfermera se suavizó notablemente antes de negar divertida con la cabeza mientras se reía.
–¿Por qué no puedo enojarme contigo? –. Se cuestionó Alys mientras acariciaba la cabeza de su pequeña.
–Porque me quieres mucho –. Respondió la niña con alegría.
–Es nuestro más grande pecado –. Bromeó Hysani mientras su compañera bajaba a Irin de la camilla.
Viendo a su enfermera más tranquila, Nick se permitió un momento para recibir a Ángel y Wolfang en sus manos con delicadeza.
–Es bueno ver que se encuentra bien, maestro. Cuando lo sacamos del laboratorio, temíamos lo peor –. Dijo Ángel aliviada mientras el pequeño lobo asentía.
–Por suerte, me encuentro bien. No tienen que preocuparse tanto por mí, chicos –. Consoló Nick a sus amigos.
–Mientras estemos encerrados aquí, eso es algo que no podremos dejar de hacer –. Suspiró Gorem en el hombro de su peleadora.
–Supongo que tienes razón –. Aceptó Nick con un suspiro –. Lamentó preocuparlos, otra vez.
–No tienes que pedir perdón. Los intereses del príncipe y el emperador chocan con frecuencia y empiezo a creer que uno de ellos no sabe qué es lo que quiere –. Comentó Alys con frustración antes de respirar profundo y continuar –. Así que, para compensarte, decidimos hacerte un favor.
–¿Un favor? –. Preguntó Nick arqueando una ceja.
–No te veas tan sorprendido, Nick. En estos momentos, debemos estar más unidos que nunca –. Pronunció Julie a su amigo con una mano empuñada.
Adentrando su mano en el interior de su bata, Alys se permitió un momento antes de mostrar su puño nuevamente a los ojos de todos, dejando en claro que tenía algo en el interior de su mano incluso antes de que la extendiera boca arriba hacia el pelinegro o abriera los dedos delante de su mirada curiosa.
Parte de Nick no pudo evitar sentir un poco de temor en su cuerpo cuando Alys abrió la mano, revelando el objeto que se encontraba en su interior. Pero, al mismo tiempo, otra parte de él no pudo evitar sentir un gran alivio al ver a Leónidas nuevamente, incluso si era con una impropia inseguridad de su parte.
Por un momento, ninguno de los compañeros supo que decir y solo quedaron estáticos mientras Nick, en silencio, recogía a su compañero con delicadeza y lo dejaba posarse con tranquilidad en las palmas de sus manos.
–Nick, yo… no tengo forma de disculparme… –. Comenzó Leónidas con incomodidad –. Yo solo… entiendo si me tienes miedo.
Leo no solía mostrarse así de inseguro, no era algo propio de él y verlo de esta forma despertó nuevamente el pesar de Nick. Entre ellos, Leónidas siempre había sido el más fuerte de su dupla, siempre había mostrado con orgullo la fuerza y determinación que a Nick le faltaba en sus inicios y que ahora flaqueaba ante los ojos de sus enemigos.
A pesar de todo lo que había pasado y lo que podía pasar, Nick no olvidaba ni por un segundo que Leónidas había sido su primer amigo oficial, el primero con el que formó una conexión que no habría sido posible con alguien más.
–Está bien, Leo, sabes que no te culpo –. Confortó Nick a su compañero.
–Es solo que… yo… –. Trató de continuar el Bakugan sin saber cómo expresarse exactamente.
Al ver a su pareja teniendo dificultades para decir lo que aparentemente tenía interiorizado, pero le costaba expresar, la dulce voz de Ángel intercedió momentáneamente.
–Tranquilo, mi amor, solo dile lo que sientes. El Maestro Nick lo entenderá, sabes que sí –. Animó Ángel a su pareja con tono relajante.
Parte de Nick ni pudo evitar que una pequeña sonrisa se alzara en sus labios al ver a su compañero asentir ante las palabras de su pareja con vergüenza contenida. No debería sorprenderse, Leónidas nunca había sido bueno para expresar sus sentimientos en público y hacerlo ahora debía ser difícil para él.
–Nick, yo… no quiero que me temas –. Declaró Leo finalmente –. Cuando estábamos en ese lugar, pude ver todo lo que pasaba a mí alrededor, pero no tenía control sobre mis acciones. Es como si fuera un pasajero, como si no tuviera control alguno de mi cuerpo.
Su discurso se cortó repentinamente, dando paso a la vista de Leónidas bajando su cabeza apenado por todo lo acontecido y el dolor que había causado a su mejor amigo, a su hermano.
–No quiero que algo así vuelva a pasar y prometo que haré todo lo posible para que no ocurra, pero no puedo estar tranquilo después de lo que te hice –. Continuó el dragón acorazado con más determinación esta vez –. Lo entenderé si ya no te sientes cómodo conmigo a tu lado, pero necesito saber que estás bien y que no te lastimé.
Al terminar su discurso, la mirada de Leónidas se había elevado nuevamente, mostrando una firmeza mayor a la que Nick estaba acostumbrado a ver en su amigo.
Se sentía conmovido y el brillo que acompañaba el picor en sus ojos debía estarlo expresando ante los ojos de sus viejos y nuevos amigos. Normalmente, Nick tampoco acostumbraba a mostrar lo que sentía, temía estar haciendo gala de una posible debilidad en territorio enemigo, pero no pudo evitar que rastros de tímidas lágrimas se quisieran asomar en sus ojos.
–Leo, te lo dije antes: estamos juntos en esto. No puedo entender la complejidad de todo lo que te pasa o nos pasa a ambos, pero nunca podría alejarte –. Tranquilizó Nick a su compañero con calidez en su voz –. Eres mi amigo sin importar que pase, mi mejor amigo, y sabes que no acostumbro abandonar a la gente que me importa cuando más me necesitan –. Dijo ofreciendo una sonrisa brillante al Bakugan.
Sorprendido por sus palabras, Leónidas retrocedió con un hilo de voz antes de continuar. Claramente, no esperaba que su compañero lo recibiera con los brazos abiertos después de lo sucedido en el laboratorio.
–Es solo que… yo nunca…
–¿Qué? –. Preguntó Nick curioso.
–Yo nunca te había escuchado llorar antes –. Declaró Leo con pesar.
Entendió rápidamente lo que su amigo quería decir, Nick había pasado por muchas cosas a una edad demasiado corta, pero no se había visto tan afectado por ninguna de ellas desde la muerte de Leónidas hasta el momento en que Kazarina entró en sus mentes.
Ver todo lo que esa criatura había obligado a hacer a su compañero, sin que éste pudiera hacer nada para detenerlo había sido la imagen más aterradora que Nick había presenciado en su vida y saber que esa cosa parecía ser lo suficientemente capaz de influir en su compañero, como para obligarlo a atacar a sus propios amigos, había paralizado profundamente al terrícola; dejándolo en un shock que solo se calmó cuando Alys y Julie lo envolvieron en un fuerte abrazo.
Desde su lugar en el centro del grupo, Nick pudo ver por el rabillo de sus ojos como sus amigos esperaban expectantes la resolución de este conflicto interno. Aunque no los podía ver a detalle, Nick conocía los gestos de Julie lo suficiente como para entender que la peliplata rezaba en silencio por una reconciliación sincera por parte de sus amigos.
No tenía rencor alguno por Leónidas, nunca podría tener algo semejante hacia su compañero después de todo lo que habían atravesado juntos. Pero se sentía indigno, incapaz, se sentía superado por todo lo que atravesaban, perdido en un laberinto lleno de monstruos que no sabía combatir, monstruos que despertaban el temor latente en su corazón; el mismo que no sabía cuánto tiempo más podría ocultar para mantener su máscara de frágil fortaleza.
No obstante, al mismo tiempo, también sabía que no podía darse el lujo de ignorar todo lo que pasaba con él y Leónidas, que tenía que hallar el modo de enfrentar esto y ayudar a su mejor amigo a entender la complejidad de las sombras que los acechaban, sombras que no dominaban, que les eran ajenas a todo el poder que creían tener.
–Sé que tienes miedo, Nick –. Declaró Leónidas sin tapujos –. Puedo sentirlo, y créeme cuando te digo que no te culpo ni voy a verte menos solo por eso. Me preocupas, Nick, eres mi mejor amigo y no podría vivir conmigo mismo sabiendo que te hice daño.
–Leo, yo… –. Trató de hablar Nick sin éxito.
–Por favor, déjame terminar –. Pidió Leónidas en un susurro antes de continuar –. Vladitor me puso al tanto de lo que leyeron la libreta mientras hablabas con Irin, y puedo decirte que yo tampoco entiendo lo que significa, pero te prometo que no voy a descansar hasta que descifre lo que significa el contenido de esa cosa.
Tomando un respiro lleno de una tristeza que Nick nunca pensó escuchar de la boca de su compañero, Leónidas continuó con todo el dolor que su corazón debía estar experimentando.
–Haré lo que sea con tal de garantizar tu bienestar, incluso si eso significa alejarme de ti.
Escuchar esas palabras estrujó con fuerza el corazón del pelinegro, borrando cualquier rastro de vergüenza delante de sus amigos y reemplazándola por el impulso de acercar a su compañero y pegar su frente a la cabecita de Leónidas con todo el afecto que no les gustaba mostrar a los otros.
–Nunca te pediría algo así, Leónidas –. Dijo Nick con seguridad recobrada –. Sin importar lo que te esté pasando, también me afecta a mí y no voy a dejarte solo para descubrir todo lo que oculta esa libreta o el idiota de Freidr. Eres mi amigo, mi compañero, y no pensaría en alejarte ni siquiera por un segundo. Somos familia.
Esto último lo dijo mirando con amor a Ángel y Wolf, motivando a su compañero a ver a su pareja y a su pequeño lobo, que los veían conmovidos antes de acercarse también.
Con gran suavidad, Nick recibió a sus compañeros restantes en sus manos para que se posaran junto a Leónidas, abrazando como pudieron al pequeño dragón y brindándole todo el amor que les fue posible.
–Es cierto, amor, somos familia y no abandonamos a los nuestros. Sin importar lo que les esté pasando, lo enfrentaremos juntos –. Dijo Ángel con amor a un lado de su compañero.
Siguiendo el ejemplo de aquella a la que veía como una madre, Wolf pegó su propia cabeza a la de Leónidas mientras emitía suaves sonidos enternecedores para él.
–Descubriremos lo que sea que esté pasando, Leónidas. Tienes mi palabra –. Prometió Vladitor con tono solemne.
–Recuerda lo que dijimos en Nueva Vestroia: No volveremos a separarnos nunca jamás –. Recordó Nick a su compañero con complicidad.
–Somos compañeros. Lo prometo.
Al completar su oración, Nick finalmente pudo respirar un poco más tranquilo. No se mentía a sí mismo, sabía que su miedo seguiría acosándolo por más tiempo, pero tenía la garantía de que, sin importar lo que ocurriera, no lo enfrentaría solo. Porque, al final, no fueron necesarias palabras para que su lazo con Leónidas y sus amigos siguieran siendo tan fuerte como lo había sido desde el primer día. Después de todo, este pequeño momento, rodeado por el calor y el afecto de sus amigos, era más poderoso y expresivo que cualquier declaración que pudieran realizar.
Al final, no necesitó de nada más que no fuera el suave y amoroso toque de sus compañeros para entender que no estaba solo, que tenía personas con las cuales podría combatir su miedo y que su familia siempre estaría a su lado.
No se necesitó nada más, pues incluso encerrados en esta prisión de acero y locura, no hacía falta nada más que el amor de algunos de sus seres más queridos para sobrellevar el peso de la cruz que los gundalianos habían puestos sobre sus hombros.
–Es bueno ver que ya están más tranquilos, chicos –. Felicitó Alys conmovida a sus nuevos amigos.
–Se los debemos a ustedes. Gracias por permitirnos este momento –. Agradeció Leónidas a las chicas y a los Bakugan.
–No fue nada, Leónidas. Alys y yo conocemos la importancia de hablar las cosas con tu compañero –. Respondió Hysani mirando a su compañera.
–Cada día les debemos más y más –. Comentó Nick avergonzado –. Temo que nunca podamos pagarles todo lo que hacen por nosotros.
–No es necesario, Nick. Después de todo lo que hemos pasado, ayudar a alguien se siente bien –. Respondió Alys ofreciendo una pequeña sonrisa a su paciente –. Además, es bueno tener amigos. ¿Cierto, Irin?
–Cierto –. Asintió la niña a las palabras de su cuidadora.
–¿Y cómo lo hicieron? Después de que se llevaron a Leónidas, temía no volver a verlo –. Preguntó Nick curioso y aliviado.
–Debiste verlo, Nick, fue genial –. Interrumpió Julie con emoción –. Alys se paró delante de los guardias que vigilaban uno de los laboratorios y les dijo "quítense de mi camino o conocerán la fuerza de una neathiana" –. Dijo la peliplata tratando de imitar la voz de su amiga en el tono más frío que pudo.
Al escuchar eso, los ojos de la pequeña Irin brillaron con fascinación y gran admiración por su madre, rogándole con sus dulces ojitos anaranjados que le contara la historia detrás de su aventura para recuperar a Leónidas de las garras de Kazarina.
–En realidad, no dije eso exactamente –. Confesó Alys con una sonrisita avergonzada.
–Pero fue admirable lo que hiciste, Alys. No creo que alguien más en tu posición aquí tenga el valor para desafiar a los guardias –. Felicitó Gorem a la enfermera.
–Solo les dije que eran órdenes del príncipe y tuvieron que dejarme pasar. Por suerte, nadie aquí se atreve a dirigirse directamente a él, así que no pueden discutirle a una de sus empleadas.
Temeroso por el significado de las palabras de la enfermera, Nick se giró rápidamente para ver a la neathiana con preocupación. Después de la bofetada que su enemigo le había dado delante de todos en el laboratorio, lo último que Nick quería para Alys era que se metiera en más problemas con el loco de Freidr por ayudarlos. No sería justo para ella, ni tampoco para Irin y Hysani.
–Alys, no tenías que hacerlo. Te arriesgas a que ese demente vuelva a hacerte daño –. Dijo Nick alarmado.
–Lo sé, pero no podía dejar que les siguiera haciendo daño. Después de todo lo que ha hecho, sentí que debía hacer algo verdaderamente correcto por una vez –. Respondió la pelinegra con una sonrisa llena de seguridad –. Al diablo con ese idiota, soy una médica con principios y no voy a permitir que lastime a mi paciente después de todo lo que ha hecho a otras personas.
Gran seguridad se mostraba en sus palabras, el temple de Alys era fuerte como una roca y no parecía estar dispuesta a ceder ante lo que su carcelero quisiera si eso iba en contra de sus principios.
Tal determinación, tal valor, solo pudieron despertar dos sensaciones en Nick. En primera, una gran preocupación por las represalias a las acciones de Alta y que ella no parecía ver, no solo para Nick y el resto de prisioneros, sino también para ella misma y la gente que intentaba proteger.
Y, en segunda, una ferviente admiración por la peleadora neathiana y su convicción para intentar hacer siempre lo correcto, incluso si lo correcto era algo tan pequeño como permitir que dos amigos pudieran hablar.
No sabía cuál sería el fin de esta historia, pero solo podía esperar que está asombrosa mujer hallara la felicidad que ella y su familia atrapada merecían.
–Muchas gracias, Alys –. Concluyó Nick con un suspiro.
En respuesta, Alys solo le ofreció una brillante sonrisa a su paciente.
–No es nada, Nick. Te debía algo mejor que solo atender las constantes heridas que te provoca el príncipe –. Respondió la enfermera.
–No digas eso, significa mucho que alguien esté tan comprometida a cuidarme. No sé cuándo fue la última vez que me puse de pie sin que me golpearan en este lugar –. Comentó el pelinegro con una pobre sonrisa.
Solo pensar en sus malas experiencias en este castillo provocaba un escalofrío en la piel del peleador y la sensación fantasma de los golpes de Freidr y su gente hacía que se estremeciera incluso estando debajo de la frazada de su camilla. Pero, honestamente, no quería que Alys rebajara sus esfuerzos, pues ella había sido la única persona de este castillo dispuesta a ayudarlos, incluso si eso iba más allá de sus funciones asignadas por el hombre que la metido en este hueco para empezar.
Una vez más, Nick pudo ver finalmente esa misma mirada que Alys le había ofrecido la primera vez que la vio, mientras ella llevaba la camilla en la que se encontraba Nick hacia el ala médica y trataba de mantenerlo despierto con la dulzura de su voz apaciguadora, que invitaba al sosiego del pelinegro.
Nunca lo diría en voz alta, pero estaba seguro de que esa era una de las sonrisas más hermosas que había visto en su vida y admiraba el hecho de que un gesto así pudiera darse incluso en un entorno tan hostil.
Estaba a punto decir algo más, pero las palabras murieron en sus labios como un débil jadeo cuando la puerta de la habitación se abrió nuevamente, dejando ver un par de figuras reconocibles accediendo a la pequeña sala.
Al escuchar el sonido de la puerta deslizándose hacia un costado, Alys no tardó en recuperar su máscara de profesionalismo, borrando su brillante sonrisa antes de darse la vuelta con precaución y una reverencia llena del miedo que sentía por el hombre y su Bakugan en el marco de la puerta.
Después de ver sus interacciones con el tal Stoica, Nick tenía claro que Alys no temía a sus carceleros y que la misma estaba consciente de su superioridad física por encima de ellos. Por desgracia, su única ventaja en este infierno se desvanecía al tener que enfrentarse cara a cara con la forma del gigantesco neathiano que accedía a la habitación.
–Lord Dairus, Señor Belftan –. Saludó la pelinegra con una reverencia.
–Enfermera –. Dijo el gran neathiano a modo de saludo.
Aunque hizo su mejor intento por esconderlo, Nick solo pudo esperar con nerviosismo que su temor e incomodidad delante del neathiano no se notara. Tener al tal Dairus a unos pocos centímetros era muy diferente de tenerlo del otro lado de un estudio oscuro o recluido detrás de su príncipe en un campo de batalla atestado de muerte y destrucción.
No, tener al hombre con armadura delante suyo era muy diferente y dejaba en claro a Nick que, como mucho, solo podría llegar al pecho de su oponente en comparación y que su cuerpo era tan delgado que cualquiera de ellos podría esconderse detrás del hombre y nadie los vería debido a su gran tamaño. Ni siquiera necesitaba de su lanza gigante para verse más imponente de lo que ya era.
–¿Qué puedo hacer por usted, señor? –. Cuestionó Alys posándose entre Dairus y Nick.
–El príncipe quiere ver al humano nuevamente –. Declaró el Bakugan en el hombro de su compañero.
–Temo que eso no será posible, señor. El terrícola aún se está recuperando por lo sucedido en el laboratorio –. Respondió Alys con respeto.
–No es una pregunta, enfermera. El príncipe quiere que nos reunamos con él en el coliseo abandonado al sur de la ciudad –. Declaró el guerrero con firmeza.
–¿En el coliseo? –. Expresó Nick confundido.
Al ver que finalmente había recuperado la voz que había perdido, Dairus fijó su atención en Nick de forma repentina, mirándolo con ojos fríos y penetrantes que hicieron revolver al terrícola con incomodidad de forma sutil.
–Así es, el Príncipe Freidr tiene una oferta muy generosa para ustedes –. Dijo el neathiano mirando a Leónidas en las manos de su prisionero.
–Por suerte, ya están juntos. Así que nos ahorran la molestia de tener que buscarlos por separado –. Comentó Belftan con acidez mientras miraba a Alys.
Al verse en el papel de receptora de tan fríos gestos, la neathiana de ojos rojos solo pudo encogerse con nerviosismo, incapaz de devolverle la mirada al hombre y teniendo que valerse de la presencia de Hysani para mantenerse fuerte frente al subordinado de su carcelero mientras mantenía a Irin oculta detrás de sus piernas.
–¿Qué es lo que quiere ahora su príncipe? –. Cuestionó Leónidas con valor y coraje, desviando la atención de sus nuevos amigos.
–No nos corresponde a nosotros decirles eso. Solo venimos a recogerlos a todos ustedes –. Respondió Dairus mirando a todos los presentes.
–¿A todos? –. Expresó Julie confundida y asustada.
Por lo que pareció ser un impulso, la peliplata se movió incómoda mientras acariciaba su pierna, la misma donde la hija de Dairus había enterrado un pequeño cuchillo para evitar su escape.
–Así es, a todos –. Repitió Belftan por su peleador.
–Pero, señor… –. Trató de interrumpir Alys antes de que sus palabras fueran cortadas.
–Sin objeciones, Alyssandria. Ya está en suficientes problemas por liberar al Bakugan del humano sin autorización –. Cortó Dairus a la pelinegra mientras sacaba unas gruesas esposas en forma de bloque de la parte trasera de su cinturón para ofrecérselas a Alys –. Tenga, póngaselas y ahórrese más problemas de los que ya provocó.
–¿Cómo? –. Expresó Alys sin entender lo que estaba pasando.
–El príncipe tiene un rol para usted y unos cuantos, así que necesita asegurarse de que no sea una amenaza –. Respondió Belftan mientras Dairus abría las esposas.
–Señor, con todo respeto, nosotros… –. Trató de objetar Hysani por su compañera.
–Sin excusas –. Interrumpió Dairus nuevamente mientras tiraba del brazo de la enfermera.
En un veloz movimiento, las manos de la neathiana se vieron envueltas por un par de duros capullos de metal que encerraron sus manos como si de una prisión se tratase.
–¡Alys! –. Llamó la pequeña a su cuidadora.
Esta vez, fue la pequeña Irin quien quedó en la mirada penetrante del neathiano, el cual se acercó rápidamente con lo que sin duda debían ser intenciones de neutralizarla si intentaba oponerse a él.
No podía permitir eso, incluso si se sentía intimidado por la presencia del guerrero neathiano, tenía que hacer algo.
–¡Espere, está bien! ¡Iremos, iremos! –. Exclamó Nick levantándose de su camilla tan rápido como pudo –. ¡Solo, por favor, no las lastime!
Desde su lugar, Dairus solo pudo ver con incredulidad a los ojos del terrícola.
–Su vida no depende de nosotros. Hagan esto fácil y prometo que no sufrirán daño por nuestra mano –. Respondió el neathiano con frialdad.
–Sin embargo, si nos desafían, no podemos mantener esa promesa –. Declaró Belftan mirando a Alys esta vez.
–Muy bien, iremos. No es necesaria la violencia –. Dijo Ángel en el hombro de su compañero.
Con incomodidad y temor, Nick se puso el colgante de Elisa alrededor del cuello y lo ocultó debajo de su camisa antes de recoger su chaqueta.
Aún le dolía un poco el cuerpo, así que Julie se ofreció a ayudarlo a ponerse la chaqueta de Dan y a preparar a Colmillo en su cinturón. En ningún momento despegaron los ojos de Alys, esposada y estática detrás de Dairus, mientras Irin hacía su más valiente intento de contener las lágrimas que amenazaban con abandonar sus ojitos.
Cuando el peleador estuvo listo para partir, Dairus pudo hablar nuevamente mientras llevaba a madre e hija con firmeza.
–No tenemos mucho tiempo, Lud nos debe estar esperando con las capas que usaremos. Por ahora, necesito que guarden sus Bakugan y se pueda pongan esto –. Declaró el neathiano mostrando lo que parecían ser unas grandes bolsas negras en sus manos.
–¿Qué es lo que quieren ahora? –. Intentó Nick por última vez mientras Leónidas y los otros se escondían.
–El príncipe responderá todas sus preguntas en el coliseo.
Fue lo último que escuchó Nick antes de que una de las bolsas en las manos de su enemigo rodeara su cabeza, pintando la tenue visión del ala médica con una profunda tonalidad negra.
Honestamente, no sé qué tan largo vaya a ser el capítulo del coliseo, así que dejo este hasta aquí para no sobrecargarlos. Por el momento, quiero ir con capítulos más cortos, pero eso será más difícil conforme vayamos avanzando.
También les debo una disculpa, este capítulo estaba destinado a subirse la semana pasada, pero una serie de factores me impidieron lograr dicha meta (tarea) y luego pensaba terminarlo y subirlo ayer, pero se presentó un imprevisto de vital importancia que acaparó mi tiempo y mi atención (me invitaron a ver Godzilla y Kong… qué elegancia de película… :D).
Haré todo lo posible para que el próximo capítulo salga lo antes posible, pero no puedo prometer que sea sí o sí la próxima semana. Pero eso sí, daré todo de mí para que sea un capítulo épico y brutal.
