CAPÍTULO 34:
NOCHES DE FUEGO
Gundalia, Viction
Hace 9 años
–¡Arresten a los locales!
–¡Maten a los mestizos!
–¡Quémenlo todo!
–¡Sin piedad!
Distintos tipos de órdenes eran los artífices de este fuego que consumía todo lo que se encontraba a su paso, convirtiendo en cenizas hasta la última superficie con la que entablaba en contacto. El pueblo ardía con fuerza, creando un campo dorado y naranja en medio de un valle nocturno, donde los colores cálidos y brillantes hacían contraste con los tonos fríos y oscuros de esta noche en Viction.
Docenas de casas ardían con intensidad, siendo consumida hasta la parte más recóndita de sus materiales en una brillante llama, que también quemaba las bases que mantenían de pie dichas estructuras. Todo caía, todo se precipitaba al suelo envuelto en fuego, convirtiéndose en cenizas ante lo que, en otras circunstancias, habrían sido las miradas de horror y pena de los residentes de este pequeño poblado.
Pero ninguno tenía la oportunidad de detenerse a llorar por sus bienes perdidos.
Ivaldyn ardía esta noche, perdiéndose entre el fuego que lo consumía, y sus pobladores no podían darse el lujo de llorar por ello, no con cientos de soldados en el área devastando las construcciones y persiguiendo a los residentes.
Algunos intentaron pelear, tomando cualquier cosa que pudiera servir como arma en una desesperada búsqueda por defender lo poco que les quedaba. Los neathianos especialmente peleaban con valor, blandiendo elementos de cocina y limpieza como si fueran lanzas o bastones, golpeaban a todo aquel que intentaba acercarse con tal fuerza, que los yelmos de los soldados no tardaban en romperse ante la magnitud de los ataques recibidos.
Por desgracia, estos defensores eran los primeros en morir. Oculta detrás de una de las primeras ruinas que se habían formado por el ataque, una pequeña niña de cabello negro, piel grisácea y orbes tan rojos como un rubí veía con temor como uno de sus vecinos, uno de los hombres que compartía con ella la bendita sangre neathiana, peleaba con valentía contra cinco soldados al mismo tiempo.
Los intentos del hombre eran formidables a pesar de su torpeza, derribaba a cada hombre que intentaba acercarse a él como si no fueran más que costales vacíos. Siempre había escuchado que un neathiano adulto tenía una fuerza semejante o mayor a cinco hombres gundalianos en buena forma, lo que los volvía una fuerza peligrosa en este planeta y la razón por la que nadie se atrevía a desafiar a alguien con tal sangre pura corriendo por sus venas.
Por desgracia, incluso si ese dato fuera correcto, nadie era invencible. Y no pasó mucho tiempo antes de que el neathiano cayera por un ataque por la espalda, con la punta de una lanza atravesando la parte posterior de su rodilla.
El hombre emitió un fuerte grito, cayendo de rodillas al suelo con la pala que había estado usando como arma aún en la mano. Y al ver a su objetivo caído por el dolor, los demás soldados que habían tratado de enfrentarlo no dudaron en lanzarse sobre él, sosteniendo sus brazos y su pierna sana para inmovilizarlo, todo mientras el sujeto que lo había herido en primer lugar recibía la herramienta del neathiano y la usaba para terminar de someterlo con un fuerte golpe en la cabeza; noqueándolo al instante.
Detrás de la terrible escena, un fuerte grito agudo se escuchó con intensidad, uno que se mezcló con el terrible llanto de un niño pequeño.
Alejándose de la escasa seguridad le ofrecía la estructura caída, la pequeña de ojos rubí se asomó ligeramente hacia el sitio del que provenían los gritos y llantos, lo que le permitió ver como una mujer gundaliana, con el cabello castaño bañado en cenizas y un par de ascuas quemando sus cuernos; trataba de proteger a un pequeño bebé entre sus brazos.
Un niño con pequeños cuernos amarillentos creciendo en su frente, una mata de cabello castaño decorando su cabecita, piel tersa de una suave tonalidad verde limón, escamas en sus pequeños dedos y unos apabullantes ojos celestes.
Reconocía a la mujer, la había visto con el neathiano recorriendo los mercados del pueblo con emoción, hablando una y otra vez de las cosas que quería comprar para su pequeño recién nacido, pues éste último requeriría de cuidados especiales. No había sido difícil entender que ambos adultos eran pareja, una no muy común, pero una sólida y que cuya unión había dado paso al nacimiento de este niño tan especial.
–¡Llévense a la mujer y al esposo, maten al mestizo! –. Ordenó el soldado tirando la pala con asco.
–¡Sí, señor!
–¡No, por favor, se los suplico! ¡Mi hijo es inocente, no hemos hecho nada malo! –. Lloró la mujer, abrazando a su hijo con fuerza.
Múltiples lágrimas cayeron de los ojos de la mujer, que suplicaba de rodillas por la vida de su pequeño mientras los soldados se acercaban a ella.
Los hombres, a diferencia de muchos de sus compañeros, no vestían la típica armadura de la capital, ni hablaban con el mismo acento. No, estos sujetos vestían colores más terrosos en armaduras más grandes y filosas, pronunciando sus respuestas con cada letra marcada fuertemente en su dialecto.
–Se atrevieron a mancillar la sangre de nuestra gente al dar a luz a un mestizo, es imperfecto, enfermizo y un insulto a la pureza de nuestra sangre –. Respondió el líder del grupo, limpiando la sangre de la punta de su lanza.
–Se lo suplico, señor. Dejen a mi hijo, él no tiene nada que ver en esto –. Pidió la mujer aún en rota en llanto –. Pagaremos cualquier castigo que deseen, pero dejen que nuestro pequeño viva. ¡Él es inocente, lo saben!
–¡Es una monstruosidad, un insulto a nuestro pueblo y todo lo que significa ser gundaliano! –. Respondió el hombre con agresividad.
Dando grandes zancadas hasta llegar a la mujer, el soldado se agachó lo suficiente para sujetar el cuello de la mujer con fuerza, cortando su respiración y cualquier intento de sonido que pudiera realizar, y todo encima de la vista de un pequeño bebé; que solo podía ver con miedo como un demonio ahorcaba a su madre llorosa.
–Deberías estar avergonzada de ti misma, al igual que toda la gente de este asqueroso pueblo. Todos ustedes han insultado a nuestros ancestros, a nuestra gente y a todo lo que representamos. ¿Y para qué? –. Dijo el hombre sin soltar el cuello de la gundaliana.
La madre del pequeño híbrido no trató de emitir respuesta alguna, habría sido imposible. Lo único que pudo hacer en esa situación fue cerrar los ojos, por encima de los ríos de lágrimas que decoraban sus mejillas, con su labio inferior temblando y sin dejar de apretar a su hijo contra su pecho.
–Te uniste a un neathiano en matrimonio y diste a luz a un mestizo, deshonraste a tu familia y a todo nuestro planeta –. Dijo el soldado con asco antes de, finalmente, soltar el cuello de la mujer.
Pero ese no fue el final, pues el dorso de la mano cubierta del hombre no tardó en estrellarse contra la mejilla de la mujer, tirándola al suelo con un hilo de sangre colgando de entre sus labios.
Sin embargo, a pesar del golpe recibido, la madre no dejó que su pequeño sufriera daño alguno y logró caer sobre su propia espalda, alejando al niño del suelo y recibiendo por él todos los raspones del concreto que conformaba las calles.
Furiosa y asustada por igual, las manos de la niña con ojos de rubí se apretaron alrededor de la madera quemada, haciéndola pedazos con la fuerza de su agarre.
Quería salir y hacer algo, a detener la monstruosidad que se estaba llevando a cabo, pero no podía darse ese lujo. Docenas de neathianos más grandes que ella ya lo estaban intentando y ninguno parecía tener resultados favorables, todos estaban cayendo, uno a uno, en las garras de sus atacantes.
No podía arriesgarse, ella también tenía un objetivo y tenía que esperar para llegar a él. Esta horrible escena se encontraba en medio de su camino y tenía que esperar su final para poder avanzar con el menor riesgo posible.
–¡Soldados, llévenselos a ambos! –. Ordenó el líder acercándose a la mujer nuevamente.
La madre del pequeño híbrido trató de retroceder, aterrada del hombre que la había golpeado mientras veía como se llevaban a su esposo.
Por desgracia, sus intentos no fueron suficientes para apartarse del gundaliano. Antes de que siquiera fuera capaz de levantarse, la mano de su atacante envolvió la pequeña pierna del bebé aún cubierto por la manta, antes de tirar de la pequeña extremidad como si no fuera más que un mero objeto.
Los llantos del pequeño bebé se escucharon con intensidad, presa del dolor que lo invadió al sentir la extremidad que lo apartó del calor de su madre y que lo dejó colgando de cabeza en las manos de este demonio.
La madre lloró y gritó, pateó con fuerza a los hombres que la levantaron del suelo, pero ninguno de ellos pareció reaccionar a sus ataques. Pero eso no detuvo los intentos de la mujer castaña, que siguió luchando y forcejeando hasta que sus pies descalzos sangraron, incluso mientras se la llevaban lejos de su bebé.
Incapaz de seguir viendo, la pequeña de cabello oscuro se escondió nuevamente, luchando con las lágrimas que abandonaban sus ojos al mismo tiempo que tapaba sus oídos, batallando por dejar de oír los llantos del bebé, sus gritos de dolor y miedo.
Por desgracia, no pudo hacerlo. Escuchó el llanto, escuchó los insultos, y cuando el tormento terminó finalmente, también escuchó como el pequeño dejaba de emitir cualquier tipo de sonido.
Perdida en el reino del silencio, la pequeña niña no pudo hacer más que mantenerse estática en su lugar, escondida lejos de la vista de estos hombres y escuchando como un último insulto salía de la boca del soldado.
–Fenómeno.
Un último golpe se escuchó en la escena, seguido de una serie de pasos que dieron por terminado el horrible acto que se había llevado a cabo.
Asomándose nuevamente entre la madera, la pequeña neathiana pudo ver al hombre alejándose, caminando con ligereza a pesar de su pesada armadura y dejando atrás la forma de un pequeño cuerpo inerte tirado en el suelo.
El camino estaba despejado, eso era todo lo que importaba.
Fue lo que la pequeña niña se repitió mil veces mientras avanzaba con la mirada fija hacia delante, con grandes lágrimas cayendo de sus orbes, dando grandes zancadas para salir rápido de este lugar y batallando por ignorar el pequeño cuerpo que quedó tirado en el piso lleno de polvo y ceniza, delante de una casa derrumbándose entre implacables llamas y detrás de los gritos de miles de inocentes que suplicaban por su hogar y sus familias.
Paso a paso, la niña siguió avanzando hacia delante. Paso a paso, dejó de escuchar los gritos de horror que la rodeaban. Y todo con el único propósito de llegar a la gran residencia que ahora se cernía sobre ella, con apabullantes flamas doradas asomándose por las puertas y ventanas destrozadas.
Este hogar era el suyo, uno de los más grandes de Ivaldyn, donde vivía con sus padres y dos miembros más de su familia, pero que ahora ardía con intensidad. El techo se encontraba bañado en llamas, un campo de fuego de colores cálidos consumía hasta la última astilla antes de descender por las paredes, donde el incendio se asomaba detrás de los cristales de las ventanas.
Incluso desde el exterior, la niña podía escuchar partes de su casa cayendo, derrumbándose ante su propio peso, cada vez más insostenible.
Se encontraba lista para entrar, para buscar a sus padres incluso si tenía que aventurarse al corazón de este incendio con tal de encontrarlos, pero un llamado la detuvo.
–¡ALYS!
Una fuerte voz provino desde el interior de la casa, donde un Bakugan de piel roja la llamaba desde la entrada, rodeado por las llamas que consumían la sala de estar, incendiando los muros, las cortinas y los muebles.
Ahí estaba, el Bakugan amigo de sus padres, aquel que normalmente se encargaba de la protección de su familia, llamándola con preocupación desde el marco de la puerta del hogar.
Rápidamente, Alyssandria corrió hacia el guerrero, acercándose sin temor a la casa a pesar del fuego, pero cubriendo su rostro debido a la luz apabullante de las llamas en el interior de la estructura.
–¡Hysani! ¿¡Qué estás haciendo aquí!? ¿¡Por qué no defiendes el pueblo!? –. Reclamó la niña acercándose al Bakugan.
–¡No puedo asumir mi verdadera forma, parece que activaron una especie de controlador dimensional! –. Respondió el guerrero antes de mirar el interior de la casa.
El crepitar de las llamas resultaba abrumador, aparentemente capaz de silenciar cualquier otro sonido que se pudiera escuchar de lejos, incluso si eran los gritos de los locales en la distancia corriendo por sus vidas y las de sus familias.
Sin embargo, eso no impidió que un fuerte llanto se escuchara en los pasillos de la estructura, uno tan fuerte como para superar el sonido del incendio que consumía los numerosos objetos que decoraban la estancia.
Poderosos gritos de miedo y tristeza se oían desde más allá del umbral, captando la atención de la pequeña Alys, que miró al Bakugan con impacto.
–¡He estado tratando de frenar las llamas, pero mi control sobre ellas disminuye en esta forma y más con un controlador activo! ¡Temo que tu tía no soporte mucho más! –. Dijo Hysani a la neathiana.
–¿¡Y qué hay de mi tía!? ¿¡Está bien!? –. Preguntó la niña alarmada.
–¡Está viva, pero muy mal! ¡Tenemos que sacarla rápido!
–¡Llévame con ella!
El Bakugan asintió con firmeza antes de adentrarse rápidamente al interior de la casa una vez más, con Alys siguiéndolo de cerca, evitando las llamas que comenzaban a apoderarse de este espacio.
Todo a sus alrededores ardía con fuerza, perdiéndose en un vasto campo de flores rojas y doradas, uno que consumía y borraba todo lo que se encontraba en su camino, que desaparecía cualquier recuerdo que este sitio pudiera evocar solo con la presencia de sus muebles.
–¿¡Dónde están mis padres!? –. Preguntó la pelinegra asustada.
–¡Salieron a buscarte al bosque poco antes de que empezara el ataque! ¡Tenía la esperanza de que hubieras dado con ellos! –. Respondió Hysani.
–¡Vine tan rápido como pude cuando escuché los gritos y vi los primeros incendios! –. Respondió la niña sin dejar de avanzar.
No pudo evitar maldecir en voz alta, sabía que no era algo que les agradara a sus padres, pero no podía evitarlo en base a las circunstancias. Había corrido kilómetros desde el bosque a las afueras del pueblo en busca de su familia, solo para enterarse que ellos habían hecho lo mismo por ella.
Quiso decir algo más, soltar palabras más y más fuertes para liberar un poco del coraje que sentía recorrer su cuerpo. Quería arremeter contra algo, romper el objeto menos valioso que se encontrara en su camino, pero no se atrevía a hacerlo. Aún estaba aprendiendo a controlar bien su fuerza y un mal movimiento podría afectar severamente la estructura de la casa, derrumbándola antes de que lograran evacuar.
Sin más remedio, Alys solo pudo seguir moviéndose con cuidado por el suelo del hogar, manteniéndose cerca de Hysani en busca de la mayor seguridad posible.
No tomó mucho más tiempo, dieron con su objetivo y un sentimiento de horror despertó en Alys al reconocer con claridad la imagen que se escondía entre la brillante luz del fuego y el paso difuso del humo tan negro como esta fatídica noche.
Una mujer neathiana, de piel normalmente tan blanca como la leche, cabello azulado como el océano y ojos anaranjados tan vivos como la tonalidad de la fruta se encontraba tirada en el suelo, con un gran pilar de madera sobre la parte baja de su cuerpo; aplastando sus piernas sin misericordia, pero dejando que un montón de polvo y cenizas cayeran sobre su cuerpo.
La piel normalmente blanca de la mujer se encontraba cubierta por una capa gris de suciedad, al igual que su cabello. El enorme pedazo de madera también había caído encima de uno de los muros en el lado opuesto de la casa, lo que permitió que parte del peso también se encontrara depositado en otro extremo de la estructura, evitándole un peso mayor a la neathiana.
Sin embargo, también presentaba otras heridas a parte de las que ya debería tener, pues en sus brazos y torso presentaba una serie de quemaduras que mantenían su piel oscura y emanando un pequeño rastro de humo, generando un contraste con la tonalidad lechosa de su piel.
Por otro lado, una pequeña manta se encontraba en el suelo, al lado de la mujer, y de la cual parecían provenir los llantos que los habían atraído hasta aquí; una manta en la que reposaba una pequeña bebé de piel tersa, dulces ojos anaranjados y unos pequeños cuernos dorados saliendo de su frente y los costados de su cabeza.
–¡Tía Joselyn! –. Llamó Alys asustada antes de correr hacia la mujer.
La neathiana peliazul pareció reaccionar a su llamado y se giró con dificultad para ver a la pequeña acercándose junto al Bakugan.
–Alys… ¿qué… qué haces aquí…? –. Preguntó la mujer mayor con dificultad –. Deberías… estar lejos…
–Volví tan rápido como pude, tía. Descuida, te sacaremos de aquí –. Dijo la niña mirando a sus alrededores
Había escuchado a su padre decir que los neathianos promedio contaban con una fuerza y resistencia superior a la de los soldados gundalianos, por lo que aún debería tener tiempo para sacar a su tía de la casa y encontrar a alguien capaz de atenderla.
Tenía que hacerlo, no podía dejarla así.
Usando la gran fuerza de su sangre bendita, Alys se movió debajo del pilar, posando sus manos en los lados de la madera, asegurándose de no tocar alguna astilla suelta o las llamas que empezaban a cubrir el objeto.
Flexionando las piernas y empujando con sus brazos y sus hombros por igual, Alys forcejeó con el pilar de la residencia, tratando de levantarlo lo suficiente como para hacerlo a un lado y liberar a su tía.
Pero no estaba funcionando como debería, no del todo. El objeto era grande y Alys podía sentir cómo sus pies comenzaban a deformar la madera del suelo debido al gran peso que ahora trataba de levantar.
Había visto a su padre realizar este tipo de trabajo antes, él había construido la mayoría de casas en el sector, sosteniendo este tipo de pesos para que sus empleados carentes de la bendición de la sangre neathiana no tuvieran que sufrir. Si en verdad era hija de un hombre tan asombroso, también debería ser capaz de replicar sus hazañas.
–Alys… detente…
–Solo… un poco… más… –. Respondió la pelinegra con dificultad –. Ya casi, tía.
Lentamente, la madera comenzó a ceder, alzándose a la altura de la cabeza de la niña de ojos rubí, pero sin detener su ascenso. Poco a poco, el gran pilar se elevó sobre la cabeza de la pequeña, que veía con orgullo e ilusión su hazaña.
Pero el furor duró poco, muy poco. Todo rastro de alegría en el rostro de Alys se borró cuando bajó la mirada y tuvo una vista clara de las piernas destrozadas de su tía Joselyn.
Bajo una visión llena de horror e impacto, las extremidades de la neathiana se asomaron entre el humo, revelando sus rodillas y pies destrozados, mirando a lados completamente opuestos; aplastados por el devastador peso de su propia casa cayéndose a su alrededor y sobre su propio cuerpo. Del mismo modo, unas pocas astillas se encontraban clavadas en la piel de la mujer, soltando ríos de sangre por las aberturas en la piel, mezclándose con las quemaduras que oscurecían las extremidades de su tía Joselyn.
Su tía no sería capaz de moverse, no en esas condiciones. Con sus piernas así de lastimadas, la sola idea de caminar debería resultarle el más cruel de los martirios. El solo hecho de que siguiera consciente no debería ser nada más que una prueba de la gran resistencia de su raza.
Asustada por la imagen, Alys no pudo evitar distraerse, lo que provocó que su agarre sobre la madera flaqueara y ésta cayera a su lugar nuevamente con un duro golpe que hizo temblar la casa, antes de tirar a Alys al suelo y aplastando las piernas de Joselyn una vez más.
La mujer emitió un fuerte clamor que reflejaba el inmenso dolor que castigaba su cuerpo malherido, dolor al sentir como sus extremidades quedaban prisioneras una vez más bajo el duro peso de la madera, al ver como la bendición de su sangre la obligaba a soportar este tormento, negándole una muerte definitiva.
Debido a los fuertes gritos de la mujer, la pequeña bebé no pudo evitar soltar una serie de atronadores llantos que se mezclaron con los sonidos de la estructura cayéndose a pedazos.
–¡Tía, lo siento mucho! ¡Por favor, perdóname! –. Dijo Alys al borde de las lágrimas.
–Alys… vete… sal de aquí –. Dijo la mujer conteniendo su propio llanto.
–No vamos a dejarte, Joselyn –. Respondió Hysani a la mujer.
–No hay… nada que hacer… –. Dijo la mujer mayor antes de toser.
Poco a poco, la intensa nube de humo negro comenzó a cubrir los alrededores, afectando primero los frágiles pulmones de la neathiana más grande, que ahora comenzaba a toser con dificultad.
La sola idea de formar oraciones debía ser un desafío para su tía Joselyn, que solo se limitó a levantar una mano para acariciar la suave mejilla de su sobrina, cubierta de polvo y lágrimas, con las yemas de sus dedos temblorosos.
–Moriré aquí.
La declaración de su tía cayó como un balde de agua fría sobre ella. Incluso rodeada por el calor del incendio, Alys pudo sentir como un escalofrío recorría su cuerpo desde la punta de los dedos de los pies hasta las largas hebras de su cabello.
Alys negó en silencio, emitiendo suaves sollozos antes de acercarse nuevamente al pilar, tratando de repetir su hazaña nuevamente, pero le resultó imposible. Sus brazos se encontraban agotados, sus dedos temblaban y sus ojos estaban ciegos ante el mar de lágrimas que caía de ellos hasta tocar el suelo.
Pero a Alys no le importó, pues en su mente solo se encontraba la búsqueda de la fuerza para liberar a su tía, fuerza que ahora parecía serle esquiva en estos momentos de mayor necesidad.
–Pequeña… basta… está bien –. Pidió la mujer con dificultad.
–¡No está bien! ¡No te dejaré aquí!
Fuertes gritos abandonaron sus labios, subiendo la intensidad y el volumen en un desesperado intento de la pequeña neathiana por evocar la fuerza que requería.
Uno tras otro, gritos agudos y rotos se escucharon salir de la casa. Uno tras otro, ríos de lágrimas acompañaron estos esfuerzos inútiles en un intento de combatir una pérdida prevista.
Y el pilar sobre su tía se mantuvo en su lugar, estático como un objeto inamovible, uno que ni siquiera la sangre neathiana que corría por las venas de la niña sería capaz de mover.
–Alys… suficiente… –. Declaró Joselyn tan fuerte como pudo, sujetando el pie de su sobrina.
Falta de más fuerza, la niña cayó de rodillas al suelo, con la cabeza gacha y numerosas lágrimas cayendo de sus ojos. Sus hombros temblaban, sentía frío en su piel y su voz se escuchaba aguda, falta de energía y lista para quebrarse.
La tía Joselyn era de facciones llamativas, mejillas llenas y pequeñas, labios carnosos, barbilla partida y nariz afilada. Muchos hombres, de sangre tanto neathiana como gundaliana no podían evitar encontrarla como una belleza poco común en Gundalia, pero poco quedaba de esas características ahora. Quemaduras, moretones y mugre decoraban su rostro ahora, tapando sus facciones con una máscara de heridas en el rostro, que ahora acompañaban el vientre abultado de la mujer.
–No hay… nada… que puedan hacer… –. Dijo la peliazul, luchando con la tos que cortaba sus palabras.
–Joselyn, no te des por vencida –. Pidió el Bakugan con pesar en su tono.
–Está bien… Hysani… no se preocupen por mí –. Consoló la mujer antes de desviar la mirada.
Los ojos anaranjados de la neathiana cayeron sobre la pequeña bebé en la manta, dedicándole una mirada llena de pesar mientras estiraba su brazo magullado hacia ella, tratando de alcanzarla sin éxito.
–Sáquenla… de aquí… por favor –. Pidió Joselyn dejando que un par de lágrimas cayeran de sus ojos –. Cuídenla... salgan de Ivaldyn… encuentra a tus padres… y vivan bien…
La niña y el Bakugan se miraron de pronto, sabiendo lo que tenían que hacer, que sería lo correcto y solo fueron capaces de asentir en silencio. Ninguno quería dejar a la tía Joselyn, pero no tenían elección, el error de Alys les había costado la oportunidad que tenían de sacar a la mujer y ese conocimiento solo hizo que la pequeña rompiera a llorar finalmente.
–Perdóname, tía. Debí salvarte. No fui lo suficientemente fuerte –. Dijo la pelinegra con culpa.
–Está bien… Alys… hiciste todo lo posible –. Consoló la mujer con delicadeza –. Cuiden… a mi hija… mi pequeña Irin.
Finalmente, con una pequeña ayuda de la niña de ojos rubí, la mano de Joselyn alcanzó a la bebé, sosteniendo con amor una de las pequeñas manitas de Irin, que pareció calmarse momentáneamente al sentir el suave y amoroso toque de su madre.
Por un momento, solo por un pequeño momento, Alys juraría haber visto una pequeña expresión de entendimiento en los ojos de la pequeña Irin, pero no dedicado a su madre; sino a ella.
Tal vez era un pensamiento absurdo, una improbabilidad basada en la vista llorosa de una niña devastada, pero Alys no pudo evitar verlo como algo más. En cierto modo, era como si la bebé comprendiera lo que ocurría y lo que iba a pasar.
–Ellos… te cuidarán ahora… mi niña –. Dijo Joselyn antes de mirar a Alys –. Sé que… lo harás bien… pequeña…
–Tía…
–Siempre… has sido buena… Alys –. Felicitó la neathiana –. Espero… que Irin crezca… para ser… como tú.
–Joselyn.
–Cuídenla mucho…
Una parte del piso superior cayó en pedazos al suelo, haciendo añicos todo lo que se encontró a su paso y asustando a las niñas en el acto.
Irin volvió a llorar, agitándose en el suelo y levantando las manos, lo que obligó a Alys a agacharse para acoger a la bebé en sus brazos.
La tía Joselyn los incitó a huir tan rápido como pudieran, antes de que el techo cayera sobre ellos también.
Con dificultad, Alys obedeció la voluntad de su tía, acunando a Irin en sus brazos mientras Hysani la guiaba hasta la puerta nuevamente, saliendo para dejar atrás un hogar cayéndose a pedazos, uno que Alys no tendría tiempo para llorar adecuadamente, perdida con el único pensamiento de encontrar a sus padres.
El techo de la residencia no tardó mucho en caer. Si la tía Joselyn había emitido un último grito de dolor antes de morir, el derrumbe lo había silenciado. La madre de la pequeña Irin, la tía de la pequeña Alys, se había perdido en medio de las llamas y el caos, desapareciendo detrás de ríos de lágrimas que cayeron sin control de orbes cristalinos; de corazones devastados.
En un penoso silencio, y mientras recorría las zonas más recónditas de Ivaldyn, la pequeña neathiana solo pudo rezar porque su tía hubiera fallecido antes de que el techo de su propia casa cayera sobre ella.
Irin lloraba con intensidad, claramente alterada por el ritmo agitado con el que Alys corría aún teniéndola en brazos. Resultaba una cuestión de muy retorcida suerte que el llanto de la pequeña bebé se camuflara con los gritos de los pobladores huyendo en las calles más abiertas.
–Tenemos que ir al bosque. Con suerte, tus padres seguirán buscándote ahí –. Indicó Hysani mientras avanzaba al frente.
–Está en las afueras del pueblo, tenemos que ser cuidadosos –. Respondió la niña evitando agitar a Irin dentro de lo posible.
–¿Qué hacías en ese lugar, Alys?
–Visitaba a un amigo.
Corrieron por las calles del pueblo, pasando detrás de cada casa con cuidado y evitando mirar las peleas y persecuciones que se estaban llevando a cabo.
Corrieron bajo la luz de la luna y miles de grandes antorchas, huyendo con gran velocidad de los dementes que atacaban su pueblo, esclavizando a los locales y ejecutando a los mestizos.
Tenían que huir lo más rápido posible, dejar Ivaldyn antes de que los encontraran. Era su responsabilidad, por Irin y por la difunta tía Joselyn.
Finalmente, después de incontables pasos, Ivaldyn quedó atrás y una gran colina se alzó ante los ojos de la niña y el Bakugan, que no paraban de moverse tan rápido como podían.
Poco a poco, los grandes árboles del bosque a las afueras del pueblo se asomaron tras el filo de la colina, dejando ver su abrumadora grandeza.
"El Bosque de los Sueños", era el nombre que los locales tenían para el sector debido a su gran tamaño, un espacio amplio y frondoso, donde sería fácil perderse, uno de los tantos bosques del planeta con árboles más grandes que un Bakugan en su forma natural.
Cualquiera que no fuera de Ivaldyn o alguna de las zonas cercanas podría perderse con facilidad en el bosque, por lo que era el lugar perfecto para esconderse de esta horrible catástrofe, de este homicidio en masa cometido contra un pueblo inocente.
–¡Ya casi llegamos!
–¡No dejes de avanzar, Alys!
Estaban tan cerca, a solo unos cuantos pasos de una zona segura, ya podía percibir el olor de la savia de los árboles, el estremecer de las hojas bajo sus pies y el sonido de los animales a los que había visto numerosas veces en el pasado recorriendo el bosque.
Estaban tan cerca, pero se detuvieron en seco cuando una lanza negra con hoja blanca voló a un costado del cuerpo de la niña, enterrándose en el suelo y deteniendo su marcha al tirar a Alys al suelo debido a la magnitud del susto.
Ahí se encontraban, un muy pequeño contingente de soldados, algunos usando la armadura de tonalidades oscuras típicas de la capital y otros usando el atuendo más terroso que había visto antes en el pueblo.
–Miren esto, muchachos. Corre rápido para ser tan pequeña, y con una bebé en los brazos –. Señaló un soldado de la capital mirando a la pequeña neathiana.
–¡Alys! –. Exclamó Hysani de pronto.
El Bakugan intentó atacar a los hombres, abalanzándose sobre ellos en su forma de esfera para generar una distracción. Sin embargo, sus intentos se vieron frustrados cuando uno de los soldados de armadura más gruesa lo atrapó en pleno aire.
–¡Déjenlo! –. Exigió Alys levantándose de un salto.
Los hombres rieron divertidos, poco intimidados por la pequeña muestra de valor de la niña.
–Y tiene espíritu –. Dijo el hombre mientras recogía la lanza en el suelo –. Será un excelente elemento en las canteras.
–Quizás, pero tenemos que deshacernos de otro problema primero –. Dijo el soldado más grande acercándose a la niña.
Con un movimiento agresivo, la mano del sujeto tiró de la manta en la que se encontraba Irin, alejándola del abrazo de su nueva protectora y elevándola a la altura del pecho de su captor. Y usando su mano libre, el soldado sacó un cuchillo de la parte trasera de su cinturón de combate, dirigiendo el objeto para apuntarlo directamente hacia la bebé.
Alyssandria y Hysani trataron de luchar, pero los soldados de armaduras más grandes los retuvieron exitosamente, dejándolos impotentes ante la tragedia que ahora estaba apunto de repetirse ante los ojos rubí de la neathiana.
–Alto ahí, ni siquiera los pienses –. Detuvo uno de los soldados de la capital.
–Debemos eliminar a los mestizos. Son órdenes –. Respondió el hombre con la bebé en brazos.
–Se nos dijo que debemos llevar a todos los locales a las fábricas y canteras para que sirvan, hombres y mujeres por igual. Ya perdimos suficientes esclavos por culpa de su masacre –. Reprochó el primer soldado.
–Recibimos órdenes de la Dama de Azgârn y quiere que exterminemos a los mestizos –. Se defendió el otro hombre sin soltar a la bebé.
–Y nosotros recibimos órdenes del nuevo emperador de Viction, y él quiere a todos los locales sirviendo en las excavaciones y las fábricas. Adivina quién tiene mayor autoridad –. Desafió el soldado de la capital.
El guerrero más grande dirigió una mirada penetrante a los hombres, los cuales no dudaron en levantar sus lanzas, listos para pelear ante cualquier desafío.
Los soldados de Azgârn eran menos, más grandes, pero menos. Matar a los hombres al servicio del nuevo emperador sería un acto de rebeldía que los arriesgaba a quedar como insubordinados o insurgentes por no seguir las órdenes del nuevo soberano del continente.
Con un bufido, el soldado más grande bajó su cuchillo y entregó a la bebé a sus compañeros.
–Soldados, lleven a los prisioneros y al Bakugan a las canteras. Ya terminamos aquí.
Antes de que pudiera decir algo, antes de que siquiera se le presentara una pequeña oportunidad de protestar, los soldados de atuendos oscuros sujetaron a Alys con fuerza, levantándola del suelo y obligándola a avanzar en la misma dirección que el líder, el cual mantuvo a Irin en sus brazos en todo momento.
Alys no sabía que sería de ellos, ahora eran prisioneros, habían perdido la oportunidad de obtener la libertad a unos cuantos pasos de conseguirla. Quería pelear, pero sabía bien que ni toda su fuerza ausente bastaría para escapar con Irin y Hysani.
No, si quería mantenerse con vida y a la pequeña, tendría que cooperar y esperar pacientemente un momento para huir. Solo que no sabía cuánto podría tardar un momento así en presentarse y eso la aterraba.
Solo le quedaba esperar y suplicar a los dioses por un futuro mejor, por escapar de las garras de estos sujetos, por encontrar a sus padres y liberar a Irin.
Solo tendría eso, nada más. Y el solo conocimiento de eso la asustaba más que las cosas que vendrían a futuro.
–Perdóname, tía.
Gundalia, Viction
En el presente
Le costaba ver el fuego desde esa fatídica noche. Habían pasado varios años desde la caída de su pueblo natal, perdido en un abismo llameante que consumieron hasta el último hogar que había conformado el pequeño poblado de Ivaldyn, pero seguía rememorando ese hecho cada vez que presenciaba algo quemándose.
Por supuesto, nunca lo admitiría en voz alta. Ese era un lujo que Alys no podía darse teniendo la responsabilidad de cuidar de una niña que ni siquiera había completado la primera década de su vida. Como su protectora, Irin contaba con su fuerza y su guía sin importar las circunstancias. Habían pasado por muchas cosas juntas desde la trágica muerte de la tía Joselyn y siempre se las habían arreglado para salir de las eventualidades.
Irin necesitaba y merecía toda la fuerza que Alys pudiera poseer para protegerla, ya le había fallado una vez a la madre y no podía permitirse un solo fracaso con la hija.
Había prometido proteger a Irin con todo su ser y aceptar su rechazo en voz alta al fuego no ayudaría a su propósito.
Por desgracia, tener esa idea presente en su cabeza no aplacaba su impulso de alejarse del fuego. Incluso si se trataba del de una fogata, sentía la necesidad de estar lejos de las llamas.
Resultaba una cruel ironía, sentir aversión por el fuego y haberse visto obligada por nueve largos años a luchar con un Bakugan cuyo atributo era precisamente ese.
–Mira, Alys, en verdad cambian de color –. Señaló una dulce vocecita con emoción.
Dejando de lado los amargos recuerdos del ayer, Alys negó con la cabeza antes de levantar la mirada, buscando el objeto de interés indicado por la voz de su pequeña protegida.
Irin se encontraba delante, mirándola como si hubiera hecho el mayor descubrimiento de la historia, mientras alzaba un pequeño malvavisco dorado en el palo que sostenía con su pequeña mano ligeramente escamosa.
Esta era una noche tranquila en Viction, una completamente estrellada, cuyos cuerpos celestes decoraban el enorme lienzo oscuro que era este hermoso cielo despejado. Razón por la cual habían decidido detenerse para descansar en medio de la nada, juntando unas piedras en un sitio cerrado alrededor de una fogata encendida por Hysani.
A sus lados, sus nuevos amigos y compañeros de viaje se encontraban distraídos en sus propias pláticas. Ángel y Gorem trataban de instruir a Julie en el supuesto arte de asar bien el gelatinoso dulce, pero rieron suavemente cuando la rama usada por la peliplata se rompió en su mano, provocando que el malvavisco cayera en el interior del fuego para pesar de la terrícola.
Una risa más fuerte se escuchó en el medio de los cuatro, salida de una voz mucho más grave que cualquier otra que Alys hubiera escuchado antes.
Luke, el antiguo compañero de Hysani, no pudo evitar reír con ánimo mientras buscaba una bolsa transparente más malvaviscos para dárselos a los terrestres.
Nick y Leónidas, por otra parte, se encontraban distantes. La mirada de ambos compañeros se encontraba fija en el cuaderno que el Príncipe Freidr les había dejado en el castillo, y pasaban sus miradas de un lado a otro, leyendo una y otra vez el mismo texto, pues no habían pasado la página ni una sola vez desde que habían abierto el objeto.
Volviendo su atención a su pequeña, Alys se permitió mirar una vez más como esta gelatinosa golosina había adquirido una tonalidad un poco más dorada, dejando atrás el color pálido que lo había caracterizado hacía ya unos minutos.
–Se ve delicioso, pequeña –. Felicitó Alys acariciando la cabecita de Irin.
–Pero ten cuidado, no te vayas a quemar en caso de que esté muy caliente –. Advirtió Hysani con suavidad.
Irin solo asintió antes de soplar con cuidado el malvavisco por todos los ángulos posibles antes de probarlo, permitiendo que el dulce sabor pintara una enorme sonrisa en sus pequeños labios, de oreja a oreja.
Tanto la acción como el procedimiento enternecieron de sobremanera a Alys, que no pudo evitar acercar la cabecita de su niña para repartirle una enorme serie de besos por su cabello, sus mejillas y su naricita.
Le resultaba imposible luchar contra sus impulsos de demostrarle afecto a su pequeña protegida. Irin tenía una gran facilidad para despertar su lado más maternal, incluso si Alys trataba de esconderlo con frecuencia debido a la naturaleza de sus circunstancias.
Después de todo, por más que odiara pensar en ello, no podía obviar el hecho de que ambas eran fugitivas, que lo habían sido desde su primer escape de las garras de los múltiples ejércitos que habitaban el continente.
–Alys, Nicholas, ¿están seguros de que no quieren unos? –. Preguntó Luke de pronto –. Les aseguro que no son muy diferentes a los de la Tierra.
–Yo paso, Luke, pero te lo agradezco. Y puedes llamarme Nick, siento que me habla mi padre si usas mi nombre completo –. Respondió el pelinegro sin desviar la mirada del cuaderno.
–Yo estoy bien así –. Dijo Alys en respuesta, pero sin dejar de ver a su paciente.
Cualquier otro podría pensar que el terrícola se encontraba completamente ausente, perdido en el mundo de esos enigmáticos escritos junto a su compañero, pero Alys podía ver bien la mano derecha del terrícola siempre cerca de su espada, Colmillo; en caso de tener que defenderse.
Aunque Luke y sus hombres los habían sacado del castillo con una precisión asombrosa, Nick no confiaba del todo en él y mantenía sus reservas con el soldado, así como la distancia y la cautela.
Por supuesto, sería ingenuo pensar que Luke no lo notaría también, así que era seguro admitir que Nick podía conservar su arma y sus cosas en presencia del gundaliano, porque éste así lo permitía. Estaba claro que, si lo deseara, Luke podría someter a Nick con mucha facilidad, ya fuera dejándole heridas permanentes o no.
El solo pensamiento molestó un poco a la pelinegra. Claro, ya no tenía ningún deber hacia Nick Takahashi, el humano había dejado de ser su paciente desde el momento en que habían puesto un pie fuera del castillo. Pero, aun así, Alys no podía evitar sentir cierta responsabilidad hacia el Peleador Darkus.
Tal vez, se estaba tomando demasiado en serio su más reciente trabajo como enfermera. Viajaban con Luke y los terrestres, porque ellos eran los únicos capaces de proteger a Irin de la furia del príncipe y eso era todo, pero mentiría si dijera que no sentía cierta lástima por el humano más fuerte que había conocido hasta el momento.
Por supuesto, jamás le diría eso. Por lo que había investigado durante su estadía en el castillo del emperador, los Peleadores Bakugan no eran individuos que disfrutaran de la lástima de los demás. Pero no podía evitarlo, tan solo era dos años mayor que Nick, pero sentía que debía velar por él, al menos hasta que recuperara la totalidad de sus fuerzas.
El príncipe heredero había dejado marcas en su psique, marcas que estaba aprendiendo a ocultar para no verse vulnerable delante de su enigmático salvador y guía, pero que perdurarían en él.
–Oye, Luke, ¿cómo crees que estén las cosas en la capital ahora mismo? –. Preguntó Julie de pronto.
–Según los informes de Lord Amvruz, el príncipe desplegó múltiples equipos de búsqueda para hallarlos –. Respondió el hombre alejando su propio malvavisco del fuego.
–¿Y crees que puedan encontrarnos? –. Cuestionó Gorem con cautela.
–Lo dudo, los mercenarios que contratamos hicieron un buen trabajo dispersándose con equipos de transporte para llamar la atención del ejército. No nos encontrarán mientras sigamos usando eso –. Dijo el gundaliano señalando detrás de él.
Un gran tanque se encontraba detrás de ellos, uno más grande que un tanque humano y con una longitud apenas semejante a la de una nave de batalla pequeña.
Alys había visto este tipo de maquinaria antes, diseñada para respaldar a los soldados gundalianos en movilizaciones a gran escala por tierra. Este era un modelo antiguo, por supuesto, pero estaba lo suficientemente bien equipado como para ofrecerles un transporte seguro, constante y un escondite sólido el cual emplear.
Contaba con armamento, pero Luke lo tenía reservado para circunstancias extremas, también era tan grande como para almacenar distintos tipos de armas con las cuales entrenar en la zona de carga, almacenes destinados a salvaguardar provisiones para viajes tan largos como el que realizaban y unas pocas habitaciones en las cuales ubicar personas, además de un puente de mando diseñado para cinco personas, aunque no requería más de un piloto.
El tanque era negro casi por completo, solo dejaba espacio a unos pequeños tintes de morado y líneas amarillas que simulaban cuernos de los gundalianos. Al ser una máquina diseñada para el ejército, resultaba difícil de esconder y esa era la razón por la cual habían salido con el sistema de camuflaje activo. Todo mientras el equipo con el que Luke los había rescatado se dispersaba con grandes pagos de dinero en diferentes direcciones, llamando la atención de los soldados en la capital y dándoles la oportunidad de escapar con su gran transporte.
"El Explorador", era el nombre que Luke tenía para el gran transporte.
–¿Tenían que contratar mercenarios para nuestro rescate? ¿Por qué no usar soldados? Se supone que son más leales –. Preguntó Ángel curiosa al soldado.
–Lo son, pero también tienden a saber más y hacer preguntas. No quería enviar gente leal en una misión posiblemente suicida, además de que los mercenarios tienden a ser indiferentes a las intenciones del empleador si se les paga bien –. Explicó el pelinegro mayor probando su propio malvavisco.
–¿Tu gente los contrató específicamente para sacarnos de ahí? –. Dijo Hysani, aunque sonando más con un aire de afirmación que otra cosa.
–Lo hicieron, y lo agradezco mucho. Habría ido a buscarlos desnudo de ser necesario, pero fue bueno contar con un equipo –. Respondió el gundaliano entre risas animadas.
Alys no pudo evitar bufar por lo bajo. No había tenido oportunidad de tener una plática más directa con el hombre, pero le desagradaba el hecho de que tanto éste como Hysani siguieran retratándolo como un amigo de su familia. En todo lo que recordaba de vida, solo podía asociar un par de memorias a la imagen de este hombre y todos ellos eran de antes de la caída de Ivaldyn.
No le agradaba que se expresara como lo haría un viejo amigo, no lo conocía de nada después de todo. Estaba agradecida por su rescate, pero prefería mantener la distancia de este supuesto amigo de la familia.
–No nos has dicho mucho de tus amigos, ¿sabes? –. Comentó Alys con tono un poco más seco –. ¿Cómo podemos estar seguros de que son de fiar?
–¿Qué les gustaría saber? –. Preguntó Luke alzando los hombros.
–¿Quiénes son? ¿Qué es lo que pretenden en realidad? –. Comenzó la chica de ojos rubí enumerando con los dedos.
–¿Qué planean una vez que caiga el emperador? –. Contribuyó Nick sin desviar la mirada.
Luke suspiró tras escuchar las preguntas, parecía un poco ausente, como si buscara las respuestas a las múltiples cuestiones con las cuales lo habían abordado.
–No sabría que decirles sin repetir todo lo que ya oyeron –. Dijo el hombre mayor.
–Ellos te dieron los medios para sacarnos del castillo, porque creen que nosotros podemos derrocar a Barodius –. Repasó Leónidas en esta ocasión.
–Así es.
–¿Cómo podemos estar seguros de que buscan un bien? ¿Cómo sabemos que no vamos a cambiar un tirano por otros? –. Preguntó el Bakugan Darkus.
–¿Y cómo se relaciona todo esto con nosotros? ¿Qué tenemos que ver exactamente? –. Preguntó Nick cada vez más interesado.
Luke dirigió su mirada a la fogata, alejando su propio malvavisco al ver que una capa de color negro comenzaba a formarse en la suave masa.
–El Concilio Oscuro se formó hace años, poco después de que los hombres de Barodius comenzaron a devastar pueblos enteros en busca de esclavos que trabajaran en sus fábricas y canteras. Todos los integrantes son figuras influyentes o relacionadas con el poder, pero no lo suficiente como para tomar decisiones importantes en las naciones –. Expuso el guerrero con mayor seriedad –. Muchos hemos visto a familias destrozadas por esto, personas inocentes mueren cada día o peor estando bajo las órdenes de esclavistas sin escrúpulos. El grupo se formó entonces, personas dedicadas a combatir la injusticia, usando todos sus medios para lograr dicho objetivo.
Nick y Leónidas compartieron una mirada con Alys, una que dejaba en claro su escepticismo frente a la situación que ahora atravesaban. Si bien Luke sabía cómo vender el ideal de sus compañeros, sonaba demasiado comprometido con la causa que estaba respaldando.
–Cuando su batalla contra el Príncipe Freidr se hizo de conocimiento público, vimos una oportunidad de ganar finalmente esta guerra. Créannos, chicos, ninguno tiene interés en Neathia o el Orbe Sagrado, solo queremos que Gundalia vuelva a estar en paz.
–¿Y cómo saben tanto de nosotros? Últimamente, las personas de aquí parecen saber más de eso más que incluso nosotros mismos –. Cuestionó Leo un poco irritado.
–Las leyendas sobre el Rey Dragón y el Viktim Hazashi son relativamente nuevas. Se hicieron conocidas después de que los hallazgos de la expedición en Krum salieron a la luz. Según se dice, ambos están destinados a proteger nuestro mundo, a salvarnos del mal que aqueja a nuestro pueblo –. Explicó Luke rascándose la parte posterior de la cabeza.
–No te ves muy convencido –. Comentó Nick arqueando una ceja.
–No sé que pensar de todo esto. Me alegra que peleadores tan fuertes como ustedes existan, pero siempre pensé que solo eran historias, mitos de una cultura perdida. Me es difícil creer que sea real y más teniendo en cuenta que ni siquiera son gundalianos. Honestamente, no sé si creer que todo es cierto o solo es una coincidencia –. Confesó el hombre con sinceridad.
Podía entender eso, mucha gente no esperaría que los estandartes de libertad que acabarían con el mal del imperio fueran guerreros de otro planeta, seres completamente ajenos a los conflictos de un mundo que ya les había hecho mucho daño.
La gente vería a Nick y Leo con escepticismo, indecisos ante la idea de creer en la existencia del Rey Dragón y el Señor Oscuro, tal como lo hacía Luke en estos momentos, pero estas dudas serían mucho más peligrosas. Resultaría difícil decir cuántas personas estarían dispuestas a seguir a unos desconocidos a una guerra civil por el control del planeta.
Nick se desinfló un poco, claramente superado por la idea que se tendría de él. Dejando de lado el Concilio, Nick y Leónidas ya habían aceptado su plan de liberar Gundalia y tenían que atenerse a las consecuencias de tal decisión.
Al igual que ellas, que habían accedido a acompañarlos.
–¿Y qué hay de Vladitor? ¿Cómo es que la gente aquí lo conoce? –. Preguntó Nick curioso.
–El Señor de los Bakugan es un cuento que comenzó gracias a los mismos Bakugan. Cuando las naciones en Viction estaban enfrentadas y los Bakugan se convirtieron en soldados al servicio de sus pueblos, comenzaron a contar relatos de su antiguo soberano, de las épocas en las que solo existían ellos y cómo se encontraban enfrentados entre sí. Los soldados se llevaron esas historias a sus hogares y las generaciones han crecido con ella desde entonces –. Explicó Hysani por su antiguo compañero.
–Al igual que Leo y tú, Nick, el Señor de los Bakugan fue tomado como una fantasía para contar a los niños, una historia de terror que los motivaría a obedecer a sus padres –. Comentó Luke con una risita.
–¡Somos muy reales!
El rugido de Leónidas había salido de forma clara, fuerte y poderoso, capaz de resonar con un eco a pesar del ambiente y estremecer un poco la tierra que estaba debajo de él, formando unas pocas grietas con la demostración de su fuerza y agitando el viento que avivó las llamas de la fogata.
Sin embargo, lo más interesante no había sido la demostración de poder que el Bakugan Darkus había hecho, sino la segunda voz que había acompañado sus palabras, una más grave y fuerte que la del mismo Leónidas; que se distinguía del tono áspero del dragón oscuro y se escuchaba como un soldado en plena batalla.
Tan grande había sido el temor generado por el susto, que Irin había corrido inmediatamente a la espalda de su protectora, dejando caer su malvavisco y respondiendo a la situación de la misma forma que Alys le había ordenado durante años: escondiéndose detrás de ella.
–Leo, Vladitor, cálmense –. Dijo Nick sosteniendo su cabeza, aparentemente adolorido.
–No lo dijo con mala intención –. Defendió Ángel al gundaliano.
–Yo… no quise ofender… –. Se disculpó el hombre impactado.
Leónidas se notó un poco aturdido después de su exhibición, se tambaleó notablemente hacia los lados por un momento antes de caer de costado al piso, sobre las grietas que él mismo había creado.
Nick no tardó en acercarse con Ángel y Wolf a sus lados, acogiendo suavemente al Bakugan más grande entre las manos enguantadas del terrícola.
–¿Estás bien, amor? –. Preguntó Ángel preocupada.
–No, no lo estoy. Últimamente, no me he sentido yo mismo. Sé que soy más fuerte, pero también siento mucha ira y veo que exploto con nada –. Confesó el Bakugan con pena antes de mirar a Luke –. Vladitor y yo lo sentimos, Luke. No sabemos que nos está pasando.
–¿Cuánto tiempo te has sentido así? –. Preguntó Luke saliendo de su estupor.
–Creo que desde nuestro primer encuentro con Freidr en el castillo. Este planeta me hace sentir extraño y Vladitor lo siente casi tanto como yo –. Respondió el dragón oscuro.
–¿Crees que tenga algo que ver con sus pesadillas? –. Preguntó Julie con preocupación.
–Eso me temo, pero esa estúpida libreta no nos dice nada claro –. Respondió Leónidas enojado, mirando el objeto en la mano de su compañero.
–No estoy entendiendo nada. ¿De qué están hablando? ¿Y qué tiene que ver esa libreta? –. Dijo Luke confundido.
Según los hombres del príncipe, Nick y Leónidas tendían a sufrir de intensos terrores nocturnos, terrores que se manifestaban en la forma de inquietantes pesadillas. Según su propia investigación sobre su paciente, Alys tenía motivos para atribuir tal cosa a su falta de sueño, pero ahora no estaba tan segura.
Algo claro era que Nick y Leo no eran normales, incluso siendo un equipo de cuatro, ambos parecían estar en su propia dimensión, una que nadie más que ellos podía entender realmente.
Detrás de la neathiana, Irin la abrazó con más fuerza, asomándose tímidamente por encima de su hombro para ver si Leónidas ya estaba más tranquilo.
–¿Todo bien? –. Preguntó la niña híbrida.
–Sí, pequeña. Disculpa que te hayamos asustado –. Respondió Leónidas a la niña más tranquilo.
Un poco más tranquila, Irin salió lentamente de su pequeño escondite, sosteniendo la mano de su protectora antes de ver con pesar como su malvavisco a medio morder se encontraba tirado en el suelo, cubierto de tierra.
Suavemente, la mano de la pelinegra acarició con afecto el cabello de la niña, que ahora miraba a Luke con vergüenza y un poco sonrojada.
El pelinegro mayor pareció entender las intenciones de la niña, y aceptó darle otros tres malvaviscos para compensar el que había perdido. Mientras Nick y los demás le asentían con sonrisas cómplices, alentándola a aceptar.
Normalmente, Alys no le permitiría consumir tanto dulce a su pequeña, pero se habían detenido en este lugar por ella, para que pudiera ver las estrellas con calma y pasar la noche en un sitio más pacifico después de estar días en el castillo.
Con la niña un poco más contenta y tranquila, todos volvieron a sentarse en las rocas que habían agrupado, esperando que alguno fuera el primero en cortar el silencio que ahora se había apoderado del ambiente.
Fue Luke el encargado de cumplir con tal tarea, pero su expresión suave y amistosa había desaparecido, viéndose reemplazada por un rostro más serio y duro, uno que se esperaría de un soldado con años de experiencia en sus funciones.
–Dijeron que esa libreta es del príncipe heredero, ¿no? ¿Qué dice? ¿Cómo se relaciona con ustedes? –. Preguntó el gundaliano tratando de disimular la sorpresa que los Bakugan habían causado en él.
–No lo sabemos, hemos estado leyéndola últimamente y nada parece tener sentido –. Respondió Leónidas molesto mientras miraba el objeto.
–Tiene de todo, anotaciones, cartas, relatos y varias de estas cosas ni siquiera están en un idioma que entendamos –. Comentó Nick abriendo una vez más la libreta.
–¿Puedo echarle un vistazo? Prometo devolvérselas –. Preguntó el hombre extendiendo su mano.
–¿Crees que puedas entender lo que dice? –. Cuestionó Julie interesada.
–Puedo intentar, solía interesarme en este tipo de cosas cuando tenía su edad –. Respondió Luke recibiendo la libreta.
Los ojos azules del antiguo peleador se movieron de un lado al otro, revisando numerosas veces las que parecían ser las mismas páginas que Nick y Leo habían estado ojeando sin mucho éxito desde el momento en que habían establecido este pequeño campamento.
Sin embargo, en algún momento, la mirada de Luke se hizo más lenta mientras leía las inscripciones puestas en el cuaderno. Al ser la encargada de que Nick leyera el material que se encontraba ahí almacenado, Alys se había tomado la libertad de darle una revisión a las páginas, tratando de evaluar si su lectura podría afectar los cuidados de su paciente.
Al no haber visto nada potencialmente perjudicial para Nick en el objeto, cumplió la orden del príncipe y motivó al terrícola a leer con la intención de no provocar la ira del príncipe.
Por supuesto, Alys no podía presumir de un mayor éxito que el peleador a la hora de tratar de entender el material que se encontraba en las páginas. Por desgracia, los campos de trabajo del emperador no eran lugares que priorizaran la educación de sus niños prisioneros, especialmente en otros idiomas, así que Alys se había tenido que quedar a medias en sus intentos de obtener mayor comprensión de la libreta.
Por suerte, ese no parecía ser el caso de Luke.
–¿Sabes que dice? –. Preguntó Ángel curiosa, compartiendo una mirada.
–Más o menos, muchos de estos idiomas son de Gundalia, algunos son lenguas muertas y otros son más comunes –. Respondió el soldado sin despegar la mirada de las hojas.
–¿Puedes entender lo que dice? –. Cuestionó Gorem mientras Wolf ladraba en acuerdo.
–Varios, sí. Pero no voy a mentirles, otros requerirían la ayuda de expertos –. Confesó Luke ojeando otras páginas –. Pero creo que puedo traducir lo que dicen las páginas que estaban leyendo.
–¿En serio? –. Preguntó Nick rápidamente, casi pareciendo listo para saltar de la emoción.
Luke asintió antes de darle la vuelta al diario, mostrando las páginas con las que le habían entregado el objeto y que habían estado torturando a Nick y Leónidas durante las últimas horas.
En las hojas se encontraban escritas diversos tipos de frases y palabras, todas ellas completamente inentendibles para los presentes, que solo podían ver con curiosidad las anotaciones.
Pero había algo más allá de las palabras, algo que captaba la atención de los muchachos y los Bakugan con mucha más facilidad que cualquier escrito.
Tres enormes símbolos ocupaban la mitad superior de cada página, enmarcados en un círculo perfecto y dibujados completamente a mano.
El primero contaba con numerosas aspas alargadas que se extendían desde el centro del círculo, yendo más allá de los bordes gracias a las puntas curvadas que simulaban la forma de múltiples cuernos, cuernos que se salían ligeramente del marco redondo que delimitaba los aparentes límites del símbolo.
El segundo emblema, por otra parte, tenía un aspecto más laberíntico, numerosos trazos en forma de líneas y vértices se extendían en el interior del círculo que enmarcaba el garabato. Algunas líneas se alzaban por encima de otras, contribuyendo al aspecto más enredado que el dibujante parecía buscar.
Finalmente, el tercero aparentaba ser una mezcla de los símbolos anteriores, usando el mismo tipo de líneas del segundo garabato para conformar el aspecto de unos cuernos curvos, con formas similares a la de una serie de llamas negras con interior claro que salían del marco redondo que debería encerrar el símbolo.
–¿Qué significa todo eso? –. Preguntó Julie confundida.
–Quien sea que haya escrito esto, parece creer que los primeros símbolos son un tipo de representación de lo que describe como "atributos primigenios" –. Explicó Luke señalando los primeros garabatos exhibidos.
–¿Atributos primigenios? ¿Cuáles son? –. Preguntó Irin confundida a sus protectores.
–Honestamente, pequeña, no lo sé –. Admitió la peliengra sentando a la niña en su regazo.
–Ojalá lo supiera, linda, pero yo tampoco lo entiendo –. Respondió el Bakugan Pyrus.
–Aquí se describe como los atributos originales, los que vinieron antes de todo y de los cuales desciende la existencia como la conocemos.
–¿Cómo es eso posible? Se supone que solo existen seis atributos –. Cuestionó Ángel mientras Gorem asentía.
–Sí, pero todos tienen que provenir de alguna parte. El escritor parece creer en la existencia de fuerzas más antiguas –. Respondió Luke mirando los escritos.
–¿Cómo cuáles? –. Preguntó Leónidas con interés.
–Keiûs y Ardūs, los atributos de la muerte y la vida, del vacío y la existencia. Estos serían los atributos originales, el lienzo sobre el cual se crearon los seis que conocemos –. Explicó Luke parafraseando los escritos.
–¿Y qué hay del tercer símbolo? ¿Qué significa? –. Preguntó Nick atento a la respuesta del soldado.
–La perfecta fusión de ambos. Según dice aquí, solo un Bakugan que se encuentre en medio de la vida y la muerte podría usar el poder combinado de Keiûs y Ardūs, pero tal cosa es imposible porque no se puede estar en medio de los atributos primigenios al ser tan opuestos.
–¿Hay más especificaciones? –. Preguntó Leónidas aún más interesado que antes.
–Según dice aquí, solo un individuo nacido en la cuna de la muerte podría encontrarse en medio de Keiûs y Ardūs.
Alys estaba de acuerdo con la afirmación del soldado, tal cosa debería ser imposible, nadie debería ser capaz de encontrarse en un punto medio de conceptos tan diferentes como la vida y la muerte.
Pero fue la mirada llena de impacto compartido entre los terrestres lo que más llamó la atención de Alys, que solo pudo ver en silencio como sus nuevos amigos compartían pensamientos que nadie más que ellos parecía entender.
Al mismo tiempo, Luke pareció percatarse igualmente de la reacción de los terrícolas y sus compañeros Bakugan.
–Chicos, ¿hay algo que quieran decirnos?
Ambos peleadores se miraron momentáneamente, compartiendo una mirada dubitativa antes de que Julie asintiera con una sonrisa aparentemente triste, alentando a su amigo a hablar.
Nick solo pudo emitir un suspiro mientras jugaba con sus manos, tirando de los dedos de sus guantes al mismo tiempo que dirigía una mirada a la fogata.
En cierto modo, parecía como si Nick ya hubiera pasado por algo como esto antes y se encontrara nervioso por lo que tendría que decir próximamente.
–Creo que es hora de contarles como conocimos a Leo –. Comentó Nick con un suspiro.
–¿Una historia de los Peleadores Bakugan? –. Preguntó Irin emocionada.
–Sí, pequeña, exactamente –. Asintió Leónidas con tono apagado.
–Primero lo primero, ¿alguna vez han oído hablar de la Dimensión de la Perdición?
Gundalia, El Explorador
1 hora después
–¿Puedes creer que Leónidas venga de una dimensión de la muerte, Alys? –. Preguntó la pequeña híbrida saltando en su cama.
–No.
–¿Crees que pueda usar poderes de los otros atributos?
–No lo sé.
–¿Y eso significa que Leo es como un zombie o algo parecido?
–Espero que no.
Aún se encontraba impactada, le estaba costando trabajo salir de su estupor después de haber escuchado la historia de Leónidas y los chicos. Era demasiada información por procesar: una dimensión en la que los Bakugan caían para morir, una donde se encontraban los cadáveres putrefactos de miles de ellos y de los cuales había nacido el único Bakugan capaz de enfrentarse a los más fuerte de Gundalia.
Habían apagado la fogata hacía no mucho tiempo, optando por dormir finalmente para recuperar energías y prepararse para los siguientes días de viaje hasta Kharth, por lo que habían dejado a Nick y Julie en su habitación junto a sus compañeros mientras Luke volvía a los controles del tanque.
Honestamente, Alys no sabía que pensar de sus nuevos amigos. Tenía claro que Nick y los suyos no eran malos, y podrían dar una verdadera salvación a Gundalia si conseguían los medios suficientes como para deponer al tirano de Barodius y su gente. Pero, del mismo modo, existían múltiples razones para temer a todo lo que desconocían.
Durante la batalla en el coliseo y su encuentro con Kazarina, las cosas habían salido muy mal y todo porque ninguno de los chicos había logrado mantener el control. Nick no parecía tener alguna idea de cómo imponerse frente ante el problema y Leónidas era una bomba de tiempo, podía explotar en cualquier momento, ya lo había hecho después de todo.
Si bien podía decir que en los chicos no había una mala intención, tenía claro que tampoco tenían un verdadero control sobre los problemas que estaban atravesando y eso podía convertirlos en un peligro. Leónidas mismo lo reconocía, podía estallar en cualquier momento, incluso sin que Nick pudiera hacer algo al respecto y eso era un problema, no solo para sus propósitos; sino también para ellos mismos.
Claro, podía vivir con eso, su vida se había convertido en un peligro constante desde la caída de Ivaldyn y no era ajena a los riesgos, pero eso no significaba que quisiera enfrentarlos siempre, especialmente con una niña a su cargo.
Ahora mismo, no podía evitar preguntarse si había hecho bien al acceder a apoyar a los terrestres. Había aceptado pensando que ir con Nick y los chicos les ofrecería protección tanto a ella como a Irin, pero ahora temía haberse equivocado. Ahora, tenía presente una posible realidad en la que Nick y Leónidas se volvían un peligro mayor para su pequeña, que el mismo emperador debido a su falta de control y exceso de poder.
Lo único en lo que podía pensar, mientras ayudaba a Irin a organizar la cama que compartirían, era en sus nuevos compañeros de viaje y en cómo esperaba no haberse equivocado con respecto a ellos.
Habría seguido perdida en sus cavilaciones, pero el sonido de la puerta abriéndose llamó la atención de la pelinegra, que desvió la mirada hacia el nuevo objeto de interés, para ver a los individuos en el marco de la puerta.
–Nick, Leónidas –. Dijo Hysani a modo de saludo.
–Hola, chicos –. Saludó Irin con una mano activa.
–Hysani, chicas –. Respondió Leo estático en su sitio mientras Nick correspondía con un asentimiento.
El Peleador Darkus se notaba nervioso, un poco inquieto parado junto a la puerta, rascando su abundante cabello con una mano y sosteniendo el marco con la otra.
–¿Todo en orden? –. Cuestionó Alys curiosa.
–Mas o menos. Alys, ¿podemos hablar? –. Pidió el peliengro con incomodidad.
–Es importante –. Respaldó el Bakugan Darkus a su compañero.
Con un asentimiento, Alys dejó en clara su respuesta mientras se levantaba, dedicándole una mirada a Irin para decirle que no saliera del cuarto. El día había terminado y la niña no tenía motivos para estar afuera tan tarde, en especial con las épocas invernales de Gundalia cada vez más cerca.
Alys siguió a los miembros de los Peleadores fuera de cuarto, cerrando la puerta con cuidado para evitar que Irin oyera la conversación que iba a tener con los terrícolas.
Finalmente, las luces del cuarto se apagaron y solo quedaron los tres guerreros en el pasillo, buscando la forma adecuada de comenzar la plática que tenían por delante.
–Escucha, Alys, lo que escuchaste… queremos que sepas que… –. Comenzó Nick aún incómodo.
El humano parecía buscar las palabras correctas, pero no parecía tener éxito en sus intenciones, deteniéndose constantemente para comenzar una nueva frase que parecía ser incapaz de terminar.
–No tienes nada que temer, no de nosotros al menos –. Dijo Leo por su compañero.
No pudo evitar sentir un poco de lástima por los chicos. Sabía que eran fuertes y bienintencionados, pero les costaba garantizar algo delante de las personas sin siquiera ser capaces de entender lo que ellos mismos estaban atravesando.
–Quiero creerles, chicos, pero no sé que pensar de todo esto.
En tan solo un par de días, se habían convertido en fugitivos directos de la corona, parte de un intento de insurgencia y rebelión, al mismo tiempo que se enteraban que las viejas historias podían ser ciertas y que un difunto conquistador vivía ahora en el cuerpo de uno de sus nuevos amigos; por no mencionar el hecho de que ese mismo individuo existía en una especie de punto medio entre la vida y la muerte, el equilibrio entre esos supuestos atributos primigenios. Después de todo lo que había pasado, empezaba a tener sentido el porqué alguien como el Príncipe Freidr tenía tanto interés en unos terrícolas.
No obstante, era demasiado por digerir y Alys solo podía temer lo que falta de control de Leónidas podría provocar un día si se notaba incapaz de contenerse.
–Y estás en tu derecho, pero no queremos que nos tengan miedo –. Dijo el pelinegro con más calma.
–Solo tenemos las mejores intenciones, liberar a este planeta del yugo de Barodius y a todos los humanos que raptaron –. Dijo Leónidas esta vez.
–No tengo dudas de sus intenciones, chicos –. Declaró Alys para calmar a los peleadores –. Pero temo por ustedes y por lo que puedan hacer.
–Si es por lo que pasó esta noche, Alys, Vladitor y yo lo sentimos –. Dijo Leónidas rápidamente.
–Por eso y por lo que pasó en la capital. No se ofendan, chicos, pero son peligrosos para todos nosotros si no encuentran el modo de controlar lo que sea que tengan.
La mirada de los terrestres se desvió hacia el suelo, mirando los pies del peleador con vergüenza.
Estaba claro que ambos sabían que estaba en lo cierto y no se atrevían a rebatirle. ¿Cómo podrían? Ellos mismos habían hecho gala de su escasez de control desde el momento en que lucharon contra el príncipe.
Ahora, tenían miedo de perder la batalla contra aquello que intentaba dominarlos. Su miedo se había convertido en su mayor enemigo y tenían que hallar el modo de superarlo.
–Cuando te fuiste, vimos lo insegura que te sientes con respecto a nosotros. No queremos que nadie deba sentirse así, no si pretendemos liberar a este planeta y a sus prisioneros –. Dijo Leónidas tras el silencio.
–Es bueno oírlo. Necesitarán ganarse a la gente y ellos no van a seguir a salvadores inestables –. Asintió Alys antes de posar una mano en el hombro de Nick –. No lo digo con mala intención, me preocupo por mis pacientes y no quiero que nada malo les pase.
–Lo entendemos, y también te lo agradecemos –. Respondió Nick con un suspiro –. Luke accedió a ayudarnos a leer el diario, concuerda en que es importante revelar los datos que se encuentran ahí. Esperemos que eso nos ayude a resolver nuestro problema.
–Me alegra escuchar eso –. Dijo la neathiana estrechando el hombro del humano.
–Sí, también tiene una rutina programada a partir de ahora –. Avisó el humano de pronto –. Dice que es más seguro viajar de noche, el ejército está menos activo, podremos usar el día para escondernos y tratar de descifrar los escritos.
–Entiendo.
–Partimos en unos minutos, no se asusten cuando el tanque se mueva –. Avisó Leónidas esta vez.
Sin más que decir, y regresando al abrazo de un incómodo silencio, Alys movió sus dedos con el mismo nerviosismo con el que había visto actuar a Nick antes de darse la vuelta, dando el primer paso para entrar una vez más al cuarto.
Sin embargo, antes de que la puerta metálica se abriera ante ella, la voz del peleador la detuvo, acompañando el suave toque de su mano enguantada.
–Alys…
Los ojos del peleador cayeron nuevamente, con las mejillas sonrosadas mientras daba suaves golpecitos a la pared delante de él.
Los labios del humano se abrieron repetidamente, tratando de formular una oración carente de sonido antes de cerrarse nuevamente con frustración.
Se notaba nervioso, más de lo que Alys lo había visto después de todas las pruebas a las que estaba siendo sometido, ya fuera con o sin su compañero.
Finalmente, después de unos segundos que aparentaron ser eternos, Nick encontró el sonido de su voz una vez más mientras alzaba su mirada, dándole a Alys un vistazo claro de la expresión más insegura que había visto en los ojos oscuros del peleador.
–¿Ustedes… nos tienen miedo…?
La expresión del terrícola amenazó con caer una vez más, inseguro de la respuesta que pudiera recibir, pero buscando mantenerse a la cabeza de la situación.
Pero fue en la fragilidad reflejada en los orbes del terrícola que Alys comprendió la naturaleza detrás de tal cuestionamiento. Nick necesitaba escuchar algo, una afirmación positiva de una de las pocas personas que le había ofrecido calidez y cuidado en todo este planeta maldito.
Podía empatizar con eso, la vida en Gundalia tampoco había sido justa con Alys. Después de todo, había pasado la mitad de su corta vida corriendo de guardias, tratando de proteger a una niña al mismo tiempo que aprendía a educarla. Muchas veces había sentido que no era suficiente y había necesitado de Hysani para ofrecerle un poco del apoyo que nadie más podría darle.
Nick y Leo tenían a Julie y al resto de sus amigos, pero ellos no entendían la situación en Gundalia como Alys, por lo que sus palabras no podrían ofrecerle una perspectiva concreta de aquello que lo aguardaba.
Grandes cosas se esperaban de él, y todas ellas provendrían del pueblo gundaliano. Nick necesitaba oír que no sería temido, que podría hacer aquello de lo que tanto hablaba Julie cuando se trataba del infame Dan Kuso.
Inspirar, guiar, ser un ícono. Ser más que un panfleto para una causa que tendrían que liderar, así fuera solo a los ojos del pueblo.
–Irin te adora, los ve a ustedes y a sus amigos como una especie de superhéroes –. Respondió Alys mirando a ambos guerreros.
–¿Y tú? –. Preguntó Leónidas esta vez.
Eso detuvo a la pelinegra, que no pudo hacer más que emitir un suspiro mientras clavaba la mirada en el suelo, esperando encontrar ahí las respuestas que necesitaba para aplacar los temores de sus nuevos amigos.
Pero no podía, la verdad se reducía al hecho de que se sentía aterrada, temerosa de la idea de encontrarse en el lugar equivocado la próxima vez que Leónidas perdiera el control y Nick no pudiera hacer nada para recuperarlo.
Cómo mejor pudo, la mano de la pelinegra se aventuró hacia delante, sosteniendo el brazo más cercano del pelinegro y dándole un suave apretón como un intento de mostrarle un poco de confianza.
–No puedo decir que no tenga un poco de miedo de ustedes, pero también confío.
Las miradas de ambos terrestres se fijaron en ella, confundidas y expectantes por lo que pudiera decir a continuación.
–Confío en que, sea lo que sea, encontrarán el modo de salir adelante. ¿No es eso lo que hacen los Peleadores Bakugan? ¿Perseverar sin importar qué?
Una pequeña risa se ensanchó en el rostro del terrícola antes de corresponder a su gesto, tomando la mano de la enfermera y estrechándola con cuidado para retomar la palabra posteriormente.
–Gracias, Alys.
–No es nada. ¿Irán a descansar ya? –. Preguntó la neathiana señalando la habitación opuesta a la suya con la cabeza.
–Deberíamos, pero queremos hablar unas cosas con Luke antes –. Respondió el humano señalando el lado contrario del corredor.
–¿Te gustaría venir? Creo que ustedes dos aún deben hablar –. Comentó Leónidas.
–Otro día será. Ahora, quiero descansar. Ha sido un día largo –. Dijo la pelinegra antes de darse la vuelta –. No trabajen hasta tarde, muchachos.
–No prometemos nada –. Respondió el terrícola con más ánimo.
–Son órdenes de tu médico, Nick. No me discutas –. Respondió la enfermera entre risas antes de que las puertas se cerraran.
Incluso estando detrás de las puertas metálicas de la habitación, Alys pudo escuchar como unas suaves risas se alejaban por el pasillo.
Debo ofrecerles una disculpa, volví recientemente a mis estudios y la rutina será más fuerte ahora por razones en las que prefiero no pensar ( ╥ ﹏ ╥ ). Así que la constancia que estuvimos manejando los últimos meses tendrá que bajar el ritmo. Es la razón por la cual este capítulo tuvo que esperar para ser subido.
Por otro lado, no sé si ya lo mencioné antes, pero quiero expandir tanto el mundo como el lore de este universo, para que vayan de la mano con el crecimiento en la escala de poder, así que no se inquieten por la inclusión de conceptos nuevos. Y la expansión de mundo exige profundizar en la situación que atraviesa el entorno, por lo que también trato de adentrarme en aspectos políticos y dramáticos. Ahora que Leónidas y compañía están libres, es hora de empezar a explorar la situación en Gundalia y Alys va a ser la puerta para realizar dicho cometido, a través de sus ojos y su historia veremos todo lo que no vimos antes de la guerra.
