Era una tarde lluviosa en la casa de los Heelers. Bandit se encontraba haciendo la cena, mientras Bluey, aún una bebé, jugaba en su cuna con su manta favorita. El tiempo que había pasado, el dolor de perder a Chili durante el parto aún le era muy profundo. Bandit a menudo se encontraba perdido en pensamientos, recordando los momentos que nunca vivieron juntos. Bandit siempre se recordava de Chili: su risa en el salón, la calidez de su abrazo en las noches frías y las innumerables conversaciones sobre el futuro que nunca llegaría. Bandit se aferraba a los recuerdos, pero cada día era una batalla por seguir adelante, por Bluey, y por lo que su esposa Chili le había dejado. Tocaron la puerta y al abrir, se encontró con Brandy, la hermana de Chili. Ella había estado visitando frecuentemente desde la tragedia, siempre tratando de ayudar y brindar apoyo. Su presencia era un rayo de sol en los días más oscuros de Bandit. ¡Hola, Bandit!, dijo Brandy con una sonrisa triste. Traje algunas cosas para la cena. Pensé que podríamos hacerla juntos. Gracias, Brandy. Tu ayuda siempre es bienvenida, respondió Bandit, dejando entrar a su cuñada. Ver a Brandy siempre traía consigo una mezcla de consuelo y dolor; consuelo, porque no estaba solo en su luto, y dolor, porque la veía en el rostro de su hermana. Mientras cocinaban, Brandy intentó mantener una conversación ligera, hablando de los recuerdos de su infancia con Chili. Compartían su dolor y, encontrando consuelo en las memorias de un ser querido. Bandit, que rara vez hablaba de sus sentimientos, se encontró a sí mismo abriéndose más con Brandy, permitiendo que las historias de su amada esposa fluyeran libremente. Bluey, atraída por el sonido de las voces en la cocina, empezó a balbucear y mirar a su tía con curiosidad desde su cuna. Brandy se acercó y la levantó, abrazándola con ternura. Cada vez que veía a Bluey, no podía evitar sentir una mezcla de amor y tristeza, sabiendo que esta pequeña nunca conocería a su increíble madre. Hola, pequeña. ¿Cómo estás hoy?, preguntó Brandy, acariciando suavemente la cabecita de Bluey. Blah blah, balbuceó Bluey con una inocencia que rompía el corazón de los adultos. Su risa era como una medicina para curar el alma herida de Bandit, y cada día con ella era un recordatorio de que la vida, a pesar de todo, continuaba. Claro que sí, Bluey. Siempre tengo tiempo para estar contigo, respondió Brandy, esforzándose por mantener la voz firme. Cada visita le daba la oportunidad de fortalecer el vínculo con su sobrina, y en cada sonrisa de Bluey veía una parte de la chispa de Chili. Después de la cena, Brandy se sentó en el suelo de la sala con Bluey en su regazo, jugando suavemente con sus pequeños dedos y haciéndola reír con caricias suaves. Bandit observaba desde la distancia, sintiéndose agradecido por tener a Brandy en sus vidas. Las noches eran más llevaderas con ella cerca, y sabía que no estaba solo en esto. Cuando llegó la hora de dormir, Brandy ayudó a Bandit a arreglarle la cama a su sobrina, Brandy puso a Bluey en su cuna. La arrulló con una canción de cuna y se quedó con ella hasta que se durmió. Luego, regresó a la sala donde Bandit estaba recogiendo los juguetes dispersos. Las tareas cotidianas se habían convertido en un acto de amor, un intento de mantener todo en la normalidad en medio del caos. Gracias por todo, Brandy. No sé qué haría sin ti, dijo Bandit sinceramente, su voz quebrándose ligeramente. Era difícil decir las palabras, el alivio y la gratitud que sentía por su cuñada. Bandit. Siempre estaré aquí para ti y para Bluey, respondió Brandy con una sonrisa reconfortante. Su propia pena era profunda, pero encontrar fuerzas para ayudar a su cuñado y su sobrina le daba propósito. Esa noche, mientras se despedía, Bandit se sintió solo. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero con Brandy a su lado, tenía la esperanza de que podrían superar cualquier obstáculo juntos. Cerró la puerta y se apoyó contra ella por un momento, tomando una respiración profunda. La batalla estaba lejos de terminar, pero por primera vez en mucho tiempo, sentía que podría ganar.