Descripción: Saber que algo terrible sucederá en el futuro, pero no poder avisarle a nadie sin poner en riesgo su propia existencia es el dilema que enfrenta Edward, pero decide correr ese riesgo porque por una vez en su vida le importa. Hay una preparación sigilosa hacia un clímax emocionante y aterrador para nuestros personajes.

Descargo de responsabilidad: ¡Hola! Me complace compartir con ustedes mi traducción al español del fanfic "Mysterious Graffiti", escrito por Michaelmas54. Permítanme aclarar que esta traducción es realizada sin ánimo de lucro y con el expreso permiso de la autora con la única intención de compartir esta maravillosa historia al fandom de habla hispana. ¡Muchas gracias, Joan!


¡Muchas gracias, arrobale, por ser mi prelectora en esta historia! Cualquier error es mío.


Capítulo 22

Edward

Me tomo mi tiempo para explicarle el dilema del trasplante a Carlisle, quien no dice una palabra mientras hablo. Cuando termino, se hace un silencio mortal al otro lado del teléfono y por un momento creo que colgó.

—No puedo ayudarte, Edward —dice finalmente—. No soy experto en el campo de los trasplantes ni en genética y no conozco a nadie que pueda responder tu pregunta. Sé que existe el riesgo de contaminación cruzada por virus como la hepatitis o el VIH, pero esto va mucho más allá de mi campo de especialización. Si pudiera apostar, diría que no, que el gen no se transferiría, pero siempre existe el riesgo de que suceda. Pero, por lo que dices, es su única opción. ¿Quieres quitarle eso?

—No, supongo que no. Lo único positivo que puedo hacer es advertirle a Bella que esto podría pasar. A menos que…

—¿Qué estás pensando, Edward? Todo lo relacionado con esta situación es peligroso para los de nuestra especie, lo sabes. Los hombres lobo nunca serán nuestros amigos y no quiero que nuestra familia sea la causa de otro conflicto.

—Sí, lo sé, pero lo que me confunde más es que, si la familia de Jacob sabía o sospechaba que se estaba convirtiendo, ¿por qué permiten que se utilicen sus órganos? No deben tener idea, lo que me hace sentir más seguro de que no se había transformado desde que lo ataqué.

—Tendrás que esperar tener razón. ¿Estás con la chica ahora?

—Sí, ella está con su papá en la habitación. Es todo un poco emotivo ahí dentro.

—No me sorprende. ¿Qué le has contado sobre ti?

—Nada que ella no hubiera adivinado ya, aparte del hecho de que en cierto modo le dije cuántos años tenía.

(Estoy esperando que Carlisle explote, pero no sucede, lo cual me sorprende).

—¿Cómo se lo tomó? —pregunta con calma.

—No estaba desconcertada en absoluto; de hecho, ella es realmente bastante notable. Acepta lo «raro» sin dudar, pero cuando lo pienso, ha pasado mucho tiempo en Forks, por lo que podría haber escuchado historias sobre hombres lobo y no-muertos allí. Esa es mi única explicación.

—Entonces, ¿qué vas a hacer con la situación del trasplante?

—Nada, supongo. Realmente no puedo entrar corriendo a la habitación gritando: «Dejen todo lo que están haciendo; ¡Jacob Black es un hombre lobo!» ¿podría? Si hubieras dicho que definitivamente afectaría al padre de Bella, entonces habría tenido que hacer algo para sabotear el hígado antes de la operación.

Carlisle sorprendentemente se ríe de esto ya que probablemente me está imaginando luchando con un cirujano y el hígado dando vueltas y cayendo al suelo. No es una imagen agradable.

—¿Está el hospital en la zona de peligro? —pregunta.

—Sí, no está en un buen lugar, pero con suerte ya habrán evacuado cuando ocurra el terremoto. Es un edificio bastante moderno, pero todavía existe la posibilidad de que no sobreviva a uno de más de 8,5, que es para lo que se construyen la mayoría de los edificios nuevos.

—Entonces, ¿qué nivel ha predicho Alice?

—Un nueve, más o menos. Aunque será bastante horrible; no quedará mucho de Seattle y entonces el tsunami empujará todos los escombros tierra adentro, lo que causará aún más daños.

—Entonces no hay muchas posibilidades para nadie en el camino.

—Lamentablemente no. ¿Ahora entiendes por qué hice lo que hice, Carlisle? No podía permitir que esto sucediera y ver morir a miles de personas.

—Incluidos los niños de tu club de arte.

—Especialmente los niños de mi club de arte.

—¡Ah! —dice en respuesta y supe entonces que él entendió cuál fue el detonante para que yo arriesgara mi propia existencia. Él era muy consciente de que me preocupaba por estos niños como si fueran míos.

Puedo escuchar movimiento proveniente de la habitación de Charlie, así que empiezo a caminar de regreso a donde ella me dejó.

—Me tengo que ir, Carlisle. Podemos hablar cuando llegue a casa.

—¿Cuándo será eso?

—Probablemente mañana. No sé si Bella irá a trabajar o no, pero volveré en algún momento durante el día. Tengo que cambiar los neumáticos de mi auto, así que ¿puedes pedirle a Emmett que me consiga un juego nuevo?

—¿Por qué necesitas cambiar las llantas, Edward?

—Te lo diré cuando llegue. Tengo la sensación de que la historia te divertirá... bueno, espero que así sea.

Termino la llamada y me apoyo contra la pared afuera de la habitación de Charlie, que es donde Bella me dejó. El cirujano de trasplantes llegó y pude oírlo decirle a Charlie que el hígado del donante está en buenas condiciones y es lo más compatible posible y que lo estarían preparando durante la noche para la operación de mañana por la mañana. A Bella le dicen que tiene que irse porque tienen muchas pruebas que hacer y preparar a su padre para que no haya riesgo de infección. Empieza a llorar de nuevo y una enfermera entra para acompañarla. Cuando cruzan la puerta, ella cae en mis brazos y solloza contra mi corazón muerto dentro de mi pecho. Al final la levanto y la llevo a la sala de espera y la acuno como a un bebé hasta que se calma.

—Llévame a casa, Edward —finalmente susurra, así que suavemente la coloco sobre sus pies y la guío hacia la entrada principal y mantengo mi brazo alrededor de sus hombros mientras caminamos hacia donde dejé el auto y la ayudo a entrar. Mientras me acerco a la puerta del conductor puedo escuchar el zumbido de su teléfono y me pregunto quién la llamará, ya que ya es pasada la medianoche. Mientras me deslizo en mi asiento, Bella susurra—: Es Sue, la amiga de papá. Probablemente quiera saber qué está pasando.

Presiona el botón de respuesta y dice—: Hola —pero antes de que tenga la oportunidad de decir algo más, escucho a Sue decir—: Jacob está muerto, Bella. Acabo de recibir un mensaje de Billy para decirme que acaban de desconectarle el soporte vital. Quería que te llamara para decirte que Jacob ya no te molestará más.

—Gracias por decírmelo, Sue. Me lo imaginaba porque vi el estado en el que se encontraba Jacob. No lo siento por Jacob, pero sí por Billy. Iré a hablar con él cuando vaya a casa.

—¿Cómo está Charlie? ¿La operación sigue adelante?

—Por el momento sí, lo están preparando ahora. Mira, Sue, te prometo que te mantendré informada, pero ¿te importa si cuelgo ahora? Estoy un poco conmocionada.

—Por supuesto —responde Sue—. Intenta dormir un poco esta noche, Bella. Necesitas descansar lo máximo que puedas ya que los próximos días serán críticos.

—No tienes idea de la verdad que hay en tus palabras, pero gracias por tu preocupación.

Con eso Bella desconecta la llamada y pone su cabeza en mi hombro mientras enciendo el auto. —Técnicamente ahora eres un asesino —dice en voz baja, como si no pudiera creer lo que está diciendo.

—Mejor eso que llorar por ti. Estaba actuando como tu representante en defensa propia.

—Lo sé, Edward, y te estaré eternamente agradecida.

—Eso espero —respondo, mientras deseo fervientemente que de alguna manera ella esté conmigo por la eternidad, pero esto es demasiado que esperar en este momento.

Me tomo mi tiempo para llevarla a casa, disfrutando cada momento que paso con ella. Mientras me acerco a su apartamento, se me ocurre que originalmente me había invitado a subir para saber más sobre el desastre, pero en realidad no lo habíamos mencionado en absoluto. Por el momento no sabía si estaría en condiciones de ir a trabajar por la mañana, pero por lo que ya me había dicho, ya había sembrado la semilla en la cabeza del alcalde. Ahora le correspondía a él decidir si iba a actuar en función de la información.

—¿Quieres que entre? —pregunto mientras me detengo frente a su edificio.

—Sí y no —responde y luego suspira—. Necesito dormir un poco, Edward. Si vinieras, no querría dormir, pero tengo que estar alerta en los próximos días. ¿Prometes verme mañana?

—Por supuesto —respondo—. Dame tu teléfono celular.

Me entrega su teléfono y marco mi número. Lo dejo sonar una vez y cuelgo; ahora tengo su número y ella el mío.

—Llámame cuando quieras, Bella. Si me necesitas, estaré ahí para ti.

—Gracias —dice, luego se inclina y besa mi mejilla antes de agarrar su bolso y salir del auto.

Antes de cerrar la puerta, se inclina y me mira directamente a los ojos. —Seas lo que seas, no me importa, Edward. Puede que esté usando pantalones deportivos, pero no tengo intención de huir de ti, por muy oscura que sea tu historia. Confío en ti, Edward. Espero que puedas confiar en mí.

Con eso, se aleja del auto y la observo mientras abre la puerta de su edificio y entra sin girarse ni saludar. Tal vez ella no quiere ver mi reacción, lo cual es una suerte ya que mi barbilla está apoyada en mi pecho por lo que me acaba de decir. Quiere que confíe en ella. Esta chica es más que notable; es extraordinaria, asombrosa, increíble; de hecho, no se me ocurre una palabra adecuada para describirla.

Antes de alejarme de la acera, miro por el espejo retrovisor la cinta roja y blanca ondeando que rodea el lugar donde había «asesinado» a Jacob Black hace poco más de seis horas. Cuando llego a casa quiero preguntarle a Alice por qué no me avisó de lo que estaba pasando, aunque ya no importaba. Había visto a Jacob persiguiendo a Bella en Forks, entonces ¿por qué no había visto este ataque? Tal vez Jake se había convertido en un hombre lobo después de todo, ya que Alice me dijo una vez que tenía dificultades para usar su habilidad mientras estaban cerca. Eso era preocupante.

Pero lo que sí sé es que, si no hubiera seguido a Bella a casa después del trabajo, podría haberla perdido para siempre, lo que habría sido devastador para mí y para la ciudad, pero sé que de alguna manera habría tenido que seguir adelante con mi plan por el bien de los niños. Una cosa que sí sé ahora es que, si hubiera llegado demasiado tarde para salvarla, nunca habría tenido la oportunidad de experimentar cuán fuertes serían mis sentimientos por ella si nunca la hubiera tenido en mis brazos. Ahora sabía cómo se sentía esto y sólo esos preciosos minutos me habían hecho darme cuenta de que nunca volvería a estar contento en esta tierra a menos que Bella Swan se convirtiera en una parte permanente de mi vida.

-MG-

Bella

.

Jueves 4 de mayo

No me molesto en lavarme la cara ni cepillarme los dientes cuando entro. Simplemente me quito la ropa, me acuesto en la cama y me duermo en minutos. Cuando me despierta la alarma a las siete, no sé dónde estoy porque había estado soñando que estaba en mi habitación en casa y esperaba escuchar ruidos del bosque, como pájaros y animales salvajes y el crujido de los pinos que rodean la casa. En cambio, puedo oír el tráfico en la calle y los portazos que resuenan en todo el edificio.

Cuando me siento en el borde de la cama es como si lo de anoche fuera un sueño. «Easy» ahora es «Edward» y es una especie de ser sobrenatural. No sólo eso, me admitió que no es el único; hay otros como él, incluyendo a quien puede predecir el futuro. Si estas revelaciones no fueran suficientes conmociones para toda la vida, encontraron un donante para Charlie, que en una escala del uno al diez para el valor de la conmoción es un once; incluso más que la confesión de Edward acerca de ser el modelo para la escultura del David de Michelangelo. Había sospechado que Easy/el encapuchado/Edward no era mundano de alguna manera, así que descubrir su extraño pasado probablemente fue un siete u ocho.

Luego llegó la noticia de Sue de que Jacob estaba muerto. Lo sentí por su familia y amigos, pero no podía llorarlo. Estaba fuera de control y yo habría estado en peligro todo el tiempo que no estuviera encarcelado en prisión o confinado en la Reserva. No estaba sorprendida ni enojada porque Edward lo hubiera matado, a pesar de que todavía necesitaba hacerle algunas preguntas, como por ejemplo, cómo llegó a estar en el lugar correcto en el momento correcto ayer y el sábado. Sin embargo, cuando llegó la ocasión, ayer éramos Jacob o yo, y Edward me había elegido.

Antes de levantarme, me debato si ir a trabajar o no. Tengo una buena excusa para quedarme en casa hoy, pero estaría cavilando sobre lo que estaba pasando en el hospital y también sobre si el alcalde había tomado la decisión correcta al advertir a la ciudad. Supongo que Charlie estaría yendo al quirófano a estas horas, así que no tenía sentido que llamara al hospital durante horas. Tenían mi número de celular como su familiar más cercano, así que, si había alguna buena o mala noticia, yo sería la primera en saberla. Decido ir porque lo que sucede en la oficina es tan importante como mi complicada vida.

Me ducho, pero no tengo ganas de comer Cinnamon Crunch esta mañana. Sólo tomo café y un banano. Me siento físicamente agotada, como si acabara de correr una maratón, y tengo la tentación de tomar un taxi para ir al trabajo, pero decido que caminar me vendría bien. Al menos es un día brillante y soleado, así que tal vez un poco de vitamina D en mis poros también me ayude a animarme.

No sé por qué no había anticipado esto, pero cuando salgo del edificio, Edward está ahí esperándome. Está apoyado contra mi poste de luz luciendo bastante apuesto. Por una vez, no lleva su habitual sudadera con capucha y pantalones deportivos. Esta vez lleva una camisa de manga larga de color azul oscuro y un elegante par de pantalones color piedra. Sin embargo, su rostro se ve diferente; su piel no es tan marmórea como anoche y me pregunto qué se habrá hecho para quitarle el brillo. Todavía no puedo olvidar lo guapo que es, pero lo que sí noto es que sus pupilas son mucho más oscuras que ayer, así que supongo que lleva lentes de contacto.

—Buenos días —dice mientras se aleja del poste de luz—. Pensé que te gustaría tener compañía en tu camino al trabajo. No te importa, ¿verdad?

—No —respondo con una gran sonrisa en mi rostro y puedo decir que me estoy sonrojando de nuevo—. ¿Cómo supiste que iría a trabajar? Estaba debatiéndome si tomarme el día libre o no.

—No lo sabía —responde—. Si no hubieras salido en los siguientes diez minutos, habría subido.

—¡Oh! —murmuro e inmediatamente me siento como un idiota por no pensar en eso—. Gracias, agradezco la compañía —digo mientras tomo la mano que me ofrece.

—¿Dormiste bien? — pregunta.

—Sorprendentemente, sí; Estaba agotada. ¿Y tú?

—Los de mi especie no necesitan dormir, Bella, pero descanso y medito por la noche. Es el momento de tranquilidad de mi familia.

—¿Tu familia? ¿Estás casado? —Me ahogo.

Edward se ríe y pone su brazo alrededor de mis hombros y me atrae hacia su costado y luego me besa en la parte superior de mi cabeza.

—No, no estoy casado. Vivo con otras personas; dos parejas y una chica soltera. Sin embargo, nos consideramos una familia y tenemos nuestros altibajos como la gente normal.

—Entonces, ¿han estado juntos durante quinientos años?

—No, sólo los últimos cien con dos de ellos; los otros tres se unieron a nosotros entre los años treinta y sesenta. La mayoría de las veces nos llevamos muy bien.

—Me gustaría conocerlos —digo—, especialmente con el que puede ver el futuro. ¿Cómo se llama?

—Es una ella y se llama Alice. También se muere por conocerte.

—¡¿De verdad?! —exclamo y luego agrego en voz baja—: Eso es bueno.

Reflexiono sobre qué preguntas hacer primero y me fijo en cómo llegó Edward a Forks el sábado.

—¿Cómo supiste que Jacob vendría por mí el fin de semana pasado? ¿Me seguiste hasta Forks?

—No exactamente —responde Edward—. Fue Alice otra vez; vio un reporte de noticias futuro que decía que habías sido atacada por un tipo llamado Jacob Black. Llegué a Forks el sábado por la mañana temprano y afortunadamente vi tu auto afuera de la tienda y luego te seguí.

—No vi tu auto siguiéndome —respondo—. Solo estábamos Jacob y yo en el camino. ¿Dónde estabas y cómo saliste del bosque tan rápido que no pude distinguir quién eras?

—Puedo correr muy rápido, Bella —responde, pero no estaba siendo jactancioso—. Estaba siguiendo tu auto cuando saliste de la tienda, así que cuando Black se acercó detrás de ti, me impulsé a través de la carretera y lo tiré al bosque. Ojalá hubiera acabado con él en ese mismo momento.

—¿Por qué no lo hiciste?— pregunto.

—No me propuse matarlo; sólo quería que supiera que estaba ahí cuidándote. Supuse que se echaría atrás.

—¿Quieres decir que él sabe, quiero decir, que sabía sobre gente como tú?

Edward asiente con la cabeza, luego deja de caminar y coloca sus manos en mis brazos. —Los Quileutes son nuestros enemigos naturales, Bella. A Jacob le habrían contado historias folklóricas sobre nosotros cuando era niño. Cuando lo ataqué pude ver en sus ojos que yo era la pesadilla de su infancia hecha realidad, pero lo perdoné para que pudiera volver con sus mayores y decirles que estábamos cerca y observándolos. Si les dijo o no, no lo sé, pero no volveré a acercarme a Forks porque no quiero comenzar una guerra.

—¡Jesús! —exclamo porque esto es otro nivel de rareza—. Entonces, quiero decir, ¿Jacob era un ser sobrenatural? Creció como unos diez centímetros desde la última vez que lo vi y, por lo que Charlie me dijo, últimamente se había vuelto muy agresivo.

—No era un ser sobrenatural el sábado pasado, pero podría haberlo sido ayer. Honestamente no lo sé.

—¿Qué era? —pregunto y luego me golpeó como un tren expreso. Siempre hubo historias en Forks sobre cómo las tribus nativas americanas se identificaban con los animales y la leyenda de los Quileute era que se convertían en lobos cuando el peligro estaba cerca. ¿Acaso se estaba convirtiendo en lobo?

Mi boca debe haberse abierto mientras estaba parada en la acera. Todo mi mundo estaba patas arriba, del revés, patas arriba, como quisieras describirlo. Si Jacob era un lobo, ¿qué era entonces Edward? Si fuera su enemigo natural, ¿en qué lo convertiría eso? ¿Un puma o un oso?

—Anoche te pregunté qué eras, Edward, pero el hospital llamó y nos interrumpió. Te dije que no huiría, ¿me lo dirás ahora?

—Te lo diré pronto, Bella. Lo prometo. Se necesitarán muchas explicaciones y no quiero que vayas a trabajar con esto en mente, además de la operación de tu padre y de convencer al alcalde de que evacue la ciudad. ¿Confías en mí?

Asiento con la cabeza porque esto tiene sentido. Me desplomé ayer porque sobrecargué mi cerebro con rarezas. No quería volver a hacer eso en una acera concurrida.

Nos lleva más de media hora llegar a la 5th Avenue, donde convenzo a Edward de que no vaya más lejos. No lo quiero cerca del edificio en caso de que Jay lo vea, aunque esta mañana no se parece al chico de la capucha. Antes de separarnos, Edward me toma en sus brazos y gira mi rostro hacia el suyo.

—Tienes mi número, llámame si hay algún problema ya sea en el trabajo o con tu papá. Puedo estar aquí al instante si me necesitas.

Se inclina y me besa apropiadamente en los labios y creo que mi corazón deja de latir durante al menos cinco segundos. Espero que su boca esté dura, pero es suave y cálida en comparación con el resto de él y aprovecho al máximo, devolviéndole el beso con tanta pasión como me atrevo en una calle llena de gente. Después de separarnos, me acaricia el cabello y me besa ligeramente en la frente, luego se da vuelta y regresa por donde vinimos, dejándome parada como si estuviera congelada en el lugar, mirándolo hasta que dobla la esquina y desaparece. Creo que me habría quedado allí toda la mañana hipnotizada por el recuerdo de su beso, pero mi nombre es gritado detrás de mí, lo que me saca de mi estupor.

—¡Bella! ¿Quién era ese chico de aspecto increíble? —Kirsty grita mientras corre hacia mí—. Eres un caballo oscuro (22). Nunca me dijiste que tenías novio.

—Es una larga historia —respondo y sé que me estoy sonrojando—. Lo conozco desde hace aproximadamente un año, supongo. Lo conocí en Florencia, pero no sabía que estaba en la ciudad hasta ayer. Fue una agradable sorpresa.

—¿Es italiano? —Kirsty grita emocionada.

—Sí, pero ya lleva un tiempo viviendo aquí. Mira, Kirsty, preferiría que no mencionaras lo que viste, si te parece bien. Están sucediendo muchas cosas en el trabajo en este momento, así que prefiero guardar mi vida privada para mí. ¿Bueno?

—Claro —responde ella—. Un amante italiano secreto, ¡qué romántico!

—Hmmm —murmuro mientras la agarro del brazo y la arrastro hacia Isengard.

Ya hay una taza de café esperándome cuando llego a la oficina, lo cual agradezco después de las revelaciones de la última media hora. También noto que el escritorio de Jay está impecablemente ordenado por una vez. No sólo está muy elegantemente vestido con traje y corbata y me pregunto si tendrá una cita después del trabajo, y luego me doy cuenta de que está anticipando tener que cumplir su amenaza de ir a la prensa sobre lo que sabemos, lo que significaría que será despedido de su empleo.

—¿Has oído algo? —pregunto y empiezo a sentirme mal otra vez.

—¡No! Sólo estoy esperando que suene el teléfono. Si no hemos tenido noticias del alcalde antes del mediodía, saldré de aquí e iré directamente al Seattle Times y luego al menos a una estación de televisión. ¿Vienes conmigo?

Sacudo la cabeza y luego le explico sobre Charlie. —Ayer habría dicho que sí sin dudarlo, pero mi papá está recibiendo un trasplante de hígado en este momento, así que no puedo garantizar en qué estado estaré más adelante. Quizás no sobreviva a la operación.

—¿Qué diablos estás haciendo aquí entonces? —Jay exclama en voz alta.

—Para distraerme de eso, Jay. No puedo simplemente sentarme en mi apartamento o en la sala de espera de un hospital esperando noticias. Preferiría estar aquí haciendo algo constructivo.

Jay se encoge de hombros y continúa vaciando su escritorio. Tomo un sorbo de mi café y miro por la ventana, imaginando cómo sería la vista después de que el terremoto y el tsunami destrozaran la ciudad.

Casi había terminado mi café cuando suena el teléfono de mi escritorio, lo que me hace saltar. Jay me mira y puedo ver que está en vilo mientras levanto el auricular.

—Hola —digo con cautela. Es Jan, la asistente personal del alcalde.

—El alcalde la quiere en su oficina a las diez en punto, señorita Swan. Por favor, traiga con usted al señor Whitlock.

—De acuerdo —respondo asertivamente—. Puede decirme…

Entonces la llamada se corta.

—Está bien —reflexiono mientras miro el receptor antes de volver a colocarlo en el soporte—. Hemos sido convocados, Jay.

—Me pregunto por qué te llamó a ti y no a mí —reflexiona en voz alta—. Tal vez me despida de todos modos, sea lo que sea que haya decidido hacer.

—No pienses así —respondo, pero estaba preocupada por él. Él necesitaba el trabajo más que yo ya que no tenía intención de quedarme en este lugar más tiempo del necesario. Incluso si el terremoto no hubiera ocurrido y milagrosamente todavía tuviera un trabajo que valiera la pena hacer el martes por la mañana, me iría tan pronto como las circunstancias lo permitieran.

-MG-

A las diez en punto estamos nuevamente en el piso del alcalde esperando que nos llamen. El alcalde obviamente ya tiene gente en su oficina, ya que podemos escuchar voces apagadas que vienen detrás de las pesadas puertas de madera. Definitivamente hay una discusión ya que de vez en cuando se alza una voz por encima de las demás, y no suena como la del alcalde. Después de unos diez minutos de espera, suena un timbre y Jan indica que podemos entrar.

Nos recibe la imagen de un alcalde de aspecto muy nervioso, una mujer de mediana edad y dos hombres trajeados cuyos rostros no delatan nada, además de Jim, que también parece agitado. No puedo decir en este momento cuáles de ellos, si es que hay alguno, están de nuestro lado. El alcalde señala con la mano a los tres desconocidos y habla primero.

—Estas personas son científicos, sismólogos, lo que sea, del PNSN. Los llamé ayer y les presenté su reclamo. Están aquí para interrogarlos. Tomen asiento —espeta.

—Prefiero quedarme de pie, gracias —responde Jay y yo asiento con la cabeza. Ninguno de nosotros quiere ocupar el sofá del subordinado que nos ofrecen.

»De todos modos, a menos que acepte tomar medidas sobre lo que le hemos presentado, no tiene sentido que nos quedemos aquí —Jay continúa—. Perderemos un tiempo precioso, ya que la ciudad y toda la zona marcada en el mapa deben ser evacuadas urgentemente —añade enérgicamente—. Le dije que iré a la prensa con esto.

—Whitlock… —escupe el alcalde, pero antes de decir más, la mujer habla.

—Señorita Swan —dice volviéndose hacia mí y sonriendo—. ¿Podría decirnos, con sus propias palabras, por qué cree que deberíamos prestar atención a la predicción de este artista?

—Por supuesto, es realmente bastante simple —respondo haciendo lo mejor que puedo para sonar asertiva, luego respiro profundamente sabiendo que esto es todo.

»El joven que pinta estos murales nos ha demostrado, sin lugar a dudas, que tiene la capacidad de predecir el futuro. No estoy segura de cómo lo hace, pero realmente no me importa y, francamente, ya no importa. Lo que sí me importa es esta ciudad y la gente que vive en ella y también la gente a lo largo de esta costa, y no creo que podamos darnos el lujo de ignorar lo que nos está diciendo ni el tiempo para posponer las cosas. Si él está equivocado y, por lo tanto, nosotros estamos equivocados, entonces lo único que haremos será hacer un simulacro para el próximo terremoto, o cuando el Rainier decida volver a explotar. Aparte de una perturbación masiva, ¿qué tenemos que perder?

Jay se sumerge entonces.

—El sismo del sábado pasado, señora, ¿eso salió de la falla de Cascadia?

—Sí, lo hizo —confirma—. Hemos estado monitoreando de cerca la Zona de Cascadia durante los últimos dieciocho meses, ya que el número de temblores menores en las placas ha aumentado sustancialmente, aunque la población general desconocería por completo el 99% de ellos. Sabemos por nuestro equipo sumergido que las placas están sometidas a una enorme tensión en este momento e incluso antes de que el alcalde nos llamara ayer, estábamos realmente preocupados de que nos dirigiéramos hacia un terremoto catastrófico. El temblor del fin de semana fue el más grande hasta ahora y esperábamos que esto se debiera a que todos los temblores menores se habían estado acumulando, pero nuestro equipo nos dice lo contrario. Por nuestras propias preocupaciones, opino que deberíamos evacuar urgentemente, por lo que las predicciones de su artista han llegado en un momento oportuno. Desafortunadamente, el alcalde aún no está convencido, a pesar de que las pruebas son abrumadoras.

—¿Qué más pruebas necesita? —suplico, dirigiendo mi pregunta al alcalde—. Esto es tremendamente serio. Miles de personas podrían morir; no solamente en la ciudad sino a lo largo de la costa hasta Vancouver y hacia Oregon.

Las cejas del alcalde se alzan hacia el cielo como si yo estuviera diciendo tonterías y puedo decir por su actitud que no me cree. Entonces no tengo más opción que ir directo a la yugular. Olvidarme del trabajo, esto necesitaba volverse personal.

»¿Se quedará en la ciudad el lunes, señor? ¿Y puede mirarme a los ojos y asegurarme que no le ha dicho a su esposa que haga las maletas y se vaya de Bainbridge Island?

El alcalde parece furioso por la acusación, pero lo tengo acorralado y él lo sabe.

»Bueno, ¿ella todavía está aquí? —pregunto de nuevo intencionadamente.

—De todos modos, pensaba ir a casa de su madre este fin de semana —farfulla el alcalde y se sonroja ligeramente.

—Maldito hipócrita —gruñe Jay—. Tampoco podría firmar el cheque de mi liquidación porque no estará presente el lunes.

El alcalde se levanta de su silla y señala con el dedo a Jay.

—No se atreva a hablarme así. No tengo ninguna intención de dejar esta ciudad. Estaré aquí, en esta oficina, a las 8 en punto del lunes por la noche, esperando a que no pase nada, así que será mejor que lo crea.

Empuja ruidosamente su silla hacia atrás, se acerca a la ventana y contempla la ciudad. Estoy conteniendo la respiración mientras él decide qué hacer; Sólo espero y rezo para que tome la decisión correcta.

»Bien, ya he tomado una decisión —dice con fuerza mientras se aleja de la ventana—. Y no voy a dejarme llevar por nada más que hechos comprobados. Por el momento descarto sus predicciones psíquicas, pero estoy dispuesto a escuchar a estos científicos. Esta noche saldré en la televisión para decir que la PNSN me ha informado que han recogido información inquietante de la zona de subducción de Cascadia de que un gran terremoto podría, pero sólo podría, estar a punto de afectar a la ciudad.

Respiro profundamente porque al menos esto es un comienzo, aunque sé que Jay no estará contento con simplemente una advertencia, pero el alcalde aún no ha terminado.

»Señorita Swan, usted dijo ayer que este psíquico predijo el ganador del Derby de Kentucky, ¿verdad?

—Sí —confirmo, preguntándome a dónde diablos va esto.

—¿Quién va a ganar?

—«Soñando siempre».

—Muy bien, si gana Soñando Siempre, entonces ordenaré una evacuación total del área que su artista ha pronosticado que será afectada, pero sólo porque la PNSN nos ha advertido de un posible tsunami. Eso es lo más lejos que estoy dispuesto a llegar. Corresponderá a los residentes prestar atención a la advertencia. Tendrán dos días para salir.

—¿Quiere decir que va a retrasar dos días la orden de evacuación y arriesgar la vida de miles de personas dependiendo de quién gana una jodida carrera de caballos? —grita Jay.

—¡Me están pidiendo que le crea a un maldito psíquico! —responde enojado—. Dígame algo, Whitlock, ¿quién es el sensato aquí, usted o yo? ¿El pellejo de quién va a estar en juego si esto es una falsa alarma? ¿El suyo o el mío? ¿Tiene alguna puta idea de cuánto le va a costar esto a la ciudad si no pasa nada, sin mencionar el trauma y el caos que se producirá cuando todas las personas intenten abandonar la ciudad a la vez? Esto no es Florida, Whitlock. No estamos preparados para evacuaciones. Vancouver tampoco. Va a ser una maldita pesadilla.

Jay se queda sin palabras por un momento mientras asimilamos la diatriba del alcalde. Sin embargo, el alcalde tenía toda la razón. Estaba a punto de tomar la palabra de un psíquico, hacer una declaración al público como un hecho científico de que definitivamente iba a ocurrir un terremoto en los próximos días, sabiendo que nadie podría ser tan preciso. También tendría que vendérselo a las autoridades de la ciudad y al resto del estado, a los políticos de Oregon y a los políticos de otro país, pero si se equivocaba, asumiría la culpa. Creía firmemente que el desastre iba a ocurrir y que el alcalde sería reivindicado, pero el alcalde tenía que confiar en todo.

Entonces el alcalde vuelve a centrar su atención en mí.

—¿Ha hablado con este psíquico, Bella? No me mienta.

Afortunadamente pude responder esta pregunta honestamente. —Le prometo, señor, que no he hablado con la persona que predijo el desastre. Se lo diría si lo hubiera hecho.

Él resopla y luego regresa a su silla para sentarse.

—Lárguense de aquí ahora mismo. Todos ustedes, excepto usted —gruñe enojado señalando a la científica—. Voy a llamar a las cadenas de televisión para que organicen esto, pero de ahora en adelante ustedes tres —señala con el dedo hacia mí, Jim y Jay—, será mejor que no digan una puta palabra a nadie sobre psíquicos, murales y artistas que pueden predecir el futuro. De ninguna manera quiero que me asocien con ese tipo de mierda mística si esto es una falsa alarma. Puedo imaginar las caricaturas y chistes que seguirían. Mi carrera terminaría en un instante y mi nombre sería el hazmerreír.

Sigo a Jay fuera de la habitación y espero el ascensor sin hablar. Jim se queda atrás hablando con los dos científicos varones y nos indica que no lo esperemos. Después de que las puertas del ascensor se cierran y estamos solos en la caja de metal, Jay exhala y se afloja la corbata mientras yo me limpio el sudor imaginario de la cara.

—Eso salió mejor de lo que pensaba —dice Jay con una sonrisa—. Aún no puedo creer que vaya a esperar hasta después del Derby de Kentucky. Será mejor que ese caballo gane o estamos jodidos.

Cuando dice esto, de repente se me ocurre que «Soñando Siempre» quizá no gane el derbi. Es posible que Alice haya predicho el nombre del caballo que elegiría en el sorteo, lo que significaría que el alcalde no haría el anuncio. Tengo que averiguarlo urgentemente. Cuando se abren las puertas del ascensor, pongo la excusa de que tengo que ir al baño y salgo disparada por el pasillo. Afortunadamente la habitación está vacía así que marqué el número de Edward en mi celular y esperé dos timbres.

—Hola, Bella…. ¿Estás bien?

—Sí, estoy bien. Necesito saber algo. ¿Quién ganará el Derby de Kentucky el sábado?

—Debes haberlo deducido del mural: Soñando Siempre.

Dejo escapar un suspiro de alivio que Edward escucha.

—¿Qué pasa?

—Eso es lo que pensé, pero ¿cómo sabían que yo sacaría ese caballo en el sorteo del trabajo?

Edward comienza a reír entonces y me pregunto por qué. —Bella, no soy mago y Alice no puede prever tantos detalles; nada de eso. Eso fue pura casualidad. A veces estas cosas suceden de verdad.

—No lo puedo creer —murmuro como si por una vez hubiera sacado el billete ganador, pero casi puedo garantizar que no podré cobrar el premio. Edward continúa.

—De todos modos, ¿has oído algo sobre tu papá y ya has hablado con el alcalde?

—No he llamado al hospital y sí, he hablado con el alcalde. Esta noche saldrá en la televisión para decir que los sismólogos del PNSN le advirtieron que podría ocurrir un terremoto importante. Pero no dirá nada sobre el tsunami hasta después del Derby de Kentucky.

—¡¿Qué?!

—Lo sé. Está tomando tu predicción del Derby de Alice como confirmación de que tienen razón. Les dirá a todos que evacuen inmediatamente después de la carrera.

—Pero eso solamente le daría a la gente dos días y unas pocas horas. ¡Eso es una locura!

—Estoy de acuerdo, pero espero que la mayoría de la gente preste atención a la primera advertencia y comiencen a irse mañana. Es viernes, por lo que la gente puede decidir irse por el fin de la semana laboral. Sólo estoy preocupada por papá en el hospital. Dudo que evacuen ante la primera advertencia.

—Probablemente tengas razón. He estado revisando el edificio. Está garantizado que es seguro hasta 8,5, por lo que debería poder resistir el terremoto, pero no está en un buen lugar para el tsunami. No sé en qué piso está la Unidad de Cuidados Intensivos.

—Lo descubriré esta noche si papá supera la operación. Iré allí después del trabajo.

—Te recogeré afuera, pero esta vez podría estar en un auto rojo.

—Gracias, Edward. Eres mi salvavidas en más de un sentido.

Se ríe y luego dice algo sorprendente. —Tú también eres mi salvavidas, Bella. Me has dado algo por qué vivir.

—¿Cómo es eso? —pregunto, siendo totalmente tonta.

—Tú, Bella. Eres mi razón de vivir. Eres mi vida ahora. Te veré a las cinco y media. —Y luego cuelga.

—¡Guau!

-MG-

(22) En el mundo del deporte se hace referencia al concepto de «Caballo Negro» cuando un equipo o atleta que no tenía muchas posibilidades de ganar termina venciendo a los favoritos.


Nota de la autora: Entonces Carlisle parece estar bien con la situación de Bella ahora, lo cual es un alivio, Charlie se someterá a la operación y el alcalde ha entrado en razón, lo cual es otro alivio, a pesar de que está esperando el resultado del Derby de Kentucky para ordenar a todos que se vayan. Es de esperar que los residentes presten atención al primer aviso y comiencen a salir de la ciudad de inmediato o el sábado por la noche será un caos.

Si Charlie puede recuperarse lo suficiente como para poder ser trasladado será el mayor dolor de cabeza de Bella ahora, y si todavía está demasiado enfermo para ser transferido a otro hospital, ¿crees que ella lo abandonará el lunes por la noche y se salvará ella misma?

En el próximo capítulo, el alcalde aparece en la televisión y Bella descubre mucho más sobre el pasado de Edward... ¡Ay!


Nota de la traductora: Y con esto terminamos la segunda semana de actualizaciones diarias de Mysterious Graffiti, y mis dos traducciones en proceso volverán a su programación habitual de actualizaciones de tres días a la semana alternándose entre ambas. Nos leemos el sábado 2 de noviembre con el capítulo 23.