Trozos de papel

Inuyasha

- Bien, llegamos. - pronuncié, observándo la entrada del edificio.

- Muchas gracias por traerme. - me sonrió. - Y te agradezco por dejarme quedar en tu casa anoche.

- No tienes que agradecerme, Kikyo.

- Te llamaré cuando... - hizo una pausa. - Cuando tenga cita con el doctor.

- De acuerdo. - asentí.

Se quedó observándome unos momentos y supe cuales eran sus intenciones, sin embargo me quedé en mi lugar, sin realizar ningún tipo de movimiento.

- Bien. - murmuró. Se acercó y besó mi mejilla, dejando su frente apoyada en ella durante unos segundos, los suficientes como para ponerme nervioso.

¿Por qué siento tanta culpa de no corresponder sus sentimientos?

- Adiós. - susurró y abrió la puerta.

- Adiós, Kikyo. - respondí, esquivando su mirada.

Maldición, tengo que encontrar la manera de abandonar este sentimiento negativo o de lo contrario será muy difícil que pueda llevar una vida normal como "familia".

Pensaba mientras retomaba el camino hacia las oficinas. Alrededor de veinte minutos después, descendí e ingresé. Saludé a los demás empleados y fijé mis ojos en la oficina final, en donde mi hermano me estaba esperando.

- Aquí estoy. - pronuncié al entrar. - ¿Qué sucede?

Sesshomaru, quien estaba sentado en el escritorio, tomó un pedazo de papel y lo lanzó en mi dirección. Arqueé mis cejas, lo tomé y me sorprendí con aquellas palabras.

Hijos, estoy bien. Vigilen de cerca ese proyecto.

- ¿No crees que es muy anticuado el mandar una carta? Si es que a esto se le puede llamar carta.

- Es la forma de no dejar rastros. - se puso de pie y me quitó el papel, disolviéndolo en su mano.

- ¿Quién la trajo?

- Myoga.

Bueno, supongo que debo permanecer tranquilo entonces.

- ¿Qué piensas? - me senté frente a su escritorio.

- ¿A que te refieres? - nuestras miradas se encontraron.

- Hay demasiadas cosas extrañas en torno a todo. - suspiré. - Si hubieras estado en la fiesta, lo comprenderías.

- Habla. - respondió tajante, como siempre.

Procedí a relatarle todo lo sucedido en aquel evento, desde mi encuentro con Kahori, hasta la tensa charla que mantuve con Magatsuhi, no sin antes informarle sobre lo que Miroku me había revelado.

- Este proyecto fue una trampa desde el inicio. - hice una pausa. - ¿Crees que nuestro padre ya sabía?

- ¿Qué es lo que te hace dudar?

- ¿Qué?

- Es demasiado obvio que él ya estaba enterado de esto... - rodeó al escritorio y se sentó. - O al menos tenía sospechas.

Un pequeño silencio se instaló entre nosotros mientras mi mente procesaba todo lo sucedido pero con una especia de presión menos, ya que él se encontraba bien.

- Entonces, ¿Cuál es el siguiente paso?

- ¿Acaso no leíste la nota? - fruncí el entrecejo ante su respuesta. - Debemos continuar, mañana iremos a las oficinas de esas mujeres y fingiremos que todo está normal.

- ¿Eres sordo o que? Te acabo de decir que Saoto ya sabe toda la verdad.

- Sólo sabe una parte. - nuestros ojos volvieron a encontrarse. - Cuando sepa toda la historia, deberemos tomar otras medidas.

- Lo que tú digas. - me puse de pie.

- ¿A donde vas?

Maldición, siempre un paso adelante.

- ¿Y eso debería ser de tu incumbencia porque...?

- Porque yo no pienso trabajar por los dos.

- Sólo me ausentaré un par de horas.

- Será descontado de tu salario.

- ¡Oye, pedazo de...!

- O puedes quedarte y hacer tu maldito trabajo.

Entrecerré mis ojos al mismo tiempo en que apretaba la manija de la puerta.

- Volveré en un par de horas.

- Al parecer es un asunto importante.

Mucho más de lo que crees.

Sin responder, salí de la oficina.

Kagome

El ascensor se abrió y caminé en dirección de mi oficina, sin embargo me detuve al escuchar la voz de Sango.

- ¿Cómo puedo asegurarme de que no estas mintiendo?

¿Mintiendo? ¿Qué sucede?

- ¿Realmente me crees capaz? - Rin respondió.

¿He? ¿Están peleando? ¿De que me perdí?

El silencio de Sango me incomodó, por lo que decidí intervenir.

- Chicas. - pronuncié y ambas me miraron. Inmediatamente noté que poseían sus ojos llenos de lágrimas. - ¿Qué sucede?

- No es nada. - Sango respondió, desviando su mirada. - Lo mejor será ya no hablar más del tema. - sus ojos se enfocaron en Rin durante unos segundos. - Disculpen, ya regreso. - y comenzó a caminar en dirección del baño.

Rin emitió un pequeño suspiro y me fue inevitable no acercarme y abrazarla.

- ¿Estas bien? - pregunté mientras ella correspondía mi abrazo.

- Si... no es nada, no te preocupes. - por más que se esforzó, el tono de su voz me hizo saber que en realidad se sentía mal.

- ¿Estaban discutiendo?

- No, bueno... no tanto.

- Rin. - pase la mano por su mejilla, secando la primera lagrima que descendió por su mejilla. - Tranquila, sabes que cuentas conmigo.

- Lo se. - me sonrió. - Gracias.

- Creo que lo mejor sería que regresáramos al trabajo. - ambas miramos a Sango, quien era evidente que había estado llorando, sin embargo su expresión era seria. - Mañana regresaran los Taisho y lo mejor es que avancemos con los demás proyectos.

- De acuerdo. - respondí. - ¿Necesitan algo? - ambas negaron con la cabeza. - Por favor, si puedo ayudarlas en algo estaré en la oficina.

- Gracias Kag. - Rin nos dedicó una nueva sonrisa triste antes de voltear e ingresar a su oficina.

- Sango. - me paré frente a su escritorio. - ¿Qué sucedió? - sabía que tenía más chances de que ella me comentara lo sucedido, después de todo era menos sensible que Rin, o eso mostraba.

- ¿Realmente te interesa?

- ¡Sango! - me crucé de brazos. - Te recuerdo que no es conmigo el problema.

- Lo siento. - apoyó sus dedos sobre sus cienes mientras cerrabas sus ojos. - No tienes idea con cuantas cosas estoy lidiando internamente.

- ¿Acaso no soy tu amiga? - relajé mi expresión. - Sabes que puedes decirme lo que sucede. - permaneció en silencio durante unos segundos, algo que me preocupó aún más. - Sango...

En ese instante, el sonido de su celular los interrumpió. Lo tomó y realizó una mueca al ver su pantalla.

- Lo siento. - se puso de pie. - ¿Hola? - y nuevamente regresó al baño.

Esta vez fui yo quien suspiró y se dirigió a su oficina, en donde cerré y me quedé apoyada en la puerta unos momentos.

- Que manera de comenzar la semana. - murmuré. - ¿En que momento mi vida se convirtió en un caos?

Bueno, mejor dicho: ¿Cuándo fue la última vez que estuve en completa paz?

Meneé mi cabeza, tratando de concentrarme en otras cosas, sin embargo el artículo que había estado leyendo antes de que Koga se despertara, regresó a mi mente. Tomé mi celular y me debatía internamente en si continuar o no.

- ¿A quien engaño? La curiosidad es mucho más fuerte.

Desbloqueé la pantalla e ingresé al navegador. Caminé al escritorio, me senté y enfoqué mis ojos en el.

Se decía que, en aquella época, si una mujer concebía a un hanyo, debía tomar medidas extremas que se volverían de vital importancia tanto para la vida del bebé como para la de ella misma. Una de estas medidas era estar bajo una estricta vigilancia, ya que las cosas podían complicarse en cualquier momento y la mujer podía requerir algún tipo de intervención con urgencia, de lo contrario, su muerte sería inminente.

- Esto se oye como un embarazo de alto riesgo. - murmuré, sintiéndome mal por Kikyo.

Un bebé hanyo podía consumir todos los nutrientes y energías de su madre debido a su naturaleza superior, por lo que una buena alimentación era fundamental para sobrellevar aquel embarazo.

El momento del parto era, tal vez, el acontecimiento más riesgoso para la mujer humana, ya que no sólo debía soportar el dolor (el cual era ampliamente mayor al de un embarazo normal) si no que si su capacidad corporal se encontraba débil o se debilitaba con rapidez, el desenlace fatal iba a ser inevitable.

¿Una mujer embarazada podía convertirse en una yokai estando embarazada? No, cualquier intento de conversión podía no funcionar, en el mejor de los casos, o simplemente finalizar con las vidas de ambos (madre e hijo) ya que su cuerpo no estaría apto para soportar los cambios que recibiría.

- Kikyo. - murmuré, quedando bastante impactada ante esa información. - Espero que puedas cuidarte...

Si, aunque no me agradara la idea de que ambos fueran a tener un hijo, la realidad era que no le deseaba el mal a ninguno, mucho menos al bebé, quien no tenía la culpa de nada.

Dejé mi móvil sobre el escritorio y mis ojos se fijaron en la nada misma. No podía dejar de preguntarme si Inuyasha estaba al tanto de todo esto, pero por otro lado me parecía completamente ilógico que no lo estuviera, es decir, él era un yokai y había vivido demasiados años más que yo, sería completamente imposible que no lo supiera.

- Aún así me preocupa. - susurré. - Inuyasha...

Cerré mis ojos, tratando de alejar la angustia que invadía mi pecho y, al abrirlos, decidí que lo mejor era enfocarme en mi trabajo, por lo que me puse de pie y me dirigí a mi archivero en donde tomé la carpeta de mis proyectos, dejando que mi mente se interiorizara en ellos y alejara aquellos hermosos ojos dorados que me eran imposibles de olvidar.

Inuyasha

- Lamento la tardanza, pero tenía asuntos que resolver primero. - pronuncié, ingresando a las oficinas de Miroku.

- ¿Algo más importante que la mujer que amas? - respondió, sorprendido. - No me digas que la señorita Kikyo es más importante para ti que Kahori.

- No estoy para tus juegos. - entrecerré mis ojos. - Dime, ¿Qué es lo que sabes?

- ¿Recuerdas que te dije que la mujer que me había contactado se llamaba Urasue?

- Ya se quién es.

- ¿Qué? - la sonrisa se borró de su rostro.

- Yo conocí a esa mujer...

Inicio del flashback.

- ¿A donde vamos? - pregunté, mirando en todas direcciones. - Ya estamos bastante lejos de la aldea.

- ¿Qué sucede? - me miró por sobre su hombro, sonriendo. - ¿Acaso el gran Inuyasha Taisho tiene miedo?

- Keh, ¿te crees graciosa? - entrecerré mis ojos.

- No, pero puedes estar tranquilo, ya estamos llegando. - volvió su vista al frente y frente a nosotros se elevó una especie de montaña. - Es aquí. - se detuvo.-

- ¿Y estamos aquí porque...?

Sin responderme, cerró sus ojos y unió las palmas de sus manos. Rápidamente una pequeña energía la envolvió y, al abrir su mirada, emitió una pequeña sonrisa.

- Ahí viene.

No comprendía absolutamente nada de lo que estaba sucediendo, sin embargo mis dudas se aclararon cuando una parte de la montaña desapareció y, de su interior, una anciana emergió.

- Inuyasha, te presento a Urasue, una bruja blanca.

Fin del flashback.

- ¿Y por qué no me dijiste eso anoche? - preguntó Miroku, arqueando sus cejas.

- Porque Kikyo llegó, además estaba demasiado alterado por lo que acababas de decirme.

- ¿Qué relación tenía Kahori con Urasue exactamente?

- Bueno... ella decía que la quería como a una madre. - suspiré, recordando el brillo el brillo en sus ojos grises cuando me hablaba de esa mujer. - Urasue fue quién se encargó de cuidarla y acompañarla cuando sus padres murieron.

- Entiendo. - colocó su mano en su barbilla. - Y me dices que era una bruja blanca...

- Si, ese era el motivo por el que vivía en el interior de esa cueva rodeada por una barrera, ya sabes...

- Si, las brujas blancas y las malignas estaban en guerra constante.

- Entonces, ¿tienes idea de donde puedo encontrarla?

- De hecho. - sonrió. - Para eso fue que te dije que vinieras. - corrió unos documentos de su escritorio y me extendió un tozo de papel.

Porque al parecer el papel sigue siendo el método más "seguro" para transmitir información importante.

- Allí podrás encontrarla. - se reclinó en su silla. - Sólo quiero que, luego de que hables con ella, me cuentes todo.

- Lo haré. - respondí sin apartar mis ojos de aquel papel. - Hablaremos por la noche. - me puse de pie y salí.

Encendí el auto y emprendí mi viaje, siguiendo la dirección en el GPS. Supe desde el comienzo que estaba yendo a una zona prácticamente aledaña a la ciudad, de esas en las que el ruido es casi inexistente y la tranquilidad su mayor cualidad. Luego de alrededor de una hora de viaje, llegué a mi destino.

La casa, para mi sorpresa, era bastante sencilla pero parecía acogedora. Caminé hacía la puerta, observando las pequeñas flores que adornaban el camino de cemento que me guiaba hacia la entrada. Toqué el timbre y regresé sobre mis pasos, sintiendo como el corazón parecía querer salirse de mi pecho. Volteé ante el ruido de la puerta abriéndose y me encontré con el rostro que esperaba encontrar.

- Inuyasha. - me sonrió. - Al fin viniste.

- Buenos días, Urasue. - respondí, devolviéndole la sonrisa.

Extra.

Sango.

- Bueno... él y yo tuvimos sexo hace un tiempo.

Me quedé completamente perpleja ante lo que acababa de decirme. Mil cosas pasaron por mi mente y el enojó escaló rápidamente, sin embargo logré controlarme bastante bien.

- ¿Eso fue antes o...?

- Fue antes de que Kohaku y yo comenzáramos nuestra relación.

No podía negarlo, aquello si me trajo cierto alivio, pero no podía decir que la preocupación había desaparecido por completo porque estaría mintiendo.

- Rin, ¿a ti te gusta Sesshomaru? ¿Aún te sientes atraída por él? - su silencio me dio la respuesta que no quería. - Entonces, ¿Qué haces con Kohaku?

- Yo quiero mucho a Kohaku...

- Pero... Pero es obvio que algo traes con ese Taisho.

Cuida tus palabras, Sango, o esto se irá por la borda.

- No traigo nada con él, Sango. - suspiró. - Sólo fue algo de una noche, yo... estoy muy bien con tu hermano.

- ¿Cómo puedo asegurarme de que no estas mintiendo? - para esa altura mis ojos estaban llenos de lágrimas y los de ella también.

- ¿Realmente me crees capaz?

Me quedé callada y, antes de que pudiese decir algo más, Kagome apareció.

- Chicas, ¿Qué sucede? - al parecer nos había estado escuchando, sin embargo no tenía idea de cuanto logró saber.

- No es nada. - traté de mantener la compostura. - Lo mejor será ya no hablar más del tema. - mis ojos se enfocaron en Rin durante unos segundos. - Disculpen, ya regreso. - comencé a caminar en dirección al baño a causa de que ya no podía soportar más la situación, si me quedaba más tiempo, iba a explotar.

Ingresé y cerré la puerta con el seguro. Estaba completamente desbordada por todo y, a la vez, por la imposibilidad de solucionar algo. A lo de Rin debía sumarle todo lo que había descubierto durante la fiesta y que ahora vivía en mi pecho como un Secreto que debía mantener como tal hasta tener la historia completa.

Me quedé allí unos minutos, dejando salir aquella lágrimas rebeldes que no iban a dejarme en paz hasta que estuviesen fuera. Sequé mis ojos, reacomodé mi maquillaje lo mejor que pude y regresé.

- Creo que lo mejor sería que regresáramos al trabajo. - pronuncié, dirigiéndome a mi escritorio. - Mañana regresaran los Taisho y lo mejor es que avancemos con los demás proyectos.

- De acuerdo. - respondió Kagome. - ¿Necesitan algo? - ambas negamos. - Por favor, si puedo ayudarlas en algo estaré en la oficina.

- Gracias Kag. - respondió Rin e ingresó a su oficina.

- Sango, ¿Qué sucedió?

- ¿Realmente te interesa? - definitivamente debía calmarme.

- ¡Sango! Te recuerdo que no es conmigo el problema.

- Lo siento. No tienes idea con cuantas cosas estoy lidiando internamente.

- ¿Acaso no soy tu amiga? Sabes que puedes decirme lo que sucede. - permanecí en silencio, ya que verdaderamente no encontraba la manera de decirle las cosas. - Sango...

En ese momento, mi celular sonó y me sorprendí ligeramente al ver el nombre de mi amiga en la pantalla

Ayame.

- Lo siento. - me puse de pie sin decir más. - ¿Hola? - me alejé de allí e ingresé al baño, tratando de encontrar la mayor privacidad posible.

Ayame

Mi corazón latía sin parar mientras observaba a mi padre ir de un lado al otro de la oficina.

- Ya te dije que lo siento.

- Lo se, lo se, no es necesario que lo repitas. - suspiró. - Necesito encontrar la forma en la que Magatsuhi no descubra lo sucedido.

- ¿Crees que terminará dañando a mamá?

Nuestros ojos se encontraron y el brillo en sus ojos me dio la respuesta que materializó en palabras.

- ¿Tienes alguna duda, hija? - inevitablemente mis ojos se llenaron de lágrimas y desvié la mirada, sintiéndome fatal por el problema que había causado al sucumbir al pánico en la fiesta. - No llores, nada solucionaremos con eso. - nos mantuvimos en silencio durante unos minutos hasta que él retomó la palabra. - ¿Hay manera de que puedas encontrarte con esa chica en algún lugar que esté fuera del radar de Magatsuhi?

- ¿He? - me quedé en silencio un momento, tratando de procesar la pregunta. - Bueno... no lo sé, él parece estar presente en todos lados, pero...

Rápidamente tomé mi teléfono, busqué sus redes y le envié un mensaje, ya que recordé que no tenía su número entre mis contactos.

Buenos días, Koga, por favor necesito tu ayuda con urgencia.

Koga se había mostrado muy amable al llevarme hasta mi casa y, aunque no quería molestarlo, la realidad es que no se me ocurría nadie más a quien recurrir.

Al menos no había nadie más que no estuviese bajo la lupa de ese demente.

- Lo siento, papá, pero tengo que hacer una llamada. - me puse de pie y salí de la oficina directo al baño, en donde me encerré.

Marqué su número y esperé a que respondiera.

- ¿Hola?

- Sango, ¿puedes hablar?

Permaneció en silencio hasta que logré escuchar una puerta cerrarse detrás de si.

- Más te vale que me digas todo lo que está sucediendo de una maldita vez. - su voz se oía como un susurro.

- Si... si, lo haré sólo que no puedo decirte nada por aquí. - respondí en el mismo tono y, justo en ese instante me percaté de que tendría que explicarle el porque Koga me estaba ayudando. Claro, en caso de que aceptara hacerlo. - Estoy... estoy esperando la respuesta de alguien.

- ¿Alguien? ¡¿Podrías dejar los misterios por un momento?!

- Lo siento, Sango, pero te prometo que en cuanto pueda te llamaré. - no esperé respuestas, simplemente corté, pidiéndole perdón internamente por dejarla de esa manera.

Por suerte, para cuando finalicé la llamada, Koga ya me había respondido.

¿Qué sucede?

Le envié mi número y esperé a que me llamara.

- ¡Koga! - respondí sin dejar que el teléfono sonara más de una vez. - Muchas gracias, de verdad.

- ¿Puedes decirme lo que sucede?

- Quizás esto suene demasiado impertinente, pero... ¿podrías pasar por mi?

- ¿Acaso me viste cara de chofer, niña? - por alguna razón su respuesta me hizo sonreír en lugar de molestarme. - Además, sabes que no tengo auto.

- Entonces, ¿puedo ir a tu casa? Si, lo se, suena demasiado extraño pero verdaderamene necesito un lugar en el que nadie me pueda encontrar.

- Ayame, verdaderamente me preocupas. - hizo una pausa. - Esta bien, puedes venir pero con la condición de que me cuentes todo lo que está sucediendo.

- Claro, lo haré, gracias.

Luego de que me diera su dirección y cortara su llamada, le envié un mensaje a Sango.

Te espero aquí en una hora. Prometo que hoy sabrás toda la verdad.