Capítulo 31
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El recorrido de vuelta a la choza había sido más largo de lo que recordaba y demasiado aburrido.
Si bien, su vida como ciudadana de Konoha y miembro de Clan Hyūga no había sido olvidada, tener que actuar como Kaede y concentrarse en la misión había logrado relegar sus problemas personales a un segundo plano. Observó en silencio el firmamento nocturno, aquella ciudad había cambiado bastante en los últimos años, y aunque el terreno que caminaba en esos momentos, resonaba con sus recuerdos, había muchas cosas que eran nuevas para ella.
Pronto se encontró de vuelta en la pequeña aldea en la que se encontraban habitando por el momento, el lugar lucía bastante pintoresco, aún en la oscuridad de la noche y, por un momento, se permitió apreciar aquel lugar por lo que era realmente. Una pequeña sonrisa se coló por sus labios, estaba consciente de que era vigilada, lo había detectado una hora antes de llegar ahí, pero no se atrevió a activar el Byakugan, por miedo a delatarse si solo se trataba de un malentendido.
Caminó a paso tranquilo, como venía recorriendo desde la capital, la luz de la luna era suficiente para que cualquiera pudiera caminar sin problemas en las áreas donde no había demasiada vegetación. Buscó en sus bolsillos, fingiéndose distraída en ello, consciente de que ahora eran dos presencias las que la acechaban; apretó un poco los labios y maldijo internamente, podía defenderse de Hanabi y Neji en los entrenamientos, pero siempre existía esa inseguridad de no estar luchando contra el verdadero potencial de quienes la entrenaban.
Sacó las llaves de su bolsillo, dejándolas que tintinearan, y siguió en la dirección a la choza, buscando rutas alternas de escape. Conocía el terreno lo suficiente, pero desgraciadamente las dos presencias se encontraban en puntos estratégicos que no le permitirían avanzar sin encontrarse con ambos. Mantuvo su respiración tranquila, aunque contra su corazón no pudo hacer demasiado, y solo le tocó rogar que aquello se tratara de una simple vigilancia o una amenaza y en el caso de que fuera un atentado, esperaba que ninguno de sus vigilantes fuera de tipo sensorial.
¿Será la misma persona que encontré en Konoha?, se preguntó, temerosa de pronto.
Se detuvo ante la puerta de la choza y sintió los cambios en el viento que le anunciaron la presencia que ahora se encontraba a sus espaldas; optó por la inactividad, aquello podría tratarse de un ataque sobre Kaede. Sintió el filo del kunai sobre la piel de su cuello y tragó saliva con dificultad, intentó mirar hacia atrás, pero el filó ejerció un poco más de presión, indicándole que no debía moverse.
—¿Quién…? —tartamudeó.
—Shh… o te quedas sin cabeza.
No reconocía aquella voz, tampoco reconocía el chakra.
—Vas a venir conmigo, sin oponer resistencia, ¿entendido?
Hizo una ligera pausa, que pareció molestar a aquella persona.
—¿Entendido?
—¡Hai!
—Suelta esas llaves y recarga las manos en la puerta, a la altura de tu cabeza.
Obedeció. Su mente pensaba en una manera de poder obtener más información de aquella persona; sabía, por su aroma y la sensación de su chakra, que no se trataba de aquel hombre extraño que había puesto a Konoha de cabeza… tampoco se trataba del mercader, ni del resto de personas que habían conocido en esos días de misión.
Sopesó sus opciones, la otra presencia se encontraba relativamente cerca… podría intentar neutralizar a quien tenía a su espalda, pero desconocía por completo a qué se enfrentaba. Sintió la venda que le colocaron sobre los ojos, pero aquello no la desesperó, la venda era gruesa, así que podría activar el Byakugan y pasar desapercibida, más allá de la alteración en su chakra. Decidió hacerles creer que tenían ventaja sobre ella, primero debía averiguar a quién se enfrentaba y después actuaría acorde a ello.
—¿Quién es usted? —murmuró.
—Cállate —espetó el desconocido.
Sintió las manos calientes sobre sus muñecas y luego la sensación de la soga; se dejó hacer, la obligaron a girar lo suficiente para quedar de frente a aquella persona y sintió como sus manos eran atadas. Luego las manos se posaron sobre sus hombros y la giraron en dirección contraria a la que la había traído de la aldea de la niebla, un empujón bastó para indicarle que debía empezar a caminar.
—Solo por si las dudas.
Reaccionó a tiempo y se movió lo suficiente para evitar que el kunai que le habían clavado en el costado le perforara el pulmón, pero por el extraño cólico que sintió en su costado derecho, dudaba haber podido salvar a su hígado de ser herido. El aliento la abandonó por unos momentos, había dejado atrás la consciencia del dolor que dejaba una puñalada, un sinfín de recuerdos se agolparon en su mente y la marearon, lo suficiente para hacerla tambalearse y trastabillar.
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Luego del largo camino en tren, no había tenido tiempo de desperezarse, ni de descansar, ni de disfrutar un poco del clima de Konoha; había sido dirigida de inmediato ante Kakashi, donde se le explicó con lujo de detalle lo que podía y no podía hacer. Establecer contacto con Uchiha Sasuke estaba fuera de los límites y no había podido evitar contener la risa sarcástica que la aquejó cuando escuchó aquello. Estuvo encerrada en la torre Hokage el tiempo suficiente para arrepentirse de haber accedido, pero ya era demasiado tarde para echarse para atrás; recibió la seña de Toneri, la alerta de que quizá no se tratara de la misma persona, y cargaba con una copia del dibujo que Hinata había hecho.
Memorizó todos los detalles con facilidad, a pesar de llevar tantos años fuera del juego, aquel mequetrefe no la haría caer en sus juegos como había hecho caer a Konoha.
Cuando salió de aquel rápido curso de introducción ya pasaba de la media noche, no le quedó tiempo para hablar en privado con Ino, ni con Kiba, imaginaba que aquello era una estrategia del consejo de la aldea, pero poco le importó. Observó a los dos muchachos que la escoltaban al punto de encuentro en esos momentos, imaginaba que no pasaban del rango de chūnin y tampoco parecían haberlo llevado demasiado tiempo, pero se esforzaban por mostrar autoridad.
—¿Y por qué me llevan a las afueras de la aldea?
—Así lo indica el plan.
Enarcó las cejas ante la falta de detalle y miró alrededor, observando el verdor que había ahí. Al menos el cambio era bueno; el viento nocturno era fresco aún, lo suficiente para poder andar cómodamente, y soplaba con una suavidad tranquilizante, que hacía susurrar a los árboles y los bosques que había en aquella enorme aldea, arrullando a la ciudad. Respiraba con gusto el aire fresco y limpio, que no olía a arcilla en cualquier punto del proceso creativo.
No tardaron mucho en llegar a las afueras de la aldea, ahí se encontraron con una pareja de shinobi, que Karin reconoció. Shikamaru fumaba un cigarrillo y observaba lo poco que se colaba del cielo entre los árboles y Temari les miraba fijamente, expectante.
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Karin, sin perder el tiempo.
—Aquí es donde comenzarás a trabajar —indicó Shikamaru.
—Eso no responde mi pregunta. ¿No sería mejor que me permitieran utilizar alguno de los aparatos que tiene Ino?
Temari desvió la mirada del entorno y la posó sobre Karin, no estaba fastidiada, pero tampoco estaba contenta con esa actitud.
—No eres un ninja asociado a Konoha, lo mejor será que mantengas un perfil bajo.
—Por eso estás aquí —murmuró, mirando alrededor.
Shikamaru hizo un gesto de cansancio y Temari no pudo evitar una sonrisa burlona, ni darle un ligero golpecillo en el brazo al muchacho.
—Descuida, solo estará aquí en esta ocasión, trabajarás conmigo.
Asintió con movimientos cortos y les dio la espalda, observando el bosque oscuro, la luz que se colaba entre las hojas no era suficiente y apenas podía divisar las formas de los árboles que se encontraban cerca a ellos, más allá solo había una oscuridad azul.
—Estarás trabajando con equipo de apoyo, pero por el día de hoy nos gustaría saber cuál es tu rango de alcance.
Lo miró apenas un momento, no la sorprendía que la pusieran a prueba. —Soy muy buena en lo que hago.
Y no era mentira, había perfeccionado su técnica todos los años que estuvo encerrada en prisión. No esperó que hubiera una respuesta a sus alardes, caminó hacia un árbol y se sentó a su abrigo. Rápidamente, comenzaron a surgir en su ojo mental un sinfín de llamitas azules que se expandían en su horizonte interno; las fue recorriendo una a una, conociendo a cada uno de los habitantes de la Konoha, familiarizándose con la esencia del chakra de cada persona.
Mientras que los dos shinobi que habían servido de escolta observaban con atención a Karin, Temari observaba los alrededores aburrida, pero alerta; Shikamaru terminaba de fumar su cigarrillo en silencio, esperando que la pelirroja terminara de llevar su rastreo y le diera el resultado que todos estaban esperando: "No encontré lo que buscan". Se frotó la nuca unos momentos y miró a Temari, luego a los muchachos.
—Shikamaru —susurró Temari, llevando una mano a su abanico.
Desvió la mirada hacia Karin y dio un salto a un lado, evitando la cadena de chakra que había salido disparada del cuerpo de la pelirroja hacia ellos. Miró a Temari, que ya se dirigía al ataque, con su abanico plegado y listo para asestarle un buen golpe a la pelirroja; su voz resonó con autoridad, deteniendo el intento de Temari al tiempo que un crujido se dejaba escuchar en la lejanía.
Todo había sucedido en un espacio de tiempo tan corto, que Temari no había se había dado el tiempo de confirmar la trayectoria de aquella cadena y se había lanzado a la acción. Observó la segunda cadena que había salido disparada del cuerpo de la muchacha, notando entonces que ninguna de ellas llevaba la trayectoria que ella había imaginado.
Observaron la oscuridad, que envolvía las cadenas.
—¿Qué fue eso? —preguntó Shikamaru, encendiendo una lámpara que le permitió desplegar una sombra.
—Sonó como las marionetas... —comenzó a decir Temari, un tanto dubitativa.
—Son marionetas, pude ver los canales de chakra en ellas, pero no alcancé a localizar la fuente.
Las cadenas no habían tardado en retractarse y las marionetas fueron arrastradas hacia el interior de aquel haz de luz que Shikamaru había creado con su lámpara. Las observaron en completo silencio, apenas unos segundos.
—Pertenecen a la misma persona —concluyó Karin, al ver que las marionetas eran idénticas.
—Sí —secundó Karin.
—¿Dónde está? —preguntó Temari, observando hacia arriba.
—En terreno alto, más allá de los árboles y fuera de Konoha, quizá en las montañas.
—No puede ser posible, es demasiada la distancia de aquí a las montañas, debe estar manipulando la forma de los hilos.
—En el bosque no está —aseguró Karin.
Shikamaru chasqueó la lengua, claramente aquello no lo había esperado, pero seguir encontrando cabos sueltos tampoco estaba dentro de sus planes.
—¿Corremos alguna clase de peligro? —Tanteó Shikamaru.
—No —aseguró Karin.
—Dudo que el titiritero nos deje saber dónde está su escondite y claramente está fuera de tu alcance —secundó Temari.
Karin asintió, un poco ofendida, no por las palabras de Karin, pero por haber subestimado al enemigo y por saber que todos esos años de entrenamiento y perfeccionamiento de nada habían servido en esa situación.
—Bien —declaró Shikamaru —, diríjanse a la zona de colisión y acordónenla, luego disparen una bengala blanca, para que la policía les brinde apoyo y comience con la investigación.
Los muchachos dejaron salir un "Hai" al unísono y desaparecieron de ahí. Shikamaru miró a Karin, frustrado.
—Parece que esperaban tu ataque sorpresa —declaró, notando como se contraían los labios del muchacho. —¿Qué haremos ahora?
La mirada de las dos muchachas se posó sobre él.
—Esperar que podamos obtener información de estas marionetas. ¿Kankuro está de misión?
Temari negó. —No que yo sepa.
Karin observó el bosque, ahora con recelo. Ino había tardado dos días en convencerla de unirse a aquella causa, no podía negar que le intrigaba aquella situación, pero seguía teniendo sus dudas de la gravedad del asunto… hasta unas horas antes, había pensado que aquella era en realidad una treta para mantenerla encerrada más tiempo. Ahora en lugar de que el viento soplara con tranquilidad, lo hacía con sigilo; enarcó ligeramente la mirada, luchando contra el escalofrío que le recorrió la espalda.
—Yo no debería estar aquí —pronunció, sin emitir ningún sonido. Miró a Shikamaru, sintiéndose recelosa y molesta de pronto. —Esto es peor de lo que ustedes dijeron.
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El kunai seguía clavado en su herida, con cada paso que daba sentía cómo se movía dentro de ella, rasgando tejido, pero no se atrevía a arrancarlo o se desangraría. En esos momentos necesitaba mantener su consciencia lo más entera posible, el dolor ya estaba mermando un poco su habilidad para ubicarse y lo último que necesitaba era un mapa mental falso.
Inspiró profundo y fingiendo un poco de dolor, aquellas personas no habían dicho mucho, pero ahora sabía que quien la había atado y custodiaba en esos momentos, era el más débil de esos dos. Seguía sin saber quiénes eran, pero ahora ya sabía que el objetivo era alejarla del país del agua, aunque desconocía el destino aún; por más que preguntaba no obtenía respuestas.
Gimoteó de dolor de nuevo y se llevó las manos al herida, confirmando que la sangre seguía empapando y húmeda, confirmó que el doblez que se había empecinado en crear goteaba, así que su plan de dejar un rastro de sangre estaba funcionando.
—No me siento bien —dijo, al cabo de dos horas.
El dolor estaba robándole el aliento, la fiebre la había golpeado en algún momento y la estaba debilitando bastante. Sudaba y temblaba, la herida no habría representado tanto problema si hubiera podido tratarla de inmediato, pero no le daban tregua. No se había atrevido a activar su Byakugan por temor a descubrirse y verse aún en mayor peligro que antes, y ahora no creía tener la energía para activarlo, tampoco tenía ya la fuerza para huir. Sus piernas temblaron y cayó al suelo, respirando trabajosamente y temblando; el dolor en su costado enviaba oleadas que le producían náuseas.
—Te dije que solo sería un lastre, debimos matarla y ya. Esta mujer no es garantía de nada, una aldea como Kiri puede prescindir de un ninja de baja clasificación como ella.
Escuchar aquello le dio alivio, la estaban tomando por Kaede, pero ahora le preocupaba no poder mantener activo por demasiado tiempo el jutsu de transformación, aquella caída era su último intento por mantener energía.
—La Mizukage se preocupa por sus perros, es la única garantía de negociación de nuestro jefe.
El dolor aún no era un impedimento para su cognición, pero la fiebre estaba comenzando a borrarle las líneas de la realidad y aunque sabía que siempre podría fingir encontrarse peor de lo que estaba en realidad, se encontraba en la frontera de la inconsciencia. Fingiendo que luchaba contra su malestar, miró a través de ojos vidriosos a esas dos personas que se debatían entre abandonarla o llevársela con ellos.
Su mano se aferró, disimuladamente, alrededor del kunai que llevaba clavado.
Una mano se enredó en su cabello y tiraron con fuerza, separándola del suelo, pero a pesar del dolor no se sostuvo por sí misma. Balbuceó sin sentidos, los escuchó chasquear la lengua, la arrojaron de nuevo al suelo y aprovechó para acomodarse y ocultar aún mejor sus intenciones. Aquellos dos parecían trabajar para el mercader y ya había podido confirmar que ese señor no tenía experiencia en batalla; no podía darse el lujo de pensar en planes de grandeza, tenía que encargarse de esos dos ninja que la acorralaban. El que quería deshacerse de ella, claramente, era el menos experimentado y el más débil de los dos.
Así que tenía que arrojarse sobre el otro y derribarlo, de lo contrario estaría en serios problemas y no tenía la fuerza para un combate largo.
—Lo mejor es que nos deshagamos de ella —insistió el ninja menos experimentado.
Hinata cerró los ojos unos momentos, escuchándolo aproximarse.
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Sasuke había presenciado la interrogación del tendero y ahora contaba con la información personal de aquel supuesto mercader, que resultó ser en realidad un ciudadano del país del agua, que llevaba años involucrado en una banda pequeña de crimen organizado, que surgiera luego de que la niebla comenzara a adaptar un sistema menos sangriento.
Con aquella declaración podrían prescindir de él, la única razón por la que lo habían llamado para llevar a cabo el interrogatorio era porque presumían podría tratarse de un ciudadano del país del fuego, los tratados recientes respetaban los secretos de las aldeas y se mandaba llamar a especialistas en casos que no demandaran acción inmediata. Solo bastó que se confirmara la nulidad de su participación, para presentarse ante la Mizukage y dar por concluida esa parte de la misión.
Con la autorización de la Mizukage, se trasladó de vuelta a la choza aún con la apariencia de Satoru para no crear disturbios en la gente que pudiera verle a tan altar horas de la noche. Cubrió aquella distancia en una fracción del tiempo en el que le había tomado a Hinata y aterrizó en el claro que rodeaba la choza, observando la habitual tranquilidad de aquel lugar, pero sin dejar pasar por alto todas las señales de alarma.
Observó el kunai en el suelo y no tuvo que abrir la puerta de la choza para confirmar que Hinata no se encontraría ahí dentro.
—Mierda —arrastró.
La humedad y la neblina ya habían causado estragos con el aroma del rastro y no podía estimar el tiempo real que llevaba Hinata en calidad de rehén, pero sabía que dos personas estaban con ella y que, al menos uno, recientemente había estado en contacto con el bastardo al que habían estado investigando.
Apretó los dientes, recogió el kunai y maldijo su suerte.
Merodeó unos momentos, siguiendo los rastros de los pasos y no tardó demasiado antes de encontrar el moribundo olor a sangre fresca, la humedad había alargado la vida de aquel olor y mantenido la mancha aún brillante. Sabía que eso no era una casualidad y que la sangre pertenecía a Hinata, así que no dudó en seguir aquel rastro a toda velocidad. Lo que al principio habían sido una gota aquí y una gota allá, pronto se convirtió en un hilo constante; desconocía el estado en el que encontraría a Hinata, con cada decámetro que recorría se preocupaba más y más por ella.
Apretó el puño con fuerza, su Sharingan brillaba con la violencia con la que no brillaba desde el fin de la guerra.
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El factor sorpresa había sido su aliado, una vez más.
Esperó hasta el último momento y de un golpe certero, su mano se dirigió directo al rostro de aquella persona y sus dedos se clavaron en las cuencas, dañando tanto como podía los globos oculares y cegándolo por completo. El grito que emitió el muchacho alertó al ninja experimentado, pero Hinata se había hecho del tiempo suficiente para rodar por el suelo y esconderse entre los matorrales.
Tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para no delatarse con los sonidos de su respiración, pero se las estaba apañando. El sabor a sangre, que llevaba una hora paladeando, se volvió más intenso y las ganas de toser la atacaron, pero lo aguanto. Se movió con sigilo y con cuidado, alejándose del sonido de los pasos de aquel ninja experimentado; se recargó contra un tronco y entonces fue consciente del kunai que llevaba clavado en el hombro. Lo arrancó con un poco de dificultad, pero lo apuñó bien, y entonces se dio tiempo de revisar la herida de su costado.
Rodeó con su mano izquierda la empuñadura, estabilizándola, y miró alrededor, buscando algo con lo que pudiera estabilizar el kunai y presionar la herida. La sangre manaba de la herida con mayor insistencia que antes, sabía que no duraría en un combate cuerpo a cuerpo; cerró los ojos unos momentos y miró al cielo, buscando una estrategia milagrosa. Durante unos momentos, aquella pesadilla de la guerra se sobrepuso con la realidad y no pudo evitar apretar los ojos y su gesto y sentirse desolada.
Ya no tenía la fuerza para aplicar jutsu médico, tampoco para luchar.
—Te destrozó los ojos —confirmó el ninja más experimentado.
—Esa maldita zorra…
—Es tu culpa —arrastró, sintiendo asco. —Quédate aquí, iré a buscarla.
—¡Mátala!
—Al que debería matar es a ti —aseguró, yendo de nuevo en busca de Hinata.
Realizó una serie de jutsu y una barrera de agua se formó a la altura de su rostro y lanzó una serie de chorros a presión que habrían podido perforarle el cuerpo a Hinata de haber asestado; el hombre observó la vegetación destruida, buscando signos de huida. De nuevo invocó los proyectiles de agua, disparando y escuchando con atención los sonidos que provocaban al impactar y perforar las superficies; pronto pudo escuchar el sonido de la piel siendo rasgada y sus ojos observaron un árbol que se encontraba a unos metros de ahí.
Sonrió.
Se arrojó a los matorrales, con un grito agresivo de guerra, un kunai bien aferrado a las manos y la intensión de rematarla. La sonrisa se le congeló en el rostro cuando el filo de una katana le atravesó el cuerpo, entrando por su boca; miró fijamente frente a él, sorprendido de no haberlo notado, y poco a poco la realidad que había visto se derritió, para dar paso a un panorama que no distaba más allá del hombre parado frente a él, que sujetaba la katana firmemente. Miró fijamente al espadachín, que se encontraba acuclillado, la sangre brotaba de su pierna y no parecía provocar dolor o incomodidad.
Había dejado que el ataque le golpeara para engañarlo y atraerlo.
—Sha… rin… gan —balbuceó al reconocer las pupilas escarlata.
Sasuke torció su muñeca y terminó con el muchacho, que cayó pesadamente al suelo, rodeado de un charco creciente de sangre. Limpió el filo de la katana, la enfundó y se giró hacia Hinata, el jutsu de transformación se había disipado y la muchacha respiraba trabajosamente, la sangre ya había subido por su laringe y le manchaba los dientes. La mirada clara no parecía reconocerlo.
—Tranquila —susurró, sacando de su bolsillo un vendaje.
—Sasuke… —susurró, sintiendo que las lágrimas se le formaban en los ojos.
—Hey, ¿por qué tardas tanto?
Sasuke se transformó en el muchacho y contestó un ya voy; arrancó el kunai del costado de Hinata, le aplicó los primeros auxilios y luego vendó con la suficiente fuerza para mantener la compresa bien presionada sobre la herida y detener un poco la hemorragia que persistía. Le acomodó en las manos un kunai y le aseguró que no lo necesitaría, pero que se lo daba para que se sintiera segura, y que volvería pronto. Hinata asintió, débil, pero con la mirada aún despierta.
—El mercader es un civil que les da información —murmuró.
—Gracias.
Se levantó y salió de los matorrales, caminando directamente hacia el hombre ciego.
—Te tomaste tu tiempo —renegó.
—… sí.
Se acuclilló juntó al hombre, le tomó un pie y se lo torció, rompiéndole limpiamente el tobillo; lo escuchó gritar y no perdió el tiempo, tomándole el otro pie y repitiendo la acción.
—¡Discúlpame! —rogaba, pensando que aquel era su castigo por haber sido más débil que una kunoichi de baja escala y mal herida. —¡Dame una oportunidad, Inosuke!
—No conozco ningún Inosuke —murmuró.
—¿Eh?
Ató al hombre al árbol y desapareció de ahí. Quizá se encontraban cerca del punto de encuentro o del escondite del mercader, porque había logrado detectarlo antes de comenzar con su casería; persiguió el rastro, encontrando al hombre corriendo lejos de ahí. Se detuvo en un árbol y se permitió observa a aquella cucaracha correr; desenfundó su katana y por un momento consideró atravesarle el pecho con ella, pero sabía que no tendría justificación para asesinar a ese hombre. Ajustó el agarre y la inclinación de su brazo, con un movimiento limpio arrojó la katana y observó el metal clavarse en la pierna del hombre, derribándolo.
El mercader dejó salir un alarido de terror al ver la katana que lo clavaba al suelo y la tomó con ambas manos, en un desesperado intento por huir, pero bastó un parpadeo para que Sasuke apareciera frente a él; observó al muchacho, no había logrado reconocerlo desde la distancia, pero ahora miraba los ojos rojos característicos de aquel ninja alguna vez renegado. Sintió la palma de Sasuke sobre sus manos, sentía las callosidades en la piel, la aspereza general de aquel tacto; observó aquella mano unos momentos y volvió a levantar la mirada.
No tenía palabras.
—Kenta, vas a quedarte aquí, vigilando a ese imbécil que se quedó ciego —indicó. —Alguien vendrá pronto por ustedes y vas a explicarle lo que sucedió.
Las pupilas del hombre se dilataron y la mirada se veló, gracias a su genjutsu, y Kenta asintió. Solo por precaución le ató las manos y los pies también, pero el hombre había obedecido y en cuanto lo llevó de regreso al punto donde se encontraba el resto, lo observó tomar la punta de la soga con la que había atado al otro ninja al árbol y aferrarla bien en sus manos. A pesar de aquella indicación, ató también al mercader al árbol.
Sin perder un segundo más, volvió a donde estaba Hinata y la encontró aún más pálida y gris; la compresa y el vendaje estaban empapados en sangre. Le rodeó el torso con un nuevo vendaje, asegurándole con voz tranquila que estaría bien, pero sintiendo el corazón latirle con fuerza en el pecho. Aquella pérdida de sangre era alarmante.
—Sasuke… —susurró, completamente débil.
—No hables —pidió.
La tomó en su brazo y desapareció de ahí. Hinata perdió el conocimiento a mitad del camino.
En el hospital los habían estado esperando, gracias a la alerta que había emitido. Hinata entró de inmediato a cirugía y Sasuke había vuelto a presentarse ante la Mizukage para presentar el debido reporte, pero cuanto terminó con aquella formalidad se plantó en la sala de espera y recibió las únicas dos actualizaciones que pudieron darle. Hinata había sufrido daño en el hígado y los intestinos, la cirugía de reconstrucción no había sido tan complicada, pero la recuperación sería larga por culpa de la infección y por el tiempo que le tomaría a su hígado regenerarse.
Estuvo poco más de un día en cuidados intensivos.
Cuando al fin la pasaron al cuarto, Sasuke había estado postrado a su lado, vigilando su descanso y su recuperación. La observó en completo silencio, las transfusiones de sangre le habían devuelto algo de color, pero seguía luciendo pálida.
El estómago se le revolvió y caminó a la ventana, buscando un poco de aire fresco.
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Habían pasado dos días desde que Hinata fuera trasladada a la habitación, más allá de una buena reacción a los antibióticos y, al parecer, buenos resultados en sus análisis, Sasuke no había visto más señal de vida. Así que cuando regresó del comedor y la encontró con los ojos abiertos y la mirada clavada en el techo, primero se había quedado postrado al convencerse de que había muerto en su ausencia y después no había podido moverse de alivio al ver que la mirada se posaba sobre él y la muchacha le sonreía ligeramente.
Las ojeras aún se aferraban a los párpados y, en general, lucía agotada, pero aquella sonrisa fue suficiente para sentir que el peligro había pasado ya.
—… sensei —susurró, con voz ronca.
Se apresuró al lado de Hinata y no pudo evitar tomarle la mano, confirmando la tibieza de la piel y el pulso en las venas. Exhaló y desvió la mirada de ella, su cuerpo se sentía lánguido, como hecho de trapo, lo único que lo mantenía de pie y lo ayudaba a sostenerse era el agarre que tenía sobre aquella pálida mano.
—¿Qué pasó con la misión?
Apretó el agarre sobre la mano de la muchacha, la habitación daba vueltas.
Hinata separó los labios para hablar, pero se quedó callada al ver que Sasuke se arrodillaba junto a la cama y hundió el rostro en las sábanas. Al principio no comprendió lo que sucedía y optó por el silencio, sorprendida, al entender que aquella era una demostración del más profundo alivio.
Observó de nuevo la habitación en silencio, el tiempo que había estado sola le había servido para comprender dónde estaba y recordar lo que había sucedido antes de perder la consciencia. Había detalles que estaban borrosos, la mayoría después de que cegara al ninja; sabía que Sasuke había estado ahí, pero no sabía en qué momento había llegado, tampoco sabía que había sucedido con os demás. Suponía que Sasuke se había hecho cargo de todo y que la misión seguramente había sido reasignada a un equipo que si fuera capaz de llevarla.
—… lo siento —susurró.
—La misión terminó bien —arrastró, abriendo los ojos y respirando profundo por primera vez en tres días.
Sasuke no le soltaba la mano y no lo increpó, tampoco retiró la mano, ni pudo retirar la mirada de él. Observó la cabeza del muchacho y, sin poder controlar lo que hacía, le acarició el cabello con la mano libre, dejándose llevar por aquel momento que sabía que pasaría y que solo le echaría más leña al fuego. Negó, ahí no había nada, solo estaba que él se recompusiera.
—informé a Kakashi de la situación, hace tres días —digo de pronto, soltando la mano de Hinata y poniéndose en pie. —Me gustaría decirte que tu familia viene en camino, pero Kakashi consideró que lo mejor es que nadie sepa tu paradero, ni tu situación… ya que todo salió bien en cirugía.
Asintió, aquello la había decepcionado un poco, pero lo comprendía. —¿Qué me pasó?
—El kunai dañó una parte de tus intestinos y tu hígado, así que tuvieron que hacer una colectomía parcial y una hepatectomía… estiman que podrías tardar un aproximado de seis meses en recuperarte.
Miró al techo. —¿No podré entrenar?
—… tu hígado necesita tiempo.
Guardaron silencio unos momentos. Sasuke se dejó caer en la silla y miró al techo en silencio, el corazón le latía desbocado y tenía unas ganas, casi violentas, de abrazarla con fuerza, pero no lo hizo.
—Si fuera más fuerte o más lista… no debí dejar el kunai dentro —murmuró, mirando las sábanas, no podía darle la cara a Sasuke.
—Que dejaras el kunai dentro te salvó la vida y lo sabes —aseguró, con la mirada aún clavada en el techo.
—… lamento haber puesto en riesgo la misión.
—Deja de pensar en la misión, ¡eso no importa! La culpa es mía. No debí dejarte sola, tienes el nivel de un genin… La culpa es mía.
A pesar de las lágrimas, desvió la mirada hacia Sasuke y no se sorprendió encontrarse con sus ojos negros. Las lágrimas escurrieron entonces por sus mejillas, había más cosas que lamentaba y quería decir en voz alta, pero al ver el brillo en la mirada del muchacho comprendió que no había necesidad de hacerlo. Asintió y limpió las lágrimas, a pesar de saber que nuevas le inundarían las mejillas de inmediato.
—… ok —suspiró. —Gracias por cuidar de mí.
Sasuke se había inclinado hacia el frente y la miraba, sintiendo pesado el pecho. Negó con movimientos cortos, asegurándole con eso que no debía agradecerle y que no era un problema, pero no se atrevió a tomarle la mano de nuevo.
—Te darán de alta en cuanto tu hígado haya logrado regenerarse lo suficiente —le aseguró. —Y volveremos a Konoha… Sakura podrá ayudarte.
Asintió y una pequeña sonrisa volvió a adornarle el rostro.
Domingo, 25 de agosto de 2024
