Capítulo 36
.
Ya pasaba de medio día cuando Hinata pudo reencontrarse con Sasuke. Se suponía que aquella mañana sería dada de alta y que para esas horas estarían saliendo a Suna, pero la lluvia de meteoros había atrasado los planes.
No se abrazaron, pero ambos se habían relajado en alivio al ver al otro. En esos momentos se encontraban en uno de los tantos comedores que montó la aldea, tomando un refrigerio en silencio y escuchando a las familias que los rodeaban. No hablaron mucho, lo poco que intercambiaron de información había sido en ese lenguaje que habían desarrollado durante la misión encubiertos. Hinata ahora sabía que aquella lluvia de meteoros había aquejado al mundo entero y que no todas las aldeas habían tenido la capacidad de defenderse como lo habían logrado las cinco grandes.
Miró alrededor en completo silencio y luego observó su plato, no había podido probar bocado.
—Deberías comer, nos espera un viaje largo.
—Tengo el estómago revuelto —murmuró, tragando saliva con dificultad.
Sasuke la observó en completo silencio. —No es tu culpa —susurró, lo suficientemente bajo.
Lo escuchó, pero no reaccionó. —¿Sigue en pie el viaje a Suna?
—Sí.
Esos últimos días le habían servido a Gaara para limar las asperezas de su plan de defensa y tener listos los detalles, también habían servido para que Mei recapacitara y se olvidara del resentimiento que le había guardado a Kakashi luego del evento de las marionetas; el descontento que había surgido en Kiri tras el ataque había sido acallado, no sin dificultad, pero el hecho de que no hubieran más ataques había contribuido a que el pueblo comenzara a perdonar y ahora que habían sufrido aquella desgracia todo había quedado atrás.
En Konoha las cosas no habían salido tan bien como en Kiri, el arresto de Haruno Sakura había generado un gran descontento que tuvo que apaciguarse con una modificación en aquella medida cautelar, culminando en un arresto domiciliario que no le permitía abandonar la zona conformada entre su casa y el hospital. Comenzaban a fragmentarse las fuerzas dentro de Konoha, una vez más había desconfianza dentro de la cadena de mando y el consejo comenzaba a notar ligeras reminiscencias con el pasado.
No se estaban haciendo avances en la investigación, seguían varados donde mismo; lo único con lo que contaban era una sospecha sobre uno de los clanes más antiguos de la aldea y con un antídoto que funcionaba, no a la perfección, pero al menos mitigaba drásticamente los efectos de la sustancia. El pueblo no estaba contento, los shinobi no estaban contentos y sus facciones comenzaban a mostrar resistencias.
Kakashi había estado a punto de ordenar que Hinata y Sasuke volvieran, pero Gaara había intercedido una vez más y, luego de discutirlo un poco, se había decidido seguir adelante con el plan.
—Vámonos —dijo Sasuke luego de una media hora.
Hinata asintió, tomó sus cosas, y salieron del comedor en completo silencio.
—¿Sigue en pie el proyecto para el que nos contrataron?
—Suna no sufrió daños, la defensa de Gaara es un monstruo.
Asintió, sabía que aquello no era una referencia a lo que el pelirrojo había sido de joven, pero no pudo evitar recordar al muchacho que les había puesto los cabellos durante esos primeros exámenes chūnin.
—Así que espero sigas inapetente, porque una vez lleguemos a Suna no habrá pausas hasta la hora de la cena.
—Sigo pensando que deberíamos quedarnos un poco más para ayudar a Kiri.
—Son órdenes, Hinata.
Asintió.
Luego de unos minutos, Hinata notó que no caminaban al exterior de la aldea, sino al interior. En la oficina de Mei les esperaba un equipo enviado desde la aldea de la nube, que se encargó de transportarlos hacia la arena, donde Gaara les dio la bienvenida con la típica seriedad y solemnidad que lo caracterizaba desde hacía unos cuantos años. Hinata no pudo evitar sentirse aterrada las primeras horas y aquella sensación la acompañaría unos cuantos días, pero pronto se encontró atareada y se olvidó de aquellas frivolidades.
La misión no era exigente físicamente, pero era agotadora debido a que requería el uso prolongado del Byakugan; a pesar de que se sentía demasiado bien para la recuperación que había pintado Sakura, en momentos su cuerpo la obligaba a parar, casi de maneras abruptas. Había sufrido un desmayo durante su estancia en el hospital y en esos momentos comenzaba a sentir ligera la cabeza. Desactivó el Byakugan y trabajo en su respiración unos momentos, esperando que eso fuera suficiente para evitar perder el conocimiento.
Sasuke notó aquella pausa y no tardó en acercarse a ella.
—¿Estás bien?
—Sí… solo estoy cansada —aseguró, sin mirarlo.
Esos días en el hospital habían hablado poco sobre lo que podría o no pasar entre ellos. Habían llegado a la conclusión de que lo mejor sería terminar con aquella misión y después se concentrarían en decidir si sus sentimientos eran lo suficientemente fuertes para ir en contra de Clan Hyūga o no. Aquello había sido propuesto por Sasuke, y aunque no le sorprendía a Hinata ese enfoque, no había podido evitar sentir un ligero escalofrío al notar la manera tan transaccional en que Sasuke se había expresado. En una que otra ocasión se había preguntado si realmente él sería incapaz de darle el divorcio, la manera en que hablaba no respaldaba las palabras dichas aquella noche.
Así que no había tratos preferenciales entre ellos, ni actitudes melosas, pero era evidente que Sasuke expresaba más su preocupación por ella desde aquella noche.
—Toma una pausa —le indicó —, y come algo.
Observó la pieza de pan que le había depositado en las manos y luego lo vio alejarse de nievo a su puesto de trabajo, desde donde monitoreando el avance de los excavadores.
Todas las aldeas contaban con un sistema de túneles, que en su momento habían servido para ayudar a los civiles a escapar durante las guerras, algunos seguían sirviendo ese propósito, pero en su mayoría estaban relegados a ser almacenes o refugios temporales. Años atrás, durante una guerra, uno de los sistemas de túneles que tenía Suna había colapsado luego de un enfrentamiento y en esos momentos estaban intentando recuperar aquella estructura. Los mapas habían sido la guía, pero pronto se dieron cuenta que los bocetos no eran del todo fieles a la estructura y entonces habían entrado a la jugada Hinata y Sasuke.
Sasuke estaba bien consciente de que aquella obra no había estado contemplada sino hasta el siguiente año, pero dadas las circunstancias, Gaara había considerado prudente avanzar algunas cosas en la agenda y retrasar otras. Aquello no lo afectaba demasiado, el presupuesto había sido administrado de acuerdo, con algunas trabas, pero el que él y Hinata se encontraran ahí, también le estaba recortando costos, ya que no estaban realmente de misión, se encontraban bajo asilo y los costos al emplearlos no serían los mismos.
Observó en silencio el avance que habían hecho aquel día, unos cuantos kilómetros habían sido limpiados y reconstruidos con ayuda de los shinobi de elemento tierra.
Aquella era la tapadera perfecta, ahora solo tenía que asegurarse que ningún shinobi fuera a meter la pata y soltar algún comentario sobre la verdadera situación.
Una alarma les indicó que el turno de aquel día había acabado y pronto todos se felicitaron por el trabajo realizado y comenzaron a abandonar los túneles. Hinata se quedó detrás, observando el avance de aquel día, se sentía orgullosa a pesar de que ella solo tenía que confirmar el camino original del túnel y asegurarse que la estructura estuviese bien asegurada para evitar otro derrumbe. Miró a Sasuke, que con un gesto de la cabeza le indicó que era hora de salir y asintió una sola vez.
Una vez afuera, el resto de los shinobi se estaban quitando las mascarillas y pañoletas que los protegían de todo el polvo que había abajo, pero Hinata decidió mantener la suya en su rostro, no se acostumbraba al clima seco de Suna.
—Vayamos al apartamento, lo mejor es que descanses —indicó Sasuke.
—No estoy tan cansada —aseguró.
—Sigues en recuperación, Hinata.
Lo observó unos momentos y asintió, divertida. Ignoró las palpitaciones que sintió y comenzó a caminar; desde que se dijeran las cosas, él no había vuelto a llamarla por su apellido una sola vez.
—¿Cuánto tiempo cree que nos tome esto?
—… es difícil saber, no soy geotécnico —declaró. —Mínimo dos semanas, la estructura central se dañó bastante, por lo que me comentó Gaara.
—Dos semanas…
—¿Qué, es mucho tiempo?
Negó rápidamente, callando la posible burla que Sasuke solía hacer sobre echar de menos a su familia. —Estas dos semanas se irán en un abrir y cerrar de ojos.
—… ya lo creo —arrastró, no muy contento con esa aseveración.
Caminaron unos momentos más y se detuvieron al sentir una extraña vibración el en suelo. Por un momento temieron que el sistema de túneles hubiera colapsado, pero pronto notaron las alarmas que estaban pasando los vigilantes de la muralla a los puestos interiores de vigilancia.
—¿Qué está pasando? —musitó Hinata, activando el Byakugan.
— No te alejes de mí —respondió, activando el Sharingan.
La alarma los remontó a aquella noche en Kiri y les indicó que estaban empezando con la evacuación. Sasuke tomó a Hinata por el brazo y se hizo a la orilla, previendo el tumulto que pronto se adueñaría de las calles y que podría volver confusa, aunque fuera por unos segundos, la situación que estaban a punto de vivir.
Hinata no tardó en mirar al cielo y observar los meteoros que se dirigían hacia ahí, desactivó el Byakugan, no lo necesitaba para eso.
—… Sasuke —musitó.
—Todo estará bien —aseguró —, presta atención.
Hinata lo miró confundida, pero pronto un sonido sibilante que se convirtió en rugido la obligó a mirar las enormes cantidades de arena que se elevaban del suelo; observó aquel espectáculo, boquiabierta, en un segundo plano habían quedado los gritos de las personas y lo shinobi que daban indicaciones. Se aferraba a la manga de Sasuke, pero veía como lentamente la arena iba formando una especie de manos encima de Suna.
Sasuke no podía decir que estuviera tan impresionado como Hinata, pero de vez en cuando se paraba a apreciar las proezas del resto. Imaginaba que Naruto estaría haciendo algo similar con sus clones en Konoha, así que en esos momentos no estaba preocupado en lo absoluto por su hogar, ni por su situación actual. Para el ojo promedio aquello solo parecía una fortaleza de arena, pero él podía apreciar el proceso por el cual el chakra iba reforzando aquellas protecciones, dependiendo de la fuerza de impacto y el volumen del meteoro.
El primer impacto retumbó, obligando a Hinata a cubrirse los oídos ya que había olvidado protegerlos con chakra. El suelo tembló y una fuerte ráfaga de viento recorrió las calles de Suna, dando inicio a una serie de estruendos y ráfagas que cimbraron la aldea por espacio de dos minutos.
El silencio que procedió fue sepulcral, las pocas personas que habían permanecido en las calles estaban paralizadas por el miedo y el resto se encontraban resguardados y expectantes, ya que desconocían si había terminado todo o solo se trataba de una pausa.
Gaara dejó pasar un minuto y luego se escuchó un crujido, que anunció el inicio de la retirada de los meteoros hacia las afueras de la aldea. Los pilares se alejaron del suelo, formando una especie de plataforma que terminó de rodear los meteoros; al moverse aquella cantidad impresionante de arena estaba emitiendo rugidos que volvían a cimbrar la aldea. Lentamente comenzaron a deslizarse por el cielo aquellos enormes cúmulos, alejándose hacia las afueras, donde había un grupo de shinobi titiriteros esperando a poder manipular aquellos enormes trozos lunares y evitar algún estrago a la muralla.
—Lo peor ya pasó, puedes soltarme.
Hinata miró a Sasuke y luego alejó rápidamente sus manos del brazo del muchacho. Enrojeció un poco y pidió una disculpa que apenas logró abandonar sus labios. Sintió una palmada en la espalda y miró a Sasuke de nuevo.
—Siguen cayendo —murmuró, podía sentir las vibraciones en el suelo, eran casi imperceptibles.
Asintió. —Lo sé, pero todo está bajo control, vamos al apartamento.
.
Gaara observaba el firmamento, había enviado un reporte y esperaba recibir uno pronto; desde donde estaba pudo ver a uno de los mensajeros correr por el pasillo y volvió al mirador, donde solía recibir las noticias que le traían. El mensaje estuvo pronto en sus manos, Konoha confirmaba impactos, imaginaba que no tardaría en recibir mensajes similares por parte del resto de las aldeas. La nota era un reporte similar al suyo, en esencia. Habían detectado el movimiento minutos antes de que el primer meteoro hiciera contacto con la atmósfera y en esta ocasión no parecía haber bajas en las aldeas aledañas a la hoja.
—Kankuro.
El muchacho apareció a su lado.
—¿Sí?
—Konoha recibió una lluvia de meteoros también, debemos asumir que se repitió lo de anoche —le explicó. —Necesito iniciar una conferencia con el resto de los Kage y llama a Uchiha Sasuke, necesita estar presente.
.
La emoción de aquella lluvia de meteoros no dejaba dormir a Hinata, ni siquiera había podido recostarse. La pasaba caminando de un lado a otro, observando por la ventana, como si con eso pudiera ayudar a la aldea. Sasuke la dejó ser, tenía práctica con las ansiedades de Naruto y Sakura, que estaban plagadas de verborreas, recorridos constantes, bromas tontas, pequeñas explosiones de desesperación y momentos de silenciosa aceptación que no duraban mucho.
Aún no era lo suficientemente tarde para preocuparse por perder el sueño, pero se conocía lo suficiente y si no intentaba tranquilizarse, no conciliaría el sueño en lo que quedaba de la noche.
—Prepararé un poco de té, ¿gustas?
—Sí, gracias —murmuró, absorto en su lectura.
No le apetecía beber té, pero le servía que Hinata se distrajera. Un ligero trajín en la cocina anunció el proceso de la preparación del té, el silencio que procedió fue algo largo y de pronto el silbido de la tetera le dio a Hinata un espacio en el que su mente no pensara. Sirvió el agua caliente en las tazas, esperó a que el té hiciera infusión y luego volvió a la pequeña área común, dejó la taza de Sasuke frente a él, sobre el kotatsu.
—… gracias —murmuró.
Hinata se dirigía hacia el sillón, cuando un pequeño disturbio la obligó a mirar hacia la puerta. Unos ligeros golpes llamaron la atención de Sasuke, que se apresuró a abrir. El rostro serio de Kankuro lo saludó desde el otro lado de la puerta, sonrió ligeramente al ver a Hinata, pero aquello no engañó a Sasuke.
—Disculpen la hora —se disculpó, sin deshacerse de la sonrisa socarrona.
—¿Pasó algo? —respingó Hinata, apretando la taza entre sus manos.
Negó de inmediato. —Gaara tiene insomnio y está repasando algunos detalles de seguridad, le interesaría poder discutirlos contigo —concluyó, mirando a Sasuke.
—Ah. Sí, claro —se aseguró de llevar consigo lo habitual y luego miró a Hinata. —Deberías intentar descansar, mañana nos espera una jornada completa.
—¿Tardarán mucho? —murmuró, sintiéndose aún más ansiosa que antes.
Kankuro carcajeó. —No lo esperes despierta, niña. Andando.
La risa que había soltado Kankuro había logrado tranquilizarla un poco. Sasuke se despidió de ella con un vistazo antes de cerrar la puerta y luego caminó a la par de Kankuro, que se deshizo de su máscara casual y bromista. Solo le dedicó un vistazo y no hablaron hasta que se encontraron al interior de la torre del Kazekage, conscientes de que Hinata se había quedado postrada ante la ventana y les había mirado las espaldas, incluso con el Byakugan.
Su uso del Byakugan ya había progresado lo suficiente para poder ver hasta la torre, pero aquello sería una terrible violación y no quería disgustar al Kazekage. Cerró los ojos y sus venas se deshincharon; exhaló y miró el té que tenía en la taza. Dio un pequeño sorbo y se mantuvo ante la ventana cerca de media hora. Sabía que Sasuke no volvería pronto, tampoco parecía que el cielo fuera a caerse encima de ellos de nuevo. Bostezó luego de unos minutos y caminó hacia el sillón que había estado ocupando, intermitentemente, mientras Sasuke se encontraba aún ahí con ella.
Rumió sus ideas en silencio, observando el reloj que había, convenientemente, en el muro de la sala de estar. Observó entonces el apartamento con detenimiento, la arquitectura y el diseño interior tenían todos los elementos necesarios para sobrevivir las tormentas de arena y las temperaturas contrastantes de aquel desierto, pero fuera de ello, casi parecían ser iguales a los de Konoha. Sonrió ligeramente y recargó el rostro en su palma.
Cuando se quedaba tranquila, el cosquilleo en el pecho no desaparecía. Sonrió ligeramente, aquellos sentimientos parecían no tener futuro, pero ahora que habían sido reconocidos y aceptados por su dueño, una extraña calma, muy diferente de la que recordaba en el hospital, la embargaba y le despejaba la mente. Aun rebotaban en su cabeza las preocupaciones por su familia y las cortas notas que había estado recibiendo con retrasos ridículos le dejaban un extraño sinsabor, pero se conformaba con ellas por el momento.
Se golpeó la mejilla con el índice y exhaló, los párpados comenzaban a pesarle. Se removió en el sillón, con la intención de levantarse, pero la adrenalina la había abandonado y el cansancio de aquel día cayó sobre ella de una. Su cuerpo se relajó y lentamente se hundió en aquel sillón, cabeceó un par de veces hasta que se quedó profundamente dormida.
Aquel extraño mundo de cristal se volvió a presentar ante ella.
Observó alrededor, observando su reflejo en un sinfín de superficies. Reconoció su gesto de miedo y preocupación. Aunque en esos momentos no tenía recolecciones de su sueño anterior, en esta ocasión no pudo dar un paso en dirección alguna porque se sabía confinada a ese diminuto espacio. Un movimiento en los reflejos la obligó a quedarse quieta, su respiración se alteró unos momentos.
—Tranquila, Hinata… no tengo intenciones de hacerte daño.
Sus ojos buscaron al dueño de aquella voz, con desesperación, no solo en aquel lugar, pero también en sus recuerdos.
—Solo quiero hablar contigo.
—¿Sobre qué? —inquirió, sintiendo que se le aceleraba el corazón.
—Sobre cualquier cosa.
De nuevo un movimiento en aquellos reflejos y pronto pudo ver, diseminado por las superficies, un rostro pálido y sonriente. Aquella persona no le miraba, tenía los ojos cerrados.
—Lo conozco —murmuró.
—Me hace muy feliz saber que te acuerdas de mí.
Se tragó la pregunta que había estado a punto de hacer. ¿De dónde lo conocía y quién era él? Se llevó la mano al pecho y miró alrededor, era imposible saber cuál era el real y dónde se encontraba.
—Las cosas están muy confusas en estos momentos, Hinata. Si vienes conmigo, prometo darte las respuestas que buscas.
Se quedó en silencio unos momentos. —¿Usted tiene que ver en todo esto?
El rostro se mantuvo sonriente, la respuesta se tardó en llegar y, cuando llegó, no la comprendió.
—¿Qué?
El sonido de la cerámica rompiéndose la sacó de su ensimismamiento. Observó la habitación en la que se encontraba, tardando unos segundos en posicionarse en la realidad; se llevó una mano a la garganta y carraspeó, la tenía completamente seca e irritada. Inspiró, se llevó una mano a la frente unos momentos y luego se levantó del sillón. Al dar un paso sintió algo debajo de su pantufla y escuchó el crujido del trozo de cerámica que había pisado.
Observó los fragmentos en silencio y luego de unos momentos recogió cuanto pudo, sintiendo pesada la cabeza. ¿Qué demonios había sido ese sueño?
.
Neji patrullaba aquella madrugada. Luego del susto que habían recibido con los meteoros, se había decidido que esa noche dormirían todos en la casa principal; dentro los pasillos y las habitaciones estaban atestadas de futones y gente dormida en el suelo. Ahogó un bostezo y siguió caminando, escuchando los sonidos de la noche y las pocas conversaciones que se habían logrado colar entre las puertas de papel de arroz, hasta la veranda. Sonrió ligeramente, la mayoría de los que hablaban eran los más jóvenes, y a pesar de que no compartía el humor que esas nuevas generaciones tenían, no pudo evitar contagiarse por las risillas que de pronto se dejaban escuchar.
Esas risas eran de las cosas que más le interesaba proteger.
Siguió caminando, alejándose de los pasillos y acercándose al ala de la casa que le pertenecía, en su mayoría, a la servidumbre y a las comelonas de sus primas. Le extrañó que la luz de la cocina estuviera encendida, pero no reparó demasiado en ello al estar consciente de que aquella noche había más gente en esa casa de la que podía albergar cómodamente. Caminó tranquilamente, escuchando en un inicio lo que parecían ser susurros, pero en cuanto estuvo más cerca a la ventana, no solo pudo reconocer las voces, también pudo comprender de lo que hablaban.
—… están haciendo esto?
—Tenemos que velar por los intereses del Clan.
Hubo un corto silencio.
—¿Desde cuándo los intereses del clan dependen del estado marital de mi hermana? ¿Mi padre está enterado de esto?
—Hanabi-chan, los detalles-
—No se atreva a decir que los detalles no son de mi interés.
—Solo queremos lo mejor para su hermana.
—¿Y esto es lo mejor para ella? Una proposición directa de la que ella no tiene ni idea y una aceptación. Esto está mal, no lo voy a permitir.
—La decisión, ultimadamente, no depende de usted.
—La decisión, ultimadamente, depende de Hinata. Si mi padre estuviera aquí-
—Su padre vería las cosas con objetividad y aceptaría este matrimonio arreglado.
—Mi padre, objetivamente, rechazaría este matrimonio.
Hubo una larga pausa, Neji se imaginaba que aquella era una batalla de orgullos y voluntades, ninguno estaba dispuesto a ceder. Desgraciadamente los ancianos aún tomaban a Hanabi por la niña mimada que había sido en su infancia, por más que ella renegara de ello y les demostrara que estaba a la altura de las circunstancias… ella siempre sería una niña que necesitaba una buena reprimenda y ya.
—Si continúan con esto, voy a llevar el caso a nuestro Hokage-sama.
Hubo un coro de disgusto que obligó a Neji a seguir caminando y alejarse de ahí, antes de que se tranquilizaran las cosas y notaran su presencia. Apretó los puños unos momentos y buscó en sus bolsillos algo en lo que escribir un corto mensaje que le haría llegar a Hinata; sabía que no debía preocuparla con esas cosas y que la poca correspondencia que podía hacerle llegar era monitoreada y aprobada para entrega, pero no tenía demasiadas opciones.
Se arriesgaría a que aquella carta no llegara jamás a manos de Hinata.
Detuvo su andar acelerado cuando se sintió seguro y volvió a la marcha tranquila. Tenía el corazón acelerado, pero no se debía a la carrera. Inspiró. Exhaló.
—Hanabi-sama —saludó al encontrarla saliendo de una de las puertas de servicio.
Hanabi se llevó el dedo a los labios y deslizó por el brazo del muchacho una de sus manos, enredándolos. Comenzó a caminar sin decir palabra alguna, acompañándolo en su rondín. Aquello no lo extrañaba del todo pero, dadas las circunstancias, no podía confiar del todo en ella. La miró de reojo y no le sorprendió encontrarla mirándolo de la misma manera.
Había complicidad en la mirada.
—¿Has tenido noticias de mi hermana?
—Se encuentra bien, ha progresado favorablemente con su misión y espera estar en casa pronto —respondió.
—Bien, me alegra saber eso —aseguró, con sinceridad.
Neji sintió la mano deslizarse por su manga y luego apretar algo contra su puño, discretamente. La muchacha juntó las manos frente a ella, luego fingió un bostezo y lo cubrió con ambas manos.
—¿Tenemos más información de lo que ha estado sucediendo?
—Se confirmó la existencia de un cinturón de meteoros alrededor de la luna, desconocen aún si algún asteroide haya sido culpable de esto.
Hanabi asintió, dándole tiempo de leer el mensaje que le había dado. Neji estaba deslizando sus dedos por los puntos que la muchacha había perforado en el papel. Aquello redactaba un resumen de la conversación que él había escuchado sin querer, pero dándole más detalles de los que él había podido reunir. Sus dientes se apretaban más y más conforme leía, pero procuro no reaccionar más allá de eso, ya que temía delatar su accidental misión de espía; observó a Hanabi y notó que ella le hacía un corto asentimiento.
—Espero Hinata no la haya pasado mal con estas lluvias de meteoros —murmuró.
—… eso espero —logró arrastrar, sintiendo la garganta terriblemente apretada.
Viernes, 11 de octubre de 2024
