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Capítulo 78

Cuando te enfrentas al salvaje mundo que hay fuera de las aldeas en Tamriel, a veces siempre es bueno tener un amigo animal para que te ayuda… siempre pueden salvarte la vida. —

Dicho común por los mercaderes de animales de compañía.

El sol brillaba en todo su esplendor, iluminando una playa paradisíaca en el Caribe. La playa tenía la forma, o al menos daba la impresión, de una herradura. Las arenas eran blancas y suaves, contrastando maravillosamente con las aguas cristalinas de color turquesa. Esta joya del Caribe era la playa Flamenco, en Puerto Rico.

En lo que podía considerarse un verdadero paraíso en la Tierra, se veían muchos humanos disfrutando del día. Estaban ahí buscando paz y tranquilidad, ya fuera nadando, buceando o simplemente descansando sobre la arena blanca para broncearse. Aunque la playa estaba repleta de personas, había unos pocos que no eran humanos. Entre ellos estaban Edzard, Asia, Yasaka, Kunou y Marie, quienes habían acudido a disfrutar del segundo día de festividades por los cumpleaños de las dos pequeñas.

El plan del día había sido decidido por las niñas. Comenzaron con un desayuno en Okinawa, donde pasaron unas horas disfrutando de la ciudad. Luego viajaron a esta playa caribeña para almorzar y pasar el resto del día. La razón por la cual eligieron esta playa, en lugar de quedarse en Okinawa, era simple: ni Kunou ni Yasaka habían estado antes en playas fuera de Japón, por lo que esta sería una experiencia nueva para ellas. Finalmente, planeaban cerrar el día con una cena en la Riviera Italiana, en Portofino, donde tenían reservaciones en un restaurante de lujo.

Edzard estaba terminando de colocar la sombrilla en el lugar donde descansarían cuando no estuvieran bajo el sol. El hijo de Akatosh vestía unas bermudas azules con detalles negros que formaban un dragón en vectores. A diferencia de otras visitas a la playa, en esta ocasión no tenía el torso descubierto, sino que llevaba una camisa gris humo con palmeras negras estampadas.

"Ya terminé…" dijo para sí mismo Edzard mientras observaba su alrededor.

Los ojos del dragón repasaban a los humanos en la playa, fijándose en su comportamiento. Muchos vestían de manera similar a él, pero otros solo llevaban bermudas o trajes de baño, mientras que las mujeres lucían sus propios bikinis. Algunas vestían trajes de baño discretos y moderados, mientras que otras optaban por bikinis algo más reveladores.

'Ummm... aún no entiendo esta necesidad de algunas mujeres humanas de llamar la atención de esta manera... Aunque, por lo que he aprendido, no todas actúan así. Aun así, es desconcertante.' Pensó Edzard con curiosidad, ya que en Skyrim, desnudarse tanto era casi una sentencia de muerte por hipotermia. Sin embargo, por mucha piel que mostraran, ninguna de esas mujeres lograba emocionarlo; sus amantes eran mucho más hermosas y poseían mejores cuerpos.

"¡Ed!"

La voz de Asia resonó por encima del murmullo de los humanos. Al oírla, Edzard giró la cabeza y lo que vio lo dejó sin palabras una vez más. Aunque normalmente no dejaba que su rostro reflejara lo que pensaba, en momentos como este era imposible no demostrar que, al fin y al cabo, era un joven varón.

El rostro de Edzard se sonrojó al ver a Asia y a Yasaka con sus respectivos trajes de baño. Ambos atuendos realzaban las figuras de las mujeres. El bikini de Asia consistía en dos piezas celestes, con un lazo blanco en la parte superior y volantes blancos en la parte inferior. Yasaka, por su parte, llevaba un bikini blanco de dos piezas decorado con anillos dorados. Ambas lucían sudaderas ligeras: celeste para Asia y blanca para Yasaka.

"¿Qué tal nos vemos, Ed?" preguntó Asia con una sonrisa al notar la reacción de su esposo.

Al principio, Edzard permaneció en silencio, incapaz de hablar… o, mejor dicho, no le dieron tiempo, pues Yasaka intervino antes que él.

"¿Bien? ¿Hermosas? ¿Deseables?" preguntó con tono ligeramente coqueto la kitsune, intentando aumentar el sonrojo en el rostro de Edzard.

Ante las nuevas preguntas de Yasaka, Edzard hizo una pausa. Mirando a la kitsune y viendo su sonrisa, decidió darle una respuesta a la altura. Caminó hasta ella y le susurró algo al oído.

"Todo eso junto…" respondió Edzard con una sonrisa, observando cómo Yasaka se quedaba congelada por un segundo. Tras ello, la líder de los youkai de Kioto se sonrojó intensamente.

"E-e-e-e-eh…" fue lo único que pudo decir Yasaka, sorprendida por la respuesta. Sin embargo, tras unos segundos más, sonrió y miró a su prometido con cariño.

"¿De verdad?" preguntó Yasaka mientras se acercaba más a Edzard, quien ya estaba junto a su esposa.

"Sí, ambas se ven muy hermosas." Respondió Edzard con una sonrisa, rodeando con su brazo derecho la cintura de Asia.

"E-E-E-Ed…" fue lo único que pudo articular Asia, sintiéndose avergonzada por el gesto de su esposo.

La escena provocó una leve envidia en Yasaka, quien se acercó al lado izquierdo de Edzard, pegando su cuerpo al de él. La acción tomó por sorpresa a Edzard por un segundo, pero luego de un instante, negó con la cabeza y, sonriendo, rodeó la cintura de Yasaka con su otro brazo.

Las dos mujeres se pegaron aún más a Edzard, lo que provocó los celos de varios humanos que los observaban. Algunos comenzaron a murmurar, pero ninguno de los tres les prestó atención, pues en ese momento llegaron las verdaderas protagonistas del día, Marie y Kunou.

Al igual que sus madres, las niñas llevaban trajes de baño. Sin embargo, los de ellas eran más recatados y acordes a su edad. Marie, vestía un traje de baño de cuerpo completo de color rosa claro, mientras que Kunou, lucía uno blanco. Sobre sus cabezas llevaban sombreros de ala ancha hechos de paja.

"¡Papá!" gritó Marie con una sonrisa mientras se acercaba corriendo junto a Kunou.

Las dos niñas llegaron junto a sus padres y, mirándolos, hablaron.

"¿Q-q-qué tal nos vemos?" preguntó Kunou con timidez, poco acostumbrada a vestirse de esa manera.

La pregunta de la pequeña fue recibida primero con sonrisas de sus padres, y luego con respuestas.

"Se ven muy bien." dijo Asia con una sonrisa cálida.

"Sí, tanto que me temo que algunos chicos no le quitan la vista de encima a mi pequeña Kunou." añadió Yasaka con una sonrisa pícara, buscando molestar un poco a su querida hija.

La respuesta de Yasaka provocó que Edzard frunciera el ceño y mirara a su alrededor, notando que algunos jóvenes observaban a su hija. Esto lo hizo gruñir internamente y comenzó a memorizar sus rostros, decidido a darles una lección si llegaba a ser necesario.

Pero no solo Edzard se molestó, Marie también lo hizo. De repente, y con un movimiento muy rápido, abrazó a Kunou con fuerza. La acción sorprendió no solo a Kunou, sino también a los padres de ambas niñas.

"¿Marie?" preguntó Kunou, desconcertada, mientras devolvía el abrazo sin saber por qué su mejor amiga actuaba así.

"Nadie se llevará a Kunou de mi lado." respondió Marie de manera posesiva, algo que dejó a todos asombrados.

La reacción de Marie provocó que Edzard, Asia y Yasaka se miraran entre sí, sin entender bien lo que acababa de pasar. Sin embargo, la más confundida era Kunou, quien sentía sus mejillas arder. Aunque las palabras de Marie no tenían un significado oscuro, Kunou no pudo evitar sentir que había una especie de "marca territorial" en ellas, como si la pequeña estuviera diciendo que le pertenecía. Pero eso no podía ser, pensó Kunou, descartando rápidamente ese pensamiento absurdo. Después de todo, Marie solo tenía tres años, lo que significaba que no tenía edad para pensar en ese tipo de cosas.

Sonriendo para sí misma por lo tonto de su idea, Kunou miró a sus padres.

"G-gracias." dijo con timidez, mientras seguía abrazada a Marie, quien la soltó tras escuchar sus palabras.

"No hay nada que agradecer." intervino Edzard, sumándose a la conversación. "Es la verdad. Hoy las dos están muy lindas."

Tras decir eso, el dragón soltó a Yasaka y a Asia, y se acercó a sus hijas. Cuando estuvo frente a ellas, juguetonamente les dio un suave toque en la nariz a ambas, lo que provocó que se taparan el rostro con las manos.

"¡Mou! Eso fue grosero, papá." dijo Marie con una sonrisa antes de mirar hacia la playa. "¿Puedo ir con Kunou a jugar al mar?"

"Claro, no le veo ningún problema." respondió Edzard con una sonrisa, mientras regresaba con Asia y Yasaka. "¿Y ustedes?"

"Yo tampoco veo problema, siempre y cuando se queden en un lugar donde podamos verlas." dijo Asia con una sonrisa algo forzada. No quería apartar la vista de su hija, pero entendía que no podía ser sobreprotectora en un día como ese.

"Estoy de acuerdo, pero quiero que se mantengan visibles y, si algo pasa, griten con fuerza." añadió Yasaka, mirando a su hija con una mirada que claramente le pedía mantenerse alerta.

"Bueno, ya saben. Pueden ir a jugar, pero no se alejen mucho y asegúrense de que podamos verlas." concluyó Edzard.

Al escuchar la aprobación, las dos niñas se miraron y, sonriendo, comenzaron a correr hacia la orilla del mar, alejándose de sus padres para disfrutar del agua.

Los ojos de los tres adultos siguieron a las niñas hasta que las vieron detenerse y comenzar a jugar en la orilla, asegurándose de que estuvieran en un lugar "seguro". Tras confirmarlo, Edzard, Asia y Yasaka se sentaron en las toallas bajo la sombrilla.

"¿Qué querían de ti?" preguntó Asia, desviando su atención de su hija por un momento y mirando a su esposo.

La pregunta se refería a lo que Edzard había discutido con Azazel, Vasco, Michael, Sirzechs y Serafall detrás de bambalinas durante la fiesta de cumpleaños de sus hijas.

Al escucharla, Edzard se llevó una mano al mentón, frunciendo el ceño al recordar la conversación, lo que provocó que Asia y Yasaka lo miraran con curiosidad. No era común verlo hacer ese tipo de gestos.

"¿Tan grave es lo que está pasando?" preguntó Yasaka con una mezcla de curiosidad y preocupación palpable.

"No es exactamente grave, pero algunas cosas serán tediosas de resolver." respondió Edzard, su tono mostrando algo de molestia.

La respuesta de Edzard confundió un poco a las mujeres, quienes se inclinaron más hacia él.

"¿A qué te refieres con eso?" preguntó Asia, claramente intrigada por lo que su esposo estaba a punto de decir.

"Bueno… verán…" comenzó Edzard, dispuesto a explicar los problemas que afectaban a las tres principales facciones, o mejor dicho, a dos de ellas, ya que Azazel había mencionado algo ajeno a su propia facción.

"Así que algunos exorcistas están rebelándose contra la Iglesia porque creen que los demonios y los ángeles caídos son los responsables de traer a los daedras a este mundo… No puedo creer que sean tan tontos." comentó Asia, soltando un suspiro de resignación.

"Sí." respondió Edzard, mirando el cielo un instante, como si buscara una respuesta allí.

"La verdad, no me sorprende mucho." comentó Yasaka, captando la atención de Asia y Edzard.

"¿Por qué lo dices?" preguntó Asia, intrigada.

"Asia, la Iglesia ha luchado contra los demonios y los ángeles caídos durante siglos. Antes de la llegada de los daedras, ellos eran los enemigos a vencer según sus creencias. Y ahora les dicen que esos mismos enemigos ya no lo son, sino que deben aliarse con ellos para luchar contra seres de otro mundo… No sé tú, pero si no supiera de los daedras de primera mano, también creería que fueron traídos por los demonios o los ángeles caídos. Después de todo, esas dos facciones no son muy queridas por las demás." explicó Yasaka, suspirando al recordar algunos incidentes con miembros de esas facciones.

Al escuchar estas palabras, Asia se dio cuenta de que Yasaka tenía razón. Aunque había creído que la amenaza de los daedras era razón suficiente para unirlos a todos en la defensa de sus hogares y familias, parecía haber subestimado la complejidad de la situación.

El silencio reinó por unos segundos tras las palabras de Yasaka, hasta que Edzard decidió romperlo nuevamente.

"Tienes razón sobre la iglesia... si soy sincero con mis sentimientos, esa institución no me gusta. No es que odie a los cristianos, respeto todas las religiones... pero la iglesia como tal, esa organización, ha provocado las peores matanzas por fanatismo estúpido, y hay algo que nunca les perdonaré... Si no los he destruido, es porque no quiero que alguien se entristezca."

Las palabras de Edzard sorprendieron a las dos mujeres, quienes sintieron un escalofrío recorrer sus cuerpos. Edzard había hablado con una frialdad y dureza inusuales. Aun así, Yasaka entendió la razón por la cual él no había atacado a la iglesia, al igual que Asia. La razón era la misma Asia, pues, pese a toda la mierda que la institución había lanzado sobre ella, aún conservaba buenos recuerdos de su tiempo en ella, y eso era lo que frenaba la mano de su esposo.

"¿Qué harás para solucionar el tema de los exorcistas, Ed?" preguntó Asia después de unos segundos de silencio ante las palabras de su esposo.

La pregunta hizo que Edzard suspirara. Aunque la lógica militar y los numerosos tratados de tácticas que había leído le indicaban que lo más eficiente sería eliminar a los rebeldes, sabía que no podía hacerlo. Había dos razones para ello: primero, esos rebeldes eran soldados entrenados, valiosos como activos de guerra; y segundo, Vasco le había hecho prometer que no los mataría, ya que quería demostrar que la iglesia estaba aplicando sus principios de piedad y perdón.

"En un principio pensé en liquidarlos... nunca he sido fan de dar segundas oportunidades... pero la situación va a escalar en el futuro, así que necesitamos toda la ayuda posible. Matar a un grupo de humanos entrenados sería estúpido y contraproducente... así que optaré por la vía del diálogo. Hablaré con ellos para hacerles ver el peligro que representan los daedras y sacarles de la cabeza la idea de que los demonios y los ángeles caídos fueron quienes trajeron a los daedras a este mundo."

Al escuchar la razonable respuesta de Edzard, ambas mujeres asintieron. Aunque no les agradaba del todo oír cómo Edzard mencionaba matar con tanta facilidad, entendían que la situación mundial actual demandaba decisiones difíciles y, quizás, poco éticas.

"Ahora, sobre el tema de Lilith... ¿qué planeas hacer allí?" preguntó Yasaka, recordando cómo el hijo de Akatosh había mencionado que dos de los Maous habían solicitado la ayuda de Valerie y de Asia para curar a Lilith... y no solo eso, también habían pedido la ayuda de Edzard.

Al escuchar la pregunta, Edzard soltó un suspiro. Sentía que lo estaban usando para evitar esforzarse en encontrar la solución ellos mismos.

"No lo sé... creo que esta vez dejaré que Asia y Valerie tomen la decisión." Respondió tras unos segundos de reflexión.

Al oír esa respuesta, Yasaka miró a Asia, quien tenía los ojos abiertos de sorpresa.

La sorpresa de la joven ex monja no se debía a que fuese la primera vez que su esposo le dejase la toma de decisiones, sino porque no esperaba que sucediera en ese momento.

"No entiendo por qué pareces sorprendida, Asia... no es como si fuera tu dueño y no te dejara tomar tus propias decisiones." Comentó Edzard al ver la expresión en el rostro de su esposa.

"Lo sé, pero solo me tomó por sorpresa que me lo preguntaras aquí..." Respondió Asia, mirando a su esposo. Luego comenzó a reflexionar sobre qué decisión tomar. No le tomó mucho tiempo, pues sabía lo que debía hacer. Mirando a Edzard, finalmente dijo: "Creo que lo mejor es que les ayudemos, Ed... no solo porque es lo correcto, sino porque, si lo manejamos bien, esto podría ayudar políticamente a Ingvild."

Los ojos de Edzard se abrieron de par en par al escuchar aquello. Se había olvidado del tema de Ingvild. Al darse cuenta, se llevó una mano a la frente y se dio un golpe que asustó a Yasaka y a Asia.

"Ed, en nombre de Amaterasu... ¿por qué has hecho eso?" preguntó Yasaka, llevándose una mano al pecho, sorprendida por la acción de Edzard.

"Es que me olvidé de que Ingvild tendrá su debut en el Inframundo pronto..." Respondió, sintiéndose avergonzado.

Esta respuesta sorprendió a Asia, pues sabía que su esposo no era de olvidar cosas importantes. Su mente debía de estar muy ocupada con otros asuntos.

Cubriéndose el rostro con la mano, Edzard comenzó a sentirse mal, no podía creer que él mismo había olvidado algo tan crucial. Sin embargo, antes de seguir torturándose por ello, sintió que alguien tocaba sus hombros. Al mirar, vio que eran Asia y Yasaka, ambas con sonrisas en sus rostros.

"Tranquilo, Ed... es normal que lo hayas pasado por alto. Tienes muchas cosas en la cabeza con todo lo que está ocurriendo." Comentó Asia con una sonrisa, intentando animar a su esposo.

"Sí, Ed... incluso si eres un dragón poderoso, solo eres un individuo. No puedes ser perfecto ni recordarlo todo." Añadió Yasaka con una sonrisa amable.

Al verlas sonreír, Edzard también sonrió y soltó un suspiro.

"Es verdad... supongo que tendré que compensar a Ingvild por esto, y ya sé cómo." Dijo, levantando su mano derecha.

Al escuchar esto, tanto Yasaka como Asia sonrieron. Habían logrado lo que querían al hablar con él. Entonces, decidieron tocar el último tema: la razón por la que Azazel había querido hablar con él.

"Parece que Azazel ha descubierto que todo lo que les hicieron a esos humanos solo es posible con un conocimiento completo del cuerpo de un Nirmniano..." dijo Edzard, compartiendo lo que el ángel caído le había dicho.

Estas palabras sorprendieron a las mujeres, revelando que Rizevim y Euclid no solo estaban siendo ayudados por daedras, sino también por un Nirmniano.

"¿Qué clase de Nirmniano crees que sea?" preguntó Yasaka, esperando que su prometido tuviera alguna idea.

"Lo más probable es que sea un nigromante... no hay mortales más conocedores del cuerpo que un nigromante en Nirn. Para mejorar, abren cadáveres y seres vivos para aprender cómo funciona y como aplicar mejor su magia." Respondió Edzard, lo que provocó muecas de desagrado en Asia y Yasaka.

"¿Crees que sea solo un mortal o también un Adalid daédrico?" Preguntó Asia, temiendo que pudiera ser un adalid, lo que podría indicar una alianza con un príncipe daédrico.

"No creo que sea un adalid... los únicos adalides daédricos que serían nigromantes son los de Bal, porque los de Namira preferirían comerse el cadáver antes que estudiarlo. Y el resto de príncipes daédricos no son tan aficionados a la nigromancia."

La mención de otro príncipe daédrico sorprendió a Yasaka, quien recordó que Namira era la princesa daédrica de la putrefacción y la repulsión, y que sus seguidores solían ser caníbales que se alimentaban de cadáveres. Solo pensar en esa práctica, algo tan abominable para su mente, hizo que la kitsune se estremeciera por la repulsión que sintió en ese momento.

"Sí, te entiendo... yo también me sentiría asqueado al oír lo que hacen los seguidores de Namira." comentó Edzard al ver la reacción de Yasaka.

Al escucharlo, la líder de los youkai miró a su prometido y asintió, para luego hacer otra pregunta.

"Si no son adalides, ¿quién crees que es el aliado de Rizevim?"

"Ummm... no puedo saberlo... aunque la nigromancia no es una magia muy común, la verdad es que sus usuarios suelen estar ocultos. Los únicos visibles son los más jóvenes e inexpertos, que no pueden controlarse y suelen llamar la atención, lo que provoca que se les ponga precio a sus cabezas."

La respuesta de Edzard hizo ver a Yasaka y a Asia que no sería fácil descubrir quién era el nirniano que estaba apoyando al hijo de Lucifer. Algo que las preocupó bastante, ya que la falta de información podría costar muchas vidas. Sin embargo, antes de que la preocupación se instalara más profundamente en ellas, Edzard volvió a hablar.

"Aunque esto es preocupante, lo mejor es dejarlo de lado por hoy... este es un día especial, y no sería justo para ellas que estemos pensando en trabajo cuando debemos enfocarnos solo en su felicidad."

Al oír esas palabras, ambas mujeres asintieron, reconociendo que tenía razón. ¿De qué servía estresarse y preocuparse por algo cuando aquel era un día festivo para ellas? Así que, mirándose entre sí, sonrieron y decidieron no hablar más del tema. Luego comenzaron a relajarse, disfrutando del día en la playa.


Mientras sus padres hablaban de los problemas que estaban surgiendo en algunas facciones, Marie y Kunou jugaban tranquilamente en la playa.

"¡Ja, ja, ja...! ¡Vamos, Ma-chan!" gritó Kunou divertida mientras corría por la orilla, seguida de cerca por Marie.

"¡Espérame, Ku-chan!" respondió Marie entre risas, intentando alcanzar a su amiga.

Las dos niñas se divertían jugando a las atrapadas, completamente absortas en su propio mundo, sin preocuparse por lo que ocurría a su alrededor.

Estaban tan inmersas en sus juegos que sin darse cuenta se alejaron de la playa, llegando cerca del área boscosa en los extremos. Al percatarse de esto, inicialmente sintieron un poco de miedo, pero ese temor se disipó en cuestión de segundos, dando paso al innato deseo de exploración que suelen tener los niños.

"Ku-chan... ¿piensas lo mismo que yo?" preguntó Marie, mirando el bosque frente a ellas.

"Sí... pero sabes que no podemos hacerlo, ¿verdad?" respondió Kunou. "Prometimos no alejarnos de la playa y quedarnos donde puedan vernos."

Al escuchar la mención de la promesa, el impulso de aventura que habían sentido pareció diluirse un poco... al menos por unos segundos, pues pronto volvió con fuerza, sobre todo en Marie.

A pesar de que quería explorar, la pequeña dragona sabía que no era correcto romper su promesa, así que, algo decepcionada, soltó un suspiro y estuvo a punto de regresar a la playa junto a Kunou. Sin embargo, se detuvo de repente al captar un sonido.

"¿Oíste eso, Ku-chan?" preguntó Marie, mirando hacia el bosque.

"Sí, yo también lo escuché." respondió Kunou, que también había oído el ruido.

El sonido era una conversación muy amortiguada, que parecía provenir del interior del bosque.

La curiosidad, que había sido momentáneamente sofocada por la promesa, volvió a resurgir con fuerza. Poco a poco, ambas niñas dieron un primer paso hacia el bosque. Una vez que dieron el primer paso, el segundo y el tercero fueron más fáciles, y pronto no pudieron controlar sus pies, corriendo rápidamente hacia el origen de los sonidos.

Cuando llegaron al lugar de donde provenía el ruido, se detuvieron de golpe, sorprendidas por lo que vieron... o más bien, por lo que no vieron. Frente a ellas no había nadie, solo más árboles.

"No entiendo... estoy escuchando palabras amortiguadas, pero no veo nada." dijo Kunou, mirando hacia adelante sin encontrar nada.

"Sí, yo también..." añadió Marie, haciendo un puchero, decepcionada por no haber encontrado algo interesante.

Al ver que no había nada más que árboles, la hija de Yasaka decidió que lo mejor era volver antes de que sus padres notaran su ausencia. Girándose, estuvo a punto de hablarle a Marie, pero se quedó helada cuando vio a su amiga caminar lentamente hacia adelante y desaparecer de repente.

Ver aquello llenó de pánico a Kunou. Aunque no lo mostraba a menudo, el secuestro de Marie y todo lo que sucedió después la había marcado profundamente, generándole una especie de trauma, o al menos eso creía. Ver a su amiga desaparecer de esa manera despertó un miedo primordial en ella. Su cuerpo temblaba y un sudor frío recorrió su piel, helándola.

"M-M-Marie...?" fue lo único que pudo decir la kitsune, pero en ese momento vio, con sorpresa, cómo la cabeza de su amiga aparecía de la nada.

"¡Ku-chan!" gritó Marie con una sonrisa en el rostro.

El grito sobresaltó a Kunou, quien tropezó y cayó de espaldas al suelo, soltando un pequeño quejido de dolor, lo cual preocupó a Marie.

Al ver a su amiga en el suelo, la pequeña dragona salió corriendo hacia ella y se arrodilló a su lado.

"¿Estás bien, Ku-chan?" preguntó Marie con preocupación.

Cuando la kitsune miró a su hermanita, la abrazó de repente, sorprendiendo a la dragona.

"¿Ku-chan?" preguntó Marie, algo desconcertada.

"No vuelvas a desaparecer así, Ma-chan." respondió Kunou con la voz entrecortada.

Al oír a su amiga hablar de manera tan emocional, Marie se sintió mal y, rodeando el cuerpo de la kitsune con sus brazos, le prometió no hacerlo de nuevo.

Cuando las emociones de la pequeña kitsune estuvieron más calmadas, Kunou le preguntó a Marie qué había pasado.

"Ma-chan, ¿cómo es que desapareciste así de la nada?" preguntó Kunou, mirándola a los ojos.

"No lo sé, fue gracioso y extraño. Solo caminé y pasé por algo que parecía estar hecho de agua." Respondió Marie mientras se llevaba una mano a la frente, tratando de encontrar las palabras adecuadas para explicar lo que había ocurrido.

Al escuchar esto, Kunou se sintió un poco tonta. Ella había estudiado varios tipos de barreras, pues como youkai, sabía que en algunos momentos tendría que utilizarlas para ocultar algo del mundo sobrenatural a los ojos de los humanos normales. Gracias a eso, se dio cuenta de que había una barrera en ese lugar.

"Es una barrera…" susurró Kunou, llamando la atención de Marie.

La pequeña dragona parpadeó, dándose cuenta de lo que había frente a ellas. Así que, mirando de nuevo hacia la barrera, le dijo a Kunou lo que había visto.

"Allá hay personas raras."

"¿A qué te refieres?" preguntó Kunou, intrigada por esas palabras.

"Son personas que visten todo de negro y están transportando cajas con animales." Respondió Marie con sinceridad.

Los ojos de Kunou se abrieron de par en par al oírlo, comprendiendo que se trataba de contrabandistas de animales. Al entender lo que estaba sucediendo, se lo explicó a Marie, quien se enfureció. Sabía, por lo que había visto en la televisión, que los contrabandistas de animales hacían sufrir a los animales, especialmente a los más pequeños, y eso era algo que ella no podía tolerar.

"Tenemos que ayudarlos." Dijo Marie, rápida y decidida.

"No lo sé... No sabemos qué clase de personas son. Tal vez lo mejor sea pedirles a nuestros padres que vengan." Señaló Kunou con seriedad, intentando que Marie comprendiera que esto podría ser peligroso.

"Sí, pero los malos podrían irse cuando ellos lleguen." Comentó Marie, mirándola a los ojos, intentando convencerla de que debían detener a los contrabandistas antes de que escaparan.

"No, Ma-chan… es peligroso." Objetó Kunou.

"Por favor…" pidió Marie con los ojos iluminados como estrellas.

La expresión de Marie terminó ablandando a Kunou, y tras varios segundos, accedió a ir a capturar a los contrabandistas. Esto hizo que Marie saltara de alegría, y sin perder tiempo, tomó la mano de Kunou y la guió hacia el interior de la barrera.

Cuando ambas atravesaron la barrera, Kunou sintió en su propia piel lo que Marie le había descrito hace poco. Lo que vieron dentro era completamente diferente a lo que se podía observar desde el exterior. Desde fuera, el bosque parecía intacto, pero dentro de la barrera el paisaje había cambiado. El bosque había sido talado por completo, creando un claro artificial donde había más de cincuenta personas.

Los humanos iban de un lado a otro, moviendo jaulas, tal como Marie le había dicho. Aun así, Kunou estaba sorprendida, ya que no parecían ser simples contrabandistas. Lo que llevaban en esas jaulas no eran animales comunes; eran criaturas sobrenaturales.

"Por Amaterasu…" susurró Kunou, mientras ambas niñas se movían lo más sigilosamente posible hasta esconderse detrás de una roca, desde donde observaron la escena.

Los ojos de ambas siguieron a un grupo de hombres de aspecto sombrío que transportaban jaulas con criaturas desconocidas para ellas. Esto indicaba que no pertenecían al folclore japonés ni a las criaturas de Nirn.

Entre todos los hombres, uno destacaba por su aspecto autoritario, aparentando ser el líder. Era un hombre de unos cuarenta años, con barba espesa y voz ronca, quien daba órdenes a los demás.

"Rápido, movéos. No tenemos toda la noche." Gruñó el líder, señalando una cueva, o más bien, una especie de búnker subterráneo. Aunque su tono mostraba confianza, sus ojos se movían inquietos, vigilando los alrededores como si temiera que alguien los estuviera observando.

En medio del ajetreo, uno de los hombres, un joven nervioso, tropezó. La jaula que llevaba, cubierta con una tela negra, se tambaleó y casi cayó al suelo. Esto provocó un chillido agudo desde su interior, lleno de miedo y desesperación.

La jaula se movió ligeramente, lo que hizo que el joven palideciera mientras intentaba estabilizarla.

"¡Cuidado, imbécil!" escupió con ira otro contrabandista, un tipo alto con cicatrices en la cara. "Ese espécimen es muy raro a esa edad, y ya tenemos un comprador que ha ofrecido varios millones de dólares por él."

Al escuchar el precio, el joven palideció aún más, consciente de que tenía entre manos una fortuna que casi arruinaba. Con temor, asintió mientras intentaba mantener la jaula en su lugar. Pero antes de que pudiera hacer algo más, su líder, notando lo que había sucedido, habló.

"¡Silencio!" ordenó el líder, frunciendo el ceño mientras miraba a sus subordinados. "No necesitamos más atención de la que ya tenemos. Y tú, mocoso, si no puedes manejar la mercancía, encontraré a alguien que pueda."

El joven, asustado, murmuró una disculpa, mientras sus compañeros se reían entre dientes antes de volver a sus tareas.

Las dos niñas observaron todo con ira, comprendiendo que aquellos sujetos cazaban y capturaban criaturas sobrenaturales para venderlas sin preocuparse por el daño que causaban. Aunque las criaturas sobrenaturales estaban siendo protegidas por los gobiernos, estos actos causaban que algunas atacaran a la población civil, obligando a los agentes de desinformación a intervenir para ocultar la verdad del mundo sobrenatural.

"Ku-chan… tenemos que hacer algo." Susurró Marie, mirando a los contrabandistas con determinación.

"Lo sé, pero…" murmuró Kunou en respuesta, sintiendo un nudo en el estómago. Sabía lo que debía hacer, pero el miedo la invadía, especialmente después de haber pasado por una experiencia cercana a la muerte durante la misión de rescate de Marie. Sin embargo, cuando Marie le tomó la mano, aquel miedo comenzó a disiparse.

Cuando la pequeña kitsune sintió la mano de su amiga junto a la suya, sus nervios comenzaron a calmarse. Al mirarla, vio que Marie le sonreía de una manera que le infundía valor.

"Tranquila... vamos a hacerlo, juntas."

Las palabras de Marie, que no parecían de una niña de tan corta edad, estaban tan llenas de confianza que lograron inspirar a Kunou. Ella sonrió y asintió.

"Bien... entonces, ¿qué hacemos?"

La nueva pregunta de Marie hizo que la sonrisa de Kunou se esfumara por unos segundos. No entendía cómo, después de esas palabras tan seguras, ahora podía decir algo tan ingenuo. Sin embargo, al observar su apariencia, recordó algo importante: aunque Marie hablara como una niña de casi siete años, la verdad es que no tenía esa edad. Sabía que le tocaba a ella planear cómo enfrentar a los contrabandistas, ya que nada le quitaría esa idea de la cabeza a Marie. Así que comenzó a idear un plan.

Lentamente, examinó el lugar donde estaban los traficantes. El área era lo suficientemente espaciosa como para permitir que los contrabandistas lucharan cómodamente si fueran atacados cuerpo a cuerpo, además de que había espacio para esquivar ataques a distancia. Esto sorprendió a Kunou, pues no esperaba algo tan bien planeado por parte de simples criminales. Esto indicaba que estos traficantes no eran comunes, sino que tenían un líder muy capaz.

'No hay espacio para un ataque cubierto continuo... solo para uno sigiloso...' pensó Kunou con preocupación. Su mejor táctica siempre era atacar desde las sombras, pero en el interior de la barrera no había más que ese único lugar como escondite.

De repente, una duda surgió en la mente de la pequeña kitsune: ¿cómo es que la barrera no había activado ninguna alarma cuando entraron? ¿Cómo habían podido cruzarla sin que los detectaran? Fue entonces cuando comprendió que la barrera solo era de encubrimiento, no de seguridad. Por eso el interior estaba dispuesto de esa forma, para compensar las deficiencias de la barrera.

Los ojos de Kunou recorrían todo el lugar, y su mente ideó un plan sencillo y fácil de ejecutar. Se acercó a Marie y, pegándose a su oído, le contó lo que tenía en mente.


Los contrabandistas seguían movilizando sus nuevas mercancías, una gran cantidad de animales sobrenaturales. Estos contrabandistas no eran magos, sino humanos con contactos en el mundo sobrenatural, específicamente con un clan demoníaco, uno de los remanentes de los setenta y dos pilares. Los demonios los usaban para transportar animales sobrenaturales con el fin de estudiarlos y ver si sus cuerpos tenían alguna utilidad para la sociedad demoníaca o para venderlos como mascotas o familiares a demonios con suficiente poder adquisitivo.

Estas operaciones se llevaban a cabo en total secretismo, debido a los tratados firmados por los demonios con otras facciones. Esta falta de acceso a criaturas sobrenaturales de manera inmediata había llevado a la creación del Bosque Familiar, un lugar donde se colocaban criaturas obtenidas por medios legales para que se reprodujeran y pudieran ser usados como familiares por los demonios.

En este lote, habían recibido bestias más raras de lo normal, aunque la mayoría eran crías, algunas de las cuales podrían morir si no recibían los cuidados adecuados. Sin embargo, a los contrabandistas no les importaba eso, solo les interesaba que no murieran antes de ser vendidas. Lo que ocurriera después no era su problema.

El grupo de contrabandistas usaba esta isla en el Caribe como guarida secundaria y como punto de tránsito clandestino para evitar la vigilancia de los países que estaban en contacto con lo sobrenatural. La barrera colocada por los magos contratados por los demonios era sencilla, lo suficiente para no llamar la atención de un mago de alto rango que pasara cerca.

"¡Apúrense, debemos irnos pronto!" gritó el líder de los contrabandistas. La operación rutinaria estaba tomando más tiempo de lo normal, lo que le causaba preocupación, aunque no tanta como para entrar en pánico. Después de todo, la idea de que alguien los encontrara en ese lugar remoto era muy improbable. Sin embargo, cuando sus subordinados colocaron la última caja en el búnker, algo inesperado sucedió.

¡BOOM!

Una explosión resonó donde estaba uno de los grupos de subordinados. Habían dividido sus fuerzas en dos para guardar la mercancía más rápido. La explosión fue de un fuego azul peculiar, imposible de identificar para los humanos. Aunque no fue extremadamente grande, todos los subordinados del grupo fueron reducidos a cenizas en un instante.

El pánico se apoderó de los contrabandistas, quienes se reagruparon en el centro del claro, mirando en todas direcciones.

"¡Jefe, usted dijo que este lugar era seguro!" gritó uno de ellos, sacando un AKM-47, un arma humana comúnmente utilizada por varios grupos humanos, ya sean de gobiernos o subversivos, e incluso criminales.

El líder gruñó, sacando su propio rifle de asalto del mismo tipo.

"¡Disparen a los alrededores!" ordenó el líder, sin ver al atacante.

A la orden de su jefe, los contrabandistas sobrevivientes comenzaron a disparar ráfagas ininterrumpidas. Cuando sus cargadores se vaciaron, los reemplazaron rápidamente, pero esta vez no dispararon, sino que observaron el entorno.

"Esto es raro... no veo a nadie..." dijo uno de ellos, girándose bruscamente al oír un sonido proveniente de la única roca en el claro.

Esa roca estaba colocada estratégicamente para ocultar sus actividades en caso de que alguien entrara a través de la barrera, lo que la convertía en un punto ciego para ellos.

El líder, dándose cuenta de que el intruso podría estar detrás de esa piedra, gritó mientras apuntaba su arma.

"¡Sal con las manos en alto!"

El silencio que siguió tensó aún más a los contrabandistas. Todos mantenían los dedos en los gatillos, listos para disparar ante el más mínimo ruido. Sin embargo, ninguno disparó cuando vieron lo que surgía detrás de la roca.

Para su asombro, una pequeña niña salió de detrás de la piedra, tropezando ligeramente al hacerlo.

"¿Una mocosa?" preguntó uno de los contrabandistas, levantando su arma.

"No puede ser... esa explosión no pudo haberla hecho una mocosa." comentó otro, consciente de que el ataque había sido magia.

"Es verdad, debe haber algu-"

Las palabras murieron en su garganta cuando la niña gritó:

"¡FUS! ¡RO!"

El grito captó la atención de todos, y lo que vieron sería lo último que presenciarían en sus vidas. Para su horror, una onda de energía azul salió de la boca de la niña, arrasando todo a su paso. La velocidad de la onda fue tal que en dos segundos llegó a ellos. Los cuerpos de los contrabandistas fueron lanzados como muñecos, chocando contra los árboles cercanos y causando sus muertes al ser aplastados por los troncos arrancados de raíz.


Marie y Kunou, quien había salido de detrás de la roca donde se había escondido para hacer que los contrabandistas bajaran la guardia al ver solo a Marie, observaron cómo aquel claro quedó libre de contrabandistas.

El terreno no estaba tan destrozado como lo había estado el palacio de Yasaka cuando Marie desató su thu'um allí. Esto se debía a que, esta vez, Marie no había usado tanto poder en su grito. Aun así, la fuerza desatada superaba con creces muchos de los hechizos que algunos seres sobrenaturales podían realizar.

"Parece que ya no quedan contrabandistas." dijo Kunou a Marie, y comenzó a caminar hacia el búnker donde esos criminales mantenían a sus "mercancías".

"Sí." respondió Marie, siguiendo a Kunou hacia el búnker.

Cuando llegaron, se dieron cuenta de que la entrada estaba completamente sellada. La puerta, una doble compuerta que se levantaba hacia los lados, estaba hecha de acero reforzado, lo suficientemente gruesa como para soportar varios hechizos poderosos antes de ser destruida. Además, era tan pesada que las dos niñas no podían abrirla por sí mismas.

Al percatarse de que no podrían abrirla ni liberar a las criaturas del búnker, se miraron mutuamente con ojos llenos de frustración.

"Creo que no podemos abrirla…" comentó Kunou con pesar, sabiendo que no podía usar el mismo ataque que había utilizado contra los contrabandistas para romper la puerta.

El ataque que Kunou había usado era una flecha de Fox Fire, disparada desde su nuevo arco, el regalo que había recibido de Edzard. La explosión resultante había reducido a los contrabandistas a cenizas, pero utilizar ese mismo poder contra la puerta del búnker sería peligroso, ya que podría acabar matando a las criaturas atrapadas dentro.

Ambas niñas cayeron en un silencio tan profundo que no notaron cuando tres presencias llegaron hasta ellas.

"Ku-chan… ¿qué crees que deberíamos hacer ahora?" preguntó Marie, algo indecisa. Había pensado en usar su thu'um, pero no estaba segura de si sería seguro hacerlo. "¿Crees que sea buena idea usar mi thu'um en la puerta?"

La pregunta de Marie estuvo a punto de ser respondida por Kunou, pero una voz familiar la interrumpió... una voz que las aterrorizó.

"No, cariño, no es una buena idea." dijo Asia con tono tranquilo.

Al oír la voz de Asia, las dos niñas dieron un brinco, soltando un pequeño grito de sorpresa. Cuando volvieron a posar sus pies en el suelo, giraron lentamente y vieron, con horror, a sus padres.

El miedo se apoderó de ellas. No un miedo por su vida, sino ese tipo de miedo natural que los niños sienten cuando saben que han sido descubiertos y que están a punto de ser castigados.

"¿Se puede saber qué hacen aquí…?" preguntó Yasaka con una sonrisa radiante, pero con los ojos cerrados.

Aquella sonrisa no alivió en absoluto el miedo que sentían las niñas. Sabiendo que huir solo empeoraría la situación, decidieron decir la verdad, esperando que eso aliviara un poco el castigo que les esperaba al día siguiente, pues sabían que no serían castigadas ese mismo día.

Lentamente comenzaron a contar lo que había pasado, explicando todo acerca de los contrabandistas. Esto sorprendió a Asia, Edzard y Yasaka, quienes no podían creer lo que estaban escuchando.

"¿Están seguras de esto?" preguntó Edzard, no porque dudara de sus palabras, sino porque necesitaba confirmarlo para saber qué hacer a continuación.

"Sí, papá." respondió Marie de inmediato. "Los escuchamos decir que tenían nueva mercancía y oímos el sonido de varios animales".

Kunou asintió, confirmando lo que había dicho su amiga. "Es verdad, también escuché a los animales gruñir y chillar".

Al escuchar esto, Edzard miró a las madres de las niñas y, asintiendo, se acercó a la puerta del búnker. Mientras él avanzaba, Yasaka y Asia se quedaron atrás para reprender a las niñas.

"¿Qué estaban pensando al irse de la playa sin decirnos nada?" preguntó Yasaka con una sonrisa que no lograba ocultar su molestia.

"Yasaka tiene razón. Ustedes prometieron no alejarse de la playa y siempre permanecer donde pudiéramos verlas." añadió Asia, mirando a ambas niñas con seriedad.

Las palabras de sus madres provocaron que ambas bajaran la mirada, sintiéndose avergonzadas. Aquella vergüenza no nacía del hecho de haber salido a explorar, sino porque sabían que habían roto su promesa.

"No pensamos que fuera a ser un gran problema…" murmuró Kunou, con la vista todavía fija en el suelo.

"¿Que no iba a ser un problema?" replicó Asia, con un tono un poco más severo. "Estamos en un país extranjero donde no tenemos contactos. Si algo les hubiera pasado, no habríamos estado cerca para ayudarlas".

Las palabras de Asia cayeron como pesadas losas sobre los corazones y mentes de las niñas. Entendieron lo que su madre intentaba decirles: podrían haber sido secuestradas o lastimadas. Y eso las hizo sentirse aún peor, sabiendo que la situación reciente no había sido fácil para sus padres.

"Lo sentimos… prometemos no volver a hacerlo." respondieron al unísono Marie y Kunou, levantando sus ojos llenos de arrepentimiento hacia sus madres.

Al ver las caras de sus hijas, Asia y Yasaka suspiraron y, sonriendo, les dieron un fuerte abrazo. Las niñas respondieron rápidamente al gesto, sintiéndose un poco mejor.

Al separarse, las dos madres tomaron de la mano a sus hijas y caminaron con ellas hacia el búnker. Cuando llegaron, vieron a Edzard observando detenidamente la puerta.

"Ed, ¿qué pasa? ¿Por qué no has abierto la puerta aún?" preguntó Asia, al notar que seguía intacta.

"Estaba pensando en cómo hacerlo... No sabía si usar fuerza bruta o un thu'um, pero temo que cualquiera de esos métodos causaría más problemas. Supongo que la magia será la mejor opción." respondió Edzard.

Con un movimiento de sus manos, conjuró una esfera gravitatoria dorada que apareció varios metros por encima de la puerta. La esfera generó una fuerza gravitacional tan intensa que las bisagras de la puerta comenzaron a crujir y chirriar. El sonido era tan agudo que todos, excepto Edzard, tuvieron que taparse los oídos.

El estridente sonido duró unos segundos más hasta que, finalmente, la puerta fue arrancada de su lugar con un fuerte estruendo que sacudió ligeramente el claro. La puerta quedó flotando en el aire, y el pasaje hacia el interior del búnker quedó libre.

Al ver el pasaje, Edzard se acercó primero, siempre con la guardia en alto y las manos listas para lanzar un hechizo. No sabía si dentro de ese lugar habría trampas.

"Entren después de mí." dijo Edzard antes de entrar al búnker.

Yasaka y Asia asintieron, y mirando a sus hijas, les indicaron que las siguieran. Querían asegurarse de que ellas pudieran ser las primeras en escapar si algo salía mal. Las dos niñas asintieron y caminaron tras sus madres.

La familia entró al búnker, avanzando por su interior. Al poner un pie dentro, las luces automáticas del lugar se encendieron, permitiéndoles ver con claridad. El búnker era una sala espaciosa, repleta de cajas cubiertas con telas. Muchas de estas cajas estaban apiladas unas sobre otras.

"Definitivamente son animales." señaló Edzard con confianza, pues su sentido del olfato captó el inconfundible aroma.

Al escuchar eso, Asia y Yasaka se movieron rápidamente y retiraron las telas, revelando jaulas con diversos animales.

"Son demasiados..." comentó Yasaka, sorprendida. A diferencia de su hija, ella logró reconocer algunas criaturas. "Puedo identificar algunas de los grandes lagos entre Estados Unidos y Canadá."

La mención de la procedencia sorprendió a Edzard, Asia, Kunou y Marie. Esa área era una reserva protegida por varias facciones y el gobierno de los .

"Estos contrabandistas han violado al menos quince tratados con sus acciones." comentó Yasaka mientras se acercaba a una de las criaturas, observando su estado.

Los ojos de la líder de los Youkai se llenaron de lástima al ver al pobre ser enjaulado, notoriamente desnutrido y deshidratado.

"Tenemos que hacer algo." dijo Asia, atrayendo la atención de todos. "No podemos dejarlos morir... Sé que podemos salvarlos."

"Es posible... pero necesitarían cuidados especiales." respondió Yasaka rápidamente. "Nosotros no podemos cuidarlos. Deben estar en manos de expertos en criaturas mágicas."

Las palabras de Yasaka entristecieron a Asia, Kunou y Marie, quienes creyeron que no podían hacer nada... hasta que Edzard habló.

"Creo que conozco a alguien..."

Las palabras de Edzard captaron de inmediato la atención de las mujeres, mirándolo con sorpresa y diferentes reacciones.

"¡Yay! ¡Papá, eres genial!" gritó Marie con absoluta felicidad mientras se lanzaba a abrazar a su padre. "¡Siempre sabes qué hacer!"

Las palabras de la pequeña dragona fueron seguidas de asentimientos de Kunou, Asia y Yasaka, quienes también pensaban lo mismo.

La reacción provocó que Edzard se sintiera un poco avergonzado, desviando la mirada mientras se rascaba la nuca.

"No soy tan genial, Marie…" dijo con un toque de vergüenza en la voz.

"¡Sí lo eres! ¡Siempre sabes qué hacer para que todo salga bien!" replicó la pequeña dragona, sonriendo de oreja a oreja.

Aunque Edzard quería seguir discutiendo, supo que no tenía sentido. Una vez que su hija se emocionaba así, era imposible cambiar su opinión. Soltando un suspiro, decidió dejar el tema y se giró hacia Yasaka.

"Yasaka… ¿puedes llamar a Sirzechs?"

"S-sí, claro… pero, ¿por qué?" preguntó la kitsune, algo confundida.

"Llama y dile lo que está pasando. Pídele que envíe a Zatouji. Es el único demonio que conozco que podría saber qué hacer en estos casos." explicó Edzard, recordando al maestro de familiares que había acompañado a Issei y al ORC cuando buscaron un familiar en el bosque.

Yasaka asintió rápidamente y, sin perder tiempo, contactó a Sirzechs. Tras transmitir el mensaje y recibir una respuesta, le informó a Edzard, quien asintió al escuchar que Zatouji iría con un equipo de especialistas.

"Tenemos que prepararlo todo… chicas, ayúdenme a mover estas cajas." ordenó Edzard, mirando a su familia. "Asia, Yasaka, ustedes carguen las jaulas que puedan. Kunou, tú haz lo mismo con las más pequeñas. Marie, si puedes, carga algunas cajas, pero no te esfuerces demasiado… ¿entendido?"

"¡Sí!" respondieron todas al unísono.

Se pusieron manos a la obra, moviendo cajas y jaulas. Asia y Yasaka trabajaron en equipo para mover las jaulas medianas y grandes, mientras que Kunou y Marie se encargaron de las más pequeñas. Edzard se ocupó de las más pesadas, usando tanto su fuerza bruta como magia.

Poco a poco, el búnker empezó a vaciarse. Cuando casi habían terminado, Marie encontró una jaula que reconoció como la que aquel joven contrabandista casi había dejado caer.

Se acercó con cautela, retiró la tela y lo que vio dentro la dejó boquiabierta. En el interior había lo que parecía ser un pájaro, pero no uno común. Era grande, con plumaje plateado, casi del tamaño de un águila adulta, pero lo más curioso eran sus alas. No tenía un solo par, sino tres, es decir, seis alas en total.

"Woaaa…" fue lo único que pudo decir Marie, fascinada por la criatura.

La pequeña dragona, completamente cautivada, extendió lentamente su mano para tocarla. El ave no percibió la acción como una amenaza, por lo que también acercó su cabeza.

Cuando finalmente se tocaron, Marie sintió que las plumas plateadas eran tan suaves como una nube, algo inusual para un pájaro.

El ave emitió un suave chirrido, como si estuviera feliz, lo que hizo que Marie sonriera divertida. Lentamente, retiró su mano.

"Eres muy simpático." dijo Marie, mirando al ave mientras tomaba su jaula.

El ave pareció entender lo que dijo la dragona y soltó un chillido, casi como si respondiera. Esto hizo que Marie sonriera aún más. Así que, saliendo del búnker, se dirigió hacia donde estaban sus padres. Al llegar a la superficie, vio que todos los animales ya no estaban, y que solo quedaban sus padres, la madre de Kunou y Kunou. Además, junto a ellos había un hombre vestido con pantalones cortos marrones y un polo sin mangas rojo.

Cuando Marie salió, llamó la atención de todos, especialmente de sus padres, quienes se sorprendieron al verla con una jaula en manos.

"Parece que falta uno, Zatouji." dijo Edzard mientras se acercaba a su hija.

"Eso parece..." respondió Zatouji, el hombre de los pantalones cortos y el polo sin mangas.

El demonio había llegado con unos colegas y, al ver a todas las criaturas sobrenaturales, no perdieron tiempo en llevárselas para darles tratamiento. El Maestro Familiar estaba sorprendido por lo que habían encontrado allí dos de los líderes del pacto, pero ahora estaba aún más sorprendido por el ave que llevaba la hija de Edzard.

"Marie, querida, ¿por qué no trajiste esta ave antes?" preguntó Edzard al llegar al lado de su hija.

La pequeña dragona miró al suelo y respondió con voz tímida: "E-es que me distraje con su apariencia... es muy curiosa y linda."

Al oír esto, Edzard miró la jaula, sorprendiéndose. Esta reacción llamó la atención de Asia, Kunou y Yasaka, quienes se acercaron y también quedaron asombradas al ver al ave.

"¿Qué clase de ave es esta?" preguntó Asia, perpleja, pues nunca había oído de una criatura así.

"No tengo idea." respondió Yasaka, sin poder identificarla.

Kunou, por su parte, tenía los ojos brillantes, fascinada por el ave. Aunque parecía un águila adulta, irradiaba un aura que recordaba a una cría joven.

"¿Qué clase de ave serás?" preguntó Kunou mientras se acercaba para acariciar al ave, que, para sorpresa de todos, no se mostró reticente y se dejó acariciar con tranquilidad.

"¡Un Ave del Trueno!" exclamó Zatouji al ver al ave en la jaula.

"¿Un ave del trueno?" preguntó Edzard con curiosidad, pues nunca había escuchado ese nombre.

"Sí, un ave del trueno. Es una criatura mágica increíblemente rara de ver." explicó Zatouji, atrayendo la atención de todos.

"¿Cómo es eso?" preguntó Asia mientras observaba al ave.

"Las aves del trueno son criaturas mitológicas con el poder de crear tormentas al batir sus alas. Claro que eso solo lo hacen los ejemplares adultos. No solo eso, también pueden usar relámpagos como ataques. Son muy difíciles de encontrar porque, según se dice, pueden sentir el peligro, lo que les permite evitarlo fácilmente. Prefieren las montañas y las zonas desérticas de Arizona o las regiones de los Grandes Lagos en América del Norte, lejos de las ciudades." Zatouji explicó lo poco que se sabía de estas aves, dada su rareza.

Edzard, Asia, Marie, Yasaka y Kunou quedaron sorprendidos. No podían creer que esa ave tuviera tanto poder.

"Vaya, parece que es un privilegio ver a un espécimen como este." dijo Edzard con una sonrisa mientras metía la mano en la jaula y acariciaba la cabeza del ave, que no retrocedió y se dejó tocar sin problemas.

Esta acción sorprendió a Zatouji, quien sabía que estas aves podían percibir el peligro, pero por alguna razón, el ave no mostraba señales de hostilidad hacia Edzard y su familia; al contrario, parecía amistosa. Decidido a probar suerte, Zatouji se acercó, pero en cuanto el ave lo vio, soltó un chillido y lo observó fijamente.

"Vaya, parece que no te agrado..." dijo Zatouji con un aire derrotado, rodeado por un aura de depresión. Estaba frente a una criatura rara, pero no podía acercarse para observarla de cerca.

"Sí, parece que no le caes bien." dijo Edzard con una sonrisa, lo que solo deprimió más a Zatouji. "Supongo que si fuera una cría recién nacida tal vez te aceptaría."

Las palabras de Edzard sorprendieron a Zatouji, quien lo miró con asombro, una reacción que también sorprendió al propio hijo de Akatosh.

"¿Qué pasa?" preguntó Edzard, confundido.

"Esa ave del trueno no es adulta, es solo una cría." respondió Zatouji, lo que dejó a Edzard y al resto de su familia boquiabiertos.

"¿Qué quieres decir?" preguntó Yasaka, igualmente asombrada. "¿Cómo que no es adulta?"

"De lo poco que se sabe de las aves del trueno, los adultos pueden llegar a medir casi dos metros de altura desde el suelo hasta la cabeza, y con las alas extendidas alcanzan una envergadura de casi cuatro metros." explicó Zatouji, sonriendo al ver los rostros sorprendidos de todos.

'No me jodas... Esta ave va a crecer tanto como un grifo en Nirn.' pensó Edzard, asombrado.

"¡Vaya, parece que serás enorme!" gritó Marie con alegría mientras miraba al ave en la jaula.

El ave soltó un chillido que, para sorpresa de todos, sonaba no solo alegre, sino ¿orgulloso? Todos se dieron cuenta de que parecía tener una conexión especial con Marie, lo que hizo que Zatouji sonriera.

"Parece que esta ave se ha encariñado con la pequeña." dijo Zatouji, llamando la atención de todos. "Diría que quiere formar un contrato de familiar con ella."

"¡¿Qué?!" gritaron Edzard, Asia, Kunou y Yasaka al unísono.

El asombro ante lo que oían era palpable. Era sorprendente que una criatura tan poderosa quisiera hacer un contrato con una niña, pero esa sorpresa pronto se convirtió en sonrisas.

'Increíble... Un ave con tanto potencial quiere unirse a la hija de Edzard... Eso solo resalta el poder innato de Marie.' pensó Yasaka, impresionada.

'Esto es inesperado, pero creo que sería bueno que Marie tenga un familiar... y más si es uno capaz de detectar el peligro. Podría mantenerla a salvo.' pensó Asia, sonriendo.

Mientras todos reflexionaban sobre el increíble giro de los acontecimientos, Marie miraba al ave en la jaula con asombro.

"¿Quieres ser mi familiar?" preguntó la pequeña con curiosidad.

Para la total sorpresa de todos, el ave se acercó a la mano de Marie y la acarició con su cabeza. Al ver esto, todos entendieron que era verdad. Edzard se acercó a su hija y al ave con una sonrisa.

"¿Qué opinas, hija? ¿Quieres a esta ave como tu familiar?" preguntó Edzard con voz amable.

Al oír la pregunta, Marie no tardó mucho en responder con un asentimiento.

Al ver esto, Edzard sonrió y, acercándose a la jaula, la abrió usando su fuerza bruta. Esta demostración asustó un poco al ave, que se sorprendió al ver aquello. Aun así, se recuperó rápidamente y, sin pensarlo dos veces, extendió sus alas, salió de la jaula y voló un poco antes de posarse frente a Marie.

"Parece que ya está todo listo." dijo Zatouji con una sonrisa mientras se acercaba a Marie y comenzaba a explicarle qué hacer.

Aunque el Maestro Familiar explicaba todo con claridad, la pequeña dragona no sabía usar magia de la Tierra, por lo que no entendía cómo proceder.

"Vaya, esta es la primera vez que me encuentro con algo así..." comentó Zatouji, llevándose una mano a la nuca, ya que no sabía cómo manejar la situación. Los demonios solían usar magia de forma casi instintiva, pero parecía que no era el caso de Marie.

Marie miró al ave que quería ser su familiar con tristeza, sintiéndose mal por no poder realizar el hechizo necesario. Sin embargo, antes de que se desanimara más, Edzard y Asia se acercaron a ella.

"Tranquila, Marie." susurró Asia mientras tomaba la mano derecha de su hija y colocaba la suya sobre esta. "Creo que esto te ayudará."

La pequeña dragona quiso preguntar por qué decía eso, pero antes de que pudiera decir algo más, el círculo mágico diseñado por su padre apareció en su mano.

"¿Qué es esto?" preguntó Marie con curiosidad.

"He grabado el círculo mágico que tu padre creó para que puedas usarlo." respondió Asia con una sonrisa. "Ahora podrás hacerlo, así que inténtalo de nuevo."

Tras escuchar estas palabras, Marie miró al ave del trueno y, sonriendo, comenzó el ritual nuevamente. Esta vez, un círculo mágico apareció bajo el ave, brillando intensamente y llenando todo el lugar con su luz.

Mientras Marie observaba cómo se completaba el contrato, una sonrisa se dibujó en su rostro, imaginando las aventuras que vivirían ella, Kunou y su nuevo familiar.


Nota de autor:

A los que han llegado hasta aquí, Gracias por leer.

Bueno, y ya esta el capítulo 78, XD.

Este fue mas un capitulo de relleno familiar que otra cosa, ya en los próximos capítulos seguiremos la trama… tengo planeado dentro d capítulos comenzar a intercalar lugares, pues comenzare a mostrar cosas que pasan en Tamriel.

Bueno, me disculpo por cualquier error ortográfico. No se olviden de dejar un review si les gustó el capítulo o si hay alguna cosa que necesite mejorar o si tienen alguna duda sobre la historia. Además, cualquier consejo constructivo es bienvenido. Sin nada más que decir, hasta el próximo capitulo.