Hetalia: Axis Powers (y sus derivados) son propiedad intelectual de Hidekaz Himaruya. Yo no tengo propiedad de los personajes y el propósito de este fanfiction es solo de entretenimiento. No está permitida su comercialización.


Capítulo 18

Cross version

La reina virgen

Catillo Kenilworth. Inglaterra, 1566

Isabel I, la reina de Inglaterra y conocida por algunos como la hija bastarda de una mujerzuela ejecutada, tenía un serio problema en sus manos. Necesitaba recaudar fondos para llevar a cabo sus campañas contra María Estuardo, su prima y reina de Escocia, pero para que eso fuera posible debía tener la autorización del parlamento. El problema en sí no radicaba en la negación de su petición, sino en lo que se exigían a cambio.

–No veo porque la sorpresa ante la propuesta –le dijo Inglaterra tranquilamente en lo que se encontraba postrado sobre el trono de la reina, bebiendo de una copa dorada un delicioso vino –. Lo han estado exigiendo por años, tarde o temprano encontrarían la oportunidad de forzarte en tomar un esposo.

–No ayuda con sus palabras, señor –musitó Isabel con fastidio en lo que continuaba deambulando por la sala del trono desolada como un león enjaulado.

La soltería de Isabel había sido no solo su mejor arma, su ventaja y su mayor deseo. El mantenerse disponible le había permitido acercarse a posibles pretendiente en otros reinos con tratos más dóciles y negociaciones ventajosas. Su libertad siempre había sido una ventaja de la que no estaba dispuesta a renunciar.

–Siempre sopese que usted pensaba igual que mi persona –continuó Isabel cruzando sus brazos sobre su pecho –. Que mi mano en matrimonio no estaba en discusión.

–No confundas, mi niña –le dijo la nación frunciendo el ceño –. La sola idea de compartir tu poder me da escalofríos.

E Inglaterra lo tenía muy presente, los cinco años del reinado de María Tudor, hermana de Isabel, junto a Felipe II fueron una tortura, especialmente teniendo presente a España y su católica presencia. Era algo que habían convenido la nación y la princesa desde antes de su coronación, no volverían a compartir el poder con extranjeros y mucho menos aliarse con católicos.

–Pero el parlamento no dejara de insistir en que contraiga matrimonio –dijo ella con frustración –. Y los que no insisten en España…

–¡Felipe está fuera de discusión! –soltó Inglaterra tajantemente alzándose del trono, mencionado con desprecio el nombre del cuñado y principal pretendiente de Isabel.

–Han sugerido a Francia –continuó la reina como si nunca hubiera sido interrumpida.

Inglaterra musitó un quejido de disgusto dejando caer de nuevo sobre el trono. Si había alguien peor con quien emparentar que España, ese sería Francia.

El matrimonio había sido un asunto complicado entre las naciones. Mientras que para los humanos y en especial los reyes, era una forma de reforzar alianzas y lazos entre reinos, en el caso de los otros, solo provocaba un parentesco político entre las naciones involucrados. Ya que estas representaciones solo llegaban a contraer matrimonio entre ellos, cuando sus reinos se unían en condiciones igualitarias, lo cual se daba en muy pocas ocasiones y más con el paso de los años.

–Lo que necesitas es de un marido ausente, uno que estuviera lejos y no se involucrara en nuestros asuntos –musitó la nación –. Suecia queda algo lejos.

Ahora fue turno de Isabel de responder con un resoplido.

–Ambos sabemos cuáles son mis razones encontrar de que su majestad contraigas matrimonio –dijo Inglaterra enderezándose en su asiento y clavando su mirada en la reina –, o de tus pretendientes en específico. Pero… ¿Cuál son tus motivos, mi pequeña?

Isabel guardó silencio tratando de evitar la mirada penetrante de los ojos verdes de la nación, en un intento vago de ocultar sus motivos. Pero la Inglaterra la conocía muy bien, de toda la vida y sabía leerla mejor que un libro. La renuencia de Isabel hacia el matrimonio iba mucho más lejos de simplemente cuestiones políticas y pretendiente interesados. Lo había visto de primera mano con su padre, cuyas esposas pasaban rápidamente por el altar, la cama nupcial y el patíbulo, como en el caso de su propia madre.*

El matrimonio feliz no existía y uno ameno solo ocurría en los cuentos de hadas. Isabel de niña le gustaban esas historias, Inglaterra solía contarle sus favoritos antes de dormir. Aquellos, en que el príncipe idea era más que una simple ilusión.

–Sabe bien que "él" está fuera de discusión –soltó Inglaterra sacando a la reina de sus ensoñaciones, poniéndose de pie para marchar hasta la reina –. Dudley pertenece a una casa nobles –continuó en lo que sus pasos comenzaron a retumbar en el suelo de la solitaria sala – y darle preferencia a una sobre las otras, fue lo que desestabilizó el reino de tu padre.

–No me hable del pasado que conozco tan bien –se quejó ella sacudiendo su mano como si pudiera alejar a la nación similar a un bicho molesto –. Pero nos quedamos sin opciones.

Los planes de Isabel requerían del apoyo y financiamiento que solo podía otorgarle el parlamento, pero estos le ataban las manos con la necesidad de una ceremonia matrimonial.

–¿Cómo podré seguir fiel a mí convicciones con tal cadena al cuello? –musitó Isabel con pesadez en su voz.

Pronto sintió las manos enguantadas de Inglaterra en sus mejillas volviendo su rostro en la dirección de la nación. Pronto se topó con aquellos ojos verdes penetrantes, que siempre la devoraban como una bestia hasta lo más profundo de su alma. Era como ver una noche estrellada y perderse en el basto cielo nocturno.

–Nadie gobernará este reino bajo el yugo opresor de los enemigos –dijo este tajantemente –. Felipe te desprecia, Francia estorba, los demás reinos son insuficientes, el parlamente está lleno de necios y tontos, y Dudley, no está a tu altura.

Casi inmediatamente, la nación inglesa aligero su seño pronunciada por sus cejas pobladas y le depositó a Isabel un beso casto en la frente.

–La he visto crecer desde pequeña y convertirte en la perfecta reina para mí –continuó endulzando la voz –. Por ello, no encontramos a alguien digno de siquiera estar a tu lado.

–Para usted, nadie es digno.

–Por supuesto que no, siempre ha sido mi favorita.

Ambos soltaron una risita tonta que hubiera sido adorable en un par de chicuelos.

–Aún que eso aún deja queda pendiente el dilema del parlamento y su terquedad de que contraigas matrimonio –retomó Inglaterra dejando a reina para retomar su copa con vino había dejado junto al trono.

–Ya he podido eludir sus tonterías en el pasado –aseguró Isabel con ademan con la mano –, y estos segura que podré hacerlo de nuevo. Solo necesito una idea.

–Pues tendrá que ser una brillante, mi reina –soltó Inglaterra dejándose de nuevo caer cómodamente en el trono, antes de dar un sorbo a su copa de vino –. Algo sencillo y que no te comprometa con algún indeseable, y que te permita la libertad que deseamos para que dirijas el reino como se debe. Necesitamos a alguien que los dejes satisfechos a esos viejos tontos, sino que también ayude a tu imagen ante el pueblo.

–Necesitamos a una persona comprometida con nuestra empresa…

–Efectivamente –comentó Inglaterra con simpleza sin percatarse en la mirada que le dirigía Isabel.

–Tiene que ser alguien leal, confiable y que desee lo mejor para mí, y para el reino –dijo la mujer dando unos pasos hacia adelante.

–Eso es lo difícil –masculló Inglaterra entre sorbos de vino –. ¿Qué persona no buscaría veneficio propio en tal situación?

–No una persona –respondió Isabel con tal seguridad en su voz, que distrajo a la nación de su vino. Inglaterra finalmente alzó la vista y contempló la mirada que le dirigía su reina. Era aquella mirada traviesa que siempre hacía cuando tenía en mente una travesura.

–¿Qué es lo que…?

Pero Isabel solo se dignó a señalarlo con su mirada y una flamante sonrisa.

Fue cuando lo entendió.

–¡No! –bramó la nación inglesa poniéndose inmediatamente de pie.

–¿Por qué no?

–¿Porqué…? ¡¿Por qué no?! Eso no se hace –masculló Inglaterra cambiando posiciones con Isabel, siendo él ahora quien deambulaba por la habitación ante los nervios y un delatado sonrojo en sus mejillas –. "Nosotros" no nos unimos como los seres humanos –tajó con vehemencia.

–Pero sí contraen matrimonio.

–¡Cuando lo reinos se unen! ¡Bajo convenios! ¡Uniones territoriales! ¡Y sin amor!

–¡Amor! –soltó Isabel casi con una carcajada –. ¿Quién es está hablando de amor? Porque yo no veo diferencia a como lo hacen los reyes.

–Solo… nos unimos entre nosotros –insistió Inglaterra con una mirada más fulminante. Pero solo obtuvo una sonrisa más burlona por parte de la reina, debido al insistente carmín de sus mejillas.

–¿Porqué?

–¡Esas son las reglas!

–¿Quién las estipulo? ¿Dónde están escritas? ¿Qué ley lo dice?

–No está en sí… no es que quiera decir… –balbuceó Inglaterra antes de bramar con fuerza –: ¡No! ¡No voy a casarme contigo!

La nación se apartó de su reina buscando refugio contra el gran ventanal de la sala que permitía la entrada de luz a la misma. El silencio se apoderó de la habitación en lo que la tensión entre ambos fácilmente se podía cortar hasta con un cuchillo.

Isabel dio unos pequeños pasos nerviosos hacia adelantes, ya que, a pesar de conocer a Inglaterra por tantos años, que este dirigiera su molestia hacia ella era algo nuevo.

–Usted mismo lo has dicho – habló la reina con una voz dulce – "no hay hombre digno para mí". Ya que solo sería mi nación, mi reino, el único digno, el único que sabe, al único que le importa el odio de Felipe, la falsedad de las promesas de los franceses, y el lastre que resultan los demás reinos.

Isabel se aproximó ante el silencio de Inglaterra, pero este continuaba dándole la espalda.

–Necesito a alguien que comprenda la independencia que requiero como reina –dijo ella –, que no juzgue mis orígenes y que me ame incondicionalmente.

Dio un paso más quedando justo detrás de Inglaterra.

–Necesito a un marido al que le sea devoto en espíritu –continuó ella en lo que abrazó a la nación por espalda, como solía hacerlo cuando era pequeña y jugaban en los jardines –, por el cual yo sacrifique mi sudor y sangre, el más importante para mí, por el que daría mi vida. Mi pueblo, mi reino, mi Inglaterra.

No había tinte romántico en sus palabras, pero estaban llenas de pasión y fervor. Era el deseo de servir, de proveer y proteger. Había amor en las palabras de Isabel, el amor por su reino, su gente y por Inglaterra. Como nación, era el amor más puro que podían ambicionar.

–No lo aceptaran –comentó él suavemente sin rechazar su afecto –, ya que nunca podrás tener un heredero. Yo no puedo dártelo.

Isabel río contra su hombro, en lo que aseguró:

–Esa nunca fue la intención al proponértelo. Ya que yo sería la imagen para el pueblo… algo eterio… casi divino. Como un santo y una virgen.

–¿Virgen? –ahora fue turno de reír de Inglaterra –. Creo que eso si lo categoría en un matrimonio normal en la realeza.

–Por favor, lo necesito –insistió Isabel obligando a Inglaterra a volverse y mirarla a los ojos –. Como usted a mí.

La duda aún estaba presente en los ojos verdes de la nación, en lo que su mente y corazón se dividían en dos fuerzas opositoras luchando con fervor en su interior, hasta que finalmente una sonrisa se dibujó en sus labios denotando el lado ganador. Tomó la mano de su reina y besó suavemente el dorso de esta.

–Vaya propuesta de matrimonio.

~0O0~

Pasaron un par de días antes que dieran el gran anuncio, sin fiesta y sin celebraciones, ya que el enfoque debía ser el sacrificio de la reina ante su reino, más que la unión de una pareja o el amor. Las Iglesia Católica soltó un grito ensordecedor ante el anuncio, pero eso permitió a los protestantes tomar mayor fuerza en la isla con el apoyo de su reina.*

Por igual, Felipe el rey católico de España maldijo tan blasfema unión y se pronunció en contra de Inglaterra e Isabel tanto en el mar y campo de batalla. Isabel respondió fortaleciendo las leyes de corso y apoyando a la piratería de sus súbditos, provocando un terrible dolor de cabeza al rey español y la destrucción de la armada naval más poderosa de la época.*

Pero no solo los reyes estaban frustrados con el acto de la reina y su consorte inmortal, las otras naciones vieron con malos ojos la unión y pronto dieron la espalda a Inglaterra en el aspecto personal, ya que en el político todo siempre habían sido un asunto de máscaras y apariencias. Pero las reacciones que más entretenían a Inglaterra eran la de España, llenó de furia y frustración, y Francia, una extraña de mezcla de celos y humor.

Con el tiempo, la imagen de Isabel como una reina entregada a su pueblo, fue adquiriendo un toque más sacrosanto, y motivado por sus principales súbditos, fue apodada como la reina virgen. Su reinado se prolongó y con ello la prosperidad que acalló las ultimas voces de rebeldía del parlamento y el reinado de su prima en Escocia*. Isabel se convirtió en gobernante, heroína, virgen y esposa de reino de Inglaterra.

Los años continuaron y su gobierno recibió el título de la época dorada.* Inglaterra e Isabel estaban más que satisfechos con que su plan había resultado mucho mejor de lo que se imaginaron. Y en cuanto a su relación, se fortificó en un equipo imparable.

Nunca funcionaron como un matrimonio convencional, ya que Isabel continuó recibiendo en privado al duque de Leicester e Inglaterra salía al mundo a disfrutar las aventuras que otorgaban las aguas de nuevo mundo.

Aun así, siempre estaban dispuestos para cuando el otro lo necesitaba. Y así fue por cuarenta gloriosos años, hasta una tristes mañana.

La pesquisa urgente había traído devuelto a Inglaterra de su último viaje hasta la recamara de la reina, donde Isabel yacía mucho más pálida y cadavérica que lo que su maquillaje la hacía ver.* Esa imagen de la mujer valiente e implacable, dominada por la edad y mortalidad, destrozó el corazón de Inglaterra.

–Ha… venido –musitó con debilidad y susurros Isabel en lo que la nación se sentó a la orilla de su cama y tomó suavemente su mano entre las suyas.

–Por supuesto –respondió él con una sonrisa –, como dejaría a mi amada esposa sola durante una dolencia.

Isabel intentó reír, pero en su dolor y malestar, solo pudo toser incontrolablemente en lo que trató de recuperar la respiración.

–Que graciosa palabra: dolencia –dijo ella –. Vaya forma de llamar a la muerte –volvió sus ojos hundidos a la nación inglesa a su lado –. Por favor, no mientas por mí.

–Como desee.

Isabel le sonrió.

Con la poca fuerza que le quedaba, alzó su mano decrepita y consumida por la pintura blanca, hasta el rostro perfecto de Inglaterra y acarició con dulzura su mejilla. Tan joven, fuerte y hermosos como el día en que lo conoció. No era una belleza humana, era el poderío del reino que ella fortaleció.

–Siempre complaciéndome –dijo Isabel entre susurros débiles –. Viajaste desde nuevo mundo solo para verme marchitarme. Es tan considerado.

–Fastidiar a España solo es la mitad divertido si no estás para escucharlo.

–Todo un pillo. ¿Qué ha hecho ahora?

–Solo digamos que no solo le he robado, sino que he plantado una similla que le causará problemas a España, ahora y en el futuro.

Rio Isabel débilmente.

–¿Lo disgustaste?

–Mucho.

–Excelente –agregó ella satisfecha volviendo la vista al techo de su cama de dosel –. Algo que puedo pedirte como mortal, es que no importa los años, es que siempre lo disfrutes.

–Y yo disfrute –le aseguró Inglaterra –, está travesura contigo.

–¿Así llamas a nuestro matrimonio?

–No, sino una de las mejores decisiones de mi existencia.

–Pero habrá otras, que disfrutara igual o mucho más –insistió ella –. Y conocerá a otros que amará mucho más que a mí.

–Lo dudo –dijo Inglaterra negando con la cabeza –, porque usted siempre serás mi verdadera y única esposa.

–Nunca digas nunca –se burló ella –. Tienes un futuro próspero, de eso me he asegurado, y un mundo nuevo por descubrir. Sé que tarde o temprano, encontraras a un nuevo favorito. Tienes todo el tiempo para descubrirlo.

La reina pudo sentir el fuerte apretón de las manos de Inglaterra sobre la suyas, pero ninguna palabra salió de sus labios.

–Lo vez, su silencio lo delata –soltó ella satisfecha que la edad y el tiempo le hubiera dado la sabiduría de notar esos detalles –. No hablemos más del asunto, solo quédate a mi lado mientras imagino tus aventuras por el nuevo mundo, en lo que yo me acerco más al de los muertos.

–Como desee… mi reina.


*Isabel I de Inglaterra era hija del reyEnrique VIII de Inglaterray deAna Bolena, su segunda esposa, que fue ejecutada dos años y medio después del nacimiento de Isabel. El matrimonio de Ana con Enrique VIII fue anulado e Isabel fue declarada ilegítima.

*María I, de nombreMaría Estuardo pasó la mayor parte de su infancia enFrancia, en 1558 se desposó con eldelfínFrancisco, quien ascendió al trono francés en 1559. María fue brevementereina consorte de Franciahasta la muerte repentina de Francisco en diciembre de 1560. María ya había reclamado derechos al trono inglés y muchos católicos ingleses la consideraban la legítima percibirla como una amenaza, Isabel I la confinó en varios castillos y palacios señoriales en el interior del país. María fue declarada culpable de conspirar para asesinar a la reina inglesa en 1586. Fuedecapitadaal año siguiente en elcastillo de Fotheringhay.

María, es conocida por su intento deabrogarlaReforma anglicana, que había comenzado durante el reinado de su padre,EnriqueVIII. Las ejecuciones que marcaron la restauración delcatolicismoen Inglaterra e Irlanda suscitaron que sus opositoresprotestantesla apodaran "María la Sanguinaria". En 1554 contrajo matrimonio con el príncipeFelipe de España, convirtiéndose enreina consortede laMonarquía Hispánicaal ascenso al trono de su marido en 1556, si bien nunca visitóEspaña.

El hecho de que Ana nunca le dio un heredero varón al rey Enrique VIII, hizo que este perdiera interés por su esposa, por lo que se orquestó un proceso que permitió a Enrique hacer ejecutar a la reina bajo la acusación de traición (el adulterio al rey se consideraba traición) ybrujería, por haber mantenido relaciones incestuosas con su hermano, cargos que hoy se consideran falsos.

En 1559, Isabel apoyó la revolución religiosa deJohn Knox, líderprotestanteescocés, que buscaba eliminar la influencia católica en presión sobre Isabel (1568) para que apoyara a los protestantes holandeses fue incrementándose, hasta que en 1577 el consejo real, aprobó unánimemente el envío de una fuerza 1579, apoyándose en la bula de excomunión contra Isabel,James Fitzmaurice Fitzgeraldlanzó la segundarebelión de Desmond. Sin embargo, las tropas de la reina lograron contener progresivamente la rebelión, acabando con ella en 1583.

España presionaba los intereses ingleses con fuerza: el apoyo a los rebeldes irlandeses y el ascenso deFelipe IIal trono dePortugal, y sobre todo la desesperada situación protestante enHolandayFrancia. Asimismo, Isabel apoyó la actividad corsaria deFrancis Drakecontra la marina mercante española, lo que llevó aFelipe IIa considerar la posibilidad de una guerra abierta contraInglaterra, y conspiración católica contra Isabel otorgó aFelipela excusa que buscaba. Felipecomenzó, por tanto, a preparar el plan de invasión de Inglaterra que se apoyaba en losterciosde losPaíses Bajos, mientras Isabel reforzaba la marina de su reino. En 1587,Drakeatacó con éxitoCádiz, destruyendo varios barcos y retrasando efectivamente hasta 1588 a la famosaArmada Invencible.

La época dorada de la reina Isabel I de Inglaterra, conocida como la época isabelina, fue un periodo de gran prosperidad y desarrollo económico en el país que se extendió de 1558 a 1603.


Hola a todos, aquí les traigo un capitulo sacado de la manga. En realidad, me dio muchas ganas de escribir sobre esto después de los últimos Headcanons donde explicaba sobre el romance de las naciones. Tenía ganas de hablar como el amor de las naciones la mayoría de las veces es platónico. Y no se me ocurrió mejor historia que el de la única nación que contrajo matrimonio con un humano.

Tengo que admitir que la historia de la reina Isabel I de Inglaterra es una que me fascinan y hay mucho de donde escribir un capítulo, pero seamos sinceros, todo queremos saber del matrimonio de Inglaterra e Isabel.

Sobre mi headcanon sobre el amor de las naciones, estás suelen generar afecto más fácilmente hacía los humanos a pesar de que sus vidas son pasajeras, pero para las naciones su amor no se encuentra atado al sexo, el cual es una necesidad de sus cuerpos que una muestra de afecto. A pesar de parecer humanos, no se reproducen como tales, así que todas las naciones son infértiles.

Espero que eso lo dejara claro y que disfrutaran el capítulo. Pronto tendré disponible más información sobre mi próximo fanfiction de Hetalia en el universo Cardverse. Esten atentos.

Saludos.