[One-shot]

Viento de pétalos

—Luco x Inanna—

Rehusándose a ser un lacayo del dios Thánatos; Luco de Dryas protege la Isla de los Curanderos de cualquier amenaza. Una noche, intercepta a unos forasteros que transportan una caja de metal, adentro de esta, se encontraba una extraña entidad que lo pondría a prueba.

Advertencias: WHAT IF. (Luco es un espectro, pero al igual que Chris Walden, él se ha rebelado a no ser un siervo de Hades a pesar de tener "un trato" con Thánatos). / Manipulación de los acontecimientos a conveniencia. / OOC. / Personaje x OC.

Disclaimer:

Saint Seiya © Masami Kurumada.

The Lost Canvas © Shiori Teshirogi.

Viento de pétalos © Adilay Vaniteux/Rashel Vandald.

Aclaración: Este fic participa en el FLUFFTOBER 2024 realizado por el grupo en Facebook "Es de fanfics".

Día 25: Compartir conocimientos.

Notas:

A decir verdad, esto es más bien un experimento medio raro.

Cuando leí el tema a escoger, pensé el Dégel y Seraphina… pero luego me llegó a la mente Luco y me dije, "si ya hice fanfics con Lugonis, Sage, Gateguard, y otros, ¿por qué no él?", y pues acá andamos.

Ojalá esto sea de su agrado.

Como en todas las demás ocasiones, recuerden que, a pesar de que Inanna es un personaje original, no es una T/N ni una Self-insert. Va a tener su propia personalidad y espero que se gane su afecto, como las otras chicas de mi invención.


NO PLAGIEN, NO RESUBAN Y TAMPOCO TRADUZCAN SI YO NO LO HE AUTORIZADO. —Gracias.



Luco de Dryas, espectro (obligado) de Hades; estrella celeste de la ascensión; ya se consideraba más allá del bien y del mal; demasiado viejo para jugar al "hombre indeciso" sobre qué rumbo darle a su vida. Claramente, al morir, su alma sería torturada y refundida en lo más profundo del hades por rebelarse ante los mandatos de los dioses a los que había jurado fidelidad… pero… la verdad, Luco no esperaba ningún tipo de amabilidad por parte de dioses mezquinos y sádicos.

Ya fuese Athena o Hades; para Luco, todos los dioses griegos eran una misma porquería. Lo bueno en todo esto era que, el panteón griego, no era el único existente; había otros, y muchos tenían deidades bastante benevolentes y poco celosas.

Aunque la Surplice de Dryas seguía siendo suya, Luco raras veces la vestía, y eso sólo cuando algún imbécil buscaba problemas en la Isla de los Curanderos.

Una de las últimas veces que la usaría, sin embargo, fue aquella noche.

Una extraña embarcación llegó a la isla, con la mayor discreción posible, y ese pequeño barco, llegaron algunas personas. Todas provenientes de una tierra muy lejana, donde pocas de estas entendían el griego; cuando Luco los interceptó, de inmediato, supo que esos no eran hombres normales porque todos sabían usar el cosmos, y para rematar, traían consigo en un enorme ataúd de metal. Adentre, encerrada, había una mujer que gritaba por ser liberada.

Por supuesto que hubo una lucha; por supuesto que Luco venció, y por supuesto que sangró muchísimo. Pero, al final, el curandero disfrazado de espectro, se aproximó al ataúd y, usando lo que le quedaba de su cosmos, liberó a quien se encontraba encerrada en esa horrible caja metálica.

Todo se volvió negro de repente.

Para cuando Luco despertó, se halló a sí mismo en su casa, con Pefko diciéndole lo aliviado que se encontraba por verlo después de estar toda una noche desaparecido… y a todo esto se agregaba una mujer.

La belleza exterior de aquella mujer le pareció irreal… y sospechosa.

Su piel, tan tersa como visiblemente suave, se hacía notar debido al fuerte tono marrón. Sus ojos, eran tan dorados que parecían ser de oro; jamás había visto algo así. Su cabello, largo y tan oscuro como la obsidiana, estaba amarrado en incontables trenzas pequeñas que iban desde las raíces hasta las puntas, y siendo amarradas, todas juntas, con un pañuelo violeta, en una coleta alta. Traía un vestido sencillo del mismo color, y unas zapatillas con tacón bajo.

Ella… se presentó como Inanna.

Ante Pefko, ella relató que había encontrado al curandero desmayado en el bosque. Agregó que era una recién llegada de tierras muy lejanas donde el sol acariciaba con más intensidad el suelo; no fue muy específica en ese aspecto. Su acento era extranjero, pero su vocabulario griego era excepcional. Además, se expresaba con elocuencia y gentileza.

Pefko la miraba como si fuese una diosa bajada del cielo…

Luco, por supuesto, no la interrumpió en la mentira… pero la interrogó apenas estuvieron solos.

Él, acostado en su cama; y ella, preparando una sopa en el fogón. Pefko había sido mandado por Inanna a buscar unas manzanas al pueblo; el chico tardaría un aproximado de una hora, si corría.

—¿Qué eres en realidad? —preguntó Luco, con seriedad.

—¿No querrás decir "quién soy"? —dijo ella sin darle la cara.

No estaba alarmada ni asustada. Él, por su parte, no iba a jugar.

Se levantó de golpe, aunque eso le marease, y convocó su Sapuri.

—No creo que debas hacer eso, buen señor.

—¿Qué eres? —repitió su pregunta inicial—. Esa caja… absorbió todo mi cosmos…

—Y aún así serías capaz de atacarme si resulto ser una amenaza. Muy loable, pero no muy inteligente.

—No me hagas repetir la pregunta otra vez, Inanna.

Ella suspiró y se dio la vuelta.

—Bien, bien; pero por favor, siéntate; estás muy débil.

Él no hizo caso. Se mantuvo firme, de pie, sin dejar de observarla.

—Mi nombre es Inanna —su voz, aunque tersa y delicada, no engañó a Luco; era peligrosa—. Pero, también se me conoce como la diosa Ishtar. Hija del dios sumerio Sin, el representante de la luna en el Panteón Sumerio.

Luco casi se rio.

—¿Una diosa? ¿Y qué hacías en esa caja?

¿Tan débil era?

—¿Qué más? Fui capturada —dijo sin mostrarse avergonzada por eso; es más, sonaba triste—. Como diosa, yo represento el amor, la guerra, la vida y la fertilidad; sin embargo, mis poderes han sido debilitados gracias a que ya no tengo muchos fieles. Además, los humanos que lograron convocarme, llevaban consigo un artefacto muy peligroso, y con él, lograron someterme y encerrarme en ese ataúd.

—¿Por qué te trajeron aquí?

—Para venderme, ¿para qué más?

—¿A quién?

—A quién les dio el artefacto que aún me tiene debilitada.

Inanna, o Ishtar, como se llamase… no quería dar más información sobre eso.

—¿Y ese artefacto es…?

Viéndose confiada, Inanna alzó su mano izquierda y sobre la palma de esta apareció levitando lo que parecía ser una gran gema negra (del tamaño de una sandía) que resplandecía en morado.

—Esto, es el ojo de Huwawa, el gigante —en la mirada de Inanna se reflejó una melancolía muy notable—. Actualmente, él está dormido, pero… hace muchos años, Huwawa tuvo una batalla, en la cual perdió, al igual que perdió uno de sus bonitos ojos. No sabía que este podía ser utilizado para neutralizar poderes divinos hasta hace poco.

—Y aún así, pareces mantenerlo bien sellado… con poderes divinos.

—Te equivocas —Inanna le miró seria—, no es mi poder divino lo que lo tiene en esta forma.

—¿Entonces?

—Absorbe poderes divinos, pero no mortales —dijo, recuperando ese tono amable que a Luco no engañaba para nada—. Si el ojo de Huwawa está así, es porque usé tu energía para sellarlo.

—¡¿Cómo diablos…?!

—Ese lenguaje —sonó escandalizada—. Verás, cuando abriste la caja, el ojo de Huwawa estaba sobre mi pecho, cuando atacaste, creo que no te diste cuenta que lanzaste la caja conmigo dentro un poco lejos, lo que apartó este artefacto de mí cuerpo. El ojo no puede drenar los poderes de un dios con el que no esté en contacto directo, lo cual es un alivio. Apenas recuperé algo de ellos, pensé en un modo de sellar esta cosa, y… discúlpame, tuve que usar tu cosmos para crear un campo de energía para después, yo encerrarlo con un segundo campo.

Mostrándole su punto, Inanna le dejó ver a Luco como el ojo estaba rodeado de energía morada, seguida de una capa de energía color vino, que él conocía muy bien, y, por último, por una tercera capa de luz color dorado. Pero no de un dorado similar al de Athena o los santos dorados, sino uno más opaco, pero igualmente cálido.

—Y supongo que ya te vas —Luco se cruzó de brazos.

—Algo así —dijo Inanna desapareciendo el artefacto. Seguro lo transportó a otro sitio.

—¿A qué te refieres?

—Verás, no he estado cerca de Grecia en mucho tiempo así que ya no estoy segura de qué costumbres haya aquí —comentó dudosa y algo… ¿interesada?—; sin embargo, de donde yo vengo, lo que hiciste por mí anoche, es una deuda que debo pagar. Y no puedo irme sin hacer eso.

Poniendo los ojos en blanco, Luco se desprendió de la Sapuri y se sentó en la cama. Aún estaba muy débil.

—Sólo lárgate sin hacer mucho ruido y estaremos a mano.

—Mmm, no, así no funciona —informó, para frustración del curandero—. No es que yo cumpla un deseo tuyo; no soy un genio; se trata de que yo te pague con un precio igual a lo que fue mi libertad. Eso ya lo sabré. A su tiempo.

—¿Entonces tendré que cargar contigo y tu presencia hasta que "me salves" la vida?

—Así es.

—No puede ser —resopló Luco, tirándose sobre su cama de espaldas.

—Vamos, anímate —dijo chasqueando sus dedos, haciendo que el fogón se apagase solo y una tapa de barro tapase la olla que ya tenía, lo que sea que estuviese haciendo, bien cubierta—; esto no es tan malo. Considérate afortunado. Hay muy pocas cosas que no puedo hacer, y… quizás… si me das alguna pista sobre lo que pueda tenerte "encerrado", yo podría desaparecer con más rapidez.

—¿Qué? ¿Acaso no eres omnisciente?

—No —amable, ella sonrió—. Tampoco puedo leer mentes, pero tengo una muy buena intuición. E intuyo que tú estás atrapado también, como yo lo estaba, pero no estoy segura de, si te estás haciendo el tonto para no decírmelo o sólo ya estás acostumbrado a tu encierro y no lo consideras como tal un encierro.

—Créeme que si lo supiese te lo diría.

—Entonces ya estás acostumbrado. Vamos, yo sé que puedes hacerlo, piensa.

Luco se tapó la cara con las manos esperando que esta mujer, o diosa, lo que fuese, se callase y dejase de usar ese estúpido tono de amabilidad.

Él era muy bueno fingiendo una personalidad así de asquerosamente amable, era obvio que Inanna sólo estaba jugando con su persona. Y él no estaba de humor para aceptar algo así. ¡Ya tenía suficiente con Thánatos sujetando una correa alrededor de su cuello…!

—Mierda…

¿Coincidencia o estupidez?

El dios Thánatos se hizo presente en su casa por casualidad o porque Luco se atrevió a pensar en él por medio segundo…

—¡Hijo de perra!

El cosmos del dios griego de la muerte no violenta era siniestro y no eran buenas noticias. Quizás, ya se había enterado de que Luco insistía en no estar fabricando maniquís para Hades, con sus "remedios" sino que realmente seguía curando a los enfermos y heridos que llegaban a verlo.

—Ese lenguaje, por favor —intervino Inanna, mirando al dios con una mueca; este la ignoró.

—¡¿Cómo te atreves?! ¡¿Quién diablos te crees?! ¡Debería colgarte bocabajo y rebanarte el maldito cuello como el cerdo que eres!

—¿Besas a tu madre con esa boca? —susurró Inanna.

El dios Thánatos la miró enfadado.

—Mi madre es una perra sin alma, justo como tú; lo último que haría en la maldita eternidad sería intentar darle un beso.

—Pobre Nyx —musitó ella—, seguro ella sí te quiere, pero no sabe cómo demostrártelo. No es que yo sepa de esas cosas, ya que tener hijos jamás fue…

—¡Tú me importas una mierda! ¡Le habló a ese imbécil mortal de allá!

Luco casi podría decir que estaba divirtiéndose con la interacción de las dos deidades; pero de inmediato recordó que su cuello iba a ser cortado de un extremo a otro.

«Mientras deje a Pefko fuera de esto, no me importa lo demás» pensó él decidido a morir.

Inanna asintió con la cabeza.

—Te entiendo, Thánatos, y te aseguro que si fuese cualquier otro humano yo ni siquiera estaría aquí.

—Cierto… ¿qué haces aquí?

—Secuestro —comentó Inanna—, ¿quieres que te cuente?

Luco nunca creyó que la pálida cara de Thánatos se volviese roja por el coraje, pero lo vio cuando Inanna pareció estar jugando también con él.

—¡No quiero!

El cosmos del dios estaba volviéndose inestable. Inanna suspiró.

—Tienes que hacerlo ya que… el humano, me ha salvado, y estoy en deuda con él. Como sabrás, aquí tenemos un problema.

Thánatos se rio.

—Cualquiera que ose llamarse a sí mismo un dios y tenga que ser salvado por un humano, no merece siquiera pararse ante mí —le gruñó con evidente asco—. Ishtar, tú y tu panteón son tan insignificantes ahora que ni siquiera me dan ganas de matarte.

—No eres un "asesino de dioses" —le susurró despreocupada, cual secreto—, así que no creo que debas siquiera intentarlo. La Fuente podría castigarte, no sólo a ti sino a todo tu panteón. ¿Qué? ¿Acaso la historia de mi padre y su error no te enseñó nada?

Gruñendo, Thánatos volvió a encender su cosmos, luego miró a Luco; estaba enfadadísimo.

—Ese… ese pedazo de mierda de allá… ¡es mío! ¡Y tiene un trato que cumplir!

—¡Muy bien! —exclamó Inanna—, pues dímelo. Así, yo cumpliré su deuda por él y estaremos a mano.

—¿Qué? —musitó Luco sin poderse creer eso.

¿Inanna iba a intercambiar lugares con él para servir a Thánatos?

Por la cara del dios de la muerte no violenta, Luco dedujo que eso era una locura.

—¿Tan aburrida estás últimamente, Ishtar?

—Ya te lo dije; cumpliré mi deuda con el humano —dijo sin inmutarse—. Si estar a tu "servicio" por el tiempo que le quede de vida a este hombre, es lo justo, pues no tengo problemas.

Luco no consideraba que ningún dios o diosa mereciese siquiera una pizca de lástima de un ser humano… y esto era el motivo principal.

¡Ishtar no lo estaba salvando lo estaba jodiendo!

Él no estaba seguro de si Ishtar lo sabía o no lo imaginaba, pero con tal de tenerla a ella bajo su mandato por siglos, si a Thánatos le apetecía, sería capaz de no permitir que las Moiras cortasen el hilo de vida de Luco, por muy viejo que pueda llegar a estar su cuerpo.

—¡Tenemos un trato, Ishtar! —aceptó Thánatos gustoso.

Oh, mierda…

¿Qué sería peor? ¿Una eternidad, muerto, en el inframundo soportando crueles destinos? ¿O una eternidad en el mundo humano siendo un maldito fósil vivo?

Luciendo como una verdadera idiota, Inanna acercó su mano a la de Thánatos y él la estrujó con entusiasmo.

—Hasta que el humano viva —dijo ella, sonriendo.

De inmediato, y sin verlo venir, Luco sintió como algo en su pecho reventaba. En su mentón salpicó sangre, al igual que sobre cada parte de esta casa, incluso el techo.

—¿Eh? —Y, de nuevo, por la cara que puso Thánatos; eso él tampoco lo vio venir; los dioses ni siquiera se habían soltado las manos cuando aquello pasó—. ¡Puta tramposa! —reclamó.

La conciencia de Luco se evaporó y resurgió en segundos. En un momento él estaba sobre su cama, con un agujero brutal en donde debía estar su corazón; y al siguiente sólo estaba acostado de espaldas sobre su cama, sólo lleno de sangre. De inmediato, Luco se llevó las manos a su pecho. Estaba ensangrentado aún, su camisa estaba rota y desgarrada; pero su corazón estaba latiendo, su piel no tenía siquiera una cicatriz y… ¿estaba vivo?

—¡Ese no fue el trato!

—Claro que sí —insistió Inanna con esa mueca bobalicona—. Dijimos que yo te serviría hasta que el humano muriese.

—¡Pero está vivo!

—Corrección; estuvo medio segundo muerto. Luego revivió.

—¡Tú lo reventaste por dentro y luego lo reviviste! ¡Perra estúpida!

—¿Yo? —se mostró ofendida, llevándose una mano al pecho. Soltando a Thánatos. Qué seguía reclamándole, eufórico.

—¡Debí imaginar una trampa así! ¡Tú y todo tu sucio panteón, que espero se evaporen hasta desaparecer! —luego, miró a Luco, con sus ojos encendidos en rojo—, no hemos terminado.

—No te sugiero tomar venganza con el niño —interrumpió Inanna—. Verás, fue muy gentil conmigo también… a él aún no le pago mi deuda. Por favor, no intentes hacerle daño.

—Puta —le gruñó.

—Fue un gusto verte, Thánatos —dijo ella sin dejar de sonreír—, qué tengas un buen día; y salúdame a Hýpnos, hace siglos que no lo veo a propósito, ¿cómo está tu…?

Thánatos no la dejó terminar; de inmediato se fue.

—Qué grosero —se lamentó falsamente, chasqueando los dedos.

Toda la sangre que voló por los alrededores y la que aún cubría la cama y a Luco, desaparecieron. Todo volvió a la normalidad y, justo a tiempo, Pefko volvía con el encargo que se le encargó.

—Maestro —musitó Pefko—. No debería estar afuera de la cama.

—Estoy bien —murmuró Luco, tratando de digerir todo lo que había pasado en tan corto tiempo.

Dejó que Pefko le ayudase a sentarse bien adentro la cama, apoyar su espalda contra el respaldo, con ayuda de varias almohadas, y puso la cobija sobre su regazo.

Él…

¿Era… libre de su voto con Thánatos?

—Pefko, querido —llamó Inanna.

Cual fiel seguidor, Pefko se acercó a ella. Inanna le dio un cántaro de agua vacío y se lo entregó.

—Qué pena contigo, ¿podrías traer más agua al río, por favor?

—¡Claro! —asintió el niño, entusiasmado.

—Gracias, eres un pequeño caballero.

Luco habría rodado sus ojos de no ser porque, apenas Pefko volvió a irse, ella le miró…

Su semblante cambió de inmediato.

Toda aquella falsa gentileza y dulzura por fin se borraron de la cara de Ishtar.

—Así que de ese modo te ves normalmente —murmuró Luco ante esa cara seria y hasta… enojada.

Una ira fría se ocultaba en esos ojos dorados.

A Luco le dio curiosidad.

—He decidido quedarme —decretó ella, con firmeza y demanda—. Y tú vas a ser mi amable anfitrión.

¡Lo que le faltaba! Ser libre de un dios mezquino para ser el perro faldero de otro.

—¿Alguna objeción?

Sin decir nada, Luco la miró con desafío.

Lo mismo que con Thánatos; mientras Ishtar no atacase a Pefko, no le importaba lo demás.

—Te conviene —murmuró ella; sin sonreír—, si no permanezco cerca, Thánatos buscará la forma de eliminar a ese niño. Y no quieres que eso pase, ¿o sí?

—No —gruñó él.

Haciendo una mueca divertida, que no tenía nada que ver con las anteriores, Inanna caminó hasta él; mecía de más sus caderas. Se sentó a un lado suyo y tomó la barbilla de Luco con dos de sus dedos, acercándose… demasiado.

—Entonces… —le susurró—, sé un buen anfitrión y apenas te recuperes, dame una habitación. No soy muy exigente. ¿Bien?

Haciendo un brusco movimiento de cuello para apartarse, Luco se negó a dejarse intimidar.

—Eres rudo —musitó Inanna.

Ese tono de voz…

¿De qué dijo que era diosa? ¿Amor? ¿Guerra?

—Tranquilo, hace siglos que no estoy interesada en tomar amantes… aunque tampoco estoy muy acostumbrada al rechazo tampoco. Pero pierde cuidado, ya entendí que debo aceptar un "no" de vez en cuando. El último hombre al que traté de obligar a sucumbir ante mí casi mata al pobre Huwawa.

¡¿Huwawa?!

¡¿Ese no era…?!

Al volver su mirada a Inanna, Luco observó en el interior de sus ojos algo malo… y… extrañamente atrayente.

Lo sabía, al principio Inanna se mostraba amable y hasta indefensa; pero era una máscara. Realmente era… ¿cómo había dicho Thánatos? Una perra tramposa, quizás, no era diferente a la misma Hera. Vengativa y brutal.

¿Quién diablos era Ishtar en realidad? ¿Qué hacía aquí?

—¿Por qué miras así? —preguntó volviendo a sonreír con ese ridículo semblante de "doncella indefensa"—, ¿ahora quieres besarme?

—No.

—Mmm, jamás he entendido a los humanos.

—Para ser una diosa "del amor" me sorprende que no lo entiendas.

—¿Qué tiene que ver el amor con besar? —preguntó, viéndose genuinamente interesada en saberlo—. ¿Acaso necesitas amor para besar a alguien? Tu vida es muy corta, Luco, no creo que tengas mucho tiempo para…

Quizás era una fortuna que Ishtar hubiese sido franca con aquello de no ser omnisciente o de no poder leer mentes. O habría podido prever y eludir a Luco cuando, sin pensarlo, él mismo acercó su rostro al de ella, dándole un corto beso sobre sus labios.

—¿Podría usar un poco de mi corta vida para dormir o para eso también requiero tu permiso?

Alzando una ceja, Inanna hizo una risa gutural.

—Eres un humano curioso, y muy atractivo… —decía ella mientras tomaba el rostro de Luco con sus manos; se sentían muy frías—; pero no eres tan encantador… así que no vuelvas a tentar demasiado tu suerte haciendo eso otra vez.

—Tengo más de treinta y cinco años vivo —murmuró Luco con valentía; porque sí, Inanna infundía cierto miedo en él, pero no tanto—. La verdad, en lo que a mí respecta, sólo estoy robando oxígeno.

—De hecho —ella le habló en ese mismo tono, acercándose a él hasta rozar sus labios con los suyos—, tú vas a vivir hasta donde yo quiera que vivas. Tranquilo, si te portas bien, serás tan saludable y joven como te ves justo ahora.

—¿Y si me porto mal? —se burló él.

Lugonis… su querido hermano, que en paz descansase, siempre le había dicho que había algo suicida en él.

—No lo averigües —le pidió ella, dándole un corto beso antes de separarse y volver a fingir que estaba cuidando la comida en el fogón.

A Luco no le importaba lo que pasase con él… sólo le importaba la seguridad de Pefko; y mientras Inanna no le ordenase meterse con vidas ajenas como Thánatos había hecho, Luco quizás podría intentar portarse bien. Además, si algo se había llevado de todo esto, era saber que no sólo los dioses griegos eran unos embusteros cuando les convenía; no sólo los olímpicos buscaban huecos en los contratos y se hacían con lo que querían.

Además, aún tenía un "arma" bajo la manga. El ojo de Huwawa. Si Inanna no le había mentido con eso tampoco, lograr tenerlo bajo su poder le podría servir, pero para ello, habría de controlar sus acciones. Quién sabe dónde podría estar ese artefacto ahora, pero, sería paciente. Por ahora.

Luco trató de dormir en espera de Pefko, a quien, buscaría proteger de cualquier cosa. Eso incluía a un dios griego enojado y una diosa sumeria imprevisible.

—FIN—


¡Gracias por leer y comentar!

La verdad, hasta yo me quedé (o_O) con lo de Ishtar "coqueteándole" a Luco después de haberlo reventado por dentro... leí poco sobre ella como deidad, en su "ficha" se decía que ella era bastante cruel con sus amantes, pero quise darle algo más. Una "inocencia" falsa que Luco podría ver sin problemas. A decir verdad, creo que me gustó como quedó esto. De nuevo, ando escribiendo a media noche. T_T

Saludos y hasta pronto.


Reviews?


Mis páginas oficiales que te invito cordialmente a seguir:

Facebook (página principal de Facebook) donde subo actualizaciones y noticias (y uno que otro meme) en general de cualquier fandom y fanfic que he hecho o esté haciendo: Reine Vaniteux.

Facebook (página de Facebook) donde subo contenido sólo de Saint Seiya; memes, fragmentos de mis fanfics; entre más material que seguro te gustará: Adilay de Capricornio.

Mi Pa-tre-on, donde ya me encuentro subiendo contenido exclusivo (para suscriptores gratuitos y mecenas) que no está (y quizás nunca esté) abierto al público: Kyanite (Adilay) Ackatery.

Mi Ko-Fi, si deseas apoyarme con un pequeño donativo que esté en tu corazón y capacidades, te lo agradeceré eternamente: Kyanite (Adilay) Ackatery.