Prompt: Calabaza


"No es lo que quiero, pero es lo mejor para ambos"

Con aquella frase, Law se levantó de la mesa. Bepo lo agarró y tiro de él para abajo. Ikkaku, como buena compañera, le tendía uno de sus tantos extraños cafés. En esa ocasión, bajo recomendación del cocinero de los sombrero de paja, había usado algo de calabaza y no sabía que más. La mesa estaba llena de trozos de tarta de calabaza hecha por Nami y jarras de zumo de manzana. Litros y litros que se mezclaban con no sabía que alcohol.

De cierta forma retorcida, estaban celebrando su amarga despedida. Por primera vez en su vida, recordando la dulce sonrisa de Nami, Law apartó el extraño café y lo cambió por el extraño alcohol. Si quería seguir con esa decisión, debía hacerlo hasta el final. Buscaría la forma de borrar el bello amor y el latido de su herido corazón. Tenía a su tripulación que prácticamente lo adoraba, por lo que tan difícil no podía ser.

Deseando que sus penas quedaran en el fondo de la jarra de ese extraño coctel, veía como todos pedían que de verdad desarrollara todo lo que estaba sintiendo en ese momento. Sin embargo, Trafalgar veía un gran impedimento: no le iba a contar a lo que prácticamente era su familia, los últimos instantes con la sirena de sus sueños. Si fuera Eustass o cualquier otro imbécil, con tal de quedar por encima (como el capitán superior que era), lo hubiera dicho, pero no ante Bepo o Sachi. Había límites.

"Solamente ha sido un beso de despedida. Ambos comprendemos que es difícil manejar una exclusividad en nuestras condiciones."

Brindaron por Nami.

Brindaron por el capitán.

Brindaron por la tripulación.

Y Law simplemente brindó por volverla a ver.

Trafalgar lo tenía todo completamente esquematizado y lo atesoraba con mucho cariño. Todo había empezado en verano, cuando habían pasado unos días en una isla vacacional de aquellas, en un hotel del que seguramente los otros huéspedes se quejarían de ellos. Apostaba todo su oro de que ni Luffy ni Sanji se habían enterado de todo lo que habían hecho en su cocina, al lado de los árboles de su madre, en la biblioteca… solo en el Sunny. Luego lo que se había hecho en la isla era algo que quedaría entre ambos. Había probado cocteles y dulces de formas que nunca imaginó que probaría. Su favorita, sin duda aquella noche bebiendo de los grandes senos de su mujer un coctel de frutas con ginebra del que quemaba la garganta o cuando ella le dio de comer uvas con la cabeza apoyada en su regazo.

…mierda. Ya no la podía llamar su mujer.

No pudo disimular la mueca de desagrado. Por mucho que intentara convencerse, sus sentimientos más reprimidos lo traicionaban en el momento más crítico, ya que eran signo de que ese tiempo de desintoxicación de la gata ladrona iba a ser algo largo. Demasiado largo. Y no habría forma de evitar que sus subordinados se dieran cuenta. Todos lo observaban, sin poder disimular su preocupación por él y ese apoyo incondicional que tan bien valoraba.

Sin dejar de lado esa seriedad que tanto lo caracterizaba, probó un poco de todo aquello que no fuera pan elegante de calabaza. Las manzanas con caramelo eran demasiado empalagosas y los arándanos le recordaban a cuando por fin, en primavera se hicieron pareja oficial. Hizo el esfuerzo, con tal de evitar dar una imagen que no se correspondiera con lo que realmente era él.

Su mente no dejaba de viajar a ese día de finales de septiembre.

Nuevamente habían pasado meses y poco más de semanas desde el último encuentro. Ambos notaban que ese lapso había hecho mella en su forma de pensar sobre todo aquello de la exclusividad y la fogosa relación que tenían. Sentía que no se concentraba en los combates, sus planes cada vez tenían más fallos y su cabeza, como en ese momento, no dejaba de pensar en la navegante de la tripulación rival. Lo poco que sabía de ella era por dos caminos bastante molestos: las noticias de las últimas salvajadas que habían cometido con el loco de Luffy a la cabeza y el club de fans de la gata que anunciaban cada vez que ganaba un extraño concurso de belleza de los suyos. Ella siempre ganaba ese millón de berryes y siempre estaba Sanji de fondo idolatrando a una mujer que no era suya.

Aquello simplemente lo enfadaba.

Por otro lado, no sabía si ella estaba teniendo noticias de él. Si, no estaba haciendo comunicaciones como antes a través de su línea privada, o de formas encriptadas que solo ambos sabían identificar, por lo que comprendió al segundo que, si ella estaba molesta, lo estaba con razón. De todas formas, quiso dar un voto de confianza. Que ese fuera uno de los tantos porques que lo arrastraran a su lado.

Si, Law le quería pedir que dejara la tripulación de los sombrero de paja y que se uniera al suyo. En esa ocasión en serio. Lo veía como una buena solución: compartían camarote, podía enseñarle a Bepo hacer los mapas mientras descubría como iba el fondo del mar, acompañarla y ver como quedaba su mapa mundial… y siempre podría saber cosas de sus nakamas, ya que no la obligaría a cortar los lazos por estar con él.

Aunque sabía que, en cuanto se lo propusiera, diría que no. Ella era una mujer leal hasta la médula y no solía ceder a la primera. Un aspecto que le encantaba de ella y, a la vez, lo molestaba.

Quería fantasear con que sí. Con dar ese gran paso. Pero, siendo realistas, ya podía imaginar cómo le diría que no. Por ello, estaba pensando como poder sobrellevar todo aquello.

Las soluciones eran evidentes: cartas, llamadas, encuentros… sin embargo, Law solo los podía ver como parches a algo que no sabía cómo iba a terminar. No borraban el verdadero problema que había entre ambos y terminaba por derrumbar cualquier pensamiento que naciera en primavera y diera sus deliciosos frutos en verano.

Ahí encontró la respuesta más agridulce pero perfecta para lo que iba a venir.

La piel se le hizo de gallina: finalmente y comprendió que, lo mejor, quizás era buscar otra mujer que si cumpliera con ese algo en vez de imponerlo. De que quizás simplemente no había una respuesta más que la de "quizás no es nuestro tiempo" y ver en ese futuro, cuando finalmente hubiera un nuevo rey de los piratas, descubrir si todo ese mar de emociones que había entre ambos era real y poder tomar un nuevo rumbo juntos.

Sintió como se secó la garganta, algo retorcerse dentro de él y finalmente, tomo esa decisión: que ese encuentro fuera el último.

Law no podía negar que dolía. Viejas emociones, muy humanas y mal experimentadas, regresaban a él para gritarle de que su decisión era errada. De una forma tan cruel como mezquina, el difícil ejercicio de cortar vínculos tan profundos como intensos se volvía casi como una tarea imposible. Miles de preguntas atoraron su lado más racional y nuevamente se veía como ese cascarón roto que siempre había sido.

Al llegar al punto de encuentro, la taberna de cerca de un puerto X, vio que todos ya estaban de celebración sin ellos. Con la agilidad natural de los Heart, todos se habían incorporado a la fiesta y saludado a los sombrero de paja. Ella no estaba, por lo que se centró en encontrarla, por lo que salió del lugar y la buscó. No estaba en sus rincones favoritos, no se había quedado en el barco… por lo que una mala idea se cruzó por su mente.

Law se fijó en cada uno de los hostales más cercanos. Hasta que, en la puerta de una, vio como la peli naranja entró en aquel lugar. No lo pensó dos veces y entró en aquel lugar. Preguntó en que habitación estaba ella al recepcionista y fue a paso ligero al lugar que le indicó. Iba a llamar a la puerta cuando se abrió y su delicada mano tiró de su abrigo.

Solo había tirado de él para que entrara en la habitación, realmente no lo había saludado con un hambriento beso como siempre. De la misma forma, nada más cerrar la puerta, vio cómo se quedaba a espaldas a él, con la cabeza apoyada sobre la madera. Aquello siempre era mala señal. Law la podía leer con suma facilidad.

Había pensado como él: terminarlo todo.

Por eso estaban en la cómoda habitación del hostal, y ella vestía tan hermosa como siempre. Nami era una mujer de llamativos looks, eso nadie lo podía negar, no había persona que no pudiera girarse al verla pasar. En esa ocasión, no iba para menos a pesar de que fuera algo recatado, con un cárdigan lanoso de color hueso y una escueta falda color marrón. No podía negar que, a pesar de la simpleza, simplemente no podía dejar de pensar que en ella se veía espectacular. La fantasía volaba alto, al imaginar escenarios con ella y esa simple falda.

"Has pensado lo mismo, ¿verdad?" preguntó ella, en un tono de voz algo triste.

"Si" solamente pudo responder el capitán de lo Heart, resignándose

La navegante de los sombrero de paja se giró y pudo ver cómo, aquella mirada de chocolate que siempre brillaba con cierta luz y esperanza estaba algo apagada. Igualmente dibujaba esa sonrisa con cierta delicadeza, enmascarando sus verdaderos sentimientos. Law suspiró, comprendiendo que ama ella también se le había hecho difícil llegar a esa maldita conclusión.

Aparcando el pensamiento de que iba a ser la última vez para ellos, buscando que fuera algo inolvidable para ambos, rozó sus labios con el de ella. De inmediato, notó su brillante gloss, a lo que Nami no tardó en intensificar, prácticamente abordando su boca y jugando con su lengua. Law no quería ser menos, correspondiendo con la misma fuerza mientras buscaba cerrar cualquier espacio entre ambos, conociendo en el proceso el suave tacto del cárdigan antes de ir desabrochándolo. Notó como las delicadas manos de la navegante tiraban su fluffy gorro al suelo y su capa.

No querían compartir palabra, no hacía falta.

Entre besos y suspiros, entremezclando su saliva, enredando el cabello y desabrochando prendas que acaban en el suelo completamente descuidadas, daban pequeños pasos hasta caer en la cama. Se escuchó un enorme plof, en el que la madera amenazó con romperse y retumbó contra la pared. Nami dejó caer una sonrisa ante tal golpe, nerviosa, en lo que Law dejaba que se riera solo para poder lamer y marcar cada rincón de su cuello.

No iba a dejar esquina sin su rastro. Notaba como ella temblaba ante aquel contacto, hasta fijarse en la tela del sujetador. No sabía en qué momento la había dejado solamente con su delicada lencería. Sus ojos se abrieron como platos al fijarse en como llevaba ese conjunto blanco con transparencias que lo volvía loco.

"Ni se te ocurra romperlo" quiso amenazar Nami, pero Law no la podía tomar en serio.

¿Cómo podría hacerle caso si estaba completamente sonrojada, con sus cabellos de fuego enredados contrastando con aquella ropa de cama azul y ese cuello prácticamente rojo? Completamente rendida a sus ataques. Además, la sola idea de que otro hombre pudiera deleitarse con ese conjunto de lencería blanco, lo enfermó, a lo que sus manos, ávidas no tardaron en tirar de la tela hasta romper los encajes del sujetador. Tiro la prenda al suelo con una sonrisa burlesca, satisfecho de ver la vergüenza y el cómo inflaba sus mofletes.

Aunque se fijó en el libre movimiento de los grandes senos de Nami. Hipnotizado, veía como subían y bajaban en una perfecta sincronía, mientras que sus sonrosados pezones lo tentaban. Con la boca echa agua, se relamió el labio inferior antes de intentar ahogarse en aquel gran par de pechos, lamerlos, morderlos, juguetear con sus pezones, pellizcarlos, manosearlos… dejarlos completamente adoloridos para su dueña. Quería gozar de ellos toda esa noche y que ningún otro hombre pudiera darle tal satisfacción con ellos.

Aunque lo que más satisfacción le daba era escuchar jadear a la joven por sus atenciones.

Poco a poco fue descendiendo, dejando un rastro a su paso, por aquel vientre plano y llegar a la única prenda que quedaba entre ambos. A base de fuerza bruta, aprovechando la delicadeza de la transparencia, terminó de romper la tela y sus dedos, ávidos, con una rudeza que arrancó más de un sonoro gemido en cuanto empezaron a frotarse con su húmeda excitación con cierta ansiedad. Su lengua no tardó en formar parte, cumpliendo su eterna promesa de devorarla por completo, sobre todo con su clit. Los dedos no dejaban de castigar sus estrechas paredes antes de dejar que fuera él quien bebiera de su dulce néctar, prácticamente entrando y saboreando hasta el rosado de su intimidad.

"¡Law!" llegó a gritar de puro placer la peli naranja mientras que sus dedos se enredaban en su cabello e intentaba empujar más hondo su cabeza. El mismo que estaba apretando con sus finos muslos, vibrando bien fuerte.

Ni notando como ella alcanzaba el clímax, corriéndose en lengua, quiso parar. Necesitaba todo de ella. Que ni ella se olvidara del placer máximo que le proporcionaba, ni a él se le fuera su sabor jamás. Que, por mucho que bebiera su fuerte café negro sin azúcar, no dejara de encontrarse todavía con los restos de mandarina de Nami.

Poco saciado de ella, se retiró con cuidado y se enderezo. Con la palma de su mano, se terminó de limpiar los pocos restos y, con la misma mano, se estimuló un poco su ya erecto miembro.

Sonrió con cierta lascivia, al ver como había desarmado a la navegante con el mínimo esfuerzo: se había llevado las manos a la cabeza para retirar parte de las lágrimas, jadeando, intentando recuperar el aliento, con las mejillas igual de rojas que el cuello. Lo mejor era ver como su busto delataba como seguía temblando de sus atenciones, algo marcados de su ataque anterior. No podía negar que esa imagen de ella, lo excitaba y empujaba a seguir hasta el final.

Ante su sonrisa, Nami abrió sus piernas, exponiéndose al completo.

"Así me gusta, obediente" le dijo en ese tono grave que tanto afectaba a su amante.

Se acercó como un animal se acercaba a su presa, y con la punta de su erección dio unos suaves brochazos que solo hicieron retorcer a la peli naranja debajo de él. Aquellas finas piernas no tardaron en rodear su cadera, implorando de forma silenciosa que lo hiciera. La testeó un poco más antes de entrar de una. Aquella estrechez, lo húmeda que se notaba, la forma en que ella pegaba su pequeño bote y es escapaba un fuerte gemido, que rebotó en toda la sala con un fino hilo de saliva escapándose de su boca sin remedio.

"Como voy a echar de menos este perfecto…" se le escapó a Law mientras se acomodaba las manos en la fina cintura

"¡Law!" gritó nuevamente mientras que las manos de ella se aferraban a sus muñecas.

Con aquellas cuatro palabras, empezó a prácticamente empalar a la navegante. Sin control o piedad alguna, su fuerte vaivén, deleitándose no solo del fuerte sexo, también de la panorámica completa. No podía parar de sonreír, disfrutando completamente de su último encuentro: Nami prácticamente gritando del placer, retorciéndose y amarrándose a él tanto por el lazo de las piernas como por las muñecas, sus cabellos enredados y sueltos por la cobija, con los ojos abiertos de los que se escapaba alguna que otra lágrima de puro placer, al igual de sus carnosos y jugosos labios con algún que otro resto del gloss de mandarina. Todo ello se mezclaba con el rechinar de muelles, el cabecero de madera golpearse contra la pared, el lascivo sonido del sexo y el calor del momento.

Nami empezó a tirar de sus muñecas hasta que se topara con sus senos, a lo que empezó a pellizcar sus pezones con la mano derecha y la izquierda y la derecha solo masajeaba con cierta ansiedad, conociendo como adoraba que atendiera sus pechos. La navegante arqueó su espalda y notó como sus piernas se doblaban de la intensidad del placer. Aprovechó ese movimiento para poder inclinarse y lamer uno de ellos.

Las finas manos de ella subieron hasta sus cabellos y los agarró con fuerza. Casi parecía querer peinarlo con fuerza. Sin previo aviso, paró en seco antes y alzó su mirada. Nami lo miró, confusa, a lo que, con cierta torpeza, hasta chocar sus labios. Ella no tardó en abrir sus labios para que profundizara el beso. Llegaba algo baboso, con una mezcla de sabores difícil de identificar. Era un beso fiero, de aquellos que no la dejaban respirar y castigaban sus labios, en los que se perdía y solo podía suplicar por sus ardientes atenciones. Esa delicada manicura acarició las afeitadas mejillas del doctor, en lo que sus tatuadas manos bajaban hasta sus caderas y, sin querer romper ese fuerte intercambio, reanudó la intensa penetrada. Notaba contra su boca los ahogado gemidos y ella misma lo aprisionaba más y se movía buscando ese máximo placer.

Dios, idolatraba esa mujer. Amaba ese intenso sexo que siempre tenían anda más verlo. Adoraba emborracharse de ella, de no dejar de beberla, completamente sediento.

Y lo que siempre culminaba entre ellos, notar como ella se estrechaba y se corría sobre su polla en lo que él necesitaba disfrutar un poco más antes de llenarla de su semen. Inundar por completo su intimidad mientras que veía como sus ojos de la mejor amante que jamás había disfrutado, poner los ojos en blanco, romper el beso para gritar de tal forma que todo el piso del hostal sabría cómo estaba gozando y clavaba en su piel aquella perfecta manicura.

"Delicioso" murmuró él mientras salía con cuidado de ella.

Nami no pudo decir nada más, en lo que recuperaba el aliento y se fijaba en la rota e inservible ropa interior que aún tenía vestidos.

"No te dejaré ir andando sin más… como mínimo cojeando" le comentó con cierta picardía, deseando no poner todavía un fin y viendo como intentaba quitarse aquellos restos de tela.

"Tengo la habitación hasta mañana" llegó a mencionar la peli naranja mientras se acomodaba en la cama y terminaba de tirar al suelo los restos de la parte baja de su lencería.

"No perdamos el tiempo entonces" prácticamente ordenó con ese tono de voz que excitaba tanto a la navegante.

Sin previo aviso, tiró de la que todavía era su mujer para que ella pudiera disfrutar de estar encima suyo y tuviera esa ardiente iniciativa que tanto le gustaba. Vio cómo se relamía los labios, siendo ella quien en esa ocasión acariciara los tatuajes de su firme pecho y se inclinara a dejar una marca en su cuello.

Lo necesitaba. Quería dejar solamente los hueso al próximo infeliz que llegara tan lejos con ella. Tenía fe en que no iba a ser así. En que, cuando uno de los dos fuera el rey de los piratas, ellos se reencontrarían y podrían seguir con esas desventuras más allá de lo sexual. Quería todo con ella, desde ese mal y avaro humor, hasta su picardía. Que le diera de esos abrazos de consuelo del que solo tenía las migajas y ánimos.

Regresar a esa relación seria que no solo tuviera el mote/título de "exclusividad" a su mujer.

De pronto, una pregunta se cruzó de forma fugaz:

¿De verdad quería regresar a todo aquello? ¿Qué era realmente todo aquello?

Un rápido y fuerte si fue la primera respuesta, pero pronto la desarrolló un poco más, al darse cuenta de que otoño era una estación de cambios.

Él había cambiado gracias a ella, había ganado su muy difícil confianza y creado en él una serie de necesidades que antes las identificaba como infantiles. Para su alta sorpresa, ella había pasado a ser un elemento importante en su vida. Nami se había terminado por marchar, en un mutuo acuerdo por unas razones que, cada vez que las pensaba, solo le daban más rabia. La quería a su lado y, a la vez, no quería obligarla a que permaneciera si no era lo que quería. Pero las secas hojas, los preciados recuerdos, seguían debajo de sus pies, amarilleando y perdiéndose con el viento o el tiempo. Por lo que estaba de su mano saber que iba a hacer con todo aquello. No podía agarrar pegamento y regresarlas al árbol, y el frio regresaría indudablemente tomara la decisión que tomara.

Por lo que, simplemente, Law no tenía una respuesta o un plan con el que hacer frente a nada de lo que estuviera delante de él. Deberá dejar el tiempo pasar… sin un plan o solución en las manos.

"Chicos, traer otra" demando, buscando consuelo una vez más en el alcohol, creyendo que así se podría borrar el maldito otoño y con él, todas sus preocupaciones.

Aunque siempre sintiera la delicada y femenina silueta de Nami a su lado.


N. Esto se hizo pensando en el "SEASONS OF LAWNAMI" con otoño(#SOLawNami_autumn). Llegue a tiempo, pero he visto que no mucha gente se ha animado. ¡Os animo a hacerlo!