DISCLAIMERS: Aquí traigo otra adaptación de un divertido dorama. Los personajes de CCS pertenecen a las Clamp y escribo por mera diversión. Los capítulos son un poquito largos pero se leen bastante rápido. Que disfrutéis la historia y no olvidéis dejar vuestros comentarios.

DISAPPOINTING HUSBAND.

Capítulo 1.

Sakura Li era una esposa modélica. Tenía veintiocho años, complexión delgada, cabello castaño claro corto y una personalidad dulce y amable. Su esposo, Shaoran Li, era el marido perfecto. Tenía treinta años, era guapo y atlético, tenía bonitos ojos marrones y su castaño cabello alborotado le daba un atractivo especial. Shaoran tiene un buen trabajo como arquitecto y adora a su mujer. Era una pareja que repartía las tareas y nunca peleaban. Los dos estaban muy enamorados. Todo el mundo pensaba que eran la pareja ideal. Todo funcionaba perfectamente entre ellos, hasta que nació la pequeña Akiho Li.

–¡Buaah, buaah! –lloraba la pequeña Akiho.

El pequeño apartamento de los Li estaba hecho un desastre. Constaba de un baño, un salón con cocina abierta y un solo dormitorio al que se podía acceder por el salón, separado tan sólo por una puerta corredera. En el salón estaba el rincón de la NBA de Shaoran.

Sakura todavía daba cabezadas mientras intentaba preparar el desayuno, pero la falta de sueño casi podía con ella. Shaoran, que seguía en la cama despertó con el llanto del bebé.

–Akiho. –dijo Shaoran asomándose a la cuna donde estaba la pequeña niña que había heredado los ojos verdes de su madre. Shaoran se tapó la cara con las manos y descubrió el rostro poniendo caras feas.

–Vas a asustar a la niña. –dijo Sakura entrando en la habitación.

–¿Tú crees? –dijo Shaoran. Entonces, Sakura apartó a su marido.

–Akiho. Mami ya está aquí. –dijo Sakura de manera dulce mientras la tomaba. –Tienes hambre, ¿verdad?

Sakura se sentó en la cama y se puso a darle el pecho a su hija. Mientras ella alimentaba a la niña, Shaoran fue al baño a asearse. Cuando salió, Sakura ya estaba vistiendo al bebé.

–Sakura, ¿cuál me pongo? –preguntó Shaoran mostrando dos camisas.

–La de la derecha.

–¿Y qué traje? –volvió a preguntar él mostrándole dos trajes.

–El de la izquierda. –respondió ella.

–Es un alivio que me ayudes a elegir. Nos han dicho que irá la televisión por los alrededores de la empresa para hacer preguntas en hora punta, así que es probable que salga en la tele. –dijo Shaoran mientras se vestía.

–Ya me lo dijiste ayer. –dijo Sakura desganada mientras la niña volvía a llorar.

–¿Crees que este look es adecuado para las noticias? –preguntó Shaoran. –Ya sabes que las cámaras engordan.

–¿Puedes coger a Akiho un minuto? –preguntó la castaña pasándole la niña a su padre, que se estaba abotonando la camisa. –Todavía tengo el desayuno a medias.

–Pero yo también me estoy preparando. –dijo Shaoran, pero Sakura no le dio opción.

–¿Por qué lloras, Akiho? –preguntó Shaoran. Entonces se escuchó un gran peo.

–¡Ahh! –exclamó Shaoran.

–¿Qué pasa? –preguntó Sakura preocupada al escuchar a su marido.

–Código marrón. –dijo Shaoran mientras olía el trasero de la niña. Entonces le pasó la niña a su mujer. –Gracias. ¿Qué hay para desayunar?

–¡No he tenido tiempo para preparar nada! –exclamó Sakura enfadada.

–Vale. No hace falta que te pongas así. –dijo él, yendo a la cocina y poniendo algo de pan en el tostador.

Mientras el pan se tostaba, Shaoran se sentó en su rincón lleno de mercadotecnia de la NBA y se puso a mirar su móvil, admirando su nuevo objeto de deseo, una camiseta azul marino de los Dallas Mavericks. En concreto, la número 41, perteneciente a Dirk Nowitzki, que aunque ya estaba retirado, a Shaoran no le importaba. Le encantaban las leyendas de la NBA y siempre trataba de comprar productos para satisfacer su pasión.

–¿A qué hora llegarás hoy a casa? –preguntó Sakura mientras cambiaba el pañal a la pequeña.

–Sobre las seis y media, creo. –respondió Shaoran. Tras desayunar, el castaño se calzó y abrió la puerta.

–Compra pañales al volver. –le pidió Sakura antes de que su marido se marchara.

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Eran las ocho de la mañana y Sakura estaba viendo el programa matinal esperando ver a su marido mientras sostenía a su bebé con la esperanza de que se durmiera.

Según la estadística del Ministerio de Bienestar Social, unas cuarenta mil parejas se han divorciado en dos años después del nacimiento de un hijo, lo que significa que hay al menos cuarenta mil niños menores de dos años viviendo con uno sólo de los progenitores, de los cuáles, la inmensa mayoría son madres. Según el estudio, el 34% de los divorcios está relacionado con el denominado "divorcio postparto". Pero, ¿cuál es la causa que motiva estos divorcios? Hemos salido a la calle a preguntar. –informaba la periodista.

–Cuando nace un bebé, ¿cree que cambia la relación de la pareja? –preguntó la reportera a dos mujeres.

–Lo cierto es que las cosas se enfrían un poco. –dijo una de ellas.

–De repente, las prioridades cambian y el marido pasa al final de la lista. –respondió la otra. Sakura asintió con la cabeza. No podía estar más de acuerdo con aquella señora.

Después, en pantalla salió una pareja.

¿Cuál creen que es la causa del alto aumento de divorcios tras tener hijos? –preguntó la reportera.

Lo más duro después de dar a luz es la falta de apoyo. Yo también consideré el divorcio. –dijo la entrevistada para sorpresa de su pareja.

¿En serio? –preguntó él, que había quedado en evidencia delante de todo Japón. Pero si se pelearon o no nadie lo supo, porque la imagen cambió, enfocando a Shaoran.

–Mira Akiho, ahí está papá. –dijo Sakura.

El porcentaje de divorcios causados por el nacimiento de hijos se ha incrementado. Es lo que se conoce como "divorcio postparto". ¿A qué cree que es debido?

¿Divorcio postparto? Yo no creo en eso. Soy un marido y padre entregado. –dijo Shaoran.

–¿En serio? –dijo Sakura con incredulidad. Así que apagó la televisión estando su marido en pantalla. Para Sakura estaba claro que Shaoran vivía en una realidad paralela.

Esta historia trata del valor de la familia y del declive del afecto de las esposas hacia sus maridos tras dar a luz. Una historia sobre la dura vida de un marido patético.

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–¿Qué pasa, entregado marido? –preguntó Eriol a Shaoran al encontrárselo de camino al metro para ir al trabajo. Era evidente de que había visto las noticias de la mañana.

Eriol Hiragizawa era un hombre de pelo oscuro y gafas. Era el jefe directo de Shaoran, pero se tenían mucha confianza y se habían vuelto algo así como confidentes, a pesar de que Eriol era varios años mayor que Shaoran.

–Buenos días. –saludó Shaoran. –Creo que en casa mi mujer no piensa lo mismo.

–¿Por qué lo dices?

–Sakura ya ni siquiera me desea que tenga un buen día. –se quejó Shaoran. –¿A ti te pasa lo mismo?

–¿A mí? Por supuesto. –dijo Eriol como si fuera lo más natural del mundo. –Es más, si por ellas fuera, mi mujer y mi hija me abofetearían. ¿Problemas en el paraíso?

–Antes Sakura me despedía con un beso y una gran sonrisa. A veces incluso me preparaba la comida para traerla al trabajo.

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–No, Shaoran no ayuda en nada. –decía Sakura al teléfono mientras ordenaba la cocina. Sakura hablaba con su amiga Tomoyo Daidouji. Tomoyo la había llamado al ver a Shaoran en la tele, y Sakura aprovechó para desahogarse por la frustración que le estaba produciendo su marido. Entonces Akiho empezó a llorar, por lo que su madre fue hacia el moisés para mecerlo. –Sólo se sienta y come. De vez en cuando me gustaría no hacer nada y echarme una siesta. Tener algo de tiempo libre.

Sakura recordaba con añoranza cómo no mucho tiempo atrás, desde su noviazgo hasta que nació Akiho, su marido la trataba como una reina y se repartían todas las tareas.

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–Ya nunca ríe y no me hace ni caso. –seguía quejándose Shaoran cuando habían llegado a la estación del metro.

–¿Te has dado cuenta de que tu posición en casa ha caído en picado? –comentó Eriol.

–¿Qué? Ni hablar. Eso no puede pasarme a mí. –entonces, al bajar una escalera que daba acceso a la vía, vio a una anciana con un cubo. Shaoran, al verla, era incapaz de no ayudarla. –¿Se encuentra bien?

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–Es el más amable del mundo con los extraños. Si ve a alguien en problemas, no duda en ayudar. Pero cuando soy yo quien necesita ayuda, soy invisible. –seguía Sakura quejándose al teléfono mientras recogía el baño.

Tras decir eso se miró en el espejo. Su aspecto era cansado y parecía que una bandada de pájaros había estado peleándose en su cabeza.

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–¿En serio tiene noventa años? –preguntó Shaoran a la señora a la que había ayudado a llegar al tren y que estaba cómodamente sentada mientras Shaoran permanecía en pie.

Una vez que llegó a su parada, Shaoran por fin llegó a la empresa y subió por la escalera mecánica que daba acceso a la oficina.

–¡Buenos días! –saludó Shaoran llegando a su mesa.

–¡Buenos días! –saludaron sus compañeros.

Tras dejar su abrigo y su cartera, cogió un cuaderno y se dirigió a un cubículo que hacía las veces de sala de reuniones, donde ya esperaban Yukito Tsukishiro, Takashi Yamazaki y un par de compañeras más. –Siento llegar tarde. –se disculpó Shaoran.

–¿Divorcio postparto? Yo no creo en eso. –imitó Yukito mientras Yamazaki hacía de periodista poniendo su mano de micrófono.

–Yukito. –dijo Shaoran con firmeza. –Hazlo otra vez.

Sus compañeros rieron al no esperar el chascarrillo.

–Bien, empecemos a trabajar. ¿Cómo va esto? –preguntó Shaoran cogiendo un plano para analizarlo. –Sí, la parte trasera gana espacio.

–De referencia he usado el plano que utilizaste para el señor Suzuki. –dijo Yukito con admiración mientras proyectaba el plano en la pantalla.

–La principal queja que tuvo fue por el estudio. Lo veo un poco arriesgado. –comentó Shaoran.

–¿Arriesgado?

–Sí. Verás, está pensado para que un hombre tenga su propio espacio. Haciendo esta parte más prominente también hacemos el espacio más interesante. –dijo Shaoran señalando una parte específica del plano. –Al fin y al cabo, es lo que quiere el cliente.

–Lo rectificaré. –dijo Yukito.

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–Es un gran profesional. Incluso gana premios. –dijo Sakura por teléfono mirando la placa que acreditaba a Shaoran como ganador del mejor diseño hacía dos años. –Pero como padre es diferente. Ha resultado ser un fraude. No toma a la niña cuando llora. Simplemente finge no oírla y se hace el somnoliento. ¿Es que no le interesa la niña? Durante el embarazo no era así. Estaba muy ilusionado con la llegada de Akiho. ¿Qué piensas, Tomoyo?

–Lo siento, Sakura. Ya hablamos en otro momento. Tengo que colgar. –se disculpó Tomoyo.

–Está bien. Gracias por escucharme. Adiós. Vaya, ya has despertado. –dijo Sakura al ver a su hija despierta. Entonces le llegó un mensaje al móvil. Era su marido avisándole de que llegaría tarde porque iba a celebrar la llegada del año nuevo con los compañeros de la empresa. –¿Qué pasa con los pañales? Supongo que tendremos que salir nosotras a por ellos.

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Una vez que Sakura se vistió y arregló un poco el desastre que tenía en el pelo, salió con el carricoche para comprar lo que necesitaba. Al llegar a la zona comercial, vio un local llamado Curious, una tienda-ludoteca para bebés y niños pequeños.

–¿Te gusta? –preguntó una mujer de largo pelo rojo oscuro a un niño pasándole un juguete.

–Sí. –respondió el niño con una sonrisa. Entonces, la pelirroja vio a una mujer castaña mirando y salió para animarla a entrar a su tienda.

–¿Pero qué tenemos aquí? –dijo la castaña mirando a Akiho. –Estás muy contenta. ¿Cuántos meses tiene?

–Seis meses. –respondió Sakura.

–Está preciosa. Es clavadita a ti. –dijo la pelirroja.

–Gracias.

–¿Quieres entrar? –preguntó la pelirroja. –Adelante.

–Gracias. –dijo Sakura.

Al entrar, la mujer se dirigió hacia donde estaba el niño acompañado por su madre, por si necesitaban algo. Mientras, a Sakura le llamó la atención un folleto que vio en el mostrador.

¿Puedes mantener a un niño? Mantener a un niño cuesta alrededor de 25 millones de yenes.

–¡¿25 millones?! –exclamó Sakura dándose cuenta al instante de que lo había dicho en voz alta.

–Sí. Los niños cuestan mucho dinero. –dijo la dependienta, al descubrir el motivo del susto de la castaña. –Mi hija hará los exámenes de acceso a la universidad el año que viene y es muy duro.

–¿Tanto dinero cuesta? –preguntó Sakura, que le sorprendía que una mujer tan joven tuviera una hija que estuviera a punto de ir a la universidad.

–Sí, bastante. –respondió la pelirroja.

–Kaho. –la llamó la madre de otro niño que estaba por ahí. –¿Me envuelves esto?

–En seguida. –dijo la dependienta, cuyo nombre era Kaho. –Adelante, mira todo lo que quieras. Estás en tu casa.

Pero cuando Kaho se fue a atender a la clienta, miró con apuro en el interior del folleto con la esperanza de que aquello sólo hubiera sido una broma.

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–Li, ¿estás seguro de que a tu mujer le parecerá bien que llegues tarde a casa? –preguntó Yukito.

–Claro que sí. –dijo Shaoran. –No pasa nada porque llegue un poco tarde. Y ahora brindemos para que este año lo volvamos a reventar. ¡Salud!

–¡Salud! –brindaron todos, excepto Yamazaki, que estaba apartado.

–¿Qué haces? –preguntó Shaoran.

–Intento sacar la cuenta de lo que tenemos que pagar cada uno. –dijo Yamazaki.

–Olvídalo. –dijo Shaoran sacando un billete de la cartera y entregándoselo a Yamazaki –Yo invito.

–¡Eh, chicos!¡Li invita! –exclamó Yukito. El júbilo no se hizo esperar. Mientras aplaudían a Shaoran, éste brindó con su copa mientras se dejaba querer.

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Cuando Shaoran llegó a casa, encontró a Sakura dormida en la cama. Con un gesto de triunfo, se puso cómodo con una camiseta de baloncesto y se fue a su rincón de la NBA, donde veía un partido de baloncesto con los cascos puestos para no molestar.

–Venga, bloquea, bloquea. Eso es. –dijo Shaoran en voz baja. Entonces sintió el móvil vibrar. Era la web en la que se subastaba la camiseta de Dirk Nowitzki avisándole de que la subasta estaba a punto de terminar. Por la mañana el precio era de 6275 yenes y el precio había subido a 31 mil. Apurando, Shaoran hizo la última puja por 37 mil yenes. En seguida recibió el mensaje de que la subasta había terminado y que la había ganado.

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–¿Quieres abrir una cartilla de ahorros para Akiho? Ya tenemos una cuenta para sus gastos. –preguntó Shaoran a la mañana siguiente mientras desayunaba cuando Sakura le habló de sus intenciones.

–Criar a un hijo cuesta 25 millones de yenes. Así que creo que es necesario para sus gastos futuros. La que tenemos es para los gastos corrientes que tiene ahora. –dijo Sakura enseñándole el folleto que había recogido de la tienda de Kaho.

–Espera un momento. –dijo Shaoran tomando el folleto.

–Lo mejor es ir ahorrando ahora que todavía es pequeñita. ¿Verdad que sí, mi amor? –dijo Sakura dirigiéndose a su hija, que estaba tranquilamente en el moisés.

–Espera. ¿Por qué no recortamos de tus gastos superfluos? –propuso Shaoran.

–¿Qué?

–Sí, ya sabes, que si un cine con amigas, que si una comida de mujeres, en resumen, los ladys' plans. –resumió Shaoran. –Las mujeres gastáis mucho dinero. El motor económico del país es el consumo femenino. Lo que significa que podemos ahorrar de ahí.

–¿Quieres hablar de economía doméstica? Muy bien, hablemos. De ahora en adelante, yo llevaré las cuentas. –dijo Sakura mostrándole un cuaderno denominado Kakebo, un método japonés que básicamente es un libro de cuentas para la economía doméstica.

–Sólo digo que si ahorramos para la niña, tendremos que eliminar gastos innecesarios. –dijo Shaoran.

–¿Hablas de tu afición? –dijo Sakura dirigiéndose al rincón NBA y cogiendo una figura Shaquile O'Neal. –¿Cuánto llevas gastado?¿Cuánto vale este monigote?

–Eso no es una afición. Es mi ambición. –dijo Shaoran quitándole la figura de la mano. Después se agachó junto a la niña y se la enseñó. –Shaquile O'Neal dijo "la superioridad no es sólo un acto, es un hábito que sólo se consigue con interminables horas de práctica". Esto es un tercio de la vida de papi.

Sakura le volvió a quitar el muñeco, que tenía una cabeza desproporcionada que se tambaleaba.

–¿Prometes no comprar más? –preguntó Sakura.

–Para empezar, ya casi nunca compro. –dijo Shaoran, omitiendo el hecho de que anoche había comprado una camiseta de los Dallas Mavericks.

–¿Prometes no comprar más? –volvió a preguntar Sakura con énfasis.

–¡Oh!¡Llego tarde! –dijo Shaoran escapándose, no sin antes coger su abrigo y su cartera.

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Nakuru practicaba con el piano de pared que tenía en casa. Cualquiera que la escuchara sabía que tenía un gran talento para el piano.

–El zumo ya está listo. –dijo Kaho.

–¡Voy! –dijo Eriol, que todavía seguía en pijama.

–He hecho un concentrado de espinacas, piña, manzana y kale. –dijo Kaho mientras servía el líquido verde, poniendo uno en su sitio y llevando el otro hacia donde estaba su hija con el piano. Eriol bajó la mano ante la indiferencia de su mujer. –Por lo visto Miranda Kerr también bebe esto.

–Lo sé. –dijo Nakuru.

–Ah, sí, Miranda. –dijo Eriol, fingiendo saber quién era esa tal Miranda.

–Está delicioso, mamá. –dijo Kaho.

–¿Sí? Cuánto me alegro. No estaba segura de que supiera bien esta mezcla. –dijo Kaho.

–Quizás la próxima vez podrías incluir acai. –sugirió Nakuru yendo hacia la mesa.

–¿Acai? Sí, puede que sepa bien. –aceptó Kaho. –Dime, Nakuru, ¿qué te apetece hacer el domingo? He encontrado una cafetería hawaiana y les he llamado, pero no admiten reservas.

–¿Una cafetería hawaiana? –preguntó Eriol.

–Sí, me gustaría ir contigo. –dijo Nakuru emocionada ante la idea.

–Decidido entonces. –dijo Kaho.

–Poneos en la cola. Primero debo mirar si hay algo para el domingo. –dijo Eriol cogiendo su agenda.

–Podrías dejarme tu collar de perlas de algodón. –dijo Nakuru haciendo caso omiso de su padre.

–¿Otra vez? Está bien, siempre que me prestes tu bolso. –dijo Kaho.

–Vale.

–Vaya, el domingo tengo una comida de trabajo. –dijo Eriol.

–Papá, la verdad es que no hace fala que vengas. –dijo Nakuru.

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Conforme iban llegando, los compañeros de Shaoran le fueron dando las gracias por haber invitado a las copas de la tarde anterior. Shaoran disimulaba una sonrisa que no le salía del todo bien. Entonces, Eriol se deslizó con su silla hasta él.

–Parece que anoche lo pasaron bien. Tendrás que invitarme algún día. –dijo Eriol. Pero entonces se dio cuenta de la cara de funeral que traía Shaoran. –¿Qué pasa?

–Luego te cuento.

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–Así que vais a ahorrar para la niña. –dijo Eriol entrando a la recepción de una sauna.

–Sí. A partir del mes que viene tengo que poner mi nómina a disposición de mi mujer. –dijo Shaoran pagando en recepción.

–¿Nunca habías ahorrado antes? –preguntó Eriol mientras se dirigían al vestuario.

–Sí, para mis colecciones. –dijo Shaoran.

–"Soy yo quien gana el dinero". Puedes probar a decir eso. Pero en realidad yo lo dejaría correr. –dijo Eriol.

Tras cambiarse entraron en unas aguas termales.

–Te ha llegado la hora, amigo. –dijo Eriol.

–¿La hora de qué?

–El golpe de estado familiar. Tu posición social ya ha cambiado: mujer, hija y luego tú. Ese es el orden, y tú estás al final. –dijo Eriol.

–¿Qué quieres decir con eso?

–Cuando las mujeres dan a luz se vuelven poderosas. Dar a luz tiene que ser como si sacaras una sandía de la nariz. ¿Puedes hacer eso?

–Imposible. –dijo Shaoran.

–Para mí también. –dijo Eriol. Después de las aguas termales, se pasaron a una sauna. –Pero las mujeres que lo hacen son extraordinariamente fuertes. Antes de dar a luz, mi mujer era incapaz de matar una mosca. Y ahora las destroza con sus manos desnudas. Creo que a tu mujer le está pasando lo mismo. Al cambiar, tu estatus en casa ha caído.

–Eso no puede ser cierto.

–Pero hay una forma de recuperarlo. –dijo Eriol. –Te confiaré mi manual de usuario de la esposa.

Después de haber sudado en la sauna y haberse duchado, se cambiaron y cenaron algo en el restaurante de la sauna. Tras varias cervezas en las que Eriol le aconsejó que piropeara a su esposa, Eriol se quedó dormido, por lo que Shaoran se dirigió a la salida mientras ensayaba los piropos que le diría a su mujer, en concreto, "preciosa" y "sexi", pero se dio cuenta de que no llevaba la pulsera con la que se controlaba a los clientes.

–¿Buscas esto? –preguntó una sexi mujer morena vestida con albornoz mientras sujetaba la pulsera de color azul.

–Sí, gracias. –dijo Shaoran, pero cuando la fue a coger, la mujer la apartó.

–Si no la atas adecuadamente a tu muñeca la volverás a perder. –dijo la mujer cogiéndole la muñeca a Shaoran y colocándosela. Tras hacerlo, mostró la suya, de color rojo. –Qué coincidencia, los dos tenemos el número 23. Por cierto, gracias por los cumplidos.

Sin más, la mujer se marchó, dejando a Shaoran sin palabras.

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Cuando Shaoran llegó a casa, Sakura le hacía una foto a la recién dormida Akiho para enviársela a su padre.

–Ya estoy en casa. –anunció Shaoran.

–Hola. –saludó Sakura sin dejar de mirar a su hija.

Shaoran fue directo al rincón NBA y cogió la figura de Shaquile O'Neal para practicar en voz baja.

–Estás preciosa y sexi. –dijo Shaoran con voz sensual. Cuando consideró que había encontrado el tono adecuado, se giró, encontrando a su esposa con los brazos cruzados. Entonces, de repente, se abrió la bata.

–¡Ah!¡¿Por qué llevas eso?! –exclamó Shaoran al ver que su mujer llevaba la camiseta roja de los Cleveland Cavalliers con el número 23, perteneciente a Lebron James.

–¿Cuánto te ha costado esta camiseta?¿37 mil yenes? –preguntó Sakura mostrándole un móvil en el que indicaba el precio aproximado de las camisetas. –¿Esto no te parece tirar el dinero? ¿Por qué no utilizas estos gastos para los ahorros de Akiho?

–Eso no es sólo una camiseta. Es la primera equipación de la temporada de los Cavalliers. –explicó Shaoran cogiendo una cara gigante de cartón de Lebron James. –Es la equipación de Lebron James, que está reviviendo al equipo. Quítatela.

Sakura se quitó la camiseta de mala manera.

–La estás arrugando. –se quejó Shaoran. Entonces Sakura la tiró al suelo.

–Ahí tienes los ahorros de tu hija. –dijo Sakura dándose la vuelta mientras su marido se apresuraba a coger la camiseta y doblarla adecuadamente.

–Espera, Sakura.

–¿Qué quieres ahora? –preguntó la castaña. Entonces Shaoran decidió poner en práctica los consejos de Eriol.

–Estás preciosa. –dijo Shaoran.

–¿Qué? –preguntó Sakura sin esperar aquel cambio de tercio. Shaoran se aproximó a ella.

–Siempre has sido preciosa. Pero esta noche estás especialmente bella. –dijo Shaoran dándole una caricia en la mejilla. Sakura no entendía nada. Llevaba puesto un pijama y su pelo seguía desastroso.

–Gracias, supongo. –dijo Sakura. Pero cuando fue a darse la vuelta Shaoran la detuvo del brazo.

–Estás incluso más sexi desde que diste a luz. –añadió Shaoran bajándose los pantalones y abrazándola. –Estoy a mil.

Pero Sakura no entendía aquella actitud de su marido. Nunca lo había visto actuar de forma tan forzada.

–¿Qué estás a mil?¿Te estás riendo de mí? –preguntó Sakura con una mirada penetrante.

–Pues…, en realidad estoy muy cansado. –admitió Shaoran marchándose a la habitación, consciente de que su mujer no se había tragado nada.

–Acuérdate que lo hacemos por el futuro de Akiho. –dijo Sakura antes de que su marido cerrara la puerta del cuarto.

Al cerrar, Shaoran miró a su hijita dormir mientras se abrazó a la camiseta de Lebron.

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A la hora de comer, Shaoran se pidió el menú del día que el propio restaurante anunciaba como el menú perfecto para las carteras delgadas, y que consistía en una sopa del día y poco más.

–Un menú del día, por favor. –dijo Shaoran con tristeza mientras miraba con envidia a los trabajadores que comían un delicioso menú especial con el que no pasarían hambre. Él había estado en aquel grupo de comensales contentos hasta que Sakura tomó el control financiero de la familia. Tras pedir, se sentó frente a Eriol, que también comía un menú del día. Estaba claro que era porque al igual que él, también era padre.

–¿Cómo te fue?¿Aplicaste mis consejos? –preguntó Eriol.

–La verdad es que no. –dijo Shaoran.

–¿Bromeas? Seguro que no lo dijiste con el tono adecuado. –aventuró Eriol.

–No. No es por eso. –dijo Shaoran.

–Aquí tiene su menú del día. –dijo la camarera, mientras que a la mesa de al lado llevó lo que a Shaoran le pareció un menú de verdad y al que se quedó mirando con envidia.

–Recuerdo que antes traías muchas veces comida de casa preparada por tu mujer, pero hace tiempo que no te veo hacerlo. Incluso te dejaba notitas deseándote un buen día o diciendo lo mucho que te quería. –recordó Eriol.

–¿Te diste cuenta de todo eso?

–No te preocupes y hazte a la idea de que no lo volverá a hacer. –dijo Eriol.

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Mientras tanto, en casa, Sakura rellenaba el cuaderno para la economía doméstica, apuntando unos ahorros de 63 mil yenes, cuando recibió un mensaje de su marido, diciéndole que la haría ministra de economía.

Sakura lo celebró, porque aquello significaba que Shaoran estaba haciendo el esfuerzo de ahorrar. Pero entonces vio que el mensaje seguía, diciendo que el mensaje fue enviado por el primer ministro.

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–¿Tienes algo bonito para Akiho? –preguntó Sakura a Kaho mirando algo de ropa de la tienda y cogiendo dos pantaloncitos.

–Esos son perfectos para cuando comience a gatear. Le permitirá moverse con comodidad. –dijo Kaho. Sakura lo puso encima de la bebé.

–¡Qué mona! –dijeron a coro.

–Cuando empiece a gatear se volverá loca. –dijo Sakura sonriendo a la niña.

–Sí. Lo tocará todo y se lo llevará a la boca. –dijo Kaho.

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Cuando llegaron a casa, Sakura fue al rincón NBA pensando en hacer cambios, cuando se dio cuenta de que uno de los muñecos estaba sin cabeza porque la niña se la había arrancado.

–Akiho, abre la boca.

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–Ya estoy en casa. –anunció Shaoran al llegar.

–Hola. –saludó Sakura mientras intentaba dormir a la niña. Fue entonces cuando Shaoran dirigió su mirada al rincón NBA.

–¿Pero qué…?¿Dónde están mis cosas? –preguntó Shaoran, cuyo rincón NBA se había convertido en el rincón de Akiho.

–Allí. –dijo Sakura señalando al armario trastero. Shaoran fue hacia el trastero, donde vio todas sus cosas apiladas de cualquier manera. –Ha sido un arduo trabajo.

–¿Por qué has hecho esto? –preguntó Shaoran.

–Porque Akiho comenzará a gatear pronto y necesita un lugar seguro para hacerlo. –respondió Sakura. –También soy ministra de sanidad, seguridad y salud pública.

–¿Cuándo te he nombrado? Estas cosas son mi ambición.

–Verás, es que hace un rato Akiho estaba masticando la cabeza de uno de tus muñecos. –dijo Sakura mostrándole la cabeza de un jugador.

–¡Oh!¡Kobe! –dijo Shaoran con la cabeza de Kobe Bryant. –Espera un momento. No puedes hacer esto. Es el único espacio que tengo para mí. ¿No es muy poco espacio para el primer ministro?

–No. ¿Por qué te molesta tanto? –preguntó Sakura.

–¡Porque sí! –exclamó él.

–No grites, intento dormir a la niña. –dijo Sakura yendo hacia el dormitorio.

–Ni hablar. –dijo Shaoran yendo hacia el trastero. Cogió cuatro cajas para volver a montar su santuario, pero entonces, vio las fotos de su boda. Había varias fotos y en todas ambos se veían muy felices. En una de ellas paseaban agarrados de la mano por la playa en un atardecer; en otra mostraban orgullosos sus anillos; en otra, unían sus manos formando un corazón y en otra Shaoran abrazaba a Sakura por detrás. Shaoran no podía evitar pensar en lo diferente que le estaba resultando todo.

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–Tu ambición se ha extinguido. –dijo Eriol mientras caminaban hacia una vivienda cuando Shaoran le contó las novedades.

–Quizás tengas razón. –dijo Shaoran.

–Te lo dije. Tu autoridad va cayendo y cayendo. Ahora estarás a unos miles de kilómetros bajo tierra. –dijo Eriol.

–Pues tengo que escalar.

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Sakura miró con desesperanza. Su marido no había dormido para volver a colocar su rincón tal y como estaba.

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–Sí, hagamos eso. Luego podemos buscar una parcela. –dijo Eriol a un cliente llamado Yoshiyuki Terada. Era un poco más mayor que Shaoran, tenía el pelo castaño muy corto y un rostro exigente.

–Quiero cumplir el sueño de mi esposa. –dijo Terada sin quitarle la vista a la vivienda.

–Eso es maravilloso. –dijo Eriol.

–Sí. Siempre ha sido muy dedicada conmigo y quiero recompensarla. –dijo Terada.

–Bueno, si es tan dedicada quizás es porque usted es muy buen marido. –añadió Eriol.

–No. No lo creo. –dijo Terada restándose importancia. –Pero sí es cierto que soy muy diligente a la hora de hacer regalos. De esa forma es como si volviéramos a ser una pareja de recién casados.

–Fantástico. –dijo Eriol. –Bien, entremos.

–Regalos, recién casados, reinicio. –musitó Shaoran, al que las palabras de Terada le habían hecho pensar.

Después de estar con el cliente, Shaoran volvió a la oficina y tras unas horas, casi todo el mundo se había marchado ya.

–¿Te quedas más tiempo? –preguntó Yukito.

–Sí, sólo un poco. –dijo Shaoran.

–Pues yo me voy. Hasta mañana. –se despidió Yukito.

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Sakura salió a dar un paseo con Akiho por el parque. Cuando vio una luz adecuada, sacó su móvil y le hizo una foto a la niña. Entonces sintió una presencia. Era un niño de pelo castaño oscuro con un bocadillo en la mano.

–Hola. –saludó Sakura

–Hola. –dijo el niño. Tras saludarla se colocó detrás de Sakura.

–¡Kaito! –dijo la que parecía ser su madre, agarrando al niño. –Lo siento. ¡Vaya!¡Mira qué monada de niña!

–Esos pasteles son deliciosos. –dijo Sakura al ver que la mujer llevaba una bolsa con una cajita de una pastelería.

–Sí, cuando estoy cansada me doy el capricho. Lo cierto es que ayer también compré. –dijo la mujer.

–Sí, tienes razón. Lo mejor para cuando una está cansada es comer algo dulce. Es necesario para la vida de una madre. –dijo Sakura.

–Soy Rika Terada.

–Y yo Sakura Li.

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Antes de subir a casa, Sakura miró en el buzón, y además de alguna factura, vio una invitación de su amiga Rei Tachibana.

–Rei se casa.

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Sakura comía un bollo a modo de desayuno cuando Shaoran terminó de prepararse antes de ir al trabajo.

–Siento haber llegado tan tarde últimamente. –se disculpó Shaoran.

–No importa. Tendrías trabajo. –dijo ella.

–Hoy llegaré pronto. Al fin y al cabo, es nuestro aniversario, ¿no? –dijo Shaoran. Sakura lo miró sorprendida de que se hubiera acordado.

–¿Lo has recordado?

–El osito está pegado ahí. –dijo Shaoran mirando el calendario donde había una pegatina de un osito en el día. Sakura sonrió. Shaoran se sentó junto a ella. –Al principio iba a decirle a mi madre que se quedara con Akiho para tener una cita, pero tiene una de sus clases de poesía, pero no importa. Lo podemos celebrar aquí los tres juntos.

–Sí. Me parece genial. –dijo Sakura sonriendo.

–Me aseguraré de estar aquí a las siete. –dijo Shaoran.

–Bien, entonces haré algo delicioso para cenar. –dijo Sakura ilusionada.

Justo cuando acortaban distancias para besarse, alguien tocó el timbre de la puerta, rompiendo aquella romántica atmósfera que se había creado de forma tan natural. Ambos se decepcionaron al no poder sellar aquella despedida con un beso.

–¿Quién será tan temprano? –preguntó Shaoran. Ambos se levantaron para ver quién era.

–¡Papá! –exclamó Sakura.

–¡Akiho! –entró el padre de Sakura con una bolsa sin hacer mucho caso a su hija para buscar a la pequeña, que estaba tranquilamente en su moisés.

–Me alegro de verte, Fujitaka. –saludó Shaoran a su siempre animado suegro.

–¿Por qué has venido tan temprano y sin avisar, papá? –preguntó Sakura.

–He venido a ver a un amigo a Tokio y he aprovechado. –dijo Fujitaka, que vivía felizmente jubilado. –Por cierto, mira lo que he traído.

–¡Un amuleto del templo Tsukimine! –exclamó Sakura al reconocer el amuleto típico del templo de Tomoeda, el pueblo natal de Sakura. Tenía pinta de un pompón hecho de tiras superiores blancas mientras que las inferiores eran rojas. Fujitaka lo colgó en la entrada de la casa.

–¿Qué es esa cosa? –preguntó Shaoran.

–Es un amuleto de la suerte del templo Tsukimine. –respondió Sakura, aunque a Shaoran le parecía más una bola de pelos inútil.

–Ah, también he traído otra cosa. –dijo Fujitaka sacando un cd de su mochila. –Es la película de cuando pariste.

–Gracias. –dijo Sakura.

–¿Por qué no lo vemos ahora? –sugirió Fujitaka.

–Yo tengo que irme. –dijo Shaoran un tanto avergonzado. –Pero si tienes tiempo, puedes pasar la noche.

–¿Tiempo? No tengo tiempo. Es viernes. Tengo planes para el fin de semana. –dijo Fujitaka un tanto ofendido. –Además, me quedo en casa de un amigo.

–Bien, yo me voy. –dijo Shaoran.

–Que tengas buen día. –dijo Sakura dándole un beso recuperando un poco del romanticismo que había roto Fujitaka al llegar a casa.

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Hacía tiempo que Sakura no estaba tan contenta. Una vez que su padre se marchó, se preparó a ella y a la niña y fue al supermercado a comprar los ingredientes que necesitaba para hacer la cena con la que celebrarían su aniversario de boda. Tras comprar algunas cosas, de camino a casa, mientras cruzaba un paso de peatones, sintió un dolor punzante en el pecho y escalofríos. Era un dolor tan agudo que se agachó del dolor. Mientras con una mano se sujetaba en el carricoche, con la otra se sujetaba el pecho.

Entonces, Kaho, que iba conduciendo hasta su tienda, reconoció a Sakura al pasar por allí. Se bajó del coche y acudió en su ayuda.

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–Al usar una escalera en la sección de la entrada se puede proporcionar un espacio más ancho mientras se mantiene la estancia más iluminada. –explicaba Shaoran sobre uno de los proyectos. Entonces le sonó el móvil. Era Sakura, pero estaba en medio de la presentación y no podía atenderla, por lo que colgó y continuó con lo que estaba haciendo.

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Kaho suspiró mirando a la pequeña Akiho, a la que estaba cuidando. Había cogido el móvil de Sakura para llamar al marido mientras la castaña era atendida, pero este le había colgado.

–Muchas gracias. –dijo Sakura al salir de la consulta. Por suerte no fue nada grave y salió como si nada. –Siento mucho todo el alboroto. Era mastitis. Pero me he sacado la leche y ya estoy mucho mejor.

–La fiebre y los escalofríos por la mastitis son horribles. –añadió Kaho. –¿Estás bien?

–Sí, todo perfecto.

–He intentado llamar a tu marido con tu móvil, pero no me lo ha cogido, aunque tampoco le he dejado ningún mensaje. –dijo Kaho.

–No te preocupes, Kaho. Estoy mucho mejor, gracias. –dijo Sakura. –¿Y tú cómo estás?¿Has sido buena nena?

Tras el susto, se fueron a tomar algo.

–¿Tu marido no se acostumbra a ser padre? –preguntó Kaho a Sakura, al notar que había algo que no iba bien en la pareja. Después de todo, había colgado sin más.

–Bueno, digamos que Shaoran vive un poco centrado en sí mismo. –respondió Sakura. –Como un niño grande.

–Hombres. También hay que educarlos. –comentó Kaho.

–No se comporta igual que cuando la bebé no había nacido, a pesar de que sí estaba muy ilusionado con ella. Parece no comprender que ahora es padre. –dijo Sakura.

–Los hombres no son buenos con los cambios. –dijo Kaho.

–Pero el mayor peso de la crianza está cayendo sobre mí. Me gustaría que se involucrara por igual. –deseó Sakura. –Los dos somos los padres de Akiho y quiero que la criemos juntos.

–¿Sabes? Cuando yo di a luz estaba tan insatisfecha que incluso consideré divorciarme. –reconoció Kaho. –Pero ahora pienso que en aquel entonces lo que más me preocupaba y me motivaba a la vez no era mi marido, sino mi hija. Mi hija se convirtió en mi mejor aliada.

Entonces Sakura recibió un mensaje preguntando qué pasaba.

–Es mi niño grande. –dijo Sakura haciendo sonreír a Kaho. Sakura simplemente respondió que no era nada.

–Sakura, no acarrees con esto tú sola. –le aconsejó Kaho. –Está bien que le digas a tu marido que está siendo duro.

–No es duro. Es como dice mi madre. Criar a los hijos es una bendición. Si dijera que es duro creo que no sería bueno para Akiho. –dijo Sakura viéndola dormir en su carricoche.

–Genial, porque los niños pueden percibir las cosas. Pero si no te desahogas de vez en cuando, te tomas algún día libre y continúas llevando un ritmo tan frenético, Akiho también lo sentirá. Tienes que decírselo. –aconsejó Kaho. –Quéjate de vez en cuando, pide ayuda, haz ruido.

–Está bien.

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A las cinco de la tarde, Shaoran cogió una gran bolsa y se marchó rápidamente ante la sorprendida mirada de todos sus compañeros, que no entendían la prisa.

Tras comprar unas flores para Sakura en una floristería cercana, se disponía a salir, pero alguien pronunció su nombre.

–Li. –cuando Shaoran volvió la cabeza, Yoshiyuki Terada estaba allí con un ramo en la mano. –Gracias por lo del otro día.

–Hola. No tiene importancia. Es mi trabajo. –dijo Shaoran. –Bueno, tengo que ir…

–Tengo un favor que pedirte. –interrumpió Terada. –Ven conmigo.

Sin saber cómo, Shaoran se vio arrastrado por su cliente, a pesar de que el castaño intentaba hacerle saber que tenía prisa.

–Sólo será un segundo. –dijo Terada arrastrando a Shaoran hasta una joyería que estaba al cruzar la calle. Terada quería que Shaoran le ayudara a elegir un colgante para su mujer.

–¿Qué gustos tiene tu esposa? –preguntó Shaoran.

–Es muy pulcra y limpia, pero también sofisticada y moderna. –respondió Terada.

Tras haberle ayudado a elegir la joya, Terada le dio las gracias y Shaoran por fin se liberó, aunque debería correr mucho más si quería llegar a tiempo a casa para celebrar su aniversario con su esposa. Entonces, Sakura lo llamó, pero justo en ese momento se quedó sin batería, por lo que no pudo avisarla de que quizás llegaría un poco más tarde.

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Sakura había preparado la cena muy contenta. Tras prepararla, se aseó, se maquilló, aunque hacía tiempo que no lo hacía y se vistió.

–¿Qué te parece, Akiho? ¿Estoy guapa? –preguntó Sakura vistiendo un sencillo vestido rojo. La niña respondió con una risita. –Mi pequeña sí que es guapa. Mucho más que su mami.

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Por fin llegó al metro y mientras iba en marcha, recorrió todo el tren hasta llegar a la puerta que quedaría más cercana de la salida de la estación. Una vez que llegó, esperó deseoso a que el tren parara y se abriera la puerta, cuando alguien llamó su atención. Era la mujer de noventa años que había ayudado hacía unos días.

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El reloj marcaba las ocho menos cuarto, pero Sakura aún seguía contenta. Decidió llamar a Shaoran, pero el teléfono parecía estar apagado. Quizás hubiera tenido algún imprevisto y el trabajo quedaba un poco lejos. Entonces escuchó que alguien llamaba al timbre. Shaoran tenía llave, pero pensó que era él y que fingiría que iba a recogerla. Su gozo cayó en un pozo al ver que era un repartidor.

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Cuando la puerta del tren se abrió, Shaoran ya tenía a la anciana sobre sus espaldas. Corría todo lo que podía mientras la anciana le indicaba hacia dónde tenía que ir. Aunque la anciana le aseguraba que su casa estaba muy cerca a Shaoran no se lo parecía porque siempre le indicaba una calle más.

Cuando por fin llegó, la familia lo entretuvo dándole una bolsa con comida del restaurante que regentaba como agradecimiento.

Shaoran siguió corriendo cada vez más cargado de cosas, pero estaba agotado y tuvo que parar. Sin saber por qué, se le vino a la cabeza lo que le dijo Eriol sobre la pérdida de estatus dentro de la familia, pero también las palabras de Terada, que agasajaba a su mujer con regalos para que la relación siempre estuviera como si fueran recién casados. Al recordar por qué estaba haciendo aquello, intentó correr más. Lo más parecido a la relación de pareja que tenían antes había sido durante la mañana antes de ir al trabajo.

Cuando Shaoran llegó después de un camino que le había parecido interminable, la casa estaba en completo silencio. La cena estaba intacta, pero con un film en cada plato y las velas de la mesa estaban apagadas. Tras dejar las bolsas que llevaba, Sakura salió de la habitación al oírlo llegar. Seguía llevando el vestido rojo, pero su cara no era demasiado amable.

–¿No dijiste que llegarías a las siete? –preguntó Sakura. Shaoran miró el reloj y eran las nueve y cinco.

–Lo siento mucho. Al volver me encontré con un cliente y no pude deshacerme de él. –se disculpó Shaoran.

–Te he llamado dos veces. –dijo Sakura. –La primera vez porque no me encontré bien.

–¿Me llamaste por eso? Pero luego te pregunté en un mensaje y me dijiste que no era nada. –dijo él.

–Estabas en el trabajo y no quise molestarte. –dijo Sakura.

–Lo siento. –se disculpó él.

–Cuando las cosas se ponen mal, nunca estás. ¡Sólo te importa esto! –dijo Sakura extendiéndole la camiseta de los Cavalliers que había comprado en la subasta y que había llevado el repartidor. –Me prometiste que no volverías a comprar más.

–Sí, pero cuando lo hice ya la había comprado. –se defendió él.

–Estoy harta de excusas. –dijo Sakura.

–No es una excusa.

Sakura se arrodilló frente al moisés para recoger los juguetes que la niña había tirado cuando había estado ahí. Necesitaba hacer algo para no matar a su marido.

–¿Te ayudo? –preguntó Shaoran agachándose junto a ella.

–¿Tienes que preguntarlo? ¡En realidad crees que criar a la niña sólo es cosa mía!¡Creí que me había casado con un hombre más avanzado!

–¡No quería que sonara así!¡Lo he preguntado con la mejor de mis intenciones!¿Por qué desde que llego a casa…?

–¡Es nuestro aniversario!¡No quería pelear! –exclamó Sakura apartándose de allí.

–¡No he llegado tarde porque quisiera pelear! –exclamó Shaoran, pero ella no respondió. Simplemente le daba la espalda intentando calmarse. Shaoran se aproximó por detrás y la cogió de los hombros.

–¿Qué haces? –preguntó ella.

–Siéntate, por favor, y no mires. –le pidió Shaoran. Ella accedió. Mientras, él fue hacia la gran bolsa que había cargado todo el camino, sacó una gran caja y también las flores que había comprado. –Ya puedes.

Cuando Sakura abrió los ojos, tenía un pequeño ramo de flores frente a sus ojos. Aquello sí que no se lo esperaba. Sakura cogió el ramo casi por inercia. Después vio cómo su marido puso la caja encima de la mesa baja de delante del sofá.

–¿Qué es esto? –preguntó ella.

–Mi regalo de tercer aniversario de casados. –respondió Shaoran. –Quiero que volvamos a sentirnos como cuando estábamos recién casados.

Después, levantó la gran tapa de la caja, dejando ver una maqueta de una bonita casa.

–Es muy moderna, pero no por ello menos cálida. Estará hecha de madera. El primer piso tiene un salón con una pequeña bóveda. –dijo Shaoran destapando el tejado de la maqueta para dejarle ver el interior. –La cocina tendrá mucho espacio de almacenaje, como cuando me pediste cuando éramos novios.

–Es cierto. –dijo Sakura. Después Shaoran giró la base de la maqueta para dejarle ver la otra parte.

–Desde esta gran ventana podrás ver el mar y relajarte en esta terraza. –continuó explicando Shaoran. Después se sacó unos muñequitos del bolsillo y los fue colocando a medida que iba explicando. –Mira, aquí está el jardín, donde se puede tender la ropa con la pequeña Akiho a tus pies. Y yo estaré aquí bebiendo cerveza y viendo el baloncesto rodeado de mi mercadotecnia. También habrá una escalera de caracol hacia mi escondite secreto.

Sakura vio cómo Shaoran colocó el muñequito que le representaba sentado en un sillón de una habitación exclusiva para él.

–Y aquí estará la habitación de Akiho, donde podrá llorar y mojar la cama todo lo que quiera. –dijo Shaoran destapando otra parte del tejado. –¿Qué te parece?¿Te gusta?

–No necesito nada de esto. –dijo Sakura negando con una sonrisa. –¡Sólo quería que llegaras pronto a casa y que bañáramos a Akiho entre los dos!

–¿A qué viene eso?

–¡Viene a que es lo que siento! –dijo Sakura empujándolo. Como Shaoran estaba agachado, cayó al suelo con el empujón.

–Has cambiado, Sakura. Antes eras más cariñosa y amable. –dijo él. Sakura se levantó.

–¡¿Cómo te atreves?!¡Si quieres que sea así, ¿por qué no me das algo de tiempo para mí?! –exclamó tirando las flores.

–¿Qué?

–¡Si tuviera algo de tiempo para mí podría estar más relajada y ser más amable!¡Pero no hay tiempo para eso porque nunca estás! –le recriminó ella.

–Sé que es duro, pero cualquier madre…

–¿Cualquier madre se dedica a sus hijos?¿Es un disfrute continuo?¿Es lo que ibas a decir?¡Tengo la pelvis algo torcida por el parto, un diente medio roto, se me cae el pelo y todo mi sistema inmune más debilitado!¡Fui yo quien arriesgó la vida al parir!¡Fui yo la que se enfrentó a aquello y sentí que me moría y ahora quiero vivir!¡Mi cuerpo no tiene descanso alguno!¡Es un trabajo que dura las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana!¡Sólo quería que lo notaras!¿Te parece demasiado egoísta por mi parte?¿Por qué no te involucras en la crianza de Akiho?

–Quiero involucrarme.

–Y una mierda. Quiero que estés más tiempo con ella. Quiero que la eduquemos los dos. Quiero que pienses más en ella. –le pidió Sakura. –Es nuestra hija.

Justo en ese momento, la niña comenzó a llorar, un llanto motivado probablemente por la discusión del matrimonio.

Shaoran simplemente estaba sin palabras por todo lo que le había dicho su mujer. Tras mirarlo y verlo incapaz de moverse, la castaña lo apartó de un empujón y fue al dormitorio para atender a la niña. El día de su aniversario pasaría la noche en el sofá. Pero con aquella discusión se vería incapaz de dormir, por lo que se marchó a la sauna donde solía ir a veces tras salir del trabajo, a pesar de lo tarde que era. Aunque intentaba relajarse, no dejaba de darle vueltas a la discusión con su esposa. De vez en cuando mascullaba cosas.

–¿Una pelea de postparto? –preguntó un enigmático hombre de largo pelo negro con destellos azules que parecía desprender una gran sabiduría. Llevaba unas gafas redondas que había olvidado quitarse al entrar en la sauna, por lo que las tenía empañadas. A Shaoran le pareció que el hombre estaría al borde de la jubilación.

–Algo así. –dijo Shaoran.

–No hay forma de que un hombre gane una discusión así. –dijo el hombre. –Lo mejor es que vuelvas a casa.

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Sakura salió con la niña en brazos y todavía con el vestido rojo, pero su marido no estaba en el apartamento.

–Tranquila, pequeña. –dijo Sakura intentando tranquilizar a su hija. –Es mejor que no esté.

Fue hacia el fregadero y se mojó un poco la cara intentando limpiar las lágrimas que había derramado. Desde allí, vio la foto que había en el diario de nacimiento de Akiho, donde se registraba toda la información desde su nacimiento hasta el primer año. Era la primera foto que se tomaban los tres. Ella todavía estaba en la cama del hospital, Shaoran estaba sentado junto a ella con una pequeñita Akiho en sus protectores brazos. Tanto ella como Shaoran mostraban una cara feliz e ilusionada por la llegada del bebé. Pero aunque no hacía tanto tiempo de aquel día, ahora todo le parecía muy lejano.

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Shaoran había hecho caso al hombre de las gafas y se había marchado a casa, pero no se atrevía ni a entrar. Tras un suspiro entró. Cuando llegó, Sakura estaba viendo la película en la que estaba dando a luz.

En la imagen, su marido le sostenía la mano mientras ella gritaba de dolor mientras empujaba.

Empuja un poco más. –decía la ginecóloga. Sakura escuchó llegar a su marido.

¡Venga, Sakura!¡Tú puedes! –le animaba Shaoran.

Ya casi está. –decía la ginecóloga. Fue entonces cuando Shaoran cayó mareado al suelo, lo que ocasionó la sonrisa de Sakura. La cámara también estaba en el suelo y se veía cómo su marido yacía en el suelo completamente mareado.

¿Qué ha pasado? –preguntó Sakura.

El padre se ha mareado. Está hiperventilando. Vamos a tener que darle un poco de oxígeno. –dijo una de las enfermeras. Entonces, entre varios profesionales que asistían el parto arrastraron a Shaoran para que no entorpeciera el paso.

–Soy patético. –dijo Shaoran criticándose a sí mismo al verse en el vídeo.

Una de las enfermeras cogió la cámara y continuó grabando el parto, ya que él había sido incapaz de hacerlo. Shaoran seguía viendo el dolor por el que estaba pasando su mujer mientras traía a Akiho al mundo.

¡Es imposible!¡Ponedme la epidural! –pedía Sakura desesperada.

Es muy tarde para eso. –le decía la doctora.

¡Pues drogas, lo que sea! –exclamaba Sakura.

Sólo queda un empujoncito más. –dijo la doctora intentando calmar a la parturienta. – Venga, ya está aquí, ya casi está. A la de tres: uno, dos, tres.

¡Ahhhh! –gritó Sakura de forma desgarradora. Por fin, se escuchó la vocecita de Akiho.

–Cuando mi padre ha traído el vídeo esta mañana lo que pensé es que quería que lo viésemos juntos para celebrar nuestro aniversario. –dijo Sakura.

Shaoran se acercó al sofá, se agachó y la agarró cariñosamente de los hombros.

–¿Vamos a ver la carita de Akiho durmiendo? –sugirió él, todavía impactado por el gran esfuerzo que había realizado su mujer cuando trajo a su hija al mundo. Sakura lo miró y vio que Shaoran la miraba con ternura, por lo que asintió.

Ambos padres fueron al dormitorio y se asomaron a la cuna, donde la pequeña dormía plácidamente.

–Es preciosa. Aunque no sé por qué me extraño. Se parece a ti. –susurró Shaoran. –Perdóname, Sakura. Cambiaré.

Ambos sellaron la paz con un tierno beso. Tras el beso, Shaoran tocó la carita de Akiho con el dedo. Su idea era darle una caricia, pero la niña se removió, hasta que empezó a llorar.

–¿Por qué has hecho eso? –preguntó Sakura derrotada.

–Yo me ocupo. –dijo él. –Akiho, ¿te has despertado?

Tras dejarla sentada, Shaoran se cubrió la cara con la mano y se la descubrió.

–¡Ahhh!

–Shaoran, ¿quieres dejar de hacer eso?¿No ves que eso la asusta? –le recriminó Sakura.

–¿Tú crees?

–Oh, ya la dormiré yo.

–No, ni hablar. La cogeré y haremos algo divertido. –dijo él agarrándola. –Yo creo que es el pañal. ¿Necesitas un cambio, cariño?

Entonces se escuchó un gran peo.

–Definitivamente es caca. –dijo Shaoran oliéndola. –¡Oh, Akiho!¿Cómo puedes oler tan mal? No aguanto este olor, Sakura.

–¡Oh, dámela! –dijo Sakura. –Trae un pañal.

–Sí.

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–Ya estoy en casa. –dijo Eriol.

–Ah, eres tú. –dijo su mujer.

–¿A qué viene ese tono decepcionado? –preguntó Eriol. –Por cierto, ¿qué tal en la cafetería hawaiana?¿Era hoy cuando ibais?¿Dónde está Nakuru?

–Me ha dejado plantada. Canceló el plan en el último minuto para irse con una amiga. –explicó Kaho.

–¿No es un poco tarde para que ande sola por ahí?

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Kaito por fin se había dormido. Tras recoger un poco la habitación, Rika salió de ella. Justo en ese momento llegó Terada.

–Ya estoy en casa.

–Hola. –saludó Rika.

–Mira qué te he traído. –dijo su marido dándole el ramo de flores. También abrió una caja y le mostró el colgante que Li le había ayudado a elegir. –Para demostrarte cómo me siento.

Rika le sonrió.

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–Ya estás sequita. –dijo Sakura, aunque la niña seguía llorando porque tenía sueño. –¿Puedes traer la crema del culito? Está en el salón.

La crema estaba sobre el diario de nacimiento de Akiho. Entonces, lo abrió por curiosidad. Lo cierto es que no se había interesado mucho por aquello. Al abrirlo, encontró la primera foto de la niña recién nacida, sus datos con peso y altura. En cada página había una foto de cada vez que cumplía un mes más. Entonces vio un papel suelto, pero al abrirlo, a Shaoran se le desencajó la cara.

Era una solicitud de divorcio.

Continuará…