—¿Enserio llevas un conteo de las salidas que has tenido con ella? —preguntó Kyouko, ceñuda.
Himawari la miró, en silencio, sintiendo como el calor se le agolpaba en el rostro. Estaba tan absorta contando su historia, que se le había escapado ese detalle. Había estado hablando en automático, era por eso que se la había olvidado filtrar algunas partes de la trama. Vaya que era descuidada.
—Creo… creo que eso ya lo dejé claro antes, Toshinou-senpai —respondió Himawari, incómoda, con la cara roja y sin ver a su senpai a la cara.
Kyouko miró su plato y notó que solo le quedaba uno de los tres que había pedido. Estaba pensando en algo. Hacía mucho ruido con la garganta y su ceño seguía fruncido. Himawari casi podía ver el humo que empezaba a emanar por la cabeza de la rubia debido a la sobrecarga que estaba sufriendo por el evidente exceso de esfuerzo mental.
«Es como si fuese a explotar», pensó Himawari, con una gotita resbalándole por la nuca.
Al final, como ella sabía, estarían en ese lugar durante un buen rato. La amable mesera le había dejado una gran jarra de té helado encima de la mesa. El brebaje, frío, delicioso y, por encima de todo, refrescante, era perfecto para calmar la sed y humedecer su seca garganta. Pensó en hacerle un comentario acerca de si estaba entendiendo lo que ella le contaba, pero decidió no hacerlo. De hecho, ahora que lo pensaba, Kyouko sólo le prestaba mucha atención a dos personas específicas: Sugiura Ayano y Funami Yui. Sopesar aquella información, la hizo sentir halagada, pues, eso quería decir que alguien tan dispersa como Kyouko podía escuchar y ser una muy buena compañía.
Mientras la rubia seguía perdida en sus pensamientos, Himawari, que había estado contando su historia de forma cómoda, y sin interrupciones, se sorprendió al notar que su senpai, Toshinou Kyouko, no había intentado cortar el relato en ningún momento. Solo hacía preguntas cuando Himawari hacía una que otra pausa, sedienta, para beber algo de té helado
Estaba deseosa por terminar de contar lo que había sucedido después. Más que esperar alguna sugerencia, o consejo, por parte de su senpai, lo que más quería Himawari era sentirse escuchada; que alguien se dignara a escuchar eso tan personal que ella tenía que contar. Kyouko, sin saberlo, se había convertido en una especie de salvavidas para ella. Apareció, durante ese cálido domingo, como si hubiera caído del cielo. Esa senpai, que no parecía ser la más cuerda de todas sus amigas, estaba ahí, frente a ella, comportándose como una verdadera, y responsable, senpai.
Kyouko, que estuvo todo el rato pensativa, de repente, comenzó a reírse, dejando más que confundida a la chica de cabello azulado. Estaba por preguntarle el motivo de su repentina carcajada, cuando la rubia decidió hablar:
—De seguro esatrás preguntándote por qué me río —dijo Kyouko, cuando por fin pudo tomarse un rato para respirar.
Himawari solo asintió y Kyouko se permitió respirar otro poco más. Esas risas la habían dejado con los pulmones vacíos.
—Es que, no sé, por un momento pensé que eras de esas chicas que… —hizo una pausa, estaba buscando las palabras adecuadas—. Ya sabes, anotan datos de los días en los que salen con las personas que les gustan…
—¿Se refiere a un registro?
—¡Exacto! —convino Kyouko, ensanchando su sonrisa. Himawari se removió en sitio, incómoda ante sus palabras—. Creo que eso sería muy raro, estaría rayando la obsesión. —Estuvo a punto de reírse de nuevo, pero entonces notó la expresión en el rostro de su kohai quien, además, le rehuía la mirada.
«Espera, no me digas que…», pensó Kyouko, que ya estaba empezando a perder el color. «Oh, no…».
—En… en mi opinión —comenzó Himawari, que aún no se dignaba a mirarla a los ojos—, creo que eso no sería tan raro. Las personas pueden, eh, no sé, tener su forma única de organizarse y, por eso, llevar por escrito algunas cosas. —finalizó ella, que parecía tener ganas de salir corriendo.
Durante unos segundos, la atmósfera de la mesa, que era cómoda y agradable, desapareció, siendo reemplazada por un muy incómodo silencio. Kyouko, por primera vez en mucho tiempo, no encontraba qué decir o hacer para aligerar el ambiente.
¿Qué iba a estar sabiendo ella que Himawari era de las personas que solían anotar casi todo? Sólo quería reírse un rato junto a ella, como lo hizo temprano, cuando le contaba sus chistes con la intención de animarla. De todas formas, ahora que lo pensaba, no tendría por qué haber hecho esa clase de comentarios. Lo primero en lo que pensó fue en disculparse, pero sentía que, con esa chica, no sería lo correcto. No sabía como explicarlo, solo era un presentimiento.
Probablemente, su yo de secundaria habría hecho alguna broma para aliviar la tensión. Sin embargo, ya no era el caso. No obstante, el hecho de que no quisiera hacer algo de eso, no significaba que se fuera a rendir o algo así. Entrando en modo serio —¡Sexy Comando Kyouko, al rescate!—, Kyouko decidió que traería de vuelta esa confianza que había estado en la mesa durante toda la tarde. Su partida —mejor dicho, la desaparición de esa confianza— sería temporal, la recuperaría a toda costa.
—Furutani-san —llamó Kyouko—, ¿puedo hacerte una pregunta?
—Claro, Toshinou-senpai —respondió Himawari, con timidez—. ¿De qué se trata?
—¿Qué hiciste?
—¿Eh? —Himawari ladeó la cabeza, era su señal para decir que no entendía de que hablaba.
—¿Qué hiciste… —repitió—… cuando Oomuro-san te hizo esa pregunta que mencionaste?
Himawari abrió los ojos, sorprendida. Vaya que la pregunta de Kyouko la había tomado por sorpresa. Luego, tras pensarlo unos segundos, entendió que era lo que estaba intentando hacer la rubia y se permitió dejar escapar una sonrisa. Estaba más tranquila ahora y el recelo, además de la incomodidad, que experimentara unos minutos atrás habían desaparecido.
—Le dije que aceptaba la oferta —fue la respuesta de Himawari, que parecía estar ya más relajada.
—¿Sí? —Kyouko, al igual que su kohai, se veía mucho más tranquila. Había pasado la tormenta.
—Sí —corroboró ella, sintiendo como la temperatura de su rostro incrementaba ante los recuerdos, que estaban haciendo acto aparición—. Así es.
