Quería comenzar este capítulo disculpándome, si que quería tenerlo escrito para julio, pero no tuve el estado anímico para ponerme a escribirlo. Espero tener el próximo para finales de noviembre aunque sea tan corto como este. Hay muchas cosas que quiero contar, pero también quiero hacerlo bien.
Agradezco de todo corazón la espera y espero que os siga gustando.
Moonlight: Muchas gracias por tu comentario y por leerme. Me alegra mucho cada vez que leo que es tuyo y que te sigue gustando esta historia. Saludos, espero que estés bien y que todo te vaya bien.
Emmerline: Muchas gracias por tu comentario. Me hizo muy feliz leerlo sobre todo porque andaba en medio de mis exámenes, muchas gracias, me ánimo mucho.
No soy dueña de Harry Potter.
El interrogatorio:
Se había equivocado una vez más. Había creído que era una buena estrategia acercarse al hombre lobo de Hogwarts, pues Albus Dumbledore podría ser tanto un enemigo poderoso como un aliado de la misma magnitud.
— Ni lo pienses. — Las palabras de Leah fueron cortantes. — No te permití abrir la tienda para que te dedicases a contactar con hombres lobos. Ese es mi trabajo. Así que no pienses en utilizarlo porque seguro que él te utilizará a ti. ¿Crees qué Albus Dumbledore no sabe quién eres? ¿Qué fue todo un encuentro fortuito?
Ni siquiera lo había mirado. Su vista se había mantenido clavada en el invernadero que había en el jardín, mientras bebía una taza de café en la cocina de la casa de Bruton. El olor de aquella bebida siempre le provocaba náuseas.
El error que había cometido debía de haber sido muy grave porque nueve días después Leah se presentó de noche en su piso con su verdadero aspecto. Era la primera que aquello sucedía, siempre era él el que se transportaba.
Para ser casi tres años más joven que él tenía más arrugas y algunas canas dispersas. Estaba más ancha de lo que él recordaba. Tenía una estatura promedio.
Se la veía cansada. Tenía unas marcadas ojeras debajo de sus ojos azules y su cabello castaño estaba recogido en una coleta desordenada y llevaba una mochila colgada de uno de los hombros.
Se reunieron en el salón donde tenía siete plantas de las que se sentía orgulloso, ya que todo ser vivo que habían dejado a su cuidado siempre terminaba muriendo a las pocas semanas. Aunque, tal vez, aquel milagro se debiese a Elba.
Se sentaron en el sofá y Leah dejó sobre la mesa de centro un montón de pergaminos con el sello del ministerio junto a un desgastado cuaderno de tapas de cuero que conocía bien. Leah llevaba más de una década anotando en él minuciosamente todos y cada uno de los nombres de los niños que se habían llevado junto a datos que le parecían relevantes. Aunque en los últimos años había dejado de ser un registro para ser su "cuaderno de la muerte" como ella lo llamaba y para que fuera fiel a su nueva función había añadido en él los nombres de dos adultos.
A Leah no le molestó que Elba se quedará, fingiendo prestar más atención a hojear un libro de cocina que había cogido de la estantería que a ellos. Las dos baldas más bajas estaban llenas de libros de ese tema, mientras que en las tres restantes había una mezcla de anatomía, fisiología humana, psicología y alguno que otro de herbología. Los de pociones se encontraban todos en la casa de Bruton.
Leah comenzó dándole uno de los pergaminos del ministerio, pero solo le dio tiempo a leer la fecha cuando ella dijo:
— Tu amigo, el hombre lobo de Hogwarts, resulta que tiene un hijo al que han convertido hace poco en un ataque del que yo no tengo constancia.
Intuía que la respuesta iba a ser más complicada que: el propio padre lo hubiese mordido y hubiese fingido todo aquello para ocultarlo.
Le entregó otro pergamino dónde esta vez alcanzó a leer las firmas de Remus Lupin y Severus Snape antes de que dijera:
— Resulta que adoptaron a ese niño hace unos dos años.
La vista de Detlef se dirigió hacia el cuaderno.
— ¿Es uno de los rechazos de Greyback? ¿No habían muerto todos?
Leah le señaló uno de los pergaminos que había sobre la mesa, pero ni se molestó en agarrar. Le diría lo que quería que encontrase antes de que lo leyera:
— En el informe del caso hablan de 31 cuerpos y deberían ser 32.
— Hay quién nace con estrella y quién estrellado. — dijo.
Y solo reafirmó más aquella frase cuando en los papeles de la adopción logró leer la edad que tenía hace dos años. No solían llevarse niños tan pequeños a menos que fuesen magos.
— ¿Es el portugués? ¿El que los muggles creían que estaba poseído por satanás porque había hecho volar una manta?— Ella asintió. — ¿Quién lo diría? Resulta que es algo innato del ser humano odiar todo lo que no es igual a ellos. Lo mismo pasará con los hombres lobos.
En cuanto les dieran unos pocos derechos a los hombres lobo, pisotearían al resto como si fueran hormigas, sobretodo los que fueran también magos. Eran los más fuertes.
— Detlef, siempre es un placer escucharte decir que lo que hago te parece una pérdida de tiempo.
Terminaría por darle la razón por muy bonitas que fuesen sus creencias, la realidad acabaría imponiéndose.
Se recostó contra su hombro y ella se apartó, levantándose y dejándolo caer por completo sobre el sofá.
— Dejemos que se maten los unos a los otros y larguémonos. Volvamos a vivir como lo hacíamos antes.
Leah suspiró cansada.
— Greyback es un inútil no puedo dejar esto en sus manos. Ya has visto lo que sucedió.
No le importaba. Con el tiempo, se había dado cuenta de que muy pocas cosas le importaban.
Leah comenzó a recoger los documentos que había esparcido sobre la mesa. Ese debía de ser el final de su reunión.
— Lo que quería enseñarte con todo esto es que ese hombre sabe quién eres, así que cuídate.
Detlef estuvo a punto de abrir la boca, pero Leah se le adelantó:
— Y no, no te va a agradecer que gracias a ti tiene a su hijo.
Era la verdad, por muy retorcida que fuese.
Leah terminó de guardar todos los documentos. Esperaba que se despidiese y desapareciese usando un translador, pero en su lugar dijo:
— El mes de diciembre trabajaremos con las reservas de pociones que tienes, no quiero que hagas ninguna más aparte del Wolfsbane. Necesito que elabores dieciséis dosis a mayores.
Aquello fue suficiente para incorporarlo de un sobresalto del sofá.
— ¿Qué? ¡Puedo elaborar dieciséis dosis a mayores sin necesidad de interrumpir mi actividad normal! ¡Cualquier mago podría hacerlo y yo también! — dijo con desprecio haciendo que Leah lo mirase con lástima.
Se hizo un silencio. Notó la mirada de Elba sobre él y, por un momento, creyó que delataría que estaba teniendo problemas con esa poción. Siempre que la preparaba, tenía la necesidad de comprobarlo todo varias veces. Podía encontrarse a sí mismo pesando una y otra vez la cantidad de acónito, aunque el resultado fuera siempre el mismo porque aquello le daba tranquilidad.
— Si lo que tengo planeado lográ tener éxito al primero por el que irán será a por ti. Necesitas tener la espalda cubierta, estaremos desempolvando los trucos que te di de oclumancia hace tiempo junto con otras. Ser un squib será tu mayor ventaja, aprovechala.
Se emocionó ante la perspectiva de volver a pasar tiempo con ella como antes. Aunque lo que más le gustaba era la forma en que lo hacía sentir como si no hubiera nada malo en él.
(***)
Y todas las predicciones de Severus se hicieron realidad. Una por una como si fueran clavos con los con cerrar el ataúd con los que enterrar su relación, mientras que se había moldeado a las expectativas de Albus Dumbledore y había encajado como un guante.
Kingsley se llevó primero a Severus a una sala para interrogarlo y él se quedó con Teddy en la habitación. Su hijo estaba inusualmente contento para todo lo malo que le debía haber pasado.
— Papá, papá. — le susurró su hijo. — He conocido a un lobo de Hogwarts.
Lanzó un muffliato para evitar que la niña en la cama de al lado junto con su madre los escuchasen.
— ¿Ah sí?
Su hijo asintió animadamente y procedió a hablarle en susurros sobre todo lo que había aprendido con ese lobo. No lo escuchó, tenía la cabeza puesta en otro lugar. En el hombre que había conocido en Azkaban.
Aquel era el hombre que estaba investigando Dumbledore, el que él sospechaba que había ayudado a Leah a secuestrar niños para convertirlos en hombres lobos y usarlos como arma. Podía entender porque creía aquello. Aquel hombre aunque hubiese estado usando una poción multijugos o escondiendo sus rasgos bajo transfiguración habría destacado como un faro encendido en medio de una tormenta.
Repasó la peculiar conversación que había mantenido con Detlef sin llegar a nada. Ni siquiera se había esperado que fuese él hasta que había mencionado que tenía una tienda de ingredientes.
Le acarició, como pudo, el cabello a Teddy con su mano derecha.
Ahora que sabía quién era no podía pasar por alto que le había hecho daño a su hijo y a un montón de niños más, por mucho que anhelase un futuro donde se tratase mejor a los hombres lobos, no merecía la pena si para ello tenían que dañar a tantos inocentes.
Severus regresó a lo habitación junto con Kingsley que se quedó esperándolos en el umbral de la puerta.
— Ahora el auror tiene que hablar contigo, Teddy. — La sonrisa de Teddy desapareció de su rostro. — Todo irá bien, estaré todo el tiempo junto a ti.
— ¿Puedo ir con vosotros? — preguntó mientras veía a Severus batallando en como agarrar a Teddy para evitar hacerle más daño en el brazo que tenía vendado.
— Claro que puede. — respondió Kingsley. — Es el otro padre.
Se incorporó lo más ágil que pudo sintiendo un latigazo por toda la espalda. Aquello tenía que ser sin duda alguna obra de Yaxley.
— Tengo pis. — dijo Teddy cuando Snape por fin consiguió cogerlo en brazos. — Y caca.
Kingsley y él se adelantaron hacia la habitación que estaba usando como sala de interrogatorios, mientras Severus llevaba a Teddy el baño.
Se movía despacio le ardía y le dolía cada parte de su cuerpo que tenía quemaduras. Kingsley se adaptó a su ritmo.
La habitación era pequeña y solo había dos sillas y una mesa pequeña. Tomó asiento en una de las sillas mientras Kingsley hacia aparecer otras dos sillas.
Kingsley le ofreció una tarjeta que tenía el nombre de una mujer que era psicóloga y que tenía su consulta en el callejón Diagon.
— El señor Snape no ha querido aceptarla. Es de adultos, no se especializa en niños, pero puede que os ayude. Es a la que yo acudo cada vez que una misión de auror sale mal. Esta enterada de la condición de Teddy. Me alegra que por lo menos uno de esos niños haya logrado tener una buena vida con unos padres que le quieren y me encargaré personalmente de que eso siga siendo así.
Lupin tomó la tarjeta.
— Hace poco ha comenzado a recordar aquella matanza y ahora sus "buenos" padres lo han obligado a que lo muerda un animal… Es un buen niño, no merece que le pasen estas desgracias.
Sentía que podía ponerse a llorar en cualquier momento. ¿Teddy y Severus estaban tardando más de lo normal en venir o solo se lo parecía a él? Kingsley no dijo nada al respecto.
— ¿Qué sabe de Detlef Müller? — decidió Remus cambiar de tema. — Sé que Dumbledore tiene interés en él.
— No demasiado, llegó a Reino Unido hace más de dos años y medio, compró una casa con un préstamo de Gringotts y abrió en el bajo una tienda de ingredientes. Si fuese un mago sería mucho más fácil. Se buscaría su nombre en los registros de magos de Alemania y sabríamos si está mintiéndonos o no. Siendo un squib solo podemos comprobar los documentos que tiene y en ellos la información podría ser falsa, pero el papel es auténtico.
Remus jugó con los bordes de la tarjeta, pero se la guardó en cuanto Snape entró en la habitación con su hijo gimoteando sobre sus hombros. Tenía esa zona de la túnica cubierta de lágrimas y mocos y a Teddy se le habían puesto los ojos rojos e hinchados de llorar.
— Yo no quiero que te lleves a mi papá.
Teddy comenzó a temblar.
— Nadie se lo llevará. — lo tranquilizó Kingsley. — Y si se atreven a tocarlo, me encargaré de empapelar cada centímetro del mundo mágico contando la verdad. Solo tienes que responderme a las preguntas que te has aprendido de memoria. Nos tomaremos todo el tiempo que necesites.
Teddy no tomó asiento en la silla que Kingsley había invocado para él, sino que se sentó en las piernas de Snape. Lupin sacó la varita de su túnica y limpió los mocos y las lágrimas de la ropa de Severus.
Agarró la mano de Teddy.
Como había prometido le dio todo el tiempo que necesitó para responder a sus preguntas. Después de aquello Kingsley utilizó la legeremancia para extraerle un único recuerdo que guardo en un frasco, lo guardó y después se sacó otro que le enseñó a Teddy.
— Necesito que me guardes un secreto, ¿podrás hacerlo?
Teddy asintió.
— En este frasco debería haber Veritaserum…
— ¿La poción que me hará dormir para siempre si tomo mucho? — preguntó Teddy.
— Ese es el Filtro de Muertos. — corrigió Snape exasperado. — El Veritaserum sirve para revelar la verdad.
Teddy negó con la cabeza y se llevó la mano libre a la boca para tapársela.
— Solo es agua, pero si alguien pregunta tendrás que decir que sí te lo has tomado. Volveré de nuevo a hacerte las mismas preguntas de antes y tendrás que volver a responder lo mismo… ¿Me he explicado bien?
Teddy asintió, se bebió el contenido del frasco y volvieron a repetir el interrogatorio.
— Con esto será suficiente. Eres un niño muy valiente. — dijo al finalizar Kingsley. — Seré yo quién me encargue de este caso, así que para cualquier problema podéis contactar conmigo.
Se despidieron. Para cuando regresaron a su habitación del hospital, Lyall ya estaba allí con Gris en una mano y una bolsa llena de comida en tuppers que le había preparado su madre. Su padre volvió a irse con la promesa de que regresaría a la tarde.
Nada más volver a la cama y con Gris a su lado Teddy se quedó dormido, mientras Snape lo observaba en silencio.
La comida todavía estaba caliente, pero Snape no probó bocado.
— Tienes que comer, aunque no tengas ganas o vas a enfermarte.
Le hizo caso y comió tan solo un par de cucharadas del estofado antes de cerrar el envase y volver a guardarlo.
Lupin le agarró con torpeza la mano, temiendo que Severus se la apartase de un manotazo, pero no lo hizo.
Quería pedirle disculpas por haberse pasado los últimos meses comportándose como un imbécil, pero sentía que Severus lo haría callar en cuanto comenzase. Este no era el momento.
Se las pediría una vez que estuviesen más tranquilos en casa.
