La fría sala de interrogatorios trajo memorias desagradables a su mente.

Durante meses, Draco había sido arrastrado fuera de Azkabán una y otra vez para ser encadenado a esa mesa. Le habían acribillado a preguntas, y él había intentado dar respuestas. Casi todos los Aurores del departamento habían pasado por allí, como si interrogar a uno de los Malfoy fuese el colofón de su carrera.

Draco miró resignado a su alrededor, recorriendo con los ojos las familiares paredes blancas y el engañoso espejo encantado, que permitía que otros viesen y escuchasen lo que ocurría en la sala. Al menos esta vez sus manos estaban libres, pero eso podía cambiar de un momento a otro.

Mantén la calma.

Draco puso en práctica las lecciones aprendidas de su tía Bellatrix y su madre. No en vano, sus dotes de Oclumancia eran lo suficientemente buenas como para mantener a raya a un renombrado Legeremente como Snape.

El truco estaba en la disociación. Tal y como le había explicado a Astoria, debía encerrar sus sentimientos y emociones en la parte de atrás de su mente, para que no enturbiasen la barrera mental. Sabía que los Aurores intentarían poner a prueba esa calma, pero no debía permitirlo.

Tras un tiempo indeterminado, la puerta se abrió y Draco ahogó un gruñido al reconocer al Auror que entró. Se llamaba Tony Williamson, era hijo de muggles, y odiaba a los mortífagos y en especial a los Malfoy con una furia sin par. Sus padres habían sido torturados durante la guerra, y su hermana había sido ofrecida a Greyback como entretenimiento.

Draco se preparó para lo peor.

-Volvemos a vernos, Malfoy. Sabía que volverías tarde o temprano -el desdén y el odio rezumaban a partes iguales de los ojos castaños del mago-. La escoria como tú nunca tarda en caer en los viejos hábitos.

-¿De qué se me acusa? -Draco mantuvo un tono de voz uniforme y calculadamente calmado.

-Tienes que estar de broma. Te han pillado con las manos en la masa. Esta vez va a ser difícil que escapes de Azkabán.

-Tendrás que ser un poco más preciso. Necesito saber de qué cargos se me acusan antes de poder defenderme. Y hablando de eso, requiero la presencia de un abogado.

Williamson entrecerró los ojos.

-Eres un saco de mierda, Malfoy, no te librarás esta vez -masculló. Draco ignoró el insulto y se recostó en el respaldo de la silla, sin perder un ápice de calma.

-Abogado -repitió. Esa táctica la había aprendido de su madre. No debía hablar sin la presencia de un abogado, y sabía que el Ministerio no podía retenerle más de veinticuatro horas sin pruebas o sin que tuviese opción a defensa.

Sin reloj en la sala, Draco no sabía cuánto tiempo había pasado, pero era consciente de que debía aguantar sin ofrecer nada que fuese de utilidad.

-Esa táctica no te ayudará. No tienes amigos ni contactos en el Ministerio. Estás acabado.

Draco clavó sus ojos grises en su interlocutor y no reaccionó, como si estuviese aburrido.

-Abogado.

Williamson se puso en pie, furioso, y Draco se preguntó si llegaría a pegarle. No creía que los Aurores fuesen tan tontos como para ejercer violencia física contra un detenido, pero nunca se sabía. Pero antes de que Williamson pudiese hacer nada, la puerta se abrió de nuevo y dos figuras entraron por ella.

Draco se sintió ligeramente aliviado al reconocer a Primus Parkinson, el abogado de los Malfoy. La segunda persona era una bruja joven de pelo corto y cara seria, que se sentó frente a él y depositó una pila de pergaminos sobre la mesa.

-Me llamo Riya Patel, y me encargo de la investigación del caso número 256987. Señor Malfoy, usted ha sido acusado de drogar, secuestrar e intentar agredir sexualmente a la señorita Astoria Greengrass ¿Cómo se declara?

-¿Qué? ¡Eso es mentira! -por un segundo, Draco perdió la concentración, y toda la sangre se agolpó en su cara. Williamson hizo un sonido de satisfacción, como si Draco hubiese confesado el crimen.

-Mi cliente niega los cargos -intercedió el señor Parkinson, con voz calmada.

-Debo hacerle una serie de preguntas. Por favor, responda con claridad. Esta conversación será transcrita -Patel posicionó una pluma mágica sobre un pergamino en blanco. Repitió su nombre, el número del caso y el nombre de Draco para que quedasen escritos-. Señor Malfoy ¿Acudió usted esta noche a la fiesta celebrada en el Yate Invictus?

-Sí.

-¿Por qué fue allí?

-Fui invitado por Astoria Greengrass. Tengo una invitación que lo demuestra -Draco luchaba por controlar los latidos de su corazón. Cerró las manos para evitar que le temblasen.

-¿Se reunió a solas con la señorita Greengrass?

Draco dudó, sabiendo que esa respuesta podría respaldar su acusación.

-Sí, pero sólo durante unos minutos.

-¿Dónde ocurrió esa reunión?

-En la habitación privada de Blaise Zabini.

-¿La habitación privada? ¿Quiere decir el dormitorio?

-No tiene que responder a eso -intercedió el señor Parkinson. Patil chascó la lengua, pero prosiguió con las preguntas.

-¿Qué motivos tenía para quedarse a solas con ella?

-Quería darle su regalo en un lugar tranquilo.

-¿Qué ocurrió después, señor Malfoy?

-Astoria fue a soplar las velas en el salón más grande. Después... la perdí de vista.

-¿Cuánto tiempo estuvo sin verla?

-No estoy seguro, quizá una hora.

-¿Por qué fue a buscarla?

-Quería despedirme de ella antes de regresar a casa -Draco vio por el rabillo del ojo cómo Williamson ponía los ojos en blanco, pero apretó los puños, luchando por no perder la calma.

-¿Dónde encontró a la señorita Greengrass?

-En el dormitorio de Blaise. Estaba medio dormida, y me dijo que se encontraba mal. Por eso la llevé al hotel.

-¿Había alguien más allí?

-No, la puerta estaba cerrada con contraseña.

-¿Está seguro de eso?

-Estoy completamente seguro, tuve que activar la apertura de seguridad para entrar.

-¿Por qué hizo eso? ¿Tantas ganas tenia de encontrarla?

Draco parpadeó contrariado ¿Como explicar que su instinto le gritaba que algo no estaba bien?

-Me pareció extraño que se quedase sola, en mitad de su fiesta -se apresuró a decir, aun sabiendo que no era la respuesta más convincente.

Patil frunció el ceño y leyó por encima la lista de preguntas. Parecía estar buscando algo en particular.

-¿Compartió comida o bebida con la señorita Greengrass?

-No.

-¿La invitó a beber?

-No.

-¿Sabe cómo pudo llegar la señorita Greengrass al dormitorio por sí misma?

-Supongo que conocía el camino -Draco se encogió de hombros-. Pero no sé cómo averiguó la contraseña.

-¿Qué clase de relación tiene con la señorita Greengrass?

Draco vaciló, sin saber cómo responder. La pluma se había detenido, esperando a transcribir sus siguientes palabras.

-¿Te ha comido la lengua el gato, Malfoy? -se burló Williamson, pero Patil le hizo callar con una mirada irritada.

-Trabajamos juntos, yo le proveo de obras de arte para sus hoteles.

-Algunas fuentes han indicado que su relación con la señoría Greengrass es más íntima de lo que usted está dejando entender.

-Mi cliente no tiene por qué responder a esa...

-Oiga, yo no quiero hacer daño a Astoria. Si así fuese, no hubiese pedido ayuda -Draco interrumpió a su abogado, inclinándose hacia delante-. Había una recepcionista con nosotros en la habitación, se llama July ¿Por qué no le pregunta a ella?

-Ahora le estoy interrogando a usted, señor Malfoy.

Pero Draco se giró hacia su abogado.

-¿Estoy obligado a seguir respondiendo?

-No, señor Malfoy, tiene derecho a guardar silencio si lo desea.

-Eso sólo le causará más problemas -insistió Patil, pero Draco se cruzó de brazos de forma resuelta. Ella insistió, haciéndole más preguntas, pero Draco permaneció tercamente callado. No diría nada más a menos que se hiciera una investigación en toda regla.

Tras unos minutos de infructuoso interrogatorio, los Aurores abandonaron la sala, y Draco exhaló un suspiro.

-¿Qué va a pasar, Primus?

-Le recomiendo paciencia, señor Malfoy -el abogado inclinó la cabeza, señalando al espejo, y Draco comprendió que debía guardar silencio.

Se concentró en mantener los malos pensamientos a raya, pero su memoria volvía una y otra vez hacia Astoria en la habitación del hotel, tratando de desnudarse, pidiéndole que...

Draco agitó la cabeza. Gracias a Merlín, no había estado a solas con ella, a saber qué hubiese pasado entonces.

¿Y si la denuncia viene de Astoria?

Ese pensamiento le heló la sangre en las venas ¿Podría ser que Astoria pensase lo peor de él? ¿Qué recordaba ella de lo que había pasado? ¿Y si sus recuerdos sugerían que él...? No, tenía que esperar y confiar en que hubiese una solución.

Debía tener paciencia.

OOO

Las horas pasaron lentamente, y aunque Draco no tenía forma de medir el tiempo, podía notar el cansancio y el hambre. El señor Párkinson y él no volvieron a cruzar ni una palabra, esperando recibir noticias de los Aurores.

Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, Patel regresó a la habitación. Esta vez la acompañaban dos compañeros que ser quedaron en la puerta. Ninguno iba armado, y eso era buena señal.

-Señor Malfoy, sus cargos han sido retirados.

-¿Cómo? ¿Qué ha pasado?

-La persona que le denunció desea permanecer en el anonimato y no ha presentado más pruebas contra usted. Por otro lado, hay varios testigos que observaron a la señorita Greengrass bebiendo antes de presentar síntomas de intoxicación. Los trabajadores del hotel también han corroborado que usted intentó ayudar a la señorita Greengrass.

-¿Quiere decir que la denuncia era falsa?

-No hay suficiente información al respecto. Lamentamos el malentendido.

Aunque estaba cansado y aliviado, Draco también se sentía furioso.

-¿Malentendido? ¿No van a investigar a la persona que me denunció? Es una acusación muy grave.

-Como ya le he dicho, fue una denuncia anónima. No podemos hacer nada más.

Draco quiso replicar, pero su abogado le puso una mano en el hombro para indicar que era más sensato guardar silencio. Rabioso, Draco se mordió la lengua, aceptando la situación.

Antes de salir, se giró hacia Patel por última vez.

-¿Sabe cómo está Astoria? ¿Se encuentra bien?

-La señorita Greengrass fue enviada a San Mungo y está bajo supervisión médica. Regresará a su casa en las próximas horas.

OOO

Cuando regresó a la Mansión Malfoy, ya había salido el sol. Draco estaba agotado e irritado, y lo que menos deseaba era enfrentarse a sus padres. Pero Lucius y Narcissa le estaban esperando, seguramente alertados por el señor Parkinson.

-Draco ¿estás bien? -su madre fue la primera en ir a abrazarle. Se podía adivinar en su rostro las marcas de la preocupación.

-Ha sido todo un malentendido, no tiene importancia.

-¿Un malentendido? Te han detenido, Draco -inquirió Lucius-. ¿Qué ha pasado?

-Alguien drogó a Astoria, y yo fui la persona que la encontró. Se sacaron las conclusiones equivocadas, pero ya se ha resuelto -Draco no estaba de humor para dar más explicaciones, a pesar de la insistencia de sus padres.

Evadiendo sus preguntas, subió a su habitación y se dejó caer en la cama.

Fue capaz de dormir unas horas, pero no se sentía descansado. Aún notaba la impotencia por haber sido acusado de algo que no había hecho y no poder defenderse.

Un golpeteo insistente en la ventana le obligó a levantarse. Draco gruñó al ver a la lechuza depositar un grueso pergamino antes de echar a volar. Había esperado esa carta, pero no tan pronto.

En resumen, había pedido algunos favores para encontrar el libro perdido de los Greengrass, y ahora debía devolverlos. Comprendió que debía volver a viajar al extranjero, quizá durante semanas.

Quizá sea para mejor. Me conviene desaparecer por un tiempo.

Resignado, abrió su agenda para cancelar y mover las citas que tenía pendientes. Mientras lo hacía, reparó en las reuniones semanales que tenía con Astoria para la preparación de la exposición. Debía avisarla de que no iba a poder asistir.

Cogió pluma y pergamino, pero no se decidió a escribir. Sabía que cualquier cosa que escribiera sonaría como una excusa.

No, tenía que reunirse con ella en persona.

OOO

Draco no estaba seguro de que los señores Greengrass fuesen a dejarle entrar en su casa. Al fin y al cabo, unas horas antes había sido acusado de intentar dañar a Astoria. Pero para su sorpresa, fue recibido con amabilidad y buenas palabras.

Los señores Greengrass le agradecieron su pronta actuación y su caballerosidad a la hora de ayudar a su hija. Al parecer, July habia estado hablando con ellos, explicándoles lo que había pasado. Draco no estaba seguro de cómo recibir esos halagos, pero se alegró de que su presencia en la casa fuese bienvenida.

Cuando pidió ver a Astoria las cosas cambiaron. No parecía que los señores Greengrass quisieran acceder, pero Daphne se ofreció a acompañarle a modo de chaperona.

-¿Es necesario? -preguntó Draco, cuando estuvieron lejos de los oídos de los señores Greengrass.

-No les culpes, mis padres estaban preocupados. Lo que pasó la otra noche fue muy duro... y podría haber sido peor.

-¿Qué quieres decir?

-¿Te acuerdas de cuando me encontraste en el pasillo? Acababa de vomitar. Pensé que se trataba de un golpe de calor, pero los medimagos piensan que mi cuerpo reaccionó de forma defensiva frente a lo que había en mi copa.

-¿Tú también fuiste drogada?

-No está muy claro, aún están evaluando muestras de mi sangre -Daphne agitó la cabeza con pesadez-. Los Aurores piensan que podría haber más víctimas.

-Siento oír eso. No sabía que a Blaise le gustasen esa clase de fiestas.

-En realidad, él no sabía nada. Vino esta mañana a interesarse por nosotras; parecía muy preocupado y enfadado. Nos dijo que ha dado permiso para que los Aurores investiguen el yate.

-¿Y no explicó por qué la puerta de su dormitorio se cerró con contraseña después de que entrase Astoria?

-Draco, él no sabía que mi hermana estaba allí. Bloqueó la puerta para que no entrase nadie mientras él estaba en la fiesta.

Draco se detuvo y la miró con las cejas levantadas.

-¿Y tú le crees?

-Yo le vi, Draco, con mis propios ojos. Estaba en el salón principal besándose con Penélope Clearwater. No se quién puso a Astoria en ese cuarto, pero no fue Blaise.

Draco apretó los labios, pero no insistió. Una parte de su mente seguía intranquila, pero también se preguntó si su animosidad hacia Blaise se debía a los celos. La imagen de sus dedos recorriendo la piel de Astoria mientras le miraba con esa sonrisa burlona no se iba de su mente.

En silencio, siguió a Daphne hasta la biblioteca, que en ese momento se hallaba iluminada por los rayos del sol. Aunque hacia calor, la chimenea estaba encendida, y junto a ella, Astoria descansaba en un sillón, tapada con una manta.

Draco se sorprendió al verla tan pálida y alicaída. Parecía que estaba enferma.

-¿Qué le ocurre? -susurró.

-Es la medicina, sus efectos son muy potentes.

-¿Es necesario que siga medicándose? Pensaba que se había recuperado.

Daphne agitó la cabeza y bajó la voz.

-Los curanderos nos dijeron que le dieron una cantidad inusitada de droga. El cabrón que la drogó quería tenerla varios días inconsciente.

Draco sintió de nuevo esa furia sorda quemándole por dentro.

-No estaba inconsciente. Era peor que eso -masculló.

-Lo sé, July nos dijo lo que pasó -asintió Daphne-. La poción curativa detuvo los efectos de la droga, pero aun así tiene que desintoxicarse. Es un proceso largo y duro.

-¿Puedo hablar con ella? -Daphne asintió y Draco se acercó a Astoria, sentándose con cuidado a su lado. Le daba miedo su fragilidad, como si pudiera romperse con el más mínimo soplo de aire.

Ella entreabrió los ojos al notar su presencia, y sus labios pálidos y agrietados esbozaron una débil sonrisa.

-Draco...

-Hola -Draco no sabía qué más decir. No quería agobiarla con su preocupación, pero tampoco deseaba parecer frio y desconsiderado. Sin embargo, los ojos de Astoria se llenaron repentinamente de lágrimas.

-Lo siento, yo no quería... ha sido culpa mía.

Draco comprendió que ella recordaba lo que había pasado, al menos parcialmente. Pudo ver la vergüenza en sus ojos y sintió como si un cuchillo se clavase en su corazón.

-No digas eso. No se te ocurra culparte por lo que pasó. No fue culpa tuya. No hiciste nada para merecerlo. Le podría haber pasado a cualquiera -se sentó más cerca de ella, para recalcar sus palabras.

Astoria negó con la cabeza, sintiéndose culpable, y las lágrimas mojaron sus mejillas. Siguiendo un impulso, Draco le cogió de la mano con suavidad, notando la frialdad de su piel.

-Escúchame, el único culpable es el sinvergüenza que te atacó. Quién sabe si se lo hizo a más personas -Draco recordó lo que había dicho Daphne, y deseó fervientemente que el Ministerio continuase con la investigación-. Me alegro de haberte encontrado, Astoria. No me lo hubiese perdonado jamás si te hubiesen hecho daño.

Ella le miraba lastimeramente con los ojos inundados en lágrimas, pero Draco no se alejó ni soltó su mano.

-Pero lo que hice...

-No eras tú. Los dos sabemos que no querías hacerlo.

-No lo entiendes, sí que quería, yo... -Astoria apretó los labios, sin encontrar las palabras.

-Ese deseo no era real -susurró Draco.

-Había una parte que sí lo era -su voz sonó tan débil que Draco tuvo que hacer un esfuerzo para entenderla. Con el corazón repentinamente acelerado, clavó la mirada en sus ojos verdes y recordó cómo Astoria le había mirado esa noche, cómo le había sonreído, cómo se había mordido el labio y cómo había acercado su cuerpo al suyo cuando había estado a punto de besarla.

Si, era verdad, Astoria le había deseado. Pero lo que él había visto en la habitación del hotel había sido muy diferente.

Bajó la mirada, fijándose en la mano pálida de Astoria.

Dile la verdad.

-Astoria, tú me gustas. Me gustas mucho -confesó, mirándola de nuevo-. Y me gustaría... que en algún momento pasase algo más entre nosotros. Pero no así. No de esa forma. Me gustaría que fueses plenamente consciente de lo que haces y lo que dices. No quiero... no puedo usarte de esa forma -agitó la cabeza, bajando la voz-. No está bien.

Astoria esbozo una débil sonrisa de agradecimiento y acarició el dorso de su mano con el pulgar.

-Quizá la próxima vez -susurró.

-No hay ninguna prisa -le aseguró él. Y lo decía totalmente en serio. Lo único que deseaba era que Astoria se sintiese cómoda a su lado.

Ella se secó la cara y sorbió por la nariz. Sus gestos parecían débiles y cansados.

-Gracias por llevarme a casa -musitó.

-Era lo mínimo que podía hacer. Ojalá hubiese podido hacer más. Debería haberte encontrado antes -Draco se sentía culpable. Si no se hubiese distraído, podría haberse dado cuenta antes de que Astoria se encontraba mal.

Ella le apretó la mano, tratando de sonreír.

-Fue un desastre de cita -susurró. Draco no pudo evitar reír con suavidad.

-Espero que la tercera sea la definitiva -sonrió, y siguiendo un impulso, se acercó la mano de Astoria a los labios y besó suavemente sus nudillos. Un ligero color sonrojado cubrió sus mejillas, y ella sólo acertó a sonreír.

Draco vio cómo Daphne intentaba entretenerse al otro lado de la biblioteca, fingiendo que les ignoraba, pero no le importó. Se alegraba de que Astoria estuviese rodeada de gente que se preocupaba por ella.

Sin embargo, aún tenía que informar a Astoria de sus futuros planes.

-Astoria, tengo que salir de viaje. Hay varios clientes europeos que están reclamando mi presencia y no lo puedo aplazar más. Estaré fuera durante unas semanas -explicó-. ¿Puedo escribirte? Me gustaría saber que estás bien.

-Claro que puedes ¿Por qué preguntas esas cosas?

-No quiero que te sientas incómoda -él agachó la cabeza, inseguro.

-Nunca me sentiría incómoda contigo -Astoria le acarició la mano con el pulgar, lanzando sensaciones cálidas por su brazo y haciendo que un agradable cosquilleo le llenase el estómago.

-Si necesitas algo, cualquier cosa, no dudes en decírmelo. Intentaré regresar lo antes posible -prometió.

-Sólo quiero que tengas cuidado.

-Lo haré -y siguiendo un impulso, Draco se inclinó hacia ella y depositó un suave beso en su mejilla. Astoria sonrió sorprendida y cerró los ojos, apoyándose ligeramente contra él.

Poco después, Draco salía de la casa de los Greengrass, prometiéndose a sí mismo que, pasase lo que pasase, la tercera cita debía ser absolutamente perfecta.

OOO

Parece que no todo está completamente arruinado.

Prometo que la tercera cita será mucho mejor que la segunda ;)

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