El Inquisidor Cephorus del Ordo Chronos tecleo el código y las puertas de adamantium cubierta de runas arcanas se abrieron lentamente. El aire de la habitación estaba seco, el hedor a inmundicia y sangre era suficiente como para afectar a cualquiera, pero Cephorus además de cambiar su hígado por un potente filtrador de toxinas, había alterado su sistema respiratorio por un potente depurador para resistir el miasma heretico.

Sin más entro a la antiquísima sección de este más que antiguo lugar perdido de la luz del Emperador. Incluso este mundo muerto carecía de nombre y menos son las fuentes que determinaban su ubicación. Solo las datas de ciertos inquisidores dieron la información que necesitaba para llegar hasta este lugar y ninguno de ellos se había atrevido a acercarse a este lugar.

Pero no Cephorus, con su reemplazo ocular por bioingeniería podía ver más que cualquier otro humano y pudo guiarse por estos oscuros pasillos. Él tenía una encomienda dada por el mismísimo Primarca y él mismo se condenaría antes de faltar a su sagrado deber.

Finalmente, una estructura se hizo presente. Una pieza de arqueó-tecnologia de origen desconocido. Podría ser de orígen humano, pero el diseño solo se asemejaba vagamente a la tecnología creada por la humanidad en la Era Oscura de la Tecnología.

Cephorus examinó el artefacto. Supuestamente, está máquina, cuyo nombre se había perdido, era capaz de detectar las anomalías temporales. Cephorus pretendía usarla como detector de las estrategias del Gran Enemigo. Poder determinar cuando la mano del Caos interferia con la Humanidad y poder seguir un mejor curso de acción, ese sería un gran golpe al Caos.

Pero, la máquina se encendió y antes de que pudiera apartarse, una ola psíquica lo arrojó a la corriente temporal, mostrandole una linea de tiempo alternativa...