I - Emerger

Hubo dos destellos de luz, uno seguido del otro.

El primero se apagó casi tan pronto como apareció. El segundo, en cambio, vino acompañado de un estruendo y una sensación pesada sobre su cuerpo. El corazón le latía tan bruscamente que el pecho comenzaba a dolerle. El silencio y la oscuridad le envolvieron y comprendió que se encontraba solo nuevamente.

Fue entonces cuando los últimos diez días cayeron finalmente sobre él. Cada parte de su cuerpo dolía de al menos tres formas.

Había tosido tanto que su garganta parecía haber probado lava ardiente. Sus labios habían perdido su forma e incluso respirar le causaba un dolor profundo. Tenía las manos cubiertas en llagas abiertas y, a decir por la sensación dolorosa de la tela sobre sus piernas, la parte inferior de su cuerpo estaba hinchada y lastimada. Sentía una capa de sal en toda la piel.

El mareo y un dolor agudo en alguna parte de su abdomen le obligaron a cerrar los ojos, que también hicieron presente su propia dosis de tormento.

Ahí, solo, en medio de la nada, con el mar sobre él y el duro silencio que las Escamas proporcionaban, Kanon cedió al dolor.

Derrotado, pero con la sensación lejana del triunfo, se quedó dormido sobre el frío mármol.

o - o - o

Cuando abrió los ojos aún sentía una neblina dentro de su cabeza. Estaba seguro de que no había pasado mucho tiempo, pero su cuerpo le demandaba atención inmediata. Agua. Necesitaba agua. Y comer. Ni qué decir de atender sus heridas.

Se puso de pie resistiéndose a gritar por el dolor. Miró inseguro el tridente de Poseidón y decidió llevarlo consigo. No se fiaba de su fuerza en su condición actual. Al tomarlo, advirtió el resplandor áureo que lo envolvía.

Incrédulo, admiró en su cuerpo las Escamas que le protegían. ¿Le habían reconocido como su dueño cuando el dios dio sus órdenes? La idea le pareció absurda. Quería detenerse y observarlas a detalle, pero cada centímetro de su cuerpo demandaba cuidados más urgentes.

Hizo una nota mental de todo lo que había en aquella habitación y salió del templo, decidido a volver a la superficie para sanar. No estaba preparado para lo que encontró.

Afuera, una multitud se había congregado. ¿Cómo era posible? ¿No se suponía que los reinos del dios estaban abandonados?

Distinguió al frente a tres mujeres portando coloridas armaduras idénticas, distinguidas entre sí sólo por el color. Veía también varios guerreros y guerreras con ropajes sagrados más sencillos, pero diversos.

En busca de mantener la compostura, alzó el tridente para aliviar un poco la carga que su cuerpo representaba en ese momento. Aquel gesto fue suficiente para que la multitud entera, guerreros incluidos, se arrodillara. Pudo ver lágrimas en algunos rostros.

Su mente iba a mil por hora. No tenía idea de qué estaba ocurriendo. ¿Habrían sentido el cosmos de Poseidón? Antes de que pudiera pensar en algo, una de las guerreras ya estaba ante él con una rodilla en el suelo.

–Trierarca Dragón Marino, esperamos tanto tiempo.

¿Trierarca? Trató de exprimir de su memoria todo lo que sabía del Santuario del Mar, pero sólo recordaba a los Siete Generales. ¿Cuánto tiempo podría alargar la mentira que comenzó con el dios? Jamás creyó que hubiera gente, sólo había pensado en los Generales y, por el polvoroso aspecto de las Escamas, creía que no estaban ahí.

La mujer, de cabellos castaños, alzó la mirada en busca de respuesta. Kanon ignoraba el protocolo marino, el nombre de la armadura que tenía frente a él; ni siquiera estaba seguro de qué hacía toda esa gente ahí. Su dolor superaba ya el disparo de adrenalina que lo había mantenido en pie y no creía poder continuar más tiempo alerta.

–Mi nombre es Clímene de Sirena –, declaró ella antes de ponerse de pie. –He sido yo quien le trajo hasta el templo.

Aquello tenía lógica. Kanon recordaba el remolino formándose a su alrededor, pero nada más. Caer tan cerca del templo principal habría sido demasiada buena suerte.

–Si me permite –, continuó ella, extendiendo su mano frente a él –le llevaré a su Pilar. Quisiéramos atender sus heridas cuanto antes.

El griego asintió y aclaró su garganta, lo que le costó una nueva punzada de dolor. –Gracias, Sirena –. Su voz sonó grave. Temió por sus cuerdas vocales. –Sí, necesito descansar. Muéstrame el camino.

Clímene asintió y cruzó el templo. Kanon se permitió una mirada más a toda la gente que se mantenía de rodillas. No supo qué hacer, así que se limitó a seguir a la guerrera, quien le dirigió hasta una explanada donde se extendían siete enormes columnas, cada una con símbolos intrincados que ni siquiera se molestó en descifrar, y lo que parecían plataformas en su interior.

–Mi señor, sólo los Generales pueden activar las Puertas Marinas – Clímene se colocó frente a una que él asumió era la indicada para el Atlántico Norte.

El rubio dio un respingo. Si aquello era verdad, su pequeño teatro podría terminar ahí mismo. Pero ¿no portaba acaso las Escamas en ese preciso momento? Apostó toda su vida a ese detalle y con un paso, entró al portal.

O salió, porque en seguida el panorama frente a él cambió. A corta distancia distinguió un pilar gigantesco, cuyo fin ni siquiera lograba vislumbrar. Ya no se encontraban en el templo. Se giró, buscando los ojos de la mujer. –Dentro del Pilar se encuentran sus estancias. Sígame.

Obedeció. Hubiera querido concentrarse en sus alrededores, pero el dolor era más fuerte que cualquier pensamiento. Trató entonces de observar a detalle la colorida armadura de Sirena. Tenía elegantes hombreras dobles con un borde blanco que contrastaba con el azul oscuro del resto de las Escamas. Cubría la totalidad del pecho, el centro del abdomen y parte de los muslos. Brazos y piernas estaban bien protegidos y se sorprendió a sí mismo al pensar que, sin duda alguna, aquella mujer estaba mejor protegida que muchas Amazonas.

Notó entonces que frente al pilar se congregaban cinco personas de rasgos femeninos. Aunque sus cosmos eran casi imperceptibles y tranquilos, dio un respingo. Realmente no le quedaba energía para seguir urdiendo engaños.

Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, la Sirena se adelantó para indicarle una puerta disimulada en un extremo del gigantesco pilar. Al abrirla, se encontró con una estancia más grande que la Casa de Géminis. ¡Vaya!, si era más grande que cualquier otra del Santuario.

Después de entrar, la pequeña comitiva se apresuró a limpiar una mesa cercana, dejando ahí diversos utensilios que reconoció vagamente. ¿Eran médicos? ¿En el santuario marino?

La que parecía la mayor le hizo un gesto a la mano derecha. – ¿Podría… ?

Necesitaba confiar. Colocó el tridente debajo de la vieja cama que había al centro del lugar, se quitó las Escamas y se recostó. Las mujeres comenzaron a quitarle la ropa para tratarlo, moviéndose deprisa a su alrededor.

Ya podía encargarse más tarde de entender la jerarquía y los protocolos.

—-

1. La armadura de Sirena es exactamente la misma que la de Thetis, pero con otro color.

Probablemente esto no lo mencione de forma obvia, pero decidí darle a Kanon la misma edad que tiene Saga en LoS (aprox 41 años, así que llegó a los 25 al Santuario del Mar). El resto de las edades también fueron modificadas.

Comencé a publicar este fic en mi cuenta de AO3, pero quise probar si aún quedaba fandom acá ️ Si veo algo de respuesta, seguiré publicando los caps acá también. Bye~