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Digimon y sus personajes no pertenecer

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EL BESO DE ENERO

Ella lo ve nada más salir de su edificio. Apoyado contra el muro, en mitad de las escaleras que baja la plaza donde este se eleva. Mantiene los ojos cerrados, las manos en los bolsillos y la cabeza ligeramente agachada. No cree Sora que lleve esperando mucho, teniendo en cuenta que ella ha llegado antes de la hora acordada. Es, al pasar por uno de los arcos decorativos, cuando Yamato, como si la hubiera detectado, levanta la cabeza, saca las manos de los bolsillos y una sonrisa se aparece en su rostro.

Un leve saludo al llegar a su encuentro, que Sora corresponde con una sonrisa vergonzosa. No se animan a más, ni hacia arriba, ni hacia abajo. Ni a un lado, ni a otro. Finalmente, Yamato toma su mano.

—Y bien, ¿qué quieres hacer en nuestro primer cumple mes?

Sora lo observa sorprendida. Por alguna razón, había imaginado que Yamato no tuviese en cuenta la fecha. No tuviese en cuenta esos detalles. No lo conoce aún en todos los aspectos y eso resulta emocionante.

—Es raro, es nuestra primera cita.

El sorprendido ahora es Yamato. Sora suelta despacio su mano ante su atónita mirada.

—¿Primera?

—¿No lo es? —titubea Sora, sin ser consciente de lo que va mal.

—Fuimos juntos al templo en año nuevo.

Es sin duda un agradable recuerdo, pero, por alguna razón, Sora nunca consideró aquello una cita, a fin de cuentas, hizo algo que todos los años hacía, aunque no fuera con él. Quizá, todavía no era consciente, aquel día, de que eran una pareja.

—Pero eso era la visita al templo de año nuevo —musita Sora.

Yamato alza las cejas con perplejidad.

—Pues lamento informarte que mientras tú tenías una cita con los kamis, yo la tenía contigo —dice, fingiendo un ameno tono de superioridad. Le parece adorable el rostro ofuscado de ella, ese leve rubor que se intensifica—, ¿y qué me dices de cada vez que regresamos juntos de la escuela?

—¡Eso es regresar juntos de la escuela!, ¡hemos hecho eso en infinidad de ocasiones en los últimos años! —exclama Sora, convencida. Quizá la salida al templo sí pudiera haber sido una cita, pero no permitiría que Yamato contase como citas algo tan común como aquello.

—Pero si paramos a tomar un batido o a sentarnos en el parque a jugar pokemon, es cita.

Sora procesa la información, intenta responder algo pero no es capaz. Sus palabras suenan demasiado lógicas. Con su expresión confusa, agobiada y sonrojada, Yamato no lo soporta más. Aparta la mirada, llevándose la mano al rostro para esconder su rubor. Hace un sobreactuado quejido para tranquilizarse.

—Soy un desastre, ni siquiera he sido capaz de proponerte una cita en condiciones.

La culpabilidad invade a Sora de inmediato, que niega.

—Yo soy el desastre porque ni siquiera soy consciente de cuando estoy en una cita.

—¡Olvídalo! —exclama Yamato, ya recomponiéndose. Vuelve a tomar su mano y a encarar las escaleras que quedan—. Hoy es nuestra primera cita oficial, ¿qué quieres hacer?

Sora asiente, al tiempo que inconscientemente aprieta su mano. Mira al frente con convencimiento. Pasan los segundos y nada ocurre, tampoco en su cabeza.

—No lo sé, Yamato —se rinde agobiada—, ¿qué se supone que se hace en una primera cita?

—¿Y cómo se supone que tengo que saberlo yo? —Es su respuesta, empezando a compartir su agobio.

Sus manos se sueltan otra vez, quedan uno frente al otro. Sora lo encuentra realmente adorable. La situación es tan ridícula, como adorable. No aguanta más la risa.

—Creo que somos un desastre.

La tenue expresión de apuro que por un instante se había instaurado en el rostro de Yamato se disipa. Su sonrisa aparece de forma automática al son de esa risa. No piensa, tan solo quiere acariciar aquella risa, aquella mejilla sonrosada. Sora se detiene cuando siente esos dedos sobre ella.

—Supongo que está bien si lo somos, ¿no? —dice Yamato.

Se ve lindo. Está ruborizado y no lo oculta, o lo más probable, no es consciente de ello. Hay muchas cosas que todavía no conoce de él, pero de eso sí que está segura. No piensa, tan solo quiere besar aquel rubor, atesorarlo para siempre en sus recuerdos. Se apoya en las puntitas de sus pies y su labios se posan suavemente en su mejilla.

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