- . Todos los caminos llevan a casa: Parte 2 -
Summary completo:
En medio de una guerra interminable que cambió al mundo con la aparición de los quirks, Ochako Uraraka, una chica sencilla de campo, ha crecido en la tranquilidad de una isla aislada del caos de los combates. Mientras el conflicto sigue devorando a las ciudades y separando familias, Uraraka enfrenta una decisión crucial en su vida adulta: casarse con un completo extraño que, a pesar de todo, emana una familiaridad y amabilidad que la intriga. En un mundo donde la batalla lo consume todo, ¿podrá encontrar la felicidad en un futuro incierto?
Historia con temas ligeros de IzuxOcha/ BakuxOcha
Basada en la película: En este rincón del mundo
Ochako se acomodó en el tren, mirando distraídamente por la ventana mientras las imágenes del campo pasaban rápidamente ante sus ojos. Los pensamientos se le enredaban en la mente, su habitual sonrisa tímida apenas curvaba sus labios.
¿Será que siempre tengo que estar soñando despierta?, se preguntó en voz baja, su mente vagando entre recuerdos confusos y la certeza de que estaba en camino hacia un futuro que nunca habría imaginado. Iba en camino a casarse con Izuku Midoriya.
El tren hacía eco en su trayecto a Kure, pasando por pequeños pueblos que parecían ajenos a su propia realidad. Ochako suspiró y se acomodó en su asiento, el silencio solo interrumpido por el ruido rítmico del tren en las vías.
Cuando al fin llegaron, un amable hombre los esperaba al pie de la colina, donde el camión del carbón, que habían tomado desde la estación de trenes estaba detenido.
—El camión no puede subir por la colina —dijo, saludando a la familia Uraraka con una sonrisa. El señor Uraraka agradeció cortésmente, mientras Ochako salía tímidamente de atrás de sus padres, su corazón latiendo con más fuerza al estar tan cerca de conocer su nuevo hogar.
—Es un honor ser su fiel nuera —dijo con una leve inclinación, sintiendo el peso de esas palabras.
—El placer es todo mío —respondió Hisashi Midoriya, devolviendo la cortesía con una inclinación profunda.
El aire era sereno, y cuando llegaron a la cima de la colina, Nejire, la hermana de Ochako, no pudo evitar comentar:
—¡Hemos subido demasiado alto! —comentó, señalando el panorama desde la colina.
—Es que ellos viven a las orillas del pueblo—explicó la señora Uraraka, con una sonrisa cálida.
—Ya están todos aquí —anunció Hisashi Midoriya al abrir la puerta corrediza. Su voz resonó con una mezcla de formalidad y bienvenida.
Más tarde, las dos familias se encontraban en la sala, conversando en un tono bajo. El señor Midoriya se disculpó por la sencillez de la boda, pero el señor Uraraka lo tranquilizó rápidamente.
—Lo simple siempre le ha gustado a mi hija —dijo, y eso fue suficiente para calmar cualquier preocupación.
En medio de la conversación, Nejire tocó suavemente el hombro de Ochako, llamando su atención.
—Hermanita, tu kimono...
Ochako, dándose cuenta de que llevaba aún el abrigo sobre su kimono, se levantó rápidamente.
—¡Ah, sí! —exclamó, comenzando a quitarse las capas protectoras—. Mi hermoso kimono no va a lucir como debe si me quedo así.
—¡Ochako, espera! —intentó detenerla su madre—. Pero no te desvistas aquí...
La boda procedió con tranquilidad, seguida de un pequeño festejo. Cuando el banquete fue servido, Ochako observó la mesa con una mezcla de asombro y agradecimiento.
—Qué banquete… se ve delicioso.
La señora Midoriya la animó a comer.
—Ustedes pusieron los ingredientes, come con confianza.
Sin embargo, algo distrajo a Ochako. A su lado, Izuku permanecía inmóvil, con las manos sobre las rodillas, visiblemente nervioso. No había probado bocado.
Cuando la familia Uraraka se retiraba, Nejire comentó suavemente:
—Se ve muy gentil, pero no lo escuché hablar nada.
—Es que no se puede hacer escándalo en las bodas —respondió Ochako, intentando justificarlo con algo de sentido del humor.
—Pero tu hermana es una especialista — bromeó el señor Uraraka, caminando junto a ellas.
Mientras caminaban colina abajo, el atardecer pintaba el cielo en tonos cálidos.
—¡Hermanita! ¡Nos vemos cuando nos visites! —se despidió Nejire, su voz alegre en contraste con el ambiente melancólico.
—¡Sí, nos vemos!
—Nos vemos luego —dijo una muchacha con mirada seria y cabello negro.
Ochako se preguntó quién podría ser mientras la veía alejarse por el mismo camino que sus padres.
De vuelta en la casa, Ochako se inclinó ante sus suegros.
—Es un honor ser parte de su familia —dijo, su voz temblorosa, pero llena de sinceridad.
—El honor es nuestro —respondió Inko Midoriya con una sonrisa cálida, aunque algo cansada.—Mi quirk y mi brazo derecho ya no funcionan bien —agregó la señora Midoriya—. Contaré contigo, linda Ochako.
Ochako asintió, determinada a ayudar. No tardó en tener su oportunidad cuando vio a su suegra batallar con una gran olla.
—Muchas gracias —agradeció la señora Midoriya al ser relevada en la tarea—. Momo siempre quema la olla cuando ayuda a cocinar.
—Ya entendí —respondió Ochako, sin detenerse en lavar la olla—. Entonces, ella debe ser la esposa del hermano de Izuku que contrajo matrimonio antes que él.
Después de lavar la olla, Izuku guió a Ochako afuera. Juntos, encendieron el calentador de agua con un trozo de periódico. Izuku observaba a Ochako mientras sus ojos curiosos se posaban en las luces de un puesto de vigilancia en el centro de la ciudad.
—Es para el entrenamiento en radiación —murmuró Izuku, encendiendo el calentador—. Han reforzado la seguridad últimamente.
Ochako se preguntaba a qué lugar habría llegado en realidad. Sus preocupaciones quedaron atrás cuando se sumergió en la tina de agua caliente, relajándose. Sin embargo, cuando entró en la habitación que compartiría con su nuevo esposo, los nervios regresaron. Dos futones estaban colocados en el suelo, uno al lado del otro.
—Gracias por el futón nuevo —dijo, sin saber exactamente cómo iniciar una conversación.
Izuku, sentado en su futón, miraba su cuaderno de anotaciones con una torpeza que solo acentuaba lo incómodo del silencio. Finalmente, alzando la vista con cierto nerviosismo, rompió el silencio.
—Um, d-de casualidad trajiste una sombrilla.
Ochako se sentó en su futón, sonrojada.
—Sí. La traje conmigo y... es nueva.
Izuku se levantó y le pidió la sombrilla. Con sorpresa, Ochako lo vio abrir la ventana y usar la sombrilla para bajar kakis de un árbol cercano.
—Imagino que tendrás hambre —dijo Izuku, ofreciéndole uno de los kakis.
Ochako sostuvo la fruta con cuidado, sintiendo el calor del gesto inesperado.
—No comiste nada en la boda —comentó suavemente—. Me da gusto ver que al fin lo hagas.
Izuku casi se atragantó al escucharla, tosiendo ligeramente.
—Ah, creo que me tragué la fruta entera —sonrió, dándose pequeños golpes en el pecho.
Ochako desvió la vista, divertida y ligeramente sonrojada. Luego, con un rubor aún más profundo, le preguntó:
—¿Tú y yo… nos conocíamos de antes?
Izuku la miró sorprendido, sonrojándose también.
—¿No lo recuerdas? Nos conocimos mucho antes.
El corazón de Ochako se aceleró, sintiendo una calidez inexplicable.
—Disculpa, es que siempre me la paso soñando despierta —dijo, y antes de que pudiera continuar, Izuku se sentó a su lado, con una expresión tan suave y comprensiva que hizo que el mundo a su alrededor se difuminara. Con delicadeza, posó su mano en su mejilla.
—No has cambiado en nada —le dijo con ternura, deslizando su mano por un mechón de su cabello—. Y siempre he recordado lo precioso que es tu pelo.
Ochako apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Izuku, con un gesto dulce y lleno de afecto, se inclinara y la besara. Fue un beso tímido, lleno de la dulzura de quienes aún se están descubriendo, pero que al mismo tiempo compartían una conexión profunda que había tardado en florecer.
Y en ese momento, Ochako supo que, sin importar las dudas o los miedos, había llegado al lugar correcto.
...
...
En la penumbra del amanecer, los primeros rayos de sol se colaban tímidamente por las rendijas de las ventanas, pintando la habitación con una luz cálida. Ochako observaba el techo de madera envejecida de la casa Midoriya y, luego, su mirada se desvió hacia Izuku, quien dormía a su lado con una tranquilidad que le resultaba reconfortante. Era un momento de calma que le permitía reflexionar sobre todo lo que estaba cambiado en su vida.
La puerta corrediza se deslizó suavemente y la silueta de Inko Midoriya apareció en el umbral. Con un gesto silencioso, le pidió a Ochako que la acompañara. La joven esposa se levantó con cuidado para no despertar a Izuku y salió de la habitación.
–Podrías ir por agua al pozo? –le pidió Inko con una sonrisa amable, pero algo cansada. Ochako asintió y se apresuró a cumplir con la tarea, agradecida por poder ser útil en la casa de su nuevo esposo.
Después de traer el agua, Ochako se unió a su suegra en la cocina para ayudar a preparar el desayuno. Mientras removía la sopa, no podía evitar pensar en cómo la guerra aún seguía latente, y el ejército de liberación mantenía a muchas familias en tensión constante.
–Parece que todos los hombres de aquí trabajan para la marina –pensó observando a Izuku y a su suegro prepararse para salir al trabajo.
Izuku le dedicó una sonrisa tímida antes de despedirse, y su padre, con un gesto firme pero respetuoso, inclinó ligeramente la cabeza. Ochako los observó alejarse mientras intentaba calentar sus manos con su respiración. El frío de la mañana se hacía sentir más mientras lavaba la ropa en el patio de la casa.
Un rato después, fue interrumpida por una vecina que llegó con una circular en mano.
–Señora Midoriya! –llamó la vecina, y Ochako se sobresaltó al ser llamada por primera vez así. La vecina le entregó una hoja de papel, y al leerla, Ochako vio las palabras "Turno de racionamiento". Más tarde, su suegra le explicó lo que eso implicaba.
–Ten cuidado con esas dos –le advirtió Inko señalando dos nombres en la lista–. Se la pasan peleando todo el tiempo.
Ochako no tuvo que esperar mucho para presenciarlo cuando fue a ayudar a repartir las raciones. Al llegar, vio a Jiro y a Mina en medio de una acalorada discusión.
–¡No viertas eso! –dijo Jiro con firmeza.
–¡Solo lo estoy midiendo! –se quejó Mina sin hacerle caso.
Ochako se encontraba atrapada en medio de la discusión, sin saber cómo intervenir. Observaba de un lado a otro, sintiendo una presión desconocida.
—¡Siempre haces lo que te da la gana! —insistió Jiro, cruzándose de brazos.
—¡Claro que no! —protestó Mina.
Más tarde, todas las amas de casa asistieron a un curso impartido por un héroe veterano de la guerra. Les enseñaban tácticas de supervivencia en caso de un ataque de villanos, y mientras el héroe dibujaba en un pizarrón, Ochako no podía evitar pensar en cómo la guerra había cambiado incluso las actividades más cotidianas.
–No podemos dejar nada al azar –decía el héroe con seriedad, mientras les mostraba técnicas de defensa personal.
Aquello se había convertido en la nueva rutina de Ochako, y mientras observaba sus apuntes en el cuaderno, se preguntaba si alguna vez volvería la paz al mundo.
Otro día, ayudaba a Inko a limpiar los viejos muebles de la casa. Al abrir una cajonera, encontró un vestido que llamó su atención.
–Ah, ese es un vestido de Momo –comentó Inko con una sonrisa nostálgica–. Lo usó en su primera cita con Shoto. Fueron al cine, a un restaurante, y a exposiciones occidentales.
Ochako sostuvo el vestido con admiración y luego encontró un sombrero que completaba el conjunto.
–Qué mujer tan elegante –comentó Ochako, observando el sombrero–. Mira qué bonito.
–Cuando Izuku era pequeño, el desarme nos prohibió comprar artículos de apoyo, y era una época en la que este tipo de prendas eran lo común. Mi esposo y todos los vecinos perdieron sus empleos. Fue una época difícil. Pero por suerte, Shoto encontró a Momo y un buen trabajo al mismo tiempo. Esa fue la mejor noticia en ese momento
–Señora –sonrió Ochako poniéndose de pie–, yo trabajaré tan duro que ni notará la diferencia entre esos días y ahora.
Unos días después, la puerta de la casa se abrió inesperadamente. Momo y su pequeño hijo, Toya, llegaron de visita. Ochako los recibió con una inclinación respetuosa.
–Bienvenidos a casa.
Momo la observó por un segundo antes de dejarle un pequeño saco de arroz y pasar de largo.
–Qué simple –comentó con indiferencia.
–¿Simple? –preguntó Ochako, algo confundida–. Pero si es arroz, ¡es un privilegio tenerlo en estos días!
–Me refería a ti –aclaró Momo, mirándola de reojo–. Siempre pensé que Izuku se casaría con alguien de más clase.
Ochako sintió un leve golpe de inseguridad, pero se contuvo. Toya, en cambio, se acercó con una sonrisa a su abuela.
—¿Estás tostando frijoles? —preguntó el niño con inocencia.
—Exacto, cariño. ¿Cómo estás? —respondió Inko con cariño.
—Mamá está enojada por muchas cosas que pasaron hoy, así que mejor no hablo —dijo Toya.
–Haces bien –le felicitó su abuela con una suave risa.
La interacción entre Momo y Uraraka continuaba.
—Y el arroz no es un obsequio. Es para Toya y para mí. No pienses que lo traje para ti— aclaró Momo, cerrando la puerta corrediza de la sala tras ella.
Ochako, esforzándose por mantener la calma, solo asintió. Pero las palabras de Momo seguían resonando en su cabeza, mezclándose con los recuerdos de su niñez.
—No podrás casarte si no desarrollas algunas habilidades —le había dicho su abuela años atrás.
Entonces mejor no me caso, dijo ella de niña sentada en un rincón.
En el presente, Ochako suspiró mientras trataba de arreglar uno de sus yukatas para estar mas presentable con sus visitas. Sin embargo, el pequeño Toya se acercó a ella, pidiéndole hilo para jugar. Le entregó un poco, tratando de reconectar con esa sencillez que, aunque criticada, era lo que realmente la definía.
Más tarde, Momo le pidió los vales de racionamiento para encargarse ella misma de la cena. Cuando la comida estuvo lista, Hisashi e Izuku regresaron del trabajo.
—Hermana, finalmente lograste no quemar el arroz —comentó Izuku asombrado.
Al pasar a su lado, Ochako agradeció la comida, pero Momo, con su tono habitual, le respondió:
—Nuestra suegra está gravemente lastimada y te trajeron a ti para ayudar. Es lo menos que se puede hacer.
El ambiente se volvió tenso, pero la pregunta que vino después lo hizo más incómodo.
—¿Por qué no vuelves a tu casa? —preguntó Momo sin titubear.
Ochako quedó en silencio, sin comprender la razón detrás de esa pregunta. Hisashi, por su parte, añadió:
—Buena idea.
El resto de los Midoriya agacharon la cabeza, dejando a Ochako sintiéndose fuera de lugar, aún más que antes.
Era una tarde tranquila en la casa de los Uraraka. El aire cálido se colaba por las ventanas entreabiertas mientras el sol comenzaba a caer lentamente detrás de las colinas. El silencio reinaba, roto de vez en cuando por los pasos suaves de la madre de Ochako, que preparaba la cena en la cocina. De repente, la puerta se abrió y Nejire entró con energía, a pesar de la fatiga en su rostro.
—¡Ya llegué! —anunció con una sonrisa, dejando caer su bolso en la entrada—. Estoy tan exhausta...
—Bienvenida, Nejire —respondió la madre, con una sonrisa agotada—. Oh, ya son las ocho... El tiempo vuela.
En la sala, Ochako, que había estado dormida en el tatami, comenzó a moverse ligeramente, despertada por las voces familiares. Abrió los ojos lentamente, el calor de la tarde todavía presente en su cuerpo.
—Ochako, levántate ya —le llamó su madre desde la cocina, mientras comenzaba a colocar los platos en la mesa para la cena.
De un solo movimiento, Ochako se irguió, frotándose los ojos mientras trataba de despejar la niebla de su mente. Su madre sonrió al verla en ese estado de adormecimiento, el típico de alguien que había dormido demasiado.
—Ah... —Ochako se estiró, bostezando—. Qué alegría!... Soñé que me casaba con un chico en la ciudad de Kure.
La sala estalló en risas suaves. Su madre, en tono juguetón, se acercó a ella y le jaló suavemente la mejilla.
—¿Y si te despierto así? —le dijo entre risas, mientras Ochako hacía una mueca fingido dolor.
—Mi cuñada me dijo que volviera a casa... al principio no entendí mucho —comentó Ochako, bajando la cabeza mientras todos seguían cenando. Su tono había cambiado un poco, mostrando una pizca de melancolía—. Luego... el resto de la familia Midoriya se disculpó. Se sintieron mal por no haberme dejado venir de visita antes. Me dijeron que debía descansar un par de días.
Ochako recordó las palabras de Momo: "Si es lo que quieres, vete entonces. Me daría gusto"
—¡A bañarse!, ¡A bañarse! —cantaron juntas Ochako y Nejire después de la cena, tratando de animar el ambiente y olvidarse de las preocupaciones del día.
Al entrar al baño, el vapor envolvía el pequeño cuarto, y mientras se desvestían, Ochako no pudo evitar preguntar:
—Dime, ¿cómo es el cuerpo de voluntarios? —su tono estaba cargado de curiosidad y preocupación.
Nejire, quien ya había vivido varias experiencias como parte de los voluntarios, respondió con naturalidad.
—Ya me acostumbré —dijo simplemente, mientras se tallaba la espalda antes de entrar al agua.
Ochako, ya sumergida en la tina caliente, dejó escapar un suspiro.
—Debe ser peligroso... —murmuró, la tristeza evidente en su voz.
Nejire se giró hacia ella y le sonrió con dulzura, intentando aliviar la tensión.
—No es tan frío como ir a cosechar algas marinas —bromeó su hermana, recordando con nostalgia —. Eso sí que era horrible.
Ambas rieron, recordando aquellos tiempos en los que la vida, aunque dura, parecía más simple. Cuando terminaron de bañarse y se secaron, Nejire, mucho más animada, comentó mientras se vestía:
—Y hay un apuesto héroe que se la pasa regalándome cupones de comida —dijo con una risa juguetona.
—¿En serio? —se alegró Ochako, contagiándose de la energía de su hermana.
Ya en su habitación, después de cepillar el largo cabello de Nejire, Ochako se quedó pensativa ante una pregunta que su hermana le hizo:
—¿Te gustó Kure?
Ochako suspiró, aún en un proceso de adaptación a todo lo nuevo que había vivido últimamente.
—No podría decirte aún... —respondió lentamente—. Todavía sigo aprendiendo...
Nejire, mientras tomaba el turno de peinar a Ochako, ahogó un pequeño grito y decidió apagar la luz rápidamente, insinuando que ya era hora de dormir. Ochako se acomodó en su futón, dejando que el cansancio la arrullara poco a poco. Sin embargo, cuando apenas empezaba a quedarse dormida, la voz baja de Nejire la sobresaltó:
—Tienes una zona calva.
—¿Eh? —Ochako se incorporó rápidamente, tocándose la cabeza con preocupación.
—Es broma —rió Nejire, disfrutando de la reacción de su hermana.
A la mañana siguiente, la rutina continuó como de costumbre. Después del desayuno, Nejire se despidió alegremente:
—Me voy a trabajar, ¡nos vemos luego!
Después, sus padres también salieron de la casa, y Ochako se quedó sola en la tranquilidad de su viejo hogar.
—Ahora resulta que todos se van... —murmuró para sí misma, sin saber muy bien qué hacer con el resto del día.
Decidió salir a caminar por su antiguo vecindario, reconociendo las calles y rincones que tanto conocía. La nostalgia le golpeó fuerte cuando, al mediodía, decidió despedirse mentalmente de su ciudad natal.
—Adiós... —susurró mientras se dirigía a la estación de trenes, lista para regresar con su esposo a la ciudad.
Sin embargo, al llegar a la estación, vio un anuncio que hizo que su corazón se detuviera por un segundo: los viajes estaban suspendidos.
Esa tarde, cuando regresó a la casa, su padre la recibió con sorpresa:
—¿Entonces por eso volviste?
—Me siento preocupada por los Midoriya —opinó su madre, con algo de humor al darse cuenta que Ochako seguía siendo igual de despistada como cuando era una niña.
Ochako solo bajó la cabeza.
—Tal vez... —murmuró para sí—. Tal vez si hubiera puesto más atención a los anuncios... eso no habría pasado.
Notas de la autora.-
Muchas gracias por leer hasta aquí. Espero continuar pronto estas historias! Sus comentarios siempre son bienvenidos! Muchas gracias por leer, seguir y darle like. Siempre me hace sonreír.
