"Respira el aire de nuevo
Es un dia hermoso,
desearía que este momento se quedara en la tierra
un paraíso primitivo" (1)
• ── ◦ ◦ ── •
—Mañana es luna llena.
Draco sacó otra foto acostado en el suelo del desván. Harry y él compartían un cigarrillo, ya que querían guardar la mayor cantidad de cigarros para cuando les tocara irse.
—Lo sé…
—Estás tranquilo.
Draco le enseñó el frasco de matalobos que tenía en el bolsillo, antes de beber todo el contenido de un trago, poner cara amarga y volver a recostarse.
—Ah… por eso.
—Es asquerosa, pero útil.
Harry le devolvió el cigarro y los dos se volvieron a recostar en el suelo. Tenían la puerta abierta y solo alumbraba un poco la lámpara de gas que estaba en una esquina de la habitación. Desde esa parte, se llegaba a ver la luna casi llena cubierta de nubes. Harry tomó la cámara de fotos de Draco y les sacó una a ambos cuando estaban ahí recostados.
—¿No has avanzado en tu proyecto personal?
—¿Cuál?
—El de la creación de una pócima que no sepa mal.
Draco soltó una risa. Esa era una forma bastante conveniente de resumir su investigación de meses.
—No… y de cualquier modo, ya no importa. No voy a volver al colegio este año.
Harry puso la cabeza frente a la de Draco justo cuando este soltaba el humo. Los ojos le picaron y Draco se rio al verlo toser, después le sacó una foto. Le estaba gustando el rollo de inmortalizar momentos como ese, los cuales le servirían para molestar a Harry más adelante.
—¡Bórrala!
—No… ahora es mi reliquia —se burló al ver la foto—. ¿Crees que si la mando a los periódicos la pongan como portada?
Harry gruñó y negó con la cabeza, a lo que Draco dejó la cámara a un lado para verter toda la atención en Harry.
—No me parece bien que dejes de lado las cosas que te gustan, solo por esto —murmuró Harry—. Es importante para ti ¿no? Lleva tus materiales.
Draco asintió y le entregó el cigarro. Harry fumó lo último gustoso, antes de apagarlo. Una vez acabó, se recostó al lado de Draco, solo para darse media vuelta y abrazarlo aburridamente.
—Tu mamá me odia.
—No es cierto… te tolera, y eso ya es mucho.
Harry hizo un puchero y le tiró un mechón de pelo como contestación.
—Mis papás no están, así que te salvaste de tener que conocer a tus suegros —bufó Harry descontento—. Pero solo imagina la posibilidad… si tu padre se llegara a enterar…
Draco soltó una risotada y se acercó al rostro de Harry.
—Mi padre te prendería fuego vivo —concluyó Draco, a lo que Harry cerró los ojos y apoyó la cabeza en el pecho del chico—, y me obligaría a irme del país a un lugar como, Austria o Italia, para que recapacite acerca de mis decisiones de vida. De esta manera, nuestra amarga tragedia de amor gay estaría completa ¿no crees?
Harry rodó los ojos y se comenzó a reír con Draco. No les quedaba nada más que imaginar, porque los dos sabían que eso nunca sucedería. No con las cosas tal como estaban en ese momento.
Al final se separaron. Harry puso la radio en la que pasaban música y se quedaron escuchando la canción desconocida que sonaba, hasta que el locutor se puso a dar unos cuantos anuncios nocturnos.
Tan pronto dieron las doce, Draco se volteó a Harry, le tomó la mano y sonrió.
—Feliz cumpleaños.
Harry soltó una risita, agradeció y suspiró.
—¿Y mi regalo?
—Pero qué codicioso eres~
—Pues claro, tengo de novio a un multimillonario; no espero poco.
Draco pasó los brazos en torno al cuello de Harry y se acercó a su oído.
—Cuando sepa que en los próximos diez minutos no va a haber gente que nos moleste, te lo doy.
Tan pronto lo alejó, la trampilla que daba al desván se abrió. Hermione y una tropa de cabezas rojas, subieron al ático para comenzar a cantarle a Harry "cumpleaños feliz" a coro.
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La celebración del cumpleaños de Harry duró todo el día.
En la mañana, la señora Weasley esperó al chico con un banquete de desayuno. Pan, huevos, tocino, jamón, leche… Era una comida tan deliciosa que había superado con creces los banquetes mañaneros que se servían en el castillo.
—Feliz cumpleaños, Harry —le saludó el señor Weasley, que ya estaba a punto de salir con Bill y Charlie—. Lamentablemente, no vamos a poder quedarnos a compartir el desayuno contigo, pero trataremos de llegar antes de las seis para tu celebración.
—¿Celebración? —preguntó Harry, que tomó asiento al lado de Ginny, quien le sirvió un par de rebanadas de pan.
—¡Sí! Pero ya verás, por el momento, disfruta de tu cumpleaños, Harry —Le dijo Bill, que esbozó una gran sonrisa antes de entregarle a su padre el maletín de trabajo—. Hasta más rato.
—Sí, Harry y ten, espero que te guste; —exclamó Charlie, que le entregó un par de guantes para jugar quidditch hechos de piel de Dragón—. ¡Feliz cumpleaños!
—¡Muchas Gracias!
—¡Oye! ¡Yo también quiero un par! —reclamó Ron, que le arrebató los guantes a Harry para apreciarlos—. ¡Son fabulosos!
Charlie rodó los ojos y se colocó una chaqueta de cuero rojo brillante antes de salir. Harry no podía negar algo obvio, que de los Weasley, Charlie era el que tenía mejor estilo de vestir.
En cuanto se fueron, Harry se probó los guantes solo para darse cuenta de que se le ajustaban a la perfección. Con ese accesorio ahora lo único que deseaba era subirse a una escoba y jugar quidditch.
Antes de que pudiera comenzar a comer, bajaron Draco y su madre, los dos perfectamente arreglados para el día, a diferencia de Ron y Harry, quienes aún continuaban despeinados y en pijama. Ginny también estaba ya vestida con un vestido ligero floreado y el pelo tomado en una coleta ligera.
Draco saludó a todos de forma general y tomó una silla del comedor en la que su madre se sentó educadamente. La señora Weasley le dedicó una mirada juzgadora a sus hijos del tipo: "¿Por qué no hacen lo mismo?", a lo cual todos desviaron la mirada.
—Entonces, aparte del cumpleaños de Potter ¿Qué otras novedades hay? —preguntó Draco, que le sirvió café a su madre antes de llenar su propia taza—. ¿Todavía no llega el periódico?
Hermione llegó justo en el momento en que Draco dijo esto.
—Ya lo revisé, pero no hay nada interesante —aseguró la chica, tan pronto le entregó el diario a Draco.
Harry, desde su parte de la mesa, se sintió algo infantil, a comparación de la actitud refinada que mostraba Draco desde tan temprano. Ya era mayor de edad, y aún seguía sintiéndose un niño en comparación. Quizás era momento de involucrarse en temas más importantes de la sociedad.
—Recuerden que deben dejarme sus camisas, chicos, para que las pueda planchar antes de mañana —les comentó la señora Weasley, que le sirvió a Harry un vaso de jugo de calabaza—. Fleur, su madre y yo vamos a salir en un rato más al callejón Diagon a comprar unas cosas que nos faltan para la noche, pero se pueden quedar aquí.
Todos asintieron, aunque los gemelos decidieron que iban a ir a Sortilegios Weasley para ver como andaba el negocio.
En cuanto terminaron el desayuno, todos los chicos subieron al ático para pasar el día vagando.
No fue hasta la hora del almuerzo que llamaron a la puerta. Narcisa, al ver de quien se trataba, subió las escaleras hasta el último piso y miró a los adolescentes.
—El Ministro está afuera.
Como si se tratara de una broma, todos quedaron en silencio, Narcisa serena fijó la mirada en Draco.
—Draco, vamos al cuarto.
—¿Qué, pero por qué?
—Porque no podemos permitir que nadie sepa que estamos aquí. Rápido. Y tú Potter, deberías ir a atender, parece que estaba muy interesado en verte.
Draco y su madre se metieron a la habitación y Harry bajó las escaleras. Volvieron a escuchar golpes y llamados desde afuera a lo que Harry tomó el pomo de la puerta algo nervioso.
La chimenea pronto emitió una llama feroz. La señora Weasley y las otras dos mujeres llegaron con un montón de bolsas encima. Tan pronto vieron al grupo de adolescentes detrás de la puerta principal sin saber si abrir o no, se mostraron muy confundidas.
—¿Chicos que están…?
—¡Por favor! Abra el señor Harry Potter.
Molly soltó las bolsas que traía en las manos y se abrió paso entre los muchachos para abrir la puerta algo molesta. No fue hasta que reconoció el pelo rojo del hombre desgarbado que acompañaba al viejo Ministro de magia, que toda su actitud se suavizó.
—Percy…
Percy Weasley se veía algo nervioso, ojeroso, con los labios partidos y la ropa desgastada, como si hace muchísimo tiempo no hubiese tenido oportunidad de descansar por más de un par de horas. El Ministro, en cambio, lucía pulcro como siempre pulcro, con el cabello remilgado hacia atrás y más arrugas que años en el rostro. El hombre ignoró a la pequeña Señora Weasley para fijar los ojos en Harry, que tenía cara de querer desaparecer.
—Buenas tardes, señor Harry Potter, y muchas felicitaciones por su cumpleaños.
Harry se enderezó al notar ese tono rasposo del hombre, a lo que respondió con un sombrío agradecimiento, que lo hizo ganarse una expresión antipática. Desde que lo vio a finales del semestre pasado, era que Harry obtuvo el beneficio de tener el profundo odio del hombre al haberse negado, rotundamente, a declarar lo conversado por Dumbledore antes de su fallecimiento.
Molly al escuchar el nombre de Harry pareció recuperar brevemente la compostura.
—¿Qué necesita? —inquirió la mujer—. Porque estamos muy ocupados, por si puede notar…
—¡Es Ciegto! ¡Mañana es mi boda!
El ministro desvió la vista a la carpa gigante puesta afuera de la casa, la cual apuntaba Fleur con el índice. En cuanto devolvió los ojos a ellos, se veía por completo desinteresado.
—Sí… lo noté, pero no me voy a demorar demasiado —aseguró el hombre, que pasó los ojos de Harry a Ron y Hermione—. La señorita Grenger y Señor Weasley, ¿me equivoco?
Ambos jóvenes se miraron antes de negar.
—Necesito hacer entrega de la herencia del señor Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore, a los tres.
Los chicos se miraron entre sí sorprendidos y luego de escuchar esto, el Ministro entró a la casa sin ser invitado. Percy se quedó junto a su madre todo el momento con cara de que cualquiera de los dos iba a ponerse a llorar.
—¡Que pocos modales tiene usted! —gruñó la madre de Fleur, que con los brazos en jarras se plantó frente al Ministro.
El hombre analizó a la mujer como si fuera poca cosa y suspiró.
—Una veela ¿eh? —mencionó, desviando los ojos a Fleur—. Como sea, solo con los involucrados, por favor… ¿Si tienen un sitio más privado?
El hombre pretendió subir, a lo que Ginny se interpuso completamente—. ¡La sala! Cierren la puerta.
El Ministro asintió, y pasó después de los muchachos, con actitud de perro. Antes de que el hombre cerrara la puerta, Ginny les dedicó a sus amigos una mirada alentadora que pareció no surtir efecto alguno.
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—¿Qué te dejó el viejo?
Harry, recostado sobre el viejo sofá del desván, jugueteaba con la snitch. La dejaba volar un par de segundos antes de volver a tomarla. La pelotita agitaba las alas violentamente, y no fue hasta que por equivocación, Harry dejó pasar más tiempo, que esta comenzó a huir; sin embargo, Draco, logró atraparla antes que saliera huyendo por la ventana.
—Gracias —le dijo Harry, tan pronto Draco le entregó la pelotita—. También me dejó la espada de Gryffindor.
Draco alzó una ceja sorprendido, antes de buscarla por todas partes. Hermione, que recién subía al último piso con el libro de cuentos en manos, fue quien contestó la duda implícita en el rostro de Draco.
—Se supone que la espada es propiedad del colegio así que no se la pueden "heredar" a Harry —farfulló Hermione, que se hizo un hueco al lado de Harry—. ¡Patrañas!
El último en llegar fue Ron, que traía un plato lleno de cosas deliciosas para compartir, Draco se sentó al frente de la chimenea y tomó una galleta de vainilla.
—Cuentos de Beddle el Bardo —murmuró Hermione, al leer el título del libro—. Parece bastante corto.
—¿En serio te dejó un libro de cuentos para niños? —preguntó Draco con cierto tono irónico—. Quizás el viejo pensaba que te faltaban valores, Grenger.
—¡Oh, Cállate Malfoy! —gruñó la chica que le pegó una patada suave a Draco—. La fábula de los tres hermanos, la fuente de la buena fortuna, Babbity rabbity…
—La fábula de los tres hermanos era mi preferido —señaló Ron—, mamá siempre nos lo leía antes de irnos a dormir.
Draco tomó varias galletas y masticó ansioso. Solo le quedaban un par de horas antes de que Lupin apareciera en la casa dispuesto a llevárselo para pasar la luna llena en un lugar seguro. El estómago se le estrujó de angustia, miró al exterior en donde los maizales se extendían por todo el terreno y suspiró.
—Entonces son algo como: ¿la Caperucita roja y los tres cerditos?
Draco y Ron se miraron entre sí algo confundidos, ninguno de los dos había escuchado esos títulos en su vida.
—Bah… olvídenlo.
Harry terminó por estirar los brazos y soltar un bostezo. Notaba la tensión que rodeaba a Draco y no fue hasta que este decidió sentarse a su lado en el suelo, con la cabeza apoyada en su hombro que comenzó a menguar. Draco masticó por fin con algo más de tranquilidad el trozo de comida que se había llevado a la boca.
—Cierto… hoy es luna llena. —Draco no mencionó nada ante la señal de Hermione y se quedó con los ojos puestos en la snitch revoltosa—. Bueno, al menos podrás descansar toda la mañana hasta la boda de Fleur.
—Sí… supongo —contestó aburrido, apuntando con la varita a la radio que estaba en el fondo de la habitación. La música pronto comenzó a sonar—, pero no quiero pensar en eso todavía.
Harry lo tomó con cuidado y dejó que recostara la cabeza sobre su regazo, con los ojos cerrados y un tenue aroma familiar posado en la nariz. Sentía los dedos de Harry acariciarle el pelo con tanta tranquilidad y cariño que por un momento dejó de pensar.
Si tan solo el tiempo se detuviera y todo quedará así. Sin guerra, sin peligro, solo los cuatro, aburridos y aletargados, como si toda la juventud se les hubiera escurrido del cuerpo. Solo los cuatro, enfrascados en pláticas eternas.
Todas las cosas serían más fáciles de ser así de simples.
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Lupin y Draco se fueron de la casa antes de que Harry soplara las velas.
Esa borrosa sensación de una aparición le hizo a Draco sentirse algo mareado, pero tan pronto llegaron al lugar, Lupin se cercioró de que Draco estuviera bien.
Estaban en una casa pequeña de una planta, en medio de un barrio muggle. Olía a césped recién sesgado y humedad fresca, lo que indicó que era una ciudad cercana a algún riachuelo.
Cruzaron la entrada y luego de hacer un encantamiento, Lupin y Draco entraron a la casa.
—¿Dónde estamos?
—En nuestra casa —contestó Lupin, que fue recibido por Tonks, la cual sonreía de manera maternal—. Ya estamos.
Tonks y Draco se dieron un abrazo corto, pero sincero y antes de que pudieran dedicarse un intercambio de palabras, Lupin lo llevó a rastras por la casa.
En la sala aún había repartidas varias cajas de mudanza, cosas cerradas e incluso, el sofá continuaba con el plástico puesto. Tonks alcanzó a despedirse de ambos justo en el momento en que estos bajaban por la trampilla.
En el sótano era todo más húmedo y, en contra de lo que imaginó, no había cajas. Se encontraba vacío por completo, lo que le daba aspecto de escena del crimen. Lupin se apresuró en encantar la trampilla para que no pudiera ser abierta y miró directo al pequeño brillo lunar que comenzaba a filtrarse por la ventana.
—¿Has estado tomando la matalobos? —Draco afirmó—. Okay, entonces. ¡Salud!
Lupin destapó su última dosis de la pócima y Draco lo imitó. Al mismo tiempo, emitieron un sonido de asco total por tener que beberla y se desvistieron en completo silencio.
Se le hacía raro esa situación. Le recordaba la primera vez que tuvo una transformación en la casa de los gritos y Lupin lo ayudó con esta. En ese tiempo, cuando el lobo estaba furioso y hambriento y era capaz de sentir cada tendón de su cuerpo desgarrarse. Lo recordaba con dolor.
—¿Ya tienes pensado como vas a pasar tus transformaciones cuando vayas de viaje?
Draco se miró los pies descalzos—. Más pociones y quizás les pida a los chicos que me encadenen
Remus no pareció convencido, pero no fue capaz de contestar nada porque la transformación inició. Draco se recostó en el suelo, mientras Lupin se apoyaba contra la pared, asumiendo ese sufrimiento lo mejor que podían. Huesos torcidos, sensación de ahogo, gruñidos de animales. Todo lo sintió a la perfección, justo antes de volver a pensar como él mismo atrapado en el cuerpo de una bestia.
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Notas:
1) The end of the world - Rob Dickinson
¡Hola!
¿Qué tal va todo?
El próximo capítulo se viene la boda de Fleur y ya comenzaría el viaje de nuestros chicos. Hay varias cosas que con Draco en el team, cambian rotundamente. Estoy emocionada de explorar todas estas posibilidades con ustedes.
The Machine.
