Isabella
—Están sexy que no se que hacer— le digo a los platos mientras los lavo. Los platos obviamente no responden, lo cual está bien. Principalmente me gusta escuchar el sonido de mi voz, sumerjo otro en el agua y lo froto distraídamente —Chloe dijo que esto sería bueno para mí y que estaria salvo, pero no sé lo que estaba pensando. Él va a vivir aquí, conmigo. Estamos casados— pienso en la ardiente forma en que me miró, como si me estuviera imaginando sin ropa puesta y un pequeño escalofrío me recorre la columna.
Una cosa era imaginarme casarme con un extraño sólo para proteger mi granja y otra llevarlo a la casa. De repente, mi pequeña casa de campo con sus paredes de plástico, sus brillantes y alegres ventanas y sus habitaciones no parecen lo bastante grandes.
Hay una sala de estar, una área de cocina y comedor y dos habitaciones. Hay un solo baño, lo que significa que vamos a tener que compartirlo y ya he adaptado la segunda habitación de invitados como dormitorio para él.
Pero él no es un invitado, es mi esposo.
Trago nerviosamente y me pregunto cuáles serán las costumbres de su gente. ¿Tienen noche de boda? ¿Va a esperar una? Le dije que tenía que estar lista para el sexo, pero la verdad es que… partes de mí ya están listas. De hecho, partes de mí definitivamente están calientes y resbaladizas por la necesidad. Siento la locura de cerrar las puertas y esconderme en mi habitación para masturbarme desesperadamente hasta que vuelva a estar bajo control.
—No, no vamos a hacer eso— digo en voz alta. Pongo los platos en el escurridero, termino de ordenar la cocina y luego me dirijo a la habitación de invitados.
Es poco más que un cuarto de 4x4 con una cama pequeña y estrecha que no parece lo suficientemente grande para un hombre de la altura de Edward.
—Por supuesto él no es un hombre— me corrigió —es un mesakkah. Son diferentes, tienen cuernos y colas, y tres grandes dedos y pulgar... y ahora estoy pensando cosas sucias sobre sus grandes dedos. Muy mal Isabella.—
Agarro una de las almohadas y la esponjo con unos golpes bruscos. Todo lo que usan los aliens es sintético y no tiene un poco origen animal, por lo que el relleno de la almohada es muy maleable y hace que toda la cosa de esponjar sea inútil. Si embargo me siento un poco mejor después de dejarla.
—Ustedes son las siguientes, mantas— les digo —no se si su planeta se pone tan frío como este por la noche, pero estará agradecido de tenerlas si duerme desnudo— me detengo —ahora estoy pensando en el desnudo, maldita sea— mi cerebro esta trabajando de más esta noche.
Con saña meto una esquina de la manta debajo del colchón auto-moldeable y le doy un fuerte golpe.
—Vas a tener que aguantar cama. No me importa que tenga siete pies de altura y que esté constituido como un gran dios azul. El va a dormir aquí, y no voy a cambiar de opinión. Punto.—
—¿No cambiaras de opinión, sobre que?— gritó, saltó y giró para ver a Edward en la puerta.
—¡Me asustaste muchísimo!—
—Quería ver con quien estabas hablando.—
—Oh, nadie. Solo hablo con todo, el ganado, objetos inanimados, lo que sea. A veces se siente solitario aquí, así que solo habla para escuchar algo.—
—Ya veo— se apoya contra la puerta, en toda su elegancia extraterrestre y hace que su túnica se tense en sobre esos hombros anchos y fantásticos y ahora los estoy mirando —¿Por qué eso es malo?— se está mirando y me doy cuanta de que lo dije en voz alta.
—No lo es— espetó, pensando rápidamente —me preguntaba cómo ibas a caber en tu cama— pasó una mano sobre ella. El se inclina y luego pasa una mano por su cabeza.
—Pensé que ya que estábamos cazados estaríamos durmiendo juntos.—
—Umm..— Edward solo me sonríe.
—No hasta que estés lista ¿verdad?— podría derretirme al ver esa hermosa sonrisa. Ni siquiera importa que tenga un par de colmillos de aspecto inhumano. Solo se ve... hermoso. Vaya estoy desesperada por un poco de sexo.
—No hasta que esté lista— le digo con firmeza y le doy un golpe más a su almohada.
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—Despierta, pequeña— me dice una voz profunda y líquida — despierta estás teniendo un mal sueño— me despierto de golpe, y miró al hombre que está inclinado sobre mi cama. Aunque tiene la piel y los cuernos color azul, hay algo reconfortante en ver que ahuyenta las sombras que permanecen en mi mente. Froto las manos sobre mis ojos.
—¿Qué estás haciendo aquí Edward?—
—Te escuché hablar— murmura y la cama se hundiénde a un costado mientras se acuesta a mi lado —aunque vi que estabas dormida, comenzaste a discutir y llorar. Te desperte, espero no haberme entrometido.—
—No, está bien— digo un poco desorientada. Un rápido vistazo a la ventana me dice que todavía es de noche —gracias por despertarme— su gran brazo se desliza alrededor de mis hombros y me empuja contra él y mi mejilla se presiona contra su pecho duro y cálido
