CORONAS Y ENGAÑOS
CAPÍTULO 10
MATAR O MORIR
El momento en que Lita comenzó a descender desde el balcón de sus aposentos provocó todo tipo de sensaciones poco agradables en ella. Temía que la cuerda hecha con sábanas se soltara antes de tocar tierra firme o ser descubierta en su descenso por alguno de los guardias o los sirvientes; pero después de un momento que le pareció eterno finalmente sus pies tocaron la hierba fresca.
Sin embargo, aún no podía cantar victoria, pues todavía debía atravesar las enormes murallas del castillo y salir del planeta.
Sabía, pues, que salir por la entrada principal sería misión imposible, pues esta solía estar resguardada de guardias, al igual que el patio de armas, el que forzosamente tendría que atravesar.
De pronto, el sonido de pasos acercándose le hicieron saber que debía tomar una decisión rápida, así que con paso apresurado se dirigió a la torre de vigilancia del ala izquierda. Sabía que ahí indiscutiblemente se vería forzada a enfrentarse al guardia que esa noche estuviera de vigilante, pero preferible era luchar contra uno que contra todo un ejército de hombres al servicio de su padre.
Cuando subió las escaleras de caracol que la llevaron a lo alto de la torre, se percató de que por suerte esa noche quien estaba de vigilante era Connor, un hombre que si bien era un chismoso y adulador para tener los favores del rey, también tenía un excesivo gusto por el alcohol, y esa noche por supuesto no fue la excepción, pues estaba bebiendo como si no hubiera mañana.
Lita entonces entró con sigilo, pero el guardia al escuchar sus pasos se dio media vuelta.
—Señorita Lita…¿Qué…
Las palabras del hombre se vieron interrumpidas por una fuerte e inesperada patada que Lita le dio en la quijada. Algo que hizo con tanta fuerza que lo derribó al piso, provocando que al instante perdiera el conocimiento.
De inmediato Lita se acercó al hombre, le quitó la vaina que llevaba alrededor de su cintura y en la que portaba sus armas, y cuando a punto estuvo de despertar, le dio un golpe en la cara que lo aturdió de nuevo.
Su plan era desvestirlo para vestirse con sus ropas que sin duda le quedarían algo grandes, pero entonces escuchó los pasos de alguien entrando a la torre, así que de inmediato se puso en guardia dispuesta a matar o morir.
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Si bien el Rey Cedrick de Júpiter ya no figuraba como el hombre más rico de su planeta, algo por lo que era famoso y envidiado incluso fuera de la galaxia era por poseer una de las mejores cocinas, pues no había invitado a su mesa o a sus banquetes que se resistiera a los exquisitos platillos que en su cocina se preparaban; sin embargo, aquella noche la carne del estofado de ternero estaba demasiado dura y algunos trozos mal cocinados, y el pan de cebada con pedazos quemados o crudos al centro.
—¡Por la diosa, esto es asqueroso!— Se quejó el Rey— Debiste dejar que Lita terminara de cocinar antes de ir a prepararse— Le reclamó a su esposa.
—¡Deja de quejarte!— Exclamó la Reina— Tenemos que ser hospitalarios con mi sobrino.
A Lady Hildrud le había parecido extraño que su primo Lord Aren no estuviera compartiendo los alimentos con los reyes en aquel que era su primer día en Júpiter después de dos años en que había estado fuera del planeta, pues incluso creía que aquel banquete mal logrado lo habían preparado en su honor.
Sin embargo, llena de curiosidad, por primera vez se atrevió a hablar.
—Hablando de Aren. ¿Dónde está mi primo, tíos?— Preguntó con voz bajita—Creí que cenaría con nosotros.
El Rey Cedrick carraspeó ante la pregunta de Lady Hildrud. Como hombre consideraba inapropiado hablar frente a una dama de lo que su sobrino político Lord Aren debía estar haciendo en esos momentos, sobre todo porque Lady Hildrud no solamente era su sobrina política, sino un doncella que seguía perteneciendo a la nobleza joviana aún cuando su familia ya no gozara de la gran fortuna de antaño.
De pronto, la charla entre los monarcas y Lady Hildrud se vio interrumpida por la entrada inesperada de una de las sirvientas del castillo, quien lucía con el rostro desencajado.
—¡Majestad! Disculpen que los interrumpa— Habló asustada— He subido a los aposentos de la princesa Wanda para llevarle la cena tal como me fue ordenado pero no se encontraba ahí.
—¿Cómo de qué no?— Preguntó la Reina despreocupada— ¿A dónde más podría ir a estas horas de la noche?— Cuestionó— Además. ¿No te dijo que le dolía la cabeza, Hildrud?— Le preguntó la reina a su sobrina
Antes de que Lady Hildrud pudiera dar una respuesta el mensajero real irrumpió también sin avisar en el comedor, lo cual no era buen augurio.
—¡Majestad!— Exclamó el hombre— Perdone que lo interrumpa pero uno de los guardias me comentó que haciendo su ronda habitual se percató de que los restos de la difunta Reina Aitne fueron profanados y…
—¿Qué?—Cuestionó el Rey desconcertado—¿Cómo que profanados?
—¡El sarcófago donde descansan los restos de la Reina fueron abiertos y el intruso ni siquiera se molestó en cerrarlos!—Informó el hombre—Además cuando venía a darle aviso me percaté que de los aposentos de la señorita Lita cuelga una larga cuerda hecha de sábanas.
Aquella noticia hizo que al Rey se le quitara el apetito y alarmado se pusiera de pie, aunque no tanto como su Reina consorte, que palideció y a punto estuvo de caer desmayada de no ser porque rápidamente Lady Hildrud y el Rey la ayudaron a sentarse.
—¿Qué esperas?—Refunfuñó el Rey—¡Da la orden a la guardia real de que toquen las campanas y que busquen a la princesa y a Lita y que las traigan de regreso!— Vociferó— Y de ser necesario usen la fuerza física o poderes para someter a Lita.
—¡Sí, señor!—Exclamó obediente el mensajero
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Lord Aren dejó escapar un grito de gozo cuando en medio de la oscuridad alcanzó el delicioso estallido de placer, derramando su simiente dentro de la estrechez de Lita.
Después, saciada su lujuria se tumbó en el cuerpo de ella, y a pesar de la escasa luz y el antifaz que cubría medio rostro de ella, pudo ver las copiosas lágrimas que corrían por sus mejillas, lo cual no logró conmoverlo ni siquiera un poco, pues recordar las muchas veces que Lita siendo una bastarda se había atrevido a herir su orgullo rechazandolo a él que era un apuesto y acaudalado noble.
—¡No serás virgen, pero eres deliciosa!—Le susurró Lord Aren al oído
Lord Aren entonces se apartó de ella. Le terminó de arrancar la falda y el sostén, y al verla completamente desnuda su virilidad despertó de nuevo, pero esta vez quería también ver su rostro y cada detalle de su cuerpo con más claridad, así que encendió más velas.
Después, regresó a la cama. Le pareció extraño que el cabello de Lita luciera de un castaño distinto y no del tono caoba que la caracterizaba, aunque la lujuria hizo que no le diera tanta importancia hasta que entonces le arrancó el antifaz, y el deseo animal que sentía se convirtió en una terrible sorpresa que provocó que su erección desapareciera al ver que con quién había saciado sus deseos carnales hace unos momentos era con su prima Wanda.
¡Su prima Wanda con la que siempre procuraba quedar bien puesto que era la heredera a la corona! Esperando que el parentesco abriera las puertas para a futuro ser miembro de la cámara de cloroquinesis en el Parlamento.
¡Su prima Wanda, la hija única de su tía favorita y del Rey de Júpiter!
¡Su prima Wanda, con quién saciar su lujuria aunque no supiera que era ella implicaba incurrir en tres delitos! El incesto que era visto como una aberración y castigado con diez años en prisión, la violación de una dama que implicaba ser condenado a la horca en caso de que el matrimonio para reparar el daño fuera inviable (y en el caso de ellos era inviable por el parentesco), y la extirpación de su miembro viril antes de ser ejecutado si encima la dama era virgen.
Ante la desesperación ahogó un grito. ¡Tenía que hacer algo para salvar su pellejo!
De pronto, se percató de que en la blanca sábana no había mancha de sangre alguna que indicara que esa fuera la primera vez de su prima y a su mente vino el recuerdo del momento en que la escuchó hablar de su interés por la ruda y la mandrágora.
—¡No lo hice a propósito pero no eres virgen!—Susurró Lord Aren tratando de excusarse—¡No sabía que eras tú!—Exclamó llevándose las manos a la cabeza con desesperación.
La princesa lo miró con odio. Sabía que para una joviana común y corriente ganar un juicio por violación era difícil si no había testigo, por lo que pocas mujeres denunciaban, sin embargo Wanda era la princesa heredera y temía que el poder de la corona fuera suficiente para aplastarlo, así que aunque siempre había sentido un profundo cariño por su prima, su seguridad personal era primero, así que desesperadamente la vistió. Después la tomó en brazos y salió al balcón, y a pesar de que Wanda lo miró con una mezcla de terror y súplica la dejó caer a la princesa desde lo alto de aquellos aposentos a pesar de que sabía que siempre le pesaría ese crimen en la conciencia.
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Lita se puso nerviosa cuando frente a frente se encontró con Fiona sosteniendo una bandeja con la cena y su joven hijo Ronald, quién era apenas dos años menor que Lita, pero ya un hábil guerrero.
—¡Fiona, no me obligues!—Exclamó Lita amenazante mientras sostenía su cimitarra dispuesta a luchar.
—Es demasiado estúpida si cree que vestida con la ropa del gordo de Connor puede pasar por el puente levadizo y salir como si nada—Le dijo Fiona— Llamaría la atención y seguro no tardarán en darse cuenta—Le advirtió.
Lita dio dos pasos atrás dirigiéndose al ventanal de la torre.
—Si sale por esa ventana se matará al caer desde tantos metros de altura, me…
—¡Mataré o moriré pero aquí no me quedó!—Exclamó Lita
—¡Por una vez cállese y escúcheme!—Le gritó Fiona—Hijo, mueve esa alfombra.
El hijo de Fiona obedeció, y entonces, Lita vio una puerta. El joven de inmediato la abrió, y al hacerlo, Lita miró un camino de escaleras de caracol el cual estaba iluminado por la luz de varias luciérnagas revoloteando.
—¡Al final de ese túnel saldrá de los confines del castillo!— Le dijo Fiona—Fue por dónde huyeron sus padres llevándosela a usted cuando era una bebé.
Fiona dejó caer la bandeja de plata en la que llevaba los alimentos, provocando que Lita se sobresaltara.
—¡Rápido señorita, deme una bofetada o un empujón para poder justificarme diciendo que me atacó!
Lita se rehusó a golpear a Fiona. No podía, así que sólo le regaló una sonrisa de agradecimiento.
—¡Rápido, señorita!
De pronto, las campanadas anunciando una emergencia se hicieron sonar dentro del castillo, y Lita, sabiendo que era la señal de que se habían dado cuenta de que no estaba donde se supone que debía estar, entró dentro del túnel, cuya puerta poco después se cerró.
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Lord Aren apenas había alcanzado a vestirse y salir de los aposentos de Lita cuando escuchó las campanadas que indicaban que había una emergencia, y sintió que un escalofrío lo recorrió cuando por el pasillo y en su dirección vio al Rey caminando apresurado mientras era seguido de varios de sus hombres y su tía la Reina que lloraba desesperada.
—Tios. ¿Qué sucede?— preguntó fingiendo sorpresa—¿Hay un ataque al castillo?
—¿Has visto a Wanda o a Lita?—Respondió desesperado el Rey
—Lita nunca llegó a mis aposentos y a mi prima la vi está mañana.
El Rey y sus hombres pasaron de largo, en tanto que su tía corrió a su encuentro y se abrazó a él buscando consuelo.
—¡Mi Wanda, Aren!—Exclamó la Reina desconsolada—¡Mi niña no está por ningún lado y temo que esa perra bastarda le haya hecho algo!
—¿Cómo que no está por ningún lado?—Preguntó fingiendo sorpresa.
De pronto, un gritó ahogado del Rey proveniente de los aposentos de Lita dejó muda a la Reina, así que se apartó de Lord Aren para reunirse con su marido.
—¿Qué estará pasando ahí dentro?—preguntó Lady Hildrud con nerviosismo.
—Vamos a averiguarlo.
Lord Aren se adentró en los aposentos de Lita.
Puesto que su tía estaba frente al balcón gritando y llorando se acercó fingiendo que no sabía qué pasaba, y lanzó un grito de fingida sorpresa al ver el cuerpo de Wanda desde lo alto, como si acaso él no fuera el culpable de que la princesa hubiera caído desde varios metros de altura, empapando con su sangre el pasto y muy seguramente muriendo ante el impacto.
—¿Quién ha podido hacer algo así?—Gritó verdaderamente aterrado Aren.
La Reina se dio media vuelta. Salió corriendo de los aposentos, y usando sus poderes de Cloroquinesis atacó por la espalda a su marido mientras gritaba "¡Fue tu maldita bastarda! ¡Fue ese maldito aborto mal logrado!"
Sin embargo, los hombres de la guardia real y su mismo sobrino pronto la sometieron, por lo que no fue grande el daño que le causó.
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Los ataques que su esposa le había lanzado no habían causado gran daño al Rey Cedrick, si acaso un par de rasguños, pues los hombres de su guardia real y su sobrino político habían intervenido para aplacar la furia de su esposa.
En otro momento de su vida no hubiera tolerado que ni siquiera su mujer le pusiera una mano encima y la habría mandado a castigar, sin embargo, la imagen latente de ver el cuerpo de su amada hija Wanda con severas heridas producto de haber caído desde lo alto habían sido suficiente como para dejar pasar el arranque que había tenido su esposa, pues en ese momento compartían el mismo dolor.
—¡Rápido, ve por el médico!— Ordenó el Rey a uno de sus hombres— ¡El resto nos dividiremos en tres grupos! Buscaremos a Lita en cada rincón del interior del castillo, también en los jardines e incluso fuera de los confines del castillo!— Bramó furioso— La quiero viva pero si es necesario usar la fuerza bruta y los poderes para traerla de vuelta no duden en hacerlo. ¡Habrá compensación para el que la atrape y la traiga de regreso!
—¡Tio, voy con usted!— Se ofreció Lord Aren
El Rey miró agradecido a su sobrino. Después, se dividieron en grupos, y casi todos los hombres, motivados por la recompensa salieron en búsqueda de la hija bastarda de su majestad.
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El resonar de un trueno se escuchó en el cielo cuando Lita llegó a la salida del túnel.
Tras salir de los confines del castillo se adentró en el espeso bosque esperando encontrarse pronto con la ayuda que le había solicitado a Haruka, pero no pasó mucho tiempo cuando una enredadera convocada por alguno de los guardias del castillo la atrapó y comenzó a arrastrarla de regreso a aquel lugar.
Sin embargo, Lita no estaba dispuesta a volver, así que mientras el jinete se alejaba llevándola con él, Lita sacó una de sus dagas más pequeñas de su vaina, y confiando en su buena puntería que había pulido en sus entrenamientos con Haruka apuntó al hombre y la lanzó con decisión, dándole en el hombro derecho. El hombre gritó ante el dolor de la herida, provocando que el caballo se asustara y que para dar el golpe de gracia se parara en sus patas traseras tirando al jinete.
Lita no supo si fue la herida que le causó o el impacto del golpe lo que causó que el hombre quedara inconsciente, pero por dicha gracias a eso dejó de sujetar la enredadera con la que aprisionaba a Lita, por lo que ella echó a correr, aunque para su desgracia, sentía que a cada paso que daba el relinchar de muchos caballos y susurros se escuchaban cada vez más cerca.
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Al bajar de su carruaje, Haruka sintió las gruesas gotas de lluvia mojándola, y al escuchar el resonar de un trueno pensó para sus adentros que cuando estuvieran en Marte sin duda extrañaría esos días de lluvia que eran tan comunes en Júpiter.
Con paso presuroso y después de una larga noche en la cama de Lady Byrne que la compensó con carísimas joyas que podría vender fuera de Júpiter, se adentró en su palacete arabesco, encontrándose con su ama de llaves que la esperaba despierta.
—Buenas noches, ¿Hay alguna novedad?— Preguntó
—Vino el pequeño dragón de la señorita Lita a traerle un mensaje— Dijo la mujer— No lo entendí porque está en Uraní pero se lo dejé en su cama.
—¿Por que no mandaste a buscarme?— Preguntó Haruka— Te dije que si se presentaba una emergencia o me llegaba un recado de Lita fueran de inmediato por mí.
—Envié a Mathew pero me comentó que los sirvientes de Lady Byrne dieron la orden de no ser interrumpida.
Haruka refunfuñó para sus adentros, y de prisa subió las escaleras de caracol. Una vez en la planta alta, se dirigió a sus aposentos, y entonces, sobre su cama vio el pergamino escrito por Lita y lo tomó entre sus manos para comenzar a leer:
"Querida Haruka
¡Lord Aren campbell, ese infame que quiso abusar de mí aquella noche en que me salvaste ha vuelto a Júpiter!
Está hospedado en el castillo y mi asqueroso padre y mi madrastra me han ordenado que pase la noche con él en sus aposentos, sin embargo, prefiero morir antes de que ese hombre o cualquier otro mancille mi cuerpo.
Por favor, mándame con Thorakar el cinturón de castidad que ibas a adquirir para mí.
No te pido que vengas a mi rescate porque mi padre seguro usará a toda la guardia real y sería peligroso para ti, pero sería de gran ayuda si en el lugar de siempre me dejas un caballo al cual pueda montar para llegar rápidamente a la cueva donde se esconde el vórtice que nos llevará a Marte.
Por favor, envíame la ayuda que te pido y espérame en el vórtice.
Esta noche debemos de partir.
Lita"
Tras leer el pergamino Haruka lo rompió para no dejar huella de los mensajes que intercambiaban ella y Lita.
Enseguida se dirigió a su guardarropa, y del escondite que estaba debajo de este sacó el cofre donde guardaba lo poco que necesitaban para huir, porque finalmente, el día y la hora había llegado.
Aunque por supuesto no se iría sin Lita.
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Thorakar sabía que de entre todos los dragones, la única a la que quizá podría convencer de ayudarlo a rescatar a Lita era a Stormi, una valerosa dragona que no tenía ni miedo ni prejuicios sobre los jovianos de cloroquinesis, sin embargo, cuando llegó a su habitad, le fue comunicado por los demás dragones que poco antes de su llegada Stormi había salido con su humano sin dar explicaciones de cuando volvería.
Thorakar, ante la desesperación por querer rescatar a Lita pidió ayuda a Thunder, un dragón adulto que además era su tío, pero quien se sintió ofendido ante la petición.
—¿Acaso estas loco?— Le respondió airado Thunder— Cualquier dragón que asedie el castillo o sus confines sería atacado por la guardia real
—¡Los dragones adultos son más fuertes que los humanos!
—¡Y no se te olvide que fueron los malditos jovianos de cloroquinesis quienes mataron a tus padres!
—¡Y fue una joviana de cloroquinesis la que me salvó la vida!— Le respondió Thorakar
El dragón Thunder lo miró con una mezcla de ira y decepción, sin embargo, Thorakar a pesar de lo pequeño que aún era le sostuvo valientemente la mirada.
—¡Para ella eres sólo una mascota!— Soltó el dragón Thunder— Tal como un perro o un gato.
Los ojos de Thorakar se llenaron de lágrimas. No porque creyera en las palabras de Thunder, pues en el fondo de su corazón sentía que Lita lo miraba como un amigo y compañero. Su tristeza más bien era porque sabía que al ser aún pequeño no era mucho lo que él podría hacer por ella, sin embargo, no estaba dispuesto a dejarla sola.
Lita ya había salvado su vida, y ahora él trataría de salvar la suya aunque eso quizá fuera el camino a una muerte segura, así que se dio media vuelta y extendió sus alas, alejándose de Dragontia e ignorando los gritos de su tío que le ordenaron regresar y no hacer estupideces.
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El galope de los caballos tras ella se escuchaba cada vez más cerca, y aunque Lita había adquirido mayor velocidad en los entrenamientos con Haruka, lo cierto era que el hecho de que los guardias fueran a caballo y ella a pie y además ataviada con un vestido la ponía en desventaja.
Sabía que aunque se esforzara pronto le darían alcance, pues sus pisadas se escuchaban cerca, así que en su interior agradeció a su difunto padre adoptivo que de niña le hubiera permitido jugar trepando árboles aunque no fuera propio de una niña, mucho menos de la dama en que esperaba verla convertida, así que con agilidad comenzó a trepar.
Poco después, y desde una altura de poco más de siete metros vio pasar el regimiento de hombres que montados a caballo e iluminados por antorchas que acompañaban a su padre.
Cuando los vio alejarse, recordó entonces que justo en ese lugar Lord Aren había tratado de abusar de ella hace dos años, y que no muy lejos de ahí estaba la cabaña donde aquellos tres infames traídos por él mismo habían abusado de ella.
El recuerdo provocó que sintiera náuseas, y cuando escuchó el resonar de un trueno lo sintió como si fuera su propio corazón acongojado por su virginidad perdida.
Cuando pasó un tiempo razonable de que la comitiva que acompañaba a su padre se alejó, decidió bajar del árbol, pues en una noche de lluvia como esa se exponía a morir electrocutada por un rayo. Por desgracia, cuando sus pies tocaron tierra Lord Aren salió de uno de los muchos caminos.
—¡Así que aquí estás, bastarda!
Como antaño, Lord Aren invocó a sus poderes para utilizar una enredadera que le sirviera de lazo para aprisionar a Lita, pero no contaba con que ella habilidosamente esquivaría su ataque y que desenvainaría una cimitarra con la que empezó a detener sus intentos de atacarla.
Lord Aren al ver que ella esquivaba hábilmente los lazos de enredadera que sus manos formaban, decidió desenfundar su espada, pues seguro estaba de que lograría desarmarla, así que blandió su espada en un intento por atacarla, pero para su sorpresa, con cada intento de tocarla, su espada chocaba con la cimitarra de Lita que estaba luchando tan hábilmente como un varón
—¡Ríndete, bastarda!— Refunfuñó Lord Aren—¡Tu padre está enojado pero prometo protegerte si me complaces!
—¡Prefiero la muerte que estar en tu lecho!— Refunfuñó Lita.
—¡Cómo si no hubieras estado ya con tres, puta!—Exclamó Lord Aren de manera burlona.
Aquel comentario encendió la ira de Lita, y entonces, el filo de su cimitarra tocó el atractivo rostro de Lord Aren, justo en su ojo, provocando que un hilillo de sangre corriera desde el interior de su cuenca derecha.
—¡Maldita puta ramera!
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Por suerte para Andrew, el plan para que el duque Jaedite Moon adquiriera una deuda con el Emerald Hight Society Club había salido a pedir de boca, pues mientras Andrew se encontraba escondido dentro de sus aposentos en el club, se le avisó que Jaedite estaba ahí listo para firmar el contrato más caro de su vida
Finalmente, tras una hora de espera. Griffin subió a sus aposentos para poner en sus manos uno de los pergaminos donde el duque Jaedite firmó su sentencia al adquirir el préstamo, sin embargo, tras lograr su cometido descubrió que eso no lo hacía sentir mejor, y que no ayudaba en nada para que pudiera arrancarse del corazón a la princesa Wanda.
Así pues, dado que quería estar un momento a solas lidiando con sus sentimientos y sus recuerdos, decidió dar un paseo por Júpiter antes de regresar a Marte, pero como no quería ser visto en Júpiter por nadie además de Gordon y Griffin le pidió a este último que lo llevara en su carruaje a Dragontia y lo dejara solo.
Una vez que estuvo en el hogar de los dragones, busco a la dragona Stormi y le pidió de favor que lo llevara a recorrer Júpiter desde lo alto.
La dragona al principio se había negado, pero finalmente había accedido, así que bajo aquel cielo del que esa noche caía una tormenta, Andrew desde lo alto visualizó los lugares de su planeta que le hacían rememorar sucesos significativos de su vida: El Emerald Hight Society que era su creación, Hansford House que era su hogar, el castillo de la familia real que era el hogar de la mujer que por desgracia aún amaba, y el bosque. Ese encantador bosque Joviano que siempre amó, pero que ahora su recuerdo era empañado cuando a su memoria venía la imagen de su amada traicionándolo con Jaedite Moon.
—¿Te acercas un poco más al norte?— Susurró Andrew
Ante su petición, la dragona soltó algo parecido a un bufido, y Andrew maldijo para sus adentros tener la habilidad de poder comunicarse con los dragones y escuchar a Stormi en su mente.
"¿Crees que pasando por dónde ocurrió todo vas a lograr olvidarla?"
Andrew habría querido taparse los oídos, pero aún así los regaños de la dragona seguirían entrando en su mente.
—No necesito tu opinión, Stormi.
"¡Claro que la necesitas! De no ser por mí ese día habrías perdido la dignidad peleándote por una mujer que no te ama!"
Pese a los regaños, Stormi voló hacia el norte, pero entonces, en aquella noche en que el aroma de la tormenta era tan fuerte, Andrew de pronto percibió un exquisito aroma a rosas y vainilla. Un aroma embriagante que Andrew reconocería en cualquier lugar, pues era el excitante aroma de la hermana de la princesa Wanda.
Conforme Stormi descendía, el aroma a ella se hacía cada vez más presente, y entonces, en medio de aquella noche en que los truenos resonaban con fuerza uno tras otro escuchó el galopar de varios caballos. Después el sonido de un par de espadas chocando.
El aroma a su cuñada y el sonido de choque de espadas le hicieron pensar que quizá ella fuera el motivo de la disputa entre dos caballeros, o que quizá estuviera en peligro, y dado a que en Júpiter los varones eran educados bajo la idea de que tenían que socorrer a una dama en peligro, por mucho que su cuñada le provocara un poco de desagrado y pensamientos impropios le ordenó a Stormi dirigirse al lugar donde el aroma a ella era más fuerte, y entonces, se sorprendió cuando desde lo alto la miró con espada en mano, combatiendo hábilmente contra un caballero,
a quien en su siguiente estocada logró derrotar, pues el hombre cayó de espaldas y la espada que blandía se soltó de su mano.
—¡Nunca en tu vida se te ocurra volver a insultarme o querer tocarme, maldito gusano!—Gritó furiosa la hija bastarda del Rey.
Andrew, a quien siempre le había parecido que su cuñada tenía el aspecto de una bella damisela en aprietos se sorprendió al verla pelear de aquella habilidosa manera, más cuando escuchó un alarido de dolor escapando de la garganta del caballero.
Era evidente que la joven no necesitaba para nada de su ayuda y que sabía defenderse sola.
—¡Bueno, creo que la damita no necesita de un hombre!— Exclamó Andrew—Aunque quizá…
Antes de que Andrew pudiera decir cualquier cosa, vio desde la altura en que se encontraba que dos hombres aparecían en el camino de su cuñada y que ella desenvainaba otra espada dispuesta a luchar.
Pese a que Andrew desconocía las razones de porque ella estaba ahí, ver a dos tipos dispuestos a atacarla y a un tercero acercándose le pareció algo abusivo, así que le pidió a Stormi llevarlo al lugar para socorrer a la dama, pero conforme la dragona se acercaba, vio a otros dos dragones adultos y uno más pequeño sobrevolar en el cielo.
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Lita había sentido gozo cuando logró derrotar a Lord Aren, a quien además le había herido una de sus manos, provocando que mientras que no se recuperará de la herida no pudiera usar sus poderes. Y después le había herido en la entrepierna, esperando que fuera con tanta fuerza como para que perdiera su virilidad.
Sin embargo, el gozo le duró poco, pues pronto se encontró con dos hombres de la guardia real.
Dispuesta a no rendirse, desenvainó otra espada para luchar con una en cada mano, pero al ver aparecer a un tercero supo que aquello ya era una guerra perdida.
Vio entonces a dos de los hombres desplegar sus poderes de Cloroquinesis, y dado que sabía que de volver al castillo el castigo sería duro y que su propio padre era capaz de venderla cuál padrote que vende a sus prostitutas, decidió que antes de permitir que un hombre volviera a tocarla moriría con honor, por lo que utilizó la cimitarra que dos años antes le había regalado Haruka, y aunque la intención era clavarsela en el corazón, en el forcejeo contra una de las enredaderas con que pretendían aprisionarla la cimitarra desvió su camino y terminó encajándosela en el estómago, provocando que de la herida emanara sangre que salpicó a uno de los guardias.
Lita comenzó a sentir que todo daba vueltas a su alrededor. Sostenerse en pie se tornó imposible, así que cayó al piso. Respirar también comenzó a dificultarsele y la vista comenzó a nublarsele.
Se imaginaba que estaba a punto de morir, pero sintió gozo de que antes de exhalar su último aliento pudo escuchar los graznidos de dragones adultos, choques de espadas y los gritos de terror de los guardias.
De pronto, cuando ya sólo escuchaba el sonido de las últimas gotas de lluvia y su vista se hizo más borrosa sintió a alguien levantarla en brazos, y pensó que quizá sería Haruka yendo a su rescate, lo cual agradeció a la diosa, pues antes de expirar su último aliento quería despedirse de su amiga a quien quería como a una hermana, pero para su sorpresa, poco después miró que quién la sostenía en brazos era Andrew Hansford.
"¿Qué demonios hacía en los brazos de ese hombre que se suponía estaba enfermo y fuera de Júpiter?"
No tenía respuesta para ello y tampoco le interesaba saber que era de la vida de Andrew Hansford, pero fuera él y otra persona quería dejar un último recado para su progenitor antes de morir
—¡Dile al Rey que…
—Tranquila princesa—Susurró él con un tono de voz que parecía querer reconfortarla— La llevaré al castillo y…
—¡Dile qué siempre lo odié!—Susurró con dificultad antes de que sus ojos se cerraran
¡Hola!
Mis queridos lectores y lectoras. ¿Qué les pareció el capítulo?
¡Espero les haya gustado! Yo me divertí escribiéndolo y también me desestresó de mis problemas de adulta.
Cómo siempre gracias por los reviews a mis amigas Hospitaller Knight, Maga del Mal, Jahayra Kino.
También gracias a Musa de Papel por haber agregado está historia a favoritos.
¡Saludos!
