Nota: esta historia tiene una segunda parte que será compartida en diciembre, como una historia navideña.


Gracias a Li por su lectura previa.


Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 1

Cómo ratón asustadizo Edward bajó del taxi mirando hacia el piso.

Acomodó las gafas oscuras mientras sus anchos hombros se mantenían hundidos, tenía un caminar encorvado, iba distraído y sumergido en sus pensamientos a la vez que recorrían las estrechas calles.

Sentía un aguijón enterrado en su pecho. Así interpretaba la sensación de ser perseguido.

Y es que nada en su vida era normal. No podía vivir la experiencia de pisar un centro comercial o un lavado de autos sin ser hostigado.

Se repetía hasta el cansancio que era el precio a pagar por jugar fútbol americano y que las féminas estuvieran locas por él.

Meneó la cabeza y no quiso seguir hundido en el mismo tema.

Giró la llave en la puerta y anduvo cual autómata hasta la parte trasera de la enorme estructura de paredes blancas.

― ¡Es hermoso!

Escuchó la voz cantarina de su novia. Sonrió por inercia y levantó la mirada.

Su cuerpo se relajó por completo al darse cuenta dónde estaban.

Mykonos había sido su elección.

La sensación de ser acechado desapareció de su cabeza cuando vio la belleza imponente de la isla, apreció de buena manera la piscina con agua azul turquesa que colindaba con el mar Egeo.

Respiró hondo llenando sus pulmones con esa brisa marina.

Recordó que llevaba años sin visitar la casa familiar. Sabía que el lugar siempre estaba en condiciones para ser habitado en cualquier momento, fue por ello que se le hizo fácil viajar antes de que la pretemporada de la NFL diera su inicio.

En el lugar se sentía complacido de no tener que esconderse de ningún curioso que quisiera indagar en su vida privada.

Rechinó los dientes.

Ser figura pública no era fácil. Era el mariscal de campo mejor pagado de los 49ers; las cámaras y flashes le acechaban el tiempo completo, indagaban de su vida privada, estaba expuesto a mentiras y rumores de todo tipo.

Era la razón del porqué protegía su intimidad. Y nada respecto a su vida personal sería nunca de dominio público, fue una promesa que se hizo después del desastre con su anterior relación.

Incluso sintió cómo su cuerpo se estremecía con tan solo recordar esos eventos.

― ¿Te gusta? ―susurró en el oído de la preciosa castaña que lo acompañaba. Sin meditar nada con brazos firmes envolvió la estrecha cintura de ella.

La chica suspiró apoyando la cabeza en su pecho.

― Es un sueño, bebé.

Sintiéndose enamorado capturó con los dientes el lóbulo de Bella.

― Te amo, nena ―confesó. Alzando ligeramente el menudo cuerpo que poseía su mujer.

Empezó a jugar con ella. Fingió que la lanzaría a la piscina, mientras ella protestaba.

― ¡No te atrevas! ―gritó Bella.

La risa se ahogó en su garganta. La amaba y tener la oportunidad de disfrutarla solo para él sin tener que esconderse de los metiches, era simplemente regocijante.

Cuando la puso sobre los pies, la chica se giró en sus brazos. Lo miró bajo sus tupidas pestañas rizadas y esbozó una alegre sonrisa.

― Me encanta verte feliz, bebé y siendo tú.

Sonrió, ocultando su desánimo. No quería perder a Bella, estaba enamorado y agradecido que ella fuera tan tolerante, que aceptara tener una relación casi clandestina y que nunca pidiera más de lo que ofrecía.

Sin quitar los ojos de ella. Deslizó la punta de sus largos dedos por la suavidad del rostro libre de maquillaje.

― Mereces más ―reconoció, al tiempo que sus dedos se entrelazaron con ternura―. Quisiera darte una vida normal, Bella. Te juro que me gustaría poder salir y presumir ante todos, tomar tu mano y que sepan que eres mía.

El rostro de Bella se mantuvo sonriente. Era lo que amaba de su novia, que fuera tan comprensiva y solidaria.

― Me has dado los mejores dos años, bebé ―se alzó sobre la punta de los pies.

Era incluso ridículo que intentará estar a su altura con lo pequeña que era. Riéndose un poco de la situación, inclinó su cuerpo y la besó con todo su amor.

La alzó de la cintura mientras ella envolvió las caderas de él con sus piernas. Sin perder tiempo caminó hacia la habitación principal y empezó a subir los escalones hasta la segunda planta. Ni siquiera era necesario abrir los ojos para saber dónde estaba cada cosa.

Pateó la puerta con fuerza y la cerró de golpe.

Dejó lentamente el cuerpo de su chica sobre el colchón mientras se dedicaba a despojarla del ligero vestido y ropa interior. Al verla desnuda, empezó a sacar su propia ropa quedándose como Dios lo trajo al mundo, presuroso se cernió sobre ella.

Empezó a besar cada centímetro de la tersa piel de su mujer; deslizó sus labios desde el cuello y fue descendiendo, se entretuvo suficiente con la firmeza de las tetas, donde sus manos amasaron y su lengua disfrutó de los pezones rosados, su boca se dio un tremendo banquete saboreando y regocijándose con los suspiros que salían de Bella.

Continuó hacia el sur del cuerpo femenino, besando todo a su paso hasta llegar al jugoso centro. Miró cómo las manos de ella hacían puños las sábanas.

― Hazlo bebé ―urgió Bella, llevando una de sus manos a la cabeza, le indicó donde lo necesitaba.

No perdió tiempo y hundió su lengua en el núcleo.

La habitación se llenó de jadeos mientras su lengua seguía dándole placer junto a uno de sus dedos que entraba y salía.

Bella no dejaba de retorcerse y suplicar por más.

Era tanta su emoción por hacerla disfrutar que no fue consciente de nada hasta qué…

― ¡Edward! ―su madre gritó.

Asustado se aventó a la cama aplastando el cuerpo de Bella. Ella se quejó y él nervioso la cubrió por completo con las sábanas.

― ¡Mamá! ¿Qué haces aquí? ―balbuceó con torpeza.

Esme estrechó su mirada, llevando las manos a las caderas. Su rostro lo decía todo.

― ¿Qué haces tú aquí? ―preguntó―, ¿con una mujer?

Confundido abrió la boca y la cerró con fuerza cuando vio a su padre asomarse por la puerta, apreció que tenía el rostro enrojecido y una tímida sonrisa en sus labios. No entendió porque levantó un pulgar hacia él antes de desaparecer nuevamente.

Edward llevó las manos a su pelo y tiró lentamente de las hebras cobrizas. Era el momento más bochornoso de su vida. Y tenía que vivirlo delante de la mujer más importante, volteó hacia Bella.

Ella lentamente se quitó las sábanas y descubrió su rostro, asomándose.

― Mamá, puedes salirte. Por favor ―indicó Edward.

Pero su madre seguía petrificada frente a la cama con sus ojos muy saltones sin pestañear.

No respiraba, no se movía y no sabía qué le pasaba. A parte del ignominioso momento no queria imaginar que Esme había entrado en un estado catatónico.

― Mamá… ―repitió.

La mujer de caderas anchas seguía sin reaccionar. Edward empezó a preocuparse, lentamente se hincó en el mullido colchón cubriendo su miembro ahora flácido con una almohada, se acercó a su progenitora y batió una mano frente a ella.

― Esme ―pronunció. Sabía cuánto su madre detestaba que le hablaran por su nombre de pila.

De pronto las comisuras en el rostro de Esme se elevaron.

― ¿No eres gay? ―Preguntó ella con profundo interés.

Edward juntó las cejas dejando la boca abierta mientras volteaba hacia Bella. Ella lo miraba aprensiva y desilusionada..

― ¿Eres gay? ―preguntó más confundida que él.

Edward resopló, dejándose caer de espaldas en la cama.

― ¡Demonios! ―refunfuñó.

¿De dónde sacaban tal tontería?


¡Hola! tenemos historia de verano, algo divertido y nada más. Digamos que es una historia llena de enredos y situaciones que espero te arranquen una sonrisa. Espero y me quieras acompañar en este corto y fresco viaje, ¿te unes?

Gracias totales por leer ️🌞